viernes, 30 de agosto de 2019

De la “revolución” a la inmolación



De la “revolución” a la inmolación

Popayán, 30 de agosto de 2019

“Cuando algo va mal,
podemos dar fe de nuestra devoción a la causa,
asumiendo con prontitud la responsabilidad por el fracaso,
salvando con ello la pureza del propio proyecto revolucionario.”
S. Zizek

Ayer, 29 de agosto de 2019, Iván Márquez, Jesús Santrich y otros comandantes de las FARC, relanzaron la lucha armada en Colombia mediante un video donde anuncian esa decisión. Su manifiesto es creíble si se tiene en cuenta la historia de lucha de los principales comandantes que participaron de ese acto.

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Cuando algo va mal… (es porque la oligarquía y el imperio no cumplieron pero, se olvida que el pueblo tampoco se movilizó en apoyo a su proyecto);

… podemos dar fe de nuestra devoción a la causa… (causa que es hacerle la revolución al desvalido e ignorante pueblo);

… asumiendo con prontitud la responsabilidad por el fracaso… (Iván Márquez había dicho que no debían haber entregado las armas y se hizo “responsable” de ello);

… salvando con ello la pureza del propio proyecto revolucionario (ahora se entra en la fase del sacrificio, de la inmolación, que ya había anunciado Santrich desde la cárcel).

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Sabíamos que la oligarquía y el imperio no iban a cumplir, el problema es que existió entre la dirigencia fariana la ilusión de que si lo harían (esa ingenuidad es muy difícil de reconocer y explicar).

Sabíamos que la mayoría del pueblo los rechazaba, no solo por el trabajo ideológico de sus enemigos, sino por los graves crímenes cometidos en la fase de la degradación de la guerra (es muy difícil reconocer con seriedad la causa de esa degradación, porque implica –allí sí– asumir una responsabilidad concreta, no tanto por los crímenes en sí mismos, sino por los errores de tipo estratégico cometidos en ese proceso que son la causa de la “instrumentalización” imperial y oligárquica).

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Es una experiencia de la cual debemos aprender todos. Hay una especie de “devoción” en toda esta historia. Sigue la lógica del “pecado original”: es mejor que yo sea completamente culpable antes de que la “causa revolucionaria” (la entrega total, el sacrificio, la inmolación, el suicidio) sea puesta en entredicho. “Prefiero morir a reconocer que estaba equivocado, no tanto en la meta (la justicia social) sino en la forma en que luché por ella”.  

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Por ello, se oculta la verdadera causa de la derrota. No es otra que asumir la “revolución” como si fuera la tarea de unos pocos “héroes” (salvadores supremos), o sea, con la concepción “cristiana” y religiosa que es la que predomina en el ELN desde su fundación y en casi toda la “izquierda revolucionaria” de América Latina.

El problema tampoco es resuelto por los otros dirigentes de las FARC, que se suman a la lucha electoral y legal sin la más mínima crítica a su comportamiento anterior, que fue impulsar la lucha armada de unos pocos, sin construir base social permanente. Esa lucha armada fue “instrumentalizada” por el imperio y la oligarquía y, hasta ahora, no se conoce un balance crítico  de ese proceso por parte de sus protagonistas.

Y la misma actitud de “liberadores supremos”, predomina en casi todos los dirigentes de izquierda, progresistas y demócratas, que creen que con “hacerse elegir” y llegar a la administración del Estado, van a resolverle los problemas al pueblo.

Y por allí seguimos… cambiando de camiseta y de rótulo, pero en las mismas de siempre.


miércoles, 28 de agosto de 2019

¿Podremos derrotar a corruptos y guerreristas en las elecciones de octubre de 2019?


¿Podremos derrotar a corruptos y guerreristas en las elecciones de octubre de 2019?

Popayán, 28 de agosto de 2019

No acostumbro a analizar la política electoral de nuestro país o del mundo citando con nombre propio a los protagonistas individuales. Creo que esas figuras o personas son un resultado de la acción de las fuerzas sociales profundas, que expresan diferentes y antagónicos intereses de clases y/o identidades históricas de tipo político, nacional, étnico, de género, edad y cultura.  

No obstante, dadas las circunstancias previas a las elecciones para elegir autoridades regionales y locales, especialmente, las que se viven en torno a la elección para la Alcaldía de Bogotá, es necesario mencionar los nombres propios de los actores políticos más relevantes, por cuanto se han convertido en un factor importante a resaltar. La actitud individual, a veces, es definitiva.

Por la forma como se dieron las elecciones presidenciales de 2018 y por la manera como ha “gobernado” o desgobernado Duque, pensé –con cierta ingenuidad– que las fuerzas que siempre he identificado en el campo de la democracia, se iban a unificar para derrotar contundentemente al “uribismo” y neutralizar las tendencias autoritarias que juegan dentro del gobierno.  

Identifico como fuerzas de la democracia a aquellas que luchan por construir un ambiente institucional que nos permita resolver los grandes y graves conflictos acumulados por siglos, apelando a la confrontación pacífica de las ideas y sin recurrir al ventajismo (corrupción). Es decir, sin armas y sin trampas. Y, ello no implica negar los antagonismos históricos que debemos resolver por vías democráticas, uniendo a las mayorías y sin necesidad de exterminar al contrario.

Dentro de esas fuerzas ubico a quienes hacen parte del Polo Democrático Alternativo, Alianza Verde, Colombia Humana, Compromiso Ciudadano, MAIS, UP, sectores liberales independientes y otros grupos que participan en lo electoral. En el caso de FARC, a pesar de los esfuerzos hechos por sus principales dirigentes, hay muchos “grises” en su entorno.

El principal factor que identifico como obstáculo para conseguir ese avance democrático es el comportamiento “infantil” de Gustavo Petro, líder de la llamada Colombia Humana, que se cree dueño de los votos de las personas que lo apoyaron en la importante (y que, parecía “histórica”) jornada electoral de junio de 2018. El triunfalismo se le subió a la cabeza y no lo deja pensar.

Además, y en relación con ese factor, no ha existido un esfuerzo sostenido durante este año por construir un proyecto democrático y progresista, que fuera garantía para construir convergencias o alianzas políticas en los departamentos y municipios, basadas en programas construidos colectivamente y en formas transparentes y requisitos éticos para escoger a los candidatos (as).

Ese proceso democrático- progresista contaba con óptimas circunstancias para aglutinar a fuerzas de “izquierda” y democráticas populares. Los objetivos planteados por Petro en la campaña electoral, que se pueden sintetizar en la lucha por democracia, paz, cambio del modelo de desarrollo, defensa del medio ambiente, educación y salud públicas, eran un gran punto de apoyo.

No se trataba, de crear un nuevo partido o de acabar con los existentes, pero sí de construir un proceso político, juntar a las fuerzas que se convirtieron en la base organizada de la campaña de Petro, que provenían de diversas tendencias y grupos que eran proclives y factibles de acercarse y “articularse”. Unir a lo más cercano para actuar con seriedad frente a los posibles aliados.

Ese espacio democrático-progresista, más o menos unificado, habría sido un buen referente en las elecciones regionales, para “unir a lo más progresista” de este país. Claro, sin renunciar a alianzas con “verdes”, “polistas”, “fajardistas”, “izquierdistas”, y hasta con liberales independientes, aislando al uribismo, al “gavirismo-charista”, al “vargas-llerismo”, al “santismo-corrupto”, etc.

Y de paso, combatir el personalismo, el caudillismo y todos los vicios de la política tradicional que han empezado a treparse de frente al interior de las fuerzas progresistas y de izquierda. 

Claro, todavía hay tiempo para reflexionar y rectificar. Aunque... ¡no mucho!     

jueves, 8 de agosto de 2019

COLOMBIA: NI NACIÓN, NI REPÚBLICA, SOLO UNA SIMPLE COLONIA

COLOMBIA: NI NACIÓN, NI REPÚBLICA, SOLO UNA SIMPLE COLONIA

Popayán, 8 de agosto de 2019

Se celebran en Colombia 200 años de la independencia y la “fundación” de la república. Se hizo la independencia formal de España pero no se constituyó una Nación. Son cosas diferentes que muchos confunden, por ignorancia o conveniencia. Tiempo después, la oligarquía criolla nos entregó al imperio inglés y, después, al norteamericano (1903).

Es cierto que funcionamos como un país, tenemos una economía construida por nuestra gente (así sea subordinada a las potencias) y portamos una particular y compleja identidad (que nos hace “seres especiales”), pero no somos una verdadera Nación. Somos una colonia y el “Caín de América”. Con siete bases militares gringas y gobiernos títeres, no podemos creernos “independientes”. Las derechas oligárquicas, patriarcales, racistas y clericales, nos usan como cabeza de playa en la región. Y la resistencia interna es exterminada a sangre y fuego, a pesar que la oligarquía afirma que tenemos “la democracia más antigua del continente”.    

Para entender por qué hemos llegado a la actual situación, es interesante comprender lo que en verdad ocurrió en el pasado. A principios del siglo XIX, el grueso del pueblo mestizo, de origen indígena, afro y “blanco pobre”, no tenía la más mínima oportunidad de decidir con autonomía sobre la llamada “revolución” de independencia. Estaban sometidos al poder omnipotente de los grandes terratenientes y esclavistas mineros, sin posibilidad de hablar y menos de decidir.

Sólo en muy pocas regiones de la Nueva Granada existían núcleos de pueblos rebeldes que podían decidir su “propio hacer” frente a la guerra que enfrentaba a los llamados “patriotas” con los “realistas”. Eran pueblos indios y negros que no habían sido completamente derrotados y mantenían una relativa autonomía para poder decidir qué partido tomar.

En el suroccidente colombiano, el pueblo Nasa, que era el único que mantenía una relativa autonomía, se dividió. Unos apoyaron a los “patriotas”, otros a los “realistas”. En el Patía, la gran mayoría de negros rebeldes, que tenían una alianza de vieja data con pueblos sindaguas (awas), y en Nariño, la mayoría de los indígenas pastos y quillacingas, se pusieron del lado de los realistas. Conocían a los encomenderos criollos y sabían que eran peores que los administradores del rey. Era natural que desconfiaran de la “independencia”.

Para los actuales “ciudadanos” colombianos y muchos políticos y académicos, influidos por el falso nacionalismo que ha sido utilizado en Colombia para engañar, la actitud “progresista” tenía que ser la “patriótica”. Apoyar el rey de España es considerado una “traición” y es inconcebible que pueblos negros o indígenas pudieran ser “realistas”.

No obstante, si nos colocamos en el “cuero” de esos pueblos, los 200 años de independencia no les ha significado gran cosa. No han podido ampliar o fortalecer su autonomía, y siguen en peligro de ser exterminados o “extintos”. Las leyes que se aprueban en “su favor”, como las que se aprobaron en tiempos de la “república”, se convierten en trampas y retrocesos.

La particularidad y complejidad colombiana (historia muy resumida)

En el territorio que los españoles denominaron la Nueva Granada (actual Colombia), durante la conquista y colonización, se encontraron con la existencia de un pequeño “imperio” muisca, en la altiplanicie cundi-boyacense en el centro de esa región, rodeado de cientos de pueblos indígenas indómitos y rebeldes, en medio de una geografía y naturaleza exuberante y agreste.

Se enfrentaban a tres cordilleras gigantescas; dos océanos (atlántico y pacífico) que nos conectan con Centroamérica, las Antillas y Sudamérica y nos hacen ser un cruce de caminos y migraciones amerindias (y actuales), y a bosques y selvas impenetrables donde los indígenas se refugiaban (y después lo hicieron los “negros cimarrones”).

Poco a poco fueron colonizando el territorio y esclavizando a la población. Esas oligarquías coloniales vivían aisladas en sus ciudades, rodeadas de la resistencia de los indios. En Popayán, se protegieron con sus aliados “yanaconas” traídos de Perú y Ecuador; en Bogotá tenían acuerdos con los indios muiscas mientras los aculturizaban; en Cartagena se hacían proteger por mestizos-negros domesticados, y en Antioquia, los hijos de hombres blancos e indias (mestizos) les servían de protección y mano de obra de haciendas y minas.

En el caso de Antioquia, cuando los mestizos crecieron, fueron expulsados de las haciendas por medio de la “colonización paisa” hacia Caldas, Risaralda, Quindío, y norte del Valle, y de allí hacia más abajo, Tolima, Huila, Caquetá, Putumayo, zonas del Cauca, y los Llanos. No obstante, esos mestizos de origen paisa, se volvieron liberales en su contacto cotidiano con los pueblos pijaos, cuyabros, calimas, nasas y demás, rebeldes por naturaleza. (Es la avanzada más subversiva de nuestro pueblo pero deben controlar el “resentimiento” para conectarse al resto).  

Así continuó la colonización en Colombia, proceso que no ha terminado. Nunca hubo reforma agraria sino que empujaron con la violencia a campesinos y colonos hacia tierras baldías. De tal manera que en Colombia siempre existió una élite de origen español, una gran base de mestizos domesticados (de origen yanacona, muisca y blanco), y una gran cantidad de pueblos indios rebeldes pero desunidos y dispersos, que siempre se enfrentaban con los “capataces”, o sea, con el “colchón de amortiguamiento” que habían construido los criollos para defenderse de los “malos cristianos”, los “bandidos, vagabundos e insurgentes”.

Así, los criollos herederos de los españoles no estaban en capacidad de construir una Nación y menos una república democrática. Para ellos era mejor mantener el control en las diversas regiones e impedir la unión de los pueblos rebeldes que podían influir en sus aliados domesticados, los “indios buenos”, y poner en peligro su hegemonía. Por ello, necesitaban un aliado imperial en caso de una rebelión generalizada como ocurrió con Jorge Eliécer Gaitán. Alguien de antaño decía que “la oligarquía colombiana le teme más al pueblo que al imperio”.  

Conclusión

Seguir haciéndole creer a nuestra gente que en verdad hubo una efectiva independencia y que se fundó una República, es caer en la trampa de los poderosos. Hay que sintonizarse con nuestro pueblo que instintivamente sabe que siempre fue una mentira. Por ello la gente aclama con más exaltación el triunfo de un deportista salido y surgido de sus entrañas, que la supuesta independencia que muy pocos sienten de verdad y que pocos celebran con entusiasmo.

La tarea que tenemos por delante es fundar en serio la Nación y construir la República. No será nada fácil. Para hacerlo no podemos seguir luchando solo contra los “capataces” (Uribes, Santos, etc.), apoyándonos solo en un sector de los pueblos más rebeldes (Nariño, Guajira, alrededores del Volcán del Huila, y Bogotá). Nos toca diseñar una estrategia envolvente, paciente, inteligente, sin “vivezas” y sin “saltos al vacío” (supuestas “constituyentes”, etc.), que solo conducen a más guerras fratricidas y a desgastes innecesarios.

Hay que romper con la repetición compulsiva que nos conduce a una constante trágica: a) alzamiento rebelde; b) acuerdo de paz; c) falsa constitución; y d) nueva guerra.

Es lo que ocurrió con algunas guerrillas, que se dedicaron a acosar a campesinos ricos y medios en muchas regiones, sin apuntarle a los lacayos mayores y al imperio, generando la base social de lo que hoy es el “uribismo”. Eso no podemos repetirlo. Hoy está apareciendo una juventud que marca la pauta, que quiere cambios concretos en la vida real y no solo en las leyes (que siempre se quedan en el papel). 

Esa juventud no quiere más de lo mismo, así se vista de “nuevo” y "progresista".
   
E-mail: ferdorado@gmail.com