jueves, 22 de abril de 2021

Petro y Bateman, dos momentos y una continuidad

Jaime Bateman y Gustavo Petro

Petro y Bateman, dos momentos y una continuidad

Popayán, 22 de abril de 2021

La pasada semana pasó sin pena ni gloria el 19 de abril. Este año no fue una fecha muy recordada ni conmemorada. Fue el día de 1970 que la oligarquía colombiana ejecutó un fraude monumental contra el exgeneral Gustavo Rojas Pinilla, candidato de la Alianza Nacional Popular ANAPO, partido político que fundó en compañía de su hija María Eugenia.

Pero también fue el día escogido por Jaime Bateman y un grupo de revolucionarios soñadores que en 1974 lanzaron el Movimiento 19 de abril (M-19) con una campaña publicitaria muy particular promoviendo un veneno para “matar ratas”. Fue una guerrilla urbana que realizó acciones espectaculares para hacer una pedagogía política bastante eficaz para su tiempo.  

En este corto artículo se rememora ese momento y sobre todo se recuerda la personalidad de su fundador y principal ideólogo político, Jaime Bateman, para relacionarlo con el momento actual y buscar la continuidad de ese proceso en Gustavo Petro, principal dirigente de la Colombia Humana, quien fue militante de ese movimiento siendo casi un adolescente.

El momento -como siempre- era de lucha y auge popular. Eran tiempos de luchas campesinas e indígenas en los territorios y de obreros en las ciudades. La ANUC estaba al frente, en 1971 se había fundado el CRIC, se fortalecía FECODE y se avanzaba con el “sindicalismo independiente” hacia la fundación de la CUT. En 1977 se realizó el gran paro cívico nacional.

En ese marco apareció el M19 siguiendo el estilo y formas de las guerrillas urbanas de Uruguay, Argentina y otros países, como los Tupamaros y los Montoneros. Sin embargo, esta “guerrilla” tenía unas particularidades únicas: no levantaba un programa socialista sino democrático; no se alineaba con la URSS o China sino que se deslindaba levantando un programa nacional-popular; no llamaba a la guerra sino a la paz y al diálogo.

En 1990, luego de más de una década de lucha -con aciertos y errores- el M19 logra un acuerdo de paz con el gobierno de Virgilio Barco, se desmoviliza y se integra a la lucha por transformar a Colombia aceptando participar con las reglas de un Estado que se define como una “democracia restringida”. Ese proceso de paz al que se suman otras pequeñas guerrillas, es el detonante para la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente en 1991.

A partir de ese momento la lucha política en Colombia cambia de escenario. Bateman había muerto misteriosamente en 1983, la oligarquía durante esos años asesinó a miles de militantes de la Unión Patriótica y a 4 candidatos presidenciales importantes (Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa, Luis Carlos Galán y Carlos Pizarro), pero a pesar de todo, las fuerzas democráticas insistieron y se aprobó una nueva Constitución como un pacto de paz.

Más allá de sus posiciones políticas, que para su tiempo fueron precursoras y de avanzada democrática, lo que caracterizó a Bateman fue su gran sentido de la oportunidad histórica, sus esfuerzos por conectar con la mentalidad y las necesidades de la gente, su irreverencia costeña, su espíritu democrático y la alegría revolucionaria que trasmitía, y por sobre todo, su sentido práctico para generar organización “no burocrática”.

Quien tuviera una idea o un plan interesante, relativamente viable, que más o menos se correspondiera con los objetivos y metas propuestas por el M19, recibía tanto del “comandante Pablo” como de los demás dirigentes un “¡Hágale hermano!, pero tenía la obligación de hacerse responsable de la tarea hasta sus últimas consecuencias. Así construyó Bateman una organización que más que en ideas se apoyaba en una fuerte y efectiva “red de afectos”.    

En 1980 Bateman a la cabeza del M19 lanzó la iniciativa del “diálogo nacional”. Dicho diálogo fue rechazado por el grueso de la oligarquía y las guerrillas “comunistas” no entendieron ese mensaje/estrategia, como tampoco lo comprendieron cuando esa “conversación nacional” se realizó -parcialmente- al calor de la asamblea constituyente.

Gustavo Petro en lo fundamental se ha mantenido dentro de esa línea. Tal vez no ha logrado construir una organización nacional como lo fue el M19 pero ha ayudado a desencadenar un movimiento popular que poco a poco va cuajando alrededor del Pacto Histórico que se ha convocado, y que se está impulsando y construyendo. La esencia del “diálogo” es igual pero ahora el “pacto” tiene claramente identificados a quienes no podrán ser parte del mismo.

Hoy el momento es diferente al que protagonizó el M19 pero las tareas centrales son las mismas. Si se observa hacia atrás con una mirada crítica pero realista, podríamos decir que finalmente los sueños y la estrategia planteada por Bateman -después de 4 décadas de haberse propuesto- tiene todas las condiciones para empezar a materializarse.

Si el Pacto Histórico se retroalimenta de los frustrados “diálogos nacionales y regionales” que se han realizado en el pasado, y si no se asume como una tarea definitiva o como una meta final, sino como un proceso que se irá desarrollando en el tiempo (más allá del ejercicio electoral o de las ejecutorias de un gobierno), es muy seguro que después de tantas frustraciones y violencias, el pueblo y la sociedad colombiana aprendan a dialogar y a avanzar en paz.

Seguramente Jaime Bateman Cayón si estuviera vivo diría… ¡Palabra que sí!

E-mail: ferdorado@gmail.com /  

 

martes, 20 de abril de 2021

¡Larga vida y salud para Gustavo Petro!

¡Larga vida y salud para Gustavo Petro!

Por Rafael Alban (abril de 2021)

A mis viejos amigos de la vieja guardia marxista que saltó a la vida política con el movimiento estudiantil de los años 70s, no les gusta ni les ha gustado nunca Gustavo Petro. Si alguna vez han tenido que votar por él lo han hecho a disgusto y obligados por las circunstancias. Pero Petro no es santo de la devoción de  la izquierda ortodoxa, aquella que sentó de una vez y para siempre la estrategia de la revolución colombiana: el Partido, el Frente Popular, el Ejército del Pueblo y adelante con la guerra popular y prolongada hasta la victoria final. Como las cosas no salieron así, están convencidos que no nos equivocamos nosotros sino que se equivocó la Historia.

La principal acusación que el marxismo ortodoxo le enrostra a Gustavo Petro es que es un caudillo que desprecia las instancias organizativas y es por lo tanto un déspota antidemocrático que concentra en su propia persona todo el poder y la representación de la Colombia Humana. Recuerdan con razón la tragedia de la desaparición de Gaitán y la histórica frustración que eso significó para los anhelos de paz, justicia y democracia del pueblo colombiano.

La esencia del marxismo es "el análisis concreto de la situación concreta". Nada más lejos del marxismo que los dogmas y las fórmulas de aplicación universal e infalible. Eso es lo que han olvidado nuestros viejos bolcheviques: que no estamos en Dinamarca sino en Cundinamarca. Olvidan que américa latina es un continente de apenas 500 años, que fue conquistado y sometido a sangre y fuego por la espada y la cruz, y que desde un principio se estableció en nuestro suelo una radical división entre españoles e indios, entre amos y esclavos, entre indios tributarios y encomenderos, entre criollos y chapetones, entre realistas y patriotas, entre centralistas y federalistas, entre bolivarianos y santanderistas, entre Gólgotas y Draconianos, entre godos y liberales... es decir que nuestra historia ha sido un proceso ininterrumpido de exclusión, negación y eliminación del otro, donde ha primado la confrontación y no el consenso, donde nunca se ha experimentado la democracia y donde la polarización es el método que han usado las clases dominantes para dividir al pueblo y mantener mediante la violencia su poder. ¿Qué otra cosa más que el caudillismo podía producir América Latina, una tierra de caudillos militares y gamonales?

Trasplantamos acríticamente a nuestros nacientes países la teoría del partido político del proletariado -la más alta expresión de la organización política de clase- a naciones en formación, semifeudales, donde nunca existió el proletariado como clase para sí, con conciencia de su rol histórico como liberadora de todas las clases y de la construcción de un Estado popular. Olvidamos que nuestros pueblos nunca tuvieron la experiencia histórica de los pueblos europeos, con sus guerras religiosas, sus imperios y sus luchas contra el absolutismo de los reyes y por la democracia. Es decir, olvidamos la experiencia histórica de los pueblos europeos en la construcción del capitalismo y la democracia. Olvidamos que en nuestra américa nunca hubo un Aristóteles ni un Copérnico ni un Martín Lutero ni un Diderot, y por lo tanto nunca se formó en nuestros pueblos la experiencia de luchas y la conciencia política que nos permitieran dar el salto cualitativo hacia la construcción de una conciencia democrática de la soberanía popular. ¿Qué otra cosa que caudillos podrían surgir en estas condiciones?

Sí, Gustavo Petro es un caudillo, pero es NUESTRO caudillo. Es lo que ha producido nuestra Historia, que casi nunca se somete al dictamen de las ideologías. Gustavo Petro no tiene partido sino caudas, no convoca militantes sino electores, se enfrenta el solo como un superhéroe, contra las fuerzas coaligadas del establecimiento y el narco-paramilitarismo (hoy en el poder) en una lucha titánica y temeraria que nuestro pueblo educado en la promesa de un mesías identifica como su salvación.

Pero el liderazgo de Gustavo Petro no ha surgido por casualidad. No olvidemos que surge a la vida política en la ANAPO, el partido del dictador y caudillo militar Rojas Pinilla. Recordemos que la consigna del M-19 era  "Con el pueblo, con las armas, con María Eugenia al Poder". El M-19 nunca emprendió la tarea de construcción de partido, dada la diversidad de vertientes ideológicas que convergieron en su alzamiento y rebeldía. Pero Petro fue más allá: emprendió una lucha en solitario contra la parapolítica y logró a base de tesón, de inteligencia y valentía asestarle históricos golpes a la oligarquía que desde entonces lo señala como su máximo enemigo. El debate parlamentario de Petro contra la parapolítica es comparable al debate de Jorge Eliecer Gaitán contra la Masacre de las Bananeras. En ambos casos el pueblo identificó a un líder valeroso y comprometido con sus anhelos y capaz de hacerlos realidad. Nació el caudillo, y con él el pueblo dio un paso de gigante en la identificación y comprensión de sus tareas históricas.

Luego vino la Alcaldía de Petro en Bogotá y con ella la santa alianza de todas las fuerzas del establecimiento y de la reacción para hacerle imposible gobernar la capital. Pero Petro demostró que es posible gobernar con la gente y para la gente. Y en esta lucha de Petro contra la oligarquía el pueblo lo acompañó, se movilizó en defensa de la Bogotá Humana y logró derrotar todas las perfidias y felonías de los enemigos del Alcalde. El resultado de esta confrontación histórica fue el rompimiento definitivo del pueblo bogotano con los partidos del establecimiento y la consolidación de Petro como el líder nacional en que el pueblo ha cifrado sus esperanzas.

La campaña presidencial del 2.018 fue el despertar histórico de la voluntad y posibilidad de poder del pueblo colombiano. Las caudalosas manifestaciones, la claridad del mensaje y el entusiasmo fervoroso de las masas populares hacían presagiar una victoria, que hoy sabemos que obtuvimos pero que fue escamoteada por la corrupción de los políticos y el dinero de las mafias.

Somos ocho millones de votos en la Colombia Humana, una fuerza formidable a pesar de que nos asesinen sistemáticamente a nuestros líderes sociales. Una fuerza inatajable que crecerá con la crisis de ingobernabilidad y corrupción que carcome las bases mismas del establecimiento.

Todos los caminos conducen a Petro a la presidencia en el 2.022. Colombia será azotada por una crisis sin precedentes que afectará todas las relaciones sociales y económicas y que obligará a un gran timonazo en la conducción nacional.

Al frente de ese proceso estará Gustavo Petro como personero y representante de los más caros anhelos nacionales. Petro es la esperanza de los excluidos y olvidados de nuestro pueblo. Por eso la salud de Petro es la salud de la patria y de la paz.

¡Larga vida y salud para Gustavo Petro!

miércoles, 14 de abril de 2021

Las elecciones en Ecuador-Perú y el progresismo en Colombia


Las elecciones en Ecuador-Perú y el progresismo en Colombia 

Popayán, 14 de abril de 2021

El pasado 11 de abril se realizaron las elecciones presidenciales en Ecuador y Perú. Muchas lecciones se pueden sacar de esos procesos electorales y políticos. Lo ocurrido en esos países ratifican varias tendencias que se han observado en el mundo y ocurren en Colombia.

Los llamados “partidos políticos” se han convertido en “cascarones” que aúpan diversas tendencias y liderazgos. La revolución tecnológica y de las comunicaciones ha creado condiciones para que surjan nuevas formas (precarias) de acción política. Los dirigentes construyen su “identidad personal” y buscan el favor de los electores en forma directa sin pasar por el partido u organización.

El debilitamiento organizativo de los partidos hace que la Ideología y los Programas Políticos sean difusos, eclécticos y hasta incoherentes. La acción política se ha “banalizado” y “precarizado”, la forma se impone sobre los contenidos y el espectáculo electoral anula o minimiza los principios y los propósitos programáticos. Tanto en Ecuador como en Perú se observa ese fenómeno.

Los “dirigentes” y candidatos que han triunfado con ocasión de esta situación se comportan más como “payasos” que como políticos formados; ello explica las elecciones de Trump, Bolsonaro, Bukele, Duterte, etc. Ante el deterioro de la calidad de los candidatos y gobernantes surge la proliferación de aspirantes como ha ocurrido en esos países y sucede en Colombia.

Toda esta situación le sirve al Gran Capital que utiliza “mandaderos” de todos los colores para administrar la “renta pública” y distraer a la gente, mientras el verdadero Poder Financiero hace y deshace a todo nivel (como se ha hecho evidente con la Pandemia). Sin embargo, al final la calidad tiene que imponerse y nuevas formas de acción política tendrán que desarrollarse en donde se combine la fuerza organizada “Desde Abajo” con la acción política en los ámbitos institucionales.

Las elecciones de Ecuador-Perú y las lecciones para Colombia

Lo ocurrido en los países vecinos lleva a hacer algunas comparaciones que deben tener en cuenta las particularidades de cada país y sirven como ejercicio diferenciador. Veamos:

1) Lo ocurrido en Ecuador ya pasó en Colombia en 2018. Es una lección aprendida de cómo las fuerzas democráticas no tienen por qué dejarse llevar a una confrontación “suicida” mientras descuidan al opositor principal (acá Uribe, allá Lasso y Fujimori).

Así Petro, que en nuestro caso es una especie de Yakú Pérez y Andrés Arauz combinados, porque es un progresista que ha construido un programa anti-extractivista, plurinacional y anti-patriarcal, no tiene por qué depender de acuerdos con el “centro” que ha empezado a ser un “centro-derecha” sino impulsar su política con toda decisión y sin temores.

2) Las elecciones del 2022 en Colombia se parecen a las de Perú y Ecuador en la cantidad de candidat@s y tendencias dado que esa multiplicidad de aspiraciones han surgido por el vacío de poder que se ha presentado en estos países. En Colombia porque “el que dijo Uribe” (Duque) es un gobernante torpe e infantil, en Ecuador pasó algo similar con Lenin Moreno (“el que puso Correa”), mientras que en Perú la sucesión de destituciones ha hecho que muchos políticos se pregunten: “Si todos estos tipos han podido ser presidentes... ¿por qué yo no?”.

3) Comparando con el Perú, Petro -más o menos- se puede asimilar a la sumatoria de Pedro Castillo y Verónica Mendoza. No obstante, hay que tener en cuenta que en Colombia las derechas están más desgastadas y el progresismo de izquierda tiene un mayor espacio ganado en los últimos años.

4) La diferencia con Perú (o similitud) es que acá en Colombia la primera vuelta (que se ha convertido en un filtro de candidatos) se va a realizar en 2 fases: una, será en la consulta inter-intra-partidista programada para marzo/22, y la otra, que es la propia primera vuelta en mayo/22.

Este breve ejercicio tiene que ver con la naturaleza de las tareas que Petro y quienes se están sumando al Pacto Histórico debemos impulsar. Si se parte de entender que estamos en un “nuevo momento político” diferente al de 2018, debemos concentrarnos en hacer conocer la verdad sobre el candidato progresista y desmontar las mentiras que se dicen sobre él.

Esa es la tarea central: hacer conocer el programa y las ideas formuladas por Petro y retroalimentarlas (aterrizándolas en cada región y/o localidad) en el intercambio con las gentes.

Por todo lo anterior, Petro no se debe incomodar porque surjan otras candidaturas de género, etnia o sector social. Incluso, él puede estimular con toda tranquilidad la aparición de ese tipo de aspiraciones porque esos esfuerzos y ejercicios electorales -a la hora de la verdad- le suman en vez de restarle.

Es otra forma de construir el Pacto Histórico sin acudir a acuerdos burocráticos con fuerzas que -como se demostró en 2018- están más cerca de las derechas que del progresismo y de las izquierdas. Petro puede comportarse desde ahora como un gran estadista. Tiene todas las condiciones, formación teórica y experiencia, para ser un presidente con gran liderazgo regional y mundial.

miércoles, 7 de abril de 2021

Dos momentos, dos procesos: Gaitán y Petro

Dos momentos, dos procesos: Gaitán y Petro

Popayán, 7 de abril de 2021

El próximo 9 de abril se cumple el 73° aniversario del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Desde 1936 los terratenientes habían desatado una violencia sistemática contra los campesinos colombianos con ocasión de la ley 200 que fue una tímida reforma agraria aprobada por el gobierno de Alfonso López Pumarejo. Allí tenemos los orígenes de la violencia que aún hoy sufrimos.

A partir de ese contexto realizamos una reflexión histórico-política que relaciona dicho momento con la situación actual que vive Colombia en 2021. Revisamos esa historia para identificar semejanzas y diferencias pero, principalmente, para aprender de los acciones de los actores sociales, colectivos e individuales, que protagonizaron tales hechos.

Sabemos que es una apuesta arriesgada por todo lo trágico y dramático que hay detrás de esa historia, y porque de inmediato surge el riesgo de la repetición histórica, el miedo a que el ciclo se repita y el pueblo colombiano tropiece con la misma piedra. ¡Nos arriesgamos!

Los momentos electorales: Gaitán y Petro

Hemos afirmado que Colombia vive un “nuevo momento político” de cara a las elecciones de 2022. El político progresista Gustavo Petro hoy es un candidato viable y fuerte para la Presidencia después de realizar un ejercicio importante en 2018, en donde la casta dominante ayudada por el llamado “centro” no solo trampeó esa elección mediante el fraude y la compra de votos sino que usó la fábula del “castro-chavismo” para meterle miedo a la población.

De igual manera, después de 1946 Jorge Eliécer Gaitán se proyectaba como futuro presidente de Colombia al frente ya no sólo del partido liberal sino de un movimiento antioligárquico. Ese hecho ocurría después de que la oligarquía utilizó al político de origen libanés Gabriel Turbay, con un historial importante dentro del partido liberal y en la gestión gubernamental de la época, para dividir a las fuerzas liberales y facilitarle la elección al partido conservador.

En ambos casos los dos líderes populares (Gaitán y Petro) logran construir un electorado propio y se convierten en el objetivo a derrotar. Gaitán no sólo se había “apropiado” del partido liberal sino que contaba con seguidores dentro de los conservadores. Y ahora, Petro con su propuesta de Pacto Histórico ha empezado a construir una coalición de amplio espectro social y político que atrae a dirigentes y electores de diversos sectores y se convierte en una alternativa cierta de poder.

Los personajes y sus luchas: Petro y Gaitán

En ambos casos, tanto Gaitán como Petro, construyeron un liderazgo nacional durante un largo período de luchas políticas y sociales con base en una permanente acción proselitista y en una preparación teórica y conocimiento de la realidad. El primero se destacó desde cuando en el Congreso de la República denunció con valentía y brillantez la “masacre de las Bananeras” (1928), y el segundo, cuando enfrentó a los políticos vinculados, perpetradores y promotores de los grupos paramilitares durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez (2006-7).

En forma similar, Gaitán y Petro, son políticos con características particulares que los distancian de las fuerzas tradicionales, tanto de derecha como de izquierda. Gaitán tenía ideas socialistas, se identificaba con los trabajadores, campesinos y sectores oprimidos, pero no compartía la deriva autoritaria que había hecho carrera en la Unión Soviética. Esa posición y su forma de liderar, que era calificada de caudillista, hizo que los comunistas de la época no solo lo vieran como un rival sino que lo convirtieron en un verdadero enemigo.

Así mismo, Petro en la actualidad propone desarrollar el capitalismo para sacar al país de la premodernidad pero, a la vez, impulsa la democratización de la propiedad de la tierra y la industrialización del proceso productivo. En ello, se plantea superar la economía extractivista y enfrentar el cambio climático. No pretende instaurar el socialismo y llama a construir una efectiva e incluyente democracia. También muestra un liderazgo arrollador, algo personalista, se ha mostrado hasta ahora incapaz de generar una organización fuerte y estable, y se ha enfrentado en diversos momentos con las fuerzas tradicionales de izquierda, que le piden ser más vertical frente al gobierno de los EE.UU. y le cuestionan, como hicieron los comunistas con Gaitán, ciertas veleidades y acercamientos a políticos tradicionales (Santos).

Las dos coyunturas históricas: 1930 y 1991

Lo más interesante de este ejercicio tiene que ver con la coyuntura histórica que vivió Gaitán y la que hoy protagoniza Petro. Es importante anotar antes de avanzar que si el análisis se centra únicamente en el comportamiento de los partidos y/o movimientos o en las acciones, cualidades y defectos de los dirigentes, las conclusiones siempre serán una distorsión de la realidad. Es decir, si no se ubican los actores individuales en el contexto de la lucha de clases y en el marco de la dinámica de los movimientos sociales, ello no servirá para orientar la acción actual.

Veamos entonces algunas coincidencias y similitudes de esas coyunturas de los años 30-40s del siglo XX y en la de los años 90s e inicios del XXI. También trataremos de precisar las diferencias. La primera gran coincidencia consiste en que tanto Gaitán como Petro son fruto de procesos sociales y políticos en donde una hegemonía política es derrotada. En 1930 se oficializa la caída de la hegemonía conservadora ante el empuje principalmente de las masas obreras y la rebelión de sectores indígenas y campesinos en su lucha por la tierra y sus derechos.

Igual ocurre en 1991, en donde la hegemonía de los partidos tradicionales del Frente Nacional entra en crisis y esas agrupaciones políticas se ven empujadas a promover algunos cambios presionados por los numerosos paros cívicos, movilizaciones sociales y el actuar de la insurgencia, que por entonces todavía no se había degradado políticamente en medio de un conflicto que posteriormente fue permeado por el narcotráfico y por los intereses de las empresas transnacionales que poco a poco instrumentalizaron la guerra en su beneficio.

En 1930 el partido liberal representaba -en cierto grado- a una débil y vacilante burguesía que intentó tímidamente enfrentar a los grandes terratenientes y liderar a los sectores populares para modernizar el Estado. No obstante, los capitalistas de entonces no tenían la fuerza social y política para liderar una verdadera “revolución en marcha” (dixit López Pumarejo), y lo que intentaban en verdad era impedir que los trabajadores y campesinos (indígenas, negros y mestizos) pudieran desarrollar un proyecto político propio.

Un buen instrumento para cumplir esa tarea fue el partido comunista que orientado desde Moscú aplicaba la política de los “frentes populares”, o sea, de alianza entre los trabajadores y las burguesías “antifascistas”. Gaitán se deslinda de esa política. Él había observado cómo los principales dirigentes del Partido Socialista Revolucionario PSR (Tomás Uribe Márquez y otros) habían sido relegados y estigmatizados como “anarquistas” por negarse a ir a la cola de la burguesía y por ello intenta crear su propio partido UNIR. No logra ese propósito debido a que el grueso de la población rural se mantenía bajo el control de los partidos tradicionales, especialmente en las áreas de mayor desarrollo económico en donde los terratenientes y comerciantes habían construido formas de control corporativo en alianza con la iglesia y los gremios productivos (ejemplo, la Federación Nacional de Cafeteros fundada en 1927).

En cambio, y allí está la gran diferencia con la época actual, en estos tiempos el control social y político de la oligarquía está resquebrajado y sólo se sostiene con la política de miedo que encabeza Uribe apoyándose en los errores de la insurgencia armada. La urbanización del país ha hecho que aparezcan nuevos sectores sociales en las grandes ciudades que es lo que ha permitido que surjan fuerzas políticas independientes de los partidos tradicionales y que éstas, a pesar de la política de miedo, estén hoy en plena expansión y fortalecimiento como se puede comprobar revisando las elecciones de los últimos años.

En este análisis es importante recordar que la débil y vacilante burguesía industrial que sobrevivía en los años 80s del siglo pasado (XX) es totalmente derrotada y hasta desaparecida por la aplicación de las políticas neoliberales. La gran paradoja consiste en que es el hijo del burgués que encabezaba la “revolución en marcha” de la época de Gaitán quien le da la estocada final a la clase social que lideraba su padre (Alfonso López Pumarejo) en la anterior coyuntura. Él es el gran diseñador de la política neoliberal en Colombia y el promotor de la alianza con las mafias narcotraficantes. Es el gran enterrador de los restos de la “burguesía nacional”. No es otro que Alfonso López Michelsen.

Es decir, en 1930 la burguesía industrial de Colombia está un poco a la ofensiva, en crecimiento y tratando de ocupar su lugar político. Por el contrario, en 1991 esa clase social es derrotada, es subordinada y absorbida por los capitalistas transnacionalizados (muchos de los cuales son a la vez grandes terratenientes), que lo hicieron privatizando y saqueando las empresas estatales y nacionales que se habían construido en la fase anterior con los esfuerzos de millones de colombianos, y además, sin ningún rubor fortalecen sus bancos con los dineros del narcotráfico.

Una aproximación al momento actual

Hoy la nación colombiana no tiene futuro en manos de la oligarquía que se sostiene a punta de violencia, corrupción, alianzas mafiosas y entrega de la riqueza al gran capital global. Desde los tiempos de Gaitán la burguesía colombiana mostró su incapacidad para liderar un proyecto nacional y fue cómplice del asesinato del caudillo popular en 1948, acción planificada desde el imperio estadounidense que tuvo la aprobación del conjunto de las castas dominantes. Por ello la gran tarea sigue siendo la “restauración moral de la república” que impulsaba Gaitán.

El drama descrito por Gaitán en la siguiente cita sigue siendo vigente: “En Colombia hay dos países, el país político y el país nacional, el país político que piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder y el país nacional que piensa en su trabajo, en su salud, en su cultura, desatendidos por el país político. El país político tiene rutas distintas a las del país nacional. ¡Tremendo drama en la historia de un pueblo!”[1].

Durante estos 73 años el país sufrió un conflicto armado promovido e instrumentalizado por el imperio y la alianza burgués-terrateniente en el poder, mientras los sectores populares no lograban construir procesos y liderazgos que se propusieran un proyecto de nación que le ofreciera a los sectores productivos y a los trabajadores del campo y de la ciudad, una vía para construir una base económica propia, industrializada, moderna, con visión ecológica, en democracia y en paz.

Ese ideal que era el mismo de Jorge Eliécer Gaitán hoy se está concretando en cabeza de Gustavo Petro.

Conclusiones por desarrollar

  •  Petro pareciera transitar por caminos similares a los de Gaitán pero tiene mejores condiciones para construir un proyecto independiente de los partidos tradicionales. ¡Hay que hacerlo bien, sin ambigüedades y sin sectarismo!
  • El alzamiento popular de corto plazo, sin sujeto social cohesionado y sin conducción política que protagonizó el pueblo colombiano después del asesinato de Gaitán, demuestra que se hace necesario ir más allá de la estructura y de la práctica electoral. ¡Hay que derrotar las visiones cortoplacistas y coyunturalistas!
  • La crisis actual no es sólo de los partidos tradicionales sino de toda la sociedad colombiana y de la humanidad en general, como lo demuestra la actual pandemia. Por ello, se requiere que el Pacto Histórico propuesto por Petro sea concebido y construido con los mejores hombres y mujeres de esta nación. Si logramos hacerlo estaríamos dándole continuidad y concreción a los sueños de “un hombre que era un pueblo”[2].



[1] Alocución de Gaitán el 20 de abril de 1946 en el Teatro Municipal de Bogotá.

[2] “Yo no soy un hombre, soy un pueblo”, frase que utilizaba Gaitán en sus discursos.