martes, 29 de noviembre de 2016

ESTAMOS OBLIGADOS A INTENTARLO DE NUEVO

“Otro mundo es posible”…

ESTAMOS OBLIGADOS A INTENTARLO DE NUEVO

Popayán, 29 de noviembre de 2016

“Uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo.”

Fidel Castro

Uno de los dirigentes de talla mundial que más insistió en los peligros de una extinción abrupta y súbita de la especie humana fue Fidel Castro Ruz. La humanidad en la segunda década del siglo XXI está enfrentada a los riesgos que genera un capitalismo senil y decadente. Desde un cataclismo planetario ocasionado por el desequilibro ambiental; una guerra o un accidente nuclear que provoque una gran hecatombe atómica; o el impacto global de una epidemia planetaria que puede desatarse de la fuga de un virus de laboratorio o de un virus prehistórico liberado por el deshielo de los casquetes polares, son amenazas ciertas y latentes que penden sobre nuestras cabezas y las de las nuevas generaciones.    

De acuerdo a dichas alertas que tienen base científica comprobada, si la humanidad no actúa de consenso y con cierta urgencia para detener y reversar los efectos del calentamiento global y de la carrera armamentística nuclear, corremos el riesgo de una posible extinción masiva. Ya ocurrió con muchas especies animales desparecidas de la tierra en el remoto pasado. Además, millones de personas sufren todo tipo de enfermedades mentales fruto de los efectos del consumo obsesivo y compulsivo de mercancías, las innumerables adicciones psicóticas, la crisis existencial, el auto-aislamiento y la misoginia (en medio del auge de la comunicación digital). Una parte de la población vive en “estado permanente de miedo e inseguridad” que es resultado de los efectos de una economía crematística que no tiene sentido ni control.

No estaban equivocados los pensadores que construyeron la utopía del “otro mundo posible”. Ya existen las condiciones materiales para superar esa máquina de destrucción masiva que es el capitalismo. El nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, las tecnologías y el pensamiento humano, han alcanzado el perfeccionamiento suficiente y necesario para garantizar el bienestar a toda la población humana. Sin embargo, no hemos logrado resolver los problemas éticos, teóricos y políticos que impiden que lo más avanzado de la humanidad se decida a retomar las banderas de la “revolución anti-capitalista”. Pensando en ello, a continuación, se plantean en forma sintética, algunos temas a resolver en un nuevo intento que estamos obligados a impulsar. Frente al precipicio es forzoso intentarlo otra vez.

“Revolución sistémica” y “revolución política”

Es necesario tener clara la diferencia entre lo que es una “revolución sistémica” y lo que es una “revolución política”. Una revolución sistémica es el paso de un modo de producción a otro, ejemplo, del feudalismo a capitalismo, y en ese proceso están implícitos muchos factores que influyen para que esos cambios estructurales se presenten y consoliden. Entre ellos, las transformaciones tecnológicas que determinan en buena medida las relaciones entre los mismos humanos, entre los humanos y la naturaleza, y entre los humanos y el pensamiento, lo cual genera cambios en la naturaleza del trabajo, las relaciones sociales mismas, el carácter del Estado y los cambios culturales.

Uno de los grandes errores que cometieron los revolucionarios de los siglos XIX, XX y principios del XXI, fue creer que las revoluciones políticas, por sí mismas, y sobre todo usando el Estado “heredado”, podrían hacer la revolución socialista y comunista pasando por encima de unas condiciones predeterminadas, y por ello, terminaron forzando las cosas y estrellándose con aspectos culturales y materiales que no podían cambiar de un momento para otro. Si tenemos claro ese aspecto, podremos adecuar nuestra acción o gestión del Estado heredado tanto a las limitaciones materiales y culturales existentes como a las fuerzas reales y transformadoras que hayan surgido en la sociedad. Combinar, casi “fundir”, revolución y reforma es la fórmula indicada, pero el problema es elaborar las herramientas conceptuales y reales para hacerlo. No es fácil.

Una “revolución política” es básicamente la construcción de una nueva hegemonía social, política y cultural que logre desplazar del poder político a una clase o grupo de clases que habían cimentado una hegemonía anterior. Dichas revoluciones se realizaron en el siglo pasado por medio de insurrecciones populares (algunas armadas o no), pero al no tener claro el problema “sistémico” de fondo y el problema de la “hegemonía”, degeneraron en gobiernos autoritarios y en dictaduras, y no consiguieron construir nuevas formas de democracia que fueran reemplazando o transformando la democracia representativa, o construyendo nuevas formas de democracias que ya han existido en diferentes momentos de la civilización humana.

En este punto debemos tener en cuenta el “pro-común colaborativo” como ejemplo de “otro tipo” de democracia basada en los “gobiernos de los bienes comunes”, que fueron inventados por comunidades productoras y consumidoras de diversas regiones y culturas planetarias. Mi planteamiento es que nuestra lucha en términos estratégicos debe concebirse en la dinámica de impulsar relaciones y economías de carácter colaborativo y en función de construir lo que algunos teóricos han definido como “pro-común colaborativo” (Rifkin, Ostrom).

Las concepciones mesiánicas y la auto-organización

Un nuevo intento revolucionario de los trabajadores y de la sociedad humana por edificar una sociedad post-capitalista debe cuestionar todas las concepciones mesiánicas que se basan en creer que la humanidad va a poder construir algún día una especie de paraíso en donde no habrán conflictos ni precariedades. Esa idea es la que ha llevado a la mayoría de revolucionarios a creerse una especie de “salvadores supremos”, a querer “hacerle la revolución al pueblo” como por encargo, y a cometer tantos errores subsecuentes.

Ser conscientes de ello nos permite diseñar un pensamiento y una acción en donde las transformaciones que estamos planteando, o sea, construir relaciones, economías y culturas colaborativas que promuevan y vayan constituyendo y perfeccionando “pro-comunes colaborativos”, no sean para después, para cuando tengamos el “poder”, sino que podemos hacerlo desde ya en nuestro entorno, familia, barrio, sector productivo, etc., lo cual nos lleva a lo que algunos llaman visión y acción “glocal”, o sea, actuar en lo local con pensamiento global y actuar en lo global con pensamiento local.

Sin embargo, en muchas de las concepciones y prácticas que promueven esta visión se cae muy comúnmente en una especie de “autonomismo”, en un “comunismo utópico”, en querer construir algo nuevo, colaborativo y ecológico sin tocar para nada las condiciones reales y concretas que impone el poder del capital y el poder del Estado que está a su servicio, y entonces, dichos proyectos se aíslan del conjunto de la sociedad, e incluso, en algunos casos pueden terminar siendo utilizados por los bloques imperiales para debilitar procesos de transformación de alcance nacional o regional.

La solución no es otra que los procesos de “auto-organización” tengan su propia dinámica autónoma e independiente del Estado, para evitar la cooptación, el burocratismo, la dependencia, el paternalismo, etc., pero sin renunciar a la lucha por controlar y contar con el apoyo del Estado, sobre todo para neutralizar la acción de los grandes monopolios capitalistas que siempre tratarán de ahogar y destruir cualquier experimento económico-social y cultural que atente contra sus lógicas de acumulación.

No suplantar a la sociedad

Esa nueva tentativa transformadora y civilizatoria debe cuestionar las formas organizativas de las fuerzas revolucionarias que en nombre de la democracia o del centralismo, o de su combinación, terminan reemplazando a la sociedad, asumiendo determinaciones trascendentales sin consultar ni involucrar a las mayorías, y por tanto, en esa dinámica, la acción política, la gestión administrativa, el control social, terminan concentrados en funcionarios y grupos especializados.

En esa dinámica, se debe resolver el problema de las formas de representación, los límites que hay que colocarle, la temporalidad, la revocación del mandato, las condiciones para estimular la participación amplia de las personas y comunidades, y por tanto, buscar formas de organización que al mejor estilo de los neo-zapatistas mexicanos conviertan en norma cultural lo de “mandar o actuar obedeciendo”, “convencer y no vencer”, “proponer y no imponer”, “bajar y  no subir”, “construir y no destruir”, “representar y no suplantar” y “servir y no servirse”[1].

El eterno problema del “Poder”

El otro tema que sólo se plantea pero no se desarrolla es el debate sobre el Estado y el Poder. Queda pendiente. Un resumen sobre los aspectos principales de ese debate que tiene que ver en lo fundamental con aquellas corrientes de pensamiento que reducen el “poder” a la “cosa”, o sea, al aparato estatal, y aquellos que lo reducen a la “relación de dominación”. En uno u otro caso, esa reducción lleva a graves problemas y allí es donde radica la dificultad. Quienes reducen el “poder” al aparato estatal creen que las transformaciones se pueden hacer por decreto, “desde arriba”. Quienes reducen el “poder” sólo a la “relación”, desconocen la fuerza material del Estado (ejército, burocracia, fuerza económica), creen poder hacerlo todo "desde abajo", y de una u otra forma, son derrotados, neutralizados o cooptados. Es muy importante ese tema que ha sido tratado parcialmente por Álvaro García Linera en diversos eventos, y que está en el centro de todos los fracasos de los llamados “procesos de cambio”.

Reflexionando sobre estos temas, Fidel Castro lo dijo en sus últimas actuaciones públicas: “(…) uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo.”[2]  

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado



[1] Lemas y principios de los gobiernos autónomos construidos por comunidades indígenas chiapanecas en México con la orientación y colaboración del EZLN.
[2] Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba, en el acto por el aniversario 60 de su ingreso a la universidad, efectuado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005.

viernes, 25 de noviembre de 2016

¡NINGUNA ILUSIÓN EN LA FALSA PAZ!

¡NINGUNA ILUSIÓN EN LA FALSA PAZ!

Popayán, 25 de noviembre de 2016

El pasado jueves 24 de noviembre se firmó el “acuerdo definitivo” para la terminación del conflicto armado con las FARC en el escenario del Teatro Colón de Bogotá.

Allí, Timoleón Jiménez, alias “Timochenko”, planteó que “Destacamos la importancia que tendría para el país la conformación de un gobierno de transición cuyo propósito fundamental sea el cumplimiento cabal de los acuerdo de la Habana, el cual debería estar integrado por todas las fuerzas y sectores que han trabajado sin tregua por ellos.”

De acuerdo a esa idea de las FARC la tarea para 2018 es unirnos con “todos los del SI” (incluyendo a los corruptos y “santistas”) para implementar la paz neoliberal firmada mediante la elección de un “gobierno de transición”.

Esa propuesta no sólo es funcional al régimen existente sino que es poner en bandeja de plata el gobierno en 2018 al “uribo-varguismo”, dado que es darle continuidad a la estrategia que llevó a los demócratas colombianos a la derrota del 2 de octubre.

Por el contrario, otros sectores ciudadanos y de colectivos de jóvenes estamos planteando que hay que buscar la manera de derrotar la falsa polarización entre Santos y Uribe. Para hacerlo hemos propuesto construir una “Tercería Ciudadana y Democrática” que aglutine a todas las fuerzas que queremos la paz pero que consideramos que la única garantía de construirla es derrotando a la casta política corrupta dominante.  

Hay que explicar y hacer entender que sólo un gobierno que esté muy lejos de la corruptela “uribista” y “santista”, podrá en verdad, no sólo implementar los acuerdos sino llevarlos mucho más allá. De lo contrario, todo se quedará en palabras, discursos, pliegos firmados y una “paz” de papel, como la Constitución de 1991.

Pensamos que el momento político en Colombia es óptimo para organizar un “movimiento”, ojalá encabezado por jóvenes, que con autonomía e independencia frente a lo existente (incluyendo a la izquierda tradicional, armada y desarmada, y en la dinámica de construir a mediano plazo un Nuevo Proyecto Político), irrumpa en la política nacional y con una acertada estrategia (incluyendo la presentación de un candidato “outsider”) presione la conformación de esa “Tercería Ciudadana y Democrática”.

Dicha “tercería” puede aglutinar a todas las fuerzas decididas a superar la polarización entre los corruptos "santistas" y "uribistas", y que pueda acceder al gobierno en 2018 con una propuesta que rompa con la dinámica actual, condición indispensable para implementar plenamente los acuerdos de paz pero, además, avanzar en temas no contemplados en ese pacto como la política productiva, ambiental, empleo, salud, educación, etc.

La propuesta de Timochenko es “más de lo mismo”, es oficializar y darle continuidad a la alianza política que teniendo todo a su favor provocó la derrota del SI y, con ello, se le facilita el camino y el triunfo del “uribo-varguismo” que está en construcción y al acecho.

Hay que decir que la implementación de los acuerdos de paz será una farsa, una pantomima, un engaño, una trampa, mientras no logremos derrotar a la casta política corrupta. Eso debe quedar muy claro.

Un ejemplo de esa situación es la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras aprobada el 10 de junio de 2011 (¡hace ya 5 años!), que no se ha cumplido en lo más mínimo, y ahora, con los “reparos” de Uribe aprobados en los “nuevos acuerdos”, será mucho más difícil su cumplimiento (http://bit.ly/2gI88WR).

Hechos y no palabras. Si hubiera voluntad política se organizaba a los campesinos despojados, se los protegería con el ejército y se recuperarían las tierras. Pero Santos ni ningún político de su camada va a hacer eso... ¡nunca lo harán!

El problema no es de leyes ni de reformas. Es de intereses de clase y de voluntad política. ¡Ninguna ilusión en la falsa paz!

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

miércoles, 23 de noviembre de 2016

EN COLOMBIA NO VA A HABER PAZ

EN COLOMBIA NO VA A HABER PAZ
Popayán, 23 de noviembre de 2016

“El desarrollo no es más que una hipótesis de dominio”.

Lacan 

En Colombia a corto plazo no va a haber paz. Esa es la realidad.
La guerrilla de las FARC silenciará y dejará las armas, es decir, esa guerra irregular y degradada terminará pero... eso no significa que va a haber paz. No seamos ingenuos.
No podemos hacernos ilusiones. Las causas del conflicto social y armado se mantienen y no van a ser resueltas en el corto plazo.
La derecha-extrema encabezada por Uribe va a hacer hasta lo imposible por impedir que los excombatientes guerrilleros hagan política legal, van a tratar de repetir lo que ocurrió con la UP y contarán, con la complicidad de un gobierno débil y vacilante que no tiene el control sobre sus propias fuerzas armadas.
Debe surgir y aparecer un "movimiento social y político de nuevo tipo" que unifique a las mayorías colombianas para derrotar a todos los corruptos (tanto los del SI como los del NO) y que nos permita empezar a resolver los problemas que alimentan la guerra como son:
- La arbitrariedad, ilegalidad y corrupción que se mueve alrededor de la economía del narcotráfico, la minería ilegal y los grandes mega-proyectos minero-energéticos, que son los que actualmente financian a grupos paramilitares y bacrim, y atropellan a la población que se opone a sus planes de explotación y despojo.
- La presencia dentro de las fuerzas armadas (ejército y policía) de agentes de la extrema derecha que conspiran contra el mismo gobierno. Esos militares corruptos tienen nexos en las regiones con todos los partidos políticos, tanto del Centro Democrático como de la U, Cambio Radical, Liberal y Conservador, quienes posan de pacifistas en Bogotá pero alimentan la violencia en las regiones.
El "movimiento social y popular" y las izquierdas consecuentes deben exigir al gobierno nacional se declare una Emergencia Nacional, depurar a las fuerzas armadas, movilizar al ejército y a la policía en las regiones para atacar y exterminar los grupos paramilitares y bacrim existentes, que delinquen en todo el territorio nacional y están listas para seguir masacrando a los dirigentes ligados a las guerrillas o a sus expresiones políticas cercanas.
De lo contrario, todo lo que se haga en el Congreso, todos los acuerdos y firmas, todos los discursos bien intencionados de Santos y demás personajes, sólo serán una pantomima más, un engaño, una farsa, como las que ya han ocurrido en "procesos de paz" anteriores en 1953, 1958-61, 1990-91 (que tienen antecedentes históricos como la traición a los Comuneros en 1781 y el asesinato de Gaitán).
Mientras ello no ocurra las fuerzas políticas que surjan de la guerrilla van a tener que organizarse de otras formas, "no dar papaya", mantener ciertos grados de clandestinidad, fortalecer sus redes de inteligencia, no ser ingenuos, proteger a sus líderes, ayudar a detectar a los delincuentes que están al servicio de la extrema-derecha asesina y proteger su vida, antes que todo.
La "paz simple y pura" nunca existirá en Colombia. Sólo habrá verdadera paz cuando derrotemos políticamente a la oligarquía y desarmemos a quienes siempre han vivido de la guerra.

Nota: Exigir hechos y no más palabras; acciones y no papeles firmados; actos de verdad y no debates insulsos y falsos.  

jueves, 17 de noviembre de 2016

LÁNGUIDO FINAL DEL PROCESO DE PAZ

LÁNGUIDO FINAL DEL PROCESO DE PAZ

Popayán, 17 de noviembre de 2016

“La función de la ideología no es ofrecernos un punto de fuga de nuestra realidad, sino ofrecernos la realidad social misma como una huida de algún núcleo traumático, real”.


Slavoj Zizek

Cada quien mantiene su lectura de lo ocurrido el 2 de octubre en Colombia. No es fácil aceptar la realidad. Seguir aferrado al pasado y “corregir sin cambiar”, es la reacción corriente. Es la actitud que asumen –sobre todo– los dirigentes. Solo un número mínimo de personas se sintieron realmente afectadas por el sorpresivo triunfo del NO. Entre ellas, los jóvenes que se expresaron con las marchas masivas pero no sostenidas. Acto reflejo ante el temor de que se perdiera lo avanzado. La reacción inmediata fue presionar a Santos, Uribe y a las FARC, lo cual se corresponde con los resultados del plebiscito leídos en términos prosaicos y simples: “¡Resuelvan ese entuerto entre ustedes!”. Es lo que se ha hecho y se va a seguir haciendo en el Congreso.

Santos y las FARC no aceptaron su derrota. No podían. Las presiones externas, los peligros de mantener un cese de fuegos en un clima de tensión, los aprietos fiscales del gobierno, la proximidad del debate electoral de 2018, las negociaciones con el ELN, el triunfo de Trump, la posibilidad de que las fuerzas del NO –que obtuvieron un triunfo pírrico– se crecieran ante la duda, y la necesidad del Presidente de llegar con un acuerdo definitivo a Estocolmo el próximo 10 de diciembre, los obligaban a aferrarse a lo acordado. Por ello, remendaron los acuerdos con cambios de forma (uno que otro de contenido), cerraron el candado y botaron la llave. No tenían más margen de acción.  

Y del otro lado, Uribe y los supuestos representantes del NO, no entendieron ni podían asimilar su “triunfo”. Tanto al interior del Centro Democrático como dentro de la afanada y vacilante coalición que se formó, no tenían claro cómo actuar ante la nueva situación. La amenaza “castro-chavista” había quedado reducida a un fantasma. No podían negarse al diálogo para no quedar como obtusos saboteadores de la paz pero, a la vez, no querían forzar negociaciones porque sabían que sus principales objeciones son obstáculos absolutos e insalvables para el cierre concertado del fin de la guerra. Por ello aceptaron el mecanismo de ser “solo” consultados y aunque ahora se muestren inconformes con los “remiendos” y los califiquen de “conejo”, no tienen más que patalear como niños malcriados o aceptar lo nuevamente firmado.

El verdadero “pacto entre cúpulas” ya se hizo a espaldas de la Nación. El nuevo Fiscal General y el Procurador, recientemente elegido con el apoyo del Centro Democrático y de casi todas las fuerzas políticas, son los garantes del “acuerdo entre élites”. De acuerdo con todos los señuelos y despistes enviados en estos días, las presiones judiciales en el país y en el extranjero, las nuevas filtraciones de inteligencia, los tires y aflojes, se trata de garantizar la impunidad total a todos los responsables de los crímenes cometidos al calor o bajo la cobertura del conflicto armado. Perpetradores, financiadores y ejecutores, todos tienen asegurada la impunidad. Es la esencia del lánguido fin de una “guerra sin alma” en donde, como siempre, la verdad es la principal perdedora.

Las FARC pusieron al gobierno de estafeta y lograron mantener los elementos sustanciales de lo acordado, sin mayor problema. Aprendieron rápido de los errores que cometieron al involucrarse en la mecánica del plebiscito. Por ahora, son los evidentes ganadores. Será la población la que más adelante, en la lucha política abierta y legal, los acepte, premie o condene. Es el gobierno y sus negociadores los que quedaron mal parados. Y ellos lo saben pero –a lo Lacan– mantienen su papel. Al final salió a relucir el ethos mafioso y corrupto que todo lo corroe y mancha.

La imagen que se vendió al mundo de un “proceso de paz” histórico y trascendental, ha terminado seriamente lastimada. Consciente de ello, el presidente Santos anunció la firma del acuerdo “ahora sí definitivo”, un sábado a las 8 de la noche. Prefiere el bajo perfil a seguir haciendo el ridículo. La bandera de la paz levantada por el gobierno en sus últimos 6 años, la máxima y casi única realización de su administración, no entusiasma. Son los riesgos de haber hecho la fiesta entre élites y a destiempo. Pero igual, los que se quisieron colar en la fiesta a última hora, no saben si quedarse o ausentarse. De todas maneras, unos y otros quedaron descuadrados.

La enseñanza que nos queda es que la fuerza política y social que tienen las guerrillas en Colombia no da para que a las negociaciones que se realicen para su desmovilización y reintegración a la vida civil y a la lucha política legal, se le “cuelguen” reivindicaciones sociales y políticas que le corresponden a la sociedad sacar adelante. Garantizar la seguridad de los guerrilleros y las condiciones políticas para reincorporarse a la sociedad, deben ser los aspectos fundamentales de dichos procesos. Lo prudente y correcto es aceptar la realidad y no querer sacar réditos políticos de unas negociaciones que poco les interesan a las grandes mayorías. Debe ser parte de las lecciones aprendidas.

Cuando se pretende estirar un caucho más allá de su resistencia, siempre se termina lastimado. El problema es que la Nación y el pueblo son los que terminan sufriendo las heridas.

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado


martes, 15 de noviembre de 2016

EL TRIUNFO DE TRUMP Y EL NUEVO DESORDEN GLOBAL

EL TRIUNFO DE TRUMP Y EL NUEVO DESORDEN GLOBAL

Popayán, 15 de noviembre de 2016

“La revolución social no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir”.

K. Marx

Algunos analistas plantean que el triunfo de Trump en las elecciones de los EE.UU. del pasado 8 de noviembre se explica porque se presentó una especie de “golpe de Estado” o un “golpe mediático” orquestado por las filtraciones del FBI, la guerra informática de Julián Assange (Wikileaks) y la intervención del gobierno ruso, relacionadas con malos manejos de correos digitales y corrupción diplomática internacional por parte de Hilary Clinton. Además, se argumenta también que la decadencia de los EE.UU., que no es sólo económica sino política y cultural, se debe al acierto de la política y la estrategia de los gobiernos ruso y chino encabezados por Vladimir Putin y Xi Jinping. Intentaremos rebatir tales ideas por considerar que no se basan en hechos reales.   

¿Realmente qué efectos tuvo la filtración del FBI? De acuerdo a los datos nacionales de votación “popular”, la candidata Clinton ganó por más de 2 millones de votos. Esa era la ventaja que anunciaban las encuestas a la fecha de esa filtración y realmente se mantuvo. Lo que se observa claramente es que el triunfo de Trump se basó en ganar la votación en los Estados claves (o sea, los que históricamente tienen un comportamiento “errático” o “voluble” como son Carolina del Norte, Florida, Ohio, y otros 3 o 4 estados), en donde el mensaje fuerte frente a la migración tenía mayor impacto. Pero, todas las cifras y análisis muestran que la ventaja decisiva la obtuvo Trump entre los trabajadores blancos de los Estados más afectados por la desindustrialización de los EE.UU. (“anillo o cordón del óxido” ubicados alrededor de los Grandes Lagos). No hay ninguna prueba científica o estadística de que la causa determinante de los resultados de esa elección se pueda explicar con base en esa filtración de información por parte del FBI.

Con relación a la decadencia de EE.UU. en el ámbito de la economía mundial, diversos estudios revelan otra lectura. A partir de las evidencias de inversión, movimientos financieros y otros seguimientos realizados por centros especializados, entre otros por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo UNCTAD[1], se demuestra que la transferencia de capital del mundo estadounidense y europeo hacia “países en desarrollo” ha sido un factor fundamental en los cambios ocurridos a nivel planetario. Es decir, no es la habilidad o la sapiencia estratégica de los rusos o chinos la que determina ese declive o decadencia estructural. Fueron los mismos grandes capitalistas estadounidenses los que diseñaron lo que algunos llaman la “re-estructuración post-fordista” (teorizada, construida y experimentada en Japón entre 1970-80), la que llevó, en gran medida a la desindustrialización de grandes regiones de los EE.UU. y Europa.

El objetivo principal de esa política implementada en todo el mundo por el Gran Capital consistía en sobre-explotar la fuerza de trabajo debido a la reducción creciente de tasa absoluta de ganancia[2] en muchos países del mundo occidental y de otras naciones en donde los trabajadores habían conseguido importantes conquistas en el área de los derechos laborales y en donde la industria manufacturera no era competitiva. Por tanto, se requería no sólo desregularizar la legislación laboral sino exprimir al máximo la tasa de ganancia relativa, buscando mayor productividad, alargar la jornada de trabajo, disminuir los gastos de seguridad industrial y laboral y, sobretodo, bajar los salarios. Además, había que acabar con los llamados “tiempos muertos”, lo que implicaba “liquidar” o “deslocalizar” una buena parte de la infraestructura productiva subutilizada para poder reducir los costos de producción. Esa política significó un cambio gigantesco en el orden capitalista global que sólo ahora está siendo sentido por millones de personas y que genera fenómenos políticos como los de Trump.  

Dicha política se concretaba en los llamados procesos de deslocalización, transectorización, desconcentración y descentralización de los procesos productivos, acompañados del proceso de “financiarización de la economía”, la promoción de guerras y campañas para asegurar fuentes de materias primas y recursos naturales (ahora en el siglo XXI, también, la desposesión de tierras) para garantizar nuevas formas de acumulación por despojo y obtener réditos por especulación financiera. De tal manera que, detrás del supuesto éxito de los chinos y de otros “tigres asiáticos” está un capital transnacional que ya no tiene patria, que tuvo su origen en el mundo occidental pero que hoy es global. A ese Gran Capital ya no le interesa el “sueño americano” ni mucho menos el “destino manifiesto”, aunque utiliza los conflictos de raza, etnia, religión, cultura, género u otros, para impedir que la población identifique el verdadero enemigo de clase: la plutocracia financiera global.

En ese sentido seguir colocando al frente de toda explicación el análisis geopolítico es como morderse la cola. Es evidente que no se puede negar la existencia de los “juegos de poder” entre bloques burocráticos y políticos “nacionales”, regionales e internacionales, y que tampoco se puede desconocer la existencia de sentimientos chovinistas, nacionalistas, racistas, xenófobos o machistas, entre millones de personas, pero estos sentimientos ya son muy diferentes a los que existían a principios del siglo XX y que fueron utilizados para desencadenar las dos guerras mundiales. Dichos sentimientos ya no tienen como base ideológica real a la “gloriosa patria”, ahora los sufren millones de trabajadores y clases medias asustadas porque su mundo “rosa” está siendo afectado por crisis económicas cada vez más recurrentes y/o está siendo amenazado por migraciones incontroladas de masas de pobres desheredados del mundo periférico arrasado por décadas de globalización neoliberal.

Es por todo lo anterior que tenemos que volver a los análisis de clase, y ayudar a orientar a los trabajadores del mundo entero que no tienen una teoría que les permita entender los fenómenos actuales que arrasan con sus vidas. Esos trabajadores pueden ser los “fordistas” del siglo XX, muchos de ellos desempleados o precarizados, o los nuevos trabajadores del siglo XXI, casi todos jóvenes técnicos, tecnólogos o profesionales precariados, que cada vez se parecen más al antiguo proletariado de la época de Marx, globalizado, itinerante, no apegado a ninguna “patria”, con una visión globalizada del mundo, y que ya empezó a actuar en la lucha social y política (fue el gran dinamizador de las derrotadas revoluciones árabes de Túnez y Egipto, sujeto social de los “indignados” españoles y base electoral de Podemos y Siryza).

Construir esa orientación es muy importante. De lo contrario, los capitalistas globales neoliberales van a utilizar a los “progres” y algunos sectores de izquierda (socialdemocracia) para defender su orden neoliberal acusando a los Trump y Le Pen de ser “chovinistas nacionales”, “proteccionistas trasnochados” (que en realidad lo son pero como expresión de decadencia y no de avance), y por otro lado, otros izquierdistas “nacionalistas” de los países dependientes van a creer, por un lado, que Trump es su aliado (posiblemente sea la explicación para la afirmación del presidente Correa de que era bueno que ganara Trump) y van a seguir creyendo que en verdad, China y Rusia son los modelos de lucha “nacional” y de independentismo para derrotar al imperialismo y al capitalismo.

Por el contrario, de lo que se trata en estos tiempos de crisis es de recuperar las ideas de Marx y de Lenin, teorizando la necesidad de reconstruir la “utopía”, de “un mundo por ganar”, y de impulsar una estrategia de lucha global por parte de los trabajadores y pueblos oprimidos del mundo. Pronto los trabajadores chinos, rusos, asiáticos y del planeta entero van a sentir los efectos de las políticas proteccionistas que se van a implementar en EE.UU. y Europa. Pronto regresarán a sus países de origen millones de migrantes expulsados de las antiguas potencias hoy en decadencia, las remesas de dinero dejarán de fluir hacia los países periféricos y las crisis económicas se retroalimentarán unas a otras. No será el apocalipsis cristiano pero si puede ser la oportunidad de reeditar nuevas olas revolucionarias proletarias de alcance universal.     

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado



[1] Informes Anuales sobre las inversiones en el mundo. 1990-2015.
[2] Jeremy Rifkin habla del “coste marginal cero”.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Y MARX TENÍA RAZÓN

Y MARX TENÍA RAZÓN

Popayán, 13 de octubre de 2016

“Proletarios de todos los países… ¡Uníos!”

Karl Marx

El Brexit y el triunfo electoral de Trump son producto de los efectos negativos de la globalización neoliberal sobre los trabajadores tradicionales u "obreros" (proletariado industrial del siglo XX) en dos potencias capitalistas en decadencia (Reino Unido y EE.UU.).

Quienes votaron el Brexit y a Trump son trabajadores mayores de 45 años, hoy desempleados o absolutamente precarizados, que sueñan con regresar la rueda de la historia. Sus políticos usaron demagógicamente el racismo y la xenofobia para engañarlos y moverlos. En la práctica son pataleos de ahogado.

El Gran Capital Financiero no va a apoyar "nacionalismos" de ninguna clase. Ni los de "gran potencia" ni los de "países periféricos". El capital busca la mano de obra barata como el pez busca al agua y, además, necesita crear mercados más globales y desregulados, incluido el mercado de tierras ("el proceso de paz de Colombia"), para enfrentar sus bajas tasas de ganancias y acumular por despojo.

El capital no tiene patria, ni respeta raza, género, etnia, religión, cultura o territorio. Hoy el capital apoya falsos nacionalismos como el de China para incrementar sus ganancias y mantener su hegemonía. Y no le importa la decadencia de sus antiguos imperios anglosajones. El mundo cambió.

Al Gran Capital Financiero ya no le interesa la "democracia liberal o burguesa". Ahora apoya lo que llaman "capitalismo asiático" que es una combinación de gobiernos autoritarios (así sean "comunistas" o monárquicos), el "libre mercado" y la súper-explotación de trabajadores baratos.

En Europa y EE.UU. el Gran Capital tratará de utilizar a los liberales, a la socialdemocracia y a la "izquierda" para contrarrestar la "oleada nacionalista" que impulsa ese proletariado del siglo XX, para defender el orden neoliberal. Así, pondrá a luchar a hijos contra padres y abuelos. Ya ocurre en todo el mundo.

Dos generaciones de trabajadores, los obreros industriales del siglo XX (fordistas) y los "profesionales precariados" (nuevos proletarios del siglo XXI – post-fordistas), se enfrentan defendiendo dos modelos de capitalismo que no son solución ni para ellos ni para la humanidad.

La lucha por unir a los trabajadores de todos los países, razas, etnias, géneros y culturas, para dar un "salto civilizatorio" y construir una sociedad post-capitalista, es la tarea del momento. Ni los nacionalismos estrechos ni la globalización neoliberal son la salida. La unión de los trabajadores y desheredados de la tierra vuelve a estar a la orden del día.

Además, en esa tarea está incluida la lucha por la supervivencia de la humanidad.


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado 

viernes, 11 de noviembre de 2016

TRUMP Y LA ENCRUCIJADA DEL CAPITALISMO GLOBAL


TRUMP Y LA ENCRUCIJADA DEL CAPITALISMO GLOBAL

Popayán, 11 de noviembre de 2016

“Cuanto más oscura es la noche, más cerca está el amanecer”

Donald Trump identificó un problema real y lo aprovechó para ganar las elecciones del pasado martes 8 de noviembre. La desindustrialización de los EE.UU., la deslocalización de las grandes empresas manufactureras hacia China, India, México y otros países periféricos donde el capital explota mano de obra barata y la utilización de trabajadores inmigrantes dentro de su propio territorio, han agudizado el desempleo y el empobrecimiento de millones de trabajadores blancos y negros estadounidenses.

Los trabajadores gringos y las clases medias empobrecidas querían vengarse de la clase política de USA pero sin entender que tienen que enfrentar al Gran Capital para poder resolver sus problemas. Trump ofrece nacionalizar empresas y expulsar a los inmigrantes pero son soluciones que no son viables y él lo sabe. Vende sólo una ilusión. Pero quería ser presidente y demostrar que es más inteligente de lo que muchos piensan. Es un actor y supo interpretar el papel que diseñó con su equipo de asesores. El recurso del machismo, racismo y xenofobia fue una estrategia pensada y planificada.

Obama y Trump, las paradojas de la historia

Hace 8 años un afroamericano estadounidense fue elegido como presidente de los EE.UU. Los afrodescendientes y "progres" del mundo entero celebraron. El imperio se volvía "incluyente". Pero Obama era una creación de la élite capitalista gringa hecha para engañar. Prometió legalizar a los inmigrantes y ha sido el gobierno que más los expulsó. Ofreció acabar la guerra pero a pesar de que recibió el Premio Nobel de Paz lo que más ha hecho es guerrear (Afganistán, Irak, Libia, Ucrania, Siria, etc.). Y en su gobierno la violencia racial contra los negros se incrementó.

Ahora ha sido elegido un blanco estadounidense multimillonario calificado de ignorante y frívolo. Los "progres" están tristes. Su Imperio "democrático" va a ser manchado por un tipo maleducado y ordinario que fue elegido por blancos racistas, machistas y xenófobos, resentidos y golpeados por la globalización neoliberal. No se sabe cómo lo tratará la elite financiera global. Lo más seguro es que tratarán de domesticarlo, neutralizarlo o hasta borrarlo del mapa.

Si el tipo es consecuente con lo que prometió, o sea, impulsa una fuerte política proteccionista y abandona la confrontación bélica con Rusia y China (que se transformará en "guerra" económica y monetaria), dedicándose a "arreglar la casa" como fue su consigna, los neoliberales de todo el mundo, incluyendo los de EE.UU., Europa, Rusia, China, Japón, México, Colombia, etc., van a organizar una cruzada contra el "chovinismo nacionalista gringo" que atenta contra la "estabilidad" de la economía mundial.

Y entonces, los "progres" no sabrán que hacer... y la izquierda "nacionalista" del mundo periférico tendrá un aliado (¿?) en la Casa Blanca. Son las paradojas de la historia.

Por eso, así no lo queramos hay que repensarlo todo, todo todito!!

La encrucijada del capitalismo

Trump representa en sí mismo la encrucijada en que está el capitalismo global. Sus contradicciones intrínsecas van llegando a un punto crucial. Es la hora de revivir la utopía revolucionaria anti y post-capitalista. No existen soluciones parciales o "nacionales". Lo más seguro es que la Gran Burguesía Financiera Global detendrá a este "outsider populista" que puede desencadenar - sin querer - una verdadera avalancha de sucesos que pueden sacar a flote la enorme y oculta inestabilidad y debilidad estructural de la economía capitalista del mundo entero. O lo pueden matar, enjuiciar por algún delito, amenazar, chantajear o neutralizar. Todo puede ocurrir.

Hay que coger por la palabra a Trump. Ayudar a organizar a los trabajadores y desempleados para exigirle que cumpla sus promesas sobre la base de que no podrá hacerlo. Ayudarles a los trabajadores a entender que la única manera de resolver los problemas estructurales del mundo es con la superación del capitalismo, no sólo en EE.UU. sino a nivel global. Si expulsa a los inmigrantes no tiene los trabajadores que los puedan reemplazar y si en verdad lo hace, agudizará los problemas en sus países de origen, lo cual sacará a relucir las causas profundas de la migración. Tampoco puede reconstruir la industria por cuanto el Gran Capital no es competitivo dentro de sus fronteras frente a los altos costos de producción. Tendría que impulsar una radical política proteccionista que ahuyentaría a los capitalistas.

"No todo lo que brilla es oro". El capitalismo senil y decadente no tiene más salida inmediata que la guerra. Los trabajadores tenemos la palabra. La juventud debe reaccionar. La utopía transformadora debe volver a nuestra mente y a nuestra acción. Son los grandes capitalistas los que en verdad están en graves problemas. “Cuanto más oscura es la noche, más cerca está el amanecer”.

Nota: Es el peligro de la idealización. Así como no se debía idealizar a Obama no se puede idealizar a Trump. Ni en lo "positivo" ni en lo "negativo". El mundo capitalista global se adapta y cambia. Ayer fue neoliberal y globalista, mañana puede ser "nacionalista".


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

martes, 8 de noviembre de 2016

ELOGIO DE LA DIFICULTAD

ELOGIO DE LA DIFICULTAD

Por: Estanislao Zuleta

La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiestan de una manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de Cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y por lo tanto también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada, una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes.

Todas estas fantasías serían inocentes e inocuas, si no fuera porque constituyen el modelo de nuestros propósitos y de nuestros anhelos en la vida práctica.

Aquí mismo, en los proyectos de la existencia cotidiana, más acá del reino de las mentiras eternas, introducimos también el ideal tonto de la seguridad garantizada, de las reconciliaciones totales, de las soluciones definitivas. Puede decirse que nuestro problema no consiste solo ni principalmente en que no seamos capaces de conquistar lo que nos proponemos, sino en aquello que nos proponemos; que nuestra desgracia no está tanto en la frustración de nuestros deseos, como en la forma misma de desear. Deseamos mal. En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo.

En lugar de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de la satisfacción, una monstruosa sala-cuna de abundancia pasivamente recibida. En lugar de desear una filosofía llena de incógnitas y preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por espíritus que nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente sí han existido.

Adán y sobre todo Eva tienen el mérito original de habernos liberado del paraíso, nuestro pecado es que anhelamos regresar a él.

Desconfiemos de las mañanas radiantes en las que se inicia un reino milenario. Son muy conocidos en la historia, desde la antigüedad hasta hoy, los horrores a los que pueden y suelen entregarse los partidos provistos de una verdad y de una meta absolutas, las iglesias cuyos miembros han sido alcanzados por la gracia —por la desgracia— de alguna revelación. El estudio de la vida social y de la vida personal nos enseña cuán próximos se encuentran una de otro la idealización y el terror. La idealización del fin, de la meta y el terror de los medios que procurarán su conquista. Quienes de esta manera tratan de someter la realidad al ideal, entran inevitablemente en una concepción paranoide de la verdad; en un sistema de pensamiento tal que los que se atrevieran a objetar algo quedan inmediatamente sometidos a la interpretación totalitaria: sus argumentos, no son argumentos, sino solamente síntomas de una naturaleza dañada o bien máscaras de malignos propósitos. En lugar de discutir un razonamiento se le reduce a un juicio de pertenencia al otro —y el otro es, en este sistema, sinónimo de enemigo— o se procede a un juicio de intenciones.

Y este sistema se desarrolla peligrosamente hasta el punto en que ya no solamente rechaza toda oposición, sino también toda diferencia: el que no está conmigo está contra mí, y el que no está completamente conmigo, no está conmigo. Así como hay, según Kant, un verdadero abismo de la razón que consiste en la petición de un fundamento último e incondicionado de todas las cosas, así también hay un verdadero abismo de la acción, que consiste en la exigencia de una entrega total a la «causa» absoluta y concibe toda duda y toda crítica como traición o como agresión.

Ahora sabemos, por una amarga experiencia, que este abismo de la acción, con sus guerras santas y sus orgías de fraternidad no es una característica exclusiva de ciertas épocas del pasado o de civilizaciones atrasadas en el desarrollo científico y técnico; que puede funcionar muy bien y desplegar todos sus efectos sin abolir una gran capacidad de inventiva y una eficacia macabra. Sabemos que ningún origen filosóficamente elevado o supuestamente divino, inmuniza a una doctrina contra el riesgo de caer en la interpretación propia de la lógica paranoide que afirma un discurso particular —todos lo son— como la designación misma de la realidad y los otros como ceguera o mentira.

El atractivo terrible que poseen las formaciones colectivas que se embriagan con la promesa de una comunidad humana no problemática, basada en una palabra infalible, consiste en que suprimen la indecisión y la duda, la necesidad de pensar por sí mismo, otorgan a sus miembros una identidad exaltada por participación, separan un interior bueno, el grupo, y un exterior amenazador. Así como se ahorra sin duda la angustia, se distribuye mágicamente la ambivalencia en un amor por lo propio y un odio por lo extraño y se produce la más grande simplificación de la vida, la más espantosa facilidad.

Y cuando digo aquí facilidad, no ignoro ni olvido que precisamente este tipo de formaciones colectivas se caracterizan por una inaudita capacidad de entrega y sacrificios; que sus miembros aceptan y desean el heroísmo, cuando no aspiran a la palma del martirio.

Facilidad, sin embargo, porque lo que el hombre teme por encima de todo no es la muerte y el sufrimiento, en los que tantas veces se refugia, sino la angustia que genera la necesidad de ponerse en cuestión, de combinar el entusiasmo y la crítica, el amor y el respeto.

Un síntoma inequívoco de la dominación de las ideologías proféticas y de los grupos que las generan o que someten a su lógica doctrinas que les fueron extrañas en su origen, es el descrédito en que cae el concepto de respeto. No se quiere saber nada del respeto, ni de la reciprocidad, ni de la vigencia de normas universales.

Estos valores aparecen más bien como males menores propios de un resignado escepticismo, como signos de que se ha abdicado a las más caras esperanzas. Porque el respeto y las normas solo adquieren vigencia allí donde el amor, el entusiasmo, la entrega total a la gran misión, ya no pueden aspirar a determinar las relaciones humanas.

Y como el respeto es siempre el respeto a la diferencia, solo puede afirmarse allí donde ya no se cree que la diferencia pueda disolverse en una comunidad exaltada, transparente y espontánea, o en una fusión amorosa. No se puede respetar el pensamiento del otro, tomarlo seriamente en consideración, someterlo a sus consecuencias, ejercer sobre él una crítica, válida también en principio para el pensamiento propio, cuando se habla desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad habla por nuestra boca; porque entonces el pensamiento del otro solo puede ser error o mala fe; y el hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba contundente de su falsedad, sin que se requiera ninguna otra. Nuestro saber es el mapa de la realidad y toda línea que se separe de él solo puede ser imaginaria o algo peor: voluntariamente torcida por inconfesables intereses. Desde la concepción apocalíptica de la historia, las normas y las leyes de cualquier tipo son vistas como algo demasiado abstracto y mezquino frente a la gran tarea de realizar el ideal y de encarnar la promesa; y por lo tanto solo se reclaman y se valoran cuando ya no se cree en la misión incondicionada.

Pero lo que ocurre cuando sobreviene la gran desidealización no es generalmente que se aprenda a valorar positivamente lo que tan alegremente se había desechado o estimado solo negativamente; lo que se produce entonces, casi siempre, es una verdadera ola de pesimismo, escepticismo y realismo cínico. Se olvida entonces que la crítica a una sociedad injusta, basada en la explotación y en la dominación de clase, era fundamentalmente correcta y que el combate por una organización social racional e igualitaria sigue siendo necesario y urgente. A la desidealización sucede el arribismo individualista que además piensa que ha superado toda moral por el solo hecho de que ha abandonado toda esperanza de una vida cualitativamente superior.

Lo más difícil, lo más importante, lo más necesario, lo que de todos modos hay que intentar, es conservar la voluntad de luchar por una sociedad diferente sin caer en la interpretación paranoide de la lucha. Lo difícil, pero también lo esencial, es valorar positivamente el respeto y la diferencia, no como un mal menor y un hecho inevitable, sino como lo que enriquece la vida e impulsa la creación y el pensamiento, como aquello sin lo cual una imaginaria comunidad de los justos cantaría el eterno hosanna del aburrimiento satisfecho. Hay que poner un gran signo de interrogación sobre el valor de lo fácil; no solamente sobre sus consecuencias, sino sobre la cosa misma, sobre la predilección por todo aquello que no exige de nosotros ninguna superación, ni nos pone en cuestión, ni nos obliga a desplegar nuestras posibilidades.

Hay que observar con cuánta desgraciada frecuencia nos otorgamos a nosotros mismos, en la vida personal y colectiva, la triste facilidad de ejercer lo que llamaré una no reciprocidad lógica; es decir, el empleo de un método explicativo completamente diferente cuando se trata de dar cuenta de los problemas, los fracasos y los errores propios y los del otro cuando es adversario o cuando disputamos con él. En el caso del otro aplicamos el esencialismo: lo que ha hecho, lo que le ha pasado es una manifestación de su ser más profundo; en nuestro caso aplicamos el circunstancialismo, de manera que aún los mismos fenómenos se explican por las circunstancias adversas, por alguna desgraciada coyuntura. Él es así; yo me vi obligado. Él cosechó lo que había sembrado; yo no pude evitar este resultado. El discurso del otro no es más que un síntoma de sus particularidades, de su raza, de su sexo, de su neurosis, de sus intereses egoístas; el mío es una simple constatación de los hechos y una deducción lógica de sus consecuencias.

Preferiríamos que nuestra causa se juzgue por los propósitos y la adversaria por los resultados.
Y cuando de este modo nos empeñamos en ejercer esa no reciprocidad lógica, que es siempre una doble falsificación, no solo irrespetamos al otro, sino también a nosotros mismos, puesto que nos negamos a pensar efectivamente el proceso que estamos viviendo.

La difícil tarea de aplicar un mismo método explicativo y crítico a nuestra posición y a la opuesta no significa desde luego que consideremos equivalentes las doctrinas, las metas y los intereses de las personas, los partidos, las clases y las naciones en conflicto. Significa, por el contrario, que tenemos suficiente confianza en la superioridad de la causa que defendemos como para estar seguros de que no necesita, ni le conviene, esa doble falsificación con la cual, en verdad, podría defenderse cualquier cosa.

En el carnaval de miseria y derroche propio del capitalismo tardío se oye a la vez lejana y urgente la voz de Goethe y Marx que nos convocaron a un trabajo creador, difícil, capaz de situar al individuo concreto a la altura de las conquistas de la humanidad. Dostoievski nos enseñó a mirar hasta dónde van las tentaciones de tener una fácil relación interhumana: van no solo en el sentido de buscar el poder, ya que si no se puede lograr una amistad respetuosa en una empresa común se produce lo que Bahro llama intereses compensatorios: la búsqueda de amos, el deseo de ser vasallos, el anhelo de encontrar a alguien que nos libere de una vez por todas del cuidado de que nuestra vida tenga un sentido. Dostoievski entendió, hace más de un siglo, que la dificultad de nuestra liberación procede de nuestro amor a las cadenas. Amamos las cadenas, los amos, las seguridades porque nos evitan la angustia de la razón.

Pero en medio del pesimismo de nuestra época se sigue desarrollando el pensamiento histórico, el psicoanálisis, la antropología, el marxismo, el arte y la literatura. En medio del pesimismo de nuestra época surge la lucha de los proletarios que ya saben que un trabajo insensato no se paga con nada, ni con automóviles ni con televisores; surge la rebelión magnífica de las mujeres que no aceptan una situación de inferioridad a cambio de halagos y protecciones; surge la insurrección desesperada de los jóvenes que no pueden aceptar el destino que se les ha fabricado.

Este enfoque nuevo nos permite decir como Fausto:

También esta noche, Tierra, permaneciste firme.
Y ahora renaces de nuevo a mí alrededor.
Y alientas otra vez en mí
La aspiración de luchar sin descanso
Por una altísima existencia.


Fuente: Discurso de aceptación del Doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad del Valle, Cali, 21 de noviembre de 1980.

lunes, 7 de noviembre de 2016

REVIVIR SIN TEMORES NI COMPLEJOS LA UTOPÍA TRANSFORMADORA

Revivir sin temores ni complejos la utopía transformadora

Popayán, 7 de noviembre de 2016

Las revoluciones burguesas en Europa se desarrollaron a lo largo de 4 siglos (si incluimos la Guerra de Independencia de Flandes o Guerra de los 80 años que se inició en 1568). Durante todo ese proceso la burguesía se fue constituyendo en un sujeto social que se identificaba poco a poco e impulsaba sus intereses económicos, políticos y culturales.

Las revoluciones proletarias propiamente dichas se inician en 1871 con la Comuna de París. Recién llevamos 140 años de forcejeos, en donde el proletariado ha ido transformándose y en donde sus luchas se han visto entorpecidas por los intereses "nacionales" de sectores de la burguesía que han desviado las luchas anti-capitalistas hacia procesos nacionalistas que terminan fracasando.

Basándose en esas derrotas, muchos pensadores pro-capitalistas intentan elaborar ideas y teorías derrotistas sobre la imposibilidad de acabar con el sistema de explotación capitalista, igual que hacían los defensores del feudalismo, de las monarquías y de las formas de dominación colonial que trataban de desalentar a los dirigentes burgueses sobre la inutilidad de sus esfuerzos revolucionarios.

La verdad es que en el proceso de transformación de un modo de producción a otro (del feudalismo al capitalismo, y del capitalismo a una sociedad post-capitalista) no sólo "juega" la revolución social y política. Influyen más o menos los siguientes procesos que podemos definir así: 1. La relación del ser humano con la naturaleza; 2. Los cambios tecnológicos; 3. La evolución de las relaciones sociales; 4. La organización del proceso productivo y los cambios en el trabajo; 5. la representación mental del mundo (cultura); 6. Las revoluciones políticas que determinan la forma del Estado que regula a la sociedad para poder "vivir juntos".

Hoy están confluyendo paulatinamente esos procesos hacia la posibilidad real no sólo de superar el sistema capitalista sino de liquidar la "economía crematística" que apareció con la propiedad privada hace más de 2.500 años. Por ello se habla de "salto civilizatorio". La naturaleza clama por el cambio; la tecnología ofrece las posibilidades pero debe ser arrebatada al monopolio del capital; aparecen por todas partes formas de relaciones sociales colaborativas; los procesos productivos y el trabajo amplía cada vez más su carácter social y las fuerzas productivas existentes garantizan el bienestar de la totalidad de la población mundial; la humanidad se va reconociendo por encima de divisiones nacionales, étnicas o culturales; y el deterioro creciente de la democracia representativa (burguesa) genera enormes crisis políticas que obligan al gran capital a impulsar formas de gobiernos autoritarios y autocráticos que son la antesala de nuevas revoluciones políticas.

No será un proceso fácil. Los fenómenos que estamos viviendo como la descomposición política de la elite imperial de los EE.UU. y de Europa; los conflictos que se originan en la decadencia del mundo occidental y la aparición de una realidad multipolar con el surgimiento de nuevas potencias económicas y militares (China, Rusia, India); las crisis económicas recurrentes y cada vez más profundas; la criminalización de la economía y las guerras coloniales de nuevo tipo que son la base de la nueva acumulación de capital por despojo y saqueo de recursos naturales; y muchos otros fenómenos similares (migraciones incontroladas, desequilibrio ambiental, crecimiento del fanatismo religioso y racial, etc.) son sólo manifestaciones de un capitalismo moribundo que busca sobrevivir reviviendo formas de explotación con formas de servidumbre y esclavismo moderno.

Lo que está haciendo falta es revivir sin temores ni complejos la utopía transformadora sobre la base de no intentar "decretar" la muerte del capitalismo sino de avanzar en paralelo, construir "lo nuevo" para que vaya reemplazando "lo viejo", que "lo colaborativo" y asociativo vaya socavando al monopolio privado, que lo verdaderamente democrático se vaya imponiendo sobre lo autoritario y antidemocrático; que el orden y el control corporativo vaya siendo desplazado por un nuevo orden basado en la libertad y la conciencia social; que la salvaje competencia capitalista vaya siendo derrotada por una emulación de nuevo tipo basada en la creatividad y el desarrollo de nuevas moralidades eco-humanas.

Para hacerlo bien, la juventud debe alimentarse de conocimientos y experiencias y revisar todo, evaluar con rigor lo existente y crear sus propias visiones, sin fanatismos ni nuevas religiones, sin ídolos ni caudillismos innecesarios, con nuevas formas de organización que correspondan con las nuevas realidades que vivimos. Sin fantasmas que asusten y sin ilusionismos que paralicen. Otra vez estamos frente a un mundo por ganar.

E-mail: ferdorado@gmail.com /Twitter: @ferdorado

  

miércoles, 2 de noviembre de 2016

MOMENTO DE QUIEBRE SIN ACTOR ALTERNATIVO

MOMENTO DE QUIEBRE SIN ACTOR ALTERNATIVO

Popayán, 2 de noviembre de 2016

En la Colombia de 1990, la burguesía transnacional en ascenso que se impuso sobre la débil burguesía industrial que sobrevivía precariamente desde la primera mitad del siglo XX, y que lo hizo canalizando a través del sector financiero las divisas (US$) que irrigaba en el país la economía del narcotráfico, necesitaba un pacto político para imponer su política neoliberal usando como cobertura un “acuerdo de paz” y una supuesta apertura democrática.

En años anteriores habían logrado desaparecer mediante el magnicidio a cuatro candidatos presidenciales que podían ser obstáculo para sus planes. Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa, Luis Carlos Galán Sarmiento y Carlos Pizarro León-Gómez fueron asesinados utilizando como “gatilleros directos” a las mafias narco-paramilitares pero detrás de esos crímenes estaba la clase política corrupta sirviente del gran capital. 

La nueva Constitución Política de 1991 fue presentada como un “pacto de paz” y como un dechado de virtudes, “la más avanzada carta de derechos humanos de América Latina”, que le garantizaría la inclusión, el bienestar, el progreso y la democracia a los sectores excluidos de la sociedad como a los pueblos indígenas y afrodescendientes, a los trabajadores, y a todos los sectores discriminados por una sociedad y un Estado colonial, patriarcal y pre-moderno.

Pero nada de eso pasó. Todo se quedó en el papel. La guerra continuó y se agudizó. El paquete neoliberal fue implementado con prontitud. Se aprobaron las privatizaciones y aparecieron las EPS para la explotación mercantil de la salud. Los fondos de pensiones, hoy en manos de bancos extranjeros, se apoderaron de los ahorros de los trabajadores. Los recursos naturales y las pocas empresas nacionales fueron entregados al Gran Capital. La flexibilización laboral acabó con los derechos de los trabajadores. Una aplanadora neoliberal nos pasó por encima.

Pero eso no les ha bastado. Hoy quieren más. Necesitan otro “pacto de paz” para encubrir el segundo paquete neoliberal, más virulento que el primero. La resistencia a los mega-proyectos minero-energéticos y las luchas populares contra la extracción petrolera, los ha alertado. Ésta es protagonizada no sólo por pueblos indígenas y comunidades campesinas sino por amplios sectores ciudadanos como ocurre en Bucaramanga e Ibagué frente a proyectos depredadores del Páramo de Santurbán y de “La Colosa” en Cajamarca (Tolima).

Pero además, frente a la quiebra de la “locomotora minera” y la caída internacional de los precios del petróleo se vieron obligados a cambiar sus planes de inversión extranjera, que es la única fórmula que tienen para “modernizar” el país y ponerlo –en teoría– a la altura de los países que hacen parte de la OCDE. Ahora su intención es entregar amplias extensiones de tierra y zonas francas turísticas para que empresas transnacionales inviertan en opulentos negocios. De ahí, el afán de desarmar a las guerrillas y de aplicar reformas “estructurales” como la tributaria para atraer al gran capital y bajar los costos de la mano de obra.

Sin embargo, para poder hacerlo había que armar un escenario similar al de 1991. Ofrecer y montar otro “pacto de paz” con una nueva apertura democrática. Contaban con unas guerrillas debilitadas en lo político pero fuertes en lo económico y que se sostienen en lo militar. Debían convencerlas para integrarse a la vida legal con algunas “gabelas”. Pero no contaban con que una buena parte de la sociedad no cree ni en las guerrillas ni en la paz que ofrecía el gobierno oligárquico.

No previeron que un político como Uribe, su socio y cómplice de tiempos recientes, a quien creían desgastado políticamente porque sus principales colaboradores han sido condenados por múltiples delitos, muchos de los cuales están en la cárcel o huyendo en el exterior, fuera a canalizar la inconformidad popular con un gobierno ineficiente y con un proceso de paz demagógico y, lograra derrotarlos en el plebiscito refrendatario. Pero sucedió. Hoy negocian con ese expresidente y otros promotores del NO, nuevos acuerdos para superar el “impase”.

Lo especial del momento, lo que lo diferencia de 1991 y lo que muestra las enormes fisuras que tiene el actual modelo de dominación, es que esta vez la trampa no funcionó. No es sólo que los derrotó el NO sino que frente a la campaña estatal que contaba con todo el apoyo internacional, la ONU, el Papa, la mayoría de partidos políticos incluidos los alternativos y de izquierda, y los medios de comunicación, no consiguieron movilizar a las mayorías.

No es cualquier cosa lo ocurrido. Después de un mes la mayoría de los analistas, incluyendo los de izquierda, no lo entienden. Insisten en señalar aspectos accidentales y no concluyentes. La desconfianza acumulada ante un gobierno débil y mentiroso, el hastío frente a la clase política y el rechazo a las FARC, le facilitaron la tarea a Uribe que fue un ganador casual y sorprendido. Es lo enigmático para ellos. ¿Quién en verdad los derrotó? ¿Cómo pudo suceder? No pueden aceptar lo evidente y no tienen otro camino que aferrarse a lo trillado.

La tragedia colombiana es que no existe una fuerza democrática, deslindada del bloque de poder, diferenciada de Santos, Uribe y las FARC, que aproveche este “vacío de poder” para canalizar la desconfianza de las mayorías frente al establecimiento político. Lo poco que existe, como son algunas personalidades al interior de los “verdes”, “progresistas” y del Polo Democrático, no se esforzaron por construir ese “otro referente” que en las actuales condiciones estaría jugando como fiel de la balanza y a la ofensiva.

Las fuerzas democráticas tenemos un año (2017) para corregir sobre la marcha. La meta es derrotar a todos los demagogos y corruptos en las elecciones de 2018. ¿Podremos hacerlo? O… ¿definitivamente le dejaremos esa tarea a las nuevas generaciones?

Pienso que hay que intentarlo. La gente está allí, la inconformidad está a la vista, el momento es propicio. La polarización Santos-Uribe muestra agotamiento. Las reservas democráticas están latentes, solo se necesita pensamiento estratégico y decisión. Si nuestra iniciativa tiene en cuenta las causas de lo ocurrido el 2 de octubre, muchas personas que votaron por el NO y buena parte de los que lo hicieron por el SI, van a apoyar una propuesta que rompa con lo existente y tradicional. Muchos abstencionistas pueden ser movilizados. 

Se necesita desprendimiento personal y grupista, espíritu ciudadano y una visión política que rompa con el partidismo desgastado. No lo dudemos… ¡Hagámoslo!   


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