TRUMP EN LA ONU: ENTRE RISAS, FRUSTRACIONES Y AMENAZAS
Popayán, 25 de
septiembre de 2018
El discurso de Donald Trump ante la 73ª Asamblea de la ONU es la constatación de la crisis
política de la globalización neoliberal y la decadencia del imperio
estadounidense. Pero también, del caos económico y político que vive el
planeta.
Es el primer presidente de USA que reta el poder de la Burguesía
Financiera Global. Trump los llama “globalistas” porque no puede (o no logra) identificar
a sus enemigos, que interna y políticamente son los Obama-Clinton pero que, en verdad,
son todos los capitalistas que deslocalizaron las industrias y las manufacturas
buscando obtener en los países de la periferia los rendimientos que no pueden
obtener en las antiguas metrópolis híper-desarrolladas.
Por ello, Trump dispara su frustración contra Europa
(Alemania), Rusia, China, Irán y… también lanza “fuegos artificiales” contra Venezuela
para darles contentillo a sus aliados republicanos que son profundamente anti-cubanos
y “anti-socialistas”.
Ese discurso desnuda el desconcierto que viven actualmente las
clases dominantes de las potencias imperiales. La élite financiera no se explica
cómo, porqué y en qué momento aparecieron en su interior los sectores políticos
–como el de Trump y los del Brexit– que aprovechando la inconformidad de los
trabajadores y de otros sectores sociales afectados por la globalización
neoliberal, se apoderaron de sus gobiernos para destruir su orden global.
En su delirio “nacionalista” Trump quiere hacer creer que su
gobierno en dos (2) años ha logrado lo que ningún presidente de los EE.UU. consiguió
en toda su historia. El público que representa a los gobiernos de todo el mundo
se burló del optimismo del gobernante estadounidense que pareció sorprendido por
la reacción histriónica de los delegados.
Pero esa risa bien pudiera ser la de todo el planeta. Todo
el mundo debe estar sorprendido de que el primer mandatario de la nación más
poderosa del mundo, ridiculice y desconozca a las instituciones internacionales
creadas por las grandes potencias después de la 2ª guerra mundial como la ONU,
la Corte Penal Internacional, la OTAN y demás.
Trump mencionó –tal vez en forma inconsciente– a los pocos países
que le quedan como aliados seguros o aquellos que todavía necesitan su respaldo
como Arabia Saudita, Israel, Polonia, Corea del Sur, India y Colombia,
mostrando que efectivamente ya no considera a Europa o a Japón como sus amigos
cercanos y confiables.
El ataque de Trump está dirigido contra los potentados transnacionales
que desmantelaron sus empresas y las trasladaron a China o a otros países
periféricos. Ellos también van a ser afectados por las políticas “nacionalistas”
de Trump, que usa los aranceles para forzar negociaciones en la OMC o de
carácter bilateral. Lo que ocurre es que Trump no los puede llamar por su
nombre y por ello los llama chinos, mexicanos, hindúes o paquistaníes.
Por eso es que los “globalistas” encabezados por los dueños
del complejo industrial-militar de los EE.UU., los monopolios informáticos de
la red global de Internet y los poderosos medios de comunicación de “occidente”,
quieren derrocar a Trump y lo acusan de ser aliado de Putín. Es todo un
entramado difícil de entender con las premisas geopolíticas del siglo XX.
El discurso de Trump es histórico porque confirma que la
guerra comercial y monetaria que estamos presenciando va en serio y va para
largo, y que la globalización neoliberal que el mundo vive desde 1973 ha
entrado en una fase crítica y caótica que va a generar nuevas formas de “neo” y
“proto-fascismos” que pueden conducir al planeta a conflictos de mayor calado,
incluyendo guerras de un carácter e impacto nunca visto.
Trump con su discurso confirma una vez más la necesidad que
tienen los pueblos y los trabajadores de todos los países de construir “otras
miradas” para no tener que alinearse y/ defender a los “fascismos nacionalistas”
o a los “fascismos globalistas”. En gran medida, en muchos de nuestros países latinoamericanos
ya está ocurriendo ese fenómeno de tener que escoger entre lo “malo” y lo “peor”.
Entre las viejas derechas “compradoras” y entreguistas, y las “nuevas” derechas
nacionalistas y anti-globalistas.
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