martes, 25 de septiembre de 2018

TRUMP EN LA ONU: ENTRE RISAS, FRUSTRACIONES Y AMENAZAS


TRUMP EN LA ONU: ENTRE RISAS, FRUSTRACIONES Y AMENAZAS

Popayán, 25 de septiembre de 2018

El discurso de Donald Trump ante la 73ª Asamblea  de la ONU es la constatación de la crisis política de la globalización neoliberal y la decadencia del imperio estadounidense. Pero también, del caos económico y político que vive el planeta.

Es el primer presidente de USA que reta el poder de la Burguesía Financiera Global. Trump los llama “globalistas” porque no puede (o no logra) identificar a sus enemigos, que interna y políticamente son los Obama-Clinton pero que, en verdad, son todos los capitalistas que deslocalizaron las industrias y las manufacturas buscando obtener en los países de la periferia los rendimientos que no pueden obtener en las antiguas metrópolis híper-desarrolladas.

Por ello, Trump dispara su frustración contra Europa (Alemania), Rusia, China, Irán y… también lanza “fuegos artificiales” contra Venezuela para darles contentillo a sus aliados republicanos que son profundamente anti-cubanos y “anti-socialistas”.

Ese discurso desnuda el desconcierto que viven actualmente las clases dominantes de las potencias imperiales. La élite financiera no se explica cómo, porqué y en qué momento aparecieron en su interior los sectores políticos –como el de Trump y los del Brexit– que aprovechando la inconformidad de los trabajadores y de otros sectores sociales afectados por la globalización neoliberal, se apoderaron de sus gobiernos para destruir su orden global.

En su delirio “nacionalista” Trump quiere hacer creer que su gobierno en dos (2) años ha logrado lo que ningún presidente de los EE.UU. consiguió en toda su historia. El público que representa a los gobiernos de todo el mundo se burló del optimismo del gobernante estadounidense que pareció sorprendido por la reacción histriónica de los delegados.

Pero esa risa bien pudiera ser la de todo el planeta. Todo el mundo debe estar sorprendido de que el primer mandatario de la nación más poderosa del mundo, ridiculice y desconozca a las instituciones internacionales creadas por las grandes potencias después de la 2ª guerra mundial como la ONU, la Corte Penal Internacional, la OTAN y demás.  

Trump mencionó –tal vez en forma inconsciente– a los pocos países que le quedan como aliados seguros o aquellos que todavía necesitan su respaldo como Arabia Saudita, Israel, Polonia, Corea del Sur, India y Colombia, mostrando que efectivamente ya no considera a Europa o a Japón como sus amigos cercanos y confiables.

El ataque de Trump está dirigido contra los potentados transnacionales que desmantelaron sus empresas y las trasladaron a China o a otros países periféricos. Ellos también van a ser afectados por las políticas “nacionalistas” de Trump, que usa los aranceles para forzar negociaciones en la OMC o de carácter bilateral. Lo que ocurre es que Trump no los puede llamar por su nombre y por ello los llama chinos, mexicanos, hindúes o paquistaníes.

Por eso es que los “globalistas” encabezados por los dueños del complejo industrial-militar de los EE.UU., los monopolios informáticos de la red global de Internet y los poderosos medios de comunicación de “occidente”, quieren derrocar a Trump y lo acusan de ser aliado de Putín. Es todo un entramado difícil de entender con las premisas geopolíticas del siglo XX.

El discurso de Trump es histórico porque confirma que la guerra comercial y monetaria que estamos presenciando va en serio y va para largo, y que la globalización neoliberal que el mundo vive desde 1973 ha entrado en una fase crítica y caótica que va a generar nuevas formas de “neo” y “proto-fascismos” que pueden conducir al planeta a conflictos de mayor calado, incluyendo guerras de un carácter e impacto nunca visto.

Trump con su discurso confirma una vez más la necesidad que tienen los pueblos y los trabajadores de todos los países de construir “otras miradas” para no tener que alinearse y/ defender a los “fascismos nacionalistas” o a los “fascismos globalistas”. En gran medida, en muchos de nuestros países latinoamericanos ya está ocurriendo ese fenómeno de tener que escoger entre lo “malo” y lo “peor”. Entre las viejas derechas “compradoras” y entreguistas, y las “nuevas” derechas nacionalistas y anti-globalistas.

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

miércoles, 19 de septiembre de 2018

GOBIERNO CÍNICO E IMPOTENTE EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO


Los primeros 45 días del gobierno de Iván Duque…

GOBIERNO CÍNICO E IMPOTENTE EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO

Popayán, 19 de septiembre de 2018

“Lo negativo funciona mejor que lo positivo, y así es como el mundo se convierte en una mierda”.

Jaron Lanier

Cinismo e impotencia son las características principales del gobierno de Duque en sus primeros 45 días. Cínico para posar como una nueva derecha “anti-corrupta” mientras nombra en altos cargos a personajes de dudosa conducta (Carrasquilla, ministro de Hacienda y Ordóñez, embajador en la OEA); e impotente, porque lo único que puede hacer es tratar de ganar tiempo ante los problemas que abruman al país y a su mismo gobierno.    

La forma como se hizo elegir explica esa situación. Se apropió demagógicamente de algunas propuestas de las fuerzas democráticas (ej., “lucha contra la corrupción”) mientras se rodeaba de las fuerzas retrógradas y politiqueras que siempre han gobernado a Colombia, estimulando y manipulando el miedo a la amenaza “castro-chavista” que supuestamente representa Petro.

Además, no solo heredó los problemas acumulados por el gobierno de Santos –incluyendo su cuestionado “proceso de paz”–, sino también sus formas de engañar con falsas posturas. Así, intenta ocultar sus esencias corruptas con poses demagógicas aprovechando el espíritu “formal” de la reciente Consulta Anticorrupción y cierta ingenuidad de sus promotoras que no van más allá de impulsar limitadas leyes que le sirven a Duque para ganar tiempo. 

No obstante, hay que reconocer que su elección fue respaldada por más de diez millones de electores clientelizados, manipulados y asustados. Además, es lo que aceptan tácitamente amplios sectores de abstencionistas que son mayorías ausentes e invisibles compuestas por personas escépticas, desconfiadas y refractarias a cualquier  propuesta política porque para ellas es “más de lo mismo”. Hay que preguntarse si esa actitud es atraso e indiferencia como muchos la identifican o hay que intentar nuevas formas de acción política que rompan con nuestra “zona de confort”.  

Duque fracasará porque no tiene cómo enfrentar (ni quiere, ni puede) las imposiciones del gran capital financiero; tampoco tiene la fuerza política ni la capacidad para reaccionar ante las “jugadas” (guerra comercial y monetaria) que realizan algunos sectores “nacionalistas” de las grandes potencias encabezadas por Trump, Putín y Xi en los EE.UU., Rusia y China, a las cuales pronto se sumarán nuevas fuerzas en Europa, Japón, y Asia. Serán las economías débiles de la periferia capitalista (como la de Colombia) las que paguen los platos rotos de ese conflicto económico global como ya se observa en Turquía y Argentina.

Duque solo podrá seguir haciendo gestos y amagues frente al narcotráfico y a la violencia sistémica que se alimenta de esa economía criminal; hará toda clase de simulaciones (reforma tributaria y otras) para manejar el déficit fiscal y el déficit de la balanza de pagos (exportaciones/importaciones y flujo de capitales); tendrá que lidiar con la inestabilidad de los precios de las materias primas (petróleo, café, oro, etc.); y deberá reprimir –como todos los gobiernos– la protesta social. De eso no hay ninguna duda. Y no es un problema de personas o de ministros sino un fenómeno de carácter estructural y crónico.

En la inercia de la “banda caminadora”

Un observador ajeno a la vida política nacional podría decir que después de elecciones los candidatos se mantienen por inercia sobre una especie de “banda caminadora”, cada uno creyéndose sus mentiras y/ o promesas, que tienen en común no decirle la verdad a la gente. Esa verdad consiste en que ni la corrupción, ni el cambio de la matriz productiva y energética, ni la paz, ni la justicia social, podrán ser logradas por la sola acción del gobierno y el Estado, independientemente de quién ocupe los principales cargos gubernamentales.

Mientras la población no se organice para cambiar las condiciones que reproducen un modo de producción y de consumo depredador y destructor de la vida, y no sea consciente que el actual régimen político (y su Estado) está al servicio de la acumulación de capital, no va a desencadenarse ninguna transformación efectiva. Eso ya lo han demostrado los ejercicios burocráticos (“desde arriba”) de los gobiernos progresistas y de izquierdas de América Latina, ratificando lo esencial de lo ocurrido en Rusia, Europa Oriental, China y otros países.

Otra situación sería si nuestros políticos plantearan con toda claridad a qué llegan a los gobiernos, sin generar expectativas falsas que son imposibles de cumplir desde un aparato de Estado que está absolutamente integrado y subordinado al capitalismo sistémico. Con solo que propusieran metas sencillas y viables, mostrando en la práctica cómo esas metas se hacen realidad con base en una verdadera participación ciudadana y popular, podríamos avanzar con pasos pequeños y certeros, y luego, acelerar el paso con base en una fuerza real y organizada.

Y en ese proceso lo principal es transformar nuestra mentalidad mendicante y asistencialista que es una herencia de las políticas “focalizadas” del neoliberalismo para poblaciones “vulnerables”, que fueron adoptadas por los gobiernos progresistas y de izquierda para sobrevivir a las dinámicas electorales populistas, construyendo –tal vez sin querer– “nuevos clientelismos” y debilitando de paso los procesos de organización popular y de base.

En Colombia pareciera que no vemos lo que ocurre en países vecinos. Nos negamos a evaluar las experiencias ajenas (Venezuela, Brasil, Ecuador, etc.) porque tenemos el complejo de ser parte de un país derechizado por 60 años de violencia que ha devenido en una especie de “Caín de América”, sin reconocer que ese destino es también obra de nosotros mismos.

Es urgente una revisión profunda de nuestros fundamentos ideológicos y políticos. Reproducimos al interior de nuestros proyectos políticos lo que decimos combatir: la anti-democracia, el caudillismo, el clientelismo y los arribismos de nuevo tipo, el afán de poder y el individualismo que es una manifestación de grandes vacíos en nuestra formación personal.

Es indudable que hay pequeños avances y triunfos efímeros (participación en la Consulta Anticorrupción) que, como se puede observar, son asimilados por el establecimiento oligárquico debido a que no existe una estrategia de mediano y largo plazo. Así, le hacemos el juego al cinismo de gente como Duque y nos involucramos en el ambiente de impotencia que respiran las mayorías, no solo de Colombia sino del mundo entero.

Eso explica el auge de las iglesias y falsos profetas, la búsqueda de fórmulas esotéricas y de toda clase de ideologías del Apocalipsis, que son síntomas visibles del fortalecimiento de los “neo” y “proto” fascismos que hacen carrera en Colombia y en todo el mundo.       

Nota: Entre los gestos y amagues que hará Duque está la campaña de agresión contra el gobierno de Maduro, que solo es parte de los “fuegos artificiales” de Trump para mantener contentos y bien pagos a los Marcos Rubios y los Almagros, y que seguramente Duque tratará de convertir en un clima de guerra entre Colombia y Venezuela para legitimar todo tipo de políticas regresivas y anti-populares. También le servirá a Maduro para mantenerse en el poder con base en su aparente “lucha anti-imperialista”.  

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

miércoles, 12 de septiembre de 2018

LA GRAN BURGUESÍA FINANCIERA GLOBAL


LA GRAN BURGUESÍA FINANCIERA GLOBAL

Popayán, 12 de septiembre de 2018

“Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no temas el resultado de cien batallas”.

Sun Tzu

La acción terrorista del 11 de septiembre de 2001 –hace 17 años– fue la primera acción político-militar de la Gran Burguesía Financiera Global GBFG. Independiente de si esa acción fue realizada por militantes árabes (suicidas y fanáticos de Al Qaeda) o por mercenarios internacionales o por fuerzas internas de las agencias de inteligencia de los EE.UU., desde ese día se hicieron visibles los intereses de esa casta plutocrática que acumula riqueza con base en la especulación, la guerra y la manipulación mediática[1].  

Esa Gran Burguesía Financiera Global nació a principios del siglo XX a la sombra de colonialismos e imperialismos; luego, pasó su adolescencia bajo la cobertura de las grandes potencias consolidadas después de las dos guerras mundiales, especialmente de los EE.UU. pero también de Rusia (URSS)[2]; y finalmente,  aceleró su formación apoyándose en las políticas monetaristas que acabaron con los acuerdos de Bretton Woods, alimentándose de cada crisis económica y financiera desde 1973 a 2008.

Solo si entendemos la naturaleza, el carácter, los intereses y forma de pensar y de actuar de esa ínfima y exclusiva casta social (GBFG), podremos entender los fenómenos sociales, económicos, políticos y culturales que ocurren hoy en todo el mundo y al interior de cada país y Estado “nacional”, sea del centro imperial o de la periferia capitalista, y re-pensar las estrategias para enfrentar ese monstruo que la humanidad ha creado en su loca e inconsciente carrera tras el llamado “progreso” y “desarrollo”.

Numerosos estudiosos han escrito sobre el tema desde áreas y campos de estudio diversos y especializados[3]. Importantes movimientos sociales y políticos se han enfrentado a esa burguesía global que se manifiesta de disímiles maneras pero nunca se muestra abiertamente. Mucha gente todavía se confunde con su accionar al no lograr ni siquiera identificarla y dispara su dotación contra fantasmas “nacionales” o “estatales”. Por supuesto, no dan en el blanco, desgastan sus fuerzas y siempre la fortalecen.

Es posible que esa GBFG ni siquiera se reconozca a sí misma. Además, si lo hiciera, políticamente sería un grave error. Es mejor conservar distractores “nacionales” y hacer creer que los Estados y los organismos internacionales (ONU, OMC, CPI, OIT, etc.) tienen el poder. De lo contrario, podrían colocarse en la mira de los millones de trabajadores desempleados y de los cientos de pueblos que sufren miserias y tragedias de diferente tipo a causa de su existencia. Su actuar transversal, subterráneo y en cabeza de “otros”, es una de sus principales y más importantes características.

Los pocos pero bien pagados estrategas y “Ceos” que están tras  esa casta social planetaria saben que la sola existencia de esa clase social ya es un problema. Que sus capitales y sistemas de acumulación se fueron formando sin que ellos fueran conscientes de tal engendro. Muchos de esos multimillonarios hacen esfuerzos por sentirse y mostrarse como estadounidenses, ingleses, alemanes, franceses, rusos, chinos, etc., pero cuando deben tomar una decisión financiera o económica tienen que olvidar esa condición o identidad. Por ello se refugian en el anonimato de las grandes e impersonales instituciones financieras.

No obstante, amplios sectores de la población han empezado a darse cuenta de esa situación. La llamada “revolución árabe”, el movimiento de los “indignados” en Europa (España, Grecia) y la oleada de “Ocupy Wall Stret” en EE.UU. y en el mundo en 2011, que fueron momentos culminantes posteriores a las grandes movilizaciones anti-globalización de finales del siglo XX y principios del XXI, fueron señales –débiles pero significativas– de la conciencia planetaria de su existencia. “Somos el 99% fue su lema.

Lastimosamente los gobiernos progresistas y de izquierda de América Latina no estuvieron a la altura de esas grandes movilizaciones populares al seguir identificando como su principal enemigo al llamado “imperialismo norteamericano”. Todavía hoy, después de las numerosas experiencias que desde 2001 han mostrado nítidamente la existencia de esa casta plutocrática mundial, la gran mayoría de pensadores revolucionarios de Latinoamérica siguen en esa línea de pensamiento que no les permite sintonizarse con los hechos que ocurren en el mundo entero y en la región.

Por ello no pueden entender la aparición de un Putín, Xi Jinping o Trump que enfrentan a su manera a la GBFG y su globalización neoliberal. Para hacerlo se apoyan en herencias “trascendentes” como los nacionalismos (rusos, chinos o estadounidenses), la religión (ortodoxa rusa, creencias y herencias tradicionales chinas y  el presbiterianismo fundacional norteamericano) y poder militar. Intentan  revivir la dinámica de su pasado imperial, aparentan golpear a la “gran oligarquía corrupta”[4] y logran entusiasmar amplios sectores de la población con lemas populistas como “Primero EE.UU.”, “Tu Rusia es mi Rusia” y “El sueño chino”.  

Esa GBFG es des-nacionalizada pero, a la vez, transnacional. Le apunta a intereses nacionales cuando le conviene pero en lo fundamental sus intereses son globales. Es eminentemente especulativa y monopólica pero sabe que no puede desprenderse totalmente del aparato productivo “real” (que transforma materias primas y trabajo manual) pero controla en forma sistémica e integral toda la dinámica productiva y acumula capital cediendo espacios de operación y administración a burguesías emergentes de muchas regiones y, aún, a sectores de trabajadores asociados pero subordinados a su poder financiero.

La desconcentración, descentralización, deslocalización y transectorización de los procesos productivos iniciados en la década de los años 70s del siglo XX en Japón (“toyotismo”[5]), súper-acelerados a nivel global con la revolución digital, telemática e informática de los años 90s, transformaron los grandes conglomerados familiares primero en “multinacionales” y después en “transnacionales”, creando un grado de imbricación y superposición de intereses, redes y relaciones que le dieron vida a esa máquina de especulación financiera que es el soporte real y virtual de esa nueva casta imperial.

Esa nueva y compleja “centralización” del capital que genera (y aprovecha) grandes crisis económicas y financieras ha revivido nuevas formas de acumulación por despojo y desposesión[6], desterritorialización[7] y robo descarado de grandes recursos naturales, recurriendo a nuevos tipos de guerras reales y artificiales para crear a su antojo “estados fallidos” y situaciones de tensión y desestabilización que colocan al servicio de sus manejos especulativos. Así han aparecido nuevas formas de esclavismo y manipulación de millones de trabajadores y consumidores, provocando fenómenos de gran impacto en la economía, el medio ambiente, la salud y todas las áreas de la vida de la humanidad[8].       

En lo fundamental esa GBFG es formalmente “anti-estatista”, porque no está interesada en regulaciones y controles pero, a la vez, sabe que requiere de unos Estados “nacionales” para controlar a la población, jugar a la democracia en donde sea necesario y provocar guerras y conflictos que garanticen el flujo de sus capitales en áreas estratégicas para su reproducción como la industria militar, las economías criminales e ilegales, el control de los medios de comunicación y de la moneda. Pero, en las últimas décadas ha descubierto que pueden utilizar Estados autocráticos para obtener mejores condiciones para explotar a los trabajadores usando a gobiernos “comunistas”, “nacionalistas” o a viejas dinastías absolutistas recicladas con visiones posmodernas que domestican el llamado “multiculturalismo”[9].

Esa GBFG ha construido una narrativa “trans-humanista” basada en los avances científicos y tecnológicos que promete superar los límites humanos: muerte, vejez, inteligencia y belleza. Busca la perfección racial, la carencia de sufrimiento y la satisfacción de todos los deseos.  Detrás de esa narración están los poderosos conglomerados empresariales de las “nuevas ciencias y tecnologías” (bio-neurología, nano-tecnología, bio-psicología, computación cuántica, entretenimiento digital, etc.). No es ciencia ficción es puro negocio, especulación financiera y manipulación política. Sueños para minorías “arribistas”.

La dispersión absoluta y la derrota de los trabajadores a nivel global, y el fracaso de los “socialismos estatistas” del siglo XX (y de los inicios del XXI), acompañada de la crisis de los paradigmas teóricos que sustentaban esas luchas y programas políticos[10], ha impedido que los “nuevos trabajadores” precarios, precarizados e informalizados que han surgido en todas las áreas de la vida humana, identifiquen con absoluta claridad a ese enemigo mortal y criminal de la humanidad. Todavía no “vemos” ese enemigo global y preferimos seguir “luchando” contra enemigos menores y subordinados.   

No obstante, nuevos fenómenos económicos, sociales, políticos y culturales están apareciendo paralelamente al surgimiento de esa casta financiera global. Los movimientos anti-globalización neoliberal, contra la discriminación étnico-nacional y cultural, de género y contra el patriarcalismo, las luchas ambientalistas y por la apropiación de los “bienes comunes”, las masivas migraciones y muchos otros fenómenos que ocurren a nivel global pero también en regiones y localidades, han sido el germen de nuevas formas de ver, sentir, interpretar y comprender esta dura y lacerante realidad del capitalismo realmente existente.

Ello es tema de nuevas reflexiones y germen de nuevos paradigmas que están en construcción en el mundo. Se intentará abordar esa temática en nuevos escritos.

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado  



[1] “‘El capital ficticio’, que está en la base de esta forma de operar de la burguesía, nace de la incesante necesidad de crédito para la expansión y eliminación de rivales en la lucha inter-monopólica” (“El poder de la burguesía financiera” de Fernando Hugo Azcurra).

[2] Muchos herederos y teóricos de la antigua burguesía rusa conciben (y aplauden) la acción de los bolcheviques como una acción necesaria para superar el atraso económico de esa nación sumida en el “feudalismo oriental”. (Nota del Autor).  

[3] Entre los estudiosos del capitalismo financiero y la aparición de una burguesía global se pueden destacar a Antonio Negri y Michael Hardt con el “Imperio”; Saskia Sassen con “La ciudad global; William I. Robinson, David Harvey, Costas Lapavitsas, Yanis Varoufakis, Jorge Beinstein y muchos otros autores que hacen aportes importantes en esa dirección. También están los teóricos del “sistema-mundo capitalista” como Immanuel Wallerstein y Giovanni Arrighi, aunque su planteamiento ha sido cauto y medido frente a aceptar la existencia de una “casta financiera global”. (Nota del Autor).  

[4] Tanto en Rusia como en China se han lanzado campañas “anticorrupción” contra connotados multimillonarios rusos y chinos y sus colaboradores y agentes dentro del gobierno y el partido. Dichas campañas potenciaron políticamente a Putín y Xi Jinping pero ambos tienen poderosos aliados capitalistas dentro sus países. Trump hace alarde de enfrentar a Wall Street y al “Estado Profundo” y efectivamente diversas élites globalistas lo conciben como una amenaza. (Nota del Autor).  

[5] Proceso que se inició en Japón que se expandió por todo el mundo, denominado como “re-estructuración post-fordista”. (Nota del Autor).

[6] Ver: David Harvey en “El nuevo imperialismo” (2004), “El enigma del capital y las crisis del capitalismo” (2012), “El cosmopolitismo y las geografías de la libertad” (2017) y otros textos.

[7] Esa “desterritorialización” implica, también, nuevas formas de apropiación del territorio por las comunidades despojadas y desplazadas, aún en desarrollo. (Nota del Autor).

[8] Los enormes desequilibrios ambientales, energéticos, aparición de nuevas enfermedades, crisis alimentaria, descomposición moral, el auge de las economía criminales (tráfico de armas, drogas, personas, genes, apuestas ilegales, micro-crédito informal, pornografía, guerra informática, etc.) son manifestaciones del impacto que ha generado la aparición y fortalecimiento de la casta financiera global y su acción depredadora a nivel planetario, de lo cual existen múltiples, amplios y juiciosos estudios. (Nota del Autor).   

[9] La teoría del “capitalismo asiático” y las tendencias neo y proto-fascistas que pululan en todo el mundo parecieran ir en esa dirección. Es una nueva combinación del “neoliberalismo extremo” con gobernanzas autoritarias y militarizadas (de “izquierda” o de “derecha”). Es la re-creación a un grado superlativo de la teoría de Teng Siao de que “No importa que el gato sea blanco o negro mientras cace ratones”. (Nota del Autor).

[10] Es evidente que los paradigmas teóricos que se basaban en análisis geopolíticos y en los intereses de los Estados “nacionales” han hecho crisis, especialmente desde la llamada revolución (o “primavera”) árabe. Hoy esos paradigmas no saben cómo leer a Trump, Putin, Xi o cualquier otro líder representativo de intereses de clases o fracciones (y facciones) de clases que se enfrentan a la casta financiera global. Los mismos análisis que sirven para atacar a Trump sirven para justificar el apoyo a dictaduras como las de Ortega y Murillo en Nicaragua o para defender castas reaccionarias islámicas u otras lacras. En Colombia, dichos paradigmas teóricos no han podido caracterizar a Uribe y han sido la base teórica para aliarse con la burguesía transnacional para –supuestamente– superar la “pre-modernidad gran terrateniente”. (Nota del Autor).