martes, 26 de febrero de 2019

EL VIACRUCIS DE DUQUE Y URIBE


Interviniendo en la casa vecina para ocultar los problemas de la propia…

EL VIACRUCIS DE DUQUE Y URIBE

Popayán, 26 de febrero de 2019

La novatada no se puede ocultar. La “cumbre” del Grupo de Lima en Bogotá, con la presencia del Vicepresidente Mike Pence de USA y el “autonombrado” Guaidó, no pasó de ser un sainete repetitivo de amenazas y anuncios en el aire, cada vez menos concurrido, en donde los neocons gringos y uribistas colombianos no lograron aprobar la intervención armada en Venezuela. Las caras largas, la frustración y el desespero, fueron la constante de ese evento.     

Duque vive su tragedia al terminar siendo un simple mandadero de Trump mientras Uribe forcejea para impedir la extradición desde los EE.UU. de Andrés Felipe “uribito” Arias, en quien ve reflejado su propio drama. Teme que la Justicia Transicional (JEP) se fortalezca o, que, en su deficiencia, la Corte Penal Internacional logre construir un caso contra él; pero lo que más lo horroriza es que un gobierno progresista pueda acceder al poder en 2022.

Es importante recordar que Duque desde principios de su período gubernamental se quiso mostrar deslindado de Uribe, pero no pudo mantenerlo. Su imagen venía en barrena dentro del mismo “uribismo” y, por ello, aprovechó el atentado del ELN para cambiar su estrategia e inició el camino de mostrarse como lo que es: peón del imperio y de Uribe quien, a través de Carlos Holmes, Francisco Santos, Marco Rubio y otros funcionarios, le impuso la agenda de guerra. Y es que objetivamente no tienen otra salida. La “paz”, así sea mínima, no es su terreno.

Solo a partir del 17 de enero Duque logró romper la tendencia a la baja en la opinión pública y con su discurso contra Maduro recuperó parte del apoyo de quienes lo eligieron. Pero no es gran cosa. En la medida en que los esfuerzos del imperio estadounidense por derrocar al presidente Maduro sean derrotados o neutralizados, la necesidad de la guerra se les vuelve más urgente, dado que, si no logran crear un ambiente de desestabilización en la región, no podrán acabar con la JEP, como es la pretensión de Uribe (https://goo.gl/paExmS).

Pero, además, el otro tema de fondo es la enorme crisis fiscal que tratan de ocultar. Duque en su reciente viaje a EE.UU., fue obligado a acudir a Nueva York para tranquilizar a las calificadoras de riesgo que están preocupadas por el peligroso desbalance entre el tamaño de la deuda pública (interna y externa) y el bajo desempeño de las finanzas del Estado colombiano. Esa gestión la hizo después de recibir órdenes de Trump y le dieron un bajo perfil.

Por esa razón quieren aprobar en el Plan de Desarrollo una reforma tributaria camuflada. Amagaron con recortar los subsidios al consumo de energía eléctrica y gas a los estratos 1, 2 y 3, pero ante el rechazo generalizado se echaron para atrás. Paralelamente, con la nueva clasificación de la “clase media” por parte del DANE, en la que ubican a quien obtenga ingresos superiores a $450.000 mensuales, van a intentar una nueva re-estratificación de los predios urbanos para legalizar –por otra vía– ese recorte de los subsidios a los servicios públicos.

En Colombia la lucha política está completamente definida. Los “medias tintas” y “tibios” no encuentran sitial en el actual entramado. En las elecciones regionales y locales se enfrentarán los dos bloques que se expresaron en los pasados comicios presidenciales: por un lado, el “uribismo” y sus aliados corruptos y de derechas, y por el otro, las fuerzas democráticas, progresistas y de izquierda. Pueda que aparezcan más opciones, pero la dinámica lleva a la polarización.  

El pulso por mantener la JEP, contra la extradición de Santrich y por la orientación pluralista del Centro de Memoria Histórica, ya mostró esa dinámica. La tarea del momento es fortalecer la presión internacional ante la Corte Penal Internacional y la ONU, que son los únicos organismos internacionales que defienden los acuerdos firmados con las Farc. Los demás organismos como la OEA, se han alineado con la estrategia de intervención en Venezuela. La destrucción de la JEP en Colombia está subordinada a esa meta.

Uribe ya negoció su impunidad con los gringos y Duque lo único que hace es el mandado. Por esa razón también quieren incentivar la guerra interna, hacer crecer artificialmente al ELN y otros grupos armados ilegales, y si pueden, utilizarlos para crear incidentes en las fronteras. Estos próximos 15 días son claves; si Venezuela resiste pacíficamente y no logran provocar la acción militar, Duque no va a poder objetar la JEP y tendrá que empezar a recular en muchos otros asuntos.

La movilización contra la guerra y la movilización social están a la orden del día. Los problemas que afectan a los productores de café, a campesinos e indígenas y productores de coca, y otros sectores sociales a los cuales este gobierno no les puede cumplir, van a obligar en el corto plazo a que amplios sectores sociales se movilicen y desenmascaren a un gobierno que se dedica a intervenir en los problemas de los vecinos para esquivar la responsabilidad con su propio pueblo.

Esa es la contradicción central que hoy vive Colombia. No puede haber ninguna vacilación frente a las pretensiones de Duque y Uribe de desestabilizar la región para salvar su propio pellejo. Lo que se impone es la fraternización en la frontera y la derrota de la mentira.

Nota: Fueron los “guarimberos” mercenarios los que incendiaron las tracto-mulas con alimentos y medicinas en los puentes fronterizos con Venezuela que cargaban también elementos para el terrorismo callejero. Existen videos donde se ve a los mercenarios reclamándole a un diputado venezolano por no haberles cumplido con el pago. Muchos de esos “guarimberos” eran paisas contratados para atacar a la fuerza armada de Venezuela con la complicidad de policías y el ejército colombiano. Ver: https://goo.gl/nYehGe

E-mail: ferdorado@gmail.com

martes, 19 de febrero de 2019

NO CEDER AL CHANTAJE IMPERIAL


NO CEDER AL CHANTAJE IMPERIAL

Popayán, 19 de febrero de 2019

La agresiva campaña impulsada por Trump (manipulado por asesores neocons) para derrocar al presidente Maduro de Venezuela, crea una de aquellas situaciones en las que no hay posibilidad de ser “medias tintas” o neutral Se está de acuerdo o no con el chantaje; así de sencillo.

El chantaje dice: Si Maduro no renuncia y si no se convoca nuevas elecciones, lo derrocamos. Y rematan: “Están sobre la mesa todas las opciones”, o sea, “es a las buenas o a las malas”.

Indudablemente es una situación muy compleja. Hay que revisar la historia y abordar la trama de la vida en su múltiple complejidad para no caer en posiciones mecánicas y lineales. Pienso que los intelectuales de avanzada que firman esta declaración internacional sobre Venezuela (https://goo.gl/E4xhix),  a pesar del tacto y la argumentación expuesta, ceden a la encerrona.

El chantaje es usado por Trump para atacar al senador demócrata Bernie Sanders que está a la cabeza de quienes exigen aumentar los impuestos a los “ricos” (multimillonarios que son el 1% de la población). Trump parece no ser consciente de los planes de los Pence, Pompeo, Rubio y demás oscuros personajes que son agentes de los que en la sombra manejan el “Estado profundo” de USA.

El chantaje ha sido utilizado por los gobiernos del imperio desde 1959 cuando Fidel Castro a la cabeza del pueblo cubano derrocó al dictador Fulgencio Batista. Y continuó con el chantaje al gobierno sandinista de Nicaragua cuando en 1978 derrocaron a Anastasio Somoza, otro dictador a sueldo de Washington. Ha sido siempre su instrumento de amenaza y extorsión.

Pero en el caso de Venezuela la situación es más dramática y paradójica. En abril de 2002, solo tres (3) años después de la elección del presidente Chávez, sin mediar presiones, amenazas o chantajes, el imperio norteamericano orquestó y efectuó un golpe de Estado con algunos elementos de la oligarquía parásita de ese país. Dicho intento fue derrotado por el pueblo venezolano con un contragolpe social y político que significó una dura derrota para el gobierno de Bush (EE.UU.).

A lo largo de 16 años la oposición golpista no pudo derrotar al “chavismo”. Cuando en diciembre de 2015 obtuvo mayorías en la Asamblea Nacional, el presidente de ese organismo (Ramos Allup) anunció que en menos de 6 meses “saldrían de Maduro”. A partir de ese instante, el gobierno inició lo que llamo “deriva autoritaria”, monopolizó el TSJ, destituyó a la Fiscal Ortega, convocó una ANC y adelantó las elecciones presidenciales, a las cuales la oposición no acudió.

Si la oposición hubiera desarrollado a partir de ese momento (2015) una estrategia democrática y pacífica, muy seguramente “otro gallo cantaría”. Lo más seguro es que hubieran derrotado al gobierno en elecciones. Pero las derechas venezolanas no son autónomas, son entreguistas y pro-imperiales. Sus “guarimbas”, tácticas, discurso, todo es elaborado por las agencias de inteligencia estadounidense como lo demuestran Cohen y Blumenthal en este texto (https://goo.gl/sF9PRs).

Para completar el cuadro deben analizarse otros factores internos y externos. A pesar de los “errores” cometidos por la dirigencia de Cuba, Nicaragua y Venezuela, como sus prácticas autoritarias de gobiernos acosados por el imperio, en su gestión gubernamental lograron construir una base social que valora sus esfuerzos y no acepta imposiciones extranjeras; por primera vez en su vida, han accedido a servicios sociales de calidad (educación, salud, vivienda, otros) y, por ello, apoyan a sus gobiernos más allá de formalidades “democráticas” y presumidas “libertades”.

Además, la injerencia de los EE.UU., aunque se disfrace de defensa de los DD.HH. y de ayuda humanitaria, tiene un claro e innegable objetivo geopolítico. Lo ocurrido en Afganistán, Irak, Irán, Libia, Siria, etc., lo demuestra. Utilizan la “democracia” y “libertad” para derrocar “dictadores no sumisos” al poder imperial de USA, pero una vez logrado el propósito no pueden ser coherentes con su discurso. La vindicta y la desaparición física de sus adversarios ha sido su práctica probada.

Hoy los países que sufrieron la “intervención humanitaria” de la OTAN, viven una situación de desmembramiento territorial y desestabilización política que es utilizada por “Occidente” (EE.UU. y UE) para expoliar sus riquezas y tratar de impedir la expansión en esas regiones de otras potencias económicas (Rusia, China, India) que, aunque no utilizan políticas imperialistas, compiten con fuerza económica y aprovechan la decadencia estadounidense. Es lo que ellos no quieren aceptar.

De acuerdo a Thierry Meyssan (Red Voltaire) esa es la estrategia de los EE.UU. Quieren destruir los precarios Estados “nacionales” de Latinoamérica. Ese es el objetivo de la guerra que inicia por Venezuela, sigue con Cuba y Nicaragua, pero pretende desestabilizar toda la región e impedir que nuevos gobiernos “progresistas” (llamados por ellos “socialistas”) se consoliden en México, surjan en Colombia y Perú o recuperen los gobiernos en Ecuador, Brasil, Argentina o Chile.

Por ello hay que identificar las estrategias de las oligarquías de cada país. Utilizan la “amenaza castro-chavista” para montar gobiernos más autoritarios que aquellos que quieren derrocar; como ocurre en Colombia y Brasil, en donde los gobiernos de Duque y Bolsonaro impulsan políticas para cerrar todas las vías democráticas frente a la resistencia popular que está en proceso de estallar como reacción al deterioro de la situación económica y la crisis fiscal que viven sus Estados[1].

¿Por qué los intelectuales no exigen nuevas elecciones en Honduras, Brasil, Paraguay o Guatemala en donde han ocurrido golpes de Estado o hechos de corrupción que generan grandes dudas sobre la legitimidad de sus gobiernos? ¿Por qué los EE.UU. apoyan a regímenes autócratas como los de Arabia Saudita y otros, que violan flagrantemente los derechos humanos y niegan la libertad de sus ciudadanos? ¿Por qué no se cuestiona la democracia de EE.UU. en donde los mecanismos electorales no reflejan la voluntad de la mayoría de los votantes?   

¿Creen los intelectuales que cediendo al chantaje se va a parar la guerra regional? ¿Será que la oposición golpista de Venezuela de un momento para otro se convertirá en un dechado de democracia o en agentes de la supuesta libertad? ¿Por arte de magia el imperio va a desechar sus prácticas golpistas e injerencistas? ¿Quiénes han invertido miles de millones de dólares para apoderarse de las reservas de petróleo y de minerales de Venezuela, de la noche a la mañana van a respetar la autonomía de los pueblos y la autodeterminación de las naciones?

No será así, queridos amigos intelectuales. No podemos ser ilusos. La vida es más cruel, dura, difícil, injusta y compleja con respecto de lo que nos dice la teoría y, así no sea lo ideal y perfecto, para no quedar del lado del histórico enemigo de los pueblos latinoamericanos y de sus oligarquías criminales, hay que resistir y rechazar el chantaje. Así no nos guste Maduro o su política.

Si para impedir la guerra hay que recurrir al apoyo de Rusia y China, con el fin de equilibrar las fuerzas geopolíticas, hay que hacerlo. Hay que desenmascarar la falsa “ayuda humanitaria” que es una herramienta de guerra en manos del imperio. Y en lo interno, el pueblo venezolano debe organizarse con autonomía para retomar las banderas de un verdadero movimiento que, como dice Boaventura de Souza Santos, “revolucione la democracia y democratice la revolución”.

No dudemos; hay que rechazar de plano el chantaje imperial de la mafia que gobierna los EE.UU.

Nota: En Colombia, Uribe cede al chantaje gringo. Va a incendiar el país y ponerlo al servicio de la guerra para impedir su extradición a los EE.UU. y/o detener los numerosos juicios que lo comprometen con el narcotráfico, con los miles de asesinatos del paramilitarismo, con la manipulación de testigos y la interceptación de comunicaciones de políticos y periodistas.

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado   



[1] El Plan de Seguridad y el Plan de Desarrollo de Duque en Colombia es autoritario y antidemocrático; se promueve la guerra interna y externa; se crean grupos masivos de informantes, se niega la consulta previa a comunidades, se fortalecen los aparatos represivos, y se persigue a la oposición usando una Fiscalía y órganos de control politizados.   

lunes, 11 de febrero de 2019

DUQUE VIAJA A RECIBIR ÓRDENES DE TRUMP

DUQUE VIAJA A RECIBIR ÓRDENES DE TRUMP

Popayán, 11 de febrero de 2019

El presidente Duque viaja ésta semana a Washington. Recibirá órdenes de Trump para continuar la campaña de desestabilización del gobierno de Venezuela. A cambio, los EE.UU. no sancionarán al gobierno colombiano por sus incumplimientos en las metas de erradicación de cultivos ilícitos. 

Duque acude en medio de una visible debilidad. No logra consolidar la coalición de gobierno ante la rebeldía de los socios que lo ayudaron a elegir. Además, los impactos negativos causados por el traumático proyecto de Hidroituango (obra emblemática de su tutor Uribe), y las oscuras actuaciones de la ministra de Justicia y el presidente del Senado (Macías) contra la JEP, frenaron en seco el crecimiento de su imagen que venía en ascenso después del atentado del ELN.

Va a entrevistarse con Trump para oficializar su papel subordinado en la intervención imperial que avanza en Venezuela y en la región, que es su caballito de batalla y su único asidero. Pero Duque tendrá que ser muy cauto frente al grave error cometido por Guaidó que ha generado una fuerte reacción entre los demócratas estadounidenses al “autorizar” imprudentemente la intervención armada de los EE.UU. en su país. (https://goo.gl/aGvd5M).

Debo aclarar que no soy “madurista” ni fui “chavista”; siempre advertí que detrás de Chávez estaba una “burguesía emergente” que aspiraba a controlar el aparato de Estado (entre ella, la cúpula del ejército) pero, también, observaba con expectativa a un pueblo ilusionado con la “revolución bolivariana” que –infelizmente– no fue capaz de aprovechar ese período de tiempo (casi 15 años) para empezar (por lo menos) a construir una economía diversificada no dependiente del petróleo.

Muchos allá, en Venezuela, de los que hipócritamente hoy se rasgan las vestiduras no dijeron ni pío cuando tuvieron oportunidad de participar en la burocracia “chavista” o en los inmensos negocios que hicieron con la bonanza de los precios del petróleo. Hoy se suman al llamado a la intervención armada extranjera sin ningún rubor y sin responsabilizarse de nada.

Por eso las mayorías populares no les creen, aunque tampoco le creen a Maduro. La gente quiere la paz, la convivencia y soluciones reales a los problemas concretos causados tanto por el bloqueo económico y el saboteo imperial-oligárquico como por la ineficiencia y corrupción del gobierno. 

Tampoco soy pro-imperio, mucho menos pro “vieja MUD” ni pro “nueva-MUD”, ésta última encabezada por Marco Rubio y Leopoldo López (Guaidó), que incita a la guerra por orden de las mafias legales e ilegales que controlan el “Estado profundo” en los EE.UU. Esas mafias globales viven su propia crisis ante la aparición de un mundo multipolar que no quieren aceptar (China, Rusia, India, Irán, etc.) y de un pueblo estadounidense que poco a poco va abriendo los ojos.

No quiero guerra para nuestra región (norte de Sudamérica y el Caribe) y espero que los venezolanos sean capaces de encontrar una salida pacífica.

En Colombia, los que quieren la guerra son los que impulsan la economía extractivista (petróleo, minería, megaproyectos, carbón, oro, agro-combustibles, etc.). Promueven la guerra con la expectativa de participar –al lado de los capitalistas gringos y europeos– de una “partecita” del botín energético, como socios menores y mendicantes. Ya preparan sus contratistas y mercenarios para hacerlo (https://goo.gl/MXRYM2) y han ubicado todas sus fichas en Cúcuta, centro operativo del complot injerencista. En la actualidad utilizan la supuesta “ayuda humanitaria” para provocar un incidente fronterizo y justificar la intervención militar (https://goo.gl/9yJA7T).

Es tal la crisis fiscal y presupuestal del gobierno colombiano que han negociado con Trump su participación en la guerra contra Venezuela y Cuba, a cambio de que los estadounidenses no impongan sanciones ni insistan (por ahora) en la “lucha contra las drogas” que no tienen cómo financiar. Saben que ese “negocio” aporta más de 5 puntos al PIB, dinamiza la economía y engorda las arcas de banqueros. Además, quieren vender otro 10% de Ecopetrol, no saben qué otros activos públicos vender, y a corto plazo no tienen cómo aplicar más impuestos. Tienen la presión de las agencias calificadoras de riesgo a las que Duque tratará de calmar en ese viaje a EE.UU.

Quieren la guerra, desean incendiar su propia casa para ocultar la grave situación que tienen a todo nivel, y piensan que al lado de Trump tienen garantizado el “seguro contra-incendios” que pague la indemnización de la catástrofe.  Y ello, porque en Colombia se les acaba el petróleo, se le cierran los mercados al carbón, y las comunidades en general, rechazan la mega-minería y los mega-proyectos depredadores de la naturaleza como Hidroituango, Santurbán, El Quimbo y otros.

Necesitan la guerra para acusar a todos los demócratas de apoyar la “dictadura” de Maduro. “Dictadura” que deja que Guaidó y los integrantes de la Asamblea Nacional anden como “pedro por su casa” con sueldos oficiales, amplia cobertura de medios de comunicación y hagan llamados al ejército a derrocar al presidente, cuando en Colombia los opositores son perseguidos y acusados de atentar contra las instituciones democráticas por denunciar la corrupción. Si pudieran, ya los habrían asesinado como matan a diario a líderes sociales en todo el territorio nacional.

La paradoja es que en Colombia son los campesinos medios y pobres los que sostienen la economía (café, panela, frutales, aguacate, piscicultura, etc.), incluyendo la “coquera”, y en las ciudades, los pequeños y medianos empresarios (y toda clase de rebuscadores creativos y trabajadores formales e informales) son los que generan empleos productivos, mientras los grandes banqueros y mafias de todos los colores siguen enriqueciéndose en medio de la corrupción más terrible.

Mientras la “emergencia humanitaria” se vive en Colombia desde hace décadas, como lo que ocurre en la Guajira con la muerte de cientos de niños por desnutrición, o en la zona noreste de Antioquia impactada por las obras de Hidroituango, o en la Costa Pacífica (Buenaventura, Tumaco, etc.) en donde la violencia y la miseria se entrelazan de forma dramática contra las comunidades pobres, el gobierno colombiano promueve la “ayuda humanitaria” con Venezuela, a fin de crear condiciones para incendiar la región.

Pero, no podrán, no lo lograrán.

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

domingo, 3 de febrero de 2019

DESENMASCARAR EL COMPLOT IMPERIAL Y EXIGIR LA INTERVENCIÓN DE LA ONU

El eje injerencista de Miami-Bogotá-Madrid-Este de Caracas, debe ser detenido…

DESENMASCARAR EL COMPLOT IMPERIAL Y EXIGIR LA INTERVENCIÓN DE LA ONU

Popayán, 3 de febrero de 2019

En menos de 2 años (18 meses), la situación del pueblo venezolano ha cambiado drástica y dramáticamente. El conflicto que se desarrolla en Venezuela ya no les compete solo a los venezolanos porque hoy es un problema regional y global. Todo el mundo tiene los ojos puestos en ese país suramericano y caribeño, a la espera de uno u otro desenlace.

Tampoco están en juego ni la democracia ni los derechos humanos (como algunos “ingenuos” creen), dado que, en toda guerra como la que está en operación, se anulan y sesgan totalmente esas categorías conceptuales haciéndolas depender de la interpretación de cada bando.

Incluso, la soberanía no se ejerce hoy plenamente: las fuerzas armadas venezolanas y la población mantienen precariamente el control territorial, pero la soberanía económica ha sido gravemente lesionada por las políticas desacertadas del gobierno. Dichas políticas han sido causadas, en parte, por la presión y el cerco imperial pero también, por errores conceptuales y por la corrupción administrativa de la burocracia enquistada en el régimen.

La soberanía política también ha sido gravemente afectada tanto por el gobierno como por la oposición golpista.El gobierno debilita la soberanía popular al ser incapaz de resolver los problemas vitales de la población (alimentación, medicinas, servicios públicos, transporte, etc.), y la oposición, al vender la idea de que el gobierno estadounidense y sus socios injerencistas intervienen para “restablecer la democracia” y “acabar con la dictadura”.

La nueva generación de derechistas golpistas ha llegado a los extremos de izar las banderas de EE.UU. y de Israel en sus eventos, dejando ver que solo son títeres de un plan de intervención extranjera. Y en medio de su desesperación, importantes sectores sociales asimilan esa idea.

Desde mediados de 2017 la estrategia de la derecha golpista cambió en cabeza de Leopoldo López y sus asesores gringos (encabezados por Marco Rubio). Se dedicaron a ganar tiempo y a complotar y acumular fuerza desde afuera de Venezuela.

Igualmente, la situación de la política interna de los EE.UU. evolucionó hacia el caos que no controla Trump, sino que lo controla a él, y las fuerzas reaccionarias estadounidenses lideradas por Mike Pence, Mike Pompeo y el mismo Rubio, han logrado un alto nivel de incidencia en la política para América Latina.

Ahora ejecutan su plan: una guerra de intervención en Venezuela y en toda la región.

De acuerdo a todas las informaciones, mensajes, gestos y señales, Trump piensa que, solo con presión diplomática, cerco económico y amenazas de guerra (“fuegos artificiales”), van a doblegar al gobierno de Maduro y al ejército bolivariano. Es también lo que algunos ingenuos presidentes y sectores políticos de la región y del mundo creen a pie juntilla.

Pero el núcleo “neocon” que maneja los hilos de la conspiración, que utiliza esa guerra para también desmoronar (“impeachment”) al mismo gobierno de Trump, y desestabilizar toda la región desde México hasta Bolivia, que está en coordinación con Steve Bannon, John Bolton, Eliott Abrams, Álvaro Uribe Vélez y la élite anticubana de Miami-Madrid, parece estar decidido a todo. Traman y complotan por debajo de la mesa, presionan gobiernos y chantajean a mafias de todas clases y colores para comprometerlas en su aventura.

Estas nuevas condiciones nos llevan a replantear algunas ideas que han sido superadas por la realidad.

Las condiciones internas de Venezuela que hacían imposible una guerra de intervención imperial, pasaron a ser irrelevantes ante una estrategia de intervención y desestabilización regional de carácter imperialista. Esas condiciones internas consistían en que no existe una tradición guerrerista entre el pueblo venezolano, no hay una división tribal ni territorial que puedan aprovechar o estimular, el ejército bolivariano está unificado y cuenta con una tradición anti-imperialista, y la elite parásita de oposición no tiene la capacidad para encabezar una rebelión armada.

Sin embargo, esas condiciones cambiaron con la intervención extranjera que viene impulsando la cúpula guerrerista de la región y de EE.UU. Al estar en la agenda del plan desestabilizador una serie de objetivos que van más allá de Venezuela, todos los análisis y expectativas cambian de manera drástica.

Esos objetivos son: a) el derrocamiento por la fuerza del presidente Maduro y la apropiación por parte del gran capital (especialmente de EE.UU.) de las riquezas petroleras y minerales de Venezuela; b) la destrucción de los acuerdos de paz con las Farc, la agudización de la guerra interna irregular y el debilitamiento de las fuerzas democráticas y progresistas en Colombia; c) el cerco y acoso al gobierno de Cuba, Bolivia y Nicaragua; d) el aislamiento regional del gobierno de AMLO de México; e) la nueva política de expoliación de los recursos naturales de la cuenca del Amazonas, en cabeza del gran capital global, el nuevo gobierno de Brasil y los gobiernos extractivistas del Grupo de Lima.

Si estamos en lo correcto, no serán los ejércitos de ningún país los que se comprometan en la guerra. Los grandes “contratistas del terror” tienen listas miles de tropas de mercenarios y sus empresas de destrucción y de “re-construcción” tienen el panorama claro sobre los intereses, contratos, subcontratos, sobornos y toda clase de repartimientos entre las fuerzas interesadas en apropiarse de los inmensos recursos energéticos de la región. Colombia “exporta” miles de mercenarios desde 2011 que “trabajan” a bajo costo para empresas privadas de los EE.UU. comprometidas en las guerras del Medio Oriente y África (https://goo.gl/yBSuQD).  

Pareciera que la cúpula madurista-cabellista del gobierno venezolano dejó crecer el “enano”. La “casa por cárcel” de Leopoldo López ha sido uno de los “nodos golpistas” donde se construyó toda la infraestructura de comunicaciones y el diseño estratégico que sirvió de plataforma política al desconocido y novel Guaidó, con la sombra y cobertura de la acción de una Asamblea Nacional pagada con los recursos económicos del pueblo venezolano.

Hoy las fuerzas democráticas, patrióticas, revolucionarias y anti-imperialistas de toda América Latina tenemos la obligación de enfrentar ese plan de muerte. Y para hacerlo hay que tener claros los análisis de clase y geopolíticos. Ya no sirve hablar de “no intervención” cuando todas las potencias, de una manera u otra, tienen “velas en ese entierro”. Ya es algo tarde pedir “democracia” cuando ni en EE.UU. ni en Europa la democracia se respeta en lo más mínimo. ¿Cómo exigir democracia cuando en América Latina los “golpes blandos” han sido la constante? ¿Qué moral o ética tienen los gobiernos de Colombia, Honduras, Paraguay, Brasil o Perú para exigir “democracia”? 

Cuando las fuerzas políticas internas de Venezuela están –más allá de las apariencias– absolutamente debilitadas frente al conjunto y mayorías de la población, plantearse salidas “democráticas” inmediatas, es otorgarles grandes ventajas a las fuerzas golpistas de derecha.

Las fuerzas del gobierno están débiles por el enorme desgaste, ejercicio de represión y caos económico acumulado; y las de la oposición no logran fortalecerse por su actitud golpista, entreguista y antipatriótica.

El objetivo central, entonces, es desenmascarar el complot imperial y evitar el escalamiento de la guerra.

El gobierno de Maduro tiene que replantear su estrategia y buscar nuevos aliados dentro y fuera de Venezuela. Y las fuerzas democráticas de la región deben conformar un Frente contra la guerra imperialista y oligárquica, llamando sin temores ni ambigüedades a Rusia, China y otras potencias a intervenir en la solución pacífica y consensuada de este conflicto.

Solo una intervención externa e internacional, posiblemente coordinada y articulada por la ONU, en donde las fuerzas políticas, sociales y del ejército venezolano tengan una representación amplia y cualificada, que a la vez sea un verdadero proceso de paz, puede ayudar a resolver ese conflicto inducido desde lo más reaccionario y codicioso del imperio estadounidense.

Los demás escenarios no lograrán detener la voracidad del imperio. Hay que retomar la iniciativa principalmente soberanista.

Nota: La llamada “ayuda humanitaria” es una estrategia de la guerra de intervención. Hoy el eje Miami, Bogotá, Madrid y “este” de Caracas concentra sus esfuerzos en la ciudad de Cúcuta. La pregunta que surge es: ¿Por qué los gobiernos injerencistas y las grandes fundaciones “humanitarias” que están detrás de los “contratistas del terror”, no auxilian a los cientos de miles de migrantes centroamericanos que huyen hacia EE.UU. o a las decenas de miles de africanos que buscan un mejor vivir en Europa? ¿Acaso es una inversión en Venezuela y Colombia que van a capitalizar con los contratos de la destrucción y re-construcción de esos países?

E-mal: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado