miércoles, 21 de diciembre de 2022

Fútbol, política y algo más

 

Fútbol, política y algo más

Popayán, 21 de diciembre de 2022

Más allá de las denuncias y comprobaciones de que la FIFA, y los deportes en general, están dominados (y explotados) por la oligarquía financiera global y, por verdaderos carteles mafiosos que hacen y deshacen con los inmensos recursos que se mueven alrededor de su utilización comercial (social, económica, política y cultural), se realizó el partido de fútbol de la final del mundial de Qatar que fue uno de los más cambiantes y emocionantes de las últimas décadas.

Hubo de todo. Dominio casi total de Argentina en el primer tiempo y parte del segundo. Francia nivela fuerzas con dos golazos imprevistos y arrincona al equipo argentino. Se van al alargue y después de ataques fulminantes de ambos bandos, con momentos y jugadas decisivas contrarrestadas por los extraordinarios “guardametas”, terminaron empatados. Los cobros desde el punto penal definieron el desenlace a favor de los suramericanos. ¡Una extraordinaria gesta!

Lo ocurrido en ese encuentro de balompié es muy similar a lo que ocurre en la vida en sociedad. Hay táctica y estrategia; errores y aciertos de jugadores y técnicos; cambios en las dinámicas de cada equipo y en la correlación de fuerzas entre ellos; actuación colectiva e individual; intensidad, tenacidad y pasión; pausa, vacilación y vértigo; goles, autogoles y anulaciones, tanto entre protagonistas como entre el público. Lucha de contrarios en medio de lógicas e irracionalidades creativas que comprueban –una vez más– que seguimos siendo “puramente humanos”.

Interesantes debates han surgido alrededor del Mundial de Qatar. Algunos serios y juiciosos, otros folclóricos y triviales, y unos más, algo forzados y ahistóricos. A pesar de todo, pienso que el fútbol es el deporte más “democrático”, el que más se parece a la vida; fácil de jugar en un potrero, en una playa o en una calle; con una pelota esférica, que iguala a los grandes y chicos, a los fuertes y “débiles”, porque al jugarse con los pies, crea una dificultad que “democratiza”. Y como enfrenta 11 contra 11, debe jugarse con gran espíritu colectivo para poder meter goles o para evitarlos.

Claro, lo negativo es el espectáculo manejado por mafias capitalistas y manipulado para eternizar su poder y legitimar una forma de vida “arribista”, “consumista” y artificiosa. Sin embargo, esos encuentros multicolores de gentes alrededor de un balón de fútbol, nos recuerdan que todos somos humanos, aunque “diversos”, “divergentes” y “divertidos”. Lo diverso es ameno; lo diferente llama a la fiesta; lo diverso y diferente es digno de celebración, y su aceptación nos abre la mente, nos permite caminar por nuevas sendas y nos ayuda a crecer, a ser mejores personas.

Uno de los hechos más visibles en ese acontecimiento deportivo es la migración ligada a la enorme concentración de la riqueza. La mayoría de los mejores jugadores de los diferentes equipos que representan a naciones y continentes, son trabajadores bien pagados y explotados en las ligas europeas (Reino Unido, España, Alemania, Francia, Italia, etc.). Empero, los falsos nacionalismos y regionalismos siguen siendo manipulados para intentar ocultar esas realidades vigentes cuando lo que se requiere es construir a todo nivel el sentido de Humanidad (que juega su propio partido).

Hoy lo más avanzado de la Humanidad está jugando una contienda contra una oligarquía financiera global que todos los días nos mete tremendos “goles” y nos hace creer que son para nuestro beneficio. Usan las crisis económicas, las pandemias, las guerras y hasta los desastres naturales para “meter miedo”, generar incertidumbre, mantener divisiones geopolíticas, y con la “ciencia” y la “tecnología”, fortalecer todo su aparato de control ideológico, mediático, cibernético y digital, sin que surja –por lo menos- algún tipo de resistencia global. ¡Alienación mental a máximo nivel!

En algunos países los estallidos sociales y movilizaciones populares ponen a los gobiernos a la defensiva y colocan el “balón” en campo contrario, pero en casi todas esas últimas experiencias, las élites económicas y políticas logran “nivelar el juego” mediante tácticas y estrategias muy similares a lo que se utilizan en el fútbol. Como sus “democracias” están fuertemente cuestionadas, juegan con “el fuera de lugar” o “guerras jurídicas” (lawfare) como lo hizo Arabia con Argentina, o recurren a la fuerza física “focalizada” y “ataques preventivos”, al mejor estilo de las tácticas usadas por muchos equipos para neutralizar con faltas y bloqueos a los jugadores más hábiles.

Hoy EE.UU. intenta pasar a lo ofensiva usando los errores provocados de Rusia, muy al estilo de lo que hizo el equipo de Países Bajos para eliminar a Brasil. China juega a la defensiva como lo hicieron los conjuntos de Croacia y Marruecos con relativo éxito, y espera que EE.UU. se meta algún autogol para pasar al contrataque. Europa, totalmente dividida y aturdida por sus propias debilidades, se conforma con ser subcampeona con Francia después de ver eliminadas a Alemania, España e Inglaterra, sin atinar a reaccionar en forma autónoma y unificada.

América Latina, África y Asia sin verdaderos liderazgos “no alineados”, sigue exportando jugadores de fútbol como lo hace con “cerebros fugados” y materias primas, sin atinar ni siquiera a diseñar alguna estrategia defensiva u ofensiva. Nos conformamos con celebrar el logro de jugadores excepcionales como Pelé, Maradona o Messi que, a la cabeza de un grupo de jugadores inspirados por “algo” de vergüenza y dignidad y por un futuro bien pagado por chequeras “globales”, se juegan en un partido toda una vida de sacrificios y de esfuerzos familiares y sociales.

Pero, bueno, nos conformamos diciendo… ¡algo es algo! En realidad, ese tipo de “emociones colectivas, momentáneas y circunstanciales” que sentimos por los logros realizados por quienes consideramos “nuestros”, solo reflejan los enormes vacíos y frustraciones que pareciera que el Gran Capital utiliza para desencadenar en las mayorías sociales las dinámicas del consumismo compulsivo y obsesivo, base vital para sostener un sistema que nos lleva a la hecatombe.

Es urgente juntar el equipo de la humanidad, unificar el cuerpo técnico y establecer el campo de juego. El contrario a vencer solo es el 1% de la población. ¡Sin reglas ni árbitros! Podemos ganar. 

jueves, 15 de diciembre de 2022

¿Qué hacemos con la “democracia liberal”?

 

Tomada de la Revista Ideele

¿Qué hacemos con la “democracia liberal”?

Popayán, diciembre 14 de 2022

Con ocasión de lo ocurrido en Perú con el presidente Pedro Castillo (montajes, cerco político y mediático, y vacancia parlamentaria inmediata) y en Argentina con la vicepresidenta Cristina Fernández (condenada a 6 años de cárcel e inhabilitada para ejercer cargos públicos por supuesta corrupción), se reviven los golpes de Estado u otras formas de derrocamiento de gobiernos progresistas y de izquierda en América Latina, y vuelve a debatirse si es posible impulsar y lograr cambios estructurales a favor de las mayorías populares dentro de la “democracia liberal”.

Breve recuento histórico

Después del derrumbe de la URSS (1989), Fidel Castro planteó que cualquier proyecto político surgido de una insurrección armada de tipo popular que afectara los intereses del imperio estadounidense en América Latina, no tendría condiciones para triunfar o sostenerse para construir un modelo de vida alterno al neoliberalismo y capitalismo existente. Por tanto, había que repensar la estrategia de los pueblos latinoamericanos (y del tercer mundo) para enfrentar ese problema que nos impuso la vida. En Colombia, Jaime Bateman había avizorado esa situación desde 1980. 

En 1994 “surgió” la vía autonomista de los pueblos indígenas del sur de México liderados por los “zapatistas” y en 1999 se inició en Venezuela el triunfo “pacífico-electoral” en cabeza de Hugo Chávez. En 2002 sufrió el golpe de Estado que el pueblo venezolano revirtió con contundencia, lo que se convirtió en un referente importante para la región. Siguieron las elecciones de Lula (Brasil 2003), Kirchner (Argentina 2003), Tabaré (Uruguay 2005), Zelaya (Honduras 2006), Evo (Bolivia 2006), Correa (Ecuador 2007), Fernando Lugo (Paraguay 2008), y ahora, AMLO (México 2018), Pedro Castillo (Perú 2021), Boric (Chile 2022), Xiomara Castro (Honduras 2022) y Petro (Colombia 2022), además de las “sucesiones” en Brasil, Argentina, Uruguay y Bolivia con Dilma Rousseff, Cristina Fernández, Pepe Mujica y Luis Arce.

El aprendizaje de esa vía electoral/pacífica y, paralelamente, de los golpes de Estado propiciados por el imperio estadounidense viene desde las experiencias del presidente Sukarno en Indonesia (1967) y de Allende en Chile (1970); que son las más relevantes. No obstante, no se pueden olvidar las numerosas intervenciones políticas, económicas y militares del gobierno de los EE.UU. en América Latina para imponer gobiernos oligárquicos subordinados a sus intereses e impedir que proyectos y dirigentes democráticos y nacionalistas lograran acceder al poder gubernamental.

En la actualidad, frente a lo que ocurre en el mundo y a los cambios ocurridos a todo nivel, es necesario revisar no solo las experiencias de los intentos realizados por diferentes pueblos por construir autonomía y autodeterminación frente a las potencias imperiales, sino que se hace imperativo repensar la estrategia de los pueblos y trabajadores que anhelan superar la enorme desigualdad e injusticia social que genera el capitalismo, y además, enfrentar los retos de un modelo de desarrollo basado en el consumismo obsesivo que nos obliga a sobrexplotar los recursos limitados que nos ofrece el planeta tierra, lo que nos conduce al riesgo de la extinción como especie.

Durante los últimos 23 años hemos vivido una serie de experiencias populares dentro de la “democracia liberal”, que se basa en los principios (formales) de igualdad ante la ley y respeto del debido proceso; separación de los poderes públicos; derecho a libertad, integridad y movilidad de las personas; libertad de expresión, de prensa e información; garantías a la reunión y asociación social y política; libertad de cultos y educación laica, etc. En ese contexto, las oligarquías y el imperio diseñaron estrategias para provocar y obligar a gobiernos de izquierda y/o progresistas a violar esa legalidad y así justificar los golpes de Estado, y cuando no lograban ese objetivo, idearon y aplicaron guerras jurídicas (“lawfare”) apoyándose en la corrupción de parlamentarios y jueces.

La lista es larga y diversa. Golpes de Estado o intentos de golpe utilizando las fuerzas armadas (policía y/o ejército) contra Chávez, Correa, Evo y Zelaya. Golpes parlamentarios (“suaves”, “blandos”) contra Fernando Lugo, Dilma Rousseff, y ahora, Pedro Castillo. Guerras jurídicas contra Lula, Cristina, Evo y Correa. Y cercos mediáticos de todo tipo contra los gobernantes progresistas y de izquierda, usando montajes, trampas, inventos y mentiras, sin desconocer que en algunos casos algunas alianzas con sectores tradicionales y/o aliados no confiables (Temer, Moreno), o políticas erradas (extractivismo que distanció a los gobiernos de izquierda con las comunidades), permitieron que esas campañas mediáticas lograran desacreditar algunos liderazgos.

La teoría política y los “sueños insurreccionales”  

Dado que la teoría política de las izquierdas de la región estaba influida por lo que llamo “los sueños insurreccionales”, la posibilidad de realizar esos cambios estructurales por medios pacíficos y electorales parecía (y aún parece, para algunos) una ilusión. El sueño insurreccional es la creencia de que la única forma de derrotar al imperio y construir democracia y socialismo, parte de derrocar por la fuerza a las clases dominantes, expropiar la riqueza social acumulada y desencadenar la creatividad de las clases oprimidas y explotadas para iniciar la construcción de la nueva sociedad.

Los “sueños insurreccionales” alimentan la ilusión de que con “golpes de mano”, “caminos cortos” y “tácticas de oportunidad”, se puede quebrar la resistencia de las oligarquías y consolidar poderes populares, al estilo de lo realizado en Rusia en 1917 por los bolcheviques. La herencia de la Revolución Cubana (1959) seguía orbitando en la mente de los dirigentes populares y democráticos de la región. Se pensaba que los pueblos y los trabajadores encabezados por “minorías iluminadas”, podían “hacer la revolución” e iniciar la construcción de la Patria Grande Latinoamericana, siguiendo el sueño de Bolívar, y paralelamente, “construir el socialismo”.

Con ese legado teórico (“ideológico”) se llega al escenario de aprendizaje de la Venezuela de 1999. Los antecedentes inmediatos eran positivos y alentadores. Los estallidos sociales y las movilizaciones populares que desde 1989 (“Caracazo”) se presentaron en América Latina durante los años 90s y siguientes, que fueron resultado de la reacción y rechazo a las políticas neoliberales aplicadas por los gobiernos oligárquicos por mandato del “Consenso de Washington”, fueron leídas en muchos casos con mirada insurreccional. La vía electoral y pacífica se concibió como una forma de “combinar todas las formas de lucha”, en donde la democracia liberal (“burguesa”) era vista como un instrumento temporal para acceder al “Poder” y no como un componente permanente de ese proceso transformador. La meta era la “democracia popular”, contraria a la “liberal-burguesa”.

Hoy vemos cómo esa concepción sigue vigente en muchos sectores de la izquierda latinoamericana. Hay quienes, por ejemplo, explican lo ocurrido con Pedro Castillo en Perú, no con base en un análisis de clases, en la correlación real de fuerzas sociales y políticas, y en el estudio de la situación que es fruto de una historia acumulada y concreta, sino que explican todo con el argumento de que el presidente destituido “no escuchó al pueblo” que le “exigía revertir la situación, se movilizaba por la Constituyente y con total claridad advertía a su presidente: ‘cierre el Congreso’, ‘meta mano en ese nido de víboras’, ‘póngase los pantalones, profe’”. Y cuando lo quiso hacer… ¡lo tumbaron!

Son los mismos que hoy le exigen a Gustavo Petro en Colombia que desconozca –de un momento para otro– toda una historia de compromisos del Estado colombiano con los EE.UU. O sea, quieren que se enfrente abiertamente con el imperio estadounidense con el apoyo de la mitad de la población “votante”, que sólo llega a ser el 27% de la población total. Y, además, están inconformes porque el gobierno aplazó para el 2023 la presentación y debate en el Congreso de reformas como la Pensional, Laboral y de la Salud, que tocan intereses sustanciales de la oligarquía financiera (bancos, fiduciarias, aseguradoras, EPS), dado que requiere acumular y concentrar fuerzas, ir paso a paso, y ganar nuevos sectores sociales para lograr el objetivo propuesto.

También, cuestionan que Petro haya construido una amplia coalición política, incluyendo a partidos tradicionales para construir gobernabilidad, o que haya llamado a José Félix Lafaurie (dirigente uribista de los terratenientes ganaderos) para hacer un pacto de compra de 3 millones de hectáreas de tierras fértiles para la reforma agraria, y, además, lo integrara a la mesa de diálogos de paz con el ELN. Todavía no entienden que para –por lo menos– avanzar con los procesos de paz y aprobar algunas reformas democráticas que no se pudieron conseguir durante más de 50 años de insurgencia armada, se requiere liderar una gran “unidad nacional” que aísle a los guerreristas y golpistas.

Detallando algunas experiencias de América Latina

Si miramos hacia el pasado inmediato podemos observar que la realidad de dos (2) décadas de ejercicio de gobiernos de izquierda y progresistas, ha comprobado que no sólo se trata de desplazar del poder político (gobiernos, Estados, instituciones) a las clases dominantes, que hoy son verdaderas oligarquías financieras entrelazadas a nivel global con un enorme poder de bloqueo y desestabilización económica, sino que la tarea requiere diseñar una estrategia que logre movilizar a los pueblos y a los trabajadores en lo local, territorial, nacional, regional o subcontinental y global, en donde los gobiernos y Estados sean instrumentos de la sociedad y no al revés, y en donde la construcción de nuevas economías asociativas y colaborativas, la generación de energías limpias y el fortalecimiento de culturas cuidadoras de la vida, sea una realidad palpable y permanente.

El presidente Chávez lo planteó, intentó hacerlo y lo hizo muy parcialmente. Su mirada “cortoplacista” y “estatista” fue un obstáculo. Confiaba mucho en el papel del Estado y en el poder del dinero. La “movilización” para él se reducía a masivas concentraciones para escuchar sus discursos. Contó con una bonanza de precios del petróleo, creyó resolver los problemas internos con subsidios y se embarcó en la integración regional (Alba, Unasur, Celac, etc.). Después del golpe de Estado (2002) que el pueblo venezolano reversó, se radicalizó frente al Imperio y quiso avanzar hacia el “socialismo del siglo XXI”, desconociendo el rechazo popular expresado en el referendo de 2007. Su “acelere socialista” mareó a las burguesías sudamericanas y poco a poco se fue aislando de los ritmos, tiempos y necesidades de los pueblos y naciones de la región.

De alguna manera lo mismo ocurrió con Correa en Ecuador y con Evo en Bolivia. En estas dos naciones el movimiento indígena y popular contaba con una fuerte organización y poder de movilización y sobre esa base se aprobaron las Constituciones “plurinacionales”. Ambos gobiernos se enfrentaron abiertamente con los EE.UU., no sólo siguiendo a Chávez para contrarrestar el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) sino porque la bandera antimperialista era una consigna nacionalista que movilizaba a los pueblos y trabajadores. Y claro, Washington en cabeza de George W. Bush ayudaba con provocaciones e intromisiones a generar un clima de tensión que utilizaba para mantener aliados en la región y hacer política interna.         

Lo ocurrido con Venezuela es más que aleccionador, y aunque el “chavismo-madurismo” se jacte de que no los han podido sacar del “poder”, lo evidente es que el proceso iniciado por el presidente Chávez no sólo no logró construir el más mínimo “socialismo” sino que, por el contrario, hoy tenemos un Estado semi-fallido, una nación empobrecida, un pueblo semi-destruido, una economía dolarizada, un gobierno entregando las riquezas al mejor postor, y un ambiente político en donde los pueblos y los trabajadores no ven alternativa ni siquiera para lograr los derechos que disfrutaban en tiempos anteriores a la “revolución”.

Y si miramos experiencias en donde los estallidos populares contaban con mayores grados de organización social como son los casos de Bolivia y Ecuador, la situación que hoy se vive nos puede ayudar a comprender cuánto daño nos ha causado el “cortoplacismo”, el afán y la impaciencia, además, no saber diferenciar lo que es el Poder, el Estado (heredado) y el Gobierno. Tenemos dirigentes que piensan que acceder al gobierno es llegar al “poder”, o que están convencidos que con solo cambiar la letra de la Constitución, la tarea está hecha o por lo menos, el camino está desbrozado. Lo ocurrido en estos países demuestra que no es así, sin desconocer los avances y logros de esos procesos y gobiernos, de los cuales hemos aprendido mucho.

Así mismo podríamos detallar la experiencia de Brasil y Argentina, en donde –indudablemente– los partidos políticos tradicionales de “izquierda” (Partido de los Trabajadores y el “peronismo”), juegan un papel determinante. En estas experiencias pareciera que el “movimiento social” estuviera muy lejos de las expresiones partidarias, y, por tanto, el burocratismo y la “gestión estatal” ha concentrado el papel de los militantes, que reducen su acción al terreno electoral e institucional limitándose a lo que denomino “reformismo pragmático o conservador”. Ello explica, por ejemplo, la actitud represiva de Dilma frente a las protestas juveniles y a las movilizaciones contra la realización de los juegos olímpicos y al mundial de fútbol, y la desconexión con amplios sectores sociales citadinos que luego fueron canalizados por Bolsonaro y las “derechas libertarias”.

Algunas constantes en las experiencias “pacifico-electorales”

En términos generales podemos afirmar que existen unas características comunes y unas actitudes constantes en las experiencias de gobierno de izquierda y/o progresistas, que sirven para elaborar algunas lecciones aprendidas. Veamos:

-       No hemos afectado –en lo fundamental– la estructura dependiente de nuestras economías respecto del gran capital transnacional. Seguimos exportando materias primas, no hemos logrado impulsar dinámicas sostenibles de industrialización y apropiación social de las cadenas productivas, y la extracción de valor y plusvalía generada con nuestros recursos naturales y fuerza de trabajo sigue alimentando los centros de poder financiero del mundo desarrollado.

-       La política de subsidios (“transferencias monetarias condicionadas” en términos del BM) dirigidos a la llamada “población vulnerable” han servido para paliar parcialmente los efectos de las políticas neoliberales y las lógicas capitalistas, pero al manejarse con visión paternalista y asistencialista, no han logrado “sacar de la pobreza” a nuestras gentes, y, lo más grave, cuando los recursos escasean o no alcanzan para todos, los “beneficiarios” no dudan en apoyar a quien ofrezca mantener el “auxilio” sin mantener ningún tipo de lealtad con el “proceso”.

-       Se han desarrollado prácticas burocráticas y politiqueras que han deteriorado la unidad y la dinámica colectiva y comunitaria de los movimientos y organizaciones sociales. Ello ha llevado a la cooptación de dirigentes que ha afectado su autonomía e independencia frente al Estado, generando todo tipo de problemas y rivalidades entre comunidades y dirigentes, debilitando las bases sociales organizadas y los mismos “procesos de cambio”. El manejo inadecuado de los intereses sectoriales de las diversas comunidades (campesinas, indígenas, mineros, obreros, etc.) ha contribuido en la agudización de ese fenómeno de debilitamiento del movimiento social.   

-       No se han diseñado estrategias para atraer y ganar a sectores importantes de nuestras sociedades actuales que no están interesadas en “subsidios asistencialistas” (y los rechazan), como las llamadas “clases medias”, compuestas de pequeños y medianos productores, comerciantes y emprendedores, profesionales precariados, y a los trabajadores formales de grandes empresas, que en los últimos tiempos están siendo atraídos por los proyectos de las derechas neo y proto-fascistas. No es casual el fenómeno Bolsonaro en Brasil.

-       Ha predominado la visión “estatista” y “legalista”. No hemos podido impulsar verdaderos procesos de movilización popular en el área de construir nuevas economías solidarias, colaborativas y asociativas, y de impulsar verdaderos procesos de transformación cultural que enfrenten las dinámicas de consumismo compulsivo que impone el capitalismo depredador. El “reformismo pragmático” se ha impuesto sobre el “reformismo revolucionario”. Al llegar a los gobiernos se impone nuestro “conservadurismo”, nos dejamos llevar por los afanes mediáticos, las encuestas y las prácticas propias del “electorerismo mediático” y el “síndrome de candidato”. Por esa vía se han colado diversos tipos de corrupción y descomposición moral en nuestras filas.

-       De alguna manera nos hemos “enamorado” de la “democracia representativa formal” y no hemos sido capaces de fortalecer los gérmenes de “otras democracias” que las comunidades han construido en medio de sus luchas o que heredaron del pasado. No hemos podido “revolucionar la democracia y democratizar la revolución” como plantea Boaventura de Sousa Santos, lo que implica empoderar la democracia “directa” (asambleas participativas con poder decisorio), la “ilustrada” (consejos consultivos de expertos, mayores, sabedores), la “deliberativa” (debates, discusiones, diálogos abiertos), transformar la “representativa” (cargos revocables, sin tanto privilegio, “mandar obedeciendo”, rendiciones informadas de gestión y cuentas, etc.).

-       Todo lo anterior, de una u otra manera, se convierte en “pasto seco” para ser quemado por nuestros enemigos o contradictores. Cuando lanzan su ataque golpista nos encuentran desarmados, distraídos y/o confiados. Por lo general, señalamos al imperio y a la oligarquía de orquestar esos golpes (y así es, es lo lógico), pero no nos mostramos autocríticos para explicar por qué nuestros pueblos no salen a defendernos en esas circunstancias críticas. Surgen las explicaciones simplistas como la del “síndrome de doña Florinda” (arribismo clasista) o del “racismo estructural” para intentar ocultar nuestra propia responsabilidad con lo ocurrido.  

El verdadero problema: ¿Qué hacer con la democracia liberal?

Estamos hoy enfrentados al dilema de volver sobre los “sueños insurreccionales” o de profundizar nuestro accionar revolucionario y transformador en el marco de la “democracia liberal”. En Colombia, de una u otra manera y sobre la marcha, se está intentando transitar por nuevos caminos. Gustavo Petro ha planteado que “rechazar la democracia liberal lleva a la dictadura”.  

Después de esperanzarnos durante 50 años con la insurgencia campesina, la guerra popular del campo a la ciudad, la insurrección obrero-campesina y popular, y/o de ilusionarnos con una Constitución “garantista” y “progresista” de 1991 que fue utilizada por los poderes fácticos de los terratenientes y capitalistas financieros para imponernos el modelo neoliberal, hoy estamos buscando y construyendo formas de “socavar la fortaleza” desde adentro y desde afuera, desde abajo y por arriba, con sentido pragmático pero sin renunciar a los sueños de cambio.

Se trata de hacer confluir los esfuerzos y conocimientos adquiridos “desde abajo”, “desde la periferia”, “desde los procesos comunitarios”, con las acciones realizadas “por arriba”, desde y con la institucionalidad, pero sin ilusionarnos con los “planes de desarrollo”, los “nuevos ministerios”, o las simples leyes y decretos, que en sí mismos no transforman nada.

Sabemos que sólo la movilización popular permanente, en todas las áreas de la vida, no sólo para protestar sino para transformar nuestras formas de producir, de consumir y de relacionarnos entre nosotros mismos, es la garantía de que los gobiernos y Estados puedan ser puestos al servicio de las mayorías. Eso es lo que nos han enseñado las experiencias de los pueblos y países latinoamericanos que de alguna manera nos llevan la delantera.

La principal enseñanza nos la ofreció el pueblo venezolano en su momento (2002): Cualquier golpe de Estado a manos de minorías antidemocráticas puede ser derrotado por la fuerza incontenible de los pueblos y los trabajadores organizados y conscientes. Pero, esa fuerza debe ser alimentada y fortalecida todos los días, con prácticas democráticas y transparentes que mantengan la mística y la confianza entre las bases sociales y sus dirigentes. Acá en Colombia, recién empezamos. 

Referencias bibliográficas (links)

Aznárez, C. (2022). “Los errores de Castillo no pueden justificar el reconocimiento de un gobierno golpista de derecha”. https://rebelion.org/los-errores-de-castillo-no-pueden-justificar-el-reconocimiento-de-un-gobierno-golpista-de-derecha/

Reuters Staff (2007). “Chávez pierde el referéndum sobre la reforma de la Constitución”. https://www.reuters.com/article/oestp-venezuela-referendum-idESROD32179620071203

Hernández, Clodovaldo (2022). “¿Por qué el Gobierno de Venezuela ha resistido y otros presidentes de izquierda han caído?”. http://www.laradiodelsur.com.ve/por-que-el-gobierno-de-venezuela-ha-resistido-y-otros-presidentes-de-izquierda-han-caido/

Cando, Mario (2020). “El síndrome de Doña Florinda”. https://portaldiverso.com/el-sindrome-de-dona-florinda/

El País (2022). “Petro: ‘Rechazar la democracia liberal lleva a la dictadura, como ha ocurrido en algunos países de América Latina’”. Entrevista a Juan Diego Quesada. https://elpais.com/america-colombia/2022-11-13/gustavo-petro-rechazar-la-democracia-liberal-lleva-a-la-dictadura-como-ha-ocurrido-en-algunos-paises-de-america-latina.html   


martes, 13 de diciembre de 2022

El cómplice y el soberano

 

Giorgio Agamben y el nudo borromeo

El cómplice y el soberano

Por Giorgio Agamben

Intervención en la comisión DUPRE  Commissione Dubbio e Precauzione Torino 28/11/22

 Me gustaría compartir con ustedes algunas reflexiones sobre la situación política extrema que hemos vivido y de la que sería ingenuo creer que hemos salido o incluso podemos salir. Creo que, incluso entre nosotros, no todos se han dado cuenta de que a lo que nos enfrentamos es cada vez más a un abuso flagrante en el ejercicio del poder o a una perversión —por grave que sea— de los principios del derecho y de las instituciones públicas.

Creo más bien que nos enfrentamos a una línea de sombra que, a diferencia de la de la novela de Conrad, ninguna generación puede creer que puede cruzar impunemente.

Y si, algún día, los historiadores indagan en lo que ocurrió al amparo de la pandemia, resultará, creo, que nuestra sociedad quizás nunca había llegado a un grado tan extremo de abyección, irresponsabilidad y, al mismo tiempo, descomposición.

Utilicé con razón estos tres términos, atados hoy en un nudo borromeo, es decir, un nudo en el que cada elemento no puede ser desatado por los otros dos. Y si, como afirman algunos no sin razón, la gravedad de una situación se mide por el número de asesinatos, creo que incluso este índice resultará ser mucho mayor de lo que se ha creído o se pretende creer.

Tomando prestada de Lévi-Strauss una expresión que utilizó para Europa en la Segunda Guerra Mundial, se podría decir que nuestra sociedad se ha «vomitado a sí misma».

Por eso creo que no hay salida para esta sociedad de la situación en la que se ha encerrado más o menos conscientemente, a menos que algo o alguien la pongan en cuestión de arriba abajo.

Pero no es de eso de lo que quería hablarles; más bien me gustaría interrogarme junto con ustedes sobre lo que hemos hecho hasta ahora y podemos seguir haciendo en una situación así. De hecho, estoy totalmente de acuerdo con las consideraciones contenidas en un documento que fue difundido por Luca Marini sobre la imposibilidad de una reconciliación. No puede haber reconciliación con quienes han dicho y hecho lo que se ha dicho y hecho en estos dos años.

No tenemos simplemente ante nosotros a hombres que se han engañado a sí mismos o han profesado opiniones erróneas por alguna razón, que podemos intentar corregir. Quienes piensan esto se engañan a sí mismos.

Tenemos ante nosotros algo diferente, una nueva figura del hombre y del ciudadano, por utilizar dos términos conocidos en nuestra tradición política.

En todo caso, se trata de algo que ha ocupado el lugar de esa hendíadis (es la expresión de un único concepto mediante dos términos coordinados) y que propongo denominar provisionalmente con un término técnico en derecho penal: el cómplice; siempre que dejemos claro que se trata de una figura especial de complicidad, una complicidad absoluta, por así decirlo, en el sentido que trataré de explicar.

En la terminología del derecho penal, el cómplice es aquel que ha realizado una conducta que no constituye en sí misma un delito, pero que contribuye a la acción delictiva de otra persona, el reo.

Nos hemos enfrentado y nos enfrentamos a individuos —en realidad, a toda una sociedad— que se ha hecho cómplice de un delito en el que el reo está ausente o, en todo caso, es innombrable para ella. Una situación, por tanto, paradójica, en la que sólo hay cómplices, pero falta el reo, una situación en la que todos —ya sea el presidente de la República o un simple ciudadano, el ministro de sanidad o un simple médico— actúan siempre como cómplices y nunca como delincuentes.

Creo que esta singular situación puede permitirnos leer el pacto hobbesiano (1) en una nueva perspectiva. Es decir, el contrato social ha tomado la figura —que es quizás su verdadera y extrema figura— de un pacto de complicidad sin el reo. Y este reo ausente coincide con el soberano cuyo cuerpo está formado por la misma masa de cómplices y no es, por tanto, más que la encarnación de esta complicidad general, de este ser cómplices, es decir, plegados o entrelazados juntos, de todos los individuos.

Una sociedad de cómplices es más opresiva y asfixiante que cualquier dictadura, porque quienes no participan en la complicidad —los no-cómplices— están pura y simplemente excluidos del pacto social, ya no tienen cabida en la ciudad.

Hay también otro sentido en el que se puede hablar de complicidad, y es la complicidad no tanto y no sólo entre el ciudadano y el soberano, sino también y más bien entre el hombre y el ciudadano.

Hannah Arendt mostró en repetidas ocasiones la ambigüedad de la relación entre estos dos términos, y cómo en las Declaraciones de Derechos se trata en realidad de la inscripción del nacimiento, es decir, de la vida biológica del individuo, en el orden jurídico-político del Estado nación moderno.

Los derechos sólo se atribuyen al hombre en la medida en que es el presupuesto que se desvanece inmediatamente del ciudadano. La emergencia permanente en nuestro tiempo del hombre como tal es un indicio de una crisis irreparable en esa ficción de la identidad entre el hombre y el ciudadano en la que se funda la soberanía del estado moderno.

Lo que hoy tenemos ante nosotros es una nueva configuración de esta relación, en la que el hombre ya no transita dialécticamente hacia el ciudadano, sino que establece una relación singular con éste, en el sentido de que, con la natividad de su cuerpo, proporciona al ciudadano la complicidad que necesita para constituirse políticamente, y el ciudadano, por su parte, se declara cómplice de la vida del hombre, cuyo cuidado asume. Esta complicidad, se habrán dado cuenta, es la biopolítica, que ahora alcanzó su configuración extrema (y esperemos que definitiva).

La pregunta que quería plantearles, pues, es la siguiente: ¿hasta qué punto podemos seguir sintiéndonos obligados a esta sociedad?

O si, como creo, seguimos sintiéndonos de alguna manera obligados a pesar de todo, ¿de qué manera y dentro de qué límites podemos responder a esta obligación y hablar públicamente?

No tengo una respuesta exhaustiva, sólo puedo decirles, como el poeta, lo que sé que ya no puedo hacer.

Ya no puedo, ante un médico o cualquiera que denuncie la forma perversa en que se ha utilizado la medicina en los últimos dos años, no poner en primer lugar en cuestión la propia medicina. Si no nos replanteamos desde el principio en qué se ha convertido progresivamente la medicina, y quizás toda la ciencia de la que pretende formar parte, no podremos esperar de ninguna manera detener su curso letal.

Ya no puedo, ante un jurista o cualquiera que denuncie la forma en que se ha manipulado y traicionado el derecho y la constitución, no poner en cuestión en primer lugar el derecho y la constitución.

¿Es necesario, por no mencionar el presente, que recuerde aquí que ni Mussolini ni Hitler necesitaron poner en cuestión las constituciones vigentes en Italia y Alemania, sino que encontraron en ellas los dispositivos que necesitaban para instaurar sus regímenes?

Es posible, pues, que el gesto de quienes hoy pretenden fundar su batalla en la constitución y los derechos esté ya derrotado de entrada.

Si evoqué esta doble imposibilidad, no es de hecho en nombre de vagos principios metahistóricos, sino, por el contrario, como consecuencia ineludible de un análisis preciso de la situación histórica en la que nos encontramos. Es como si ciertos procedimientos o ciertos principios en los que creíamos o, más bien, pretendíamos creer, hubieran mostrado ahora su verdadero rostro, que no podemos dejar de mirar.

No pretendo con ello devaluar o considerar inútil el trabajo crítico que hemos realizado hasta ahora y que sin duda seguiremos realizando hoy aquí con rigor y agudeza. Este trabajo puede ser y es ciertamente útil desde el punto de vista táctico, pero sería una prueba de ceguera identificarlo simplemente con una estrategia a largo plazo.

En esta perspectiva, queda mucho por hacer y sólo puede hacerse abandonando sin reservas conceptos y verdades que damos por sentados. El trabajo que tenemos por delante sólo puede comenzar, según una bella imagen de Anna Maria Ortese, ahí donde todo está perdido, sin compromisos y sin nostalgias.

(1)  El contrato social de Hobbes se entiende, aquel acuerdo, real o hipotético, que los miembros de un grupo realizan de manera libre y voluntaria, por el cual, ceden parte de sus derechos naturales, a cambio de seguridad. La existencia del contrato social implica la asunción de una serie de derechos y deberes y también de unas leyes, a las que los ciudadanos están sometidos. El contrato social de Hobbes justifica la existencia del orden social y del gobierno.

domingo, 4 de diciembre de 2022

Petro: entre contradicciones e innovaciones

 

Petro: entre contradicciones e innovaciones

Entrevista a Fernando Dorado sobre Gustavo Petro y la situación política colombiana realizada en el mes de octubre de 2022

Salvador López Arnal

El Viejo Topo

1. ¿Qué ha significado para la ciudadanía trabajadora colombiana, y para el país en general, el triunfo de Gustavo Petro en las últimas elecciones presidenciales?

En Colombia desde el asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán (1948), la oligarquía terrateniente en alianza con el gobierno de los EE.UU. logró instrumentalizar la resistencia popular y los alzamientos armados de sectores campesinos para impedir los más mínimos avances democráticos y mantener su poder económico y político.

Dicha instrumentalización consistía en inocular en la mente del pueblo el miedo al comunismo o “castro-chavismo” como le llamaron en los últimos tiempos. El triunfo electoral de Gustavo Petro y Francia Márquez es un logro histórico porque rompe con esa hegemonía política de larga data de la casta dominante colombiana, hecho que fue posible después de la desmovilización de las Farc.

Significa la derrota del sector más reaccionario y violento de esa oligarquía que ha liderado durante los últimos 20 años Álvaro Uribe Vélez, con el apoyo de las derechas continentales incluyendo a la derecha española. Ese triunfo electoral es también resultado de la acumulación de diversas luchas populares a lo largo de más de cinco (5) décadas que incluye el “estallido social” que se inició en noviembre de 2019 y se mantuvo hasta julio de 2021.

Es importante recordar que Gustavo Petro y Francia Márquez son resultado de diversas y variadas luchas sociales y políticas tanto de Colombia como de América Latina. El primero, fue en su juventud militante del M19, movimiento guerrillero de carácter nacionalista, y ha sido protagonista de las luchas por justicia social durante las últimas tres (3) décadas como congresista y actor político después de la desmovilización de esa guerrilla y la aprobación de la Constitución Política en 1991. Francia, es una dirigente de comunidades negras (“afros”), ha encabezado importantes movilizaciones en defensa de los derechos de las mujeres y en contra de mega-proyectos minero-energéticos que afectan a amplios sectores de la población rural.

El triunfo electoral del Pacto Histórico, por tanto, es un logro del conjunto de los trabajadores y sectores populares (campesinos, indígenas, afros, precariado, etc.) y sectores democráticos de nuestro país, que luchan desde siempre por cambios estructurales en nuestra sociedad, empezando por conquistar una paz plena y una democracia que garantice la participación popular y, hacia el futuro, superar -en alianza con los demás pueblos de América Latina- un modelo económico que destruye la vida humana y la naturaleza.    

2. ¿Qué novedades contienen las propuestas políticas de Gustavo Petro respecto a otras experiencias latinoamericanas progresistas?

En términos de propuesta política la principal diferencia de Petro con los programas de los gobiernos de izquierda y/o progresista es su insistencia en impulsar con fuerza y determinación una política de defensa del medio ambiente, romper con el modelo económico dependiente de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) y propiciar condiciones para desarrollar un proceso de industrialización de nuevo tipo.

En términos de estrategia política, Petro, aunque es crítico del sistema capitalista a nivel global ha planteado “desarrollar el capitalismo” en Colombia, dado que en este país lo que ha predominado es una especie de “feudalismo criollo”, en donde la mentalidad rentista de los terratenientes ha confluido con un proceso de transnacionalización de la oligarquía, basado en la canalización y acumulación de los recursos producidos por el narcotráfico y el manejo rentístico y especulativo de la propiedad de la tierra, de los recursos naturales (“economía extractivista”) y de los recursos del Estado (fondos de pensiones, servicios públicos, salud y educación, etc.).

En términos de táctica política Petro impulsa procesos de organización relativamente flexibles, basados principalmente en una especie de “corriente de pensamiento” y en “redes y nodos” que articulen a la dirigencia más avanzada de los diferentes sectores políticos y sociales. Su prioridad actual es consolidar el proceso de paz, fortalecer espacios democráticos y desarrollar la reforma agraria. “Democratizar el conocimiento, el crédito y la producción”, es uno de sus principales lemas.    

3. Sobre su discurso en la Asamblea General de la ONU del pasado septiembre de 2022 (https://rebelion.org/discurso-completo-del-presidente-gustavo-petro-ante-la-onu/),  usted ha señalado que el presidente Petro se expresó como humanidad y para la humanidad, como una víctima o como el representante de las víctimas de un modelo económico injusto, depredador e irracional. ¿Qué víctimas son esas? ¿Habló solo de ciudadanos colombianos?

Gustavo Petro tiene una formación universal. Sabe que la lucha por superar la dependencia de la energía eléctrica producida a partir de la quema de combustibles fósiles y detener o atenuar el cambio climático o crisis ambiental que sufre la humanidad no es un problema sectorial y/o nacional, sino que hace parte de una amplia lucha por derrotar y cambiar un modo de producción basado en la acumulación de capital, que calificó en ese discurso de irracional, que estimula el consumismo obsesivo como herramienta para continuar reproduciendo un crecimiento también irracional. Por ello, aunque su discurso parte de la realidad colombiana y de la selva amazónica, su denuncia abarca la posibilidad de la extinción de la especie humana en el planeta tierra como consecuencia de los impactos que tiene ese modelo de desarrollo depredador y destructor de la vida.

4. ¿Se puede considerar a Petro un político anticapitalista? En el discurso ante la Asamblea del que hablábamos denunció la adicción a la ganancia como la madre de todas las adicciones que llevan la humanidad hacia su extinción.

Gustavo Petro es un político con una amplia formación teórica. Además de alimentarse de las ideas de Marx y de teóricos marxistas, ha ido integrando en su visión política a otros pensadores, filósofos y economistas de variadas escuelas, y aunque no se declara “anticapitalista” impulsa iniciativas de carácter “poscapitalista”, más en la vía de autores como Jeremy Rifkin, Paul Mason y Mariana Mazzucato.  

5. ¿Qué tipo de gobierno preside? ¿Un gobierno ecosocialista? ¿Un gobierno interclasista? ¿Un gobierno de centroizquierda moderado?

En Colombia el proceso de transición democrática que está en juego ha articulado la acción y el interés de diversas clases sociales y sectores económicos. Ese proceso ha generado una especie de “alianza interclasista” que básicamente está liderado por fracciones de la “burguesía emergente”. No obstante, el grueso de la fuerza social está compuesta de trabajadores, clases medias empobrecidas, pequeños y medianos productores agrarios, los “profesionales precariados” y otra gran cantidad de sectores marginados y excluidos del “progreso”.

Incluso, sectores de la oligarquía financiera se han acercado a dicho proceso político a fin de defender sus intereses, siendo conscientes que el modelo económico dependiente de la exportación de materias primas y de la especulación financiera está en crisis. Por ello, tanto el Pacto Histórico como el mismo gobierno es un espacio en permanente disputa. Diversos sectores políticos, diferentes clases sociales y variadas concepciones políticas, impulsan iniciativas que de alguna manera confluyen en este momento pero que más adelante tendrán que irse diferenciando y cualificando.

No es un gobierno “ecosocialista” pero impulsa iniciativas que coinciden con esa corriente de pensamiento. No es propiamente de “centro-izquierda” pero acoge fuerzas de ese tipo, y la “moderación” que muestra en diversos campos de acción se corresponde con una correlación de fuerzas que muestra que los sectores de izquierda y progresistas son todavía una minoría dentro del Congreso (“asamblea nacional”) y dentro de la sociedad, y que para avanzar con cambios estructurales se requiere una mayor acumulación de fuerzas sociales, políticas y culturales, no solo a nivel de nación sino en la región, continente americano y mundo en general. Es importante recordar que Petro aventajó a su rival por 700 mil votos, lo que significa una diferencia real de 350 mil votos, que frente a una votación total de 22 millones es algo insuficiente.

6. ¿Es partidario del decrecentismo? ¿Lo es su gobierno?

Hasta ahora sólo la Ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, en los debates y diálogos sobre los planes de transición energética planteó la idea del “decrecentismo” como propuesta para los países industrializados, y a raíz de esa intervención se inició una discusión sobre ese tipo de temas. El presidente Petro la respaldó públicamente, pero es un debate aún incipiente en Colombia.  

7. ¿Qué fuerzas políticas le apoyan actualmente? ¿La izquierda colombiana le apoya sin fisuras?

El Pacto Histórico es una coalición de fuerzas de izquierda y progresistas que agrupa a la mayoría de partidos y movimientos de ese espectro político, con la única excepción del movimiento “Dignidad” (Moir), agrupación de origen “maoísta” con cierta presencia en sectores agrarios, pero que en la actualidad está muy debilitada. No obstante, el Pacto Histórico es un proceso de articulación relativamente reciente y el mismo Gustavo Petro ha planteado que su proyecto político está todavía en una especie de “búsqueda”, de aprendizaje práctico y de experimentación política.

Además, en la segunda vuelta electoral y en la conformación del gobierno, Petro logró construir una coalición más amplia con partidos de “centro” y de “centro-derecha”, que le ha permitido en pocas semanas avanzar en diversos campos de la lucha política interna. En los primeros días de gobierno logró la depuración de las fuerzas armadas de sectores “uribistas” y posiblemente “golpistas”, restableció relaciones con el gobierno de Venezuela, abrió la frontera con el país vecino, ha hecho acercamientos con el Eln para reiniciar las conversaciones de paz suspendidas por el anterior gobierno, y avanza en la implementación de la reforma agraria con la inminente compra de tierras para distribuirlas entre campesinos, indígenas y comunidades negras. Petro desarrolla una especie de “pactismo” pero no ha renunciado a ninguna de las políticas y reformas que propuso en la campaña electoral.

8. ¿No hay temor que la reacción pueda dificultar por todos los medios a su alcance, que son muchos, la acción de su gobierno y crear una situación de crisis?

Las elecciones de 2022 evidenciaron que los sectores más derechistas que encabeza Álvaro Uribe Vélez, que representan a los terratenientes despojadores de tierras que impulsaron el paramilitarismo en el pasado, han sufrido un fuerte proceso de debilitamiento político. El ejercicio bastante mediocre del anterior gobierno de Iván Duque, la acción de la justicia transicional de paz y otra serie de hechos que han puesto en evidencia los crímenes y desapariciones forzadas realizadas durante los gobiernos de Uribe, han mermado su credibilidad y liderazgo, y ello es un factor muy importante a considerar. Además, el candidato de la derecha uribista (Fico Gutiérrez) sufrió una enorme derrota política en la primera vuelta y, por ello, las derechas se vieron forzadas a apoyar un candidato “outsider” (Rodolfo Hernández) que recogió a muchos sectores que se oponían a Petro, pero se habían distanciado de Uribe.

En ese sentido, la coalición de gobierno que ha construido Petro se muestra estable y fuerte, y está siendo aprovechada para desarrollar la agenda de transformaciones democráticas que hacen parte del programa del Pacto Histórico. No se avizora en lo inmediato algún tipo de crisis política, Petro es garantía de un avance paulatino y metódico, y solo, los sectores más radicales de los grandes terratenientes, y algunos sectores de la oligarquía financiera, son los que aparecen a la cabeza de la oposición a reformas que tocan sus intereses como la reforma a la salud, de las pensiones o la reforma laboral, pero sin posibilidades de generar algún tipo de desestabilización. 

9. En el ámbito de la política internacional, ¿en qué coordenadas se ubica el presidente Petro y su gobierno? ¿Su eje es América Latina?

Gustavo Petro, como se afirmó antes, hizo parte de un movimiento guerrillero de carácter nacionalista que ya en los años 70s y 80s del siglo XX impulsó una política internacional “no alineada” con bloques geopolíticos o con alguna potencia internacional. Petro ha sido crítico de los proyectos y gobiernos que en nombre del “socialismo” se convierten en regímenes que desconocen o violan los principios de la “democracia liberal”. No obstante, a pesar de que ha sido crítico de esas prácticas autoritarias y dictatoriales, en el ejercicio de gobierno ha desarrollado una política internacional basada en la autonomía de los pueblos y la autodeterminación de las naciones. Por ello, impulsa relaciones bilaterales con diversos gobiernos con independencia de su orientación ideológica, promueve la integración de los países andinos y de América Latina, y se distancia de las guerras promovidas y realizadas por las potencias imperialistas o “semi-imperialistas”.

Petro ha aprendido de las experiencias de los gobiernos de izquierda que se han enfrentado o distanciado del imperio estadounidense pero no han logrado neutralizar la fuerza del gran capital transnacional, dado que sus economías son dependientes de los centros capitalistas y financieros, y tampoco encuentran soluciones viables alineándose con potencias como China y Rusia, que de una u otra manera actúan en el marco de una economía globalizada y financiarizada.    

10. En cuanto al país hermano de Venezuela, ¿es posible que se vaya construyendo una relación más fructífera, sin enfrentamientos?

El gobierno de Gustavo Petro ya inició el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales con la república de Venezuela. Acaba de abrir la frontera con ese país que estaba cerrada desde hace 7 años, y logró que la Comunidad Andina volviera a invitar a Venezuela a hacer parte de ese grupo de integración regional. Además, invitó al gobierno de Nicolás Maduro a reintegrarse a la Comisión Americana de Derechos Humanos. Todo indica que las condiciones internacionales se han modificado por efecto de la guerra de Rusia-Ucrania, especialmente en el campo del mercado global de combustibles, lo que ha creado una nueva situación respecto del gobierno de los EE.UU., que va a contribuir para que las relaciones entre Colombia y Venezuela sean cada vez más estrechas y estables.

11. Ha hablado usted de que el proceso iniciado por Petro es un proceso de búsqueda. ¿Búsqueda de qué?

Es el mismo Petro quien ha planteado que su proyecto está en una etapa de “búsqueda” cuando le han preguntado sobre si su proyecto es “socialista”, “progresista”, “liberal”, etc. No ha querido identificarse con ninguna corriente de pensamiento existente. Lo que observo es que Petro avanza por diversos caminos superpuestos e imbricados. Rescata la idea de la burguesía latinoamericana (“cepalina”) de los años 50s del siglo XX de la “industrialización del aparato productivo” pero le agrega el tema del cambio de la matriz energética, lo cual ubica esa tarea en un nuevo terreno “poscapitalista”. Petro se ha mostrado crítico del “estatismo”, o sea, de creer que la transformación de la sociedad -en lo social, económico y cultural- pueda hacerse principalmente desde la dirección del Estado (y de los gobiernos). Así, ha propuesto construir un proceso de transformación que se apoye en las fuerzas sociales que requieren de la democratización del conocimiento y del crédito (capital), el acceso a la tecnología y el desarrollo de nuevas formas de relaciones entre los productores y consumidores (“prosumidores”). Y, además, hace mucho énfasis en la integración de los pueblos y naciones latinoamericanas, y el impulso a una educación que combine visiones humanísticas, ecológicas y con alto desarrollo tecnológico. También, apoya los procesos de reivindicación de los derechos de los pueblos étnicos y de las mujeres, pero cuidándose de desligar esos “procesos identitarios” de los intereses de clase.

Petro pareciera estar marcando una estrategia que actúa dentro del capitalismo, e incluso se plantea desarrollarlo, pero construyendo en la práctica nuevas formas productivas que –por sí mismas– socaven las bases vitales de este sistema capitalista, empezando por su matriz energética y la construcción de nuevas relaciones sociales de producción basadas en economías colaborativas y solidarias, aprovechando los desarrollos tecnológicos que hacen posible la aparición de lo que Rifkín denomina “prosumidores” (productores y consumidores a la vez, que son sujetos sociales y productivos que empiezan a unir al trabajador con sus medios de producción, al trabajo manual con el trabajo mental, y al valor de uso con el valor de cambio). Así, una nueva “guerra de posiciones” dentro del capitalismo podría estar en la línea de “no pretender apoderarse de la fortaleza sino socavarla desde adentro” (Lenin), en donde tanto la lucha “desde abajo” (base social) como “por arriba” (gobiernos, instituciones) sería necesaria para –paulatina y sistemáticamente– desmontar la estructura que soporta al sistema.

12. ¿En qué consisten los diálogos regionales vinculantes?

Los diálogos regionales vinculantes son encuentros entre funcionarios del gobierno, dirigentes políticos y los representantes de las comunidades y organizaciones sociales de las diferentes y variadas regiones de nuestro país. Se han programado más de 50 encuentros que son grandes reuniones en donde se implementan métodos participativos para recoger y debatir las diversas e innumerables iniciativas, ideas y proyectos, a fin de integrarlas a la construcción del Plan Nacional de Desarrollo, o a otras políticas, planes y programas del gobierno. Dichos encuentros se han programado en acuerdo con las organizaciones sociales, alrededor de los principales problemas que se viven en las regiones, y de acuerdo a lo realizado hasta ahora, se planea mantener esa dinámica de participación durante todo el ejercicio de gobierno, a fin de hacerle seguimiento a las políticas y proyectos, y garantizar un control y evaluación participativa.  

13. Usted ha señalado que ha nombrado en cargos importantes a gente experimentada con enfoques relativamente tradicionales, pero que también permite y estimula que dirigentes surgidos de movimientos sociales o de la academia se prueben y aprendan en el campo de la gestión del Estado. ¿No hay posibilidad de que salte alguna chispa contradictoria en un conjunto no homogéneo?

Todo el ejercicio del Pacto Histórico se ha construido desde la visión del encuentro y articulación de clases y sectores de clase diferentes y hasta contrarios. La “alianza interclasista” que es una construcción de la vida real y no solo resultado de la acción política consciente de los principales dirigentes, implica la existencia de muchas contradicciones y diferencias. En la actualidad la principal contradicción es la herencia ideológica de la sociedad patriarcal, colonial, “semi-feudal”, oligárquica, clasista y racista que está en las esencias “cortesanas” de la Colombia real, que está representada en la “visión rentística” de la riqueza. Petro, todavía casi solo, se ha erguido contra esa práctica “improductiva”, que no solo está en la mente de las castas dominantes, sino que también es compartida por amplios sectores de las clases dominadas y oprimidas. Pero también hay muchas más contradicciones por resolver a lo largo de la “praxis”, que no solo se juega en el terreno del gobierno y el Estado, sino que es parte de la lucha cotidiana en todos los ámbitos de la vida. Contradicción entre la vía “estatista” y la acción “no institucional”; entre lo “burocrático” y lo “democrático”; entre lo táctico y lo estratégico; entre el “reformismo pragmático” y el “reformismo revolucionario”, y muchas contradicciones entre las clases y sectores de clase que existen en Colombia y que están ellas mismas en pleno proceso de “auto-descubrimiento”. 

14. ¿Se ha iniciado el diálogo con la guerrilla colombiana? ¿Algún resultado?

Hasta ahora es un proceso de acercamiento con los diferentes grupos armados, principalmente con el Eln. No obstante, es a la vez un proceso de conocimiento y de diferenciación de los grupos por cuanto la práctica de todas las guerrillas se ha degradado por efecto de la existencia e influencia de las economías ilegales y criminales (narcotráfico, minería ilegal, tráfico de armas, trata de personas, etc.). Lo interesante del nuevo proceso de “paz total” que se ha propuesto el gobierno de Petro es que lo ha insertado dentro de una estrategia de mayores cambios en el campo de la reforma agraria, el desarrollo de las economías agropecuarias de los pequeños y medianos productores, la definición de una política diferente en la lucha contra el narcotráfico, el cambio de mentalidad en las fuerzas armadas, la búsqueda de una justicia restaurativa, la suspensión de la fumigación aérea de los cultivos de coca y marihuana, y otras iniciativas de ese tipo. Todo parece ir bien, diversos grupos –incluso algunos de carácter delincuencial- han declarado un cese de fuegos “multilateral” y el gobierno avanza en la construcción de herramientas legales para avanzar en ese proceso de paz.   

15. Usted ha señalado que Petro es el primer gobernante progresista de la región que parece actuar con una visión sistémica, compleja y “no lineal”. Los pueblos y los trabajadores pueden apoyarse en él sin que ello implique delegar toda la acción social y política en su liderazgo (Petro, usted lo recuerda, ha pedido a los movimientos y organizaciones sociales que mantengan su autonomía). Tampoco se ha propuesto construir una organización política tradicional (“partido”). Todo indica, añade usted, que le interesa construir una “corriente de pensamiento” que sirva de referente para la acción social y política. ¿A qué ha querido hacer referencia con esa noción de “corriente de pensamiento”?

Uno de los problemas que encontramos entre los movimientos revolucionarios que han luchado en el pasado por lograr cambios estructurales en la sociedad y construir la justicia social, es el relacionado con la Unidad. Esa unidad, por lo general, se ha construido alrededor de los Programas Políticos, que, a su vez, están sustentados en “ideologías políticas”. La práctica ha demostrado, desde los tiempos de Marx, que mientras se está en la oposición y en la lucha por “acceder al Poder”, la dirigencia se mantiene unificada pero que una vez, se accede a niveles o espacios de gobierno, los partidos y movimientos se dividen en varios bandos.

Significa que la “unidad” no era tan cierta, o era muy débil. Lo estamos viendo ahora en Colombia con las fuerzas de las guerrillas de las Farc que se desmovilizaron en 2016. Hoy se han dividido en más de cinco (5) fracciones. Y lo mismo ha sucedido con los procesos de izquierda y progresistas de América Latina que –vía electoral- han llegado a administrar lo que denomino como “Estado heredado”.

Es claro que esa situación corresponde a que los partidos y movimientos políticos no sólo representan intereses diversos de las diferentes clases y sectores de clase, sino que los mismos integrantes de esas clases y sectores de clase tienen orígenes e historias diferentes. Por otro lado, han surgido nuevos procesos de lucha relacionados con temas de identidad (género, etnia, cultura, edad, etc.), diversas visiones de futuro, y, además, la diversidad que surge en la relación entre conocimiento y realidad, entre error y acierto, entre la práctica y la teoría, llevan a que el logro de la unidad enfrente nuevos retos. 

En el pasado se quiso resolver ese problema por medio de lo que se llamaba el “centralismo democrático”, que era el eje organizativo de los partidos comunistas. Hoy pareciera que se requieren nuevas formas de actuar de cara a la sociedad y a las bases sociales, con métodos más flexibles y participativos, en donde las ideas más avanzadas y más acertadas se abran camino en la lucha política, ideológica y cultural, a fin de que mediante diversas formas de democracia (directa, representativa, deliberativa, ilustrada, plebiscitaria, etc.) sea la sociedad en su conjunto la que decida los caminos y suertes por jugar. Los proyectos conducidos por “minorías iluminadas” y por “actos insurreccionales” hasta ahora nos han llevado a un callejón sin salida y, por ello, se hace necesario inventar otras formas de acción política, en donde la unidad surja del debate en medio de la práctica social, y en esa apuesta una “corriente de pensamiento” puede ser un instrumento ideal.  

16. ¿Quiere añadir algo más?

No, por ahora dejaría allí.