jueves, 22 de diciembre de 2016

NI UNA PALABRA SOBRE EL NARCOTRÁFICO

NI UNA PALABRA SOBRE EL NARCOTRÁFICO

(Artículo publicado el 9 de agosto de 2010 que vuelvo a publicar con ocasión de las palabras del presidente Santos en Oslo en relación a la "guerra contra las drogas")

La oligarquía colombiana quiere lavarse la cara de la mafia, pero no están dispuestos a renunciar a los recursos económicos que genera la economía criminal. Así lo demuestra el discurso de posesión de Juan Manuel Santos. Ni un “mu” sobre el asunto.
Para justificar su doble moral y cinismo, el presidente electo nos lanzó una adulación que sonó a insulto: “Los colombianos nos parecemos mucho a Álvaro Uribe Vélez”. La mayoría de los presentes - de su misma ralea -, aplaudieron rabiosamente.
Y es cierto. La sociedad colombiana está penetrada por el narcotráfico. El clorhidrato de cocaína es el principal producto de la economía colombiana. Ocupa un lugar especial en las exportaciones; encauza significativos recursos de insumos químicos y armas; inyecta descomunales capitales al sistema financiero nacional e internacional; dinamiza en las regiones el trabajo rural, el comercio y el transporte; activa todo el aparato judicial dado que es la principal causa directa e indirecta de delitos y crímenes; y estimula toda clase de “productos” culturales como novelas, música y otras “expresiones artísticas”.
Luis Carlos Galán Sarmiento en la década de los 80s del siglo pasado se enfrentó con valentía al problema. Representaba los intereses de la débil burguesía nacional que se resistía a ese fenómeno. La oligarquía lo traicionó, fue cómplice de su asesinato y decidió continuar con la alianza mafiosa que desde 1980 consagraron los ex-presidentes Turbay Ayala y López Michelsen en nombre de todo el establecimiento dominante.
Galán no podía entender que detrás de esa industria criminal existían intereses geopolíticos de amplio espectro. Creía que sólo era un tema de capos y mafiosos sin imaginar que era una herramienta imperial de intervención económica, política y territorial. Cuando empezaba a entenderlo, lo mataron. Los grupos guerrilleros y la izquierda legal todavía no lo descubren. Son inconscientemente conniventes.
Muy pocos sectores sociales se han enfrentado con decisión a ese problema. El año pasado el pueblo Nasa de los municipios caucanos de Jambaló y de Toribío se lanzó en una campaña de erradicación de los cultivos de coca pero se quedaron solos. Nadie los acompañó. Ellos constatan con desesperación que esa economía ilegal acaba con los lazos sociales y culturales de su pueblo. Sin embargo, su lucha local - valiente y casi suicida -, es infructuosa. Tienen que entender que es parte de una política imperial de amplia cobertura. La acción para acabar con ese flagelo debe ser de esa misma naturaleza.
Los ambientalistas colombianos y, gran parte de los activistas del mundo entero, saben que la producción y procesamiento de hoja de coca en Latinoamérica es uno de los más letales factores de deforestación, depredación y contaminación de nuestras selvas y bosques tropicales pero, hasta el momento no se han concertado acciones de denuncia a nivel orbital. Hay temores y también esquemas mentales que no lo han permitido.
La izquierda tradicional, que lucha por soberanía nacional - contra los TLCs y demás formas económicas de dominación del imperialismo -, frente al narcotráfico no dice nada. Explica el fenómeno como una consecuencia de la aplicación del “modelo capitalista”, lo define como un “resultado de la crisis de la economía agraria y campesina”, y por tanto, no lo concibe como instrumento en manos del imperio.
El tema es incómodo para todos. Carlos Ledher, uno de los primeros capos narcos que se destapó con su “Movimiento Latino Nacional”, predijo que en un futuro los insurgentes en Colombia se iban a financiar con dichos recursos. Lo que no podía imaginar era que esa economía ilegal iba a ser instrumento mortal de su degradación política.
Muchos sectores campesinos han aprendido a subsidiar su precaria economía con recursos provenientes de “jornalear raspando hoja de coca” (proletarios raspachines), o de algunos “ejercicios de cocina”, que consiste en procesar la base de cocaína en su primera etapa de transformación química. Igual, comerciantes pequeños y medianos son fundamentales para irrigar esos dineros hacia el resto de la economía nacional e internacional.
Los grandes capos de EE.UU., Europa, Japón, Rusia y China, y los todopoderosos dueños de Wall Street, que son quienes finalmente manejan el 90% de las ganancias que genera esa industria criminal, incluyen en los costos de producción los sobornos, crímenes, asesinatos, desplazamiento forzado, el aparato judicial y carcelario, y la misma guerra. Y no es de ahora. Desde la misma guerra del opio en China esa era su lógica de enriquecimiento. Los principales productos americanos del siglo XIX como el caucho, la quina, el añil, el tabaco, después el petróleo, siempre estuvieron salpicados por el crimen y la sangre de nuestros pueblos colonizados. Nosotros ponemos los muertos, ellos se quedan con las ganancias.
Hoy el nuevo gobierno promete Paz y reconciliación sin tocar para nada al narcotráfico. La situación de México es una muestra de que ello es imposible. Santos – al igual que muchos de sus antecesores -, recogiendo demagógicamente las propuestas del candidato del Polo Gustavo Petro, ofrece tierras, créditos, asistencia técnica para los campesinos, sin explicar cómo va a conseguir que los productos agrícolas puedan competir en un marco de economía globalizada, acuerdos de “libre comercio” y abandono total del campo por parte del Estado.   
Colombia nunca podrá alcanzar la “prosperidad democrática” con ese cáncer en su organismo. Más de 30 años de evolución de esa enfermedad han hecho metástasis pero se quiere ocultar sus graves consecuencias en todos los campos, especialmente en la economía, la política y la cultura.
Las nuevas generaciones colombianas, los empresarios nacionales que han empezado a recuperar algo de la dignidad que demostró Luis Carlos Galán, y los trabajadores del campo y de la ciudad, debemos adelantar una verdadera campaña contra esa economía ilegal. Sólo si los pueblos somos superiores moralmente a nuestros opresores, podremos derrotar sus políticas y su sistema de vida.
Es claro que el único camino es la legalización mundial de las drogas. Es la única forma de regularizar y controlar la producción de la hoja de coca, acabar con el tráfico ilegal, controlar y despenalizar el consumo, quitarle la financiación a la violencia y destinar los recursos que se gastan en la represión a las drogas, tanto en la recuperación de nuestras laceradas economías como en la rehabilitación de los enfermos-adictos.
Rompamos con la complicidad y el silencio. Los “narcos”, pequeños y grandes, así sean indeseables, son sólo un subproducto del verdadero problema. 

jueves, 15 de diciembre de 2016

EL RETO DE LA “PAZ NEOLIBERAL”

Al cierre de un año difícil…

EL RETO DE LA “PAZ NEOLIBERAL”

Popayán, 15 de diciembre de 2016

Siempre que tenemos la chaqueta rota
Venís corriendo y decís: esto no puede seguir así
¡Hay que remediarlo por todos los medios!
Y corréis llenos de celo a los patrones
Mientras nosotros, helados, esperamos.
Y luego volvéis, triunfantes
Y nos mostráis lo que habéis logrado:
Un pequeño parche.
Muy bien, ahí está el parche
¿Pero dónde se ha quedado la chaqueta?

Bertolt Brecht

La “fiesta” en Oslo fue por todo lo alto. Además de los actos protocolarios, abrazos y sonrisas, pomposos discursos y la entrega del premio Nobel, se realizó una entusiasta marcha de antorchas, diálogos bilaterales del mandatario colombiano con altos dignatarios noruegos y una gira “triunfal” por varios países europeos para socializar el nuevo acuerdo con diversos gobiernos a fin de ratificar los apoyos económicos prometidos para financiar el “posconflicto”.

El escritor Héctor Abad Facio-Lince en su columna de El Espectador (http://bit.ly/2gsihqP), rebosante de entusiasmo escribió una inspirada pieza literaria en cuatro actos, hace una reseña del proceso de paz y resalta la habilidad, firmeza y valentía del “presidente de la paz”. En su frenesí pacifista lo eleva a nivel de figura histórica. Al final, en el epílogo, para calmar conciencia y no ir a quedar mal con el futuro, le pide a Santos que deje de ser Santos para poder rematar su obra. Buen recurso para impedir que la sanción de la historia caiga sobre él o sobre su escrito.   

Olvida el novelista que la “valentía” de Santos se apoya en las “donaciones para la paz” que ha ofrecido la “comunidad internacional” para garantizar las inversiones de los grandes emporios capitalistas que tienen puesta la mira en el petróleo de los Llanos del Yarí, las tierras de la Orinoquía, la biodiversidad de la Amazonía y del Chocó Biogeográfico, la riqueza de regiones con gran potencial turístico, y el apetecible mercado de 45 millones de personas. Para tal fin, ya se confeccionó la teoría de la “nueva economía”, se ideó la política de la reforma tributaria estructural, se elaboraron los planes y se firmaron los convenios para hacer realidad la “bonanza de la paz”. Con ese incentivo hasta el cobarde más temeroso se convierte en un osado combatiente.   

Esa es la esencia de la “paz neoliberal”. Los símbolos utilizados y los mensajes enviados en la entrega del Nobel así lo muestran. Otra evidencia es lo que se ocultó en esa ceremonia. Solo una pequeña mención a la voluntad de paz de los contrincantes; ninguna evocación a las víctimas del paramilitarismo; menos, alguna referencia a los crímenes de Estado. Lo “feo” y molesto debe esconderse debajo de la alfombra. Claro, es la derrota de las FARC. No con la pax romana como quería Uribe sino con la promesa de ríos de leche y miel que intentan borrar cualquier vestigio de rebeldía. Es el triunfo del gran capital sobre la ilusión justiciera. Y no podía ser de otra manera.

Por ello, cuando se habla de la “implementación de los acuerdos”, lo fundamental es saber quién y con qué visión realizará esa tarea. La respuesta será la que determine que se consolide efectivamente lo avanzado. Si la “paz chiquita” –como la llama correctamente Gustavo Petro–, se transforma en paz grande y completa, podremos cantar victoria. De resto, todo será flor de un día. O damos el paso inmediato hacia la construcción de democracia o se incubará una nueva guerra que solo será la continuidad de la que hoy existe. Esa es la principal razón por la que la batalla política de 2018 es tan importante.

Soslayar la importancia de esa contienda electoral por visiones estratégicas de largo plazo, o porque lo que se pactó es una “paz neoliberal”, o por otras razones que no se pueden hacer explícitas, no es la mejor actitud para el momento. Vana es la ilusión de quienes creen que esas inversiones extranjeras no son importantes. Quien quiera gobernar en los próximos 20 años y cumplir con lo acordado en La Habana, tendrá que lidiar con esa realidad. Lo que hay que garantizar es que el gran capital respete las normas ambientales existentes, contribuya con impuestos similares a los que pagan en otros países de la región y cumpla con los derechos laborales de los trabajadores. Nada más pero nada menos.

Y para que eso se pueda cumplir, a nivel interno tenemos que derrotar en las próximas elecciones a todas las “patotas corruptas” que giran alrededor del “santismo” y del “uribismo”. Ellas no se enfrentan por visiones diferentes de país como lo quieren hacer creer con ideas sobre la paz o la patria que, ingenuamente, corean muchos ilusos, despistados o interesados de menor nivel. Lo que en verdad se disputan con dientes, uñas y garras, son las coimas, los sobornos y las migajas que les entrega el gran capital. Ese es el núcleo de la polarización entre Santos y Uribe que ellos pintan y ocultan con frases demagógicas.  

Y una vez saquemos del gobierno a las burocracias corruptas, paralelamente, poco a poco, con el margen que nos queda, con paciencia y visión estratégica, debemos organizar a los pequeños y medianos empresarios, a los productores del campo y de la ciudad, a los científicos y tecnólogos, a los trabajadores y comunidades de todos los niveles, para iniciar la recuperación del aparato productivo destruido, la re-creación de los lazos comunitarios devastados, la re-constitución de nuestras culturas lesionadas y el rescate de todo lo bueno que teníamos.

La tarea es recuperar todo lo que fue arrasado por más de 60 años de guerra que, ante todo, fue la labor demoledora de un capitalismo depredador y salvaje que con rostro de neoliberalismo criminal pasó por encima de nuestro país como una avalancha de destrucción y horror durante las últimas tres décadas y media. Y claro, en medio de ese esfuerzo restaurador, avanzar por nuevos caminos de autonomía, integración regional y construcción de nuestro propio modelo de vida y equidad social. 

Héctor Abad Facio-Lince tiene razón en un aspecto. El final de toda obra es muy importante. Y por ello, el epílogo de la paz debemos escribirlo los pueblos. Santos ya hizo la parte que le correspondía. No puede ni podía hacer más. Y no es un problema personal. Su naturaleza de clase, su entorno politiquero y corrupto, la fragilidad y tensión política del momento y, sobre todo, la debilidad y falta de claridad de la dirigencia democrática (y de izquierda), contribuyeron a que su desempeño fuera no sólo gris y profesional sino que no tuviera ni un leve cariz de calor popular y menos de sentido social. Eso es lo que tenemos y somos. 

El año 2017 nos espera para preparar esa trascendental batalla política. El 2 de octubre quedó atrás. No podemos repetirlo en 2018.


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

domingo, 11 de diciembre de 2016

EL DEBATE INTERNO DE “PODEMOS”: BUEN ESPEJO PARA VERNOS

EL DEBATE INTERNO DE “PODEMOS”: BUEN ESPEJO PARA VERNOS

Popayán, 11 de diciembre de 2016

Al interior del importante proyecto político Podemos (España) está en desarrollo un fuerte debate entre diferentes puntos de vista y tendencias de cara a la convocatoria de su Asamblea o congreso interno. La prensa burguesa intenta aprovechar la crispación que se nota en algunos de sus dirigentes que se expresan a través de elaborados artículos y “tuits”. Quieren meter inquina con la intención de dividir a los integrantes de ese “novel” partido político que ha sido un ejemplo estimulante para la juventud de Europa, América Latina y muchos lugares del mundo.

Lo que ocurre en España es de una importancia cardinal. Sirve de referente para la tarea que tenemos entre manos en Colombia. Es bueno recordar que desde la existencia del partido bolchevique ruso (hace más de 100 años) no existía en Europa un partido político que surgiera con tal fuerza como fruto de las combativas luchas sociales (15M) de los trabajadores y clases medias precarizadas, afectadas por la crisis económica y las políticas capitalistas (ajuste neoliberal), y sobre todo, con la cualificada y numerosa participación de jóvenes intelectuales con gran formación teórica y compromiso político, en medio de una coyuntura de gran perturbación política global.

Hoy se enfrentan 3 corrientes de pensamiento y acción al interior de Podemos. Una, es la que encabeza Pablo Iglesias; otra, la de Íñigo Errejón; y una tercera, la tendencia “anticapitalista”. La lucha por el “poder” está al rojo vivo con ocasión de la próxima asamblea partidaria denominada “Vistalegre II”. Independiente de los contenidos de las tres posiciones, pareciera que “lo nuevo” vuelve a enredarse con “lo viejo”. Por ello, es necesario analizar esa disputa interna que tiene que ver con uno de los problemas a resolver por todos los demócratas y revolucionarios del mundo entero, si queremos responder a los retos que tenemos enfrente.  

Un breve resumen de la situación se puede sintetizar así: existe un sector que impulsa la “moderación” del programa de Podemos para “no asustar” a las mayorías de la sociedad que todavía están influidas por el pensamiento de la derecha franquista y neoliberal. Su propuesta tiene por objetivo acceder con prontitud al gobierno central para resolver los problemas urgentes y graves que sufre la población. La dificultad consiste en que, como le ocurrió a Syriza en Grecia y a los gobiernos progresistas de América Latina, podrán acumular una importante fuerza electoral pero –de un modo u otro– tienen que implementar las políticas neoliberales y realizar los ajustes fiscales y económicos que impone el gran capital. O sea, a la larga, quedan colgados de la brocha frente al enorme y aplastante poder capitalista global. Éste siempre logró domesticar la “rebelión populista”.

Los otros dos sectores, con ciertos matices y diferencias entre ellos, más o menos plantean que se debe mantener un programa contra-ajustes y anti-neoliberal de profundo contenido estructural. Que paralelamente, se debe desarrollar una estrategia de mediano plazo profundizando las relaciones con las bases y organizaciones sociales para que cuando se llegue a ser gobierno, se tenga el suficiente apoyo organizado (mucho más allá de los votos), para poder transformar la sociedad (sobre todo la economía) tanto “desde arriba” (Estado heredado) como “desde abajo” (nuevas formas de “democracia directa, deliberativa, colaborativa, etc.).

Los que aspiran a ser gobierno “rapidito”, quieren que en las elecciones del congreso interno participen ampliamente todos los “simpatizantes” que deseen hacerlo y que no se cierre el censo electoral durante el transcurso del Congreso. Los “otros”, impulsan una participación más cualificada de los militantes activos e inscritos. Desde mi propio punto de vista, estos son aspectos “no antagónicos” de la acción política y, por tanto, con el respeto que se merecen estos jóvenes dirigentes de tan valiosa experiencia, ambos sectores caen en un error de fondo.

Para ilustrar ese “error” me apoyo en lo que ocurre en Colombia. Frente a la posibilidad de que en el año 2018 tengamos que escoger entre un candidato “santista” y un “uribista” (ambos neoliberales), o sea, que los demócratas y la izquierda tengan que decidir entre “lo malo” y “lo peor”, algunas personas y sectores políticos estamos impulsando la necesidad de construir un “nuevo movimiento” que se proponga la construcción de una “Tercería Ciudadana y Democrática” (amplia coalición de los demócratas y la izquierda) para poder derrotar la polarización que le conviene al establecimiento oligárquico. Un gran obstáculo para hacerlo sería caer en la trampa “reduccionista” en que está enredado Podemos. En gran medida ha sido nuestra constante.

Ese “nuevo movimiento” no puede exigirle a la “tercería” que asuma un programa absolutamente anti-neoliberal. Con sólo que levante un programa “democrático” basado en la lucha contra la corrupción y el cumplimiento de los acuerdos con las FARC, podría ayudarnos a avanzar. La derrota de la “polarización distractora y desgastante”, ya sería un paso muy importante. Ese sería el “gobierno de transición” que piden los ex-comandantes farianos y sería un paso muy importante.

Y en esa eventualidad, el “nuevo movimiento” no tendría necesidad de “moderar” su programa. Incluso si ese programa fuera de carácter anticapitalista, no tendría por qué ser escondido o “tapado” o “camuflado”. En nuestro caso colombiano, podemos apoyar una “programa táctico moderado” y, a la vez, hacer conocer e impulsar nuestras propuestas estratégicas haciendo ver que la lucha contra la corrupción y la “paz” requieren –para ser sostenibles y efectivas a largo plazo– de la profundización de la lucha contra las causas estructurales que generan corrupción y violencia. Pero podemos ir paso a paso. (Ej. A la lucha contra la corrupción hay que “ponerle dientes”, construir nuevas formas de veeduría y control social que incidan sobre la ejecución de proyectos).

El problema surge –como le ocurrió al Polo Democrático Alternativo– cuando las diferencias de concepción política se quieren resolver con medidas administrativas (sanciones, expulsiones, aplicación de estatutos, normas, etc.) o con “pulsos de poder” mediante la realización de elecciones internas. Estos métodos multiplican las rencillas, agudizan las fricciones, acrecientan los orgullos y las rivalidades, y generan graves divisiones y resquebrajamientos. En realidad, la única solución es ampliar y profundizar el debate, y llegar a acuerdos sanos y transparentes. Siempre, si hay voluntad y madurez, se pueden construir consensos.

Desgraciadamente, como lo comprobamos en nuestro país, por el camino que van los amigos de Podemos van a terminar divididos. Mucho más si permiten el “bombo” y la intervención interesada y amañada de los medios de comunicación reaccionarios, que como ocurrió en Colombia con el Polo, lo dividieron y manipularon desde afuera. Hoy vuelve y juega, y en 2017, veremos nuevamente a los “medios” empujando por los “moderados”, “racionales”, “pragmáticos” en contra de los “radicales”, “extremistas” y “ortodoxos”.

Lo interesante es que podemos, a la vez, ser una cosa y la otra. “Realistas moderados” frente a las fuerzas que actualmente tenemos y al poder que tienen los grandes capitalistas. Y, “realistas radicales” frente a la urgente necesidad de construir un gran movimiento que aglutine al 99% de la población mundial para enfrentar la realidad de un capitalismo senil y decadente que es el principal peligro que amenaza la sobrevivencia global de la humanidad. Si sabemos hacerlo, no sólo mantendremos la unidad sino que lo haremos sin ocultarnos, sin detenernos ni frenarnos.  


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado  

lunes, 5 de diciembre de 2016

¿Y VIVIREMOS "EN PAZ" HASTA QUE VUELVA LA GUERRA?

¿Y VIVIREMOS “EN PAZ” HASTA QUE VUELVA LA GUERRA?

Popayán, 5 de diciembre de 2016

“Andando aprendemos a caminar… sólo hay que dar el primer paso”.

LFDG

Para dar el salto cualitativo que nuestro país necesita –hacia una “paz estable y duradera”– hay que recuperar la política para la gente.

Y hay que colocar la VERDAD por encima de todo. La “verdad verdadera”, no la oficial.

Así sea una verdad dolorosa y “políticamente incorrecta”. Hay que hablar “a calzón quitao”.

Necesitamos una política altamente irreverente, que anule el cortesanismo y la hipocresía propia de esta "república de mentirijillas".

Hay que seguir la línea de Jaime Garzón. Él se vio obligado a decir las verdades usando el humor para que no lo mataran. Y sin embargo, lo mataron.

Pero ahora, debemos atrevernos a mostrar las cosas como son. De lo contrario no va a pasar nada en nuestro querido y sufrido país.

Y viviremos “en paz” pero sin superar el miedo.

Y viviremos “en paz” pero seguiremos “echando la basura debajo de la alfombra”.

Y viviremos “en paz” mientras los corruptos siguen robándose hasta nuestra dignidad.

Y viviremos “en paz” mientras siguen asesinando a nuestros dirigentes populares.

Y viviremos “en paz” mientras los Santos y los Uribes siguen entregando las riquezas de nuestro país al mejor postor.

Y viviremos “en paz” hasta que aparezca la próxima guerra.


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

martes, 29 de noviembre de 2016

ESTAMOS OBLIGADOS A INTENTARLO DE NUEVO

“Otro mundo es posible”…

ESTAMOS OBLIGADOS A INTENTARLO DE NUEVO

Popayán, 29 de noviembre de 2016

“Uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo.”

Fidel Castro

Uno de los dirigentes de talla mundial que más insistió en los peligros de una extinción abrupta y súbita de la especie humana fue Fidel Castro Ruz. La humanidad en la segunda década del siglo XXI está enfrentada a los riesgos que genera un capitalismo senil y decadente. Desde un cataclismo planetario ocasionado por el desequilibro ambiental; una guerra o un accidente nuclear que provoque una gran hecatombe atómica; o el impacto global de una epidemia planetaria que puede desatarse de la fuga de un virus de laboratorio o de un virus prehistórico liberado por el deshielo de los casquetes polares, son amenazas ciertas y latentes que penden sobre nuestras cabezas y las de las nuevas generaciones.    

De acuerdo a dichas alertas que tienen base científica comprobada, si la humanidad no actúa de consenso y con cierta urgencia para detener y reversar los efectos del calentamiento global y de la carrera armamentística nuclear, corremos el riesgo de una posible extinción masiva. Ya ocurrió con muchas especies animales desparecidas de la tierra en el remoto pasado. Además, millones de personas sufren todo tipo de enfermedades mentales fruto de los efectos del consumo obsesivo y compulsivo de mercancías, las innumerables adicciones psicóticas, la crisis existencial, el auto-aislamiento y la misoginia (en medio del auge de la comunicación digital). Una parte de la población vive en “estado permanente de miedo e inseguridad” que es resultado de los efectos de una economía crematística que no tiene sentido ni control.

No estaban equivocados los pensadores que construyeron la utopía del “otro mundo posible”. Ya existen las condiciones materiales para superar esa máquina de destrucción masiva que es el capitalismo. El nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, las tecnologías y el pensamiento humano, han alcanzado el perfeccionamiento suficiente y necesario para garantizar el bienestar a toda la población humana. Sin embargo, no hemos logrado resolver los problemas éticos, teóricos y políticos que impiden que lo más avanzado de la humanidad se decida a retomar las banderas de la “revolución anti-capitalista”. Pensando en ello, a continuación, se plantean en forma sintética, algunos temas a resolver en un nuevo intento que estamos obligados a impulsar. Frente al precipicio es forzoso intentarlo otra vez.

“Revolución sistémica” y “revolución política”

Es necesario tener clara la diferencia entre lo que es una “revolución sistémica” y lo que es una “revolución política”. Una revolución sistémica es el paso de un modo de producción a otro, ejemplo, del feudalismo a capitalismo, y en ese proceso están implícitos muchos factores que influyen para que esos cambios estructurales se presenten y consoliden. Entre ellos, las transformaciones tecnológicas que determinan en buena medida las relaciones entre los mismos humanos, entre los humanos y la naturaleza, y entre los humanos y el pensamiento, lo cual genera cambios en la naturaleza del trabajo, las relaciones sociales mismas, el carácter del Estado y los cambios culturales.

Uno de los grandes errores que cometieron los revolucionarios de los siglos XIX, XX y principios del XXI, fue creer que las revoluciones políticas, por sí mismas, y sobre todo usando el Estado “heredado”, podrían hacer la revolución socialista y comunista pasando por encima de unas condiciones predeterminadas, y por ello, terminaron forzando las cosas y estrellándose con aspectos culturales y materiales que no podían cambiar de un momento para otro. Si tenemos claro ese aspecto, podremos adecuar nuestra acción o gestión del Estado heredado tanto a las limitaciones materiales y culturales existentes como a las fuerzas reales y transformadoras que hayan surgido en la sociedad. Combinar, casi “fundir”, revolución y reforma es la fórmula indicada, pero el problema es elaborar las herramientas conceptuales y reales para hacerlo. No es fácil.

Una “revolución política” es básicamente la construcción de una nueva hegemonía social, política y cultural que logre desplazar del poder político a una clase o grupo de clases que habían cimentado una hegemonía anterior. Dichas revoluciones se realizaron en el siglo pasado por medio de insurrecciones populares (algunas armadas o no), pero al no tener claro el problema “sistémico” de fondo y el problema de la “hegemonía”, degeneraron en gobiernos autoritarios y en dictaduras, y no consiguieron construir nuevas formas de democracia que fueran reemplazando o transformando la democracia representativa, o construyendo nuevas formas de democracias que ya han existido en diferentes momentos de la civilización humana.

En este punto debemos tener en cuenta el “pro-común colaborativo” como ejemplo de “otro tipo” de democracia basada en los “gobiernos de los bienes comunes”, que fueron inventados por comunidades productoras y consumidoras de diversas regiones y culturas planetarias. Mi planteamiento es que nuestra lucha en términos estratégicos debe concebirse en la dinámica de impulsar relaciones y economías de carácter colaborativo y en función de construir lo que algunos teóricos han definido como “pro-común colaborativo” (Rifkin, Ostrom).

Las concepciones mesiánicas y la auto-organización

Un nuevo intento revolucionario de los trabajadores y de la sociedad humana por edificar una sociedad post-capitalista debe cuestionar todas las concepciones mesiánicas que se basan en creer que la humanidad va a poder construir algún día una especie de paraíso en donde no habrán conflictos ni precariedades. Esa idea es la que ha llevado a la mayoría de revolucionarios a creerse una especie de “salvadores supremos”, a querer “hacerle la revolución al pueblo” como por encargo, y a cometer tantos errores subsecuentes.

Ser conscientes de ello nos permite diseñar un pensamiento y una acción en donde las transformaciones que estamos planteando, o sea, construir relaciones, economías y culturas colaborativas que promuevan y vayan constituyendo y perfeccionando “pro-comunes colaborativos”, no sean para después, para cuando tengamos el “poder”, sino que podemos hacerlo desde ya en nuestro entorno, familia, barrio, sector productivo, etc., lo cual nos lleva a lo que algunos llaman visión y acción “glocal”, o sea, actuar en lo local con pensamiento global y actuar en lo global con pensamiento local.

Sin embargo, en muchas de las concepciones y prácticas que promueven esta visión se cae muy comúnmente en una especie de “autonomismo”, en un “comunismo utópico”, en querer construir algo nuevo, colaborativo y ecológico sin tocar para nada las condiciones reales y concretas que impone el poder del capital y el poder del Estado que está a su servicio, y entonces, dichos proyectos se aíslan del conjunto de la sociedad, e incluso, en algunos casos pueden terminar siendo utilizados por los bloques imperiales para debilitar procesos de transformación de alcance nacional o regional.

La solución no es otra que los procesos de “auto-organización” tengan su propia dinámica autónoma e independiente del Estado, para evitar la cooptación, el burocratismo, la dependencia, el paternalismo, etc., pero sin renunciar a la lucha por controlar y contar con el apoyo del Estado, sobre todo para neutralizar la acción de los grandes monopolios capitalistas que siempre tratarán de ahogar y destruir cualquier experimento económico-social y cultural que atente contra sus lógicas de acumulación.

No suplantar a la sociedad

Esa nueva tentativa transformadora y civilizatoria debe cuestionar las formas organizativas de las fuerzas revolucionarias que en nombre de la democracia o del centralismo, o de su combinación, terminan reemplazando a la sociedad, asumiendo determinaciones trascendentales sin consultar ni involucrar a las mayorías, y por tanto, en esa dinámica, la acción política, la gestión administrativa, el control social, terminan concentrados en funcionarios y grupos especializados.

En esa dinámica, se debe resolver el problema de las formas de representación, los límites que hay que colocarle, la temporalidad, la revocación del mandato, las condiciones para estimular la participación amplia de las personas y comunidades, y por tanto, buscar formas de organización que al mejor estilo de los neo-zapatistas mexicanos conviertan en norma cultural lo de “mandar o actuar obedeciendo”, “convencer y no vencer”, “proponer y no imponer”, “bajar y  no subir”, “construir y no destruir”, “representar y no suplantar” y “servir y no servirse”[1].

El eterno problema del “Poder”

El otro tema que sólo se plantea pero no se desarrolla es el debate sobre el Estado y el Poder. Queda pendiente. Un resumen sobre los aspectos principales de ese debate que tiene que ver en lo fundamental con aquellas corrientes de pensamiento que reducen el “poder” a la “cosa”, o sea, al aparato estatal, y aquellos que lo reducen a la “relación de dominación”. En uno u otro caso, esa reducción lleva a graves problemas y allí es donde radica la dificultad. Quienes reducen el “poder” al aparato estatal creen que las transformaciones se pueden hacer por decreto, “desde arriba”. Quienes reducen el “poder” sólo a la “relación”, desconocen la fuerza material del Estado (ejército, burocracia, fuerza económica), creen poder hacerlo todo "desde abajo", y de una u otra forma, son derrotados, neutralizados o cooptados. Es muy importante ese tema que ha sido tratado parcialmente por Álvaro García Linera en diversos eventos, y que está en el centro de todos los fracasos de los llamados “procesos de cambio”.

Reflexionando sobre estos temas, Fidel Castro lo dijo en sus últimas actuaciones públicas: “(…) uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo.”[2]  

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado



[1] Lemas y principios de los gobiernos autónomos construidos por comunidades indígenas chiapanecas en México con la orientación y colaboración del EZLN.
[2] Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba, en el acto por el aniversario 60 de su ingreso a la universidad, efectuado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005.

viernes, 25 de noviembre de 2016

¡NINGUNA ILUSIÓN EN LA FALSA PAZ!

¡NINGUNA ILUSIÓN EN LA FALSA PAZ!

Popayán, 25 de noviembre de 2016

El pasado jueves 24 de noviembre se firmó el “acuerdo definitivo” para la terminación del conflicto armado con las FARC en el escenario del Teatro Colón de Bogotá.

Allí, Timoleón Jiménez, alias “Timochenko”, planteó que “Destacamos la importancia que tendría para el país la conformación de un gobierno de transición cuyo propósito fundamental sea el cumplimiento cabal de los acuerdo de la Habana, el cual debería estar integrado por todas las fuerzas y sectores que han trabajado sin tregua por ellos.”

De acuerdo a esa idea de las FARC la tarea para 2018 es unirnos con “todos los del SI” (incluyendo a los corruptos y “santistas”) para implementar la paz neoliberal firmada mediante la elección de un “gobierno de transición”.

Esa propuesta no sólo es funcional al régimen existente sino que es poner en bandeja de plata el gobierno en 2018 al “uribo-varguismo”, dado que es darle continuidad a la estrategia que llevó a los demócratas colombianos a la derrota del 2 de octubre.

Por el contrario, otros sectores ciudadanos y de colectivos de jóvenes estamos planteando que hay que buscar la manera de derrotar la falsa polarización entre Santos y Uribe. Para hacerlo hemos propuesto construir una “Tercería Ciudadana y Democrática” que aglutine a todas las fuerzas que queremos la paz pero que consideramos que la única garantía de construirla es derrotando a la casta política corrupta dominante.  

Hay que explicar y hacer entender que sólo un gobierno que esté muy lejos de la corruptela “uribista” y “santista”, podrá en verdad, no sólo implementar los acuerdos sino llevarlos mucho más allá. De lo contrario, todo se quedará en palabras, discursos, pliegos firmados y una “paz” de papel, como la Constitución de 1991.

Pensamos que el momento político en Colombia es óptimo para organizar un “movimiento”, ojalá encabezado por jóvenes, que con autonomía e independencia frente a lo existente (incluyendo a la izquierda tradicional, armada y desarmada, y en la dinámica de construir a mediano plazo un Nuevo Proyecto Político), irrumpa en la política nacional y con una acertada estrategia (incluyendo la presentación de un candidato “outsider”) presione la conformación de esa “Tercería Ciudadana y Democrática”.

Dicha “tercería” puede aglutinar a todas las fuerzas decididas a superar la polarización entre los corruptos "santistas" y "uribistas", y que pueda acceder al gobierno en 2018 con una propuesta que rompa con la dinámica actual, condición indispensable para implementar plenamente los acuerdos de paz pero, además, avanzar en temas no contemplados en ese pacto como la política productiva, ambiental, empleo, salud, educación, etc.

La propuesta de Timochenko es “más de lo mismo”, es oficializar y darle continuidad a la alianza política que teniendo todo a su favor provocó la derrota del SI y, con ello, se le facilita el camino y el triunfo del “uribo-varguismo” que está en construcción y al acecho.

Hay que decir que la implementación de los acuerdos de paz será una farsa, una pantomima, un engaño, una trampa, mientras no logremos derrotar a la casta política corrupta. Eso debe quedar muy claro.

Un ejemplo de esa situación es la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras aprobada el 10 de junio de 2011 (¡hace ya 5 años!), que no se ha cumplido en lo más mínimo, y ahora, con los “reparos” de Uribe aprobados en los “nuevos acuerdos”, será mucho más difícil su cumplimiento (http://bit.ly/2gI88WR).

Hechos y no palabras. Si hubiera voluntad política se organizaba a los campesinos despojados, se los protegería con el ejército y se recuperarían las tierras. Pero Santos ni ningún político de su camada va a hacer eso... ¡nunca lo harán!

El problema no es de leyes ni de reformas. Es de intereses de clase y de voluntad política. ¡Ninguna ilusión en la falsa paz!

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

miércoles, 23 de noviembre de 2016

EN COLOMBIA NO VA A HABER PAZ

EN COLOMBIA NO VA A HABER PAZ
Popayán, 23 de noviembre de 2016

“El desarrollo no es más que una hipótesis de dominio”.

Lacan 

En Colombia a corto plazo no va a haber paz. Esa es la realidad.
La guerrilla de las FARC silenciará y dejará las armas, es decir, esa guerra irregular y degradada terminará pero... eso no significa que va a haber paz. No seamos ingenuos.
No podemos hacernos ilusiones. Las causas del conflicto social y armado se mantienen y no van a ser resueltas en el corto plazo.
La derecha-extrema encabezada por Uribe va a hacer hasta lo imposible por impedir que los excombatientes guerrilleros hagan política legal, van a tratar de repetir lo que ocurrió con la UP y contarán, con la complicidad de un gobierno débil y vacilante que no tiene el control sobre sus propias fuerzas armadas.
Debe surgir y aparecer un "movimiento social y político de nuevo tipo" que unifique a las mayorías colombianas para derrotar a todos los corruptos (tanto los del SI como los del NO) y que nos permita empezar a resolver los problemas que alimentan la guerra como son:
- La arbitrariedad, ilegalidad y corrupción que se mueve alrededor de la economía del narcotráfico, la minería ilegal y los grandes mega-proyectos minero-energéticos, que son los que actualmente financian a grupos paramilitares y bacrim, y atropellan a la población que se opone a sus planes de explotación y despojo.
- La presencia dentro de las fuerzas armadas (ejército y policía) de agentes de la extrema derecha que conspiran contra el mismo gobierno. Esos militares corruptos tienen nexos en las regiones con todos los partidos políticos, tanto del Centro Democrático como de la U, Cambio Radical, Liberal y Conservador, quienes posan de pacifistas en Bogotá pero alimentan la violencia en las regiones.
El "movimiento social y popular" y las izquierdas consecuentes deben exigir al gobierno nacional se declare una Emergencia Nacional, depurar a las fuerzas armadas, movilizar al ejército y a la policía en las regiones para atacar y exterminar los grupos paramilitares y bacrim existentes, que delinquen en todo el territorio nacional y están listas para seguir masacrando a los dirigentes ligados a las guerrillas o a sus expresiones políticas cercanas.
De lo contrario, todo lo que se haga en el Congreso, todos los acuerdos y firmas, todos los discursos bien intencionados de Santos y demás personajes, sólo serán una pantomima más, un engaño, una farsa, como las que ya han ocurrido en "procesos de paz" anteriores en 1953, 1958-61, 1990-91 (que tienen antecedentes históricos como la traición a los Comuneros en 1781 y el asesinato de Gaitán).
Mientras ello no ocurra las fuerzas políticas que surjan de la guerrilla van a tener que organizarse de otras formas, "no dar papaya", mantener ciertos grados de clandestinidad, fortalecer sus redes de inteligencia, no ser ingenuos, proteger a sus líderes, ayudar a detectar a los delincuentes que están al servicio de la extrema-derecha asesina y proteger su vida, antes que todo.
La "paz simple y pura" nunca existirá en Colombia. Sólo habrá verdadera paz cuando derrotemos políticamente a la oligarquía y desarmemos a quienes siempre han vivido de la guerra.

Nota: Exigir hechos y no más palabras; acciones y no papeles firmados; actos de verdad y no debates insulsos y falsos.  

jueves, 17 de noviembre de 2016

LÁNGUIDO FINAL DEL PROCESO DE PAZ

LÁNGUIDO FINAL DEL PROCESO DE PAZ

Popayán, 17 de noviembre de 2016

“La función de la ideología no es ofrecernos un punto de fuga de nuestra realidad, sino ofrecernos la realidad social misma como una huida de algún núcleo traumático, real”.


Slavoj Zizek

Cada quien mantiene su lectura de lo ocurrido el 2 de octubre en Colombia. No es fácil aceptar la realidad. Seguir aferrado al pasado y “corregir sin cambiar”, es la reacción corriente. Es la actitud que asumen –sobre todo– los dirigentes. Solo un número mínimo de personas se sintieron realmente afectadas por el sorpresivo triunfo del NO. Entre ellas, los jóvenes que se expresaron con las marchas masivas pero no sostenidas. Acto reflejo ante el temor de que se perdiera lo avanzado. La reacción inmediata fue presionar a Santos, Uribe y a las FARC, lo cual se corresponde con los resultados del plebiscito leídos en términos prosaicos y simples: “¡Resuelvan ese entuerto entre ustedes!”. Es lo que se ha hecho y se va a seguir haciendo en el Congreso.

Santos y las FARC no aceptaron su derrota. No podían. Las presiones externas, los peligros de mantener un cese de fuegos en un clima de tensión, los aprietos fiscales del gobierno, la proximidad del debate electoral de 2018, las negociaciones con el ELN, el triunfo de Trump, la posibilidad de que las fuerzas del NO –que obtuvieron un triunfo pírrico– se crecieran ante la duda, y la necesidad del Presidente de llegar con un acuerdo definitivo a Estocolmo el próximo 10 de diciembre, los obligaban a aferrarse a lo acordado. Por ello, remendaron los acuerdos con cambios de forma (uno que otro de contenido), cerraron el candado y botaron la llave. No tenían más margen de acción.  

Y del otro lado, Uribe y los supuestos representantes del NO, no entendieron ni podían asimilar su “triunfo”. Tanto al interior del Centro Democrático como dentro de la afanada y vacilante coalición que se formó, no tenían claro cómo actuar ante la nueva situación. La amenaza “castro-chavista” había quedado reducida a un fantasma. No podían negarse al diálogo para no quedar como obtusos saboteadores de la paz pero, a la vez, no querían forzar negociaciones porque sabían que sus principales objeciones son obstáculos absolutos e insalvables para el cierre concertado del fin de la guerra. Por ello aceptaron el mecanismo de ser “solo” consultados y aunque ahora se muestren inconformes con los “remiendos” y los califiquen de “conejo”, no tienen más que patalear como niños malcriados o aceptar lo nuevamente firmado.

El verdadero “pacto entre cúpulas” ya se hizo a espaldas de la Nación. El nuevo Fiscal General y el Procurador, recientemente elegido con el apoyo del Centro Democrático y de casi todas las fuerzas políticas, son los garantes del “acuerdo entre élites”. De acuerdo con todos los señuelos y despistes enviados en estos días, las presiones judiciales en el país y en el extranjero, las nuevas filtraciones de inteligencia, los tires y aflojes, se trata de garantizar la impunidad total a todos los responsables de los crímenes cometidos al calor o bajo la cobertura del conflicto armado. Perpetradores, financiadores y ejecutores, todos tienen asegurada la impunidad. Es la esencia del lánguido fin de una “guerra sin alma” en donde, como siempre, la verdad es la principal perdedora.

Las FARC pusieron al gobierno de estafeta y lograron mantener los elementos sustanciales de lo acordado, sin mayor problema. Aprendieron rápido de los errores que cometieron al involucrarse en la mecánica del plebiscito. Por ahora, son los evidentes ganadores. Será la población la que más adelante, en la lucha política abierta y legal, los acepte, premie o condene. Es el gobierno y sus negociadores los que quedaron mal parados. Y ellos lo saben pero –a lo Lacan– mantienen su papel. Al final salió a relucir el ethos mafioso y corrupto que todo lo corroe y mancha.

La imagen que se vendió al mundo de un “proceso de paz” histórico y trascendental, ha terminado seriamente lastimada. Consciente de ello, el presidente Santos anunció la firma del acuerdo “ahora sí definitivo”, un sábado a las 8 de la noche. Prefiere el bajo perfil a seguir haciendo el ridículo. La bandera de la paz levantada por el gobierno en sus últimos 6 años, la máxima y casi única realización de su administración, no entusiasma. Son los riesgos de haber hecho la fiesta entre élites y a destiempo. Pero igual, los que se quisieron colar en la fiesta a última hora, no saben si quedarse o ausentarse. De todas maneras, unos y otros quedaron descuadrados.

La enseñanza que nos queda es que la fuerza política y social que tienen las guerrillas en Colombia no da para que a las negociaciones que se realicen para su desmovilización y reintegración a la vida civil y a la lucha política legal, se le “cuelguen” reivindicaciones sociales y políticas que le corresponden a la sociedad sacar adelante. Garantizar la seguridad de los guerrilleros y las condiciones políticas para reincorporarse a la sociedad, deben ser los aspectos fundamentales de dichos procesos. Lo prudente y correcto es aceptar la realidad y no querer sacar réditos políticos de unas negociaciones que poco les interesan a las grandes mayorías. Debe ser parte de las lecciones aprendidas.

Cuando se pretende estirar un caucho más allá de su resistencia, siempre se termina lastimado. El problema es que la Nación y el pueblo son los que terminan sufriendo las heridas.

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado


martes, 15 de noviembre de 2016

EL TRIUNFO DE TRUMP Y EL NUEVO DESORDEN GLOBAL

EL TRIUNFO DE TRUMP Y EL NUEVO DESORDEN GLOBAL

Popayán, 15 de noviembre de 2016

“La revolución social no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir”.

K. Marx

Algunos analistas plantean que el triunfo de Trump en las elecciones de los EE.UU. del pasado 8 de noviembre se explica porque se presentó una especie de “golpe de Estado” o un “golpe mediático” orquestado por las filtraciones del FBI, la guerra informática de Julián Assange (Wikileaks) y la intervención del gobierno ruso, relacionadas con malos manejos de correos digitales y corrupción diplomática internacional por parte de Hilary Clinton. Además, se argumenta también que la decadencia de los EE.UU., que no es sólo económica sino política y cultural, se debe al acierto de la política y la estrategia de los gobiernos ruso y chino encabezados por Vladimir Putin y Xi Jinping. Intentaremos rebatir tales ideas por considerar que no se basan en hechos reales.   

¿Realmente qué efectos tuvo la filtración del FBI? De acuerdo a los datos nacionales de votación “popular”, la candidata Clinton ganó por más de 2 millones de votos. Esa era la ventaja que anunciaban las encuestas a la fecha de esa filtración y realmente se mantuvo. Lo que se observa claramente es que el triunfo de Trump se basó en ganar la votación en los Estados claves (o sea, los que históricamente tienen un comportamiento “errático” o “voluble” como son Carolina del Norte, Florida, Ohio, y otros 3 o 4 estados), en donde el mensaje fuerte frente a la migración tenía mayor impacto. Pero, todas las cifras y análisis muestran que la ventaja decisiva la obtuvo Trump entre los trabajadores blancos de los Estados más afectados por la desindustrialización de los EE.UU. (“anillo o cordón del óxido” ubicados alrededor de los Grandes Lagos). No hay ninguna prueba científica o estadística de que la causa determinante de los resultados de esa elección se pueda explicar con base en esa filtración de información por parte del FBI.

Con relación a la decadencia de EE.UU. en el ámbito de la economía mundial, diversos estudios revelan otra lectura. A partir de las evidencias de inversión, movimientos financieros y otros seguimientos realizados por centros especializados, entre otros por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo UNCTAD[1], se demuestra que la transferencia de capital del mundo estadounidense y europeo hacia “países en desarrollo” ha sido un factor fundamental en los cambios ocurridos a nivel planetario. Es decir, no es la habilidad o la sapiencia estratégica de los rusos o chinos la que determina ese declive o decadencia estructural. Fueron los mismos grandes capitalistas estadounidenses los que diseñaron lo que algunos llaman la “re-estructuración post-fordista” (teorizada, construida y experimentada en Japón entre 1970-80), la que llevó, en gran medida a la desindustrialización de grandes regiones de los EE.UU. y Europa.

El objetivo principal de esa política implementada en todo el mundo por el Gran Capital consistía en sobre-explotar la fuerza de trabajo debido a la reducción creciente de tasa absoluta de ganancia[2] en muchos países del mundo occidental y de otras naciones en donde los trabajadores habían conseguido importantes conquistas en el área de los derechos laborales y en donde la industria manufacturera no era competitiva. Por tanto, se requería no sólo desregularizar la legislación laboral sino exprimir al máximo la tasa de ganancia relativa, buscando mayor productividad, alargar la jornada de trabajo, disminuir los gastos de seguridad industrial y laboral y, sobretodo, bajar los salarios. Además, había que acabar con los llamados “tiempos muertos”, lo que implicaba “liquidar” o “deslocalizar” una buena parte de la infraestructura productiva subutilizada para poder reducir los costos de producción. Esa política significó un cambio gigantesco en el orden capitalista global que sólo ahora está siendo sentido por millones de personas y que genera fenómenos políticos como los de Trump.  

Dicha política se concretaba en los llamados procesos de deslocalización, transectorización, desconcentración y descentralización de los procesos productivos, acompañados del proceso de “financiarización de la economía”, la promoción de guerras y campañas para asegurar fuentes de materias primas y recursos naturales (ahora en el siglo XXI, también, la desposesión de tierras) para garantizar nuevas formas de acumulación por despojo y obtener réditos por especulación financiera. De tal manera que, detrás del supuesto éxito de los chinos y de otros “tigres asiáticos” está un capital transnacional que ya no tiene patria, que tuvo su origen en el mundo occidental pero que hoy es global. A ese Gran Capital ya no le interesa el “sueño americano” ni mucho menos el “destino manifiesto”, aunque utiliza los conflictos de raza, etnia, religión, cultura, género u otros, para impedir que la población identifique el verdadero enemigo de clase: la plutocracia financiera global.

En ese sentido seguir colocando al frente de toda explicación el análisis geopolítico es como morderse la cola. Es evidente que no se puede negar la existencia de los “juegos de poder” entre bloques burocráticos y políticos “nacionales”, regionales e internacionales, y que tampoco se puede desconocer la existencia de sentimientos chovinistas, nacionalistas, racistas, xenófobos o machistas, entre millones de personas, pero estos sentimientos ya son muy diferentes a los que existían a principios del siglo XX y que fueron utilizados para desencadenar las dos guerras mundiales. Dichos sentimientos ya no tienen como base ideológica real a la “gloriosa patria”, ahora los sufren millones de trabajadores y clases medias asustadas porque su mundo “rosa” está siendo afectado por crisis económicas cada vez más recurrentes y/o está siendo amenazado por migraciones incontroladas de masas de pobres desheredados del mundo periférico arrasado por décadas de globalización neoliberal.

Es por todo lo anterior que tenemos que volver a los análisis de clase, y ayudar a orientar a los trabajadores del mundo entero que no tienen una teoría que les permita entender los fenómenos actuales que arrasan con sus vidas. Esos trabajadores pueden ser los “fordistas” del siglo XX, muchos de ellos desempleados o precarizados, o los nuevos trabajadores del siglo XXI, casi todos jóvenes técnicos, tecnólogos o profesionales precariados, que cada vez se parecen más al antiguo proletariado de la época de Marx, globalizado, itinerante, no apegado a ninguna “patria”, con una visión globalizada del mundo, y que ya empezó a actuar en la lucha social y política (fue el gran dinamizador de las derrotadas revoluciones árabes de Túnez y Egipto, sujeto social de los “indignados” españoles y base electoral de Podemos y Siryza).

Construir esa orientación es muy importante. De lo contrario, los capitalistas globales neoliberales van a utilizar a los “progres” y algunos sectores de izquierda (socialdemocracia) para defender su orden neoliberal acusando a los Trump y Le Pen de ser “chovinistas nacionales”, “proteccionistas trasnochados” (que en realidad lo son pero como expresión de decadencia y no de avance), y por otro lado, otros izquierdistas “nacionalistas” de los países dependientes van a creer, por un lado, que Trump es su aliado (posiblemente sea la explicación para la afirmación del presidente Correa de que era bueno que ganara Trump) y van a seguir creyendo que en verdad, China y Rusia son los modelos de lucha “nacional” y de independentismo para derrotar al imperialismo y al capitalismo.

Por el contrario, de lo que se trata en estos tiempos de crisis es de recuperar las ideas de Marx y de Lenin, teorizando la necesidad de reconstruir la “utopía”, de “un mundo por ganar”, y de impulsar una estrategia de lucha global por parte de los trabajadores y pueblos oprimidos del mundo. Pronto los trabajadores chinos, rusos, asiáticos y del planeta entero van a sentir los efectos de las políticas proteccionistas que se van a implementar en EE.UU. y Europa. Pronto regresarán a sus países de origen millones de migrantes expulsados de las antiguas potencias hoy en decadencia, las remesas de dinero dejarán de fluir hacia los países periféricos y las crisis económicas se retroalimentarán unas a otras. No será el apocalipsis cristiano pero si puede ser la oportunidad de reeditar nuevas olas revolucionarias proletarias de alcance universal.     

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado



[1] Informes Anuales sobre las inversiones en el mundo. 1990-2015.
[2] Jeremy Rifkin habla del “coste marginal cero”.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Y MARX TENÍA RAZÓN

Y MARX TENÍA RAZÓN

Popayán, 13 de octubre de 2016

“Proletarios de todos los países… ¡Uníos!”

Karl Marx

El Brexit y el triunfo electoral de Trump son producto de los efectos negativos de la globalización neoliberal sobre los trabajadores tradicionales u "obreros" (proletariado industrial del siglo XX) en dos potencias capitalistas en decadencia (Reino Unido y EE.UU.).

Quienes votaron el Brexit y a Trump son trabajadores mayores de 45 años, hoy desempleados o absolutamente precarizados, que sueñan con regresar la rueda de la historia. Sus políticos usaron demagógicamente el racismo y la xenofobia para engañarlos y moverlos. En la práctica son pataleos de ahogado.

El Gran Capital Financiero no va a apoyar "nacionalismos" de ninguna clase. Ni los de "gran potencia" ni los de "países periféricos". El capital busca la mano de obra barata como el pez busca al agua y, además, necesita crear mercados más globales y desregulados, incluido el mercado de tierras ("el proceso de paz de Colombia"), para enfrentar sus bajas tasas de ganancias y acumular por despojo.

El capital no tiene patria, ni respeta raza, género, etnia, religión, cultura o territorio. Hoy el capital apoya falsos nacionalismos como el de China para incrementar sus ganancias y mantener su hegemonía. Y no le importa la decadencia de sus antiguos imperios anglosajones. El mundo cambió.

Al Gran Capital Financiero ya no le interesa la "democracia liberal o burguesa". Ahora apoya lo que llaman "capitalismo asiático" que es una combinación de gobiernos autoritarios (así sean "comunistas" o monárquicos), el "libre mercado" y la súper-explotación de trabajadores baratos.

En Europa y EE.UU. el Gran Capital tratará de utilizar a los liberales, a la socialdemocracia y a la "izquierda" para contrarrestar la "oleada nacionalista" que impulsa ese proletariado del siglo XX, para defender el orden neoliberal. Así, pondrá a luchar a hijos contra padres y abuelos. Ya ocurre en todo el mundo.

Dos generaciones de trabajadores, los obreros industriales del siglo XX (fordistas) y los "profesionales precariados" (nuevos proletarios del siglo XXI – post-fordistas), se enfrentan defendiendo dos modelos de capitalismo que no son solución ni para ellos ni para la humanidad.

La lucha por unir a los trabajadores de todos los países, razas, etnias, géneros y culturas, para dar un "salto civilizatorio" y construir una sociedad post-capitalista, es la tarea del momento. Ni los nacionalismos estrechos ni la globalización neoliberal son la salida. La unión de los trabajadores y desheredados de la tierra vuelve a estar a la orden del día.

Además, en esa tarea está incluida la lucha por la supervivencia de la humanidad.


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado