lunes, 27 de septiembre de 2010

EL VÍNCULO DIALOGANTE Y CUÁNTICO

EL VÍNCULO DIALOGANTE Y CUÁNTICO

Popayán, 27 de septiembre de 2010

ü Casi todos enviamos mensajes pero no dialogamos.

ü Estamos acostumbrados a que los demás nos den la razón.

ü Si las personas que se relacionan no están dispuestos a re-elaborar lo que piensan con base en lo que el otro le transmite, no habrá diálogo.

ü Si los individuos se ponen de acuerdo en forma absoluta, se acaba el diálogo.

ü El diálogo sólo perdura si las personas que lo utilizan lo ven como una herramienta creativa.

ü Si el diálogo se utiliza para satisfacer egos, rápidamente se marchita.

ü Siempre habrá puntos de discordia que deberán ser explorados y profundizados por medio del diálogo, que son los puntos que hacen creativa y fructífera la relación.

ü Una relación de ese tipo – creativa y fructífera para los dialogantes – se va convirtiendo en un verdadero vínculo “cuántico”.

ü Las personas terminan siendo cómplices y exploradores de sus desacuerdos más que de sus coincidencias. Así, la relación se vuelve fluida.

ü Se va convirtiendo en una relación con una base común – interés mutuo – pero en donde los dialogantes tienen cierta percepción no explícita de sus vacíos, falencias, debilidades y hasta temores, y de los del "otro", pero no los utiliza para “ganar” la discusión sino para ayudarlo a avanzar.

ü Si esa percepción – que puede bordear intimidades - se hace explícita, puede perder la magia. Sólo un alto nivel de confianza sería el complemento.

ü No es fácil conseguir un grado de relación de este tipo. Se necesita cierta predisposición, sensibilidad, capacidad crítica y mucho amor humano para construir este tipo de vínculo dialogante.

ü Nuestro pueblo necesita que construyamos vínculos de esta clase.

ü Una fuerza construida con esos vínculos es indestructible. Lo demás se diluye.

viernes, 24 de septiembre de 2010

¡VAYA CONFLICTO TAN DIFICIL DE ENTENDER!

Con ocasión de la muerte del“Mono” Jojoy…

¡VAYA CONFLICTO TAN DIFICIL DE ENTENDER!

Popayán, 24 deseptiembre de 2010

A mucha gente en el exterior le queda difícil entender la situación colombiana. En la reciente posesión de Juan Manuel Santos el presidente del Congreso Armando Benedetti mencionó que Colombia era el 2º país más desigual de América y citó numerosas y contundentes cifras sobre los niveles de pobreza e inequidad en que vive la mayoría de los colombianos. Tal intervención no fue del gusto del presidente saliente Álvaro Uribe Vélez, y seguramente los potentados colombianos en Miami, New York, Madrid y Barcelona deben haber dicho al unísono: “¡Qué impertinencia!”

En contraste los medios de comunicación presentan a diario las cifras de las exorbitantes ganancias obtenidas en Colombia por las empresas transnacionales y los 5 grupos económicos “nacionales” que monopolizan la riqueza nacional. También se reporta a diario cómo el capital extranjero se apodera de los recursos naturales de importantes regiones del país mediante una estrategia de intervención territorial que aprovecha la debilidad de una sociedad que anhela un efectivo progreso pero que es manipulada políticamente por una oligarquía que consiguió presentar a la guerrilla como el principal enemigo del país.
El mundo se sorprende al escuchar noticias tan contradictorias. El evidente impacto de la economía del narcotráfico; la permanente violencia guerrillera, paramilitar y delincuencial, tanto en el campo como en las ciudades; la visible corrupción política y administrativa a todos los niveles del Estado; las denuncias de los “falsos positivos” o asesinatos de jóvenes para ser presentados como bajas guerrilleras; el escándalo de las “chuzadas” o interceptaciones ilegales de las comunicaciones privadas de magistrados, dirigentes de la oposición y periodistas que comprometen al saliente gobierno de Uribe. En fin, la percepción es de una sociedad en descomposición y un “Estado fallido”.
En cualquier otro país con las condiciones de Colombia la rebelión no sólo se justificaría sino que sería aplaudida y apoyada. ¿Qué pasó en nuestro país con la lucha armada revolucionaria para que la muerte de un comandante guerrillero como el “Mono”Jojoy sea celebrada jubilosamente no sólo por la oligarquía y el imperio sino por una buena parte de nuestro pueblo? Explicarlo no es fácil, y entenderlo para quien no lo haya vivido es todavía más difícil.
Trazando una explicación: breve reseña
Para entender qué ha pasado con la guerrilla colombiana hay que retrotraerse a la década de los años 60. En esos años se superpusieron dos tipos de lucha: a) la resistencia armada campesina gaitanista, liberal, en declive después de batallar por más de una década tras el asesinato de Gaitán (1948). b) La insurgencia revolucionaria de amplios sectores de la juventud y la intelectualidad colombiana estimulada por el triunfo de la revolución cubana (1959).

La oligarquía temerosa que “una chispa pudiera encender la pradera” decide aniquilar cualquier tipo de agrupación guerrillera. En 1961 se ofreció un proceso de reinserción que no fue considerada por los líderes campesinos ante los asesinatos de Guadalupe Salcedo, Dulmar Aljure y otros dirigentes traicionados por sus jefes políticos liberales. Por ello, el gobierno de Guillermo León Valencia (1962-66) decide atacar y arrasar militarmente a las llamadas “repúblicas independientes” que eran un reducto de campesinos en resistencia ubicados en Riochiquito (Cauca), Marquetalia (Tolima), y El Pato y Guayabero (Meta).
En respuesta defensiva los principales dirigentes agrarios encabezados por Pedro Antonio Marín (Manuel Marulanda Vélez), Ciro Trujillo, Ciro Castaño y otros, se agrupan, deciden resistir y se “enmontan”. De allí surgen las FARC. Su base social fue durante mucho tiempo el campesinado desplazado hacia la frontera agrícola que sufrió la violencia hacendataria de los años 50s, “chulavita”, conservadora, de esa época de terrorismo terrateniente. Ese fue su fuerte y retaguardia estratégica.
Por otro lado, la joven dirigencia revolucionaria colombiana de entonces no tenía una estrategia unificada. Unos creían en la teoría “foquista”, veían el triunfo a corto plazo. En esa dinámica entra el ELN cuando invita al cura Camilo Torres a alistarse. Otros se plantean la tesis maoísta de la “guerra popular prolongada”. Intentan crear zonas o bases de apoyo en el nordeste antioqueño (EPL) sin percatarse que la oligarquía y el imperio estadounidense tenían un fuerte control sobre las principales áreas del territorio.
Otro sector, de origen obrero-sindical (MOIR) rechaza el camino del “guerrillerismo guevarista pequeñoburgués”, como lo denominó su principal dirigente Francisco Mosquera. Se plantean una línea de trabajo paciente con las masas, participan desde 1970 en las elecciones y se trazan una estrategia de acumulación de fuerzas hacia una eventual insurrección popular que sería la base de una “revolución de nueva democracia”. Su gran falencia: definir a la URRS (“social-imperialismo soviético”) como el principal enemigo de la humanidad lo que los llevó a un duro enfrentamiento con el Partido Comunista y las FARC.
Los dirigentes de las FARC ya eran guerrilleros cuajados en la lucha armada. Fueron obligados a construir una guerrilla “andante”, una “autodefensa campesina móvil”, que sería – según ellos - una especie de retaguardia armada del pueblo a la espera de un levantamiento popular. Es en defensa de su vida que ellos actúan. Así se va conformando el planteamiento y la práctica de la “combinación de las diferentes formas de lucha”.
En 1970 la oligarquía desconoce la elección presidencial del general Gustavo Rojas Pinilla. Jaime Bateman Cayón, un extraordinario dirigente comunista formado en las FARC, reacciona a tal hecho y con un grupo de jóvenes con formación militar y de intelectuales socialistas que se habían afiliado a la Anapo [1], lanzan el movimiento político-militar denominado M-19. Ellos planteaban que la lucha guerrillera campesina era desgastante, que se requería estimular al pueblo con un proyecto que mostrara vocación de poder, de ser gobierno, y para ello era necesario impactar con acciones y mensajes políticos a la población de las ciudades.
En retrospectiva todas esas estrategias eran relativamente válidas. Fueron una expresión de lucha de las diferentes clases y sectores sociales, de sus particulares condiciones de vida y de sus miradas políticas diversas. Sin embargo, el entorno internacional y la falta de madurez de la dirigencia revolucionaria convirtieron esas diferentes experiencias de resistencia en un terreno fértil para la rivalidad y el sectarismo. Ese enfrentamiento se refleja todavía en las expresiones políticas legales que tuvieron allí su origen.
En la década de los años 80s las múltiples formaciones guerrilleras obligan a las clases dominantes a diseñar una estrategia de Paz en el gobierno de Belisario Betancur (1982-86). La oligarquía tiene en ese instante graves problemas de gobernabilidad. El ajuste impuesto por el FMI como parte de la política neoliberal diseñada por los gobiernos de Reagan y Tatcher les augura mayores problemas. Se podría decir que la insurgencia revolucionaria tenía a principios de la década de los años 80 una situación estratégica inmejorable. ¿Qué pasó entonces?
El factor de la economía del narcotráfico y los errores de la insurgencia
Desde los años 70 se inicia en Colombia el cultivo, procesamiento y tráfico de marihuana y de cocaína. El poder narco de la familia Ochoa Vásquez y de Carlos Ledher estaba en surgimiento. A su sombra aparecía Pablo Escobar y Rodríguez Gacha. La guerrilla nunca se percató que una actitud connivente con la mafia narcotraficante iba a constituirse en su gran traspié. La oligarquía colombiana y – seguramente el gobierno de los EE.UU. – dejaron que ese fenómeno mafioso creciera y se reprodujera. Ya tenían la experiencia de Laos y Camboya.

En la región del Magdalena Medio conformada por zonas aledañas al río Magdalena de los departamentos de Cundinamarca, Tolima, Caldas, Antioquia, Boyacá, Santander y sur de Bolívar, se produce una confluencia muy especial. Dineros de la mafia compran la protección temporal de la guerrilla para apropiarse de grandes haciendas que en pocos años se convierten en la base territorial del paramilitarismo. Allí nace el MAS (Muerte a Secuestradores) y se entrenan los cuadros militares de las futuras “Autodefensas Campesinas”. Yair Klein y otros mercenarios israelíes acompañados de altos mandos militares colombianos fundan los campos de entrenamiento paramilitar.
Un poder oscuro y criminal se fortalece a la vista de la insurgencia. Nunca se pensó que la oligarquía tuviera la capacidad de utilizar hábilmente diversas alianzas con la mafia para desaparecer – asesinando – a dirigentes demócratas liberales como Luis Carlos Galán y a líderes de izquierda como Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa y Carlos Pizarro. Ellos fueron la cuota inicial de la posterior masacre de más de 3.000 militantes de la Unión Patriótica, de otras organizaciones de izquierda y de muchos funcionarios honestos que se atravesaron en su camino. Entonces como ahora, la mafia hizo el trabajo sucio.
Es de anotar que en regiones como el Cauca y Nariño, en donde los “cultivos de uso ilícito” han sido parte de la economía campesina (indígena, afro y mestiza) desde hace más de 30 años, no surgió el terrateniente mafioso. Ello explica que el fenómeno del paramilitarismo no adquiriera una forma autóctona porque no tuvieron base de apoyo. Los frentes de las AUC (Calima, y otros) que actuaron en la región suroccidental de Colombia estaban integrados por gente traída de otras regiones, especialmente de la Costa Caribe y Antioquia.
Lo demás ya es suficientemente conocido. A partir de los años 90 en Antioquia se consolida la convergencia entre la elite política terratenientes (Uribe), la cúpula estratégica del paramilitarismo (Carlos Castaño), y un grupo de intelectuales surgidos en la izquierda resentidos con las FARC [2]. Esa alianza obtiene el visto bueno y la financiación de los empresarios y el apoyo de la cúpula militar.
La estrategia de la guerrilla fariana, al convertir al campesinado rico y medio en su objetivo militar (objeto de su política de impuestos, secuestro, extorsión, etc.), y una lectura incorrecta de su capacidad militar, que había sido obtenida y financiada gravando la economía del narcotráfico, le ayudó a la oligarquía a convertirlos en el enemigo número uno del pueblo colombiano. Los ataques indiscriminados a pueblos en donde la población civil era sacrificada, los continuos bloqueos a vías, retenes y la práctica de las “pescas milagrosas” (secuestros masivos), fueron dándole a las clases dominantes el motivo y la forma de aislar a la guerrilla de las bases sociales que los apoyaban aún en la época de las negociaciones de Paz con el presidente Pastrana (1998-2002).
En ese proceso de diálogo la oligarquía logró mostrarse magnánima y ansiosa por firmar la Paz. Despejó una amplia región del sur de Colombia (El Caguán) y dialogó con la guerrilla durante tres (3) años. Mientras tanto firmaban el Plan Colombia con el gobierno de los EE.UU. y se preparaban para lanzar la supuesta “ofensiva final”.
El prometido desenlace y la dinámica hacia el futuro
El gobierno de Uribe – sobre ese acumulado – prometió derrotar a las FARC y erradicar el narcotráfico en un año. Ocho años duró en el gobierno usando y manipulando la lucha “anti-terrorista”. Santos ha llegado para continuar su obra. La muerte del “Mono” Jojoy sólo es un accidente más en una guerra irregular que se alimenta de la economía del narcotráfico. Hace parte de una estrategia de dominación colonial y neo-colonial que somete a nuestro país, se apodera y expolia las riquezas y el trabajo de nuestra gente, y además, se presenta como el gran aliado salvador frente al “terrorismo”.

Desde hace 8 años nos tienen “engatusados” con la destrucción total de las FARC. Cada golpe contra la guerrilla está fríamente calculado para que sirva a ese objetivo mediático. No es casual que el presidente Santos estuviera en Nueva York participando de las sesiones de la ONU y tuviera programada la entrevista con Obama. Seguirán montando nuevos shows para poder anular la capacidad de reflexión de nuestro pueblo. La guerra anti-terrorista es la mejor fórmula para presentar a la antinacional oligarquía colombiana como la gran defensora de la Patria.
Además, esa campaña mediática también les sirve para intentar ocultar los graves crímenes cometidos durantelos últimos 30 años usando de fachada la lucha contra la subversión. Hoy más que nunca necesitan tapar sus delitos, que han empezado a ser develados y denunciados ante la justicia internacional, empezando por las desapariciones del Palacio de Justicia que comprometen a la alta cúpula militar.
Pero son otros los problemas que a los actuales gobernantes les preocupa. El ajuste que el gobierno prepara en el terreno económico, el re-direccionamiento de los recursos de las regalías petroleras y mineras para enmascarar el déficit presupuestal, la reforma de la salud que urgen para cubrir la grave crisis financiera de ese sector, el apretón en impuestos que van a tener que aplicar dada la situación fiscal que tiene el gobierno, el crecimiento del desempleo, las nuevas condiciones que tienen que ofrecer a las inversiones extranjeras especialmente en contratación laboral y costo de la mano de obra, la reacción de la población a dichas “reformas”, todo ello y mucho más, es lo que en verdad les inquieta.
Los demócratas colombianos no podemos confundirnos. No se puede negar que la estrategia de degradación de la guerra planificada por el imperio y la oligarquía acudiendo a la economía del narcotráfico no tuvo una respuesta política e inteligente de parte de la insurgencia. No es posible ocultar la crueldad y la brutalidad de muchas de las acciones de la guerrilla. Por ello, ni celebramos ni justificamos la muerte de campesinos a los que les tocó ser sujetos de una guerra atroz, impuesta, manejada y manipulada desde el exterior.
Hoy el pueblo colombiano necesita la Paz para quitarse el velo que le impide ver la realidad. Observamos con lástima y preocupación cómo la dirigencia insurgente – por sí misma – es incapaz de salir de esa trampa. Tienen con qué seguir resistiendo, lo hacen con convicción de lucha, han entregado su vida en esa guerra y frente a las condiciones económicas y sociales de la población, no ven otro camino más que morir en su ley.
Sólo un gran movimientodemocrático que tenga claridad frente a los orígenes del conflicto armado y a su evolución posterior, puede sacarnos de esta tragedia histórica. La conquista de la Paz, la eliminación de la economía del narcotráfico que nos degrada como Nación, el rescate de nuestra soberanía y la construcción de una democracia incluyente, siguen siendo las tareas inmediatas de la sociedad colombiana.
En ese proceso político civilista tendremos que construir escenarios de Paz, haciéndoles entender a los jefes guerrilleros que su estrategia armada hoy en día sólo le sirve a los enemigos de nuestro pueblo.
[1]ANAPO: Alianza Popular Nacional, partido político fundado por Gustavo Rojas Pinilla en 1953.
[2] Un grupo de intelectuales salidos de la regional del Moir son los ideólogos de Uribe.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

EL TRIPLE SALTO MORTAL QUE PETRO NUNCA DIO

EL TRIPLE SALTO MORTAL QUE PETRO NUNCA DIO

Popayán, 15 de septiembre de 2010

“La confianza produce muchas veces la lealtad”, Séneca

En la entrevista con Rocío Londoño publicada en Razón Pública[1] con el título de “Tenemos que escaparnos del escenario del Polo”, Gustavo Petro presenta su mirada sobre la evolución del Polo, hace un balance de las pasadas elecciones y presenta su visión sobre la construcción de un “proyecto democrático que respete la multiplicidad”.

De acuerdo a su recuento él nunca se ha equivocado. Son los demás lo que lo hacen. Al no asumir una posición auto-crítica termina justificándose. Así no aprende ni puede enseñar. Se niega y anula a sí mismo. Impide que su inteligencia y capacidad pueda colocarse al servicio del proyecto político de amplio espectro que pregona y que – indudablemente -, es necesario para avanzar.

Lo que no dice Petro es que la alianza que predomina en el Polo entre la izquierda tradicional y el clientelismo polista (anapo-samperista), se consolidó gracias a él. En el I Congreso del Polo un sector con vínculos y arraigo en el movimiento social se aglutinó alrededor de Petro con el nombre de “socialismo siglo XXI”. Este bloque en alianza con los sectores más consecuentes del antiguo M-19 podía haber jugado como factor de equilibrio y de dinamización del Polo. La verdad, no se hizo el más mínimo esfuerzo por consolidarlo.

Asimismo, Petro en el proceso de convertirse en candidato presidencial/2010 alimentó - seguramente sin querer -, a quienes después lo neutralizaron. Antes del II Congreso del Polo negoció con los hermanos Moreno y con Dussán. El voto por el Procurador Ordóñez hizo parte de esos acuerdos. En diciembre/08, creyéndose mayoría dentro del Partido envía una carta a César Gaviria - presidente por entonces del partido liberal -, planteándole la “convergencia interpartidista”. Ello acrecienta la pugnacidad interna. Los demás integrantes del Polo lo perciben como rueda suelta. No se construye confianza. Es lo mismo que acaba de ocurrir con el electo presidente Santos.

El resto es lo conocido. Jugar con un pie adentro y otro afuera. Manejar el chantaje de irse o de quedarse. Se reivindica la democracia pero no se la sufre. Para ser candidato Petro hizo hasta lo imposible. Renunció a una parte de su programa. Cedió en lo programático a la izquierda tradicional después de haber ganado la consulta. Redujo sus propuestas a la “equidad social” dejándole el tema de la “legalidad democrática” a Mockus, cuando él había ayudado a construir ese concepto en su lucha contra el paramilitarismo y la parapolítica uribista.

Petro resigna la propuesta de “convergencia democrática” al darse cuenta que los “verdes” lo rechazan. Le ayuda a la izquierda tradicional a colocarle obstáculos a una posible alianza con los liberales. Ellos (Pardo) en enero de 2010 estaban dispuestos a jugársela en una consulta que coincidiera con las elecciones de marzo. Petro se sintió débil frente a la maquinaria liberal y no facilitó el acuerdo. Colocó por delante temas como la lucha contra las bases militares gringas y el TLC. Fue el primer torpedo real a la unidad anti-uribista.

Ya en campaña lo que se había sembrado fue cosechado. La mayoría del Partido sólo acompaña a Petro a partir del momento en que Mockus – torpemente – ataca al Polo. Se diseña la estrategia de convertir a los “verdes” en el contradictor principal para recuperar electores y superar el umbral del 4%. Cualquier asomo de convergencia quedó enterrado.

En el balance posterior a elecciones Petro vuelve a equivocarse. Desconoce el aporte de la izquierda tradicional a su campaña. Es claro que no le debe nada al “anapo-samperismo” que ya estaba arrimándose a Uribe para salvar el compromiso con el Metro de Bogotá. Esa incorrecta evaluación es lo que lleva a Petro a creerse el dueño de los 1,4 millones de votos. Se va solo a hablar con Santos repitiendo el error de no concertar con su partido. Vuelve y tropieza con la misma piedra.

La propuesta de “frente democrático” siempre ha sido correcta. Pero de esa forma es imposible construirla. Petro acaba de enviar una carta a los verdes, ASI y Podemos Cali. Desconoce en ella a su partido. Plantea temas que él cree prioritarios pero no muestra espíritu de convergencia sobre otros asuntos que los demás movimientos consideran importantes. Por ello no ha recibido – hasta ahora – la más mínima respuesta. Además, los otros partidos no quieren enfrentarse con la oficialidad del Polo ni involucrarse en una trifulca ajena.

Para poder construir un “proyecto democrático” hay que revisar lo sucedido. Todos nos hemos equivocado. Si no se construyen confianzas no hay nada. Así los “verdes” y el Polo hayan obtenido una votación “interesante”, hoy tenemos un panorama bien difícil de cara a las elecciones regionales: Un Santos a la ofensiva sin que aparezca una verdadera oposición que lo apriete y desenmascare. Un Uribe a la sombra medrando y esperando un nuevo turno. Un Polo sin norte llamando a enfrentar al gobierno sin poder hacerlo. Unos “verdes” que perdieron la “ola” y todavía no se han dado cuenta. Un Petro queriéndole “coger la caña” al gobierno pero sin ninguna fuerza real.

La única propuesta importante a destacar en la entrevista mencionada es lo que Petro denomina “territorializar la política”. Es lo que intentamos hacer en el Cauca y lo que asoma la cabeza en la Costa Caribe. Ojalá todos los partidos que quieren construir un país diferente ayuden a aclarar los objetivos del proyecto democrático. Si queremos acertar el año entrante hay que construir confianzas. Pero lo que debe quedar claro es que nadie puede ser vetado de antemano. Menos la izquierda tradicional (PC-Moir) que de una u otra manera sigue resistiendo la avalancha neoliberal. Seguro con errores y deficiencias pero, al fin y al cabo… ¿quién puede tirar la primera piedra?


martes, 14 de septiembre de 2010

PAGINAS SOBRE EL CAUCA (I)

PAGINAS SOBRE EL CAUCA (I)

Popayán, septiembre de 2010

El Cauca es un laboratorio de lucha social y política. En los últimos 50 años se han presentado diversas fases y ciclos de ese movimiento. Luchas visibles y calladas. Experiencias organizativas de diverso tipo. Ejercicios de gobierno local y regional. Recuperación de territorio por parte de los pueblos indígenas pero también pérdida de economías “propias” como las de las comunidades afro-norte-caucanas[1].

Avances y retrocesos. Triunfos y derrotas. Encuentros y desencuentros. Aprender de esa rica experiencia nos permite mejorar nuestra práctica actual y aportar a la construcción de la Patria Grande Latinoamericana avizorando un futuro post-capitalista. Solo lo haremos si somos conscientes de todo lo que somos.

La compleja diversidad de nuestra población – que en teoría es una riqueza potencial –, ha sido manipulada y convertida en un obstáculo para el avance. Las causas y circunstancias son muchas, pero el aspecto principal es la ausencia de democracia participativa. El menosprecio al pueblo por una clase dominante con mentalidad “colonial” se concreta en exclusión y discriminación racial, social y política. Es la base institucional de una existencia inequitativa e injusta que nos enfrenta y divide.

Una población supremamente heterogénea se encuentra en este espacio de 29.000 kms². Los pueblos “nativos” – originarios – de diversas etnias (Misak, Nasa, Kokonuco, Totoró, Eperara-Shapidara, Polindara, Ingano, y otros) constituyen sociedades en resistencia y en pleno desarrollo. Están ubicados en las montañas de la cordillera central y occidental, y algunos núcleos en la Costa Pacífica y la Bota Caucana.

Los pueblos “traídos”, afrodescendientes y yanaconas, múltiples en su procedencia y en su proceso de asentamiento regional. Las comunidades negras tienen cuatro centros de cohesión: el Norte del Cauca, la Costa Pacífica, el Valle del Patía e Itaibe en Tierradentro. Los yanaconas están ubicados en siete municipios del Macizo Colombiano, tienen cabildos en Cali y Popayán. Todos ellos están en proceso de auto-reconocimiento y construcción de identidad.

Los pueblos “surgidos” o “nacidos”, constituidos por los campesinos mestizos de todos los colores. La mayoría tiene origen autóctono. Otros han llegado en múltiples y continuas migraciones internas y externas. En Popayán, otros núcleos urbanos y alrededor de la carretera panamericana habita la mayor proporción de mestizos de ascendencia yanacona. Existen núcleos poblacionales de raíces “paisas” en el norte del Cauca (Corinto, Caloto), El Tambo (Playarrica, Costanueva, Huisitó), y múltiples migraciones nariñenses, huilenses y de otros departamentos. Esta población ha resistido en forma callada, aparentemente resignada, explotando en forma periódica en verdaderos levantamientos sociales como las marchas de La Salvajina (1984-86), el Paro de Rosas (1991), y la movilización del Suroccidente colombiano (1999).

Finalmente, quedan los “residuos” de la casta castellana dominante, parte de la cual se trasladó y asentó en Cali. Está representada por unas pocas familias que han mantenido “el linaje”. Pero le sobrevive una racionalidad aristocrática clasista que en algunos sectores subordinados se manifiesta en lo que denomino el “espíritu cortesano”. Éste se expresa de dos formas: por un lado, una actitud acomodaticia de quienes labran su ascenso social de manera conformista aceptando la dictadura de quienes manejan el Estado con carácter patrimonial; y por otra, una minoría que asume el camino de la “indocilidad anarquista”, que ha hecho de Popayán – al igual que Buga o Pamplona – una fuente de surgimiento de una intelectualidad rebelde que se manifiesta en diversas disciplinas (arte, crítica política, ambientalismo, y otras) pero que ha tenido grandes dificultades para encontrar una ligazón con el movimiento social.

A pesar de lo particular que podría parecer el Cauca – en verdad –, somos un reflejo de la Nación colombiana. Somos un “sancocho” al que le falta un hervor: no termina de cocinarse. Pero hoy, se dan todas las condiciones para que esa gran diversidad encuentre un punto de unidad. El fuego para fundir todas nuestras etnias, culturas y mestizajes es la necesidad de defender nuestros recursos naturales amenazados por la voracidad capitalista transnacional. La mano del cocinero que mueve el “revuelto” – evitando que se pegue en el fondo y se queme – es la conciencia de que existen los acumulados de resistencia social y política capaces de darle forma a un Nuevo Proyecto Político.

Cada sector étnico cultural – indio, afro, mestizo –; cada clase social – trabajadores, campesinos, sectores medios e intelectualidad citadina –; así seamos originarios, nativos, traídos, surgidos o allegados, podemos aportar en la construcción de la identidad caucana, y de paso ayudar a materializar nuestra nacionalidad colombiana que, es a la vez, parte de nuestro ser indo-afro-euro-americano.

En ese proceso debemos repotenciar lo mejor que tenemos, reconocer nuestras tres raíces, sin menospreciar ninguna de ellas. Sólo así, el “sancocho” podrá estar a punto, conseguir el sabor ideal y generar un gusto especial que será el motor de nuevas luchas y conquistas de alto valor ético colectivo y vital.

Si ponemos por delante los objetivos comunes y subordinamos los intereses particulares – sin necesidad de negarlos -, podremos lograrlo. ¡Intentémoslo!



[1] Las comunidades negras del Valle del río Palo en Caloto-Guachené y zonas aledañas construyeron a partir de mediados del siglo XIX la economía campesina libre más exitosa de América Latina. De allí surgió la fuerza económica que le dio vida a Puerto Tejada y en gran medida a Cali. Fue destruida por invasión de la plantación cañera capitalista de los ingenios azucareros.