miércoles, 24 de marzo de 2021

El Pacto Histórico puede ir más allá…


 El Pacto Histórico puede ir más allá…

Popayán, 25 de marzo de 2021

El Pacto Histórico propuesto e impulsado por Gustavo Petro está en construcción en todo el país y en otras latitudes del mundo. En cada región o localidad se concretará con base en los acumulados que hayan construido las fuerzas democráticas y en su capacidad para reconocer la potencialidad de lo avanzado.

La calidad de los diálogos  y debates que se realicen entre quienes quieran comprometerse con la tarea de convertir sus ideales y sentimientos en una realidad y en una fuerza política, determinará los resultados de sus esfuerzos anteriores y actuales.

Eso será determinante. Y tal parece que se ha madurado bastante y que al tener al frente la posibilidad de derrotar a la oligarquía, así sea por ahora solo en el terreno electoral, los dirigentes y personas influyentes están asumiendo su responsabilidad histórica, de vida. 

Y es evidente, que todo ello debe materializarse en votos para obtener la presidencia de la República y lograr una importante representación en el Congreso Nacional, ojalá mayoritaria.

Entonces, desde cada persona y/o colectivo ha surgido la pregunta de… ¿Cómo ayudar? ¿Qué hacer?

En el caso del Cauca, una región luchadora y sufrida, que representa como ninguna la resistencia de una población marcada por injusticias históricas, la tarea de construir ese Pacto Histórico no puede limitarse a un simple acuerdo de fuerzas políticas.

El Cauca puede y debe ir más allá de los acuerdos y acción de los partidos y grupos políticos comprometidos, que de todas maneras es un buen punto de partida.

Es absolutamente claro que las fuerzas sociales y políticas de esta región pueden -al calor de la construcción del Pacto Histórico- empezar a desarrollar las siguientes tareas históricas, que seguramente, desde el Gobierno Nacional a partir de agosto de 2022 se podrán concretar más ampliamente:

1. Acercar y unificar a campesinos, indígenas y afros para superar el conflicto por territorio y aspectos culturales;

2. Acercar y unificar a Nasas y Misak (guambianos), dado que ambos pueblos son fundadores del CRIC y protagonistas de primer nivel de la resistencia histórica de los pueblos originarios;

3. Acercar y unificar a los pequeños y medianos productores (cafeteros, paneleros, fruticultores, paperos, lecheros, yuqueros, piscicultores, etc.) en tormo a la tarea de industrializar sus materias primas y construir nuevas formas de autonomía y defensa del territorio;

4. Acercar y articular a pobladores rurales y citadinos construyendo la verdadera identidad caucana;

5. Darle importancia y representación política a la Costa Pacífica Caucana;

6. Elaborar propuestas para construir nuevos tipos de alianza productiva y comercial con los sectores industriales del Norte del Cauca, diferenciándolos de los dueños de los ingenios azucareros que representan a las fuerzas del pasado colonial y esclavista;

7. Acercar y articular a las Universidades públicas y privadas con la realidad de las mayorías caucanas para que los jóvenes profesionales jueguen su papel en la construcción de una nueva realidad regional.

Estas y otras tareas, si se realizan con un espíritu incluyente, más allá del “electoralismo”, con sentido muy amplio, serán el mejor antídoto para evitar que el Pacto Histórico pueda ser reducido a una simple “alianza de izquierdas” o que termine por ser hegemonizado por los políticos tradicionales que -de todas formas- deben ser atraídos y comprometidos con el Pacto Histórico.

O sea, podemos construir un Pacto Multicolor, ni muy “rojo” ni muy “blanco”, que movilice a todos los sectores de la sociedad caucana. Si lo hacemos, el Cauca será un ejemplo para el país y se hará una enorme contribución para derrotar al uribismo y a las derechas.

Hay que empujar, hay que actuar.

miércoles, 17 de marzo de 2021

¿Es todavía la clase obrera un sujeto social revolucionario?

¿Es todavía la clase obrera un sujeto social revolucionario?

Popayán, 17 de marzo de 2021

En días pasados con diversas personas vinculadas a las luchas políticas y sociales de América Latina se planteó el siguiente interrogante: “¿Ya no existen los sujetos sociales que luchen por un cambio? ¿O no es necesario tenerlos en cuenta? ¿La multitud es el sujeto?”.

Las respuestas no se hicieron esperar. Muchos amigos todavía identifican a la clase obrera como el “sujeto social del cambio revolucionario y anticapitalista”. Se insiste en que esa clase sigue vigente, y que aunque transformada, es el referente social del cambio anticapitalista.

Otras personas mencionan a los indígenas, campesinos y comunidades afros, y unas más, a las mujeres, los jóvenes, los migrantes, los ambientalistas, etc., como sujetos sociales que portan el espíritu del cambio o destacan su potencialidad actual.

Así mismo, aparece el concepto de multitud planteado por Negri y Hardt, con su pluralidad y diversa composición. Algunos relacionan esa idea con la necesidad de unificar a la gran mayoría de la humanidad para evitar la extinción de nuestra especie por efecto de la hecatombe ambiental anunciada. La multitud sería el sujeto social ecológico por excelencia.

Algunas definiciones

Es necesario volver sobre las definiciones. Los Sujetos Sociales son clases sociales o sectores de clase que adquieren consciencia colectiva de su existencia con base en la identificación de sus intereses. Ellos mismos se autoconstruyen en medio de las luchas sociales y políticas.

¿Clase obrera? Creo que hay que cambiar de término. La “clase obrera” se asimila a la clase de los trabajadores que vendían su “mano de obra” o “fuerza de trabajo” a los capitalistas. Hoy vendemos más el “cerebro” que las “manos”. El trabajo cognitivo está en el eje de la reproducción del capital y la “fuerza material” ahora la realizan las máquinas.

Parece que es mejor el término “clase trabajadora” o “proletariado” (aunque esta palabra se asimila a los trabajadores industriales), y es por eso que utilizamos el término “precariado”, que ha sido trabajado y estudiado con detalle y creatividad por el investigador Guy Standing.

Y al interior de los trabajadores es necesario identificar aquellos sectores que por sus actuales circunstancias pueden jugar un papel de “sujetos sociales revolucionarios”, no tanto “históricos” sino en una etapa histórica. Ejemplo, el proletariado industrial actual, es un sector de la clase trabajadora que por su lugar en la producción, su grado de especialización y los ingresos que obtiene, ya no es revolucionario, no desea ningún cambio, incluso es conservador. Al contrario, los “profesionales precariados” son los trabajadores que en la actualidad parecieran cumplir un papel más dinamizador en las luchas sociales y políticas.

Y es pertinente analizar otro aspecto que ahora ha aparecido con el desarrollo de las fuerzas productivas y los cambios en la sociedad actual (económicos, sociales, culturales, tecnológicos, etc.) que ha contribuido con la aparición de nuevos sectores sociales, muy diferentes a los de la época del capitalismo clásico, que pueden convertirse en otro tipo de sujetos sociales revolucionarios propiciadores de cambios en el modo de producción.

Los "prosumidores colaborativos".

Los PROSUMIDORES COLABORATIVOS son aquellos pequeños y medianos productores (y, a la vez, trabajadores) que producen diversas clases de bienes, consumen una parte de ellos y el resto lo venden al mercado. Pero para hacerlo y por necesidad, construyen redes de colaboración con otros prosumidores para poder enfrentar a los grandes monopolios.

Hoy existen prosumidores en el campo de la producción de música, periodismo, software, energía eléctrica, y poco a poco van expandiendo su área de trabajo. Además, en muchas otras áreas de la vida están apareciendo verdaderas redes de cooperación y colaboración como son las redes de turismo compartido o colaborativo y otras formas de intercambio equivalente, y también, nuevas formas de asociación cooperativa entre los pequeños y medianos productores agrarios de países dependientes.

Muchos de sus “productos” o bienes, son colocados en forma gratuita en las redes sociales usando diversas licencias de “Creative Commons” (Creación en Comunidad). Uno de sus principales “medios de producción” es la Red Web o Internet y su acción -si es realmente colaborativa- va socavando las bases del capitalismo aunque se alimenta y progresa dentro de ese modo de producción.

Reflexión en ciernes

Por ahora los “prosumidores” (Jeremy Rifkin) no son totalmente conscientes de su acción transformadora. Pero hay avances en ese sentido. Lo interesante del tema es que el prosumidor en sí mismo significa el reencuentro (aún parcial) entre la propiedad de los medios de producción y el trabajador; entre el trabajo mental-intelectual y el trabajo manual; entre quien dirige el proceso productivo y quien opera el trabajo, que antes era una relación separada y subordinada, y ahora se integra en manos del prosumidor.

Así mismo, al fundirse (también parcialmente) el valor de uso y el valor de cambio, dicho fenómeno tendrá connotaciones o consecuencias en el ámbito de la producción, el mercado, el consumo y la subjetividad humana, dado que la esencia material e ideológica de la “mercancía” empieza a cambiar. El “producto” del prosumidor no es ahora sólo “valor de cambio”, en parte sigue siéndolo pero cuando se comparte en forma gratuita deja de serlo.

Además, como lo plantea Rifkin, por efecto del desarrollo tecnológico y de la competencia inter-capitalista, la tendencia creciente de los costos de producción se aproxima a cero (0), fenómeno que se va a agudizar ante la presencia de una “competencia colaborativa” y, por tanto, la ganancia capitalista estará siendo subvertida en lo más íntimo de su realización.

Frente a estos fenómenos, que deben ser estudiados a fondo, se van dando las condiciones para que la humanidad se libere del “fetiche” de la mercancía, y en ese proceso creciente, irán surgiendo nuevas subjetividades basadas en la reciprocidad, la colaboración y la nueva valoración de los bienes comunes (Elinor Ostrom) y entrarán a jugar nuevos fenómenos sociales en la construcción de un modo de producción postcapitalista.

Para lograrlo, la lucha por el control del Estado sigue siendo necesaria pero con una dinámica diferente. No se trata de realizar los cambios “desde arriba” (por decreto) sino de influir e intervenir desde el Estado en la actividad económica-productiva mediante regulaciones flexibles y estímulos no-paternalistas, dirigidos a estimular la acción colaborativa y asociada de los prosumidores sin pretensiones de imponer una total y absoluta “planificación estatal centralizada” (Paul Mason). Se trata de crear condiciones para ir derrotando y debilitando los grandes monopolios y avanzar por nuevos caminos, que ni siquiera podemos imaginar.

Las subjetividades humanas actuales

Sobre las nuevas subjetividades que están apareciendo frente a la globalización neoliberal, los nuevos nacionalismos “populistas” y “neo-proto-fascistas”, y sobre todo, las ideas holísticas, comunitaristas e integradoras que aparecen frente a un cambio de tipo civilizatorio que incluye el desmonte del Patriarcado y de la “economía crematística”, podemos decir que todavía no son muy conscientes de las nuevas realidades que se están operando en el campo de la economía y que por ello sus principales referencias están en el pasado ancestral.

Es interesante recordar que hace algo más de 500 años, la burguesía europea nació en los Países Bajos dentro del modo de producción feudal, y sólo después de más o menos 300 años (revoluciones liberales de la década de los años 80s del siglo XVIII), empezó a ser consciente de su papel transformador frente al poder de monarcas y reyes que en lo político-estatal representaban las relaciones sociales del feudalismo.

Y, aunque los sectores más radicales de esa burguesía se la jugaron con las revoluciones políticas burguesas (liberales), muy rápidamente esa clase de los capitalistas se asustó y reculó frente a la fuerza e intereses que empezaron a mostrar los trabajadores de la época. No obstante, desde siglos atrás ya se habían desarrollado las subjetividades correspondientes en lo cultural, como por ejemplo, la reforma luterana en el cristianismo o las nuevas expresiones artísticas (renacimiento) y los avances en las ciencias y en el pensamiento filosófico.

Actualmente están en construcción nuevas subjetividades colaborativas y comunitarias. Es un proceso de largo aliento que se acumula retomando experiencias fallidas, recreando cosmovisiones y prácticas ancestrales, y reformulando muchas de las metas y utopías que sirvieron de referente y estímulo en el pasado de las luchas de los sectores oprimidos.

Tal parece que las necesidades actuales de la humanidad, frente a los peligros que se han acumulado en el seno del modo de producción capitalista como es el deterioro creciente y grave de la vida en el planeta, están contribuyendo a que esas nuevas subjetividades se materialicen en la acción consciente de nuevos sujetos sociales que empujen hacia adelante el carro de la historia.

Nota: El debate de fondo entre los marxistas tiene que ver con el papel histórico que se le otorgó al proletariado en cuanto a que sería el sujeto social que sepultaría al capitalismo y con el papel que cumplen las revoluciones políticas en las transformación de un modo de producción a otro.

viernes, 12 de marzo de 2021

Un Pacto Histórico para derrotar el miedo

Un Pacto Histórico para derrotar el miedo

Popayán, 12 de marzo de 2021

Lo inédito de la situación actual

Hemos planteado que Colombia ha entrado en un nuevo momento político. No significa que esté asegurado el triunfo de las fuerzas progresistas y de izquierda. Es solo una ventana de oportunidad.

Si no somos conscientes que estamos frente a esa inédita situación, no seremos capaces de transformar nuestra forma de pensar y de actuar. Entonces, repetiremos la historia de 1946[1] y 1991[2].

Lo inédito consiste en que las castas dominantes saben que las fuerzas progresistas y de izquierda tienen una oportunidad real para acceder al gobierno central. Y por eso, tienen miedo.

Quienes siempre han monopolizado el poder en Colombia están a la defensiva. No tienen un proyecto político de futuro. Tienen miedo y solo pueden ofrecer miedo como estrategia política.

Esas castas dominantes que instrumentalizaron la Constitución de 1991 para fortalecer sus bancos y empresas con dineros del narcotráfico, saben que no puede ceder la Presidencia de la República.

Son conscientes que el Congreso, cortes judiciales, órganos de control, etc., dependen del Ejecutivo y que es un peligro que sectores políticos que ellos no controlan puedan acceder a ese cargo.

Mucho más en un momento en donde la Justicia Especial de Paz (JEP) empieza a esclarecer crímenes de lesa humanidad que comprometen a importantes sectores de esas castas dominantes.

Los antecedentes

En 1991, nos vendieron la idea de la apertura económica y democrática. “Bienvenidos al futuro” decía César Gaviria, quien heredó el capital político del inmolado Luis Carlos Galán, asesinado por ellos mismos.

En 2001, le dieron vuelta de tuerca a la política colombiana con Álvaro Uribe Vélez, quien aprovechando los graves errores y crímenes de las Farc, convenció al pueblo colombiano de que con la derrota de la guerrilla se arreglarían todos sus problemas.

Y entre 2014 y 2018, ante la evidencia de que no lograron derrotar militarmente a la guerrilla, acompañaron tímidamente a Juan Manuel Santos en la búsqueda de la “paz”, que para ellos sólo era la desmovilización y el desarme de sus integrantes.

La actualidad

Hoy hace crisis el modelo neoliberal que nos vendieron como solución. Hace agua la economía que construyeron en estos 30 años que depende de la exportación de materias primas (petróleo, carbón, oro, agronegocios). Si no fuera por el narcotráfico este país ya hubiera colapsado.

Además, la pandemia ha agudizado la situación. El Estado está quebrado y endeudado, y el gobierno de Duque para poder mostrar algo de inversión social tiene que aprobar nuevos impuestos y reformas que afectaran a las clases medias y al pueblo.

Esa es la tragedia que están viviendo. Todos los pronósticos son negativos para ellos. La tormenta perfecta que afecta sus intereses está diagnosticada y anunciada. Uribe lo dijo: “Ojo con el 2022”.

Pero además, no tienen un candidato que muestre liderazgo y que unifique a sus huestes políticas que están en plena descomposición moral y política. Y es por ello que se ha desencadenado una verdadera feria de aspiraciones presidenciales en los partidos políticos de la oligarquía[3].

La política del miedo

Ante esa realidad política que se hace evidente con el avance del proyecto progresista y el debilitamiento de las fuerzas del “centro”, las castas dominantes se aferran a la política del Miedo.

Dejan que los grupos armados ilegales se fortalezcan en las regiones para generar un clima de desestabilización. Quieren revivir a las Farc en cabeza de Gustavo Petro. Ya lo hicieron en 2018.

Buscan identificar la protesta social con grupos armados y con el llamado vandalismo. Realizan masacres de todo tipo para generar reacciones entre los sectores democráticos que los medios de comunicación manipulan hacia la matriz “castro-chavista”.

Generan falsas iniciativas como la de alargar el período de Duque para probar lealtades, debilitar a los legisladores que muestran cierta independencia, y asegurar mayorías parlamentarias para impulsar sus reformas regresivas.

Nada de raro tiene que en su desespero, especialmente de las fuerzas uribistas, quieran generar un caos artificial para impulsar una aventura golpista. Lo inédito del momento da para todo.

Un Pacto Histórico que venza al miedo

Se ha planteado la construcción de un Pacto Histórico por parte de una serie de fuerzas políticas encabezadas por Colombia Humana, PDA, MAIS, UP y otras.

Es una propuesta importante y viable para el momento que debe tener en cuenta que:

-       Se necesita un esfuerzo y una acción extraordinaria que rompa con la práctica tradicional.

-       La sola unidad de los partidos, movimientos y grupos políticos existentes, así fueran todos los llamados alternativos, no alcanza para garantizar ese triunfo.

-       Lo inédito de la situación debe llevar a revisar las debilidades de nuestros procesos políticos.

-       Ser más conscientes de lo difícil que será derrotar a las castas dominantes en el terreno electoral.

-       Enfrentaremos la más descarada compra de votos, el chantaje, la mentira y la manipulación.

-       Se requiere un triunfo contundente y mayoritario para derrotar el fraude electoral del CNE.

-       Se necesita un esfuerzo descomunal que logre movilizar al pueblo abstencionista, que es aquel que no cree en partidos políticos ni en la misma institucionalidad.

-       Se hace urgente volver a entusiasmar a miles de activistas sociales que se defraudaron con las prácticas burocráticas y aspiraciones individuales que se apoderaron de los pequeños grupos denominados “partidos alternativos”.

-       Hay que aterrizar el programa del Pacto Histórico en cada departamento y municipio.

-       Se debe aprovechar la división de los partidos tradicionales. Hay que atraer a todos los sectores que acompañaron la lucha por la paz y están en la tarea de derrotar a Uribe.

Es indispensable desarrollar una acción muy amplia, con nuevos sectores de la sociedad “no organizada” pero que se expresa políticamente en las calles y en la vida diaria, en la producción, cultura, educación, salud, ambientalismo, lucha de género, etc.


[1] 1946: el Partido Comunista apoyó al candidato liberal de la oligarquía en contra de Jorge Eliécer Gaitán.

[2] 1991: el M19, después de ser la principal fuerza de la Asamblea Constituyente, hizo parte del gobierno neoliberal de César Gaviria prestándose a una serie de acuerdos con la oligarquía que le quitaron el empuje al proceso de cambio.

[3] Ya están en actividad 6 aspirantes conservadores, 5 liberales, 4 de la U, 2 de Cambio Radical, 4 del Centro Democrático, y varios independientes provenientes de los partidos tradicionales. Se destacan la actual Vicepresidente, varios exministros de Hacienda, exgobernadores y exalcaldes de Bogotá, Medellín y Barranquilla.  

jueves, 4 de marzo de 2021

Un nuevo momento político en Colombia


 Un nuevo momento político en Colombia

Popayán, 4 de marzo de 2021

Diversos hechos nos llevan a plantear que se empieza a vivir un nuevo momento político en Colombia. En este escrito se identifican esas circunstancias con el objetivo de contribuir a liberar una serie de cargas (limitantes) que corresponden al período anterior (2012-2020) en donde el “eje” de la política nacional giró alrededor del llamado proceso de paz (paz formal o “paz perrata” como la definimos desde 2013). Petro la llama “paz pequeña”.

Trataremos de demostrar que hemos entrado en ese nuevo momento. Para hacerlo debemos comprender que la contradicción Uribe/Santos (guerra/paz) está básicamente resuelta (desarme de las Farc) y que el factor principal para avanzar hacia la verdadera paz o “paz grande” es el cambio de modelo económico-productivo para poder desencadenar y sustentar las transformaciones sociales, políticas y culturales que están en marcha.  

Al precisarlo podremos ver -con absoluta claridad- que en las nuevas circunstancias el llamado “centro” (o sea, el “ni-ni”, la indefinición política o la “forma sin contenido”), no tiene nada que hacer frente a los urgentes problemas que exigen soluciones efectivas. Además, afirmamos que ahora no sólo se trata de generar una “esperanza” sino de lograr cambios consistentes, certeros y efectivos. Las “medias tintas” son cosa del pasado.    

Factores que determinan ese nuevo momento (síntesis)

Entre los elementos que hemos identificado como determinantes para generar ese “nuevo momento” están los siguientes:

-  Hizo crisis el modelo económico-productivo dependiente de la exportación de materias primas. Colombia entró en la fase de transición energética que exige sustituir los combustibles fósiles con energías limpias y renovables. Las empresas carboneras abandonan el país, la industria del petróleo está de capa caída y la gente rechaza los proyectos extractivos que destruyen la naturaleza (¡No queremos oro, queremos agua!). Además, los pequeños y medianos productores de materias primas (cafeteros, paneleros, ganaderos, paperos, fruticultores, cacaoteros, etc.) requieren industrializar sus procesos productivos para enfrentar la nueva fase de globalización que vive el planeta.

-  El Estado colombiano está insolvente, fiscalmente quebrado, sobre endeudado, y la pandemia agudizó esa situación. El gobierno de Duque está obligado por el gran capital a apretarle las clavijas a las clases medias y al pueblo trabajador. Las reformas tributaria, laboral y pensional son más que necesarias para “cuadrar caja”. Van a gravar toda la canasta familiar con el IVA, reducir el salario mínimo y aprobar el pago de trabajo por horas. Todo ello tendrá costos políticos enormes que traerán protestas y movilizaciones populares, que van a tratar de mitigar con propuestas populistas.    

-  El bloque de poder oligárquico está debilitado y fracturado en el terreno político. Su principal problema es que depende de un dirigente tóxico como Uribe y “los de arriba” no saben ni tienen las formas de reemplazarlo en lo inmediato. Es evidente que ante el avance de las fuerzas democráticas y progresistas, los grandes “cacaos” (Sarmiento Angulo, Santodomingo, Ardila Lulle, Gilinsky, GEA) se han asustado y han reculado nuevamente hacia el uribismo. La falsa “paz” ya les sirvió y el negocio (ilegal) debe continuar.

-  Las clases medias empiezan a girar hacia el progresismo. La actitud de las famosas actrices como Margarita Rosa de Francisco y Aura Cristina Geithner, y de los jóvenes artistas que encabezaron la rebelión juvenil del 21N, son una manifestación de esa tendencia.

-  La pandemia ayudó a desnudar todas las miserias de este país. Se ha hecho visible la escandalosa desigualdad económica y social; ha quedado expuesta la inmensa informalidad económica y laboral; el desempleo camuflado ha mostrado su cruel y mísero rostro; las consecuencias negativas de la mercantilización de la salud en manos de las EPS son palpadas y sufridas a diario por el grueso de la población; y otros problemas acumulados como la precariedad de la educación, la incapacidad del Estado para resolver las demandas sociales en servicios públicos y vivienda, etc., se convierten en motivo de protesta y movilización social.

-  La dualidad de la Constitución de 1991 ya no da más. Lo social y el bien común buscan romper la esencia neoliberal de esa carta política.

-  Todos los intentos del gobierno de Duque-Uribe por acabar con la Justicia Especial de Paz JEP y por sabotear el proceso de paz han fracasado.

-  El nuevo marco internacional con la elección de Biden en EE.UU. es favorable para darle continuidad al proceso de paz, aunque no podemos hacernos ilusiones “pacifistas”.

-  La crisis de los partidos políticos -de todos- está obligando a que surjan nuevas expresiones políticas. En lo inmediato están apareciendo nuevos tipos de coaliciones que van a reflejar con mayor nitidez los valores y posiciones políticas de las fuerzas comprometidas.

-  Existen importantes evidencias de cómo las mujeres y los jóvenes serán determinantes para que ese “nuevo momento” se concrete en cambios sustanciales en la dinámica política de nuestro país.

La materialización del nuevo momento político

Un factor que es desencadenante y resultado de ese nuevo momento político es el caso jurídico que compromete al expresidente Uribe. La carga de la prueba de su criminalidad ha logrado trascender hacia la sociedad. Aunque la Fiscalía General lo exonere usando artificios legales y trapisondas jurídicas, el solo hecho de que haya renunciado al Senado para esquivar el juicio de la Corte Suprema de Justicia, se convierte en la confirmación de su culpa. El “tapen-tapen” ya no le sirve, el rey está desnudo y todo su proyecto político está en franca decadencia.

Otros hechos relacionados con el nuevo momento político son:

- Las castas dominantes son conscientes que al juntarse la pandemia con un gobierno tan incapaz como el de Duque, está a la vista la oportunidad para que las fuerzas progresistas y de izquierda accedan al gobierno. Es por esa razón que aparecen por doquier candidatos y candidatas que aspiran a representar los intereses del establecimiento oficial y están buscando alguien con “excelentes capacidades” para enfrentar a Gustavo Petro, que a pesar de las descalificaciones consideran un candidato con experiencia, formado y difícil de batir.   

- El candidato preferido del “centro” -Sergio Fajardo- desnudó su “corporativismo” en favor del Grupo Empresarial Antioqueño GEA en el caso que destapó el actual alcalde de Medellín, Daniel Quintero, que compromete a las Empresas Públicas de Medellín EPM y el proyecto de Hidroituango. Así, se colocó del lado de los empresarios y contratistas corruptos y giró definitivamente hacia la derecha. Su uribismo vergonzante ha salido a relucir.

- El senador Jorge Enrique Robledo (Moir-Dignidad) se entregó -dentro de esa misma línea- a los intereses de los grandes grupos económicos del sector agropecuario (Asocaña, Augura, Fedepalma, AsoExport, etc.) con la consigna de la “defensa de la producción nacional”. Dicha posición la asume sin discutir para nada la lógica rentística y gran terrateniente de esa producción, sin cuestionar la forma como usan el Estado para favorecer sus monopolios depredadores de los recursos naturales y súper-explotadores de los trabajadores, y ocultando que han sido sectores que estuvieron comprometidos con la estrategia paramilitar de Uribe.  

- La Alianza Verde se divide entre fajardistas, peñalosistas y progresistas, y sus “fundadores” intentan vender ese espacio político (que se convirtió en una agencia de venta de avales) a los herederos “semi-rebeldes” de César Gaviria dentro del partido liberal (Galán, Lara, Cristo, etc.).

- Los partidos tradicionales (liberales, conservadores, la U y Cambio Radical) están en descomposición y algunos de sus miembros más honestos o, menos corruptos, se acercan a la propuesta progresista.

- Las izquierdas y los movimientos sociales empiezan a entender que hay una oportunidad de quebrar el monopolio oligárquico a nivel presidencial (nacional), y evalúan nuevas formas de alianzas democráticas. Y en esa tarea van comprendiendo que la fórmula para hacerlo requiere de la más amplia apertura hacia las bases sociales y la derrota de prácticas burocráticas que de una u otra forma han hecho carrera dentro de sus organizaciones.

- Todo indica que mientras Gustavo Petro se vuelve un “atractor positivo” que impulsa un “pacto histórico”, Álvaro Uribe se ha convertido en un “atractor negativo”, en un “detractor de sí mismo” y en un representante del pasado.

Los escenarios posibles y la reacción del bloque dominante

Para las clases dominantes colombianas, y en especial, para la oligarquía que se bañó las manos con sangre a lo largo de las últimas 7 décadas (que fue casi toda), es impensable perder la presidencia de la república, dado que el régimen político de este país es fuertemente presidencialista y centralista. No pueden imaginar en ese cargo a un dirigente proveniente de las izquierdas, y menos, a una persona como Gustavo Petro que ha demostrado que es un luchador nato y de principios, y que militó en un movimiento guerrillero (M19) que tuvo -desde el primer momento- un alto sentido de realidad y de responsabilidad histórica.

Para esas castas oligárquicas el mejor escenario sería la repetición de lo ocurrido en 2018. Sin embargo, todo lo que estamos observando apunta a que no se va a repetir dicha situación. El progresismo y las izquierdas ya están construyendo una coalición más amplia que la de hace 3 años, mientras que el bloque dominante no tiene una figura descollante para encabezar su proyecto político (que es regresivo, o mejor, no tienen proyecto). Tampoco pueden repetir la fórmula de construir de afán un candidato improvisado y sin experiencia (“el que diga Uribe”) porque mostró su ineficacia. Germán Vargas Lleras, que es el cuadro más preparado de la oligarquía, quemó sus cartuchos en la pasada contienda y no es opción actual.

Es por ello que actualmente el bloque dominante está en la tarea de construir tres (3) alternativas políticas para unificarlas al final, y así, enfrentar al candidato del progresismo y de las izquierdas, que ellos saben que va a ser Gustavo Petro. Dichas alternativas son:

a)    Una coalición “pura sangre” del uribismo con fuerzas del Centro Democrático, el partido conservador y algunas iglesias cristianas. Su principal candidata es Paloma Valencia, no descartan al hijo de Uribe (Tomás), pero todos saben que el escogido será su títere.

b)   Una convergencia de figuras políticas (exalcaldes y exgobernadores) y clanes mafiosos (como el de los Char de la Costa Caribe), en donde aspiran a juntar a los sectores más descompuestos y politiqueros del partido liberal, Cambio Radical, La U, y “conservadores no uribistas”. Allí están Enrique Peñalosa, Dilian Francisca Toro y demás precandidatos.

c)    El “centro”, encabezado por Fajardo que ahora está acompañado por algunos liberales “rebeldes” como los hermanos Galán, Juan Fernando Cristo, Humberto De la Calle, y aspiran a integrar a personajes como Alejandro Gaviria (exministro de Salud de Santos). Saben que el bloque de “centro” está mermado, que Fajardo está desgastado, Robledo ya no encabeza al Polo y los Verdes están divididos, pero están seguros que su “anti-petrismo” los convierte en aliados.  

No podemos descartar que en la eventualidad que la candidatura de Gustavo Petro logre “conectar” con el grueso del electorado rebelde pero abstencionista, y se convierta en una avalancha política indetenible, la oligarquía intente otras respuestas “extrainstitucionales”. Si ellos perciben que ni siquiera juntando estas tres alternativas van a poder derrotar al candidato progresista, es muy posible que recurran al magnicidio del líder de izquierda, o que traten de utilizar un estallido social para provocar un caos artificial, o que utilicen (como ya lo han hecho) al ELN, al gobierno venezolano y a los grupos armados ilegales, para desestabilizar al país e implementar un plan violento y autoritario (golpe de Estado). Todo es posible en este país y mucho más frente a la posibilidad (cada vez más creciente) que las clases dominantes colombianas puedan perder el poder político.

Conclusión

No ser consciente del nuevo momento político es el gran problema para los dirigentes populares que hacen parte del movimiento social o de los partidos políticos alternativos, progresistas o de izquierda. Si se es consciente de que estamos frente a la enorme posibilidad de derrotar por primera vez, en el terreno electoral, a una oligarquía tan reaccionaria y cerrada como la colombiana, entonces, todo se aclara y se facilita no solo la unidad sino que las tareas prácticas tendrán un cauce claro y preciso: acudir a las bases sociales para construir el “Pacto Histórico” con todas las fuerzas y personas que deseen ser parte de él.