jueves, 31 de mayo de 2018

NO, NO SE PUEDE SER NEUTRAL


No, no se puede ser neutral

Popayán, 31 de mayo de 2018

Hay quienes jugaron en la primera vuelta como si fuera la segunda. Para crecer electoralmente llamaron a votar en contra de otros. Ahora se pintan de neutralidad para justificar su actitud.

En contra de esa actitud reaccioné de inmediato cuando -después del 11 de marzo- se cambió la política de la CoCo. Se pasó de luchar contra la corrupción y la paz por la política de la "esperanza frente a la venganza y el miedo" (https://bit.ly/2I8iQTM).

Fue un cambio de estrategia que muchos no captaron. Consistió en concentrarse en atacar el supuesto "populismo", "mesianismo" y "castro-chavismo" de Petro para recortar la ventaja y lograr la remontada.

Ahora bien, fueron unos pocos dirigentes encabezados por Fajardo los que jugaron de esa forma. Es, a la larga un suicidio político. Sus ataques fueron replicados por los otros candidatos, Vargas y Duque, y los medios de comunicación. Todos contra Petro.

La justificación era que sólo Fajardo podría derrotar en segunda vuelta a Uribe (Duque) pero contaban que si ellos pasaban, los seguidores de Petro los apoyarían. Pero, en justicia no les alcanzó.

El grueso del electorado independiente creía de buena fe (como era mi caso antes del 13 de marzo) que Fajardo se había decidido a enfrentar de verdad a los corruptos. La gran mayoría votó con ese convencimiento el 27 de mayo y, ahora, estoy seguro, van a dar el paso de apoyo a Petro.

Estoy de acuerdo con que no hay que presionar a nadie porque eso genera resistencia. Pero eso no niega que con personas seria y pensantes, se los estimule a debatir y a rectificar.

Es evidente que hoy la neutralidad es un suicidio político. Pocos les perdonarán a los dirigentes políticos que se hagan los locos y miren para otro lado cuando todos los corruptos de Colombia se han juntado detrás de Uribe (Duque) para cerrar la democracia y eternizar la corrupción.

Es igual a quienes justifican el crimen de Hidroituango. Todos los que están con Duque promovieron ese mega-proyecto para acumular poder, dineros corruptos y para tapar con el embalse de agua los vestigios y pruebas de los crímenes que cometieron para despojar y desplazar a la población.

Muchos de los que se refugian con el "ni-ni" en la actualidad no dicen una sola palabra frente al tremendo problema que amenaza a cientos de miles de personas de Antioquia y de la Costa Atlántica y sobre los cuales pende una catástrofe peor que la de Armero.

No, no se puede ser neutral.

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

martes, 29 de mayo de 2018

COMUNICADO DE LA SOCIEDAD COLOMBIANA DE INGENIEROS EMERGENCIA PROYECTO HIDROITUANGO


COMUNICADO DE LA SOCIEDAD COLOMBIANA DE INGENIEROS
EMERGENCIA PROYECTO HIDROITUANGO

La Sociedad Colombiana de Ingenieros profundamente preocupada ante la gravedad de la emergencia que se presenta en el proyecto Hidroituango, el cual puede llevar a una catástrofe que no tendría antecedentes en la historia de Colombia y de acuerdo a su calidad de Órgano Consultivo en asuntos de ingeniería, se siente en la obligación de separarse de los comunicados expedidos por las autoridades del proyecto ante la opinión pública, que en nuestro concepto subestiman la gravedad de la situación existente. 

Por tanto, recomendamos al gobierno nacional el siguiente curso de acción:

1. Efectuar la evacuación completa de las poblaciones en riesgo en forma inmediata, trasladando a sus habitantes a sitios alejados del cañón del río Cauca, (la Sociedad Colombiana de Ingenieros considera que no hay sitos seguros dentro del perímetro urbano de esas poblaciones) en caso de ocurrir una avenida (avalancha).

2. Exigir de las compañías de ingeniería que han manejado los diseños, la construcción y la interventoría del proyecto, en una comunicación directa y fehaciente que revelen los siguientes puntos:

El estado real de la obra dado que los comunicados oficiales no pueden ser considerados como informes de ingeniería

El estado real de la amenaza de falla de presa, incluyendo la posibilidad de falla del relleno de la misma, especialmente la parte que ha sido construida durante la emergencia

La posibilidad de falla del estribo derecho, afectado por los derrumbes de los túneles y cavernas del proyecto, los túneles de acceso y la inestabilidad general del macizo saturado, que se manifiesta por los sucesivos derrumbes, taponamientos y destaponamientos que han ocurrido desde que se inició la emergencia

La posibilidad de falla del proyecto debido a la operación continua e incontrolada del vertedero de la presa de acuerdo con su estado real de construcción.

La susceptibilidad de falla de la presa ante otras contingencias posibles como son los terremotos, los posibles microsismos inducidos por el propio embalse, y los potenciales asentamientos del relleno de la presa.

3. Reportar sobre los  cálculos relacionados con  caudales y niveles que se esperan en  caso de rompimiento de la presa en los diferentes sitios poblados que se encuentran en peligro, y el alcance longitudinal de la onda de avenida que se produciría.

4. Que  las empresas  de ingeniería mencionadas  establezcan con claridad si hay forma de reparar el proyecto o si la emergencia debe continuar hasta tanto sea posible remover en forma controlada la presa

Bogotá, D.C, mayo 22 de 2018

SOCIEDAD COLOMBIANA DE INGENIEROS

ARGELINO J DURAN ARIZA

Presidente


martes, 22 de mayo de 2018

NUNCA “ELLOS” HABÍAN ESTADO TAN NERVIOSOS


NUNCA “ELLOS” HABÍAN ESTADO TAN NERVIOSOS

Popayán, 22 de mayo de 2018

“El poder oligárquico en Colombia está desnudo, algunos quieren quitarle el vestido”.

Nunca había visto tan nerviosos a los poderosos y a los periodistas que tienen a su servicio.

1. Ni en las peores épocas de violencia guerrillera (la controlaban), o de violencia mafiosa (no era contra ellos), o de violencia paramilitar (era de ellos).

Aparentaban nerviosismo y distraían con violencia a la gente.

2. Nunca había visto tan nerviosos a los políticos tradicionales y a los periodistas que los poderosos ponen a su servicio.

Ni en la época del cura rebelde Camilo Torres (jugaba fuera del sistema), ni cuando le robaron las elecciones a Rojas Pinilla (lo controlaba el sistema), ni cuando el M19 ganó las elecciones de la Constituyente en 1991 (fue un pacto para fortalecer el sistema).

Aparentaban nerviosismo y distraían con demagogia a la gente.

3. Hoy todos los poderosos, los políticos tradicionales y los periodistas tarifados están muy nerviosos.

Saben que la distracción con la violencia guerrillera, mafiosa o paramilitar ya no funciona; saben que ese distractor les permitía hacer demagogia para tapar las causas de la desigualdad y de la pobreza; saben que la gente está despertando y que ya no les creen.

Hoy no aparentan nerviosismo... ¡están muy nerviosos...!

4. Un candidato en estas elecciones ha logrado interpretar a la gente y los ha puesto al borde de un ataque de nervios.

Un candidato ha aprendido a jugar dentro del sistema y quiere cambiarlo desde adentro sin acomodarse a él y sin pactar con ellos.

Un candidato se ha conectado con el despertar de la gente y ha hecho una campaña pedagógica para despertarla mucho más.

5. Ellos saben que si ese candidato pasa a segunda vuelta no habrá poder en el mundo que lo detenga en su camino a la presidencia.

Ese candidato ha denunciado que se prepara un enorme fraude para detener la avalancha popular que está creciendo.

Frente a esa denuncia primero dijeron que era un irresponsable, que era un atentado a la institucionalidad, y que era una estrategia electoral.

Ahora con mucha pompa y seriedad han convocado una sesión de la Comisión Electoral de Garantías con presencia del presidente Santos para tratar de tapar el fraude y legitimar la trampa.

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Ese candidato se llama Gustavo Petro y quiere ser presidente de Colombia.

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado


sábado, 19 de mayo de 2018

URIBE, DUQUE Y LA FANTASÍA

Ivan Duque y su entorno corrupto

URIBE, DUQUE Y LA FANTASÍA

Popayán, 19 de mayo de 2018

“La fantasía es precisamente el modo en que se disimula la figura antagónica”.

Slavoj Zizek

Uribe en Colombia se convirtió en “algo” difícil de desentrañar para la izquierda. La oligarquía tradicional y el imperio lo utilizaron para aplicar el “Plan Colombia” y debilitar a las guerrillas pero, Uribe adquirió identidad propia y de alguna manera se convirtió en una anomalía. No obstante que representa a las mafias narcotraficantes que mutaron en nuevos terratenientes mafiosos y despojadores de campesinos pobres, logró construir lazos fuertes con los grandes latifundistas de origen esclavista y de talante conservador. Así se convirtió en un agente político con influencia permanente en la burguesía agraria y entre sectores pobres y atrasados de regiones y ciudades. Uribe quiere gobernar a través de Iván Duque, quien es una de sus construcciones (como lo fue “uribito” Arias) pero, a pesar de las apariencias, hoy no la tiene fácil y, por ello, ha tenido que hacer alianzas non sanctas que lo debilitan parcialmente entre sus seguidores. 

Para enfrentar y derrotar en esta nueva etapa a Uribe hay que entender su esencia. Veamos:  

Uribe era (y es todavía) una fantasía y no solo para los uribistas. Era una idea que intentaba negar el antagonismo social de esta tierra colombiana. Tanto para seguidores y contradictores era un clásico “paramilitar” pero, a la vez, un devoto creyente y clerical; una especie de cruzado armado hasta los dientes que usaba la cruz cristiana para derrotar a los odiados impíos musulmanes; era un diablo y un ángel que cambiaba de piel cuando él quería al estilo del mejor prestidigitador paisa; siendo de origen campesino se convirtió en un poderoso terrateniente, lo que para su gente no era problema porque a la vez fortalecía su figura de luchador contra la oligarquía bogotana. A esa oligarquía capitalina los fanáticos uribistas la veían cercana, connivente y cómplice con las guerrillas, enfoque que la izquierda nunca entendió; no importaba que Uribe fuera corrupto pero era su propio corrupto con una supuesta causa noble; era un hombre violento pero a la vez digno de compasión porque fue obligado a volverse brutal para defender a su familia y su dignidad frente al atropello de las Farc; por ello, se hizo famosa y aceptada la imagen de “la mano firme y el corazón blando”; todos lo admiraban aunque fuera un ser vengativo pero que tenía razones nobles y hasta sentimentales; héroe y villano; su programa de familias en acción lo convirtió para muchos en una especie de Robin Hood colombiano y no importaba que se enriqueciera con los saqueos de los recursos públicos porque la gente creía a ojos cerrados que era el único que se había preocupado por los pobres. Pero esa fantasía poco a poco se está diluyendo.

Al no comprender cómo actúan las fantasías, quienes adversaban a Uribe atacándolo de “paraco”, criminal, violento, corrupto, etc., no se daban cuenta que con sus ataques reforzaban ese espejismo en los seguidores de Uribe; esa especie de delirio hace que la gente agrupe sin ningún problema cualidades contradictorias que hacen de ese ser, un ente especial que concentra lo mejor de lo “bueno” y lo peor de lo “malo”; así, Uribe se convertía en algo poderoso y casi sobrenatural. En cierto sentido se podría decir que sus opositores también caían en la trampa de la fantasía al no conocer ese mecanismo mental que la misma gente usa para enfrentar la necesidad de ser protegidos por el gran Otro, el ser supremo, el salvador  que todos los pobres de espíritu necesitan para vivir.

Solo conociendo ese “mecanismo” cuasi-religioso podemos de-construir la fantasía y afrontar no tanto al Uribe en sí mismo sino a la idea de lo que es él. Hoy, la evolución de los hechos atenta contra esa ilusión pero sus adversarios pueden acabar de reforzar el “mito” al no entender la esencia de esa forma ideológica. Uribe necesita construir con urgencia el reemplazo de las Farc que eran su verdadero soporte y razón de ser, y por ello quiere convertir a Gustavo Petro en el heredero de la insurgencia fariana y del castro-chavismo. No obstante, Petro hábil e inteligentemente se deslinda de la ex-insurgencia, afirmando que si la JEP comprueba la culpabilidad de Santrich no dudaría en extraditarlo, y además, se aparta de Maduro calificándolo de dictador y mal gobernante. El problema más grave lo tiene Uribe con los jóvenes que no tienen el lastre de la guerra y que están mirando el mundo con ojos nuevos. 

El proceso real que diluye la fantasía llamada Uribe se ve reflejado ahora en su candidato Duque. La debilidad de este candidato no es que sea un títere de Uribe, esa es su fortaleza; pero debido a que Uribe necesitaba de los conservadores y, después de la primera vuelta va a requerir el apoyo de los liberales corruptos, de la U y de Cambio Radical, el talón de Aquiles de Duque es que no puede ser títere de todos. Una marioneta de toda esa jauría de corruptos no puede ser presidente de Colombia. Seguir reforzando la idea de que solo es títere de Uribe no es lo correcto. Lo que hay que explotar es que él es la continuidad de lo peor de Santos (que está representado en Vargas Lleras) y de lo “mejor” de Uribe que es su carácter guerrerista.

Duque finalmente va a representar a lo más selecto de los corruptos y lo más granado de los guerreristas. ¡Hay que desenmascararlo y derrotarlo!  

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

miércoles, 16 de mayo de 2018

¡GUSTAVO PETRO LOS TIENE ASUSTADOS!


Por qué votaré por la Colombia Humana…

¡GUSTAVO PETRO LOS TIENE ASUSTADOS!

Popayán, 16 de mayo de 2018

Vergüenza siente uno al leer los argumentos de Antonio Caballero sobre por qué no votará por Petro. Son razones de tan poco peso que causan pena en cuerpo ajeno. Le brotó su elitismo bogotano, su racismo clasista y el miedo al pueblo. El señorito burgués mostró el cobre.

Lo que ocultan esos intelectuales es que la historia demuestra que los pueblos son los que hacen y moldean a sus líderes. Y además, aquellas comunidades que han perdido hasta la esperanza son las que construyen mesías o salvadores supremos en una especie de trance político-religioso que se torna en una fuerza imparable. Ha sucedido en todo el mundo y en épocas diversas.

En diversos grados fue lo que hicieron los pueblos en América Latina cuando llevaron a la presidencia a un Chávez, un Correa, un Evo o un Lula. Y en Colombia, en un proceso de signo negativo eligieron a un gobernante con ciertas similitudes pero derechista: Álvaro Uribe Vélez.

Ese fenómeno se había expresado en América Latina en los años 40s del siglo pasado (XX) con Perón (Argentina), Vargas (Brasil), Cárdenas (México), Pérez Jiménez (Venezuela) y otros. En Colombia, con Gaitán y después de su asesinato, Rojas Pinilla quien recogió parte de su legado.

En la actualidad, Gustavo Petro es un líder con esas características. Todo indica que su sueño es emular y superar a esos dirigentes históricos. Pero, si quiere permanecer en el gobierno los 4 años de su período y construir un proyecto político de mediano plazo –de ser elegido en 2018– tendrá que hacer todo lo contrario a lo que hicieron los gobernantes progresistas de los países vecinos.

Lo alentador es que él parece saberlo. Todas las señas que envía –en discursos, debates y entrevistas– indican que es  muy consciente de los riesgos que enfrenta. Sufrió los rigores de una obtusa y fanática oposición que estuvo a punto de sacarlo de la alcaldía de Bogotá y de inhabilitarlo políticamente de por vida. Lo más seguro es que ha aprendido. Y el pueblo también.

Pero, lo más interesante del momento que vive Colombia es que por encima de cálculos políticos, de trapisondas oligárquicas, de miedos inculcados, de amenazas siniestras y de temores ciertos, nuestro pueblo está dispuesto a empujar en esa dirección porque no hay otra salida.

Hay consenso en que Colombia necesita de un proyecto político transformador de mediano y largo plazo para superar la falsa democracia existente y aminorar la enorme desigualdad que es la causa principal de todos los demás conflictos.

Lo paradójico es que las castas dominantes tratan de asustar con que Petro generará un “trauma institucional” o “un salto al vacío” cuando, precisamente, el entusiasmo que despierta es porque las mayorías quieren una verdadera ruptura histórica, un cambio sustancial, que haga posible la construcción de verdadera democracia. 

Los otros candidatos han demostrado que no son capaces de iniciar un verdadero proceso de cambio en Colombia. Se necesita un talante especial para intentarlo. La gente se dio cuenta de ello y no van a perder la oportunidad de concretar esa aspiración. Es decir, ya no es un problema solo de Petro sino de millones de personas; es una situación realmente nueva y estimulante.

Hasta hace pocos meses todo indicaba que el miedo a las Farc impedía que como sociedad nos atreviéramos a encargarle a un líder de izquierda la tarea de continuar el proceso de paz y de iniciar la transformación de nuestro país derrotando a las castas políticas ineptas y corruptas.

Varios factores han contribuido para que los frenos que tenía gran parte del pueblo se hayan soltado en forma inusitada. Está en marcha una oleada de indignación y, a la vez de optimismo, que es el factor determinante en esta campaña electoral. Es un hecho, ¡la gente está lanzada! 

Por un lado, la debilidad de las Farc ha quedado tan expuesta que hasta generan lástima. Hoy nadie cree que puedan ser una amenaza cierta; sin necesidad alguna, el gobierno, el Fiscal y la DEA, se concertaron y cebaron hasta llevar a sus dirigentes a la humillación victimizante. Les quitaron la sábana blanca del fantasma y el velo de la desinformación se hizo humo.    

Igual, la incapacidad de los candidatos tradicionales es tan grande que los coloca en evidencia. Corrupción a granel que no pueden esconder, poses y simulaciones de una torpeza infinita, alianzas oportunistas y desesperadas, todo eso y mucho más, los han desnudado ante la sociedad como nunca antes había sucedido. Hasta ellos mismos son conscientes de su precariedad. 

Pero también, el otro candidato “alternativo” que parecía liderar la indignación tranquila y moderada, el que se suponía iba a ser capaz de reconciliar a los colombianos pero, a la vez, enfrentar la corrupción, en el momento justo de hacerlo se dejó tentar por el camino fácil de atacar a Petro por supuestamente representar el miedo y la venganza. No superó su tibieza y se desinfló. 

Además, en los debates Petro ha demostrado ser el más capaz. Maneja bien todos los temas, improvisa sin perder el hilo, no se deja encerrar de los medios, hace pedagogía y se arriesga a plantear propuestas que muchos de los otros candidatos terminan por copiar. Aunque copian mal.

Pero lo de mayor trascendencia es que Petro y los dirigentes de organizaciones sociales que vienen agrupándose en su entorno cuentan con unas condiciones excepcionales para avanzar por nuevos caminos muy diferentes a los de los gobiernos progresistas de América Latina. No se trata de que la tengan fácil sino que la misma dificultad los obliga a tener que acertar.

Primero, no llegan a administrar una bonanza económica lo que los obliga a buscar nuevas alternativas productivas. Es lo que plantea con claridad y determinación el candidato Petro frente a la dependencia de las economías extractivistas. Esa circunstancia crea enormes condiciones para construir una amplia base política y social entre los pequeños y medianos productores (rurales y urbanos) que existen en Colombia y que son un potencial enorme hacia el futuro.

Esa tarea exige y propicia una alianza con el enorme número de “profesionales precariados” que necesitan de una nueva economía, moderna, globalizada, industrializada y con alto nivel tecnológico. Educación, salud e infraestructura tendrán una nueva ligazón y un motor integrador no dependiente del Estado que fue lo que le faltó a los procesos de cambio de los países vecinos.

Segundo, al no contar con una mayoría parlamentaria en el congreso nacional tendrán que buscar –con pausa y buen pulso– apoyo en la opinión pública, entre las organizaciones ciudadanas y populares y en las regiones. Y la verdad, no va a ser tan difícil ante el desprestigio que ha acumulado la clase política tradicional. Además, de esa forma es como se puede construir el bloque político histórico que se requiere para empujar hacia adelante.

Lo anterior puede ser un buen antídoto para evitar que los dirigentes de la Colombia Humana se involucren exclusivamente en la gestión burocrática del “Estado heredado” y dediquen sus principales esfuerzos a fortalecer el movimiento social y nuevas formas de organización ciudadana, entendiendo que ese es el verdadero soporte y puntal de los cambios hacia el futuro.

Y tercero, Petro tiene que gobernar apoyándose en la institucionalidad existente, en el ejército, en la burocracia, en las fuerzas económicas y en una sociedad que quiere reconstruir la nación en paz. No están las condiciones para aventuras de corto plazo y ello los obligará a gobernar con mucho tacto y paciencia, con visión estratégica y mirada de mediano plazo.

Se podría decir que de salir elegido en primera o segunda vuelta, Petro gobernará con el contenido del programa de la Colombia Humana pero con las formas moderadas de Fajardo. ¡Y eso es muy bueno!   

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

jueves, 10 de mayo de 2018

VOTARÉ POR PRIMERA VEZ Y LO HARÉ POR PETRO


VOTARÉ POR PRIMERA VEZ Y LO HARÉ POR PETRO

Autor anónimo

Pues hombre, tocó hacerte la aclaración: sí, soy anarquista por ideología y proletario por obligación, y votaré por primera vez por alguien, no porque crea que va a arreglar este mierdero, yo no creo en nada, estoy seguro que esto nadie lo arregla, pues el problema de Colombia son los colombianos, un pueblo violento, cizañero, arribista y criminal.

Votaré por Petro, no porque esté convencido que sea socialista, o porque lo vea como un caudillo, o como un ídolo, hace muchos años destruí el último de mis idolos. Votaré por él porque es el único que incomoda a todos, al que todos se alinean para atacar, al que la rancia oligarquía que siempre ha gobernado este desastre de país teme, al que los corruptos le hacen propaganda negra, al que hasta la misma autodenominada izquierda aborrece, al que los sicarios como Popeye desprecian, al que le han hecho atentados y han amenazado los mismos criminales políticos de siempre.

Votaré por Petro porque es el único que ha sido honesto, pues nunca ha negado que fue guerrillero del M-19 y que ha estado en la cárcel, contrario a los otros que todo lo niegan aunque sean evidentes sus crímenes, porque no está envuelto en escándalos de corrupción, y también el único que no se ha aliado con aquellos a los que alguna vez denunció.

Votaré por Petro, porque fue uno de los artífices de la constitución del 91, que derogó la anterior constitución de 1886 que era un bodrio de la godarria, porque en Bogotá le quitó el negocio de las basuras a los privados y se lo entregó a los recicladores, lo que enfureció a las mafias burocráticas y le valió el saboteo y la destitución del cargo, porque en Bogotá su gobierno fue de obras sociales, para los pobres (o ñeros, cómo gustan llamarlos los arribistas) y no de cemento como los demás alcaldes que ha tenido la capital, porque recuerdo que en crisis y protestas como las de Transmilenio, iba a hablar con la gente y no les mandaba los anti motines como hacen los otros.

Votaré por Petro porque no habla con eufemismos y tiene ideas claras y concisas, y las expone sin temor a ofender al status quo, porque no se ubica en el centro sino que toma posición definida y con fuerza y determinación, porque sus propuestas han sido primero criticadas y luego calcadas y deformadas por los candidatos que antes las tachaban de populistas, porque le apuesta realmente a la educación y al desarrollo económico del país.

Y sobre todo votaré por Petro, porque en caso de que haya una ruptura en el espacio-tiempo, y suceda lo imposible contradiciendo la tradición electorera de este paisucho, y quede presidente, me gustaría ver la cara y el desasosiego de esta godarria putrefacta, movida de su zona de confort, tratando de encontrar la manera de revertir las cosas. Hay quienes queremos ver el mundo arder, a ver si de las cenizas se puede construir una realidad diferente de esta cosa tan escabrosa que hemos construido.

¿Te quedó claro? ¿O te lo explico con plastilina?

lunes, 7 de mayo de 2018

CUÁNTO NOS CUESTA ENTENDER QUÉ ES EL “PODER”


La encrucijada de las Farc y el fenómeno político-electoral que encabeza Gustavo Petro 

CUÁNTO NOS CUESTA ENTENDER QUÉ ES EL “PODER”

Popayán, 7 de mayo de 2018

“La paz nunca podrá  ser concesión de ‘los de arriba’ sino construcción de ‘los de abajo’.”

Sorprendentes acontecimientos ocurren en Colombia. En pocos meses han confluido dos fenómenos que generan una nueva situación política en este país suramericano. Las Farc dejan de ser un factor político importante y, Gustavo Petro, candidato progresista de la Colombia Humana, surge como el principal referente de la inconformidad e indignación popular. Ambos hechos están íntimamente relacionados.

Que en tan poco tiempo un “ejército del pueblo”, como el que imaginó y apoyó abiertamente el presidente Chávez en la coyuntura 2006-2013, hubiera casi desaparecido como fuerza beligerante (social, política, militar y hasta simbólica), es algo que no entienden y  no asimilan muchas personas. Que la fuerza de esa organización se haya diluido en el imaginario colectivo en tan poco tiempo, es algo que se debe de entender y explicar porque es… ¡casi increíble!

Pero también es sorprendente y en apariencia contradictorio que hoy esté en pleno desarrollo un alentador movimiento popular al calor de la campaña electoral de Gustavo Petro, candidato que hizo parte del proyecto político-militar M19 que se deslindó de las Farc en la década de los años 70s del siglo XX, y que acaba de plantear en una intervención pública en Florencia (Caquetá) que “Después que las Farc transformó esta sociedad en uribista, Colombia Humana la convierte en vanguardia democrática para cambiar la historia de Colombia” (https://bit.ly/2HYolB8). 

Para explicarnos estos hechos es necesario revisar lo ocurrido con el llamado “proceso de paz” y la evolución de las Farc a lo largo de las últimas décadas. Es pertinente aclarar que esta reflexión no desconoce los esfuerzos y buenas intenciones de las personas que sacrificaron sus vidas y sus familias en las luchas protagonizadas por las insurgencias colombianas; por el contrario, por respeto a esas experiencias estamos obligados a evaluar en profundidad las lecciones que deja todo este proceso y, así, entender lo que ha significado la “lucha por el poder” y la transformación social en nuestro país. 

Pensamos –en primera instancia– que los “errores” que cometieron los dirigentes de las Farc en la tarea de convertirse en fuerza política sin armas, eran “casi” inevitables. Lo paradójico es que si no los hubieran cometido, hoy Gustavo Petro no tendría ninguna posibilidad de ser elegido presidente de la república porque el uribismo estaría inoculando miedo con el supuesto poder de las Farc. Pero, al “casi” desaparecer como fuerza contendiente (armada y/o desarmada), el velo de la desinformación empezó a caer al no contar con ningún punto de apoyo.

Es necesario anotar que desde las negociaciones del Caguán (1998-2001) se percibió un marcado triunfalismo en la lectura que hacían los dirigentes de las Farc sobre la correlación de fuerzas alcanzada hasta ese momento. Estaban convencidos –al igual que Sendero Luminoso en el Perú de 1990– que habían logrado un equilibrio estratégico frente a las fuerzas del Estado.

En reciente texto planteamos que “el triunfalismo es resultado de no estar preparado para el triunfo o la derrota. La confianza desmedida en las propias fuerzas y la subestimación de las fuerzas del contrario, es una combinación letal que lleva al fracaso” (https://bit.ly/2Kw2fYb). Hay que insistir en ese tema. Veamos en el caso de las Farc como se expresó ese triunfalismo.

¿Cómo se manifestó el triunfalismo de las Farc?

Desde el inicio de las negociaciones en La Habana se notaba entre los dirigentes de las Farc que para ellos el solo hecho de que el Estado colombiano estuviera dispuesto a construir un “proceso de paz” era visto como un gran triunfo a pesar de los duros golpes militares que habían sufrido a manos del ejército oficial. De acuerdo con esa percepción, negociar de tú a tú con su enemigo histórico era un gran logro que podría ser un punto de apoyo para tener una buena carta de presentación ante la sociedad y el pueblo, y entrar a la “vida civil” por la puerta grande.

De acuerdo a dicha lectura, entre más logros se obtuvieran en la mesa de negociación a favor de los “humildes”, los campesinos, las “víctimas” y la sociedad, mayor capital político acumularían para ser actores de la construcción de la “paz con justicia social”. Todo parecía lógico y viable.

Después, durante el proceso de la firma de los acuerdos y la refrendación del Plebiscito, fue más visible ese triunfalismo. Celebraron antes de tiempo con los delegados de los frentes guerrilleros en los Llanos del Yarí y en Cartagena con el gobierno y la “comunidad internacional”. Y ni siquiera la derrota del SI (y del NO), a manos de las mayorías escépticas e inconformes que se abstuvieron, fue asimilada por sus dirigentes como un llamado de atención.

Viene ahora el drama. En la firma de los recortados acuerdos (05.12.2016) lanzan su propuesta de “gobierno de transición” que debía contar con el apoyo y las fuerzas sociales y políticas del SI. La teoría de la “paz pura y simple” se mostró en toda su dimensión. Era una paz pactada con representantes de la oligarquía pero era visible (pero no reconocido) que el grueso de las fuerzas dominantes –no solo del uribismo sino del mismo gobierno– mostraba rechazo al acuerdo. La perfidia exhibió desde entonces su rostro pero “algo” cegaba a los miembros de las Farc.  

Las señales de que el Estado no iba a cumplir eran más que evidentes. Ninguno de los partidos de la coalición de gobierno se jugó a fondo en el Plebiscito. Meses atrás, Santos con todas las fuerzas dominantes habían nombrado un Fiscal General y un Procurador de su agrado y por consenso. El primero, ficha del poder plutocrático para sabotear la implementación de los acuerdos y, el segundo, un demagogo para dorar la píldora pero sin poder real. Promovían los acuerdos de boca para afuera mientras preparaban todos los fierros para frenar sus alcances. Y así lo hicieron con posterioridad. 

Pero el otro aspecto que sustentaba el triunfalismo consistía en que los dirigentes farianos estaban convencidos que contaban con una fuerza política real y/o potencial; daban por sentado que la fuerza de las armas iba a ser reemplazada por el apoyo de las comunidades donde habían permanecido a lo largo de cuatro (4) o más décadas y, además, creían que la simpatía de amplios sectores del pueblo colombiano podía ser convertida en fuerza electoral. No era esa la realidad.

Su desconexión radicaba en que no eran conscientes que la mayoría de la población colombiana los rechazaba y adversaba. No lo creían, no lo podían entender y, parece, todavía no lo entienden. No se les pasaba por la cabeza que las acciones irracionales que cometieron contra la población civil en medio de la degradación de la guerra, pudiera haber causado un impacto tan negativo entre amplios sectores de la sociedad que afectara su imagen de luchadores revolucionarios.

Ese “algo” es la esencia de la desconexión de la realidad. Ilusión simbólica y fantasía se unen en esos casos (Lacan). Su imaginario los lleva a verse como liberadores del pueblo y a que la sociedad los percibiera como pacíficos gobernantes del posconflicto. La ilusión consistía en que su pueblo los eligiera y la fantasía en que las castas dominantes les facilitara ese tránsito triunfal a la legalidad. Así, parece que ingenuamente, se involucraron (y ayudaron) a construir la “paz” que necesitaban el imperio y la oligarquía colombiana. Esa es la trampa de la que hoy no logran salir. 

La “paz pura y simple”

Hemos planteado en numerosos artículos desde noviembre de 2011 que así como el imperio logró instrumentalizar la guerra ahora quiere usar la paz para lograr sus objetivos en Colombia y la región (https://bit.ly/18u7aWh). En el momento en que arrancan las negociaciones, Barack Obama se encontraba aplicando la política de distensión con Cuba y acercamiento con gobiernos de América Latina para tratar de recuperar la iniciativa política y económica en la región frente a los avances geoestratégicos de Rusia, China e Irán en América Latina.

Pero en el caso de Colombia la situación era particular. Los costos de la guerra contra las guerrillas eran insostenibles; la insurgencia había sido fuertemente golpeada en los dos (2) gobiernos de Uribe y en el primer año de Santos, y era el momento de obtener su desmovilización; y, lo más urgente, el modelo dependiente del petróleo, carbón, oro y de la economía del narcotráfico, mostraba agotamiento. Amplios territorios aptos para los agro-negocios y el turismo (Altillanura del Orinoco y el Chocó bio-geográfico), podrían ser despejados de la violencia política, y los inversionistas estaban listos para financiar grandes proyectos.

Además, tenían la experiencia positiva de 1991. Por entonces, al calor de los “procesos de paz” con el M19, EPL, PRT Y MAQL[1], se aprobó una nueva Constitución Política, se abrió espacio legal a los guerrilleros desmovilizados y reinsertados con una recortada “apertura democrática” y se aplicaron políticas neoliberales. La izquierda legal que se organizó desde entonces ha tenido posibilidad de gobernar en municipios y departamentos, incluso en la capital de la república, sin que hasta el momento representara algún peligro para su institucionalidad “democrática”.

Con ese diseño se podría decir que toda la izquierda y los demócratas estaban conformes. Se afirmaba con sentido pragmático: es mejor una “paz imperfecta” que una guerra fratricida. Así fue cómo surgió la teoría de la “paz simple y pura”, que según esa concepción, sería una etapa en donde Colombia podría superar la violencia política y fortalecer un ambiente de reconciliación y de avance de la democracia que le facilitaría condiciones a las fuerzas de izquierda para acceder al gobierno central e impulsar las reformas para hacer realidad la justicia social. ¡Qué fácil!           

Conflicto armado instrumentalizado por el imperio

En este momento es importante hacer un recorderis. Las Farc-Ep después de ser durante más de veinte (20) años una construcción y expresión de resistencia campesina e indígena, especialmente en regiones de gran tradición de lucha por la defensa y la recuperación de la tierra (regiones del Cauca, Huila, Tolima y Valle situadas en los alrededores volcán del Huila) y en zonas de colonización, se fue convirtiendo en una especie de “policía rural” y, después de un largo proceso que se describe a continuación, se transformó en un verdadero ejército mercenario al servicio del mejor postor.

No importaba que su discurso fuera “bolivariano”, “revolucionario” o de “izquierda”, su práctica efectiva y real consistía en ser un regulador de la economía y en un garante de la estabilidad social en regiones marginales que controlaban con la fuerza de sus armas. Es evidente que a pesar de las buenas intenciones de algunos dirigentes y de estructuras internas de la guerrilla, en realidad eran los sectores sociales más pudientes, aquellos que pagaban mayores impuestos (burguesía emergente) los que direccionaban y se aprovechaban de ese poder. No obstante, la guerrilla era un poder, se sentía poderosa y hacía sentir su fuerza (era su Talón de Aquiles).  

Ese control territorial parcial y en permanente desplazamiento por diversas regiones del país, fue resultado de confrontaciones a lo largo de décadas (1980-2016) con las fuerzas oficiales del Estado, con fuerzas paramilitares y delincuenciales, con otros grupos guerrilleros y con sectores de la población que se resistía, pero también, fue fruto de una estrategia imperial y oligárquica que permitió ese fortalecimiento y expansión territorial de las guerrillas para instrumentalizarlo a favor del capital. No fue algo premeditado y planeado desde un principio en todos sus detalles pero los estrategas imperiales desde la época de la violencia de los años 50s fueron armando una destreza y experticia que a la larga se convirtió en un método muy efectivo, enriquecido con experiencias obtenidas en otras regiones y continentes. 

Al calor de esa lucha por el control territorial, alimentado por el combustible del narcotráfico y la minería ilegal, el gran capital transnacional utilizó el conflicto armado para despojar, desalojar, desarraigar, desplazar y descomponer a millones de familias campesinas y colonas (afros, indígenas y mestizos) de las diversas regiones estratégicas del país y realizó en forma simultánea una exitosa contrarreforma agraria armada; además, despejó amplios territorios poseedores de enormes riquezas naturales que en la actualidad hacen parte del más grande programa que existe en la región de inversiones capitalistas en megaproyectos energéticos, mineros, turísticos y agro-negocios de exportación (agro-combustibles, palma, soya, cafés robustas, etc.).  

Simultáneamente, mantuvo y aprovechó durante todo este tiempo la economía criminal que le reporta enormes ganancias a sus conglomerados financieros y le sirve de excusa para desarrollar la supuesta “guerra contra las drogas”, que usa para manipular en su favor –con la complicidad de la oligarquía servil– a un Estado fallido que es punta de lanza imperial para la región (Alianza del Pacífico). También, irriga en la economía colombiana algunos recursos de la industria del narcotráfico que alimentan el mercado interno, sirven de capitalización a grupos económicos “nacionales” y atenúan las condiciones de miseria en que vive el pueblo y el país que de no contar con ese capital “ilegal” pero legalizado en voz baja (entre 2-4 puntos del PIB) ya hubiera sufrido una explosión social de grandes dimensiones (como ha sucedido en países vecinos).

De paso utilizaban la amenaza castro-comunista encarnada en las guerrillas para atemorizar a amplios sectores de la sociedad, reprimían violenta, amplia y selectivamente a las luchas sociales de resistencia e impedían el surgimiento de una alternativa política de izquierda que pudiera canalizar la inconformidad social y poner en peligro su hegemonía. Era un pastel apetitoso y bien adobado que cínicamente presentan como la “democracia más estable del continente”.

La dinámica posterior a la desmovilización de las Farc-Ep

Los hechos que están ocurriendo y se están empezando a conocer después de la firma de los acuerdos entre el gobierno y las Farc-Ep, y de la desmovilización y concentración de los integrantes de la guerrilla en lugares aislados de esas zonas de control insurgente, corroboran estos análisis que ya desde hace varios años nos habíamos atrevido a plantear pero que eran desechados o desconocidos por quienes creían que era resultado de una visión sesgada de la realidad o fruto de supuestos rencores u odios anti-farianos.

Una vez se retiran las Farc de esas regiones, otros grupos armados menos organizados y disciplinados entran a operar en esas zonas para garantizar el desarrollo y la “estabilidad” de esa economía “ilegal” y criminal. Los dueños y financiadores locales, regionales e internacionales del negocio no tenían otro camino que estimular y abrirle espacio a grupos paramilitares llamados “Bacrim”, a disidencias de las Farc o a otras guerrillas (ELN, EPL) para que asumieran el reemplazo de la intervención armada. De lo contrario el negocio sufriría graves problemas relacionados con el control social y la seguridad. Y como se suponía, el Estado no iba a comprometerse con esa tarea ya que tenía que mantener la apariencia del combate al narcotráfico.

Las confrontaciones entre policía y ejército con comunidades cocaleras en Nariño y otras regiones (empujadas por la presión diplomática de Trump); la guerra entre el Eln y el Epl en el Catatumbo; las escaramuzas en el norte del Cauca y el sur del Valle; y tantos hechos relacionados con el control territorial que suceden a lo largo y ancho del territorio nacional hacen parte de esa recomposición que va a continuar y se va a agudizar, porque el negocio continúa y es próspero. Los programas de sustitución de cultivos solo tocan la periferia de las zonas de colonización profunda que ha penetrado verdaderas selvas en regiones donde el Estado no tiene control ni quiere controlar. Y menos van a tener viabilidad frente a la desbandada que se está produciendo en los centros de reincorporación de los combatientes farianos que ven cómo el gobierno incumple y cómo el cerco de la muerte les respira en la nuca.

Y además, dichos programas no tienen ningún futuro frente a la crisis del sector agrario tradicional como lo comprueban los problemas estructurales de los caficultores, paneleros, arroceros, lecheros y ganaderos, y otros pequeños y medianos productores agrícolas que en la actualidad están a punto de movilizarse nuevamente ante la caída de la tasa de cambio, los altos precios de los insumos y la volatilidad del precio internacional del grano y otras materias primas. Y eso sin contar la crisis económica y fiscal que por ahora el gobierno ha ralentizado pero que se expresa en el bajón creciente del consumo, el bajo crecimiento de la industria y el desempleo que se viene disparando en las grandes ciudades. 

Además, el incumplimiento de los acuerdos por parte del gobierno (y del establecimiento oligárquico en general) y las decisiones políticas de la dirigencia de la Farc (en singular), dejan ver cómo la prometida y anhelada paz es un imposible mientras la casta dominante esté en el poder y en el gobierno.

Fundamentos del triunfalismo de las Farc  

Las Farc en su triunfalismo sobredimensionaron su fuerza y subestimaron la de sus enemigos. La sobredimensión de su fuerza se basó en lo siguiente (síntesis):

- Creer que el conjunto del movimiento social los apoyaba o los iba a apoyar; ya fuera a través de sus organizaciones y movilizaciones o por medio de votos. 

- Idealizar las movilizaciones “campesinas” que ellos controlaban desde zonas de colonización porque tenían la fuerza coercitiva de las armas para lograr el apoyo de las “burguesías emergentes” (campesinos ricos cocaleros, mineros ilegales, otros intermediarios de la narco-economía), que les facilitaba movilizar a miles de jornaleros de zonas de colonización (especialmente “raspachines”), y les daba apariencia de fuerza. Lo grave era que no eran conscientes que después de su desmovilización y desarme ese “poder” desaparecería muy rápido. Y pareciera que no conocían el grado de burocratización de esas organizaciones.

- Creer en la fuerza de los acuerdos escritos y de los decretos aprobados por el Estado (fetichización de la ley). Por ello el desgaste en los detalles de los documentos. Si no hay una fuerza social y política que empuje, todo eso se queda en el papel (tierras, víctimas, reforma política, etc.). Y –¡ojo!– le puede pasar también a un gobernante que confíe demasiado en el “poder electoral” y el Estado heredado, cuando tiene todo el poder económico, la burocracia, el ejército y hasta las costumbres del pueblo, tirando para otro lado a lo que él se propone hacer.

- Confiar en la burguesía transnacional y en la burocrática; creer en la palabra de negociadores que solo se representan a sí mismos. Santos es un burgués consciente de su tarea, hipócrita y cínico por naturaleza. Incluso utilizaron a gentes ingenuas y bien intencionadas como Humberto De la Calle y Sergio Jaramillo. Esa creencia se basaba en considerar que efectivamente esa burguesía estaba dispuesta a sacrificar a los grandes terratenientes (de vieja data, unos de origen esclavista y otros surgidos de las mafias despojadoras de tierras) y a Uribe. Calcularon mal y “comieron” de amague.

La subestimación de la fuerza de sus enemigos se apoyó igualmente en lo siguiente (síntesis):

-     Sobrestimaron la crisis global del capitalismo.

-  Sobredimensionaron el declive del imperio estadounidense que es una consecuencia también de idealizar la fuerza de los “procesos de cambio” de América Latina.

-    No leyeron los cambios que se venían en el gobierno estadounidense y la derechización del mundo.

-    Idealizaron la contradicción entre Uribe y Santos.

Con base en lo anterior confundieron su derrota política (minimizando también su debilitamiento militar) con un supuesto “empate” que a ellos les sabía a triunfo.

Pero además, muchos de los jefes, que ya no convivían con sus tropas, no eran conscientes de los fenómenos socio-económicos que ocurrían en sus regiones y del grado de descomposición de sus filas que se ha descrito arriba.

La paz que se firmó en Colombia

En Colombia formalmente se concertó el fin del conflicto armado entre las Farc y el Estado. Todos los componentes, formalidades y protocolos hacen suponer que efectivamente se concertó la paz. No obstante, la verdad está muy lejos de lo que significa ese hecho.  

La paz se hace entre fuerzas antagónicas que tienen la fuerza simbólica y material para hacer cumplir los acuerdos. El establecimiento imperial lo tenía todo; ellos, las Farc, muy poco. Solo sus armas y en ello radicaba la “trampa”. Una vez desarmados quedaron “valiendo huevo” como dijo Iván Márquez. Pero, mantenerse armados tampoco servía para nada desde el punto de vista político. Era el embeleco que ellos mismos ayudaron a armar y no lograron desenmarañar.

Las Farc en realidad no eran una amenaza para el sistema ni para el régimen, eran un estorbo para las nuevas inversiones pero no una amenaza sistémica. Ellos sí se lo creían y sus simpatizantes alimentaban esa ilusión. No eran conscientes de su instrumentalización por cuenta de los poderosos, de que habían sido usados, programados, manipulados por sus enemigos. Incluso, si había alguien que hiciera esfuerzos por mostrarles esa realidad, lo calificaban de enemigo.

La paz que se firmó en Colombia fue un desarme con un objetivo ideológico-político y un interés material: deslegitimar la rebelión y desprestigiar todo tipo de insurgencia; convencer a los oprimidos que es mejor acomodarse a su sistema y recibir migajas que arriesgarse a una aventura revolucionaria. Lo que tenemos hoy es una paz “perrata”; una paz programada y controlada mientras se mantiene la violencia contra el pueblo como lo confirman las innumerables muertes de dirigentes sociales y de excombatientes farianos durante los quince (15) meses después de firmada la “paz”, y el gobierno incumple en amplios porcentajes lo acordado; es la violencia estructural contra el pueblo propia de un régimen de oprobio, de despojo y de muerte[2].

Política y desconexión de la realidad 

Lo que va quedando en la retina del observador desapasionado es que en las Farc ya no había un pensamiento ni una práctica revolucionaria. Su política solo era retórica. La valerosa y digna resistencia campesina e indígena de sus orígenes, los sueños inspirados por la revolución cubana, los años de trabajo de formación política al calor de una guerra de guerrillas invencible dirigida por un auténtico rebelde como lo fue Pedro Antonio Marín (Manuel Marulanda Vélez o Tirofijo), habían quedado atrás. Hoy el escenario es otro; se conserva la sigla (Farc) pero ahora es una rosa pálida y desteñida la que identifica a la rebelión domesticada.

No solo fueron los cerca de cinco (5) años de negociaciones en La Habana los que llevaron a ese estado de cosas a fogueados y experimentados dirigentes comunistas y comandantes guerrilleros. La verdad es que ellos y ellas en los diferentes frentes y en las regiones que controlaban con su presencia armada disfrutaron durante mucho tiempo de un inmenso poder. Pero no era un poder revolucionario; no era un poder alimentado por la fuerza organizada de las comunidades de esas regiones; no era un poder surgido de la democracia popular de los colonos, de los campesinos pobres o de los jornaleros cocaleros. No, no era ese tipo de poder.

Eran una fuerza sostenida con recursos del narcotráfico y de otras economías ilegales (y legales) que funcionaba como un poder externo a las comunidades, un poder que representaba a las nuevas clases emergentes que en esas regiones –después de tanto tiempo– acumularon tierras y capitales y que no creen en revoluciones o en causas libertarias de “los de abajo”. Eran un poder alterno al poder capitalista pero no eran una alternativa revolucionaria y anti-sistémica. “El poder corrompe” dice el pueblo y esa verdad es la que hoy se constata en carne propia en lo que queda de ese proyecto insurgente.        

Es algo similar a lo que ocurre con algunos “procesos de cambio” de  diversos países de América Latina; después de heroicos y épicos momentos jacobinos protagonizados por campesinos, indígenas y pobladores de barrios populares, los dirigentes se convierten en cabeza de los gobiernos “progresistas” y poco a poco se tornan en administradores eficientes y exitosos de los Estados heredados. Se colocan al servicio del gran capital, aprenden las mañas corruptas de los explotadores y politicastros, y con discursos revolucionarios pero prácticas absolutamente conservadoras se convierten en la “nueva clase política”. Y hasta arman su “teoría” que es la del “control y la espera”; “la centralización estatal y el elogio de la derrota” como afirma Salvador Schavelzon[3] (https://bit.ly/2IiDLn1)[4].

Conclusión

No es fácil ponerse en los zapatos de los dirigentes de las Farc. La ilusión de “poder” los ha colocado en una situación más que incómoda. La oligarquía sigue aparentando acciones en pro de la “consolidación de la paz” mientras hace montajes para desacreditarlos como luchadores revolucionarios y condenarlos al ostracismo[5]. Ahora son segundones actores de reparto. Hay que traer a los ex presidentes Felipe González y José “Pepe” Mujica para que los medios de comunicación cubran los eventos de verificación de los acuerdos. Algunos comandantes que mantienen la rebeldía y la dignidad no se prestan a ese juego. Pocos creen en pantomimas.

Pero a pesar de todo, importantes sectores del pueblo colombiano que –en su instintivo saber y en su popular intuición– desconfiaban de la falsa paz de Santos, hoy están al lado de Gustavo Petro y de la Colombia Humana fortaleciendo un proyecto político que se alimenta de fuerzas comunitarias y de múltiples resistencias acumuladas en el tiempo. Ese estimulante proceso de lucha  tiene mucho que aprender de lo sucedido con las Farc y también de las experiencias de los países vecinos para no caer en los errores y falencias que nos frustran por el camino y nos llevan a encrucijadas históricas.

Sólo si construímos dinámicas organizativas propias entre las comunidades y los trabajadores podremos superar la “ilusión de poder” que nos llevan a elaborar sueños fantasiosos que nos conducen a la derrota.

Nota: Queda pendiente el análisis del proceso de la Colombia Humana y el movimiento popular de carácter electoral que encabeza el candidato progresista Gustavo Petro.       

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado




[1] M19: Movimiento 19 de abril (nacionalista); EPL: Ejército Popular de Liberación (maoísta); PRT: Partido Revolucionario de los Trabajadores (fracción marxista-leninista); y MAQL: Movimiento Armado Quintín Lame (indígena). Nota del Autor.

[2] Ver Informe del Secretario General sobre la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia, puntos 14, 49, 50, 51, 52 y 86. https://bit.ly/2FUyih0

[3] Salvador Schavelzon (2018). “Reseña y ensayo crítico - Teoría de la revolución en Álvaro García Linera: centralización estatal y elogio de la derrota”. Rebelion.org https://bit.ly/2IiDLn1

[4] Cuando nuestros “movimientos” solo se basan en “discursos” que aparentemente tendrían concreción “desde arriba”, apoyándose en el aparato del Estado heredado pero que no tienen conexión o realidad efectiva en los movimientos sociales (y políticos) existentes en la “sociedad de abajo”, se corre el peligro de lo que denominamos el “aborto revolucionario”. En esos procesos el sujeto social colectivo se auto-derrota y delega su poder en la gestión “desde arriba”. Surgen, muchas veces desde su seno, nuevos burócratas y parásitos pintados de “rojo-rojito” que se apoderan del aparato de Estado para supuestamente hacer la “revolución desde arriba”, por medio de decretos y convenios con los grandes capitalistas y centros financieros mientras el pueblo se contenta con subsidios y otras dádivas “sociales”. Y claro, para dorar la píldora se debe mantener la retórica anti-imperialista y anti-oligárquica mientras los capitalistas continúan llenándose sus bolsillos de enormes ganancias obtenidas en medio de aparentes “tensiones y luchas por hacer realidad la democracia plebeya”. Lo estamos viviendo en toda América Latina con mayor visibilidad en Nicaragua y Venezuela pero el “virus ideológico” que produce ese tipo de “aborto” está presente en todos los “procesos de cambio” de la región. Es herencia del siglo XX. Nota del Autor.

[5] Caso del dirigente fariano Jesús Santrich acusado de narcotráfico. Ver: https://bit.ly/2KKIz31 y https://bit.ly/2wlBVx9.