miércoles, 29 de agosto de 2018

¿CUÁNDO SE PERDIÓ LA MEMORIA Y EL RUMBO ESTRATÉGICO?


¿Cuándo se perdió la memoria y el rumbo estratégico?

Popayán, 29 de agosto de 2018

En Colombia recién se abre la posibilidad de debatir sobre la experiencia ocurrida con las Farc. De acuerdo a nuestra mirada y versión (que puede estar equivocada pero se debe demostrar su error), esa guerrilla pasó a partir de 1982 (aunque su deterioro venía desde atrás) de ser una representante armada de la auténtica y digna lucha campesina e indígena por la tierra, a convertirse en un cuerpo armado separado de la sociedad. Ese grupo armado, a partir de ese instante, desarrolló una estrategia básicamente militarista que fue –total y absolutamente– instrumentalizada por el imperio y la oligarquía. Esa “guerra” no solo se usó para neutralizar y debilitar las luchas populares y de los trabajadores colombianos sino para que el gran capital despejara y se apropiara de extensas regiones y territorios estratégicos ricos en recursos naturales (minerales, petróleo, gas, biodiversidad, turismo), despojando y desplazando a millones de campesinos, negros, mestizos e indígenas. La economía del narcotráfico fue la principal herramienta de intervención territorial y la guerra “contra-insurgente” su motivo.

Hay quienes fueron parte directa o indirecta de esa tragedia que hoy se niegan a reconocer esa deriva de la obra “insurgente”. Los entiendo. Piensan que cuestionar el papel de las Farc como representantes de las luchas populares es hacerles el juego a los enemigos de la causa transformadora de los pueblos y de los trabajadores pero no se atreven a hacerse preguntas simples y sencillas. ¿Por qué terminaron tan mal? ¿Por qué la mayoría de la sociedad colombiana los rechaza? ¿Por culpa de las clases dominantes y del imperio?

No niego, entonces, que los principales dirigentes y muchos de sus militantes y colaboradores de las Farc fueran luchadores populares bien intencionados y hasta heroicos. No obstante, señalo un momento (¡y vaya momento!) en donde perdieron el rumbo (1982). Y la gente en todo el país lo decía con claridad: “La guerrilla perdió su norte ideológico”. Pero lo más importante para poder avanzar es preguntarnos: ¿Qué tipo de problemas había en su formación política e ideológica que hizo posible que no solo perdieran la memoria sino también el “rumbo estratégico”?

Negar que fueran luchadores populares sería cerrar la puerta para plantearnos el problema ideo-político que es lo fundamental y nos sirve para avanzar en la actualidad.

¿Qué problemas existían en la formación de las guerrillas colombianas cuando llegó ese momento? ¿Qué limitantes políticos existían para que ellos no pudieran detectar que si seguían por el camino que diseñaron en 1982, iban a terminar en lo que ocurrió en 2017? Y claro, es necesario precisar que ese camino no fue escogido en forma aislada de la lucha de clases y de la situación del mundo y del país, ni de la estrategia utilizada por el enemigo, pero la concepción política e ideológica de los principales dirigentes es el aspecto determinante para definir y señalar ese “rumbo”.

Por ello, no es correcto negarse a hacer “recuentos parroquiales” y a detallar las “minucias” de los hechos ocurridos.  Es en la particularidad, en ese "síntoma", en donde precisamente podemos encontrar las respuestas al porqué se perdió el rumbo estratégico; es allí donde encontramos la “generalidad concreta”. Y eso solo se puede detectar “desde adentro” de la lucha de clases, participando en las luchas cotidianas de nuestro pueblo, no solo las luchas armadas y beligerantes, ni solo las electorales o las filosóficas, sino en “sus luchas”. Claro, ello nunca se podrá hacer desde un “Olimpo”.     

Toda esta reflexión y sus conclusiones (que siempre serán parciales y aproximadas), deben ponerse al servicio del movimiento real. El principal problema en nuestra formación ideo-política está presente (y mucho) en los movimientos, organizaciones y dirigentes actuales, independiente de si han renunciado (por táctica o por convicción) a algunas formas y métodos de lucha.

Uno de los componentes del problema ideo-político puede ser definido como la presencia (oculta, camuflada, negada y reprimida) de un núcleo religioso (cristiano) que está en la base filosófica de nuestra pretendida conquista de la “justicia social”. Esa meta es concebida –fruto de esa concepción cristiana– como un reemplazo ideal de la “justicia divina” y para poder lograrla siempre se requiere de los “intermediarios” entre ese núcleo divino y el pueblo, o sea, los liberadores, los héroes, los que se sacrifican, lo mártires, muchas veces con vocación suicida.

Y no es un problema sólo de los “materialistas dialécticos” colombianos o latinoamericanos. No, es un grave problema presente en gran medida en las luchas libertarias de casi todos los pueblos que han heredado los enfoques religiosos que se han camuflado de “filosofía materialista-dialéctica” y que, por falta de estudio y de debate abierto y sincero, no nos atrevemos a cuestionar. Y no solo ocurre en las culturas “occidentales” y/o “judeo-cristianas” sino también en las culturas “orientales” y en las llamadas “ancestrales”.

En muchos casos el “dios” todopoderoso y sapiente” es reemplazado por el “partido”, el “marxismo”, el mismo “pueblo”, o en otros, por la “madre tierra” o la “pacha-mama”, en donde el ser humano queda sometido a castigos y destinos sobre los cuales no tiene el más mínimo control. Por ello, por cuanto no hemos logrado superar muchos de esos valores heredados, la mayoría de nuestros líderes revolucionarios (muchas veces en contra de su voluntad pero también con su aceptación) terminaron pareciéndose a los “dioses”, “cristos”, “zares” y “reyes” que queríamos derrocar, olvidándose de la sencilla y práctica formulación de Marx: “La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”.

Claro, es un problema que debe ser plena y ampliamente expuesto y profundizado para que la juventud que hoy toma el bando pueda en verdad superar esa dificultad y debilidad ideológica que, siempre estará por allí, camuflada de “jorobadito” que controla desde atrás la “máquina” que resuelve todos nuestros problemas[1].

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado


[1] Benjamin, Walter (1940) Tesis de la filosofía de la historia. Tesis 1.

miércoles, 22 de agosto de 2018

SUPERAR EL SÍNDROME DEL “TÍTERE” Y DEL “TRAIDOR”


SUPERAR EL SÍNDROME DEL “TÍTERE” Y DEL “TRAIDOR”
Popayán, 22 de agosto de 2018
“Ocurre a menudo que las esperanzas revolucionarias de las masas se realizan bajo formas reaccionarias”. A. Ciliga
“Hay más verdad en la máscara que llevamos, en el juego que jugamos, la ficción que obedecemos y seguimos, que en lo que se esconde bajo la máscara”. S. Zizek
En Colombia hizo carrera la idea de que Duque es un “títere”. Se basó en que Uribe lo “señaló” como pupilo. “El que dijo Uribe” era la frase usada para promover o descalificar su aspiración. Creativas caricaturas y virales “memes” ridiculizaban la capacidad del candidato. Como recurso electoral podría ser válido pero asumirlo como verdad es un error. Hoy Duque hace dudar a muchos con sus actuaciones como primer mandatario. Unos se ilusionan con una “traición” al estilo Santos y otros hacen fuerza por que el “titiritero” encarne en Duque.
Intentaremos demostrar que es una idea equivocada. Es el resultado de desconocer la historia y los intereses de clase que son el sustento de las actuaciones de las personas y su expresión política. Está en la base conceptual que sirvió para creer y afirmar que “Santos es igual a Uribe” o que “Santos traicionó a Uribe”. Es fruto de la práctica de no captar las diferencias o de hacerlas ver más grandes de lo que son, que es algo propio de la visión lineal y ahistórica.   
El origen y la evolución del “uribismo”
Hemos explicado en anteriores artículos que Uribe es resultado de la reacción de una parte de la población colombiana frente a los desafueros de las guerrillas contra campesinos ricos y medios en diversas regiones de Colombia en los años 80s y 90s del siglo pasado (XX). Es un fenómeno socio-político y cultural difícil de entender y aceptar por muchas personas y sectores políticos. Nada tiene que ver con la auténtica y digna lucha campesina por la tierra.
Uribe como ser político se hizo dentro de la clase política tradicional, fue alumno aventajado de dirigentes, ideólogos y personalidades liberales. Y como ser social, era parte de una familia de clase media que por las circunstancias de la vida terminó involucrada con las mafias narcotraficantes antioqueñas que tenían sueños de ser grandes hacendados.
El “uribismo” como corriente política intenta representar los intereses de sectores sociales que se colocaron como meta principal la derrota de las Farc pero, también, desplazar del poder del Estado a la llamada “oligarquía bogotana” que –según ellos– por incapacidad o cobardía habían permitido el crecimiento y poder de las guerrillas. Esos sectores eran los empresarios paisas; los campesinos ricos y medios de todo el país; y las familias católicas de Colombia.
Así, el “uribismo” logró integrar varias corrientes ideológicas que desde 1994 constituyeron un proyecto político de largo plazo. Ellas son: el chovinismo-nacionalista paisa, anti-comunista por esencia; el más radical izquierdismo anti-soviético y anti-fariano colombiano; el clericalismo católico del siglo XVIII; y los teóricos del “Estado comunitario”.
En su dinámica político-militar el “uribismo” consiguió unificar a diferentes fuerzas políticas de las regiones, tanto tradicionales como de movimientos cívicos y políticos emergentes que surgieron al calor de la lucha contra-insurgente que construyó verdaderos ejércitos para-militares con el apoyo de sectores oficiales (estatales e imperiales) y despojó de sus tierras y desplazó de territorios a millones de campesinos, indígenas, negros y mestizos.
Ese proyecto político-militar se apropió durante más de 20 años de importantes áreas del territorio colombiano y logró cooptar el aparato del Estado durante las últimas dos (2) décadas, logrando en cabeza de Uribe llegar a la presidencia de la república (2002) y controlar importantes sectores del Estado (ejército, congreso, cortes judiciales, órganos de control, fiscalía, etc.), y penetrar también en algunos sectores productivos vinculados al sector agrario.
En el proceso de derrotar políticamente a las Farc y debilitarlas militarmente, Uribe hizo múltiples alianzas y concesiones a la “oligarquía bogotana” que decía combatir y a otros sectores políticos que no eran parte de su proyecto inicial. En esa dinámica se convirtió en ficha subordinada del imperio estadounidense y fue utilizado para atacar el proyecto bolivariano de Chávez y de otros gobiernos “progresistas” o de izquierda de países vecinos, acusándolos de ser colaboradores de las Farc. Ha sido un “cachorro” con dinámica propia.
El declive del uribismo  
En medio de su “delirio autoritario” Uribe intentó una tercera elección que se iba a convertir en reelección indefinida, hecho que fue desautorizado por el gobierno estadounidense. Desde ese instante su proyecto político inició un paulatino declive. Los enfrentamientos e interferencias ilegales al funcionamiento de la Corte Suprema de Justicia y otros desmanes y crímenes cometidos desde y durante su gobierno lo fueron desgastando en el ámbito institucional e internacional. Los dueños de los bancos y grandes negocios se asustaron.
En la elección presidencial de 2010 no pudo elegir un sucesor de confianza y la clase hegemónica, la Gran Oligarquía Financiera Global en su capítulo colombiano, o sea, los Slim, Sarmiento Angulo, Ardila Lulle, Gilinski, Santodomingo, etc., impusieron la sucesión con Juan Manuel Santos para continuar la tarea de Uribe y desmontar el conflicto armado con las guerrillas para garantizar un nuevo ambiente de “paz” para las inversiones globalistas.
Una vez Santos inicia su gobierno, Uribe es desplazado del partido de la “U” fundado en alianza con los sectores más descompuestos de los partidos tradicionales. En 2012 organiza el “Frente contra el Terrorismo” y en 2013  creó el partido “Centro Democrático” con sus más cercanos colaboradores, disidentes conservadores y algunos miembros del M19 para participar en las elecciones de 2014. Desde 2012 se había declarado en oposición al gobierno de Santos cuestionando diversas políticas pero mantenía niveles claves de influencia dentro del ejército y algunas instancias del gobierno aprovechándose de las vacilaciones de Santos.
Durante los siguientes años las relaciones entre Uribe y Santos se hicieron más difíciles y controversiales. Altos funcionarios del gobierno de Uribe fueron enjuiciados, unos huyeron y otros fueron apresados, avanzó el proceso de paz con las Farc, las relaciones con los gobiernos de Venezuela, Ecuador y otros países se restablecieron y tranquilizaron, Colombia entró a ser parte de Unasur y la Alac, y Uribe terminó siendo la cabeza de la oposición.
Uribe obtuvo una importante votación para su partido en 2014 y fue elegido senador. Logró constituir una disciplinada bancada parlamentaria bajo su férreo mando y lideró una obcecada oposición a Santos. Su obsesión ha sido garantizar su impunidad frente al peligro de ser enjuiciado por los numerosos crímenes que se cometieron desde cuando fue Gobernador del departamento de Antioquia y en sus dos períodos como presidente de Colombia.
Uribe es consciente que de no contar con la fuerza política que construyó en este período y si no fuera portador de valiosa información que compromete a la casi totalidad de los estamentos del poder político y económico que se involucraron en la guerra contra-insurgente, incluyendo empresas extranjeras y agencias del gobierno de los EE.UU., ya hubiera sido sacado del escenario político y entregado a la justicia. Él lo sabe y mucha gente también.
Por ello, en la coyuntura de las elecciones de 2018, para Uribe era fundamental derrotar a las fuerzas políticas que realmente habían re-elegido a Santos en 2014, o sea, a los sectores democráticos de las clases medias que desde 2010 (Mockus) levantaron la lucha contra la corrupción y a los sectores democráticos de izquierda y progresistas que impulsaban la paz. De ello dependía su tranquilidad y la de muchos de sus cómplices y colaboradores.
¿Por qué ganó el “candidato de Uribe”?
Esas fuerzas democráticas que fueron fundamentales para la elección de Santos en 2014 para sostener y continuar el proceso de paz, nunca entendieron que debían mantener una actitud autónoma e independiente (deslindada) tanto del gobierno como de las Farc, para presionar con eficacia la solución negociada del conflicto armado, constituirse en la fuerza política para consolidar la paz, impedir el incumplimiento de los acuerdos y el regreso del “uribismo”.
Al no entenderlo, entregaron su fuerza electoral a Santos sin contraprestación alguna, permitieron su demagogia y politiquería con la paz, y facilitaron el trabajo político de  Uribe. Buena parte de las importantes luchas populares y movilizaciones sociales, entre ellas el paro cafetero y agrario de 2013, fue canalizado por el “uribismo” fortaleciendo su presencia en sectores de la población que fueron esenciales en la coyuntura política de 2018.
Además, las Farc en su embriaguez triunfalista de la “conquista de la paz”, desconociendo el rechazo generalizado que existía entre amplios sectores de la población, le ayudaron –torpe e ingenuamente– a Uribe y todos los sectores comprometidos con los crímenes de la guerra contra-insurgente, a posicionar la idea de que Santos le estaba entregando el país a las Farc y a una izquierda que iba a aplicar el tenebroso paquete “castro-chavista” en Colombia.
A pesar de todas esas torpezas, las fuerzas democráticas avanzaron en lo electoral pero no pudieron evitar que “el que dijo Uribe” fuera elegido presidente. Tres factores contribuyeron con ese avance: 1) El impacto de los escándalos de corrupción y la acción política que aprovechó esa circunstancia; 2) Los errores cometidos por los dirigentes de las Farc en su proceso de hacer política legal que ratificaron ante la opinión pública que no tenían respaldo popular y no constituían mayor peligro, y 3) Que los candidatos democráticos (Petro, Fajardo y De la Calle) se alejaron de cualquier compromiso con ese nuevo partido.
No obstante, Uribe entendió que al desaparecer la “amenaza castro-chavista” encarnada en las Farc, no podía ganar las elecciones con un candidato de su entraña. Por ello, desde septiembre de 2017 postuló a Duque como su candidato sacrificando a Oscar Iván Zuluaga y a otros copartidarios. Una vez Duque es escogido por el CD en un ejercicio de encuestas, organiza una coalición con conservadores (Pastrana-Martha Lucía) y otros sectores de la extrema derecha (ex-procurador Ordóñez) para realizar una consulta inter-partidista el 11 de marzo que se planteó como un plebiscito contra Petro, a quien señalaba como el sucesor de las Farc.  
Entre el 11 de marzo y el 27 de mayo los demócratas colombianos reviven la “patria boba”. Fajardo, el candidato del “centro” (Coalición Colombia) confronta a Petro con el discurso uribista permitiéndole a Duque que continuara ganando terreno con un discurso conciliador y “centrista”. Y Petro se concentró en atacar a Uribe acusando a Duque de ser su “títere” confirmando y reforzando su talante de izquierda “vengativa”. Uno de sus acompañantes anunciaba públicamente que su principal meta era “meter preso a Uribe”.
Uribe logra acuerdos con toda la casta política y con la oligarquía financiera para apoyar a Duque en la última fase de la campaña. Petro pasa a segunda vuelta y con las fuerzas democráticas que lo apoyan (un sector verde y polista) intenta presentar a Uribe como la gran amenaza para la democracia. No lo consigue; una parte de las fuerzas democráticas (fajardistas) apostaron por “lo malo conocido” (Uribe) frente a “lo bueno por conocer” (Petro) e inclinaron la balanza por Duque.
Después de las elecciones se quiere hacer creer que Duque ha moderado su posición frente a los acuerdos de paz o la reforma de la justicia por supuestas presiones del FMI. Esa actitud infantil menosprecia lo logrado por las fuerzas democráticas que nadie puede desconocer. Hay algo de esa actitud en la refrendación de la consulta anti-corrupción del próximo 26 de agosto, que “de hecho” las fuerzas democráticas ya votaron y ganaron en la primera vuelta (27-M). A veces no vemos “lo real” por estar pendientes de “lo formal” y, como en el plebiscito de la paz, nos desgastamos.   
La coyuntura actual
Para avanzar en el análisis de la coyuntura actual que tiene que ver con la caracterización del gobierno y la actitud de los demócratas (alternativos, progresistas e izquierdas) frente a la nueva situación, se presentan en forma resumida unas conclusiones y algunos otros elementos que se deben considerar para entender las particularidades del momento, no solo en el marco nacional sino regional (latinoamericano) y global. Veamos:
a)  El acuerdo hecho por Uribe con la casta política tradicional tiene como único objetivo detener el avance de las fuerzas democráticas y del proyecto político que lidera Petro.
b)  Para Uribe lo principal es garantizar su impunidad pero no renuncia a su proyecto político. Trata de asegurar lo primero sin olvidar lo segundo. 
c)   Uribe y Duque coinciden en lo fundamental; diseñaron su plan desde el año pasado (2017).
d) A Uribe le sirve que Duque aparente ser “títere” y amague con ser “traidor”. El engaño y negociación requieren de esos papeles y actuaciones.
e)  Uribe ya trabaja en paralelo con el gobierno y sus parlamentarios. Con Duque avanza hacia el “centro” (clases medias) y con la bancada mantiene a Petro tirado a la izquierda.       
f)   Uribe y Duque –por lo visto– “tacan” a dos o tres bandas. Tratarán de perfeccionar lo hecho por Santos profundizando sus políticas a favor del gran capital aunque tendrán que “defender” y “beneficiar” a empresarios y productores medios y pequeños.      
g)   Uribe y Duque inauguran en Colombia una “nueva derecha” que no solo posará de “anti-corrupta” sino que enfrentará de hecho algunas formas “pre-modernas” de hacer política.
h)  Esa “nueva derecha” es un fenómeno mundial (Trump, Putin, otros) y es resultado de la actual crisis de la globalización neoliberal. En Colombia recién asoma la cabeza.
i)  La política de industrialización de nuestras materias primas propuesta por Petro y recogida por Duque, tiene hoy condiciones nuevas de realización en el ámbito internacional.
j) Uribe y Duque tendrán que mantener un equilibrio entre tres sectores que los sustentan: la oligarquía financiera transnacional, la burguesía burocrática y los medianos empresarios y productores. No la tendrán fácil pero todo depende de la capacidad política de las fuerzas democráticas.
k) El gobierno colombiano no está en condiciones de involucrarse en aventuras bélicas frente a la crisis venezolana. Mientras Trump y Putin desactivan la guerra en Siria, en contravía con los intereses de la oligarquía financiera global, no existe la más mínima posibilidad de que se promueva –en el corto plazo– una acción de ese tipo en nuestra región.
l)  La “guerra contra las drogas” y la “nueva guerra post-farc” más degradada que la anterior va a proseguir su dinámica “irregular” mientras los diversos grupos armados ilegales seguirán asesinando “por contrato” a los luchadores sociales.
¿Qué hacer?
En Colombia las fuerzas democráticas siempre han sido cooptadas por la oligarquía y la “izquierda” ha sido utilizada para hacerlo. Pasó con López Pumarejo, López Michelsen y Juan Manuel Santos. Ello por cuanto no se ha luchado con autonomía e independencia. Han existido coyunturas de fraccionamiento de las clases dominantes que por erradas lecturas no fueron aprovechadas. La reforma agraria de Lleras Restrepo (1966) solo fue apoyada y utilizada por liberales progresistas y dirigentes campesinos e indígenas pero el grueso de la izquierda estaba en su proyecto insurreccional y la izquierda legal no supo qué hacer. Igual pasó con Luis Carlos Galán Sarmiento quien enfrentó con valentía a la oligarquía corrupta que se alió con las mafias narcotraficantes pero las izquierdas cortesanas no hicieron nada.
Hace 4 años los demócratas (incluida gran parte de la “izquierda”) se aliaron con Santos para derrotar a Uribe y alcanzar la paz. Se logró el desarme de las Farc pero no se derrotó a Uribe. La práctica demostró que Santos no era igual a Uribe y que Santos no traicionó a Uribe. Fue correcto apoyar a Santos en esa tarea pero no se hizo con la suficiente claridad, fuerza, autonomía e independencia. No se valoraron las fuerzas democráticas que fueron determinantes en la elección de Santos a quien se le entregó ese capital político con base en la idealización de la paz y del proceso. Un inexplicable triunfalismo obnubiló a muchas fuerzas políticas y todo ello se convirtió en un obstáculo que impidió un mayor avance.    
Además de liberarnos de esquemas que no nos dejan avanzar debemos superar las rigideces que nos impiden ser flexibles y eficaces. Estar atentos a los cambios que son presionados “desde abajo”, romper el “cascarón electoral”, superar los “egos” y cálculos electorales que nos dividen e impiden un debate abierto y fraterno. Hay que superar la estrategia puramente electoral de las fuerzas democráticas y volver sobre el movimiento social luchando contra el burocratismo y el “sectorialismo” que ha hecho un daño enorme.
En términos concretos hay que superar el “síndrome del títere y del traidor”. Hay que empujar no solo a Duque y a Uribe sino a todos los sectores que propongan iniciativas o reformas que sean convenientes para la sociedad y el pueblo. Hay que “coger por la palabra” a Duque no solo en temas “cosméticos” (no mermelada, anti-corrupción, respeto a la división de poderes, reforma política, etc.) sino también, y fundamentalmente, en temas gruesos como la industrialización de nuestras materias primas y el cambio de la matriz productiva y energética, impulsando proyectos concretos en las diversas regiones y con los pequeños y medianos productores (cafeteros, paneleros, arroceros, ganaderos, paperos, fruticultores, etc.) que son los más interesados en esa política. Los candidatos a alcaldías y gobernaciones deben recoger esas propuestas y desarrollar verdaderos y coherentes movimientos locales y regionales.
Hoy la fuerza de los sectores democráticos es suficiente para avanzar con consistencia en todas las áreas de la lucha política sin dejar de ser oposición y sin aflojar en la denuncia de quiénes son los que están detrás de la coalición de gobierno, cuáles son sus intereses y hasta donde pueden realmente llegar. Lo contrario es enconcharse con base en la idealización de los votos conseguidos en la reciente coyuntura electoral, ponerse a la defensiva y no entender la extraordinaria vulnerabilidad y precariedad de las fuerzas que sostienen a Duque y a Uribe.
Pero dicha acción exige serenidad, inteligencia y estrategia para dialogar e interactuar con la Nación y no solo con los sectores que ya están con nosotros.
E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado             

sábado, 11 de agosto de 2018

POR UN PROGRAMA MÁXIMO PARA UN DIÁLOGO NACIONAL Y GLOBAL


POR UN PROGRAMA MÁXIMO PARA UN DIÁLOGO NACIONAL Y GLOBAL

Popayán, 11 de agosto de 2018

“Hay que impulsar una Acción Trascendente, recuperando el verdadero espíritu de Miranda, Bolívar, San Martín, O'Higgins, y de Martí, Vasconcelos, Mariátegui, Torrijos, Bateman y tanta gente nuestra”.

Las diversas experiencias de lucha de los pueblos y gobiernos “progresistas” y de izquierda de América Latina y  del mundo durante las últimas 3 décadas demuestran que:

1. Ninguno de los graves problemas que afronta la humanidad a todos los niveles (moral, social, económico, político, ambiental, cultural) pueden ser resueltos por Estados o pueblos por separado; 

2. Esos problemas tienen como base común un modelo de desarrollo irracional que solo se mantiene por políticas forzadas por la Gran Oligarquía Financiera Global GOFG que no tiene control sobre su aparato de poder y máquina burocrática (centros y redes financieras); ese Poder y burocracia –a su vez– no tiene consciencia de la gravedad de la situación porque actúa como un cuerpo extraño a la comunidad humana;

3. Se requiere un nuevo esfuerzo nacional, regional, continental y global para diseñar una estrategia viable para empezar a enfrentar esos problemas con seriedad y consistencia;

4. Todos los pueblos del mundo, sus gobiernos y la diversidad de expresiones sociales y políticas deben ser convocados para evitar un colapso de nuestra civilización que nos puede conducir a agudas crisis económicas y financieras de impacto planetario, a confrontaciones globales de tipo nuclear, a desastres ambientales incontrolados o el agravamiento de fenómenos migratorios como los que ya estamos viviendo.  

La agenda inmediata que los demócratas colombianos deberíamos construir para enfrentar esta situación con una mirada nacional y regional podría abordar los siguientes temas urgentes: 

a) Narcotráfico – Superar la política de prohibición, regular la producción, legalizar el consumo e impulsar el tratamiento sanitario (y preventivo) de los enfermos-adictos para empezar a controlar esa economía criminal y debilitar toda la cadena que la alimenta.

b) Seguridad y delincuencia – Abordar este problema con mirada global.

c) Industrialización e integración regional – Hay una nueva realidad en este terreno fruto de la consciencia de la desindustrialización de “occidente” y la actual crisis de la globalización neoliberal.

d) Cambio climático y energías limpias – Tema con muchos insumos.

e) Democracia y paz nacional y regional – Problemática a la orden del día.

Desarrollar esa agenda significa construir un “Programa Máximo” que se debería trabajar con un espíritu amplio e incluyente, tratando de recoger con sentido práctico lo que mucha gente tiene ya elaborado, lo que sirve de base teórica para todas las actividades concretas de las luchas actuales (formación de dirigentes; organización local, regional, nacional y continental; propuestas y debates parlamentarios; movilizaciones sociales; programas de candidatos locales y departamentales, trabajo de equipos legislativos de los diversos parlamentarios, etc.).

Ese programa debería tener como base una visión “liberal-democrática del siglo XXI” (para diferenciarnos de las posiciones “estatistas” y “socializantes” que limitan la posibilidad de actuar con toda la amplitud necesaria) en el marco de la crisis de la actual globalización neoliberal y la necesidad de construir un polo de desarrollo de la Gran Patria Latinoamericana que se relacione en igualdad de condiciones con los grandes Estados Nacionales que están en “reconstrucción” como son China, Rusia, India, EE.UU., y seguramente una Nueva Europa, África y un Oriente Medio Ampliado, para garantizar la paz mundial y la sobrevivencia de la especie humana.   

Tomar como iniciales y principales aliados a sectores políticos del “centro político” tipo proyecto de AMLO, sin dejarnos matricular en el campo de gobiernos dictatoriales que no tienen ninguna credibilidad ética, y sobre todo, planteárselo a organizaciones sociales con la más amplia cobertura y pluralidad tomando como referentes y posibles aliados a personas de México, Ecuador, Perú, Bolivia, Venezuela y otros países latinoamericanos.

Diseñar una estrategia para realizar este trabajo con una actitud política abierta, construyendo un núcleo intelectual y operativo para programar eventos, foros, seminarios, y producir hechos políticos concretos, además de documentos y materiales de difusión (libros, folletos, videos, etc.).

Existe la gente para hacer todo lo anterior pero se requiere un núcleo de gente cualificada que se proponga la tarea y desencadene la acción y el movimiento real. Sólo hay que proponérselo.

E-mail: ferdorado@gmail.com /Twitter: @ferdorado

miércoles, 8 de agosto de 2018

EL ARTE DE LA TRANSICIÓN


EL ARTE DE LA TRANSICIÓN

Por: Heinz Dieterich Steffan

(Tomado de Aporrea.org)

1. La sonrisa del León

La actual transición de América Latina plantea como cuestión de vida o muerte política la sabiduría del poeta iraquí Al-Mutanabbi, del Siglo X: "Cuando ves los dientes del león, nunca pienses que te sonríe". Esa metáfora proporciona el software para detectar los engaños y traiciones de la política, que son inseparables de la lucha por el poder. Quién no entiende este aspecto de la política, no puede triunfar en ella, porque es el código para la ciencia de las alianzas. Es decir, la metodología que permite distinguir entre coaliciones positivas y negativas, necesarias y posibles, tácticas y estratégicas. Y que nadie se engañe. Para la política (y la guerra), las alianzas son lo que es el agua para el pez: el medio vital de sobrevivencia.

2. Alianzas y Triunfo

El actor que pretende transformar la realidad, por ejemplo, un nuevo presidente-gabinete, que encabeza el subsistema estatal llamado gobierno --llamémosle El Transitor-- tiene que distinguir entre las fuerzas estructurales de la lucha y las fuerzas operativas, so pena de fracasar. Los vectores estructurales para el triunfo se encuentran en el diagnóstico correcto de la correlación de fuerzas que existe entre El Transitor y sus adversarios. Este diagnóstico correcto tiene que abarcar las cuatro formas de poder existentes, el político, el económico, el cultural y el militar.

Los vectores operativos del triunfo, en cambio, se identifican en el reino de lo posible (Bismarck) y se realizan a través de la capacidad de establecer alianzas. Las sinergias de ambos análisis se concretan en el orden de batalla. Este orden proporciona dos tipos de datos claves: a) le informa a todos los participantes de la transición sobre su status quo (situación) en el conflicto, es decir, si se encuentran en una posición defensiva u ofensiva; b) indica el despliegue aconsejable de las fuerzas transitorias para las batallas y momentos decisivos. El actor que logra más y mejores alianzas, vencerá en el enfrentamiento de los proyectos históricos. Él que se aísla, pierde. Por eso, idiotas prepotentes –idiotas en el sentido romano-- como Trump y Maduro, están condenados al fracaso. Lamentablemente para los pueblos, esto no significa que no pueden causar mucho daño antes de caer.

3. Transición bonita y transición realista

La inteligencia (comprensión) de las fauces enemigas es la clave del éxito de la política transicional, porque aconseja dejar atrás las ilusiones de la transición bonita, como aquella del "dividendo de la paz", que se iba a producir con la implosión de la Unión Soviética. Querer realizar transformaciones sólo por medio del convencimiento, del amor, de la pedagogía, del ejemplo del buen pastor o de la empatía con "el otro", significa vivir en un universo paralelo al real existente del planeta azul. Macro transiciones sociales no triunfan porque son bonitas, sino porque son realistas. O acaso ¿la Revolución Inglesa y la Francesa, basadas en los ironsides (caballería) de Cromwell y la guillotina, fueron dotadas de hermosura? Triunfaron, en términos bíblicos, porque aplicaron el verbo y la espada. En lenguaje político del Siglo 21: usaron el software y el hardware (represión) de la hegemonía nacional.

4. Parque Jurásico

La sociedad de clase se desenvuelve sobre dos vectores (dinámicas) principales: los intereses y el poder. Ambos existen en forma objetiva (fáctica) y subjetiva (virtual) y determinan la conectividad entre las cuatro relaciones sociales elementales en las que actúa el ser humano: la economía, la cultura, la política y lo militar. Construyen, en otras palabras, el "tejido social" concreto, sobre el cual se mueven los actores sociales. Desde el punto de vista del poder estratifican toda la sociedad en bloques horizontales y jerárquicas de poder, a los cuales los ciudadanos tienen que integrarse voluntaria- u obligatoriamente. Este es el entorno real a que se enfrenta un nuevo gobierno que pretende mejorar la situación de un país. No es el jardín de Edén, sino el Parque Jurásico, hecho por el cual es igualmente absurdo pedir que resuelva todos sus problemas, que afirmar, que no va a resolver ninguno de ellos.

5. La izquierda Santa Claus

El Transitor que quiere modificar esta configuración del viejo régimen (ancien régime), para cumplir con el programa y el pueblo que le llevó al gobierno, se encuentra con tres centros de gravitación del poder diferentes: bloques, grupos e instituciones de poder, que le son hostiles; otros que le son (todavía) indiferentes y una tercera tendencia que simpatiza con la transición planeada. Esos centros de fuerza son el referente principal para la praxis transformadora del nuevo gobierno de transición, porque tienden a desviar la programática original de cambio hacia la derecha o hacia la izquierda. Mientras los intereses y la presión de las derechas es previsible, la desviación por presión de la izquierda Santa Claus es más difusa. Demandas y demagogias puristas, fundamentalistas, sectaristas, narcisistas, que se infiltran en el análisis objetivo del paralelogramo de fuerzas de los contendientes y los nombramientos del nuevo equipo gubernamental, al igual que la idea de que "ahora tenemos el poder para cambiar todo", cuando los transitores apenas controlan un subsistema débil del poder real --el gobierno frente a la fuerza del Estado y de los poderes fácticos-- llevan al desmoronamiento de la transición. Rechazar esas presiones que, con frecuencia, devienen de la arrogancia intelectual de "la izquierda Santa Claus", de planteamientos confusos de la liberal identity theory (teoría de las identidades) o de la seudo-izquierda criolla, es vital para el triunfo.

6. Newton y las masas

Fuerza es igual a masa por aceleración, así determinaba el genial Isaac Newton --en su Segunda Ley del Movimiento-- el comportamiento de los objetos fuera de equilibrio. En esta situación se encuentra, mutatis mutandis (aproximadamente), un gobierno de transición, porque modifica el estado de inercia del antiguo régimen. Si sustituimos "aceleración" por "concientización" en la ecuación de Newton, podemos decir, que la fuerza de El Transitor para implementar su nuevo proyecto histórico es, esencialmente, una función de la concientización de las masas, porque son el dique de resistencia ante los sabotajes de las fuerzas del status quo ante (antes del triunfo) y del oportunismo y sectarismo político. La elaboración de una convincente narrativa científica-popular del "Nuevo Normal" (new normal) y la formación política de las masas en ella, son, por lo tanto, las variables, que deciden sobre la fuerza y el éxito de los proyectos en pugna. Considerando que ninguna fuerza de transición actual (partidos políticos, sindicatos, universidades etc.) tiene un proyecto de formación educativa en lo político, que merezca el nombre; y que los presidentes socialdemócratas Lula, Kirchner, Correa, Morales y Ortega fallaron abismalmente ante tal tarea, las perspectivas del futuro para la Patria Grande no son alentadoras.

7. Tiempo y confusión

En la lucha entre la antigua ortodoxia y la nueva, entre lo estático y lo dinámica, el tiempo es decisivo. Como recordaba el revolucionario peronista John. W. Cook, en la lucha de ideas no existe la tierra de nadie. Lo que no ocupa una Weltanschauung (visión del mundo), lo ocupa otra. Dentro de la tendencia al caos ideológico, que genera el reacomodo de los elementos del sistema durante la transición, hay mucha confusión acerca de quién representa realmente los intereses objetivos de los segmentos de poder estatales y sociales. La propensión al caos y la posibilidad de equivocación es grande. La historia sobre alianzas políticas equivocadas de la pequeña burguesía (Hitler), grupos populares, clases medias e instituciones, con sectores contrarios al progreso transicional, es abundante. Como, por ejemplo, los campesinos de la Vendée en la Revolución Francesa; la entrega del rebelde del Tahuantinsuyo, Tupac Amaru, por caciques e indígenas nativos a la monarquía española; el desuso de los fondos estatales del Banco Central por la Comuna de Paris y el papel golpista de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) en el golpe militar del 2002.

8. El Dios de la Transición

Ianuarius (Jano), el Dios romano de las puertas, comienzos y transiciones, era bifronte: tenía una cara hermosa y otra terrible. Tal imagen refleja adecuadamente la realidad del Estado. Porque todo Estado es, paralelamente, agente civilizador e instancia opresora. Idealmente, como Estado de derecho, protege al ciudadano común del abuso y de la violencia de los poderosos, usando su legítimo monopolio de poder (armado). Pero, al mismo tiempo, es un órgano de las clases dominantes, cuyos intereses principales impone. Pedir a un gobierno de transición progresista, que bloquee la función de represión clasista del Estado, es legítimo y necesario. Sin embargo, demandar que no use la policía para defender la legalidad y legitimidad de sus medidas transitorias y del orden público, es ilusorio y suicida, porque lo condena a la desestabilización y caída.

9. El líder transicional

El triunfo electoral y la superación de dinámicas caotizadoras post-electorales requiere inevitablemente un centro de poder conductor, que esté en relación dialéctica real con las masas y los bloques de poder. Lo que sucede, cuando por falta de liderazgo no se establece la direccionalidad e integración necesaria de las fuerzas de transformación estatales y sociales en una gobernanza nacional adecuada, lo vemos en Venezuela y, crecientemente, en Argentina, Brasil, Estados Unidos y Nicaragua. La entropía del sistema aumenta y se acerca al punto del colapso vía el magnicidio, el golpe militar, el levantamiento de masas o la intervención externa.

10. Transición y Ciencia

Para decirlo con toda claridad. La ciencia ha demostrado, que la direccionalidad y auto-similaridad a toda escala de los grandes sistemas biológicos y sociales, son precondiciones funcionales imprescindibles para su sobrevivencia y éxito. Lo mismo es válido para los proyectos históricos de los gobiernos de transición y los intereses históricos de los pueblos.
Pero, estando tan lejos de la ciencia y tan cerca de Santa Claus, la Izquierda latinoamericana probablemente no escuchará el mensaje.

México, D. F., 8 de agosto de 2018