Entre las retóricas de la
guerra y las guerras de retórica…
COGER POR LA PALABRA A
DUQUE
Popayán, 3 de octubre de 2018
Hay quienes quieren de verdad la
guerra; son neuróticos o psicóticos en extremo. Son pocos. Hay algunos
“cuerdos” que quieren la “guerra controlada”,
entre los cuales están los negociantes de armas y algunos jugadores de
Wall Street o de algún otro centro financiero. Entre los locos hay mucho
“anunciador del Apocalipsis”, que son cristianos, “marxistas” u otros. “Solo un
gran desastre salvará a la humanidad” dicen en forma premonitoria.
Hay otros que utilizan la guerra
en forma de amenaza, ya sea para asustar, presionar, manipular y engañar. Son
los que van de las retóricas de la guerra a las guerras de retórica. Viven de
ambas. Cada cierto tiempo anuncian intervenciones armadas o alertan que el “otro”
va a invadir. Necesitan el enemigo externo para generar solidaridad interna y
ayudan a generarlo para mantener credibilidad. Los hay en todos lados y de
todos los colores.
Desde la elección de Chávez en
Venezuela ronda la sombra del lobo imperial. Y efectivamente en el imperio,
Venezuela y Colombia existen anti-comunistas, anti-cubanos y anti-chavistas que
sueñan con esa guerra de “intervención humanitaria”. Unos la piden abierta e
impunemente mientras otros están a la espera que Trump la ordene o que Maduro
cometa alguna imprudencia. Pero no se
preguntan por qué hasta ahora no lo han hecho.
En toda Latinoamérica algunas
personas de izquierda, consciente o inconscientemente, también quisieran ese
tipo de intervención armada del imperio sobre Venezuela. Sueñan con
desencadenar una resistencia heroica que se parezca a la gran gesta del pueblo
ruso de 1918-21, o la de los chinos en 1937-45 contra la invasión japonesa. Y
si no es tan grande por lo menos quieren emular lo de Bahía Cochinos en Cuba en
1961. Es su gran ilusión.
Pero no han revisado bien la
historia. El imperio estadounidense nunca ha realizado una intervención
armada directa sobre una nación si no encuentra dos condiciones mínimas para
hacerlo: que esos países o pueblos estén divididos internamente (Vietnam,
Corea, Irak, Afganistán, Libia, Kosovo, etc.) o que sean tan débiles que su
intervención logre los objetivos en muy corto tiempo y sin grandes costos
(Granada, Panamá y otros). USA también han intervenido en forma indirecta a
través de golpes de Estado usando cúpulas militares y corruptas de esos países
para derrocar presidentes o movimientos demócratas o revolucionarios; en unos lo
lograron (Guatemala, Indonesia, Chile, Paraguay, Honduras, etc.), en otros
fueron derrotados (Cuba, Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, etc.).
En otros países también lo habrán
intentado pero lo abortaron, no sabemos. En Colombia asesinaron a Gaitán (1948)
en alianza con la oligarquía colombiana y provocaron una violencia que
consiguieron instrumentalizar y manejar a lo largo de seis (6) décadas, y que
les permitió aprender a realizar otros tipos de guerras de “intervención
humanitaria” sin untarse las manos en forma abierta. Son las que desde 1990
realizan en Kosovo, Siria, Ucrania, Sudán, Yemen y tantos países y regiones.
Son guerras desestabilizadoras que no tienen una meta expresa pero si tiene objetivos
estratégicos y oscuros de largo plazo.
Volviendo a la actualidad de
Venezuela y Colombia podemos afirmar en forma categórica que Trump no está
interesado en intervenir en forma directa en Venezuela, y que Maduro y Duque no
tienen cómo hacer una guerra de verdad. No son ni Irak ni Irán. Colombia y
Venezuela viven una situación económica, social y política muy similar, y no
pueden ni con ellas mismas. Trump usando “fuegos artificiales” lo que ha venido
es aplazando o desactivando conflictos armados y si hace retórica de guerra
contra Venezuela es para mantener a los Rubios, las Ross-Lehtinen y Cía bajo su
mando con el fin de neutralizar enemigos republicanos y demócratas, y ganar las
elecciones de noviembre/2018.
A quienes les sirve la retórica
de la guerra es a Maduro y a Uribe. Con ella engañan a supuestos patriotas que
no se dan cuenta que cada uno de estos personajes en su respectivo país lo que
han hecho es entregar las riquezas nacionales a los poderes imperiales del
mundo (allá a rusos, chinos y en menor cuota a gringos y europeos, y acá a
gringos y españoles), pero también a mafias de todos los pelambres de su
círculo cercano o familiar. El uno, con la retórica “anti-imperialista”, y el
otro, con la cantaleta “anti-castro-chavista”.
Y Duque lo sabe muy bien. Por
ello, con “nadadito de perro” poco a poco se aleja de ese ambiente de retórica
guerrerista. Hoy su ministro de Defensa lo dijo con toda claridad: “no hay con
qué comprar armas antiaéreas” (https://bit.ly/2ygkz2e).
Lo que hace falta es que las fuerzas democráticas colombianas confíen más en su
propia fuerza y, con total autonomía e independencia le “cojan la caña” a Duque
y lo empujen por caminos menos escabrosos. El “pobre hombre” no genera ni
lástima, no da pie con bola, y realmente hay que recogerlo.
Santos le dejó la olla raspada;
Trump lo presiona por las 200 mil hectáreas de coca heredadas; los vivos que
nombró en su gobierno quieren seguir robando de frente; no puede incumplir los
acuerdos de paz más de lo que incumplió el gobierno anterior; y sin embargo,
tiene que hacer apariencia de que puede gobernar este ingobernable país. Y así
y todo, cree que decomisando la “dosis mínima” está enviando un mensaje de
fuerza. Pocos le creen.
En esas circunstancias no creo
que las fuerzas democráticas piensen en “tumbarlo”. Eso sería una torpeza, un
suicidio y una ayuda para los verdaderos guerreristas. Pienso que se debe pensar
en una estrategia de “grandes quilates”, con talla de visionarios y estadistas.
Creo que hay que arriesgarse a construir un verdadero “pacto sobre lo
fundamental” para poder aislar la cizaña del grano. Duque –aunque sea con su estilo
ladino– ha estado enviado mensajes de auxilio y nada se pierde en “cogerle por
la palabra”. Si avanza, nada perdemos y ganamos todos; si no rompe con el
pasado, avanzamos nosotros.
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