domingo, 30 de octubre de 2016

UN NUEVO CAMINO

UN NUEVO CAMINO

Popayán, 30 de octubre de 2016

Preocupa la actitud de la mayoría de políticos y analistas de izquierda. No aceptan la derrota, ni perciben sus errores y tienden a justificarse. Creen ilusamente que las movilizaciones después del 2 de octubre fueron a favor de la “paz” que vendía Santos, o sea, las ubican como un respaldo total y en defensa de los acuerdos firmados. Tal comportamiento les impide profundizar en el análisis de los resultados del Plebiscito y los amarra al error.

Se reafirman en el traspié y se resisten a cambiar. Evalúan con diferente rasero al contradictor y al aliado. Según esa lectura amañada, Uribe ganó porque engañó y manipuló. Pero no aceptan que Santos hacía lo mismo pero con la diferencia que no le creyeron. Su demagogia y politiquería con la paz generó rechazo incluso entre muchos que querían votar por el SI. Pero esos políticos de izquierda tapan lo evidente. “Algo” les impide reconocer la realidad.

Lo que es visible es la derrota. Pero no sólo es la derrota del SI frente al NO. Es el fracaso de la institucionalidad “democrática” frente a una población que no cree en nada. Hay que reconocer la visión de esos “otros”, de aquellos que no existen para el político tradicional, incluyendo a las izquierdas. Esos ciudadanos que son vistos como ignorantes, apáticos, indiferentes y marginales. Que son “invisibles” como dice William Ospina. Que no “son”.

Las nuevas expresiones políticas que están por nacer deben partir de la base de que entre esos “invisibles” existe un gran potencial. Allí hay personas que no participan en política porque la rechazan intuitiva e instintivamente. Y lo más positivo, no venden su voto. Están allí a la espera de que surja algo nuevo, que les hable en su lenguaje, que vea las cosas como las ven ellos, que les ofrezca un camino viable de esperanza. Que ataque con seriedad a los corruptos, que identifique los males que sufre la nación y sobre todo, a las clases empobrecidas.

Los y las jóvenes de Colombia deben tomar la decisión y plantear una nueva alternativa política. Si no aparecen nuevos liderazgos que aglutinen a las grandes mayorías, serán las mismas minorías que se expresaron en el Plebiscito las que nos impongan a un candidato guerrerista, clerical y patriarcal (Vargas Lleras, Ordoñez o un “uribista) o a un candidato “santista”, supuestamente “progresista”, “reformista” pero plenamente neoliberal y corrupto.

Los y las jóvenes de Colombia pueden y deben auto-convocarse y proponer algunos precandidatos “outsiders”, venidos de “fuera de la política”. Un científico, un trabajador cultural o ecológico, un intelectual, un escritor o un empresario con sentido social. Crear con esa ayuda un verdadero movimiento democrático, ciudadano, cívico y popular, que durante el año 2017 desarrolle un proceso pedagógico, llegándole a las mayorías, con un nuevo discurso y una dinámica absolutamente nueva. Existen todas las condiciones para hacerlo.

Paralelamente acercar al movimiento a gran cantidad de especialistas honestos y éticos que están allí a la espera de que los convoquen. Estudiosos de la economía, justicia, educación, salud, agricultura, medio ambiente, infraestructura, desarrollo comunitario y empresarial, etc., para elaborar un programa de gobierno que sea viable, que no pretenda resolver todos los problemas pero que trace el camino y abra la brecha para romper con la politiquería, el clientelismo, la corrupción, la pasividad y el conformismo que existe.

En el tema del fin de la guerra no podemos quedar atados y enclaustrados. El pueblo colombiano ya dictó una sentencia el 2 de octubre. Ese problema deben arreglarlo entre los que lo causaron y los detalles quedan por su cuenta. Que muestren su grandeza y negocien. Las FARC, Santos y Uribe, deben ser presionados desde la sociedad civil pero sin comprometernos con una u otra posición. Ya hemos gastado mucho tiempo y esfuerzos en resolver una guerra que no es nuestra, un conflicto entre “cúpulas” (guerrillas, ejército, mafias y políticos), que han vivido de la guerra y ahora quieren vivir de la paz. ¡Ya no más!

Mientras tanto debemos dedicarnos a construir las bases de ese nuevo proyecto político que unifique a las grandes mayorías para construir la democracia real, el bienestar económico y la justicia social que son el sustento de la verdadera paz. Esa Paz es el resultante de nuestro trabajo y no nuestro punto de partida. Y dentro de esta nueva visión debemos crear un ambiente general contra los guerreristas y un rechazo absoluto a los violentos, sean del bando que sean. ¡No más guerra!

Los dirigentes demócratas y de izquierda tuvieron su oportunidad durante este año 2016. La causa de la paz era su máxima prueba, su examen final. Pero no fueron capaces de unirse y diseñar una estrategia para entusiasmar a los colombianos con la justa causa de la terminación negociada del conflicto. Sus intereses individuales y de grupo les impidieron actuar al unísono y por ello, le dejaron esa tarea a un gobierno débil e incapaz. Ahora no tienen condiciones de ofrecer al pueblo una alternativa viable para ser gobierno en 2018. ¡Perdieron el año! Deben reconocer sus errores y apoyar “lo nuevo” desde sus partidos y grupos.    

Si los jóvenes colombianos se lo proponen, el pueblo colombiano los apoyará y pagará con creces esa iniciativa. No hay otro camino.


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

martes, 25 de octubre de 2016

EL PACTO ENTRE CÚPULAS Y LA INDEPENDENCIA DEL CAMPO POPULAR Y DEMOCRÁTICO

EL PACTO ENTRE CÚPULAS Y LA INDEPENDENCIA DEL CAMPO POPULAR Y DEMOCRÁTICO

Popayán, 25 de octubre de 2016

“El lenguaje de la verdad debe ser simple y sin artificios”

Séneca

Por primera vez un dirigente de izquierda reconoce la derrota del 2 de octubre. En este caso es el líder progresista Gustavo Petro. En su escrito “Propuestas progresistas para un acuerdo nacional” publicado en su Blog plantea: “Lo cierto es que el 2 de octubre fuimos derrotados y fundamentalmente fue derrotada una concepción de la Paz en Colombia”. (http://bit.ly/2eEhfo3).

Así mismo reafirma: “He visto como de manera peligrosa en mi opinión, y movidos quizás por los sentimientos desatados, algunos sectores del SI de la mano del gobierno se han movido a no reconocer el resultado del 2 de octubre o a tratar de construir atajos fáciles que anulen en la práctica el mandato popular del día del plebiscito.”

Lastimosamente propone fórmulas que no cuentan con condiciones de ser realizadas como el “diálogo nacional” y el “proceso constituyente”. Ello porque las fuerzas democráticas y de izquierda no lograron posicionarse en este período. No se deslindaron de los actores protagónicos del conflicto: Santos, Uribe y las FARC. Es decir, se reconoce la derrota pero no se la asume.

Además, Petro pareciera no leer el mensaje enviado por las mayorías que en términos prosaicos podría ser: “Arreglen ese entuerto que ustedes crearon”; “Superen la guerra y perdónense”; “Reparen a las víctimas así la verdad sea sacrificada”; “No cansen más con una ‘paz’ en la que no creemos”. Y el remate lógico: “Ya veremos cómo les cobramos después”.

Tampoco tiene en cuenta las diversas manifestaciones sociales que exigen la resolución rápida de la situación generada por el triunfo del NO que, por lo inestable y peligrosa, pone en riesgo lo avanzado hasta ahora con las FARC. El reclamo general es: “Acuerdo YA” y “Fin a la guerra”.

Es fácil adivinar que tanto Uribe, Santos y las FARC (y algunos idealistas) no querían ponerle fin a este largo conflicto armado sin quedar inscritos en la historia. El primero como pacificador, los segundos como pacifistas. Pero todo lo ocurrido nos muestra una realidad poco reconocida y cruel: una guerra “sin espíritu y sin alma” termina siempre con más pena que gloria.

El peligroso camino que transita el gobierno

Santos no ha asumido la derrota del plebiscito ni reconocido sus múltiples errores. Seis años de negociaciones con las FARC generan solidaridad de cuerpo. El resultado imprevisto colocó contra las cuerdas al gobierno y a la insurgencia que ya habían celebrado juntos el fin del conflicto. Ambas partes se refugiaron automáticamente en los textos firmados. “Les haremos ajustes y precisiones” anunciaron al unísono desde La Habana. 

Pero los resultados del 2 de octubre son inobjetables. Un sector importante de colombianos rechazaron los acuerdos y el mandato es modificarlos. Es un mensaje que no se puede desconocer sin violentar la precaria democracia existente. Lo ha planteado con precisión Rodrigo Uprimny en un artículo que debería ser lectura obligada para los asesores del gobierno. http://bit.ly/2eUV0O3

El camino de “buscar atajos” usando “astucias jurídicas” o jugadas políticas para modificar los acuerdos y llegar a Estocolmo el 10 de diciembre con una “paz remendada”, no solo es errado sino peligroso. No negociar con los sectores políticos que representan a quienes votaron NO en el plebiscito, no sólo deslegitima al gobierno como representante de toda la nación ante la insurgencia en esta nueva etapa de negociaciones sino que le da un enorme aire político a Uribe.

Además del peligro que señala Gustavo Petro de que surjan “vengadores anónimos” entre las filas fanáticas de Uribe, esa actitud le otorga grandes ventajas a la derecha extrema para tomar el gobierno en 2018. Así, se prepararía la derrota de las fuerzas democráticas que tendrían que jugar otra vez al lado del “santismo” pero ahora con la carga de unas FARC “legalizadas a la fuerza”.

El uribismo (o “uribo-varguismo”) quedaría como la única oposición a un débil gobierno que va a seguir desgastándose con medidas anti-populares como la reforma tributaria y otras que ya vendrán.      

El diálogo nacional y el proceso constituyente

La propuesta del “diálogo nacional” planteada por Jaime Bateman en 1980, que aparentemente diez años después le dio vida al “proceso constituyente” de 1990-91, parecería ser una alternativa viable para buscar una solución al problema originado por la derrota del SI.

Sin embargo, son circunstancias diferentes. La propuesta de “diálogo nacional” tenía cierta validez en la década de los años 80s, en donde las insurgencias “subalternas” tenían apoyo popular y las nuevas fracciones oligárquicas estaban en proceso de construcción, especialmente la que iba a convertirse en hegemónica gracias a la acumulación del capital proveniente de la economía del narcotráfico como fue la burguesía transnacionalizada.

Se conformó en ese período la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, el movimiento popular estaba en ascenso con la creación de la CUT, la ONIC, la ANUC resistía, y fuertes movimientos cívicos aparecían a lo largo y ancho de la nación en lucha por servicios públicos, salud, educación, vías, etc. pero también exigiendo descentralización y democracia política.

Sin embargo, el propio diálogo nacional como lo planteaba Bateman nunca se desarrolló. La oligarquía utilizó en 1990 a los estudiantes universitarios para acelerar la convocatoria de la ANC y las fuerzas populares y democráticas llegaron a ese escenario sin claridad, dispersos, y hubo sectores importantes como el MOIR, las FARC y el ELN que decidieron no participar.

Hoy la situación es muy diferente como se pudo observar en todo el “proceso de paz” y se reflejó con toda nitidez en la campaña del plebiscito. Las fuerzas democráticas y populares están ahora más dispersas y confundidas. Mientras tanto, del lado de la burguesía transnacional existe una consolidada alianza con los imperios y con la “clase política tradicional” (burguesía burocrática).

Además, la derecha extrema está fuertemente centralizada alrededor de Uribe y con conexiones dentro del mismo gobierno, siendo una alianza mafiosa y conservadora en proceso de desclasamiento que aprovecha los enormes errores del gobierno y el vacío dejado por los demócratas y la izquierda que se ubicaron en forma dispersa y vergonzante a la “cola de Santos”.

La realidad es que las fuerzas contendientes en torno a la terminación negociada del conflicto devinieron en cúpulas aisladas de la sociedad que utilizan la consigna de la “paz” para luchar por el control del gobierno en 2018 pero no para construir en verdad una “paz estable y duradera”.

La izquierda se propuso lograr una “paz pura y simple” subiéndose “de ladito” en el carro de la “paz neoliberal” de Santos. Nunca se desarrolló con seriedad la batalla por una paz integral y plena. Un obstáculo para ese ejercicio era que una acción decidida por la paz se confundía fácilmente con un apoyo incondicional a las FARC. Eso inhibía a muchos demócratas e izquierdistas.

Además, las FARC aceptaron en la mesa de negociación los límites neoliberales impuestos por la burguesía transnacional porque estaban convencidas que el movimiento popular –con la ayuda de la izquierda legal– iba a poder romper esas talanqueras y lograr la “paz con justicia social”.

Pero ese proceso de conexión entre el movimiento popular y las negociaciones de La Habana nunca se produjo porque la guerrilla ya había sido derrotada políticamente desde 2002. En ese año Uribe les arrebató la bandera de la paz. Desde entonces su proceso de separación de las mayorías sociales se profundizó en medio de su fiebre insurreccional y ofensiva militar sin apoyo popular.

El “pacto de élites” y la autonomía del movimiento democrático y popular

Las fuerzas democráticas y de izquierda deben replantear su estrategia. Seguir a la sombra de Santos no nos sirve para defender con fuerza los acuerdos firmados ni para impulsar un verdadero proceso “destituyente-constituyente”. Para hacerlo se requiere una total independencia política del gobierno de Santos y en cierto sentido de las FARC.  

La única solución a corto plazo, la que permite una salida coyuntural para despejar el camino, es obligar a Santos a negociar con Uribe, que era lo que había que hacer desde un principio.

Así lo afirmaba premonitoriamente Cristina de la Torre en mayo de 2014 en su columna del El Espectador: “Si se quiere conjurar todo factor de violencia política y propiciar el advenimiento de un país más justo, será preciso acometer la segunda fase de la tarea: negociar con la ultraderecha, representada en el uribismo duro”. (http://bit.ly/1h9QExK).

Es posible que en ese proceso las FARC tengan que renunciar a algunas conquistas obtenidas en el anterior proceso de negociaciones. Todo depende de la fuerza de la movilización social y de la presión autónoma e independiente que se ejerza sobre el gobierno y el mismo uribismo.

En realidad estamos pagando el precio de la equivocada estrategia de los demócratas y la izquierda (armada y desarmada) que creyeron que una alianza con Santos era el camino expedito para terminar la guerra. Y no fue así. Fruto de creer que el presidente era un “reformista” o “progresista”.

Hay que insistir que la fórmula del “diálogo nacional” puede ser aceptada formalmente por el gobierno para negociar con Uribe a espaldas de la sociedad. En parte ya lo hace obligado por las circunstancias. Mientras aparenta fortaleza y hace diplomacia, recibe las fuertes presiones contra los Acuerdos por parte de diversos agentes del uribismo como la de las Cortes, el Fiscal General (puesto por Santos) y otros órganos de poder, que conspiran en la sombra.

En vez de jugar a las escondidas debe oficializarse ese diálogo y negociación entre las cúpulas oligárquicas. Hay que forzar a Santos para que muestre sus verdaderas cartas y enfrente por fin a su “mentor plebeyo venido a más”. La verdad es que Uribe durante todo este tiempo ha presionado impunemente desde adentro y desde afuera del gobierno y de la institucionalidad oligárquica.   

Paralelamente, la tarea estratégica es construir un Nuevo Proyecto Político que unifique a los demócratas y a la izquierda, nos conecte con la juventud y con amplios sectores sociales en esta coyuntura de recesión económica y de crisis fiscal del Estado. Liberarnos las manos para enfrentar un gobierno neoliberal y fundir la lucha por la paz con las reivindicaciones sociales más sentidas.

Nota: A la oligarquía siempre les sirvieron los “pactos entre élites”, los “acuerdos entre cúpulas”, los “frentes nacionales” cuando los hacían a escondidas, en secreto, a espaldas del pueblo y lo presentaban como el "Gran Acuerdo Nacional". Pero si ahora, obligamos a negociar a Santos con Uribe, lo que hacemos es ponerlos de blanco, hacer evidente sus intereses, aclararle al pueblo que ellos son de la misma entraña, que son cómplices y socios, y que su pelea sólo es por garantizar sus propias impunidades o para controlar el aparato estatal y burocrático.


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

sábado, 22 de octubre de 2016

SACAR LA GUERRA DE NUESTRA MENTE

SACAR LA GUERRA DE NUESTRA MENTE

Popayán, 22 de octubre de 2016

“Hacia un nuevo sentido común en la política colombiana. La verdadera paz es democrática”

Una percepción diferente de lo ocurrido estas tres semanas después del 2 de octubre.

Las primeras dos semanas se expresaron nuevos sectores de la sociedad. Las marchas masivas y otras manifestaciones visibles, principalmente de jóvenes universitarios que no votaron o que votaron NO, fueron importantes. “Complejos de culpa”, las llamé. Como tanto las FARC como Santos y Uribe, así como la izquierda, no se sentían derrotados, todos leyeron esas marchas como apoyo a sus causas. Grave error. La juventud va por otro lado.

Al principio la izquierda no sabía qué hacer, estaba atolondrada. Esta semana, decidieron actuar, convocaron la marcha del jueves 20, cambiando la orientación inicial de los jóvenes que era de “autonomía e independencia" (SI, NO, indecisos y abstencionista). Se involucraron con más detalle en los “acuerdos” y piden un “diálogo nacional”, que algunos ven como la oportunidad de iniciar un “proceso constituyente”. El documento iba suscrito por más de 1.000 organizaciones pero no movilizó ni a 2.000 personas. Nuevamente la izquierda llega tarde, a destiempo y sin sintonía con los jóvenes.

Reconozco que todo este proceso hizo salir lo mejor y lo peor de los colombianos. Entre eso, que la gran burguesía busca la “paz” no por ningún motivo “progresista”, “reformista”, “democrático” o “modernizador”. Lo hace por necesidad económica y cálculo político. Cálculo que Santos no calculó bien y ejecutó muy mal. Y lo más grave, sigue por las mismas, cometiendo los mismos errores, dándole aire otra vez a las FARC y a Uribe, con actitud irresponsable.

Después de la derrota de las FARC en el plebiscito y de la pírrica victoria de Uribe, como Santos no quiere reconocer su propia derrota (insuflado con el Nobel y con una lectura errada de las marchas masivas), en esta fase, donde debía negociar de verdad con Uribe, y después, en representación de ese inevitable “acuerdo entre cúpulas” fuera a enfrentar la nueva negociación con las FARC, vuelve atrás, insiste –como ya lo hace– en su actitud triunfalista y vuelve a hacer crecer la herida con parte de los del “NO fanático”, que aunque son pocos pueden hacer daño, entre otras, asesinar a muchos militantes farianos después de su desmovilización. Todo por el afán de llegar el 10 de diciembre a Estocolmo con el entuerto resuelto, así sea mal resuelto.

Pero en general la sociedad en su conjunto ha iniciado nuevos pasos en la superación del conflicto, reafirmando e interiorizando lo que se expresó el 2 de octubre. La dirigencia de las FARC no va a volver al monte, el ELN tiene que negociar, y hasta las Autodefensas que quedan, buscarán una salida. Y el uribismo seguirá debilitándose siempre y cuando surja un “movimiento democrático y ciudadano” que aproveche la derrota de la polarización.

Lo que seguirá será la violencia que alimenta el narcotráfico y las demás economías ilegales, y eso es lo que un “Nuevo Proyecto Político” deberá trabajar y convertir en propuestas serias para construir la Paz Social y Democrática, la única “paz estable y duradera” que es viable.


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

jueves, 20 de octubre de 2016

LA TAREA MÁS IMPORTANTE DEL MOMENTO

LA TAREA MÁS IMPORTANTE DEL MOMENTO

“El desarrollo del proceso revolucionario tiene que apoyarse en los nuevos hechos y no en los viejos esquemas”.

Lev D. Bronstein

Los resultados de las elecciones del plebiscito del 2 de octubre mostraron una realidad que estaba en desarrollo pero oculta. Un nuevo panorama terminó por expresarse con nitidez. La guerra en los hechos ha quedado atrás (cese bilateral de fuegos). En la mente de los colombianos eso se convirtió en la exigencia de “Fin del Conflicto” y “Acuerdo Ya”. La polarización Santos-Uribe, que era expresión de una contradicción real, fue disminuida en el proceso. Igualmente, las FARC fueron derrotadas. La amenaza “castro-chavista” se diluyó.

La contradicción que enfrentaba a los grandes terratenientes y a la gran burguesía agraria con el gobierno en torno al tema de la paz negociada, que era el soporte social y económico de Uribe –en lo fundamental–, fue superada. Algunos sectores históricamente conservadores, reaccionarios y clericales de esas clases sociales, se dejaron arrastrar por la campaña de desinformación, odio y resentimiento impulsada por el Centro Democrático, pero ya es una fuerza marginal. La “paz neoliberal” atrajo al grueso de grandes terratenientes y empresarios.

El pataleo del expresidente más que por temas de tierras, justicia, propiedad privada y valores de familia, es por garantizar su propia impunidad y la de sus cómplices, asunto que en privado lo van a resolver las élites comprometidas con la salida negociada del conflicto armado: o sea, la burguesía transnacional, la burocrática, la agraria y un sector de la “emergente”. El plebiscito demostró que los trabajadores y sectores populares no cuentan con una fuerza política que los representara en esta coyuntura. Los demócratas y la izquierda, no figuraron.

El error de las FARC fue creer que contaba con la suficiente fuerza para romper durante el proceso con el “retén neoliberal” que el gobierno impuso en la mesa: “No está en discusión la estructura del Estado y el modelo económico”. En vez de concentrarse en los temas de justicia, víctimas, seguridad y condiciones para reintegrarse a la sociedad para hacer política legal, se involucraron en temas y reivindicaciones (tierras, política de género, otros) que le corresponde conseguirlos a la sociedad con su lucha social y política. Así, lo enredaron todo.

La dinámica social posterior al plebiscito va corrigiendo el camino. Eso lo han mostrado las movilizaciones. La juventud universitaria que en su mayoría va a engrosar a los “nuevos trabajadores” o profesionales precariados, ya muestra en forma incipiente su comportamiento del futuro. Con inteligencia y autonomía se pusieron por encima del SI, el NO y la abstención y se expresaron por el fin de la guerra. Usaron la consigna de “Acuerdo Ya” como exigencia, no como respaldo absoluto a los acuerdos de La Habana, ni como apoyo al gobierno.

Sin embargo, sin imaginarlo empujan y obligan al “pacto entre cúpulas”. La derrota formal del SI implica la renegociación de los acuerdos firmados entre el gobierno y las FARC. El precario triunfo del NO basado en la propuesta de “corregir el proceso”, obliga a Uribe a amarrarse al “carro de la paz negociada”. Era inevitable y no podía ser de otra manera. Y por tanto, la actitud lógica es presionar esas élites (Santos, FARC y Uribe) a ponerse de acuerdo de una u otra forma. Ellos crearon el entuerto, deben resolverlo respetando los derechos de las víctimas y sin imponerle a la sociedad privilegios de ningún tipo en términos de justicia.

Mientras tanto le corresponde a la sociedad asumir con presteza y oportunidad la nueva realidad. Hay que iniciar desde YA la construcción de la “paz estable y duradera” que no puede ser otra diferente a una Paz Social y Democrática. Ya no existe ninguna excusa para enfrentarse con decisión a las políticas neoliberales y antipopulares del gobierno de Santos. Pero, lo principal, hay que iniciar con firmeza, decisión, determinación, espíritu amplio y actitud democrática, la construcción de un Nuevo Proyecto Político, que en verdad represente los intereses de las amplias mayorías de la sociedad. Ya la juventud con sus movilizaciones y su espíritu creativo lo ha iniciado. Lo más avanzado de la democracia y la izquierda, sin protagonismos, caudillismos ni esquemas, podrá ayudar con su experiencia y conocimientos.

No hay otra tarea más importante que esa. Y se puede hacer sin atropellar pero sin pedirle permiso a nadie. La nueva realidad lo exige y lo pide a gritos. ¡Hay que hacerlo!  


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado  

martes, 18 de octubre de 2016

EL CAMBIO HA COMENZADO

EL CAMBIO HA COMENZADO

Popayán, 18 de octubre de 2016

La paz de Santos fue semi-derrotada por él mismo (paz neoliberal).

La guerra de Uribe feneció, el mismo la enterró (pax romana).

El levantamiento guerrillerista ya no tiene sentido (paz insurgente).

Por ello, después del 2 de octubre esos actores buscan a la juventud y al pueblo para encontrar una salida pero ninguno tiene credibilidad. Todos fueron derrotados en el plebiscito.

Seguir detrás de Santos es ir contra el sentido común. Su reforma tributaria y su política salarial, lo acabarán de desgastar.

Uribe ya no es opción ni para los guerreristas. Lo único que lo salva y él desea, es que las FARC vuelvan al monte, pero eso no va a ocurrir.

El fin de la guerra es un hecho irreversible. Lo que ocurre ahora sólo son accidentes (amagues) propios del post-conflicto. Cada quien quiere cuadrarse y acomodarse hacia el 2018.

La tarea nuestra es empezar a construir la "paz estable y duradera", y por tanto, no podemos seguir atados al pasado.

Le corresponde al pueblo empezar a construir la única paz posible, la que resuelva las graves injusticias sociales, recupere la soberanía política y reconstruya nuestra economía preservando la naturaleza.

Un nuevo proyecto político encabezado por la juventud está a la orden del día. Un movimiento que nos ayude a superar la polarización Santos-Uribe.

Ese movimiento debe superar la dicotomía derecha-izquierda.

Deberá construir prácticas de dignidad humana, ética y honradez en la política, y buscar la unión de las grandes mayorías.

Tendrá que clarificar lo "social" y lo "público" superando el "estatismo asistencialista".

En fin, deberá ser cualitativa y creativamente diferente a lo que existe en la actualidad.

Por ello se requiere la imaginación y la inventiva de la juventud.

No lo dudemos... "el cambio ha comenzado".


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

domingo, 16 de octubre de 2016

TODO CAMBIA...

Fundir la lucha por el fin de la guerra con la protesta social

TODO CAMBIA…

Popayán, 16 de octubre de 2016

"¿Cómo vamos a tener paz en un país donde mueren niños de hambre?".

Shakira

Lo que no han querido entender nuestras izquierdas es que la vida cambia, que la situación de hoy es diferente a la de hace 25 años, y particularmente, muy disímil frente a lo que ocurría hace 2 años cuando, obligadamente, nos tocó “votar por Santos contra Uribe”.

Hace 25 años la burguesía en proceso de transnacionalización en cabeza de César Gaviria se valió de los anhelos de paz y de cambio del pueblo, se apoyó en de la aureola de los mártires asesinados como Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y Luis Carlos Galán y se aprovechó de la ingenuidad del M19, para implementar la apertura económica y aplicar el primer paquete neoliberal.

Aprobaron en el papel de la Constitución de 1991 gran cantidad de derechos fundamentales, una falsa “apertura democrática”, la democracia participativa, la descentralización, etc., pero en la práctica bloquearon todas las políticas sociales y aplicaron las políticas de privatización y de entrega de nuestras riquezas al gran capital internacional (imperialista).

Hace 2 años, tocó votar por Santos, no porque creyéramos en él sino porque era el menos “peor”, se había distanciado de Uribe en el tema de la terminación del conflicto amado y había que empujarlo y presionarlo para que se separara de Uribe y se comprometiera a resolver ese problema de violencia, que ha sido una talanquera y una carga para el pueblo.

En ese instante, un sector de la izquierda no entendía que Santos representaba a una gran burguesía imperial, que por necesidades económicas quería ponerle fin a la guerra, mientras que Uribe, representaba a sectores terratenientes, mafiosos, políticos criminales y paramilitares, y sectores del ejército que viven de la guerra, y que por tanto, no les convenía la terminación negociada del conflicto armado.

El grave problema es que gran parte de la izquierda que apoyó en 2014 a Santos, en verdad creía en su buena fe de “demócrata”, “reformista” y “progresista”. Sus dirigentes no entendían que Santos era muy débil frente a Uribe porque fue su cómplice durante 8 años, y por ello, siempre permitió que dentro de su gobierno se alimentara el “uribismo” y la derecha extrema en cabeza del ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón y de su vicepresidente Germán Vargas Lleras. Esa izquierda se “enamoró” de su alianza con Santos y perdió su independencia política.

Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos relacionados con las negociaciones de “paz” en La Habana y las contradicciones al interior de las dos fracciones oligárquicas –hechos que avanzan en forma vertiginosa y por eso hay que estar atentos–, agudizaron la confrontación entre Santos y Uribe. Poco a poco Santos se fue ganando al grueso de los grandes terratenientes, a las cúpulas militares, a casi todos los grandes empresarios, con la ayuda del Imperio (estadounidense-europeo), para la causa de su “paz neoliberal”.

Finalmente Uribe ha quedado reducido al apoyo de algunos terratenientes mafiosos y despojadores de tierras, de algunos empresarios (ingenios azucareros y otros como Ardila Lulle), y de muy pocos generales del ejército. Por ello en el plebiscito tuvo que acudir a sectores sociales donde ha podido mantener alguna fuerza (con la connivencia de un sector de la izquierda), entre ellos, parte de la burguesía agraria y pequeños y medianos productores agrarios, especialmente cafeteros, y por medio de engaños y en alianza con curas reaccionarios y predicadores evangélicos, logró movilizar por el NO a los sectores más pobres y atrasados del pueblo, incluyendo población desplazada de las ciudades, cobrándoles los subsidios de Familias en Acción y asustándolos con la amenaza “castro-chavista”, especialmente en zonas donde las FARC cometieron graves crímenes contra sectores populares.

Hoy, de acuerdo a los resultados del Plebiscito podemos afirmar que Uribe ha quedado muy debilitado. Y lo mismo Santos. La polarización fue derrotada. No todos los que votaron NO, son uribistas. No todos los que votaron SI, son santistas.

Vivimos un nuevo momento que la izquierda no comprende. Algunos todavía llaman a seguir “a la cola de Santos”. Otros, siguen repitiendo que “Santos es igual a Uribe”. Y otros, sueñan que las FARC van a ser recibidos por el pueblo como los nuevos “salvadores supremos”.

Por ello, esas izquierdas no entienden la posición de independencia y autonomía que están mostrando los jóvenes. Creían que se iban a arrodillar ante Santos. Les ha incomodado que hayan hablado con políticos que impulsaron el NO. Querían que se apegaran ciegamente a los acuerdos firmados. Esas izquierdas no están sintonizadas con la nueva situación. Están paralizadas por esquemas y rigideces. La verdad, es que ha llegado el momento de apretar a Santos y a la Gran Burguesía, de cobrarle su incoherencia, su debilidad, su neoliberalismo, su doblez y su cálculo político mordaz, que en gran medida el pueblo ya cobró el 2 de octubre con la abstención y, muy seguramente, con muchos votos por el NO.

Ha llegado el momento de fundir la lucha por la terminación del conflicto con la tarea de construir una verdadera paz, profundizando la lucha contra la corrupción y contra las políticas neoliberales que entregaron todas nuestras riquezas a los grandes capitalistas extranjeros, que atentan contra nuestro medio ambiente y que han empobrecido a millones de colombianos, que sobreviven miserablemente en la informalidad, el desempleo, el rebusque, con malos servicios de salud y educación, y a quienes ahora se pretende gravar con más impuestos.

Es la hora de avanzar sin temor, uniendo a todos los que les interesa el progreso y el bienestar para todos. Hay que ayudar a que los jóvenes entiendan que no habrá paz con hambre y miseria, como lo afirmó hace poco Shakira (http://bit.ly/2dU7sdt). Hay que impedir que el gobierno utilice el momento de incertidumbre que vive el “proceso de paz” para que, a su sombra y con el parapeto de la oposición “uribista”, apruebe a espaldas del pueblo una reforma tributaria regresiva, que aplica nuevos impuestos a los trabajadores y las clases medias mientras alivia la carga tributaria a los poderosos empresarios y conglomerados transnacionales.

Los jóvenes de Bogotá y de todo el país abrieron la brecha… ¡Es la hora de la movilización social!


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

sábado, 15 de octubre de 2016

COMUNICADO DE LA JUVENTUD MOVILIZADA POR EL FIN DE LA GUERRA



POR TODO LO QUE NOS UNE Y EN CONTRA DE TODO LO QUE NOS SEPARA

Los jóvenes de Colombia, los del SÍ y los del NO, los indecisos y los abstencionistas, reclamamos hoy nuestra vocería como ciudadanos en un momento crucial para el futuro del país. Que el mundo sepa que somos dueños de nuestro futuro y que no permaneceremos impávidos mientras otros deciden por nosotros.

Los jóvenes de Colombia hemos crecido en un entorno de violencia, odio y destrucción pero, aun así, comprendemos que nada de eso es “normal”. Y, lo que es más, ese no es el futuro que queremos para nosotros ni para nuestros hijos. Pese a las balas, las minas y las bombas, aún sentimos el dolor del otro y no reconocemos enemigos dentro de las fronteras de nuestra patria.

Los jóvenes de Colombia no tenemos en mente la próxima campaña presidencial, ni nos interesa fortalecernos políticamente, ni pretendemos complacer a alguna porción del electorado. Pensamos solo en nuestro futuro, en el país en el que queremos vivir, y en las vidas que podemos salvar si trabajamos unidos.

Los jóvenes de Colombia invitamos a nuestros padres, madres, abuelas y abuelos para que nos acompañen en esta lucha sin otra bandera que la de la Nación, sin otro partido que el de la reconciliación, y sin arma distinta a la razón. Exigimos que el centro de este proceso sigan siendo las víctimas y no los cálculos políticos, puesto que a aquellas no les podemos fallar. 

Los jóvenes de Colombia confiamos en que el resultado del pasado domingo 2 de octubre no fue un portazo a la paz, sino una verdadera oportunidad para superar la polarización que tanto daño le hace al país, para tender puentes y hallar puntos de encuentro. Porque, aunque tengamos diferencias, no estamos divididos: todos somos Colombianos, todos queremos la paz y entre todos debemos construir un diálogo efectivo y eficaz para lograr un acuerdo viable, legítimo y duradero.

Los jóvenes de Colombia queremos que nuestros líderes, las FARC, e incluso el ELN, vean en el hecho político del pasado domingo, una oportunidad para que actúen con ese horizonte y aprovechen las alternativas que nos ofrece el Estado de Derecho para encontrar el camino incluyente hacia la paz.

Por eso los jóvenes de Colombia, sin ninguna estrategia, sin dobles intenciones, sin odios ni rencores, les exigimos a nuestros dirigentes y a quienes el día de hoy tienen incidencia en nuestro destino que no sean inferiores al compromiso histórico que se les ha otorgado. Confiamos en que tendrán todos, incluidas las FARC, la grandeza para mostrar el amor que dicen sentir por nuestro país cediendo, negociando y conversando como lo que somos: hermanos colombianos.

¡QUE LA PAZ SEA LA VICTORIA DE TODOS!

Por todo lo anterior, los JÓVENES DE COLOMBIA:

1. Rechazamos todo tipo de violencia cualquiera que sean las ideologías o intereses que pretendan justificarla.

2. Exigimos el respeto de los derechos humanos en Colombia.

3. Reiteramos que el Derecho a la paz es de obligatorio cumplimiento y no aceptaremos que se siga vulnerando.

4. Exigimos que se mantenga el cese bilateral al fuego como garantía para los ciudadanos y como expresa voluntad de la búsqueda negociada del fin del conflicto.

5. Creemos firmemente en el diálogo nacional como medio efectivo para encontrar el camino hacia la construcción de paz. Por ello, consideramos que las negociaciones con las FARC y el ELN no se deben abandonar.

6. Demandamos enérgicamente al Estado y sobre todo a la ciudadanía, reconocer la importancia de la participación ciudadana y hacer uso responsable de esta.

7. Reiteramos la necesidad de escuchar la voz de todos los colombianos, especialmente, la de los habitantes del campo, quienes han sido los más afectados por el conflicto y los más olvidados por nuestra nación.

8. Exhortamos a la reconciliación del país, que solo es posible entendiendo la necesidad de reconocer la diferencia y convivir en paz en medio de esta.

viernes, 14 de octubre de 2016

LA CAÍDA DE LOS DEMÓCRATAS Y LA IZQUIERDA EL 2-O

LA CAÍDA DE LOS DEMÓCRATAS Y LA IZQUIERDA EL 2-O

Popayán, 14 de octubre de 2016

“Pero no deja de ser alentador advertir que esta vez no les fue posible polarizar a los colombianos.”

William Ospina

Si Santos perdió el plebiscito del 2-O contra todo pronóstico, la izquierda colombiana extravió su alma y su capacidad crítica durante ese proceso. Mientras Uribe ganaba precaria y tramposamente esa elección, los demócratas perdían la vergüenza al no ser capaces de idear una estrategia para deslindarse del gobierno. No se necesitaba mucho, sólo era decisión.

¿Por qué ocurrió esta situación? ¿Por qué los demócratas y la izquierda desaprovecharon la ocasión de hacer notar su posición política y su mensaje ante la población colombiana? ¿Por qué renunciaron a jugar un papel preponderante y visible en la lucha por la terminación negociada del conflicto armado en Colombia? ¿Acaso no era su consigna de toda la vida?

Esta es la tragicomedia más incomprensible de todo lo que ocurrió el 2 de octubre pasado. No se trata de “egos” como muchas personas creen. Todos sabíamos que hacer protagonismo individual o partidista no era muy conveniente ni para la causa del SI ni para quien lo hiciera. Algunos partidos o figuras políticas lo hicieron pero tal parece que su acción no fue la más efectiva.

Se intuía y se propuso que una campaña por el fin del conflicto tenía que ser liderada por un auténtico movimiento ciudadano. Pero nadie lo promovió. Además, como el gobierno monopolizó los recursos económicos estatales, los partidos políticos quedaron maniatados. Una campaña electoral es costosa y más “costosa” si los votos no se pueden “cobrar”, de acuerdo al utilitarismo que predomina en todos los partidos. He allí un problema y un dilema. Pero si hubiera existido claridad y voluntad ese asunto se habría resuelto con facilidad. No obstante, ese limitante sirvió para justificar la pasividad. Es parte del drama y la comedia.

Es tragicómico porque es un hecho triste que causa risa. En este caso sarcástica. Algunas organizaciones de la izquierda más cercana a la insurgencia que contaron con recursos económicos para la campaña, se dedicaron a realizar marchas para mostrar su “poder” (más rural que urbano), lo que generaba un triunfalismo infundado en las fuerzas del SI, mientras provocaba resentimiento y envalentonamiento en las huestes del NO, que denunciaban que esas actividades se realizaban con recursos gubernamentales o con dineros aportados por la insurgencia. O sea, tales acciones causaban un efecto totalmente contrario al que se perseguía.

Pero lo más cruel y lo que explica realmente la derrota es la confusión ideológica.

Hay organizaciones que sobredimensionan las fuerzas de Uribe para seguir cómodamente al lado de la burguesía burocrática. Esa actitud se convirtió en costumbre, tradición y traición. Se hacen las alianzas más estrambóticas y se utilizan los argumentos más ridículos para pelechar en los puestos y contratos con la excusa del “coco uribista”. Se necesita la sombra del fascismo para “calmar conciencia” y creerse ellos mismos unos “sacrificados”. Cuando la dictadura de Pinochet ese fenómeno fue muy visible en Chile, hasta el punto que se elaboraron chistes crueles con historias y anécdotas verídicas. Dueños de ONGs se enriquecieron “luchando contra la dictadura”, acumulando dineros de cooperación y solidaridad internacional. Aquí, con la “lucha por la paz y contra Uribe” ha ocurrido algo similar.

Existen otro tipo de situaciones conflictivas que generan confusión. La de la izquierda que nunca se alzó en armas, que se enfrentó política e ideológicamente con las FARC y que sufrió agresiones de la insurgencia en muchas regiones del país. La del progresismo que justificadamente cuestionó los crímenes y excesos cometidos por la guerrilla durante las diferentes fases de degradación de la guerra. La de los demócratas que saben que la superación del conflicto armado es una condición indispensable para construir democracia pero no tienen claro en qué momento y por qué causas la guerrilla se convirtió en un obstáculo de esa lucha. Todas esas situaciones y muchas más creaban dudas y confusión.   

Por ello los mensajes y discursos que impulsaban el SI, eran tan diversos y contradictorios. En vez de concentrarse en el “fin negociado del conflicto armado”, se enredaron con el tema de la “paz”. Por eso surgió el lema de la “paz pura y simple”. Algunos no querían deslindarse del gobierno, otros no podían hacerlo y unos más, no fueron capaces. No se logró construir una narrativa con un mensaje de futuro y esperanza. En muchos casos el llamado a apoyar el SI se promocionaba diciendo que era para derrotar o desarmar a las FARC. En fin, era un NO invertido, o un SI vergonzante, que fácilmente podía convertirse en un NO contundente o en abstención.

Pero el grave problema consistió –como siempre– en la división, dispersión y ausencia de debate colectivo que hubiera podido ayudar a aclarar el problema. Ni siquiera al interior del Polo, Alianza Verde y los Progresistas, se desarrolló una discusión sistemática para unificar el contenido y la forma de desarrollar la campaña por el SI. Las diversas tendencias, grupos y subgrupos tenían sus propias lecturas y, tal vez conscientes de esa realidad, no se hizo el esfuerzo para construir esa estrategia unificada. Ello explica que fuera el presidente Santos el que encabezara el SI, y con sus torpezas demagógicas ayudara al triunfo del NO.

Todo lo anterior revela en gran medida la ausencia de liderazgos demócratas, de izquierda y progresistas en las movilizaciones que han surgido después del 2-O. También, que el único mensaje sea el de “Acuerdo YA”, sin mayor contenido. Los jóvenes presionan al gobierno, a Uribe y a las FARC para que se pongan de acuerdo. No quieren más guerra, se solidarizan con los campesinos e indígenas, pero hasta allí llegan. Y no podía ser de otra manera. Los demócratas, la izquierda y los progresistas no sembraron más. Y para completar, todos ilusamente creen que la juventud movilizada los apoya… ¡Hasta el gobierno y las FARC!  

Lo que es evidente es que el ambiente político ha quedado abierto hacia el futuro, especialmente hacia el 2018. La polarización Santos-Uribe, sufre en el post-plebiscito un mayor desgaste. Poco a poco se aclara que el uribismo “puro” no representa ni encabeza totalmente a los que votaron por el NO (18,7%). El “coco uribista” utilizado por sectores de la izquierda para justificar su alianza con Santos, se va desdibujando. Además, el bloque “santista”, ya desgastado con los resultados del 2-O, va a sufrir nuevos deterioros en lo inmediato con la aplicación de la reforma tributaria, el aumento ínfimo del salario mínimo y la crisis fiscal.

El surgimiento de una nueva alternativa política queda servida sobre la mesa. El 2-O fue una prueba no superada para la clase política colombiana. Todos quedaron al borde del nocaut. Se necesita que un “nuevo movimiento” se apoye en un “outsider” que tenga una narrativa que enamore a los jóvenes, que nos vincule a la modernidad que pasó por encima del país sin tocarlo, que nos ayude a visualizar y diseñar la democracia que necesitamos, que abra las compuertas para los “invisibles” de que habla William Ospina en su último artículo (goo.gl/Q8mN6O) y que nos entusiasme de verdad para construir una “paz estable y duradera”.

En fin, se necesita un mensaje de futuro y esperanza que durante todo este proceso nadie logró ni elaborar ni posicionar.


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

miércoles, 12 de octubre de 2016

LOS COMPLEJOS DE CULPA DE UNA “PAZ HERIDA”

LOS COMPLEJOS DE CULPA DE UNA “PAZ HERIDA”

Popayán, 12 de octubre de 2016

Mucha gente no entiende cómo el gobierno de Juan Manuel Santos no logró sacar adelante el Plebiscito para refrendar los acuerdos con las FARC, si contaba con el apoyo de los EE.UU., Europa, la ONU, la OEA, los gobiernos de los países vecinos, la gran mayoría de empresarios colombianos, los nuevos terratenientes agroindustriales con excepción de los dueños de los ingenios azucareros del Valle del Cauca, todos los partidos tradicionales y alternativos (Polo, Verde, Progresistas) y la gran mayoría de organizaciones sociales de campesinos, indígenas, obreros y trabajadores del Estado. No podía perder pero perdió y con él, la causa del fin de la guerra. Es algo realmente difícil de entender y de explicar.

Alguien ajeno a todo este asunto pensaría en forma lógica que Uribe es un mago. Así haya sido con engaño mediático, ganó. Santos también utilizó la mentira, pero como ya había mentido tanto, nadie le creía. Al contrario, su demagogia generaba rechazo. La situación era fácil para el opositor porque sólo tenía que empujar verdades a medias basadas en hechos reales mientras que Santos tenía que hacer promesas que no tenían ninguna base real. La mayoría de la gente no sabe bien lo que es esa guerra, no la diferencia mucho de la violencia delincuencial cotidiana que sabe que no va a terminar así se desmovilice la guerrilla. Eran ilusiones contra realidades las que se enfrentaban.  

Por supuesto que todo el diseño del plebiscito fue un embuste. Una trampa politiquera en la cual la izquierda fue cómplice y cegatona. Se bajó el umbral de una forma ridícula, desestimulando al elector. Se acomodó la pregunta de una forma vulgar para no mencionar a las FARC como si fueran la peste e introducir la palabra “paz”. No se aprobaron recursos públicos porque la campaña supuestamente era pública y el gobierno representaba lo público. Todo el aparato estatal y gubernamental se puso al servicio de esa causa. Y como era una causa justa todo ese conjunto de medidas realmente parcializadas debían ser apoyadas. En nombre de la paz se legitimó una trampa gobiernista y se aceptó la más burda politiquería. Una causa noble se embadurnó de lodo.

Y los demócratas y la izquierda se hicieron los locos. ¡Todo vale en aras de la paz! Cuando todo el país está pidiendo la renovación de la actividad política, la lucha por la paz se trivializó de tal manera que la corrupción asomó su tétrico rostro. El proyecto político-electoral de la insurgencia tuvo un bautismo “maluco”, con aires de politiquería y total ausencia de ética. Por el desayuno sabremos cómo será el almuerzo. Es una verdadera desgracia.    

Después de lo ocurrido el 2 de octubre pareciera que una parte de la población, especialmente los jóvenes que quieren la paz pero que no fueron convencidos por esa campaña demagógica, incluidos muchos de los que votaron por el NO, sintieron complejo de culpa. Habían visto tantos políticos, funcionarios de gobierno y grupos de gente impulsando el SI, habían observado tantas marchas por la paz y tanta propaganda por radio y televisión, que creían a ojo ciego que el SI ganaba sobrado. Y luego, después de perdido el plebiscito, cuando anuncian que el premio Nobel de Paz le fue otorgado a Santos, se les crece ese sentimiento y asumen una actitud de conmiseración con el Presidente y de solidaridad con su supuesta “entrega y trabajo sacrificado por la paz”.

Tal actitud se deja ver en las movilizaciones estudiantiles, sociales y de las víctimas para presionar por el fin de la guerra. Las críticas a Santos empiezan a ocupar un segundo lugar, no son bien vistas, son tachadas de envidia, mezquindad y “mala leche”. El espíritu cortesano aparece en todo su esplendor. El gobierno tratará de sostener ese sentimiento “solidario” y va a aprovechar ese clima de simpatía para tratar de salir bien librado del “impasse”.

Así, una actitud coherente de rechazo al engaño se convierte por efecto del fracaso de una justa causa a manos de un gobierno incapaz, en una especie de culpa ajena. Y del otro lado, al descubrirse las artimañas propagandísticas que utilizó la campaña del NO para llenar de miedo y odio a millones de personas, también se siente un ambiente de frustración. Si la guerrilla se hubiera distanciado totalmente del gobierno y no se hubiera prestado en medio del triunfalismo para ese “circo de la paz”, tal vez hubiera salido como la única verdaderamente ganadora de toda esa serie de torpezas e incoherencias. Lo mismo hubiera podido pasar con una izquierda autónoma y ética, que apoyara el SI pero lejos de tanta farsa.    

La derrota de la polarización entre Santos y Uribe que se presentó el 2 de octubre se intenta ocultar en forma artificial aprovechando la nueva oleada de lucha por una paz “herida” que no sabemos si logrará movilizar a los abstencionistas. De todas formas, como lo plantean las Autoridades Indígenas Tradicionales de Colombia (Región Cauca) en un extraordinario comunicado (http://bit.ly/2d73uA6), en esas manifestaciones en marcha debemos presionar a todos los actores del proceso, al gobierno, a las FARC y a Uribe, para ponerle fin a la guerra de una vez por todas.

Es realmente triste que todo esto haya ocurrido. Una causa justa como es el fin del conflicto armado terminó saboteada por la incapacidad del gobierno, el triunfo pírrico de Uribe basado en la desinformación y el engaño, y todo esto adobado con un inmerecido premio de consolación para Santos. Ya lo habíamos previsto: “Una guerra sin espíritu y sin alma” va dejando el escenario sin pena ni gloria (http://bit.ly/18u7aWh).

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

martes, 11 de octubre de 2016

COMUNICADO DE AUTORIDADES TRADICIONALES INDÍGENAS EN COLOMBIA REGIONAL CAUCA

AUTORIDADES TRADICIONALES INDÍGENAS EN COLOMBIA REGIONAL
CAUCA

A LA OPINIÓN PÚBLICA NACIONAL E INTERNACIONAL

Si hay alguien en Colombia que tenga autoridad y razones para luchar y exigir la paz y mostrar estragos y heridas de la guerra, somos los pueblos indígenas.

Desde el momento de la invasión y conquista de nuestros territorios y aniquilamiento de nuestras comunidades y pueblos, la violencia y la guerra de los de arriba, hasta hoy, nos sigue dejando víctimas, sea por esa misma vía o por el hambre a que estamos sometidos.

En este último proceso de guerra y violencia, muchos de nuestros comuneros fueron asesinados; jóvenes reclutados por uno u otro bando; territorios y comunidades utilizados como escenarios de guerra, bombardeados y sometidos a duras restricciones para realizar las actividades comunitarias normales.

Por estas y muchas otras realidades y situaciones que nos ha tocado vivir hasta estos años recientes, en la lucha por la recuperación de las tierras, territorios y derechos políticos y sociales que nos han pertenecido, desde 1.981, en posición pública expresamos y exigimos el respeto a nuestros pueblos, comunidades, formas propias de lucha, y exigimos el retiro de todas esas fuerzas beligerantes de dichos territorios. De manera clara y contundente expresamos que esa guerra, como venía imponiéndose ya en ese momento, no nos pertenecía, no contribuía a la solución de los problemas que teníamos, y que al contrario, era un obstáculo para el avance de nuestro Movimiento.

Por eso, a nosotros no nos ha costado ningún esfuerzo entender que, no solo teníamos razón desde ese momento, sino que en el fondo, lo que exigíamos ya desde ese entonces, era ponerle fin a un conflicto armado que no lo necesitábamos ni lo queríamos, ni nosotros ni el pueblo colombiano; que no nos servía para luchar por nuestros derechos ni al pueblo colombiano para luchar por los suyos; que políticamente había perdido su razón de ser; y que lo único que hacía era servir de pretexto a los mercaderes de la guerra para hacer negocio y a los terratenientes, a los narcotraficantes y demás reaccionarios para despojar a los campesinos e indígenas de sus tierras.

Por eso, veíamos con mucha esperanza y hemos apoyado las negociaciones de La Habana con el propósito de ponerle fin a ese conflicto. Aunque hayan vacíos y aspectos que no compartimos de esos acuerdos, creemos que son necesarios y es el camino para ponerle fin a ese conflicto armado. La consecución de la paz es otra cosa y otro capítulo. Esa, ni se firma ni se decreta ni se negocia. Esa será el resultado de otros procesos de transformaciones políticas y sociales muy diferentes. Pero en el momento, ante la delicada situación creada por los resultados negativos del plebiscito nuestra respuesta y exigencia, no pueden ser otras distintas a declarar con toda seguridad y convicción:

Que apoyamos y exigimos el respeto a los acuerdos de La Habana. Que todos, pueblo colombiano y pueblos indígenas, nos levantemos masivamente a exigir la terminación de ese conflicto. Nada de “Acuerdos Nacionales” de los de arriba para prolongar y enredar los Acuerdos de La Habana y seguir pisoteando a los de abajo. Estas élites dominantes de nuestro país no pueden seguir manipulando a su antojo el inmenso dolor de los millones de víctimas, entre las cuales estamos nosotros y desde hace mucho tiempo. Que tanto los promotores del SI como los del NO, lo que persiguen es mantener su dominio intacto sobre nuestros pueblos; pero particularmente los del NO, representan a los sectores políticos y económicos más recalcitrantes, fanáticos y reaccionarios. Que es urgente y necesario que sobre la base de la más amplia movilización popular para desbaratar las maniobras que están haciendo para abortar el proceso, nos preparemos consiente, seria y muy ordenadamente para propinarles la más estruendosa derrota en el 2018, especialmente a ese sector recalcitrante, empeñado en perpetuar la guerra y el dolor de nuestros pueblos.

No nos dejemos enredar por tantos “sabios” que han resultado en el momento y tanta “sabiduría” derramada por los micrófonos y las pantallas de la TV. No nos dejemos mover de nuestro posición de lucha como la hemos traído y el de la terminación de este conflicto ya. Rompamos los corrales, los cercos y las barretas entre nosotros mismos que los beneficiarios de ese conflicto han ayudado a crear y sostener para dividirnos, aislarnos, separarnos y podernos mantener dispersos en pensamiento acción y organización. Luchemos por construir unos nuevos fundamentos políticos de unidad. 

Revisemos con seriedad y sinceridad nuestras experiencias pasadas y cómo estamos trabajando ahora. Construyamos un nuevo ambiente en la relaciones entre nosotros mismos y desechemos lo que no nos sirve. De otra manera, los de arriba nos seguirán sometiendo, con guerra o sin ella. No les sigamos haciendo el servicio.


Colombia, octubre 8/2016

lunes, 10 de octubre de 2016

NUEVO FRENTE NACIONAL: UN “PACTO DE PAZ” ENTRE LAS CASTAS CORRUPTAS

NUEVO FRENTE NACIONAL: UN “PACTO DE PAZ” ENTRE LAS CASTAS CORRUPTAS

Popayán, 10 de octubre de 2016

El premio Nobel de la Paz para el presidente Santos llegó con un mensaje bien claro. El plazo para llegar a acuerdos con Uribe se agotará a finales de noviembre. Cuando Santos vaya a Estocolmo el 10 de diciembre no puede ir con el conflicto “vivo”.

De lo contrario, el gran capital internacional quedaría muy mal parado y los inversionistas noruegos en Colombia estarían muy nerviosos e incómodos.

Por ello, poco a poco irá apareciendo el rostro de un "nuevo" pacto entre élites oligárquicas, un acuerdo entre "cúpulas dominantes", un “pacto de paz entre las castas corruptas”. Para entender cómo se formó el anterior pacto es interesante revisar la historia de cómo se formó el Frente Nacional de 1957.

Lo importante ahora no es que ese pacto no se haga. Se va a dar de todas maneras. Lo de verdad importante es que el pueblo movilizado obligue a esas fracciones del bloque de poder dominante a pactar entre ellas, y que los demócratas y la izquierda no se enreden en ese acuerdo, que lo aceptemos por la necesidad de salir de la guerra pero que no lo legitimemos con nuestra presencia. Ellos de todas formas lo harán, es su necesidad.

Por eso recomiendo leer este aparte de la historia nacional. Los Lleras y los Laureanos en 1957, que decían que se iban a matar entre ellos, que se quemaron las sedes de los periódicos, y decían que se odiaban (como ahora Santos y Uribe), se unieron cuando les convino. Y la izquierda en ese momento no sabía qué hacer. Terminó a la cola de los liberales y después del MRL.

Los estudiantes universitarios en medio de su entusiasmo fueron manipulados por los liberales y conservadores para tumbar al general Gustavo Rojas Pinilla, en cuyo gobierno se fue incubando un raro espécimen de movimiento popular, con gaitanistas de ciudad que no se fueron para el monte a guerrear e infiltraron un proyecto populista de origen conservador. ¡Cosas de la política colombiana! La historia siempre es particular y concreta.

Recordemos que de esa “dictadura rojista” surgió la ANAPO, partido político que les ganó las elecciones a la oligarquía, y el fraude hecho por el gobierno de Carlos Lleras Restrepo –el 19 de abril de 1970–, dio origen y nacimiento al M19.

De igual manera en 1990 los estudiantes también fueron manipulados para darle vida a la Constituyente de 1991. A la sombra de ese nuevo “pacto de paz” nos impusieron el primer paquete neoliberal, colocando de comodín desde entonces a la izquierda legal y domesticada.

Pero ahora las condiciones son diferentes. Los resultados del Plebiscito del 2 de octubre demuestran que el santismo y el uribismo no son mayorías. Son minorías precarias y la polarización entre ellos ya terminó.

Ese resultado es el que los obligará a unirse, claro, en medio de apariencias de peleas y de confrontaciones para la tribuna. No hay que creer en ese teatro. Es pantomima.

Un nuevo amanecer para el pueblo poco a poco se va fraguando. Lo definitivo es tener claridad de cómo actuar. Para eso es importante revisar la historia y no dejarnos utilizar de las élites y castas dominantes.

Aquí un link sobre esa parte de nuestra historia: http://www.banrepcultural.org/node/32857


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

viernes, 7 de octubre de 2016

EL PELIGRO DE LA GUERRA Y EL PROCESO CONSTITUYENTE

EL PELIGRO DE LA GUERRA Y EL PROCESO CONSTITUYENTE

Popayán, 6 de octubre de 2016

El triunfo del NO en el plebiscito trajo un momento especial a Colombia. Paradójicamente antes del Plebiscito el movimiento social estaba “acomodado”, desganado, sin convicción. El peligro de que la guerra continúe o que las cúpulas dominantes se coaliguen contra el pueblo, ha puesto en alerta a mucha gente. Las expresiones juveniles y estudiantiles de esta semana, son parte de ese fenómeno. La movilización social es la única herramienta que queda para darle continuidad al “proceso de paz” y reconducirlo por caminos realmente “constituyentes” de hegemonía popular.

1.    Realismo mágico y “nuevo” Frente Nacional

El 2 de octubre apareció en Colombia –una vez más– el rostro del realismo mágico Lo inconcebible se hizo realidad. Los acuerdos para el fin del conflicto armado firmados con bombos y platillos en Cartagena el pasado 26 de septiembre entre el gobierno y las FARC, no consiguieron la aprobación mayoritaria en el plebiscito refrendatario. Un NO precario y minoritario (18,7%) se impuso sobre el SI por escasos 54 mil votos. La abstención fue del 63%. La desinformación, el miedo y la indiferencia, ahogaron el anhelo de paz. El triunfalismo le cobró factura al gobierno y a las FARC. Un Gabo triste sonrió socarronamente desde el más allá.

Nadie –ni siquiera el adivino más osado– hubiera previsto ese resultado. El asombro en el país y el mundo fue general. Los mismos promotores del NO fueron los más sorprendidos. El gobierno y sus aliados no lo podían creer. Las FARC, como un náufrago, se aferraron a los acuerdos como a un flotador. Enfrentan un limbo político y jurídico. Su sometimiento a la institucionalidad y su paso a la legalidad, aprobada en la X Conferencia de esa organización, sólo aguantó 6 días. Los acuerdos y procedimientos para implementarlos quedaron sin piso jurídico (http://bit.ly/2cT96Oz).

El gobierno no se cae porque a nadie le conviene. No existe una fuerza política que pueda y quiera forzarlo, aunque su debilidad es enorme. Además, los buenos modales se imponen en el ambiente cortesano de la clase política colombiana. De inmediato, el gobierno de los EE.UU. envió a Bernard Aronson a Cuba para tranquilizar a los dirigentes farianos y reforzar el apoyo al gobierno de la comunidad internacional. Uribe, asumió de inmediato la imprevista responsabilidad que le otorgó la nueva situación y pasó a la ofensiva diplomática con mucha decencia pero pensando en 2018. El presidente Santos reconoció su derrota y abrió el diálogo directo con su antecesor y opositores.

Todo el mundo propuso crear un Gran Pacto Nacional para salvar el proceso de paz. Era lógico. La oposición uribista había ajustado su mensaje en la campaña plebiscitaria promoviendo la “paz sin impunidad” y su convicción de “corregir” el proceso. Esa misma noche planteó su disposición al diálogo. El gobierno, que sabe lo difícil que es negociar con las FARC (llevan más de 4,5 años) y que tiene el mandato del capital internacional y de la mayoría de empresarios nacionales para terminar la guerra, no se iba a echar para atrás. Saben que la paz neoliberal está “de un cacho” y que esa oportunidad no se podía desaprovechar. El premio Nobel llegó de Estocolmo como “mandado a hacer” para contrarrestar el pesimismo y “¡quedar divinamente!”. 

Así, intentan construir en forma taimada –"songosorongo" como dicen los indígenas caucanos– un nuevo “frente nacional”. El leitmotiv del anterior fue la dictadura del general Rojas, el de ahora, el fin de la guerra que el anterior frente nacional incubó hace 60 años. ¡Pero no lo lograrán!

2.    Las reacciones políticas y jurídicas

Las reacciones de los sectores políticos y sociales, a pesar del consenso sobre la necesidad del gran pacto nacional, tienen sus peculiaridades. La totalidad de sectores dicen colocar el interés general por encima de intereses particulares pero –en la intimidad– todos están pensando en la campaña electoral de 2018. Esa causa estuvo incrustada en la agenda de la campaña del plebiscito pero no era reconocida por ninguno. Nadie lo acepta pero todos lo saben. Gajes de la policía colombiana. Sin embargo, es importante reconocer que existen variadas posiciones porque detrás de ellas se pueden identificar las diferentes concepciones políticas y las diversas miradas sobre la situación.

Las FARC, las organizaciones políticas y sociales de su entorno, y los sectores políticos que se entusiasmaron con la posibilidad de lograr en forma inmediata una “paz pura y simple”, se aferran a los acuerdos firmados. Acusan al “uribismo” de manipular fraudulentamente a los electores, lo cual fue reconocido por Juan Carlos Vélez, jefe de la campaña del NO (http://bit.ly/2dfRybt). En la práctica, no reconocen los resultados del plebiscito y aspiran a mantener las cosas como están. Lo mismo ocurre con políticos del círculo gubernamental y otros sectores que proponen repetir el plebiscito, aprobar los acuerdos mediante cabildos abiertos, “tutelatones” o demandas jurídicas.

Otras fracciones políticas proponen al gobierno reabrir las negociaciones con las FARC e integrar a la delegación gubernamental a delegados de los promotores del NO. Argumentan que el “uribismo” debe asumir su responsabilidad, enfrentar la negociación con la insurgencia y “sufrir el desgaste”. Sin embargo, dicha posición no tiene en cuenta que las pretensiones del ex–presidente Uribe y la mayoría de los promotores del NO van mucho más allá de unas simples “correcciones”. Por el contrario, cuestionan la médula del proceso como es la justicia transicional, el bloque de constitucionalidad y el tribunal especial para la paz. Su agenda es doble y de saboteo.

Existen otras posiciones pero no se expresan con claridad o no tienen fuerza. La propuesta de convocar una Asamblea Nacional Constituyente está en la mente de unos y otros. Siempre aparece como la fórmula salvadora. Si las cúpulas de la casta dominante se ponen de acuerdo, nada tiene de extraño que vuelvan a usarla para aprobar otra “histórica” Constitución para que todo siga igual o peor. Por ahora, la correlación de fuerzas los favorece totalmente. 

3.    La desconexión entre el proceso de paz y el movimiento social

José Antonio Gutiérrez en su artículo “El NO se impuso, ¿qué sigue?” publicado en Rebelion.org, plantea: “El triunfo del NO vuelve a demostrar que el proceso fue visto como un asunto distante para la mayoría de la población, como algo ajeno”. Sin embargo, no explica las causas de ese hecho.

No hay que olvidar que paralelo a la realización de los diálogos entre el gobierno y las FARC, el movimiento social colombiano –con el impulso que dejaron las jornadas de 2008 como la Minga social, el Paro de los corteros y la huelga judicial– desarrolló en los últimos 5 años importantes luchas contra las políticas neoliberales. El paro universitario estudiantil de 2011, el paro agrario, campesino y minero de 2013, las protestas contra los megaproyectos minero-energéticos en numerosas regiones del país, las mingas indígenas, la huelga magisterial de 2015, y muchas otras expresiones populares de resistencia, son pruebas fehacientes de lucha social permanente.

El problema es la desconexión existente entre la dinámica impuesta por el gobierno neoliberal de Santos en la mesa de negociaciones de La Habana y las necesidades y aspiraciones del movimiento social. El Estado aprovechó la debilidad política de la insurgencia y su necesidad de terminar el conflicto para imponer unos límites precisos que plantean que el modelo económico y la estructura del Estado no están en discusión ni son parte de la negociación. Pero además, la criminalización de la lucha social con el argumento represivo de la infiltración guerrillera de las organizaciones sociales y las diversas concepciones existentes en la izquierda sobre la lucha armada, impedían que el “proceso de paz” pudiera compenetrarse con el movimiento social y viceversa.

Tal situación se fue agudizando porque de una u otra forma la izquierda y gran parte del movimiento social se fue dejando permear de la política del gobierno sobre el llamado post-conflicto. Casi todas las organizaciones dejaron de pensar en las grandes transformaciones estructurales y entraron en la dinámica del diseño institucional neoliberal que el Estado empezó a diseñar en sus documentos CONPES, el Fondo de la Paz y demás entidades que ya vienen imponiendo la cultura de los proyectos que ya habían dejado trazadas las numerosas ONGs que se incrustaron en el movimiento social y que están a la expectativa de los supuestos “ríos de leche y miel” de dólares y euros que traerá el post-conflicto a Colombia.  

4.    El peligro del acuerdo entre cúpulas dominantes

Hasta el 2 de octubre el conjunto del movimiento social en Colombia no había percibido la importancia de terminar en forma negociada el conflicto armado. La ofensiva guerrerista de Uribe y la actitud complaciente (y hasta cómplice) de amplios sectores de los partidos tradicionales que hacen parte de la Unidad Nacional, puso en alerta a muchos sectores, militantes y activistas sociales que pensaban que la “lucha por la paz” era una tarea sencilla, limitada a organizar un evento o máximo una marcha, sin comprometerse a ir de casa en casa, de barrio en barrio, convenciendo a la gente para que votara por el SI. Todo se lo dejamos a la propaganda del gobierno.

Y sucede que la propaganda del gobierno y la actitud de la insurgencia no eran de lo mejor. En la última semana el “uribismo” aprovechó el triunfalismo de Santos y las FARC, que estaban festejando el triunfo antes de ganar el Plebiscito. En los Llanos del Yarí y en Cartagena la gente del SI celebraba mientras los promotores del NO penetraban las redes sociales, las emisoras populares y las sedes de las iglesias católicas y evangélicas de mensajes de odio, resentimiento, miedo y mentiras, basadas en algunos hechos reales pero presentados como si estuviéramos al borde del apocalipsis. Y les dio resultado. Ganó el NO, así hubiera sido un triunfo pírrico.

Ver el martes pasado a Uribe, Pastrana, el ex-procurador Ordóñez, Martha Lucia Ramírez y demás promotores del NO reunidos varias horas y, “a manteles”, con el presidente Santos, quienes eran supuestos enemigos a muerte, provocó en muchos dirigentes de izquierda y del movimiento social una gran sorpresa. Entendieron –y la gente sólo aprende por experiencia propia– que cuando la institucionalidad oligárquica está en peligro o en crisis, ellos se reúnen y fácilmente se ponen de acuerdo. Lo que muchos dirigentes habían alertado sobre la identidad de intereses entre Santos y Uribe quedó a la vista. La diferencia es de forma, o sea, el método para derrotar a la insurgencia: el uno, con decencia, ofreciendo espacios de gobernabilidad y algunos planes de inversión en zonas de colonización, y el otro, queriéndolos exterminar físicamente. Sólo son dos maneras diferentes para el mismo objetivo. Cómo sería el nerviosismo que había que, la prórroga parcial del cese de fuegos hasta el 31 de octubre, fue interpretada como un ultimátum. Pero… no, ¡era falsa alarma!

Pero no es falsa alarma. La oligarquía colombiana ya ha jugado muchas veces al Frente Nacional. Para desmontar el peligro popular que se estaba alimentando en medio y al calor de la “dictadura” de Rojas Pinilla se montó el plebiscito de 1957 que le dio vida al Frente Nacional, con el comodín del MRL. Pero esa figura ya había sido utilizada a principios de siglo XX. En los últimos 25 años ya hemos vivido con un frente nacional “no-reconocido”, desde 1991. Se turnaron el gobierno entre neoliberales puros y neoliberales vergonzantes (Gaviria-Samper). Siguió la transición de Pastrana en 1998 que le abrió el espacio para la alternación Uribe-Santos, todo ello con el comodín de la izquierda legal. Ahora preparan el "nuevo" con el comodín de las FARC reinsertadas.

5.    Asamblea Nacional Constituyente o Proceso Constituyente 

La crisis del Estado colombiano es profunda, sistémica, estructural. La gran burguesía y el imperio lo saben. Las finanzas públicas están en quiebra y la olla está raspada. Uribe también lo sabe pero necesita tensar la cuerda al máximo para negociar su propia impunidad. Es una lucha de vida o muerte, de sobrevivencia, y por eso la toma en serio. Si no logra negociar “por arriba”, su apuesta es recuperar el gobierno y no le importa regresar a la guerra. Su lucha tiene que presentarla como un “sacrificio por la patria” para que algunos militares despistados, muchos mafiosos que se apropiaron ilegalmente de tierras campesinas, uno que otro terrateniente y empresario realmente asustado por la “amenaza castro-chavista”, lo apoyen para engañar a millones de colombianos que tienen una fuerte tradición conservadora y clerical o que fueron –en verdad– fuertemente agredidos por la guerrilla en su época de “fiebre insurreccional” en medio de la guerra degradada.

Sin embargo, hoy no existe la fuerza social o política organizada que represente nítidamente los intereses populares que sea capaz de aprovechar la polarización entre dos sectores de las clases dominantes para derrotarlas políticamente y acceder al poder. Pero, igualmente, la lucha por la terminación del conflicto apoyándose en el sector “progresista” de la gran burguesía para derrotar al sector “guerrerista”, ha empezado a perder base teórica, política y social. La militancia social más consecuente está empezando a buscar una salida y pretende encontrarla en la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Por ello el llamado a la movilización social.

Y en verdad, sólo podemos confiar en nuestras propias fuerzas. Pero no podemos caer en ilusiones. Una Constituyente convocada de inmediato bajo las reglas de la democracia representativa sólo les serviría a las clases dominantes para legitimar su “nuevo” Frente Nacional. La correlación de fuerzas no nos da. Lo comprobó el Plebiscito. Hay que diseñar otra estrategia. Tensionar al movimiento social para “salvar” el proceso de paz es la tarea urgente y del momento. Iniciar un Proceso Constituyente de nuevo tipo, impulsando la creación de Cabildos Ciudadanos permanentes en todos los municipios, acumular fuerza unitaria para ganar el gobierno en 2018 apoyándonos en la “burguesía emergente decente”, y acumular fuerza para construir la República Social, es la tarea pensada a mediano plazo pero empezando YA.

Así podremos derrotar la polarización entre los dos sectores de las clases dominantes (Santos-Uribe) que se ha venido expresando como confrontación pero que fácilmente se puede convertir en acuerdo (frente nacional). Ha llegado el momento de la Unidad Popular. ¡Hay que construirla! 


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado