lunes, 26 de octubre de 2020

¿CUAL ES LA ESENCIA Y EL DERROTERO DEL “AUTO-GOLPE” URIBISTA?


 ¿CUAL ES LA ESENCIA Y EL DERROTERO DEL “AUTO-GOLPE” URIBISTA?

Popayán, 26 de octubre de 2020

Uribe necesita un “auto-golpe” para acabar con la JEP y, por ahí derecho, desconocer las Cortes Judiciales.

Es la única manera que tiene de garantizar su impunidad y no volver a la cárcel (así sea a El Ubérrimo).

¿Cuál es el Plan que debemos develar? ¿Cuál es el derrotero planeado?

Uribe quiere convencer a los grandes potentados empresariales que ese camino es necesario para evitar que el "castro-chavismo" llegue al gobierno en 2022.

Pero no toda la casta dominante está de acuerdo con esa idea, y de allí el desespero de Uribe.

El grueso de la oligarquía sabe que Uribe tiene un interés particular (su impunidad) y no van a atentar contra su "débil democracia", que les sirve para engañar al pueblo.

Por ello, Uribe utiliza al gobierno de Duque para fraguar una gran provocación policial y militar, para imponer una "conmoción interior" y poder cerrar el Congreso, intervenir las Cortes, censurar a las Redes Sociales, controlar totalmente los medios de comunicación, perseguir y encarcelar a los líderes de la oposición y del movimiento social, e imponer un poder autoritario y dictatorial.

Cómo parte de su plan, Uribe ya lanzó la propuesta de impulsar y organizar un Referendo Constitucional para reformar la Justicia.

La gran provocación policial y militar ya está en marcha. Los asesinatos de líderes sociales y de oposición hacen parte de ese plan. Lo ocurrido en Bogotá el pasado 9 de septiembre es parte de ese operativo de infiltración de la protesta social y provocación de hechos y desmanes violentos (asonadas, saqueos, asesinatos).

El que el Ejército Oficial permita que los Grupos Armados Ilegales de todos los colores, orígenes, siglas y pelambres sigan creciendo en las regiones y haciendo de las suyas, es parte de ese Plan preconcebido.

Y tienen cómo provocar miedo entre los empresarios y pequeños y medianos productores, con la amenaza del “castro-chavismo”, cuyo mejor ejemplo es lo que ocurre en Venezuela, que muchos colombianos ven pasar a diario por el frente de sus casas (in-migrantes sin rumbo y sin futuro).

Por ello, las fuerzas democráticas no podemos caer en la trampa. Ni dejarnos asustar y paralizar, pero tampoco caer en la desesperación y el aventurerismo.

Hay que impulsar y organizar la protesta social, hacerla más masiva y más política, centrando las consignas en lo principal como lo acaba de hacer La Minga: Defensa de la Vida, la Democracia, la Paz y el Territorio.

Pero, a la vez, blindando nuestras movilizaciones contra la infiltración policial y la provocación violenta, como también nos lo mostró La Minga.

Pero tampoco caer en la trampa de impulsar consignas y propuestas que crean tensiones anti-democráticas, como querer "tumbar" a Duque o "revocarlo".

Hay que entender que ellos son los que están desesperados, ellos día a día se desgastan y saben que los demócratas nos vamos a unir en 2022 y que van a perder el Gobierno (y posiblemente sus mayorías parlamentarias).

Por ello, el tiempo está a nuestro favor.

Y los demócratas también tenemos el deber de construir un programa democrático y una fórmula presidencial para 2022 que envíe ese mensaje de serenidad y paz, de construcción tranquila de una sociedad de progreso y de beneficio colectivos.

Una fórmula presidencial y un grupo de candidatos al Parlamento para concretar nuevas mayorías ciudadanas, que desarrolle una campaña electoral sin formas estridentes, sin generar tensiones crispantes, sin revanchismos obsesivos, sin poses caudillistas y mesiánicas, que -en últimas- son del mismo tenor "uribista" y, por ello, le hacen el juego al desesperado Uribe que necesita de una contraparte que genere miedo y terror.

Duque y el uribismo día a día, hora a hora, sufren un enorme desgaste y ellos lo saben.

El tiempo de la verdadera democracia ha llegado a Colombia, pero saliendo de una guerra de más de 70 años no puede ser un salto al vacío. Tiene que ser un paso firme y claro pero paciente y sereno.

jueves, 1 de octubre de 2020

¿EL URIBISMO PLANEA UN “AUTO-GOLPE DE ESTADO”?

 

 ¿EL URIBISMO PLANEA UN “AUTO-GOLPE DE ESTADO”?

Popayán, 1 de octubre de 2010

En Colombia todo apunta a que el gobierno de Duque y el uribismo no tienen otro camino que crear un caos artificial para intentar dar un golpe de Estado desde el mismo gobierno. Ya el senador Iván Cepeda denunció que el gobierno “se estaría planteando la posibilidad de recurrir a la figura de estado de excepción para afectar la independencia judicial, limitar la protesta social e intentar amordazar la oposición política”. Y tiene toda la razón, hay que alertar.

¿Por qué el gobierno y el uribismo se ven obligados a dar un “auto-golpe de Estado”?

Venimos planteando que Uribe necesitaba apoderarse del gobierno para desde ese nivel del Estado destruir el proceso de paz, desmantelar la JEP, y tratar de apoderarse de las Cortes Judiciales, ya fuera mediante la cooptación de los magistrados o creando una “Corte Única” bajo su control. Todo para garantizar su impunidad e impedir un juicio justo y transparente.

En realidad Uribe impuso a Duque pero sus planes desestabilizadores no se han concretado. No ha logrado destruir totalmente el proceso de paz aunque lo ha puesto en grave riesgo con la colaboración de algunos comandantes farianos que de forma irresponsable le hacen el juego al regresarse al monte después de haber dado “papaya” en la legalidad (cayeron en trampas montadas por la CIA y por la Fiscalía en las que algunos jefes guerrilleros mostraron graves falencias).

Tampoco ha podido destruir la JEP. Al contrario, la dinámica de ese organismo en la búsqueda de la verdad se ha fortalecido. Se ha presentado una importante rectificación de los dirigentes de las Farc (encabezados por Timochenko), que han empezado a reconocer los “errores” cometidos durante el conflicto y aceptar que se presentaron verdaderos crímenes de lesa humanidad que fueron uno de los factores que contribuyeron a descomponer sus filas, deslegitimar la acción armada y desprestigiar su lucha política ante el grueso de la población colombiana.

Y tampoco ha podido impulsar la “Constituyente” para reformar la justicia, dado que la Corte Suprema no cayó en la trampa de abrogarse ese juicio después de que Uribe renunció a su curul en el Senado. Esa institución judicial procedió a trasladar a la justicia ordinaria (Fiscalía) la mayor parte de las investigaciones y casos jurídicos que comprometen a Uribe con el paramilitarismo, dejando al uribismo sin argumentos para atacar de frente y deslegitimar el poder judicial.

No obstante, Uribe sabe que el caudal y la contundencia de las pruebas que tiene la justicia en su contra es muy grande y que le quedará muy difícil a los jueces hacerse los de la vista gorda. Pero lo que más les preocupa es la posibilidad de perder las elecciones en 2022, dado que de todas formas el poder ejecutivo es en Colombia una herramienta muy poderosa para garantizarse la impunidad y contar con aliados cómplices como las agencias de inteligencia de los EE.UU.

Los uribistas son conscientes que este gobierno no puede presentarle resultados positivos al pueblo colombiano, y que, por el contrario, el acumulado de errores, falencias, alevosías, atropellos, abusos y verdaderos crímenes que se han cometido durante este período de gobierno, le han generado un enorme desprestigio. Además, que la protesta social –contenida por la pandemia y el confinamiento– no solo va a crecer sino que pondrá en grave riesgo la continuidad de su gestión. Saben que entramos en un “momento límite y crítico”.

Es por esa razón que el gobierno se ha trazado una estrategia maquiavélica y artera para manipular la protesta social, infiltrarla con cuerpos policiales especializados en la provocación (como ya lo hizo en el pasado durante el Paro Nacional de noviembre de 2019), y generar violencia de todo tipo (o apariencia de violencia) para crear rechazo entre el grueso de la población (vandalismo, asonadas, destrucción de bienes públicos, saqueos indiscriminados, muerte y terror, real o ficticia).

Uribe y Duque desean fervientemente que en Colombia la oposición y los movimientos sociales levanten la consigna de la renuncia de Duque. Quieren que las izquierdas y los demócratas se lancen en forma aventurera a fragmentar la débil democracia que existe en este país. Saben de antemano que la protesta callejera se puede infiltrar y manipular y desean que los demócratas nos desesperemos al nivel de romper con la institucionalidad vigente.

Los uribistas saben que en las próximas elecciones serán derrotados por una gran coalición de “centro-izquierda” alejada de extremismos insulsos que ya se viene configurando en la mente de amplios sectores políticos. Por ello, se requiere de un consciente refrenamiento y un control democrático estricto y disciplinado, que rechace la aventura golpista que impulsan ciertos sectores afanados que le hacen el juego a la derecha golpista de Duque-Uribe.

El cuadro se completa cuando Iván Márquez y Jesús Santrich piden la renuncia de Duque armados hasta los dientes. Petro llama a la desobediencia civil y la Minga Social y Comunitaria asume esa consigna para la protesta que se va a lanzar desde el próximo 10 de octubre. Tenemos sectores dentro del movimiento social que quieren hacer un juicio a Duque para luego exigirle su renuncia.

Esa actitud parece lógica ante un gobierno inepto, débil, corrupto y criminal, pero en realidad no existen las fuerzas unidas y organizadas para llevarlo a un fin constructivo y creativo. Las fuerzas de la muerte serían las beneficiarias de esa orgía de violencia.

Paralelamente, el Ministro de Defensa desde hace unos días ha perfeccionado su discurso en donde plantea que todas esas protestas son dirigidas o manipuladas por el ELN y las disidencias de las FARC, y que todo ello es un plan desestabilizador que tiene cómplices y agentes dentro de la Corte Suprema de Justicia y que cuenta con la dirección de políticos “incendiarios” que quieren provocar el caos.

Están armando el entramado golpista; tienen cuerpos de policía especializados en generar el caos y hacer saqueos y asonadas. El uribismo sabe que poco a poco se ha ido aislando y sólo espera dar el zarpazo. No olvidemos, que lo ocurrido el 9 de septiembre fue un complot septembrino provocado por la misma policía tanto desde las filas de los manifestantes como desde los cuerpos de la fuerza pública. Manipulan todo, desde el infantil afán de figurar de supuestos comandantes del ELN hasta la senil demencia de los viejos comandantes de las Farc.  

No podemos hacerles el juego. Debemos llamar y apoyar la protesta masiva y pacífica, pero dirigida y conducida con paciencia estratégica y con grandeza democrática. Hay que rechazar totalmente el Desespero Cortoplacista e idear una verdadera Desobediencia Civil de largo aliento, colocando la reconciliación y la paz como principal objetivo de nuestro sufrido pueblo.

Hay que derrotar toda clase de golpismos, los conscientes y programados, y los inconscientes y aventurados. 


miércoles, 19 de agosto de 2020

URIBE: ENTRE LA IMPUNIDAD Y LA DERROTA POLÍTICA

URIBE: ENTRE LA IMPUNIDAD Y LA DERROTA POLÍTICA

Popayán, 19 de agosto de 2020

En anteriores artículos planteamos que Álvaro Uribe Vélez después de ser presidente de Colombia tendría como una única tarea la de garantizar su impunidad. Y que ese objetivo se le convertiría en una obsesión hacia el futuro.

Por el tamaño y trascendencia de sus crímenes se vería obligado a amarrarse al Poder, tanto político como económico. Y así ha sucedido con la ayuda de cómplices y aliados.

Ahora, con la renuncia a ser Senador de la República para impedir que la Corte Suprema de Justicia lo juzgue y pueda condenar, Uribe confirma que su principal preocupación es la de mantener una suerte de privilegio que lo coloque por encima de la ley y de la justicia. 

En lo inmediato lo va a lograr. Pero a pesar de todo, perderá poder y en el mediano plazo la correlación de fuerzas va a cambiar, siempre y cuando los demócratas no vuelvan a caer en sus trampas mediáticas y juegos sucios de opinión.  

La jugada de Uribe está dirigida a esquivar a sus actuales jueces para librarse de la cárcel. Y además, le hace creer a sus aliados del Centro Democrático y de las derechas continentales (y de España) que puede impulsar, construir y ganar un Referendo Constitucional para reformar la justicia colombiana y adecuarla a la medida de sus intereses criminales. 

Pero él sabe que no cuenta con la suficiente fuerza política para hacerlo. Les miente y los manipula para cuidar sus espaldas.

Mucho más, cuando la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia no tiene otro camino que trasladar su caso a la Fiscalía (justicia ordinaria) porque el delito que cometió no tiene relación estrecha con las funciones de Senador. El fuero –entonces– ahí no juega.

Ese acto de los magistrados que lo juzgan actualmente le garantizará a Uribe su libertad e impunidad dado que la investigación queda en manos de una institución (fiscalía) que manejan sus cómplices y aliados.

Pero ese hecho, a la vez, impedirá que esas derechas continentales –apoyadas por el gobierno de los EE.UU.– pueda lograr el propósito de arrodillar estructural y absolutamente a la justicia de Colombia.

Gana una batalla pero no la guerra. Obtiene una victoria táctica (la de su impunidad temporal) pero obtiene una derrota estratégica (el poder político) que se concretará en las elecciones de 2020, siempre y cuando los demócratas colombianos (y los de las izquierdas incluidos) comprendan esa paradoja.

Aunque Uribe y las derechas continentales encabezadas por los neo-cons estadounidenses (Pence y Pompeo) hacen fuerza para que los magistrados de instrucción de la Corte Suprema de Justicia caigan en la trampa, eso no va a ocurrir. Esos jueces saben que no pueden dar motivo a esas fuerzas antidemocráticas para posicionar esa iniciativa reformista que –sólo centrada en ese tema – podría ser la carta de salvación de esas derechas políticas.

Lo anterior sólo se puede entender dentro del marco general de la estrategia uribista. Uribe tenía que aferrarse al poder porque al desaparecer el falso fantasma de las Farc (sobredimensionado por el mismo uribismo), los dolientes de los miles de muertos causados por Uribe (o sea, sus verdaderos fantasmas y enemigos) empezarían a acosarlo desde todos los ámbitos de la vida.

Por ello, hoy la principal tarea de las izquierdas colombianas es evitar la “reencarnación aparente” de las Farc en nuevos protagonistas políticos. Ello por cuanto Uribe necesita ese tipo de reciclaje para seguirlos usando como amenaza “castro-chavista”. 

Es necesario entender que las fuerzas reaccionarias necesitan con desesperación de “nuevos fantasmas” para seguir metiendo miedo y temor entre los propietarios, especialmente, entre pequeños y medianos. Cómo será que colocan a Petro como ideólogo de Biden (¡qué ridiculez!).

Menos mal que los magistrados de la Corte Suprema de Justicia van a dar una lección de paciencia estratégica que impedirá que los planes neo y pro-fascistas de Uribe puedan hacerse realidad. Y muchos políticos colombianos deberán tomar nota de ello. 

viernes, 7 de agosto de 2020

Uribe “preso”, los demócratas colombianos y la asamblea constituyente


Uribe “preso”, los demócratas colombianos y la asamblea constituyente

Popayán, 7 de agosto de 2020

Inicio este artículo con un comentario fuerte y polémico. Aclaro, no es un recurso para llamar la atención. Corresponde a un sentimiento que vengo acumulando desde el mismo 4 de agosto del presente año cuando la Corte Suprema de Justicia de Colombia emitió orden de captura con detención domiciliaria contra el ex-presidente Álvaro Uribe Vélez con cargos por fraude procesal y manipulación de testigos.

Es un hecho extraordinario en un país acostumbrado a la impunidad de los “de arriba” que debe ser valorado en toda su dimensión, sin exageraciones y falsas expectativas.

Me digo a mi mismo: Hay gente ingenua que cree que la justicia colombiana va a condenar “de casualidad” a Uribe al estilo como los gringos apresaron a Al Capone o como la oligarquía peruana detuvo a Alberto Fujimori, que son casos totalmente diferentes que muchos analistas utilizan como referentes. Anhelan que Uribe sea juzgado “de chiripa”, por “los laditos”, algo así como en un “juego de suerte”. ¡Qué ingenuidad! Juzgar de verdad a Uribe implica derrotar –de plano– a los EE.UU. y a toda la casta dominante colombiana.

La orden de detención domiciliaria

La orden mencionada hace parte de un proceso jurídico originado por el mismo Uribe cuando denunció al congresista Iván Cepeda Castro de sobornar y manipular a testigos del caso de paramilitarismo que compromete a su hermano Santiago y a la hacienda “Guacharacas” de propiedad de la familia Uribe Vélez. Es una decisión preventiva (cautelar) dirigida a evitar la interferencia del poder político y estatal del ex-mandatario (Duque es su pupilo) en la siguiente fase de investigación y juicio que ha iniciado ese organismo judicial con base en una amplia recopilación de pruebas documentales y testimoniales.

Ese fallo es una acción similar a la que se emitió contra Andrés Felipe Arias (alias “uribito”) por razones similares con el argumento de que el acusado podría huir o influir en su favor en el proceso. Entonces, hubo rechazo y frustración entre los sectores democráticos del país, mientras  ahora, se ha desencadenado un total apoyo basado en la llamada separación de los poderes y en la aspiración de que la “independencia de la justicia” se haga realidad.

Ni Colombia ni la justicia son independientes

Es importante, por otro lado, recordar que la historia de la justicia en Colombia ha sido bastante negativa, por parcializada y subordinada al poder y al capital (como en todo el mundo). En muy pocas ocasiones los órganos judiciales han sido independientes; prueba de ello es que los autores intelectuales de los crímenes de lesa humanidad cometidos a la sombra del Estado desde mediados del siglo XX, nunca han sido enjuiciados ni condenados. Los llamados “perpetradores de alto nivel” jamás han sido siquiera “tocados”.

Éste caso –el de Álvaro Uribe Vélez– pareciera ser el primero de ese tipo, y ello explica las reacciones, totalmente sobredimensionadas, desde mi punto de vista, tanto por quienes adversan la decisión como por los que la apoyan.

En este sentido es necesario insistir en que Colombia nunca ha sido un país autónomo e independiente. Siempre un Imperio, sea el español o el inglés  y desde principios del siglo XX, el norteamericano, han determinado el actuar de las llamadas “instituciones nacionales” y nada se ha hecho sin su aprobación. Aun así, se ha creado el mito de la “democracia más estable de América Latina”.

Además, en la actual coyuntura también es importante traer a la memoria que Álvaro Uribe Vélez tuvo el apoyo total del gobierno de los EE.UU., de sus agencias de inteligencia y de numerosas empresas transnacionales para ensangrentar a Colombia durante más de 3 décadas (que fue continuidad de lo que se inició con el asesinato de Gaitán en 1948), con la participación de la mayoría de la clase dominante de este país. Él fue la cabeza de esa campaña criminal pero no actuó solo; fue una verdadera alianza mafiosa transnacional la que se ensañó contra el pueblo colombiano y lo llevó a una situación de absoluta indefensión y parálisis, aprovechando los graves errores políticos cometidos por la insurgencia colombiana.  

Por todo lo anterior, es claro que el principal “capo” mafioso y paramilitar de Colombia (Uribe) tiene muchas formas y herramientas para chantajear a todos sus cómplices y va a librarse de cualquier condena en su contra. Y por ello, la batalla para lograr que sea procesado y penado por sus crímenes implica mucho más que apoyar a unas precarias instituciones “democráticas” y requiere desarrollar con consistencia un movimiento social y político que comprenda y aborde la complejidad del asunto.

El derrotismo de los sectores democráticos y la situación actual

A los demócratas colombianos, especialmente a los de las izquierdas, les quedó el complejo de culpa de haber perdido con Uribe una confrontación que –en últimas– no decidía nada importante para el país como era la oficialización de la entrega y desmovilización de las Farc sin modificar ni el modelo de desarrollo dependiente y neoliberal y menos la estructura capitalista y colonial del Estado colombiano.

Esas fuerzas políticas no han evaluado a fondo las causas que llevaron a la derrota del “SI” en el referendo de la “paz” de octubre de 2016. Por ello, a pesar de que amplios sectores populares han mostrado en los últimos años un creciente distanciamiento de las políticas impuestas por el gran capital, dichos sectores políticos no logran entender la dinámica del momento.

Es indudable que tanto en el terreno de lo político “real” (conciencia) como de lo “formal” (electoral), las manifestaciones de rechazo a los partidos tradicionales y del establecimiento neoliberal (incluyendo al uribismo) ha venido expresándose de muchas maneras.

En las elecciones presidenciales de 2018 el uribismo tuvo que hacer grandes malabares para hacerse con la presidencia “en cuerpo ajeno” y solo fue la división de las fuerzas democráticas lo que permitió que Duque fuera elegido. Y en las elecciones regionales y locales de octubre de 2019 esa tendencia se fortaleció.

Además, el llamado “paro nacional” que se realizó entre el 25 de noviembre y el 20 de diciembre de ese mismo año demostró esa inconformidad, fue una masiva protesta que contó con el apoyo y la participación de amplios sectores sociales, especialmente de importantes niveles de las clases medias de las grandes ciudades, entre las cuales se destacó la movilización creativa y versátil de los trabajadores que identifico como “profesionales precariados”.

El problema consiste en que tanto los demócratas en general como los de las izquierdas, al diseñar toda su estrategia política alrededor de lo electoral, se ven obligados a confiar y fortalecer la supuesta institucionalidad democrática, y quedan entonces subordinados a la fuerza de la tradición del capital y de la institucionalidad colonial que sólo ha cambiado de nombre (¡ni siquiera de forma!). ¡Ahí pierden!

La propuesta uribista de una Asamblea Constituyente y cómo “cogerles la caña”

En Colombia se dice “coger la caña” a lo que en otras partes del mundo se denomina “tomar por verdad lo que el otro dice”. “Coger por la palabra al contrario y colgarlo con ella”, decía un teórico y político famoso cuando proponía hacer un ejercicio táctico como el que propongo se debería realizar en esta coyuntura colombiana.

Pues bien, algunos sectores uribistas desesperados por lo que está ocurriendo con la detención de Uribe y con lo que avanza con la Jurisdicción Especial de Paz, han lanzado la propuesta de convocar una Asamblea Constituyente con la tarea exclusiva de “reformar la justicia”, a lo que le agregan su propuesta de “unificar y crear una sola Corte, y de paso, acabar con la JEP”.

Pienso que las fuerzas democráticas deben superar su derrotismo y creer en su propia fuerza. Sin abandonar la presión sobre la Corte Suprema de Justicia y la estrategia jurídica que ha encabezado el senador Iván Cepeda Castro, pienso que debe evaluarse la posibilidad de aceptar el reto de la convocatoria de Asamblea Constituyente planteado por el Centro Democrático (uribismo) pero proponerla con un sentido amplio para abordar todos los temas importantes y trascendentales para el país, el pueblo y los trabajadores.

Se trataría de abrir el panorama político y constitucional para debatir los graves problemas que tiene la nación en el terreno del modelo productivo dependiente y extractivista, el poder omnipotente de la banca y el sistema financiero, el monopolio de la tierra y la terrible depredación de nuestros recursos naturales, y demás problemas estructurales acumulados a lo largo de 3 décadas de neoliberalismo y toda una historia de economía y poder colonial-capitalista.

En forma resumida planteo lo que podrían ser logros para nuestro pueblo y país si se impulsara una propuesta de este tipo:

1.    Aprender a manejar tácticamente la convocatoria de ANC para posicionar temas que la oligarquía colombiana y el imperio han logrado imponer como “prohibidos”. (No importa tanto si en lo inmediato se concreta o no, todo depende de la correlación de fuerzas).

2.    Desmitificar la Constitución de 1991, que se presenta como una “gran conquista democrática” cuando en realidad tanto la casta dominante, las derechas recalcitrantes y los EE.UU., la han utilizado para aplicar toda su política neoliberal.

3.    Rescatar la idea de impulsar un verdadero “Proceso Constituyente Desde Abajo” que se venía construyendo y que en un momento de debilidad del candidato presidencial de la Colombia Humana, Gustavo Petro, echó al traste por intereses electoreros de ocasión.

4.    Contribuir a “DESURIBIZAR” la política colombiana que al girar alrededor de este personaje que se convirtió en un instrumento distractor en favor de los grandes poderes oligárquicos e imperiales, lo que les ha servido para engañar al pueblo y a los trabajadores, haciéndoles creer que el principal problema es el llamado “conflicto armado” cuando éste fue resultado de una estrategia de mayor calado, donde Uribe solo fue una ficha manipulable y manejable que –de alguna manera– se les salió de las manos, pero que en ningún momento ha sido el factor determinante.

Finalmente, es muy importante concluir que debemos rechazar con todas nuestras fuerzas la idealización de las llamadas instituciones democráticas, olvidando la historia y los intereses imperiales y oligárquicos que siempre no sola han subordinado a esos organismos judiciales sino que han violado las normas, leyes, Constituciones, y han recurrido a la violencia y al crimen para impedir que el pueblo defina su destino.


Y es necesario reiterar una verdad que es fundamental en el momento actual: Todo lo que debilite la confianza, voluntad y fuerza organizada del pueblo es ganancia para sus enemigos. ¿Confianza en la justicia? 

martes, 28 de julio de 2020

NO QUEREMOS MÁS LIMOSNAS… ¡QUEREMOS TRABAJAR!

Pancarta de comunidades de barrios del norte de Popayán (Cauca-Colombia)
NO QUEREMOS MÁS LIMOSNAS… ¡QUEREMOS TRABAJAR!

Popayán, 28 de julio de 2020

“Si aceptamos que el concepto de “trabajar” es sólo ganarnos el sustento diario, significa que ya estamos perdidos”

Anónimo

Comparto dos notas relacionadas con el momento actual que vive el mundo y la necesidad de romper esquemas y conductas que nos involucran en discusiones “teoricistas” y “bizantinas” e impiden el diálogo abierto y franco que nos debe llevar a la acción práctica y conjunta. A veces, en medio de la acción colectiva, van surgiendo nuevas pistas…

Tensión y división

Todo el mundo está demasiado tenso como para escuchar al otro...

Unos, no creen que exista el coronavirus.

Otros, lo aceptan pero se dividen en dos bandos:

Los que creen que es fabricado por el ser humano y los que piensan que es obra de la naturaleza.

Los primeros, se dividen entre los que piensan que fue obra de Bill Gates, de los chinos, del ejército estadounidense, etc.

Los segundos, se diferencian entre los que piensan que es una pandemia más y los que creen que es obra del desequilibrio eco-social causado por el capitalismo depredador de la naturaleza

Unos más, se dividen de acuerdo al remedio o la “cura” que proponen (remedios caseros, Ivermectina, Remdesivirm, Interferón, Hidroxicloroquina, Dióxido de Cloro, etc.)

Otros más, se dividen entre quienes creen que puede haber vacuna y los que lo ven improbable o imposible (“no existen verdaderas vacunas contra la gripe, VIH, y como el virus muta, la inmunidad es relativa”, afirman estos últimos basados en informes científicos).

La tensión crece mientras cada gobierno financia a sus propias empresas (privadas o estatales) para ganar la carrera contra el SARS-CoV-2, sin que la ONU o la OMS puedan hacer nada para impulsar acciones conjuntas y colectivas para fabricar una verdadera vacuna o algún medicamento efectivo.

Y en lo político sí que es cierto. En la mayoría de países crece la tensión, nadie escucha al otro; o eres “trumpista” o eres “anti”; o eres “uribista” o eres “anti”. No hay término medio.   

No obstante, hay que construir puentes para que el interés general y el bien colectivo pueda encontrar un clima de diálogo tranquilo y serio, y las grandes mayorías puedan decidir con conocimiento y sabiduría.

Es evidente que en un ambiente tenso y enrarecido... ¡nunca llegará esa “luz”! Seguiremos por las mismas... ¡en la oscuridad y el caos...!

El asistencialismo paternalista y nuestras izquierdas

El actual capitalismo “senil” utiliza el asistencialismo paternalista para domesticar a las mayorías populares en los países dependientes que viven de la simple exportación de materias primas. Y tal parece, en otros países en donde el desempleo estructural se va convirtiendo en una constante para millones de personas, dicha política ha empezado a aplicarse.

Inventan programas denominados “transferencias focalizadas en dinero o en servicios” (bonos, subsidios, auxilios) para asistir a la población “vulnerable” que vive en la informalidad absoluta, sin que esos recursos sirvan para crear fuentes de trabajo que dignifiquen a las personas y ayuden a convertirlas en sujetos creativos y pensantes.

Nos calman el hambre para que nos conformemos con ser vendedores ambulantes o mototaxistas u otros “oficios” fácilmente reemplazables y “desechables”, realizando trabajos que no dignifican la vida sino que nos llevan al límite de la indigencia y la desesperación.

Y lo más grave es que existen algunas izquierdas que “copian” esa estrategia creyendo que eso es “socialismo” o “progresismo”.

Por esa razón es que esas “izquierdas” nunca han cuestionado al capitalismo, nunca se han propuesto transformaciones radicales, solo plantean “pequeñísimas reformas”, “paños de agua tibia”, “lo políticamente correcto”, “lo posible”.

Hay que recordar que Uribe en Colombia fue uno de los primeros gobernantes que se le salió del redil al Banco Mundial y que aprovechó los altos precios del petróleo de la primera década del siglo XXI para “universalizar” los subsidios cuando creó “familias en acción” y los “guardabosques”.

Luego, la izquierda latinoamericana le copió, y presentó esa política como propia.

Hoy frente a la pandemia Covid-19 y a la crisis económica (hambruna, desempleo, quiebra de pequeñas y medianas empresas) se plantea la propuesta de la “renta básica” pero –pareciera– se concibe dentro de esa concepción paternalista y asistencialista.

Es interesante recordar que el presidente Roosevelt planteó la política del “New Deal” (1933) frente a las consecuencias de la crisis económica de 1929, pero lo hizo con una visión y práctica muy diferente a la que hoy se propone. Así no fuera revolucionaria era realmente "progresista".

Esos inmensos recursos invertidos por el Estado se canalizaron hacia formas de trabajo concreto y no a limosnería y promoción de la indigencia. Se pagaron durante varios años salarios dignos a 4 millones de trabajadores para reforestar y recuperar el sector agropecuario, y se aprobaron subsidios para fortalecer procesos productivos sin que fueran administrados por la banca privada.

Es por ello que debemos plantearnos de nuevo el debate frente a los subsidios. Ya Alberto Acosta y John Cajas Guijarro en Ecuador habían planteado la discusión pero, creo que se quedó corta.

Y además, es necesario reafirmar que es totalmente justificado que cuestionemos a quienes a nombre del socialismo o del progresismo terminan haciendo lo que promueven los “neoliberales recalcitrantes”, que con el argumento de la “reactivación económica” aprueban “paquetes de ayuda a los pobres” que solo sirven para alentar un supuesto y artificial consumo y cuyos recursos vuelven –vía pública o privada– a las arcas de las instituciones financieras.

Lo que debe quedar más claro todavía es que es necesario y urgente recuperar nuestra perspectiva anticapitalista y postcapitalista para orientar las luchas que se avizoran en el inmediato futuro.

miércoles, 22 de julio de 2020

La Covid-19, la medicina patriarcal-capitalista y el remedio ancestral


La Covid-19, la medicina patriarcal-capitalista y el remedio ancestral

Popayán, 23 de julio de 2020

La aparición y el impacto del coronavirus SARS-CoV-2 en la vida de los humanos del siglo XXI, ha mostrado la fragilidad del cuerpo individual de los homos sapiens y la precariedad y debilidad de toda nuestra sociedad como cuerpo social.

Esta pandemia no solo ha permitido que salgan a relucir todos los males de la humanidad en el terreno económico, social, político y cultural, sino que ha desnudado realidades insospechadas en la práctica de la medicina, de los llamados sistemas de salud (tanto públicos como privados) y de las industrias farmacéuticas que enriquecen a unos pocos a costa de la ignorancia y el sufrimiento humano.    

Es increíble lo ocurrido con este coronavirus. Los científicos todavía no han logrado conocerlo plenamente dejando ver que un “organismo” que parece tan simple, al interactuar con los fluidos humanos (mucosas) se transforma en algo amenazador y letal. Y entonces, tanto los remedios, curas milagrosas, prácticas preventivas y el tema de la fabricación de la vacuna se convierte en otro terreno de especulación y de promoción del miedo.

Y en medio de ese pandemónium de desinformación e histeria inducida por los medios de comunicación, aparece el tema de la medicina tradicional, ancestral o indígena (sea china, hindú, amerindia, negra-africana u otras) como un referente a tener en cuenta.    

La medicina tradicional o ancestral concibe y practica las artes y las ciencias de la energía que está concentrada al interior de las plantas. Es todo un conocimiento extraordinario que está en proceso de ser comprendido por las más avanzadas ciencias de la actualidad.

En esa medicina “creo”, o sea, la considero válida y efectiva. Esa medicina está relacionada con la acupuntura y otras prácticas “secretas” que pertenecían a las comunidades ancestrales que tenían un carácter comunitario, y solo pueden ser aplicadas con el compromiso consciente (¡súper-consciente!) de la persona o la comunidad que es tratada de cierto “mal” o enfermedad.

Y por ello “no creo” en la medicina y rituales de todas clases que promueven abiertamente una gran cantidad de charlatanes y estafadores que hablan de las “plantas sagradas” y, en verdad, no las usan como sagradas. Realizan “rituales” para engatusar a despistados e impresionar a “creyentes” que participan de una serie de prácticas que nada tienen que ver con la medicina tradicional que es una verdadera ciencia (no reconocida por la academia occidental no lineal).

La verdadera medicina tradicional no puede ser divulgada abiertamente ni se puede convertir en un “estándar” o en una “moda”, y menos, en una fórmula. Es algo tan delicado y peligroso que los que saben, la catalogan como el “remedio” que está en el límite entre la vida y la muerte. Y el “paciente” realmente es el que se cura, se “auto-cura”, restituye el equilibrio perdido.

El curandero, las plantas, la respiración, las agujas, los cuarzos, los “humitos”, etc., etc., solo son elementos complementarios para canalizar la ENERGÍA, hacia afuera o hacia adentro. Esos elementos son necesarios para quien no tiene el suficiente poder mental. El papel central lo cumple el “paciente” (que nunca puede ser individual) y es algo realmente “sagrado” y, por tanto, riesgoso y mortal.

No se puede jugar con dicha medicina como hacen algunos charlatanes que se disfrazan de “chamanes” y de “médicos tradicionales” para descrestar incautos y hacerse una fama inmerecida, que los verdaderos médicos-sabios nunca buscan porque sin “ética espiritual” ese “remedio” no le funciona a quien lo practica (sea médico tradicional o “paciente”).

Esa medicina, repito, está en los límites entre la vida y la muerte, que es el lugar desde donde surge y se potencia la energía curadora y restauradora. ¡Para estas épocas esta ciencia ancestral es muy valiosa! Pero nada tiene que ver con teorías “mítico-animistas”, o con religiones de la “Nueva Era”, o con esoterismos conspiranoicos, y menos, con espiritualidades que separan al individuo de la sociedad.

Nada que ver. Es ciencia ancestral, muy materialista, que las ciencias de la complejidad han empezado a desentrañar y entender. Son conocimientos con un total sentido práctico.

Lo que vienen descubriendo las ciencias de la complejidad no lineal y las neurociencias es que el desequilibrio mental (emocional, psicológico, etc.) está en la base de toda enfermedad (incluso, detrás de lo que llamamos “accidentes”).

La medicina tradicional de carácter comunitario abordaba y trataba ese problema, y no giraba alrededor de tratar los “síntomas” (lo que nosotros llamamos enfermedades o afectación de un órgano, un sistema, etc.). Es posible que los médicos tradicionales no fueran conscientes del “poder” de su medicina. Ellos no querían “curar” al individuo sino establecer el equilibrio y la armonía comunitaria que era la verdadera enfermedad. Sin embargo, hoy la ciencia empieza a comprender la importancia que tiene “lo social”, “lo comunitario”, para la salud de los humanos. Los rituales, yerbas, plantas, “humitos”, etc., etc., solo eran "formas" de involucrar al individuo y a la comunidad en ese ejercicio para “restablecer la unidad sanadora”.

Eran verdaderos procesos de “auto-curación” basada en el poder de la mente (pensamientos, emociones, sentimientos, deseos, etc.). Ahora, al ser "re-descubiertos" conducen hoy a los científicos por nuevos caminos insospechados y perspectivas que cuestionan en su esencia a la medicina alopática que trata a cada síntoma (“enfermedad”) por aparte, parcialmente, con mirada de “especialistas”, perdiendo de vista la complejidad no solo del cuerpo humano (que incluye la mente) sino la complejidad no lineal de las relaciones que entabla el ser humano con sus semejantes y la naturaleza en general (cosmos, energía universal, tierra, aire, fuego, agua, etc.).

No rechazo las medicinas alopáticas, en algunos casos se hace necesario usar antibióticos o una cirugía, por ejemplo. Pero, en la medida en que la verdadera enfermedad que nos ha “partido”, “dividido”, “fracturado”, al convertirnos en individuos sin comunidad, sea abordada con nuevas lógicas y prácticas salubristas y sociales, la medicina “curativa” (alopática) tendrá menos espacio en nuestras vidas.  


miércoles, 8 de julio de 2020

LA OLLA COMUNITARIA Y LA COVID-19


Olla comunitaria del barrio Canal La Florida

LA OLLA COMUNITARIA Y LA COVID-19

Popayán, 7 de julio de 2020

Organizar, sostener y mantener una “Olla Comunitaria” en tiempos normales para apoyar una huelga obrera o una movilización campesina, es una práctica en nuestras tradiciones normales de lucha. Pero, otra cosa bien diferente es hacerlo en medio de una pandemia y un confinamiento obligatorio (cuarentena) como el que vivimos.

En algunos barrios de Popayán hemos podido sostener ese esfuerzo comunitario en el marco de impulsar una estrategia de organización que responde a un momento excepcional y extraordinario, a una emergencia sanitaria y humanitaria, y a una crisis económica (desempleo) que se agudiza y hace prever la ocurrencia de alzamientos y rebeliones populares en el próximo e inmediato futuro.

Mucha gente nos ha ayudado a sostener nuestras Ollas Comunitarias. Desde amig@s y conocid@s que se solidarizan con la causa popular hasta sindicatos, organizaciones sociales, cooperativas campesinas, o personas del común que se sienten sensibilizados por el momento que vivimos. Unos y otros nos han colaborado para mantener el espíritu del fogón y la Olla Comunitaria en medio de esta crisis sanitaria. A todos, a ellos y ellas, les agradecemos en el alma su aporte solidario y humanitario.    

La Olla

En Colombia el término “olla” se utiliza de muchas maneras. “Estoy en la olla” quiere decir que está jodido. “Ese barrio es una olla” se dice sobre un sector considerado de baja calaña. Es posible que la utilización peyorativa del término “olla” tenga que ver con cierta psicología “semi-lumpen” de los colombianos, alguna herencia de paisas aficionados al tango y a lo arrabalero, que los lleva a identificar “lo cocinado” con “algo ablandado”, “muy preparado”, “demasiado comible”, “posiblemente digerible” o hasta “quemado”.

Pero claro, la olla es indispensable en nuestra vida diaria. “Vamos a levantar para la olla”, “hay que echarle algo a la olla”, son frases comunes entre nuestro pueblo. En los barrios populares no falta la olla grande, el “fondo”, que también le llaman. Allí se prepara el sancocho de gallina que es una forma de rebusque en muchas partes y lugares, sobre todo los días domingos o en un festivo especial. En la Costa Caribe se prepara el “trifásico”, y en cada región el plato típico que ordena la tradición.

La olla es el elemento principal de la cocina. En ella se concentra el fuego, el aire (vapor), el agua y la tierra, convertida en productos comestibles. En la olla se materializa la obra de arte que es la cocina humana. Para que funcione está el fogón que es la esencia del lugar ancestral donde se reunía y dialogaba la familia (“la tulpa”). A su alrededor aparece la mesa y el ambiente del comedor, así se coma en la mano. En la olla se combinan todos los componentes del alimento, pero no solo los materiales. Hay allí una verdadera comunión espiritual. Alguien decía que los pueblos deben esforzarse por “comer sabroso” si en realidad quieren proyectarse hacia altos niveles de existencia. En la comida está el vivir.

La Olla en comunidad

La Olla Comunitaria significa la concreción de una unión que va más allá de la familia. Su práctica es una tradición rural, no solo herencia indígena o negra sino también del Común español. La gente aporta lo que puede, así sea un plátano o unas papas. La olla comunitaria es un símbolo de Unidad, de trabajo colectivo y colaborativo, una muestra de solidaridad y reciprocidad, un signo de que nos ayudamos y cuidamos mutuamente. Y en donde hay una olla comunitaria llega –casi por derecho propio– el desvalido, el hambriento, el abandonado, así no haya sido invitado. La Olla lo atrae, lo acoge, lo protege y lo llena, lo sacia.  

Olla comunitaria en el sector de La Paz

La Olla Comunitaria es algo que ataca al individualismo en su esencia. Los ricos y egoístas se sienten incómodos frente a su presencia. Les atemoriza que el espíritu de la olla comunitaria rebase los límites de un día o de una ocasión especial. Muchas veces, van y regalan más de lo que deben dar, para tratar de apropiarse de ella y quitarle el poder a la gente que la sostiene. La Olla Comunitaria es en sí misma un símbolo de rebeldía popular, de autonomía compartida, de unión transformadora.

Siempre lo hemos afirmado: Que en plena pandemia unos “pobres” organicen una olla comunitaria para compartir un poco de comida con otros más “pobres” que ellos, es una señal de esperanza, un mensaje de que algo puede pasar después de esta prueba que la naturaleza le está colocando a la humanidad. Es un aliciente colectivo.

Nuevas relaciones entre humanos

Pero además, un sancocho comunitario tiene un significado mayor. Por algo Bateman[1] en su momento hablaba y convocaba al “sancocho nacional”. Que cada cual aporte de acuerdo a sus condiciones y necesidades es algo transformador. Es una especie de trueque pero de mayor alcance y nivel. Que el aporte no tenga una medida impuesta e igualitaria sino que sea indiscriminado, implica una nueva forma de relación entre las personas. Sabemos que no somos iguales pero nos hacemos pares alrededor de una comida en común. Es una acción que produce gran satisfacción, no por lo que comemos sino porque lo compartimos.

Lo comunitario enfrenta de una manera práctica al capitalismo deshumanizador e individualista. Lo hace de hecho y sin necesidad de normas o de permisos. Sentir la felicidad de compartir un sancocho comunitario con personas que por aparte estarían aguantando hambre o comiendo mal, es un sentimiento que reconforta y anima. Y sobre todo, si allí participan niños y adultos mayores que lo necesitan. Y al hacerlo nos hermanamos, nos hacemos superiores, somos más humanos y más humildes.

En medio de la pandemia

En los barrios de Popayán en donde hemos logrado sostener la Olla Comunitaria en medio de la pandemia, han habido intentos de denunciarnos ante la policía porque supuestamente estamos violando los protocolos de bioseguridad. En la mayoría de casos son barrios que tienen una seguridad colectiva, se han organizado “retenes comunitarios” para evitar contagios externos, pero es indudable que nos sometemos a un riesgo. Por ello, debemos extremar cuidados, no relajarnos frente a la expansión del coronavirus, pero ante todo, hay que seguir rescatando y reviviendo el espíritu de la Olla Comunitaria para convertirlo en guía y soporte de nuestras organizaciones y luchas futuras.   

En la Olla Comunitaria está materializada la figura de la rebeldía popular: no dejarnos individualizar. No se trata tanto del fogón y de la olla, en sí mismos. Es la acción misma de juntarse en la olla comunitaria que es construir relaciones de colaboración y ayuda mutua alrededor de esos elementos, para construir y re-construir comunidad.



[1] Jaime Bateman Cayón fue un líder revolucionario colombiano, fundador del M19 en la década de los años 70s del siglo XX. Murió tempranamente en un accidente de aviación.  


lunes, 22 de junio de 2020

PROSUMIDORES Y RECICLADORES NACIDOS EN LA PANDEMIA


PROSUMIDORES Y RECICLADORES NACIDOS EN LA PANDEMIA

Popayán, 22 de junio de 2020

En los barrios del norte de Popayán, Colombia, especialmente en barrios periféricos, ha surgido una iniciativa de organización comunitaria para enfrentar tanto la emergencia sanitaria y humanitaria como la crisis económica que evidenció y potenció la pandemia Covid-19.

La población de esos barrios populares está constituida en su gran mayoría por personas provenientes de áreas rurales de municipios caucanos o departamentos vecinos. Unos pocos individuos son de la ciudad o veredas cercanas. La gran mayoría son integrantes de familias desplazadas por la violencia o por la pobreza extrema.

Antes de la pandemia y del confinamiento obligatorio obtenían sus ingresos de la economía informal. Son vendedores ambulantes, moto-taxistas, trabajadoras domésticas, obreros de la construcción y otras actividades similares. Su nivel de vida es precario y su futuro incierto.

Después de organizarse alrededor de los “huertos comunitarios de emergencia” que sirvieron para llamar la atención y obtener algunas ayudas solidarias, las familias integrantes de ese esfuerzo colectivo aspiran a convertirse en productores de su propia comida y en recicladores de residuos orgánicos. Es una apuesta por rehacer sus vidas y enfrentar un mundo en crisis que les ofrece y amenaza con la esclavitud moderna y/o la indigencia camuflada.

Han ideado un proyecto que consiste en producir simultáneamente peces (tilapia roja) y hortalizas mediante la técnica de aguaponía familiar y urbana, y se están organizando para transformar los residuos orgánicos que genera la población en abonos para sus huertas caseras. Ya están montado dos (2) pilotos del proyecto para generar un efecto demostrativo y conformar una primera asociación con las primeras 90 familias.

Preparando otro Huerto Urbano Comunitario en Lame

Lo llamativo del proceso es que el liderazgo lo ha asumido un grupo de mujeres relativamente jóvenes. Ellas quieren dejar de ser trabajadores dependientes y sueñan con convertirse en “prosumidores” (Rifkin), productores y consumidores a la vez. Su meta es construir una economía relativamente autónoma, que cuente con sus propias fuentes de energía y se apropie de la cadena productiva para eludir los intermediarios que son los que finalmente se apropian del fruto de su trabajo.

Poco a poco, en la medida en que el proceso se ensancha y fortalece van apareciendo conflictos de mayor dimensión. La lucha contra los monopolios privados que se apoderaron desde los años 90s del siglo pasado (XX) de los servicios públicos se les apareció de frente. Las tarifas y costos de la energía eléctrica, agua potable, gas domiciliario y aseo se han incrementado en medio de la pandemia y el confinamiento, la inconformidad general crece y los grupos “en movimiento” se convierten en referentes de coordinación y lucha.

También deben enfrentar las condiciones de ilegalidad de la propiedad de los predios en donde se instalaron estos barrios, surgidos de la acción de urbanizadores piratas que utilizan a funcionarios corruptos para estafar a gente humilde que “invierte” sus escasos ahorros en comprar un “lote” que es entregado con un falso título de propiedad.

De esa manera, la vida obliga a esas comunidades a enfrentar otros problemas acumulados. La alianza que se formó en Popayán desde hace 25 años entre los transportadores y terratenientes sigue “ordenando” la ciudad en favor a sus intereses. Grandes proyectos inmobiliarios en extensos “lotes de engorde” ubicados estratégicamente están en el eje de sus planes. Por ello se niegan a “formalizar” los asentamientos de familias humildes porque son un estorbo para sus negocios. Aspiran a desalojarlos con cualquier excusa. Rechazan la reforma urbana del suelo y se niegan a democratizar la propiedad de la tierra que es el paso necesario para poder realizar programas de vivienda para arrendatarios y gentes de bajos ingresos.   

Huerto en el barrio Canal La Florida

En medio de la pandemia han surgido iniciativas para desmontar los símbolos del poder de la antigua aristocracia payanesa y caucana (pinturas y estatuas de conquistadores españoles y próceres criollos de la independencia) siguiendo el ejemplo de otros pueblos del mundo que están tumbando los íconos que representan el esclavismo, el racismo y la discriminación social. Los movimientos sociales locales empiezan a visualizar esas acciones simbólicas y la tarea está a la orden del día.  

Este proceso de organización de los barrios del norte de Popayán muestra los desafíos que los sectores populares tienen en medio de la crisis sistémica que vive el mundo del capital, que se manifiesta no solo en los centros metropolitanos sino en la periferia colonial y dependiente.

El reto es grande. Ya algunas mujeres representaron al movimiento de la “agricultura urbana” en una marcha de protesta que se organizó el pasado 18 de junio en Popayán. Es la primera vez que participan en una actividad de ese tipo y con disposición natural y rebeldía a flor de piel se pusieron al lado de estudiantes, sindicalistas y otros sectores sociales.

Orgullosas y  valientes portaban una hermosa y vistosa pancarta que decía: “No queremos más limosnas… ¡Queremos trabajar!”.  

La idea que está naciendo es desarrollar un fuerte “movimiento social”, con auto-gobierno, auto-gestión económica y nuevo sentido cultural y político. ¡Recién empezamos!

Nota: Solicitamos formalmente a las organizaciones sociales y personas solidarias cualquier tipo de apoyo que nos puedan hacer. Los gobiernos local y departamental no están colaborando en nada. Esta semana tuvimos que suspender una Olla Comunitaria por falta de dinero. La información sobre esta experiencia comunitaria se puede obtener en: https://www.facebook.com/Agricultura-Urbana-Barrios-Norte-de-Popay%C3%A1n-La-Paz-y-otros-111398423888137/?modal=admin_todo_tour


jueves, 4 de junio de 2020

Una forma de lucha “simbólica” en medio de la pandemia Covid-19


Una forma de lucha “simbólica” en medio de la pandemia Covid-19

Popayán, 4 de junio de 2020

Un grupo de personas de los barrios periféricos del norte de Popayán se organizaron para construir con sus manos unos Huertos Urbanos y Comunitarios en predios o lotes públicos del municipio o departamento como una forma de llamar la atención del Estado y de la sociedad, y conseguir –en primera instancia– alimentos de emergencia (“mercados”) para atender la crisis humanitaria que se está viviendo en Colombia y en el mundo entero.

No fue fruto de un trabajo organizativo anterior ni mucho menos. Contaron con el apoyo de unos jóvenes profesionales del sector agropecuario pero en realidad fue una decisión obligada por la necesidad de obtener alimento para sus hijos en medio de la dramática situación de hambruna e incertidumbre. No obstante, poca a poco se fue convirtiendo en una nueva forma de protesta. Claro, los acumulados de vida de las personas que se juntaron han ido adquiriendo una nueva fisonomía a medida que el proceso avanza y se fortalece.

Además, en el camino de unirse para cultivar la tierra se están dando cuenta que habían vivido muy desunidos en sus barrios y veredas. Antes, cada uno por separado solo podía esperar a que el gobierno, un politiquero o un milagro de Dios los librara de aguantar hambre con sus hijos. Ello porque la gran mayoría son trabajadores informales (moto-taxistas, vendedores ambulantes, empleadas domésticas, obreros de construcción, etc.) y en medio de la cuarentena no podían salir a la calle a “rebuscarse el diario”. Estaban a la merced de la voluntad de otros.

Después de varios días de labranza decidieron organizar la Olla Comunitaria. Fue algo casi inmediato porque necesitaban alimentarse colectivamente. Y de pronto, fueron apareciendo adultos mayores del sector que no tenían donde comer y arrimaban a saciar el hambre con la ayuda de los agricultores urbanos. Ellos los acogieron como si fueran sus padres o abuelos, situación que es algo especial. ¡Que un grupo de “pobres” se organice para compartir su alimento con otros más pobres que ellos es algo realmente extraordinario!

Ese proceso de organizarse para retar al coronavirus (con todo el riesgo que ello implica) y desafiar las ordenes de confinamiento general (arriesgándose en un principio a ser multados), lo pudieron hacer acogiéndose a las normas que otorgan excepciones a quienes trabajan con alimentos (decreto 531/2020), pero significó –en la práctica– un gesto de rebeldía e insubordinación. Así para ellos fuera algo natural para poder resolver una necesidad.

Y así lo dice uno de sus integrantes de nombre Armando Escobar: “No podemos dejarnos encerrar por la pandemia”. Y afirma, que al juntarse para cultivar su propia comida en medio de esta situación, actúan como una comunidad en acción y perciben “una fuerza interna” que antes no habían sentido. No solo se convierten en referente de una forma simbólica de protesta sino que inician un camino permanente de construcción de autonomía y de un futuro que está en sus propias manos; en manos de la comunidad que construyen.

Es así como en sus barrios y veredas han empezado a sentirse las consecuencias de ese primer paso. Las gentes están rompiendo con las pequeñas rencillas y peleas que antes los dividían y se van unificando y entendiendo entre ellos. El gobierno se ha visto obligado a llegarles con mercados, que han sido bien recibidos y los alientan a fortalecer su determinación y autonomía. Además, ese resultado lleva a que otros individuos se animen a sumarse a la tarea para lograr los beneficios inmediatos y los que proyecten en adelante.

Ya se han organizado cuatro (4) Ollas Comunitarias en ese sector de la ciudad. En La Paz, Lame, Canal La Florida y Las Guacas. Y sendos lotes están en proceso de siembra y cultivo. Y poco a poco estos grupos comunitarios que están integrados por personas y familias provenientes de municipios caucanos o de otros departamentos, han empezado a entender que el objetivo no puede ser obtener solo un “mercado” sino que si mantienen y consolidan su organización y no se dispersan, pueden construir su “propia economía”.

Además de la enorme diversidad de procedencia se observa entre los integrantes de estas comunidades un sentido de no dejarse diferenciar y sectorizar como lo hace el Estado. Las mujeres están al frente pero no con sentido feminista. Las víctimas y desplazados por el conflicto armado saben que además son desplazados por la pobreza y la necesidad de vivir dignamente. Aunque todos se saben de origen indígena, negro o mestizo, no es una diferencia que se  marque sino que se reconoce como una riqueza a explotar hacia el futuro.

Sin embargo, las diferencias son de otro tipo: unos, los más veteranos que fueron desplazados del campo a edad madura, quieren tierra para cultivar; otros, los más jóvenes ya han construido mentalidad citadina y “jornalera”; y los intermedios, sobre todo las mujeres, quieren construir algo “propio”, no se sienten campesinas pero tampoco quieren tener “patrón”.   

Pero sigamos. De alguna manera ese tipo de protesta simbólica empieza a adquirir un gran valor en medio de la pandemia. Como es un riesgo salir a las calles a protestar porque puede ser causa de contagio del virus, se empiezan a diseñar nuevas formas de hacer visible su determinación de lucha. La “fuerza interna” se convierte en su mayor ventaja; sentirse haciendo algo por su propia voluntad los llena de confianza y los hace fuertes frente al resto de la sociedad y ante el Estado. La fuerza moral y la acción misma de “sembrar”, se convierte en potencia por explorar.

Es posible que muchas personas que han estado colaborando con ideas, iniciativas o con aportes económicos, sientan que este grupo de personas que han tomado como símbolo a la Agricultura Urbana para actuar colectivamente en medio de la pandemia, estén iniciando una nueva forma de lucha. Es una modalidad adecuada al momento; tiene la ventaja de que al Estado y sus agentes no los pueden provocar o infiltrar y llevarlos al terreno de la violencia para desacreditarlos y aislarlos. Seguramente si mandan agentes a labrar la tierra, serán bienvenidos y bien alimentados.

Pero además, los gobiernos no pueden impedir que la gente siembre su propia comida en terrenos públicos que no tienen ninguna utilidad en medio de la cuarentena. No pueden acusarlos de invasores porque ellos han planteado que es una ocupación provisional mientras dure la pandemia y la crisis económica que está en ciernes. No puede el gobierno decir que es un grupo que desconoce la institucionalidad porque ya se preparan para presentar ante el Estado sus propios proyectos que piensan manejar desde esa “fuerza interna” que está en construcción.

Es interesante también hacer ver que el gobierno ha planteado una serie de políticas para “reactivar la economía”. Esa situación puede ser favorable para estas comunidades que a partir de su autonomía –por primera vez en su vida– pueden construir su “propia economía”; una economía basada en relaciones sociales de tipo colaborativo y comunitario sin negar la necesidad de que cada persona o familia asuma con responsabilidad y disciplina las tareas y proyectos que entre todos definan.

Claro, tendrán que hacerlo con su propia visión, objetivos, dirección y metodología. Será el gran reto que deberán asumir si no quieren que la “reactivación” que propone el gobierno solo le sirva a los bancos y a las poderosas transnacionales, y esas comunidades terminen envueltos y entrampadas en las garras del gran capital. Se requiere mucha sapiencia práctica y capacidad política para lograrlo. ¡Hay que ayudarles!             


lunes, 1 de junio de 2020

SOROS: el hombre que alquiló a la Izquierda

George Soros

SOROS: el hombre que alquiló a la Izquierda

¿Qué ocurre cuando las causas sociales comienzan a recibir fuertes aportes económicos de fundaciones creadas por personalidades “VIP” del sistema financiero y empresarial global?

Hoenir Sarthou, Semanario Voces, 30 abril 2020

No hay que especular mucho. Desde hace varias décadas, fundaciones como la Open Society (de George Soros), la Fundación Bill y Melinda Gates, y las Fundaciones Rockefeller, Ford, Kellogg, y otras, destinan cuantiosos fondos a causas habitualmente consideradas “liberales”, “progresistas”, e incluso “de izquierda”. Y los resultados están a la vista.

Usando parte de las fortunas acumuladas por sus creadores en áreas más tradicionales, como las finanzas, el petróleo, la industria química, la agroindustria, la genética o la informática, esas Fundaciones han invertido mucho dinero en las siguientes causas: los derechos humanos, la enseñanza universitaria, el periodismo, el feminismo “de género” y  los derechos de las minorías LGTB (y las políticas de discriminación positiva respecto a esas dos causas), la legalización de la marihuana, el ambientalismo, las campañas por el calentamiento global, la promoción de las “tecnologías verdes”, la investigación, producción y aplicación de nuevas vacunas, la financiación de la OMS (especialidad en que se destaca Bill Gates)  y el apoyo a las políticas recomendadas por la OMS respecto al coronavirus (sepan disculpar si olvido alguna causa, son tantas…)

Conspiranoia

Observen que no me pregunté por qué esas fundaciones invierten en esas causas. No lo hice porque es una pregunta que no puedo contestar. ¿Cómo podría saber qué pasa en las cabezas de Soros, Gates, los Rockefeller o los directores de las otras fundaciones?

No busquen aquí referencias a logias o conspiraciones secretas, ni a los “Iluminati” o a los “reptilianos”. Nada de eso encontrarán en esta nota ni en ninguna de las mías. Por un lado, porque no tengo ninguna noticia confiable sobre la existencia de esas logias. Por otro, porque, como dijo cierto filósofo refiriéndose a Dios, no hay necesidad de esas hipótesis fantásticas para dar cuenta de lo que ocurre, dado que los protagonistas actúan y ejercen su poder ante nuestra vista y paciencia.

La relación entre dinero y poder es consustancial. Quien tiene mucho dinero suele contar con relaciones privilegiadas con el poder político, salvo en las contadas excepciones en que se topa con líderes políticos incorruptibles y muy valientes, lo que lamentablemente no ocurre todos los días. Recuerden al actual Ministro de Ganadería y Agricultura diciendo, hace pocas semanas, que él era “un representante” de ciertos productores rurales. O, un poco antes, a personajes como López Mena o Salgado, erigidos en personajes de la Corte presidencial, con su correlato de concesiones abusivas. Ni hablar de UPM, que, sin importar el gobierno de turno, actúa como si fuera la dueña del País.

En lo grande ocurre lo mismo que en lo chico. Si López Mena, Salgado o ciertos empresarios obtienen un trato privilegiado en casa, ¿cómo no van a obtenerlo en el mundo personajes con el poder de incidir en la emisión de dólares, hacer tambalear al Banco de Inglaterra o cambiar el estatus político de países que operaban en la órbita de la ex URSS?

Si a eso le sumamos que varios de estos personajes son socios en muy diversos negocios, que por su actividad financiera influyen en las políticas monetarias de todo el mundo, y que, a través de la financiación y de su influencia política, tienen fuerte incidencia sobre organismos internacionales, incluida la OMS, es imposible analizar la realidad internacional, o la nacional, sin tomar en cuenta su existencia como grupo de poder. En Uruguay, el episodio Mujica-Soros-Rockefeller, respecto a la marihuana, aun siendo anecdótico, lo deja claro.

Soros, o el método

No tengo idea de quién es Soros realmente. No sé si es el cerebro, el vocero, o el lobista más locuaz de ese grupo de socios. Quizá sólo haga muy ostentosamente lo que otros hicieron siempre con más discreción. Lo cierto es que maneja enormes sumas propias y, durante toda su vida, ha invertido capitales ajenos.  Por añadidura es el creador y animador del Foro de Davos, en el que los más poderosos se juntan con otros no tan poderosos, no sé si para “bajarles línea” o para entretener a los “paparazzi” de la farándula financiera.

Ni siquiera puede asegurarse que el método que lo caracteriza sea invento suyo. Él mismo admite que, siendo estudiante, conoció a dos personas clave en su vida. Una fue Karl Popper, de quien tomó el concepto de “sociedad abierta”; la otra fue uno de los Rockefeller, que le transmitió un concepto esencial para su carrera: si uno puede asociar sus intereses con una buena causa, su poder no tiene límite

Esa frase condensa el “método” que conocemos: una fundación sin fines de lucro, creada con dinero que se deduce de impuestos, respalda a una “buena causa”

Para eso, transfiere dinero a ciertas ONGs, que presionan para que, en distintos lugares del mundo, se apliquen políticas afines a la “buena causa”, políticas que, milagrosamente, terminan haciendo ganar fortunas a las empresas lucrativas del creador de la fundación. A veces la conexión entre la “buena causa” y la ganancia del filántropo es evidente. Otras veces no tanto. No puede descartarse que algunas de esas jugadas persigan fines mesiánicos, además o en lugar del lucro.

En ocasiones, las inversiones de Soros y de sus socios tienen éxito: la desestabilización financiera de Inglaterra en 1995, los cambios políticos en Europa del Este, o la conversión de Uruguay en experimento de marihuana legal (en sociedad con Rockefeller); en otras fracasan, al menos temporalmente, como el intento de obstruir la asunción de Trump o la apuesta secesionista en Cataluña

Izquierda “Soros”

En la izquierda, el método Soros (uso a Soros como símbolo, ya que no es el único que lo aplica y financia) ha causado un sismo silencioso.

A lo largo de tres décadas, muchos militantes “de izquierda” dieron un giro sorprendente. Los mesiánicos profetas de la revolución proletaria se incorporaron a las ONGs y adhirieron a la financiación y a la agenda “soros” de derechos identitarios, al tiempo que desarrollaron una miopía asombrosa sobre las verdaderas relaciones de poder económico y político, en sus propias sociedades y en el resto del mundo.

Así, en Uruguay, avalaron o toleraron políticas como la bancarización obligatoria y la ley de riego, o la profundización del modelo forestal celulósico, basado en el privilegio, la entrega de bienes públicos, la explotación destructiva de recursos naturales y el sometimiento a los designios del inversor.

¿Cómo fue posible?

Basta con no ver dónde está el verdadero poder, el papel de los bancos, del capital financiero y sus fundaciones, de los organismos internacionales de crédito, de las calificadoras de riesgo, de los inversores privilegiados y leoninos. Basta con ignorar los problemas estructurales del sistema y reducir la política a una lucha entre “izquierda progresista” y “derecha conservadora”.

Entendiendo por “izquierda” a una agenda estandarizada de derechos identitarios, el aborto, la diversidad sexual, la marihuana libre, una difusa sensibilidad social más proclive a la caridad que a la justicia social, un ambientalismo “naif” que no cuestiona a la celulosa ni a la agroindustria, y una ciega confianza en que el mundo y los organismos internacionales avanzan por la senda de los derechos humanos hacia la inclusión social. Y entendiendo por “derecha” a una caricatura conservadora que, en el fondo, se reduce a los adversarios electorales, blancos, colorados, y ahora Cabildo Abierto.

El mundo según Soros tiene un algo de “Nunca jamás”. De un lado están Peter Pan, Wendy y los niños progresistas, que son buenos, lindos, modernos, sensibles e inclusivos.  Del otro lado está “la derecha”, compuesta imaginariamente por hombres blancos, viejos, reaccionarios, misóginos, discriminadores y opresores, y… bueno, por mujeres alienadas, y por jóvenes poco empáticos, y por algún homosexual que no termina de salir del closet, en fin….

Tiene también un aspecto terrible. Porque, en la medida en que ese progresismo a lo Soros encarna todo lo bueno, formular dudas respecto a alguna de sus causas, ya sea la brecha salarial de género, el calentamiento global, la bondad de las tecnologías verdes o la mortalidad inaudita del coronavirus y la necesidad de paralizar al mundo y encerrarse, lo convierte a uno en “inmoral, fascista, negacionista, insensible, discriminador, invisibilizador” y (el más reciente pecado mortal) “falto de empatía”

¿Izquierda?

Esta extraña situación, por la que se declaran “de izquierda” personas y organizaciones financiadas por la cúspide del sistema financiero global, tiene una explicación: nada es más confuso, ambiguo y polivalente que el término “izquierda”.

Cuando empezó a usarse, hacía referencia al lugar en que se sentaban, en la Asamblea Nacional francesa, los representantes de la burguesía radical.

Luego, quizá porque el joven Marx integró el grupo de los hegelianos de izquierda, la palabra se identificó con las luchas de las internacionales obreras y con la profecía marxista, que auguraba la dictadura del proletariado y luego la sociedad sin clases.

Más tarde, cuando el marxismo y el movimiento obrero se dividieron entre la corriente leninista y la socialdemocracia de inspiración bernsteniana, que dieron  lugar respectivamente a la revolución rusa y a la socialdemocracia europea, el término ganó ambigüedad.

El asunto siguió complicándose con el psicoanálisis, la Escuela de Frankfurt, el estructuralismo, el existencialismo, la revolución china, la revolución cubana, el 68 francés, el neomarxismo, los liberales igualitaristas estadounidenses y la posmodernidad, hasta que fue casi imposible decir qué significaba exactamente ser “de izquierda”

La brillantez de Soros, Rockefeller y otros socios, o de algún intelectual contratado por ellos, es haber advertido que era posible aprovechar la sensibilidad y la capacidad militante de la izquierda para convertirlas en un poderoso instrumento de manipulación económica y política, fuerza de choque, en buena medida inocente, de proyectos económicos y políticos poco transparentes.

La financiación de aquellos aspectos de la sensibilidad “de izquierda” que no apuntan directamente contra las estructuras de propiedad del sistema parece haber sido la clave

Los derechos humanos, el feminismo, las cuestiones de género, la diversidad sexual, la lucha contra la discriminación racial, la preocupación por el medio ambiente, la sustitución del petróleo por tecnologías “verdes”, las campañas contra el Sida o el coronavirus, tienen en común su capacidad de convertirse en armas políticas de desestabilización y chantaje contra los gobiernos y los Estados, sin tocar nada sustancial del sistema económico. Junto a una importante influencia sobre las agencias de noticias y los medios de comunicación, pueden encumbrar, hacer caer o complicarle la vida a cualquier gobernante, como debe saberlo hoy Donald Trump.

Eso sí, nunca verán a un izquierdista “Soros” cuestionar al sistema financiero o a los organismos internacionales de crédito.

Patricios y plebeyos

No pretendo definir qué es o qué debe ser la izquierda, porque me parece tarea imposible.

Hace más de dos mil años, en la antigua Roma, las luchas políticas enfrentaban a patricios y plebeyos. Los que tenían privilegios económicos y poder político, y quienes no los tenían. El senado, por un lado, y los tribunos de la plebe, por otro, expresaban institucionalmente esa lucha.

Esa lucha es eterna. Basta con identificar a quienes tienen realmente el poder y los privilegios, y a quienes no los tienen. Luego es cuestión de situarse de un lado o del otro.

En el mundo actual, todo poder formal está condicionado por el capital financiero, que opera directamente o a través de organismos internacionales de crédito, fundaciones, financiación de inversión corporativa y empresas calificadoras de riesgo. Los gobiernos, los partidos, la academia, la prensa, las ONGs y hasta los sindicatos compiten por esa financiación, lo que implica al menos estar dispuesto a callar lo que ese verdadero poder no quiere oír.

En términos de pensamiento crítico, no es posible seguir chiflando y mirando hacia arriba ante esa realidad. Porque quien paga la cuenta decide el menú.  Es decir, decide qué se piensa, qué se investiga, qué se concluye, qué se dice, qué se hace y por qué se lucha.

No es posible pretender hablar o actuar por la “plebe” estando a sueldo de los nuevos “patricios”. La autonomía respecto de esa financiación es un requisito previo de cualquier pensamiento, praxis, investigación o comunicación que se pretendan críticos.

Es así de simple y, a la vez, de espinoso.