martes, 30 de mayo de 2023

La “paz total” frente a la historia

 

La “paz total” frente a la historia

Popayán, 30 de mayo de 2023

No había querido escribir sobre la “paz total” y el conflicto armado (guerra interna). No tanto porque no tuviera nada que decir sino porque tocaba ser prudente frente a un tema tan complejo y que en Colombia (y el mundo) compromete tantos intereses visibles y ocultos.

Mucho más cuando desde antes del proceso de paz escribí diversos artículos distanciándome tanto de los “pazólogos” institucionales (santistas y anti-santistas) como de los “no institucionales” (ONGs., simpatizantes y teóricos de las guerrillas, cristianos, etc.).

La diferencia que planteaba en ese momento se puede resumir en la siguiente cita:

En Colombia finalmente se va a sellar un acuerdo de Paz entre las Farc y un gobierno que representa fielmente a la burguesía transnacionalizada (“nacional” y global). No será la “paz” que muchos idealizan. Será una “paz perrata”, “a medias”, calculada y al servicio del gran capital que necesita un “buen ambiente para la inversión”.

En Colombia idealizamos la guerra para sacar fruto de ella. También sublimamos la paz para manipularla. Ahora, los capitalistas transnacionales que utilizaron el conflicto armado, quieren ganar más con la paz y la van a hacer a su medida. El país –como el resto del mundo– seguirá en guerra, una “comible” como la de México o Brasil (más delincuencial que “política”), pero ni la Nación ni el pueblo saldrán beneficiados inmediatamente en nada. Para el movimiento popular –a mediano plazo– puede ser un paso adelante, pero depende cómo afrontemos el mal llamado “post-conflicto” (Rebelion.org., 2013).

Además, no quiero entrar en el coro de los opositores a Petro que ya empiezan a pedirle su renuncia porque la “paz total” no avanza, cuando durante más de cuatro (4) décadas los actores armados estatales, paramilitares y guerrilleros mantuvieron a este país al borde del desastre total. Olvidan esos críticos que tamaño problema hace parte de la estructura colonial y capitalista de nuestro país, y que todos los gobiernos anteriores lo alimentaron de diversas formas.

Además, nuestro país ha acumulado –por siglos– todos los factores que producen y mantienen la guerra interna: a) Territorio estratégico y presencia de intereses imperiales; b) Abundantes recursos naturales, pobreza y desigualdad; c) Conflictos étnicos y sociales de larga data; d) Estado frágil y deslegitimado; e) Recurrencia de guerras internas; y f) Presencia de economías ilegales.    

Un breve recorderis sobre lo planteado

En forma de síntesis lo que he venido sosteniendo es que:

-  El conflicto armado fue provocado e instrumentalizado por el imperio y la oligarquía desde 1948.

-  La resistencia armada campesina fue una reacción lógica y necesaria a la agresión oligárquica.

-  Dicha resistencia campesina se fue transformando en guerrillas “ideológicas”.

-  Las guerrillas no eran una amenaza para el régimen, pero servían para “meter miedo”.

-  Su accionar “insurgente” era utilizado para reprimir al movimiento popular y asesinar dirigentes.

-  Las guerrillas se fueron convirtiendo en una especie de “policía rural” en zonas de colonización.

-  Las Farc cambiaron de estrategia en 1982. Allí iniciaron su creciente degradación política.

-  La “lectura insurreccional” del paro cívico de 1977, los aisló de su base social y de la sociedad.

-  El “delirio triunfalista” los empujó a “militarizar” y “despolitizar” su rebeldía insurgente.

-  La prioridad de las Farc en las siguientes décadas fue crecer a todo “costo” y “fuego”.

-  En 1998 –en lo militar– las Farc habían logrado triunfos contundentes y una “ventaja estratégica”.

-  El Plan Colombia y los diálogos del Caguán (1998-2002) develaron su debilidad política.

-  Después de 2002 vino la “ofensiva uribista” (paramilitar) y, luego, la “paz santista” (neoliberal).

-  Durante todo ese período hasta 2016, las Farc continuaron con su proceso de degradación política y se ganaron el rechazo de la mayoría de la población.

-  La “paz santista” sólo tenía como objetivo desmovilizar y desarmar a las Farc, sin realizar cambios importantes en lo económico y político.

-  Luego de 2016, no existía una fuerza social y política capaz de hacer cumplir los acuerdos.

-  Ello explica la elección de Iván Duque (2018-2022). Su mandato era sabotear el proceso de paz.

-  Ante el incumplimiento del Estado era natural que las “disidencias” de las Farc y el Eln se rearmaran y fortalecieran. Mucho más con el “combustible” del narcotráfico y la minería ilegal.

-  En el ciclo de violencia que surge después de la degradación de las guerrillas y de los paramilitares (2010), predominan las lógicas delincuenciales que hacen parte de dinámicas internacionales.

-  Hoy el gobierno de Petro tiene que enfrentar todo ese largo y complejo acumulado histórico.

-  Para hacerlo con eficacia y legitimidad, el gobierno progresista tenía que convocar a todas las fuerzas sociales y políticas de la sociedad colombiana para construir una política de Estado.

-  Hoy se requiere un gran diálogo nacional para evaluar lo ocurrido y diseñar una nueva estrategia.

-  Durante estos primeros nueve (9) meses del gobierno de Petro se han repetido los mismos errores cometidos por el gobierno de Santos.

Sobre la “paz total” de Petro

Observamos una gran falencia. No existe un análisis teórico –serio y profundo– que plantee una crítica consistente a la “política de paz” de Santos (que era la política de un sector de la oligarquía y del imperio) y de procesos anteriores como el de Betancurt (1982) y Barco (1989-1990).

Al no existir ese balance crítico bien trabajado y sustentado, se impulsa un “proceso de paz” por parte del actual gobierno que tiene grandes limitaciones conceptuales y metodológicas, dado que no logra definir con claridad, la naturaleza del ciclo de violencia que estamos viviendo.

Se están cometiendo los mismos “errores” que cometió Santos. Aunque para un sector de la oligarquía fue un triunfo desarmar a las Farc, para el grueso del pueblo colombiano no ha significado un importante logro ni ha traído beneficios tangibles.

Así, se han generado expectativas falsas; se ha hecho politiquería y demagogia; se ha caído en cortoplacismos e improvisaciones; y no se ha logrado un serio compromiso de las comunidades.

Las preguntas claves a responder son: ¿Qué diferencias esenciales hay en este proceso de paz con respecto al anterior? ¿Cómo construir una política de seguridad que se corresponda con las metas sociales del gobierno y de la sociedad? ¿Es la política de paz una política de gobierno o de Estado?

Nota de actualidad: Frente a la hostilidad del Fiscal Barbosa, de la Procuradora Cabello y, ahora, del Consejo de Estado, el presidente Petro no puede caer en una “guerra de nervios” que pretende aislar al gobierno del conjunto de la sociedad y crear un ambiente de crisis e incertidumbre. Temas gruesos como la producción, el empleo, la comida, la seguridad, la reforma agraria, los servicios públicos, etc., requieren construir lo que Petro planteó en sus inicios: un pacto nacional y social. 

martes, 16 de mayo de 2023

Lo ocurrido en Chile y lo que pasa en Colombia


 Lo ocurrido en Chile y lo que pasa en Colombia

Popayán, mayo 16 de 2023

Lo ocurrido en las elecciones para conformar el Consejo Constituyente en Chile, en donde la derecha extrema logró un triunfo importante, ha sido interpretado por analistas y actores políticos de diferente manera. Para unos es un castigo al gobierno de Boric; para otros, es la profundización de “un giro a la derecha” del pueblo chileno; y para algunos más, es resultado de que la “potencia destituyente” que se expresó desde 2019 no encuentra una clara concreción política: al no convertirse en “potencia constituyente”, facilita el empotramiento de la “potencia restauradora”.

Desde Colombia, en donde vivimos un “estallido social” similar al chileno (2021) pero menos potente y sostenido, observamos algunas falencias puntuales de carácter político que se hacen más visibles en el país austral que en el granadino. Una de ellas, la más evidente, consiste en que los partidos de la “Concertación” (izquierda, centro-izquierda y centro), no solo defraudaron los anhelos de cambio del pueblo chileno, sino que se debilitaron al extremo de no estar en capacidad de canalizar las protestas sociales hacia un verdadero proyecto político transformador.

En la dinámica del “estallido social” –a diferencia de lo que ocurrió en Colombia– dichos partidos absolutamente “institucionalizados” y “domesticados” por el neoliberalismo imperante, no estuvieron a la altura del reto, no tenían la autoridad para orientar la protesta y tampoco pudieron deslindarse a tiempo de algunas tendencias que degeneraron en “extremismos identitarios”.  

La fallida canalización del “estallido social” usando la convocatoria a una Convención Constitucional para redactar la nueva Carta Política, que en gran medida se corresponde con las concepciones y costumbres políticas propias del período de la “Concertación”, no solo fue orquestada y ejecutada en alianza con las derechas, sino que se hizo a espaldas del grueso de la población. El “fetichismo legalista” se puso al servicio del “extremismo identitario”.

El “extremismo identitario” surge de la separación artificiosa y sectaria de las dinámicas de construcción de identidad de sectores sociales específicos como etnias, mujeres, jóvenes, migrantes, etc.  que los lleva a colocar sus intereses por encima de los de la sociedad, se desligan de los intereses de clase y fácilmente se dejan provocar y separar del conjunto de la población.

El extremismo identitario se expresa como: a) Etnicismo fundamentalista y autonomista; b) De género, mediante un “feminismo machista” y/o “machismo feminista”; c) De edad, por medio del síndrome de Adán o infantilismo insurreccional, que se propone “refundar todo”; d) Otros “identitarismos victimizantes” relacionados con la migración y la cultura de las personas.

El “fetichismo legalista” aparece cuando se cree que, cambiando la Constitución Política o las Leyes, automáticamente se cambia la realidad. Las clases dominantes han aprendido a jugar con ese engaño como lo hicieron en Colombia en 1991. Y, de alguna manera, los proyectos políticos populares y de izquierda de América Latina han caído en esa trampa del “legalismo jurídico”.

De cómo la derecha chilena aprovecha el “extremismo identitario” y el “fetichismo legalista”

Es fácil observar cómo los “partidos de la Concertación” no fueron capaces de controlar las fuerzas y las representaciones “identitarias” en la Convención Constitucional y dejaron que las “causas sectoriales” se extralimitaran en su ejercicio “legalista” y "maximalista". ¡Querían cambiarlo todo, pero en el papel!

Así, mientras las “falsas izquierdas chilenas” se solazaban en la “orgía constitucional”, las derechas utilizaron la justa lucha de los Mapuches para meter miedo –a través de los medios de comunicación– contra el separatismo y la división de la Nación, al estilo de lo que hizo la derecha española con el “independentismo catalán” para debilitar a Podemos.

Utilizó el “feminismo radical” para horrorizar y asustar al grueso de la población cristiana y tradicional “en defensa de la familia y de la vida”, al estilo de lo que hizo Álvaro Uribe Vélez en Colombia para derrotar el referendo de la Paz (2016).

Instrumentalizó el “radicalismo provocado” de la juventud de la “primera línea” para identificar la protesta social con el “vandalismo” y la “violencia”, como parcialmente lo hizo la derecha colombiana en 2021-22, especialmente en Cali y algo en Bogotá.

De la misma forma, promovieron la xenofobia contra los migrantes venezolanos incentivando un arrollador “nacionalismo neo-fascista” que los colocó como los guardianes de la “nación”, al estilo de lo que hizo Trump en USA y las derechas extremas en Europa.

La extrema derecha chilena triunfó armando ese “coctel neo-fascista” sin que existiera una fuerza política que tuviera la claridad y la madurez para unificar las justas luchas de los indígenas, las mujeres, los jóvenes y los migrantes, con la lucha de los trabajadores y del conjunto del pueblo chileno. Tal unificación era necesaria para avanzar hacia un efectivo “proceso constituyente” de mediano plazo, que promoviera y profundizara la organización popular de amplio espectro, en donde un firme y valiente gobierno progresista podría ser un buen ayudante.

La situación en Colombia (síntesis)

En Colombia la situación es algo diferente. Después de 200 años de vida republicana es el primer gobierno de “izquierda progresista” que rige en este país. Todavía los partidos no están tan desgastados y debilitados como en Chile. Y, además, Gustavo Petro –hay que reconocerlo– no sólo se involucró de lleno en la dinámica del “estallido social” sino que tuvo la capacidad de influir sobre él y se deslindó a tiempo de algunas prácticas violentas, que así fueran provocadas por el gobierno, también fueron estimuladas por grupos armados de diferente origen (guerrillas, “paras”, grupos delincuenciales, extremistas infantiles, etc.).

Algunos de los integrantes del Pacto Histórico no son conscientes de esa situación. Por ello, existen todavía muchos desvaríos “radicales” y refundacionales que vienen de la herencia y tradición guerrillerista, y pueden generar –en poco tiempo– una situación similar a la de Chile. La oligarquía juega a desesperar a la cabeza del gobierno progresista, y Petro pareciera caer en la trampa, queriendo acelerar las reformas “sociales” sin contar con una fuerza social y política mayoritaria. También el “fetichismo legalista” está en nuestros genes y, a veces, nos traicionan.

Sin embargo, una de las áreas en donde podemos afirmar que el gobierno de Petro ha sido consecuente con sus postulados programáticos, es la política internacional. Si en los “frentes internos” (legislativo y de ejecución del presupuesto gubernamental), el gobierno de Petro actuara como lo hace en el “frente externo”, seguro ya se hubiera ganado un aplauso general del pueblo y de la sociedad colombiana. Todavía no lo logra.

Por ello, a continuación, se presentan algunas ideas relacionadas con esa gestión internacional.

La iniciativa del gobierno colombiano frente a Venezuela

Con ocasión de las acciones que realiza Gustavo Petro para que Venezuela se reintegre a la Comisión Interamericana de DD.HH., se reestablezca plenamente la democracia en ese país, y el gobierno de los EE.UU. suspenda el bloqueo económico (sanciones) que le impuso al país y pueblo hermano desde 2014, no se han hecho esperar los diversos y contradictorios adjetivos y calificaciones que van desde el aplauso y apoyo hasta el insulto y la oposición abierta.

Quienes en las pasadas elecciones de 2022 rechazaron a la “derecha uribista”, respaldan la gestión. Al contrario, los Marco Rubio y Andrés Pastrana le dicen a Biden que tenga cuidado con Petro, que es un “agente del caos”; Guaidó, quien habla por Leopoldo López, afirma que es un “mandadero de Maduro”; y algunos “izquierdistas” colombianos afirman que es “alfil del imperio”.

Y son muchos más los que denigran y se exaltan porque Petro hace lo que está fuera de sus líneas de comportamiento tradicional (“derecha” o “izquierda”) por avanzar hacia la democracia y la paz. Todos ellos reviran frente a la posibilidad de encontrar soluciones pacíficas y democráticas para nuestros pueblos y nuestra región sin entender que los beneficios son evidentes. Entre otros están:

Uno, al pueblo colombiano le interesa que el país vecino supere sus problemas políticos y económicos. Mejoraría la producción y el comercio mutuos. Muchos migrantes venezolanos regresarían y las presiones sobre el empleo y los servicios públicos se aliviarían, aunque hay que reconocer que esa migración ha traído beneficios para nuestra economía y capacidad productiva.

Dos, la lucha contra las economías ilegales y los grupos armados que se alimentan de ellas, no solo contaría con un aliado interesado y comprometido, sino que se fortalecería la capacidad de la sociedad y de las fuerzas de seguridad para contribuir con las metas de la “paz total”.

Tres, se avanzaría en la tarea de integrar a los países y pueblos latinoamericanos sobre la base de una política de “no alineamiento” con ninguna potencia imperial, a fin de fortalecer el “mundo multipolar” que ya está en marcha, sobre principios democráticos y de soberanía.

Cuatro, se neutralizaría a las derechas golpistas que, con ocasión de lo sucedido en Perú y Chile, no cejan en su empeño de “defenestrar” (tumbar) a los gobiernos progresistas usando ya sea la guerra jurídica (Lawfare) y mediática, o la fuerza de ejércitos reaccionarios (Bolivia).

No debemos perder de vista que la hegemonía y el poder estadounidense está siendo retado y socavado por la crisis sistémica del capitalismo a nivel global y por nuevas alianzas geopolíticas (China-Rusia; Irán-Arabia Saudita; BRICS, etc.). En ese contexto es interesante recordar las palabras de Fidel Castro cuando analizaba el futuro de los conflictos mundiales. Decía: “Estaríamos felices de que el imperialismo se suicidara, pero ojo, que no nos caiga encima”. Es mucho decir.

Por ello el enfoque calculado y pausado de Petro, es el más acertado para un proceso que recién está en ciernes y cuyo desenlace será muy conflictivo y cruento. Y ese es el mismo enfoque que se requiere para avanzar también en lo interno: “Vísteme despacio, que tengo prisa”.

Referencias bibliográficas (links)

Goicovic Donoso, I. A. (2023). La derrota reformista recargada. En caída libre. Recuperado de: https://rebelion.org/la-derrota-reformista-recargada/

Figueroa Cornejo, A. (2023). Elección constitucional: El momento caótico. Recuperado de: https://rebelion.org/eleccion-constitucional-el-momento-caotico/

González Farfán, C. (2023). “El Consejo Constitucional será un laboratorio para la ultraderecha”. Entrevista con el investigador chileno Arnaldo Delgado. Recuperado de: https://rebelion.org/el-consejo-constitucional-sera-un-laboratorio-para-la-ultraderecha/?fbclid=IwAR3Kn6lKWHnTRWzHKdu7HChX6VeLzEVZRNfvhu1qtynPa-IUzJn74h-c4LU

El País (2023). Petro pide cambiar la carta democrática de la OEA para reintegrar a Cuba y Venezuela. Artículo de Jun Diego Quesada. Recuperado de: https://elpais.com/america-colombia/2023-04-19/petro-interviene-en-la-oea-la-institucion-que-salvo-su-carrera-politica-quiero-que-venezuela-y-cuba-la-integren.html

El Tiempo (2023). “Cuidado, presidente Biden: Gustavo Petro es un agente del caos”. Columna de opinión de Marco Rubio. Recuperado de: https://www.eltiempo.com/mundo/eeuu-y-canada/el-presidente-biden-debe-tener-cuidado-con-petro-marco-rubio-760897?fbclid=IwAR2jEWA6d_Cl08B3uqjB9TmesgpUWT3W7oNVQiCe3xdQv4Z1ZzSTlxh9yuk

El País. Internacional (2023). Guaidó:No sé si Maduro engaña a Petro o es al revés, honestamente”. Artículo de opinión de Juan Diego Quesada. Recuperado de: https://elpais.com/internacional/2022-11-05/guaido-le-ganaria-a-maduro-en-unas-elecciones-pero-a-el-le-ganaria-hasta-un-perro.html?fbclid=IwAR2jEWA6d_Cl08B3uqjB9TmesgpUWT3W7oNVQiCe3xdQv4Z1ZzSTlxh9yuk

Monereo, M. (2023). ¿Estamos ante el inicio de una tercera guerra mundial? El Viejo Topo. Recuperado de: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/estamos-ante-el-inicio-de-una-tercera-guerra-mundial/

El Heraldo (2023). ¿Quién es John Marulanda, el coronel (r) que habló de “defenestrar” a Petro?. Recuperado de: https://www.elheraldo.co/colombia/john-marulanda-el-coronel-r-que-hablo-de-defenestrar-al-presidente-gustavo-petro-1000217

Valdés Paz, J. (2021). No hay nada desconectado cuando se hace política. La Tizza. Recuperado de: https://medium.com/la-tiza/no-hay-nada-desconectado-cuando-se-hace-pol%C3%ADtica-6a9baee877e8

miércoles, 10 de mayo de 2023

Colombia: ¿Refundación o transición?

 

Colombia: ¿Refundación o transición?

            Popayán, 10 de mayo de 2023

Hemos venido insistiendo en que para darle continuidad al proceso de cambio que lidera en Colombia el presidente Gustavo Petro, se hace necesario ampliar y consolidar el espectro de clases y sectores sociales que apoyan al gobierno. En la actualidad, de acuerdo a nuestra percepción y a encuestas y sondeos, la favorabilidad del primer mandatario ha mermado y, ello, debe preocupar.

También, hemos planteado que existen condiciones externas e internas que explican la aparición y crecimiento de cierto escepticismo e incertidumbre frente al gobierno. Por un lado, los efectos negativos de la recesión económica global, la guerra Rusia-Ucrania y la inflación mundial y, por el otro, los problemas acumulados y las enormes expectativas sobre la nueva administración que han sido aprovechadas por la oposición mediática para desgastar su imagen.

Igualmente, hemos señalado algunas causas de ese “desgaste” que tienen que ver con la acción errática del Presidente y del Pacto Histórico, que en gran medida se justifican por cuanto corresponden a un proceso político relativamente nuevo y a la situación real de un país y una sociedad en movimiento y transformación, que sólo en medio de la “praxis” se puede reconocer y abordar con acierto mediante el diseño y el ajuste continuo de la política y la comunicación.

Para ilustrar la particularidad del momento que vive el país, acudimos a la categoría de “alianza interclasista” que surgió en Colombia con ocasión del proceso de paz con las Farc, liderado por un sector importante de la oligarquía financiera y de la burguesía burocrática, y que fue apoyado por gran parte de la población colombiana, a excepción de los terratenientes despojadores de tierra y de sectores sociales muy golpeados y resentidos con las guerrillas izquierdistas.

Así mismo, explicamos el triunfo electoral del Pacto Histórico como la continuidad del proceso anterior encabezado por el expresidente Santos y que fue saboteado durante el gobierno de Duque. Lo anterior esclarece y explica la derrota del candidato uribista (Fico Gutiérrez) y la posterior disputa presidencial entre candidatos que apoyaban el “cambio” y la paz (Hernández y Petro).

No obstante, lo ajustado de los resultados electorales y la composición social y territorial de la votación nos lleva a plantear que la correlación de fuerzas a favor de una transformación estructural es limitada y precaria, y, por tanto, el ejercicio de gobierno es fundamental para romper con el equilibrio estratégico entre quienes apoyan el cambio y quienes lo adversan.

Esa “alianza” se ha tensionado en los últimos meses por la presentación y trámite legislativo de las reformas de salud, laboral y de pensiones que inquietan a sectores financieros y burocráticos, y por algunos pronunciamientos sobre la suspensión de contratos de exploración petrolera y gasífera u otras iniciativas que afectan intereses oligárquicos (política económica, servicios públicos, etc.).

Es necesario recordar que las clases y sectores sociales que apoyaron a Petro fueron los campesinos, indígenas y comunidades negras del Pacífico, Costa Caribe y departamentos de la Colombia profunda, periférica y fronteriza. Los trabajadores, las clases medias y sectores de la burguesía emergente lo hicieron parcialmente, destacándose la votación en Bogotá.

En cambio, quienes se alinearon con la oposición a Petro fueron las castas dominantes (oligarquía financiera, grandes terratenientes, burguesía agraria y lo más corrupto de la burguesía emergente) y los pequeños y medianos productores agrarios, localizados en las regiones de más alto desarrollo económico y con gran tradición “paisa”, que fueron fuertemente afectados por las acciones irracionales de la insurgencia fariana (ver mapa 1).

Mapa 1. Resultados electorales – Presidencia de la República – Colombia, junio de 2022

Fuente: El País

Por ello, si el gobierno quiere impulsar seriamente la industrialización de nuevo tipo y una transición ecológica hacia fuentes de energías limpias, tendrá que atraer a los únicos sectores que –en verdad– tienen la necesidad, el interés y las condiciones para hacerlo de una forma asociativa, eficiente, con tecnologías de punta, no-asistencialista y relativamente rápida y sostenible.

Esos sectores o sujetos sociales del “cambio progresista” son los pequeños y medianos productores, especialmente los agrarios, y los “profesionales precariados” (que algunos ubican dentro de las “clases medias”), porque aun sin el apoyo de los anteriores gobiernos, han construido una economía productiva relativamente democrática y rentable con base en sus propios esfuerzos y recursos.

Y la punta de lanza de dichos sectores sociales está plasmada en diversos proyectos (individuales y comunitarios) que existen a lo largo y ancho del país en agroecología, turismo ecológico, agricultura urbana, educación social-popular, acueductos comunitarios, salud preventiva y medicina ancestral, y muchas más experiencias alternativas, que son la vanguardia y potencia transformadora de la verdadera revolución que necesita Colombia y el mundo.

Nota sintética sobre el momento actual (por desarrollar)

A diferencia de quienes tienen una lectura insurreccional del “estallido social” de 2019-2021, pensamos que en Colombia no estamos en un momento “refundacional” y tampoco “de-constituyente”. Sólo estamos frente a un “umbral de transición”, en donde un gobierno progresista (y las clases y sectores sociales que los representa y apoyan) tiene la oportunidad de construir un verdadero “pacto histórico” que debe ir más allá de lo electoral y coyuntural.

Mientras se mantenga dividida y enfrentada la sociedad colombiana entre la nación paisa y santandereana de raigambre “blanco-español” (conservadora) y la nación mestiza y periférica de origen “indio y negro” (liberal), que ha sido la condición para que exista una casta oligárquica que reproduce la dominación colonial, racista, patriarcal, clerical y capitalista, y que ha dado origen a una estructura social diferenciada y fragmentada, no podremos construir una verdadera Nación y desencadenar la energía creadora de un Pueblo unido alrededor de objetivos transformadores.

El programa construido por Petro y el Pacto Histórico tiene los componentes teóricos y políticos para avanzar en esa dirección, pero de acuerdo a nuestra percepción, no se ha roto totalmente con las visiones insurreccionales y “refundacionales”. No hemos asimilado las experiencias de otros países en donde unas “minorías iluminadas” en nombre de los trabajadores y de los pueblos quisieron “cambiar el mundo”, derrocar a las clases dominantes y “por decreto”, cambiar el modo de producción capitalista. No lo lograron; el pasado regresó por la puerta de atrás.

El voluntarismo y la impaciencia se juntaron para crear un imaginario “cortoplacista” que nos llevó a fracasos y derrotas históricas. Son lecciones que no podemos dejar pasar. “Del afán solo queda el cansancio” reza el dicho popular. Lo que hoy ocurre en Chile y está en desarrollo en Ecuador, Bolivia, Brasil, etc., es parte de lo mismo. Y si en Colombia no evaluamos y aprendemos, le llevaremos agua al molino de las derechas guerreristas que están al acecho. 

miércoles, 3 de mayo de 2023

Petro rompe la coalición y busca al pueblo

 

Petro rompe la coalición y busca al pueblo

Popayán, 3 de marzo de 2023

¿Qué ocurrió durante las últimas semanas en las instancias del gobierno de Colombia? ¿Qué llevó al presidente Petro a oficializar con un “tuit” que no iba más la coalición con los partidos tradicionales aliados (La U, conservador y liberal) y a modificar la composición del gabinete ministerial? ¿Cómo se explica la salida de ministros claves? ¿Qué consecuencias tendrá?

Ocurrió lo que se preveía. Una vez se agitara la “alianza interclasista” se harían evidentes las limitaciones de la “coalición amplia” y se alteraría el tablero político. Aun así, esa primera etapa de gobierno –más corta de lo imaginado– deja realizaciones significativas (reforma tributaria, avances en el plan de desarrollo y reforma agraria), y también, valiosas enseñanzas.

El sacudón de la “alianza interclasista” fue causado por la reacción contra la reforma del sistema de salud por parte de la oligarquía financiera y de la burguesía burocrática que manejan y se alimentan de los recursos del sector (EPS). Sin embargo, algunos errores cometidos en el trámite legislativo agudizaron la confrontación política y obligaron a Petro a generar un “remezón ministerial” para ajustar las cargas políticas a la nueva realidad.

No quiere decir que esta sui generis y tácita alianza de clases y sectores sociales que existe en este momento en Colombia, esté totalmente fracturada. La oligarquía financiera que lideran los dueños de los grandes grupos económicos e inversionistas extranjeros, y que en política está representada por los expresidentes Gaviria y Santos, sabe que no pueden romper totalmente con Petro por diversos factores que es interesante analizar. Veamos:

-       Necesitan una relativa estabilidad ante la incertidumbre y nerviosismo que existe a nivel global. No es sólo la guerra Rusia-Ucrania y el peligro de recesión, sino que les inquieta la fragmentación, la quiebra del mundo unipolar (USA) y el impacto del cambio climático.

-       Son conscientes que en Colombia se requieren algunos cambios y reformas para desactivar la bomba social y económica que está detrás del “estallido social” de 2021.

-       Saben que un enfrentamiento abierto con el gobierno progresista sería una oportunidad para que las “derechas e izquierdas extremas y armadas” incendien de nuevo a este país.

-       Al igual que el gobierno de EE.UU., aspiran a que Petro logre reintegrar a Venezuela al sistema interamericano, tanto en el aspecto político como en el campo de la economía.

-       Usan el bloqueo institucional y el pánico económico “controlado” para desesperar a Petro, desgastar sus reformas y crear condiciones políticas para impedir la continuidad de su proceso de cambio hacia el futuro (o sea, en los siguientes períodos de gobierno).

Petro es consciente de ese panorama conflictivo e inestable. Sabe que necesita alianzas y apoyos de diverso tipo. Requería un ministro de Hacienda como José A. Ocampo para aprobar la reforma tributaria y de una Cecilia López en Agricultura para posicionar la reforma agraria. Desgraciadamente, ambos no podían avanzar y arriesgar y le tocó reemplazarlos en medio del remezón político. En el caso de la ministra Corcho y de Prada (Interior) la situación fue diferente, se desgastaron en su relación con el Congreso y salieron sacrificados.

Lo interesante del aprendizaje de estos ocho (8) meses tiene que ver con la conciencia de que se requiere acumular mayor fuerza social y política para enfrentar la estrategia “desgastante” de las castas dominantes. Es claro que, el Pacto Histórico con una representación minoritaria en el Congreso, se mueve en un terreno pesado y fangoso. Y aunque ha logrado develar las fisuras y divisiones al interior de los partidos tradicionales (especialmente el Liberal), pareciera que no le alcanza para aprobar las “reformas sociales”. Es posible que “pasen parcialmente” pero cediendo en aspectos fundamentales. En ese caso es mejor hundirlas.

Lo importante es no caer en el aventurerismo. Petro ha mostrado ante el país y el mundo su voluntad de cambio y de beneficio a los sectores más humildes y excluidos de la población. Tiene logros qué mostrar y un régimen presidencialista que le otorga poderes por explorar y avanzar. Debe persistir y realizar una mayor pedagogía para que la frustración que acumule el pueblo no se canalice contra su gobierno sino contra aquellos que obstaculizan el cambio.

Lo aprendido en esta primera fase debe servir para corregir y ajustar la estrategia. Deberá buscar otros sectores sociales y económicos que han estado históricamente abandonados por los anteriores gobiernos (pequeños-medianos productores agrarios y los “profesionales precariados”) que pueden ser atraídos con propuestas concretas y viables, y, que no requieren mayores reformas legales, pero si mucha paciencia y sentido práctico.

Sólo si gana el respaldo de esos sectores sociales y mantiene su base social y política, podrá colocar la correlación de fuerzas a su favor y destrabar esta especie de “empate técnico” que tenemos en la actualidad. Es el reto hacia adelante tanto de Petro como de la base progresista.