miércoles, 30 de junio de 2021

¿Cómo canalizar políticamente el estallido social?


¿Cómo canalizar políticamente el estallido social?

Popayán, 30 de junio de 2021

En anterior artículo se plantearon algunas ideas sobre la caracterización de la protesta que se manifestó en Colombia como un estallido social. En otro texto, se detallaron los principales actores sociales, se presentó una periodización, se describieron las actitudes políticas y las propuestas para la juventud rebelde, y surgió la pregunta sobre quién podrá canalizar la fuerza desplegada.

Estamos ahora viviendo la 4ª etapa planteada en la periodización. El gobierno y las derechas (algunas vergonzantes disfrazadas de “centro”) se aprovechan de las escaramuzas que quedan después de un estallido de ese tipo. Provocan y permiten que jóvenes “radicalizados” protagonicen situaciones de degradación y desgaste para desprestigiar la lucha y descalificar a las fuerzas políticas que han apoyado decididamente la protesta.

Como lo hemos planteado anteriormente, el carácter diverso de esta lucha y la confluencia caótica de fuerzas e intereses, genera condiciones para que la energía vital y masiva del movimiento se agote en un momento dado. Mantener artificialmente el “estallido” solo lleva a hacerle el juego a quienes desde un principio lo infiltraron para generar violencia y tratar de deslegitimar la lucha popular ante los ojos de la mayoría de la población.

Por ello, las fuerzas democráticas, progresistas y de izquierda que han apoyado el movimiento de protesta deben convencer a algunos sectores de la juventud rebelde que hay que “parar y respirar”. No solo se trata de reflexionar, evaluar, organizar y preparar nuevas batallas sino que efectivamente hay que reaccionar frente a la pandemia. La Covid-19, con sus variantes incluidas, está disparada y nos obliga a pausar la lucha y a cambiar de estrategia.

En el artículo de referencia quedó -más o menos- planteada la idea de que en lo inmediato debemos actuar en dos niveles: a) Fortalecer la organización popular y ciudadana mediante el impulso de asambleas populares con visión de autogobierno, poder paralelo o contrapoder; y b) Consolidar la organización política para disputar la dirección del Estado heredado, cuidándonos de caer en ilusiones vanas, de convertirnos en “administradores” del gran capital y en “desmovilizadores” y “domesticadores” de la lucha popular.

Las siguientes ideas van en esa dirección e inauguran lo que podríamos denominar como aportes a la estrategia y al programa. Está claro que seguir “atados” a la dinámica del “estallido” solo servirá para que nuestras fuerzas se desgasten inútilmente.

¿Cómo ser anti-post-capitalistas dentro del capitalismo?

La única estrategia revolucionaria que es posible impulsar en este instante en Colombia consiste en apoyarse en los dos sectores sociales que están interesados en desarrollar una política de transformación del aparato productivo tanto con visión de industrialización de nuestras materias primas como de romper con el modelo energético dependiente de los combustibles fósiles.

Esos dos sectores son los pequeños y medianos productores agropecuarios (cafeteros, paneleros, arroceros, paperos, lecheros, cacaoteros, fruticultores, yuqueros, plataneros, piscicultores, etc.) y el precariado profesional, sobre todo el que puede aplicar sus conocimientos técnicos en esas actividades productivas transformadoras.

La estrategia revolucionaria consiste en impulsar una política “desde abajo” y “por arriba”. O sea, desde las organizaciones sociales y paralelamente desde el Estado (si se logra acceder al aparato de gobierno). Así, se pueden aprobar nuevos tipos de incentivos a la industrialización, toda clase de estímulos a la asociatividad colaborativa con criterios empresariales, rediseñando los subsidios gubernamentales y la inversión social rompiendo con enfoques asistencialistas y paternalistas.

Uno de los puntos del Pliego de Emergencia planteado por el Comité Nacional de Paro como es la “renta básica”, permite clarificar nuestra posición. Dicha iniciativa tiene un carácter asistencialista y hasta populista (por eso hasta Uribe la apoya a su manera). Es posible que en un país de Europa dicha política cuente con las fuentes fiscales para sostenerla, pero la economía colombiana no tiene la capacidad competitiva a nivel global para financiar un gasto de ese tipo.

Claro, estamos hablando dentro del marco del capitalismo que es donde estamos parados y lo estaremos todavía durante mucho tiempo. Y por ello podemos afirmar que la prioridad a todo nivel es invertir en transformar el aparato productivo, industrializar nuestras materias primas, construir una matriz energética “limpia” basada en recursos renovables, y generar una economía apoyada -principalmente- en asociaciones de los pequeños y medianos productores.  

Esto lo vienen entendiendo los dirigentes progresistas de países como Bolivia y Ecuador. Saben que ahora no cuentan con los recursos que generaba la bonanza de los precios de las materias primas, especialmente del petróleo y gas, que sirvieron para financiar una serie de subsidios que crearon la ilusión de que millones de personas salían de la pobreza o ascendían a ser clase media, y que por ello, deben impulsar políticas de mediano plazo para transformar sus aparatos productivos.

Por otro lado, es importante hacer notar que en Colombia contamos con una pequeña y mediana producción de alimentos y otras materias primas que nos ofrece una gran oportunidad. Ese factor productivo ha sido comprobado ahora durante la pandemia, en donde el sector agropecuario colombiano, especialmente el de los pequeños y medianos productores, ha sido uno de los que mejor ha enfrentado la situación de emergencia sanitaria y crisis económica en América Latina.

Es por ello que las organizaciones de base que se deben potenciar son las que agrupan a los sectores sociales mencionados. Existen gran cantidad de asociaciones de pequeños y medianos productores agrarios, que defienden los territorios y los recursos naturales, y, aunque es muy difícil organizar al “precariado profesional”, si se impulsan efectivas y prácticas estrategias, planes, programas y proyectos productivos, culturales, educativos y de innovación tecnológica adecuada a la realidad de nuestro país y el mundo, se pueden organizar cientos de miles de profesionales y tecnólogos. 

En el caso de las organizaciones tradicionales hay que generar un debate amplio y profundo sobre su carácter estrecho, puramente reivindicativo, que se limita a dinámicas de presión al gobierno, con concepciones asistencialistas y dependientes. Estamos en mora de abordar ese tema a fondo que salió a relucir durante el Paro. Casi todas sus acciones se reducen a representar intereses sectoriales que los aíslan del conjunto de la sociedad, mostrando una escasa actitud transformadora frente a su trabajo en concreto (incluyendo al magisterio y a FECODE).

Y ese debate debe incluir a las organizaciones políticas que aunque tienen vínculos con los movimientos sociales no logran relacionar y fundir su acción con políticas de transformación estructural. Por un lado hacen “sindicalerismo” y “gremialismo”, y por el otro, reducen la lucha política al “electorelismo”, situación que los lleva al “cretinismo parlamentario” (lo que explica que el Comité Nacional de Paro terminó convirtiéndose en una especie de ayudante de los parlamentarios de “oposición”, transformando los pliegos de exigencias en “proyectos de ley”).   

Esa dinámica “dicotómica” o binaria, lleva a los dirigentes “políticos” a convertirse en “aspirantes a burócratas”. Por ello, su perfil en su mayoría es de abogados, politólogos y contratistas de ONGs, expertos en DD.HH. y en la “paz”, pero desligados de las necesidades productivas y materiales de las gentes.  Por otro lado, los economistas, contadores públicos, ingenieros, tecnólogos, etc., son formados con la mentalidad y lógica del Gran Capital, al servicio de conglomerados transnacionales y del mismo “Estado heredado”. Este debate debe desarrollarse al interior de los movimientos sociales y de las universidades públicas y privadas.

La experiencia de países como Ecuador y Bolivia nos muestra las limitaciones de llegar al  gobierno sin desarrollar una estrategia “desde abajo”. En Colombia tenemos una oportunidad con ocasión del estallido social de 2021, su impacto político y las lecciones que elaboremos sobre la marcha. 

jueves, 24 de junio de 2021

¿Qué nos queda del estallido social?

 

En Colombia: respirar, evaluar, aprender y avanzar  

¿Qué nos queda del estallido social?

Popayán, 24 de junio de 2021

Es cierto que muy pocas personas esperaban que el estallido social que explotó en Colombia se presentara con la fuerza y amplitud con que se desplegó. No obstante, algunos centros de estudio y analistas de prensa de variada orientación lo habían previsto y pronosticado.

Ahora, que la protesta masiva que arrancó el 28 de abril entró en una fase de agotamiento a pesar que se mantuvo entre altas y bajas a lo largo de casi dos meses, es necesario respirar, reflexionar, evaluar y sacar lecciones, a fin de fortalecer y avanzar con la lucha popular.

Analizar un evento tan  complejo como el llamado Paro Nacional es una tarea bien difícil. No solo porque aún está en desarrollo sino porque al participar múltiples fuerzas y sectores -que están en juego, algunos ocultos o camuflados- se pueden mal interpretar ciertas afirmaciones. De todas formas, hay que atreverse, como ya se hizo cuando abordamos el tema de los bloqueos.

Es importante hacer notar que este tipo de estallidos sociales no son exclusivos de Colombia. Acontecimientos similares los vienen protagonizando los pueblos y los trabajadores desde 2011 con la “Primavera Árabe”, el 15M de España, el “Occupy WS” en USA, los “chalecos amarillos” en Francia, lo sucedido en Ucrania, Nicaragua, Hong Kong, El Líbano, Chile y muchos otros países.

Claro, hay que identificar y profundizar sobre las causas inmediatas que detonaron esos movimientos y precisar cuáles fueron las fuerzas sociales y políticas que finalmente los canalizaron, pero es indudable que la juventud rebelde del siglo XXI ha sido la protagonista central y principal.

Los principales actores sociales

Han sido muy variadas las fuerzas sociales que desplegaron su fuerza a lo largo de estos meses en Colombia, que son -en verdad- continuidad del 28N de 2019. Veamos:

El primer y principal actor social es el grueso de la población que rechazó la reforma tributaria propuesta por Duque y su ministro de Hacienda. Esa gran mayoría que ha sido medida por diversas encuestadoras de opinión ha apoyado decididamente la protesta pero -en general- no está de acuerdo con los “bloqueos” de vías y carreteras como formas de lucha.

Un segundo protagonista son las organizaciones sociales de trabajadores estatales, maestros, transportadores, indígenas, campesinos, cocaleros, estudiantes, etc. que aunque contribuyen con su fuerza movilizada al desarrollo del “paro”, al priorizar intereses sectoriales y formas  de lucha tradicionales, a la larga y en el fondo, debilitan el carácter político del movimiento.

En tercer lugar, se destaca el “precariado citadino técnico-profesional” que se movilizó masivamente desde noviembre/2019 en las grandes ciudades, mediante concentraciones y marchas periódicas. Es un importante sector de los trabajadores que poco a poco está desarrollando una visión, un programa y una acción alrededor de temas como la defensa de la vida, la profundización de la democracia a todo nivel, la consolidación de la paz, la defensa del medio ambiente, la lucha de género e identidades, etc. Es pertinente tener en cuenta que ese precariado no puede “parar” (o paralizar la producción) al estilo del proletariado tradicional, dado que muchos de ellos son trabajadores asalariados de empresas o del Estado o pequeños emprendedores que laboran en condiciones de extremada precariedad laboral.  

Y en cuarto lugar, están los contingentes de la juventud más beligerante que provienen de sectores populares, estudiantes radicalizados, barras bravas de equipos de fútbol y otros grupos que podríamos caracterizar como “el precariado informalizado”. Son jóvenes desempleados o en edad de estudiar que no lo pueden hacer porque no cuentan con los recursos económicos para hacerlo. Ellos necesitaban liberarse del confinamiento obligado por la pandemia, encontrarse con  sus pares en la lucha -principalmente- contra la policía y visibilizarse mediante concentraciones y barricadas en “puntos de resistencia”. También se habían mostrado en noviembre de 2019 pero lo hicieron con más contundencia a partir del 20 de septiembre de 2020 durante el levantamiento en Bogotá contra la policía y los CAIs[1].

Cada sector ha colaborado con esta lucha a su manera, cada uno tiene su propio balance, incluyendo algunos sectores que aparecían de nombre en el Comité Nacional de Paro CNP pero que no desplegaron toda su fuerza en esta ocasión (cafeteros, paneleros, arroceros, etc.).

Periodización del proceso de lucha

La movilización social que denominamos “estallido” se inicia el 28 de abril ante la convocatoria del Comité Nacional de Paro que en noviembre de 2019 y mayo de 2020, había presentado pliegos de exigencias al gobierno. La respuesta a la convocatoria fue masiva y beligerante. El motivo inmediato fue el rechazo generalizado a la reforma tributaria presentado al Congreso por el presidente Duque y su ministro de Hacienda.

A partir de ese momento se pueden observar tres fases en el movimiento. Una, desde el 28 de abril hasta el 3 de mayo, día en que se integran La Minga Indígena y los gremios de los transportadores especialmente en Cundinamarca, Boyacá, Nariño, Huila, Santander y el Eje Cafetero, que impulsan cierres de vías generalizados en coordinación con pequeños y medianos productores agrarios. Paralelamente el movimiento en las ciudades se generalizaba frente a la represión brutal y criminal por parte del gobierno. 

Una segunda fase va desde el 4 de mayo hasta el 25 y 26 de mayo en que el gobierno obliga al Alcalde y al Arzobispo de Buenaventura y a delegados de los manifestantes de esa ciudad a firmar un acuerdo para empezar a despejar las vías mediante “cordones humanitarios” para facilitar el abastecimiento de alimentos, medicinas y combustibles. A la sombra de ese acuerdo firmado con presencia del presidente Duque, que luego fue desconocido por el mismo gobierno, se inicia la ofensiva de las fuerzas retrógradas y oscurantistas.

A la madrugada del mismo día, Duque aprueba el decreto de “Asistencia Militar” que lanza desde Cali para acabar con los bloqueos que persistían en el suroccidente del país, convoca “marchas del silencio” en varias ciudades (que les fracasan), e inician la contraofensiva contra el movimiento popular utilizando “civiles” armados (paramilitares) no solo para atacar a los manifestantes (entre ellos La Minga en Cali) sino para realizar toda clase de asonadas contra alcaldías en La Plata (Huila), Jamundí, Yumbo y Tuluá (Valle), en donde provocan incendios y toda clase de desmanes para desprestigiar la protesta popular.

A partir de esos días de finales de mayo se entra en la fase de lo que podría llamarse como “desescalamiento” del movimiento, que desafortunadamente se dejó llevar al terreno de mantener o despejar los “bloqueos” o cierres de vías, cuando las grandes movilizaciones y concentraciones pacíficas habían demostrado su eficacia.

Durante este período el gobierno jugó a las llamadas “negociaciones” que solo han sido una maniobra de distracción mientras utilizaba fuerzas de choque, unas infiltradas en las protestas y otras del lado de la policía, para justificar el trato de guerra que le dio al llamado “terrorismo vandálico” promovido y orquestado por el mismo Estado.

A partir de ese momento los muchachos de Cali y de otras regiones son los que mantienen la iniciativa de la protesta mientras que el Comité Nacional de Paro, por la falta de reacción frente a la estrategia de violencia y terror que desarrolla el gobierno, se fue quedando a la deriva de los acontecimientos.

Y a pesar que las grandes mayorías han valorado y apoyado enormemente el movimiento de protesta y sus logros[2], el gobierno y los medios de comunicación tratan infructuosamente de posicionar la idea de que el “paro fracasó” o de que terminó “desgastado”, o que fue obra de políticos “oportunistas” y “pirómanos” que quieren “incendiar al país” y desestabilizarlo motivados por intereses electorales.

Esta sería la cuarta fase del “estallido”, o sea, la de la lucha política por valorar (negativa o positivamente) lo ocurrido a lo largo de estos casi 60 días.

Las respuestas a la “rebelión juvenil”

Cómo el gobierno y la derecha uribista no han logrado imponer su lectura de que el “estallido social” fue obra del “castro-chavismo internacional”, se ha tratado de “sectorizar” la protesta y de llevarla a ofrecer soluciones a los jóvenes rebeldes, que según esa visión lo que exigen se reduce a estudio y empleo.

Frente a ese tema se han expresado más o menos 4 tipos de respuestas que corresponden a actitudes políticas y a lecturas filosóficas, algunas de las cuales -pienso- no se excluyen totalmente:

1. La asistencialista burguesa, que le llaman de responsabilidad social corporativa, que les ofrece  a los jóvenes programas de “educación, empleo, recreación, cultura, etc.”, para “mejorar” las condiciones de explotación y dominación  sin tocar para nada la estructura capitalista y menos impulsa transformaciones de carácter civilizatorio frente a la dominación patriarcal, la economía crematística, la cultura del progreso, el consumismo, etc.;

2. La asistencialista progresista, que les ofrece casi lo mismo pero ejecutada desde y por el Estado, por medio de gobiernos “democráticos”, aunque en el discurso pueda que prometan “cambios estructurales” pero impulsadas desde la institucionalidad existente (le llamo, el modelo progresista de la gestión del “Estado heredado”);

3. La insurreccional del tipo de “revolución proletaria-bolchevique”, que es la fórmula clásica de las revoluciones del siglo XX para transformar el mundo (“si derrocamos a la oligarquía financiera podremos imponer o construir -desde el poder- el socialismo y/o comunismo”);

4. La “autonómica”, que propone fortalecer los procesos de organización popular (“asambleas populares auto-convocadas”, cabildos indígenas, consejos comunitarios, etc.), aprovechar el estallido social para canalizar la energía desatada hacia la construcción paciente y sistemática de “auto-gobiernos”, “contra-poderes”, “poder paralelo desde-abajo”, para acumular verdadera fuerza popular y socavar el sistema capitalista (y patriarcal, depredador, etc.), construyendo desde ahora y en la práctica nuevas relaciones sociales colaborativas que rompan con la lógica del capital.

De acuerdo a lo observado hasta ahora, en las actuales condiciones políticas y organizativas de los sectores populares de Colombia, las respuestas o lecturas 1 y 2, van a confluir y/o coincidir en ofrecer soluciones “viables”, “posibles”, que ya se están orquestando por medio de los “diálogos y conversaciones” locales y regionales entre los gobiernos y los jóvenes declarados en rebeldía.

Es posible que en el año 2022, una fórmula política progresista logre acceder al gobierno y se convierta en el instrumento temporal para ofrecer e implementar ese tipo de “soluciones”, con todas las limitaciones del caso y su papel desmovilizador.

La respuesta-lectura 3, posiblemente entusiasme a los jóvenes más emocionales, inmediatistas y cortoplacistas, pero no pasarán de ser minorías al estilo de las que entre 1960 y 1990 se lanzaron al “monte” para dirigir la insurrección y hacer la revolución armada.

Y la 4, puede captar a algunos dirigentes juveniles (y a algunos más maduros) que deberán conectarse en su praxis (práctica-teórica) con otros procesos de organización y de construcción de pensamiento crítico a nivel latinoamericano y global, para consolidar ese camino.

No obstante, la profunda crisis del sistema capitalista y de la civilización del “crecimiento material ilimitado”, será el fuego que alimentará nuevos estallidos sociales que necesariamente se irán convirtiendo en verdaderos levantamientos, que harán confluir -de una manera nueva y totalmente revolucionaria- a todas estas respuestas-lecturas y miradas descritas para diseñar y construir verdaderas soluciones.

Todo depende de qué lectura se imponga en los balances y conclusiones que se elaboren en el inmediato futuro.

Sobre el “estallido social”

Decíamos en texto anterior que este movimiento de protesta era a la vez un “paro, huelga, estallido, minga, insurrección y fiesta popular”. No obstante, pienso que el carácter principal es el de un “estallido social”. Es indudable que se produjo una “explosión”; la inconformidad y el miedo fueron superados por la indignación y la rebeldía. Durante unos días se alcanzó a desplegar una fuerza telúrica que movilizó a millones de personas en cientos de municipios, y que además, conmovió a todo un país y el mundo.   

El paro y la huelga fueron parte del acontecimiento pero fueron relativamente débiles. Sólo algunos sectores de los docentes y otros trabajadores del Estado hicieron huelga. El “paro” en algunos sectores de la producción fue obligado por los bloqueos de diverso tipo que se realizaron en algunas regiones. La Minga se hizo ver en las calles de Cali en apoyo a los jóvenes rebeldes pero terminó en un bloqueo de carretera. La insurrección fue parcial y localizada, sin dirección ni objetivo. La fiesta popular fue una realidad de arte y creatividad pero fue manchada de sangre y muerte por parte de un Estado criminal.

Tres posiciones políticas (que vienen de atrás y tienen su historia y prácticas concretas) se manifestaron durante el transcurso de estos días de protesta popular en Colombia.  

La que trató de convertir el estallido en “levantamiento popular” para tumbar a Duque. Es la visión insurreccional que intenta que todo levantamiento se convierta en una “revolución clásica”, en donde cada grupo que impulsa esa posición tiene sus propias expectativas, que van desde una revolución democrática a una socialista o comunista. Dichos sectores o grupos demostraron que no tenían ni la fuerza ni la organización para lograrlo.

La que pretendía canalizar el estallido social hacia las elecciones del año 2022. Tampoco demostró tener la capacidad para conducir el movimiento y evitar que la estrategia gubernamental de infiltración, provocación, violencia asesina y falsa negociación lograra, de alguna manera, sus propósitos de desgaste y debilitamiento del movimiento.

La que plantea como principal tarea promover el encuentro entre los diversos sectores que han venido participando en el “paro”, para iniciar un proceso de organización masiva y superar la visión inmediatista y coyunturalista que lleva a colocar como prioridad la negociación con el Estado. Esta última posición ha logrado algunos avances con la propuesta de construir las Asambleas Populares, pero todavía está en una fase inicial.

La pregunta que queda planteada es: ¿Quién o quienes canalizarán el estallido social?  Sólo el tiempo permitirá responderla.



[1] CAI: Centro de Atención Inmediato de la policía nacional.

[2] Los logros concretos del movimiento son evidentes: el gobierno retiró la reforma tributaria y la reforma de la salud fue derrotada en el Congreso; renunciaron por efecto del “paro” los ministros de Hacienda, Relaciones Exteriores y el Embajador en EE.UU.; se posicionó una agenda social en educación, ayudas a pequeños y medianos productores durante la pandemia, planes y programas de empleo para jóvenes, y otras iniciativas que el gobierno pretende liderar. Y por sobre todo, se ha hecho evidente la enorme desigualdad e inequidad que existe en Colombia y el gobierno de Duque está completamente desprestigiado a nivel interno y externo. (Nota del Autor).  


jueves, 10 de junio de 2021

Algunos logros del estallido social en Colombia

 

Algunos logros del estallido social en Colombia

Popayán, 10 de junio de 2021

Hemos caracterizado la formidable movilización social que está en desarrollo en Colombia desde el 28 de abril del corriente año (2021) como un estallido social. Son más de 42 días de marchas, plantones, concentraciones, bloqueos de vías y carreteras de diversa naturaleza e impacto, en donde la constante ha sido la represión violenta y criminal por parte del Estado, y en donde el apoyo de la población ha sido mayoritario y visible.

A pesar que el Comité Nacional de Paro (CNP) conformado por las centrales obreras, sindicatos y otras organizaciones sociales no ha suspendido el movimiento, que La Minga Indígena con sectores campesinos y cocaleros agrupados en torno al “Pacto Social”, y los Jóvenes Rebeldes en proceso de articulación en la Unión de Resistencias, han decido mantener activa la movilización callejera, es evidente que la protesta entró en una fase de agotamiento que no sabemos si en el corto plazo pueda reactivarse o vuelva a brotar más adelante.

Antes de avanzar sobre una evaluación que permita construir algunas lecciones, es necesario reiterar varios aspectos importantes sobre los logros de esta estupenda y entusiasmadora experiencia de lucha social, política y cultural que han protagonizado millones de colombianos, a fin de realizar un análisis que debe ir más allá de los balances puntuales y coyunturales.

Tal evaluación queda pendiente para futuros escritos y debe contener como mínimo una periodización del proceso de lucha con sus antecedentes, la descripción de los actores sociales y políticos protagonistas, el análisis de las actitudes desarrolladas por las fuerzas más organizadas, una caracterización más detallada de lo que llamamos “estallido social”, un balance de las estrategias impulsadas por las organizaciones políticas que influyen en el movimiento social colombiano frente a la estrategia del Estado (y de los diferentes sectores de las castas dominantes), y unas lecciones que sirvan para preparar las fuerzas populares para los nuevos retos que están encima. Todo para alimentar el necesario y fraternal debate.

Los logros

Hay que decir que el estallido social mismo es un gran logro en una sociedad que por vivir en medio de la violencia había caído en una especie de inercia y letargo. El impacto y la duración del movimiento sólo se pueden explicar por el amplio y masivo apoyo que ha tenido de gran parte de la sociedad, aún de aquellos sectores que rechazan algunas formas de lucha como los bloqueos o cierres de vías o carreteras, pero que son conscientes de las causas estructurales que han generado tal grado de inconformidad y protesta.  

Se destacan las expresiones artísticas de la juventud que están en el centro de las protestas, que en realidad son verdaderos performances y obras de arte en donde se involucran miles de personas, especialmente jóvenes y mujeres. Ha sido un fenomenal y creativo proceso de encuentro entre diferentes sectores sociales que poco a poco se está profundizando a medida que la solidaridad y apoyo ha requerido de acciones más visibles y decididas.

La forma como los logros políticos y reivindicativos han sido arrancados al gobierno sin necesidad de negociar formalmente -al mejor estilo de lo ocurrido recientemente en Chile- son aspectos a señalar y analizar, por cuanto se corresponden con la potencia del movimiento y con la diversidad y complejidad de los actores comprometidos. Es más, el estallido social alcanzó a acorralar al gobierno y colocarlo en “estado de renuncia”, pero en realidad el grueso de las personas que apoyaban la protesta no estaban interesadas en aventuras insurreccionales.

La reacción violenta del gobierno que ha incluido la acción asesina de la policía y la utilización de civiles armados (paramilitares) y que produjo más de medio centenar de jóvenes protestantes asesinados, no sólo generó una profunda crisis de gobernabilidad en el país hasta el punto de que las castas dominantes recurrieron a la militarización de las regiones y ciudades más movilizadas, sino que, trajo como consecuencia el desenmascaramiento del gobierno a nivel internacional. Ha quedado claro que este gobierno hace parte de un régimen antidemocrático y violador de los derechos humanos.

El mayor logro hasta ahora alcanzado es la conciencia adquirida en el proceso del despliegue de la fuerza popular y algunas nuevas formas de organización que están en pleno surgimiento, como son las Asambleas Populares que están proceso de construcción y organización, y que de lograr consolidarse y hacerse permanentes, podrán constituirse en los gérmenes de un verdadero poder paralelo, expresiones de una efectiva autonomía e independencia política, y en órganos de poder popular que rompan con el control institucional que ha predominado y limitado al movimiento social y político de nuestro país. 

Un recorderis pertinente

Este proceso de movilización social y política ha centrado su lucha en enfrentar al Gobierno de Duque (Uribe). No obstante, es necesario entender que estamos frente a un  Régimen criminal y mafioso. Dicho régimen debe ser caracterizado y entendido para poderlo derrotar. Por ello es necesario clarificar las diferencias entre régimen y gobierno.

El régimen político tiene que ver con el carácter del ESTADO que en Colombia es “colonial-capitalista-oligárquico”. El actual gobierno de Uribe-Duque hace parte de ese régimen pero tiene sus particularidades. Ejemplo, tiene diferencias con el gobierno de Santos, así sean mínimas.

A Duque lo controla una alianza mafiosa-terrateniente mientras que el gobierno de Santos era liderado por la oligarquía-capitalista transnacional que acepta a las mafias pero no las quiere al frente del poder político, no por pruritos o valores morales sino por intereses geopolíticos.

Es decir, el régimen político es una formación de tipo estructural-sistémico mientras los gobiernos son grupos de personas que representan clases y sectores de clase (partidos) que gestionan sus intereses desde el aparato de gobierno (responden a intereses particulares y a momentos coyunturales).

Estos aspectos de la naturaleza del Estado debemos estudiarlos más al detalle para no caer en idealismos que frustren más adelante nuestras expectativas. Es necesario, por tanto, entender que, aún si el progresismo colombiano accede al gobierno tendrá que diseñar una estrategia para convivir dentro de ese Régimen Político. Es decir, deberá desarrollar formas de socavarlo y superarlo, o de lo contrario terminaremos en un callejón sin salida.

Ese es el problema que los gobiernos progresistas y de izquierda de América Latina (y Grecia y parcialmente España) se han encontrado y no han podido enfrentar ni resolver. Es un tema a profundizar si no queremos terminar “adornando” el régimen colonial-capitalista-oligárquico con algunas flores progresistas y limitarnos a gestionar el “Estado Heredado” sin hacerle un solo rasguño al Gran Capital (dentro del cual está el capital de las mafias).

La iniciativa que el estallido social acaba de dejar sobre el escenario de lucha es que el pueblo y los jóvenes movilizados deben construir Asambleas Populares (permanentes), o sea, “poderes paralelos” (desde abajo), gobiernos autónomos, formas de organización independiente de la institucionalidad existente, para poder avanzar hacia cambios verdaderamente estructurales.

Es un  asunto que debe debatirse con toda seriedad.