LO QUE NADIE SE ATREVE A DECIR
31 de enero de 2016
“Hace algún tiempo la gente protestaba:
“¡Qué mal funciona esta radio, la interferencia no deja oír la música!”. Un
individuo decidió olvidarse de la música para escuchar el ruido. ¡No escuchaba
la belleza de la música!... buscaba la profundidad de la interferencia. Ese lunático
construyó un enorme radiotelescopio y localizó los agujeros negros. Sólo quienes
escuchan las interferencias pueden hacer grande descubrimientos”.
Wilfred
Bion
El sólo anuncio de la terminación del conflicto armado crea
las condiciones a la juventud y al pueblo para expresarse y protestar. Era lo
esperado y anhelado. El 24-E es un anuncio de esa situación. Se empieza a
perder el miedo. Se mueven las energías citadinas. Surgen liderazgos jóvenes y
viejos militantes se reactivan. Eso es muy bueno.
No significa un apoyo al llamado “proceso de paz”. Tampoco un
respaldo al gobierno o las FARC. Menos a Uribe. La frustración por la situación
económica, la corrupción política, la desigualdad, el deterioro del medio
ambiente, etc., se convierte y transmuta en un rechazo instintivo a la
pretensión del gobierno de ocultar los problemas con el “cuento” de la paz.
Uribe en forma oportunista estimula ese sentimiento primario
–odio– tanto contra la guerrilla como contra Santos, pero no logra convertirlo
en fuerza política. Pequeños grupos fanáticos agitan las consignas contra el
“Pacto de La Habana”, sin mayor audiencia. Se vio el 24-E.
Cada vez los colombianos son más conscientes que la terminación
del conflicto armado es necesaria pero no significa la conquista inmediata de
la paz. Esa certeza convertirá a la sociedad en el principal protagonista y constructor
de ella. La paz que no es más que enfrentar y resolver los conflictos sin recurrir
a la violencia. La paz que es un presupuesto para lograr bienestar colectivo, identidad
nacional, integración regional y un fuerte avance cultural.
Por ello, el grueso de la población acepta con resignación
los acuerdos de La Habana y espera que el proceso termine positivamente con la
entrega de las armas y la vinculación de los guerrilleros desmovilizados a la
lucha política. Pero, en lo inmediato, el rechazo a la confrontación armada
recaerá sobre los actores directos de la misma y también sobre quienes quieren
utilizar la “ilusión de la paz” como instrumento para hacer politiquería.
Santos y su “combo”, a pesar de la aureola internacional que
está montando, no podrá canalizar en lo interno los frutos de ese “esfuerzo
pacificador”. La crisis económica, la situación fiscal del gobierno, las
políticas antipopulares que a la sombra de la paz ha venido implementando, le
pasaran factura política. Y claro, será el gran lunar de la “fiesta”.
Se equivocan quienes creen que el pueblo le va a dar un gran
respaldo a los guerrilleros desmovilizados convertidos en políticos. Quienes
siempre idealizaron la lucha armada nunca pudieron percibir el hecho de que las
gentes por las que las guerrillas decían luchar, empezaron a no creerles y
después, a rechazarlos. Y todavía no lo ven.
Por esa razón, el llamado a la unidad que hace el comandante
Joaquín Gómez de crear “un movimiento muy amplio, donde quepa todo aquel que
desee cambios positivos (…) que la izquierda ponga en primer plano lo fundamental,
que es la unidad” (http://goo.gl/JX2KTh), no
va a ser posible. Sería lo ideal pero la degradación de la guerra también
afectó a la izquierda desarmada.
La dirigencia más visible de los “verdes” no va a actuar al
lado de los comandantes guerrilleros desmovilizados. En el Polo Democrático
Alternativo las cosas son más complejas. Los que siguen a Clara López y a Iván
Cepeda se muestran asequibles a la posibilidad de hacer parte de un nuevo
proyecto político al lado de la insurgencia desarmada. Sin embargo, esa
decisión llevaría o llevará a la división.
La cúpula del MOIR no lo va a consentir. Ellos (y quienes
hoy hacen parte del PTC[1])
son también víctimas de las FARC. Durante el período que Francisco Mosquera
denominó “el túnel” (1982-90), en diversas regiones de Colombia la guerrilla
asesinó –a mansalva y con frialdad–, a muchos dirigentes de esa agrupación
partidaria que se oponían a su política. Muchos fueron acusados de ser aliados de
paramilitares para explicar su “ajusticiamiento”.
Pero va a ser la sociedad colombiana en general, la que está
cansada de la política porque la identifica como politiquería, aquella a la que
no le interesa las viejas rencillas entre los grupos de izquierda, la que va a
forzar la aparición de un Nuevo Proyecto Político –totalmente deslindado de la
insurgencia– que sea expresión del anhelo de paz en Colombia pero, a la vez, de
lucha contra la desigualdad, la corrupción y el clientelismo.
Si la izquierda civilista que siempre rechazó la lucha
armada no se unifica para impulsar –con modestia y hasta bajo perfil– ese nuevo
proyecto político, recurriendo a personalidades venidas del mundo de la
ciencia, la cultura, la educación, la empresa privada o asociativa, etc., que
aproveche ese ambiente de cansancio con la política tradicional, no sólo
quedará invisibilizada sino que también será identificada con los horrores de
la guerra.
Esa izquierda tendrá que pasar nuevamente por en medio de
ese “otro túnel” que significará la alianza entre el establecimiento oficial
con la insurgencia desmovilizada, que se concretará en inversiones concretas en
zonas de colonización y en algunos proyectos durante el llamado
“post-conflicto”. Ya numerosas ONGs hacen cola detrás de esos contratos.
Sólo quienes se organicen con claridad y seriedad, quienes
se sintonicen con los “aires” de una juventud diversa, compleja y en formación,
podrán ayudar a que aparezcan procesos cualificados y proyectos políticos de
nuevo tipo que nos permitan avanzar. Si nos aferramos a viejos esquemas y no
aprendemos, no sólo desaprovecharemos los “vientos democráticos” sino que
contribuiremos a que la juventud cometa los mismos errores de ayer.
Nota: El primero
de esos errores que hay que evitar es creer que la Ley transforma la vida. En
Colombia siempre hizo carrera el “santanderismo”, que es una especie de
“fetichismo legal” que le ha hecho enorme daño a la Nación. Ya un candidato
presidencial en ciernes se ha apegado a la tesis de que hay que convocar una
Asamblea Nacional Constituyente para refrendar los acuerdos. Hay que salirle al
paso a esa propuesta “kafkiana”.
[1]
PTC: Partido del Trabajo de Colombia, agrupación política que se deslindó del
MOIR en 1998, hoy liderada por Marcelo Torres y Yezid García Abello, y que hace
parte de la Alianza Verde.
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