URIBE: ENTRE LA IMPUNIDAD Y LA DERROTA POLÍTICA
Popayán, 19 de agosto
de 2020
En anteriores artículos
planteamos que Álvaro Uribe Vélez después de ser presidente de Colombia tendría
como una única tarea la de garantizar su
impunidad. Y que ese objetivo se le convertiría en una obsesión hacia el
futuro.
Por el tamaño y trascendencia de
sus crímenes se vería obligado a amarrarse al Poder, tanto político como
económico. Y así ha sucedido con la ayuda de cómplices y aliados.
Ahora, con la renuncia a ser
Senador de la República para impedir que la Corte Suprema de Justicia lo juzgue
y pueda condenar, Uribe confirma que su principal preocupación es la de
mantener una suerte de privilegio que lo coloque por encima de la ley y de la
justicia.
En lo inmediato lo va a lograr. Pero a pesar de todo, perderá poder
y en el mediano plazo la correlación de fuerzas va a cambiar, siempre y cuando
los demócratas no vuelvan a caer en sus trampas mediáticas y juegos sucios de
opinión.
La jugada de Uribe está dirigida
a esquivar a sus actuales jueces para librarse de la cárcel. Y además, le hace
creer a sus aliados del Centro Democrático y de las derechas continentales (y
de España) que puede impulsar, construir y ganar un Referendo Constitucional
para reformar la justicia colombiana y adecuarla a la medida de sus intereses
criminales.
Pero él sabe que no cuenta con la
suficiente fuerza política para hacerlo. Les miente y los manipula para cuidar
sus espaldas.
Mucho más, cuando la Sala de
Instrucción de la Corte Suprema de Justicia no tiene otro camino que trasladar
su caso a la Fiscalía (justicia ordinaria) porque el delito que cometió no
tiene relación estrecha con las funciones de Senador. El fuero –entonces– ahí
no juega.
Ese acto de los magistrados que
lo juzgan actualmente le garantizará a Uribe su libertad e impunidad dado que
la investigación queda en manos de una institución (fiscalía) que manejan sus
cómplices y aliados.
Pero ese hecho, a la vez, impedirá
que esas derechas continentales –apoyadas por el gobierno de los EE.UU.– pueda
lograr el propósito de arrodillar estructural y absolutamente a la justicia de
Colombia.
Gana una batalla pero no la guerra. Obtiene una victoria táctica
(la de su impunidad temporal) pero obtiene una derrota estratégica (el poder
político) que se concretará en las elecciones de 2020, siempre y cuando los
demócratas colombianos (y los de las izquierdas incluidos) comprendan esa
paradoja.
Aunque Uribe y las derechas
continentales encabezadas por los neo-cons
estadounidenses (Pence y Pompeo) hacen fuerza para que los magistrados de
instrucción de la Corte Suprema de Justicia caigan en la trampa, eso no va a
ocurrir. Esos jueces saben que no pueden dar motivo a esas fuerzas
antidemocráticas para posicionar esa iniciativa reformista que –sólo centrada en
ese tema – podría ser la carta de salvación de esas derechas políticas.
Lo anterior sólo se puede
entender dentro del marco general de la estrategia uribista. Uribe tenía que
aferrarse al poder porque al desaparecer el falso fantasma de las Farc (sobredimensionado por el mismo
uribismo), los dolientes de los miles de muertos causados por Uribe (o sea, sus
verdaderos fantasmas y enemigos) empezarían a acosarlo desde todos los ámbitos
de la vida.
Por ello, hoy la principal tarea
de las izquierdas colombianas es evitar la “reencarnación aparente” de las Farc
en nuevos protagonistas políticos. Ello por cuanto Uribe necesita ese tipo de reciclaje
para seguirlos usando como amenaza “castro-chavista”.
Es necesario entender que
las fuerzas reaccionarias necesitan con desesperación de “nuevos fantasmas”
para seguir metiendo miedo y temor entre los propietarios, especialmente, entre
pequeños y medianos. Cómo será que colocan a Petro como ideólogo de Biden (¡qué
ridiculez!).
Menos mal que los magistrados de la Corte Suprema de Justicia van a dar una lección de paciencia estratégica que impedirá que los planes neo y pro-fascistas de Uribe puedan hacerse realidad. Y muchos políticos colombianos deberán tomar nota de ello.
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