miércoles, 31 de diciembre de 2014

BALANCE POLÍTICO DEL AÑO 2014

BALANCE POLÍTICO DEL AÑO 2014
Popayán, 31 de diciembre de 2014
El año 2014 ratificó la presencia de un “movimiento democrático” que existe “de hecho” en la sociedad colombiana. Es un movimiento que va más allá de los partidos, grupos y dirigentes.
La población que apoya a los sectores independientes, alternativos, liberales sociales, socialdemócratas, progresistas y de izquierda, se expresó en forma consistente durante el año que termina. Así lo viene haciendo en los últimos 15 años.
Las primeras manifestaciones de ese proceso se presentaron a principios del siglo XXI con la elección de Lucho Gómez, Guillermo Alfonso Jaramillo, Floro Alberto Tunubalá y Parmenio Cuéllar, en la Guajira, Tolima, Cauca y Nariño, respectivamente.
Después vino la elección de Lucho Garzón, Samuel Moreno y Gustavo Petro en Bogotá. Allí, a pesar de los tremendos errores cometidos, el movimiento democrático siguió buscando y apoyando las iniciativas sociales, progresistas y de izquierda.  
Sin embargo, en los últimos meses de 2013 y primeros meses de 2014 – después del formidable Paro Nacional Cafetero y Agrario – se evidenció la incapacidad de los dirigentes “alternativos” de sintonizarse con el sentir democrático de una buena parte de la sociedad colombiana.
No fueron capaces de generar consensos y acuerdos para presentar una fuerte candidatura de “tercería” a la Presidencia de la República.
La tozudez sectaria de Robledo que se negó a apoyar la legalización jurídico-electoral de las convergencias, la práctica viciada de Navarro concentrada únicamente en acuerdos burocráticos entre personalidades políticas, y la falta de identidad ideológica que rayó en el oportunismo, llevaron a la división y dispersión del campo democrático y a la auto-derrota.
Menos mal que la sabiduría popular y la reserva democrática dieron la mano.
A pesar de las órdenes de dirigentes progresistas y algunos verdes de votar en la primera vuelta presidencial por Santos, el grueso del “movimiento democrático” decidió apoyar la dupla conformada por Clara López y Aída Abella.
Esa fórmula consiguió el respaldo de cerca de 2 millones de votantes y ratificó la existencia de fuerzas nítidamente anti-neoliberales que exigen cambios importantes en la conducción del país.
Sin embargo ese resultado no se puede interpretar como un triunfo contundente. Es, indudablemente la revalidación de que la unidad suma y multiplica votos, pero nada más. No deja de ser una derrota.
Sobre todo cuando en la Nación desde el año anterior (2013) se respiraba un aire de protesta, inconformidad y movilización social activa y beligerante. Ese ambiente tuvo que haberse materializado en importantes resultados en el campo electoral.
El gran derrotado al interior de las fuerzas democráticas fue el senador Robledo, quién había anunciado una debacle en el Polo por unirse con sus anteriores aliados del Partido Comunista y la Unión Patriótica, representados por Aída Abella.
Pero Petro también sufrió su pequeño revés. Se negó a apoyar a Clara y prefirió hacer acuerdos directamente con Santos, muy seguramente para sostenerse en la Alcaldía frente a la arremetida del Procurador.
En la segunda vuelta el “movimiento democrático” vuelve a expresarse con coherencia. A pesar de los llamados del Moir y un sector de los Verdes a votar en blanco, la gran mayoría de las fuerzas democráticas decidieron “votar por Santos contra Uribe”, a favor de la Paz y contra la guerra.
Esa votación significó – así mismo –, que el movimiento democrático les perdonó a Santos y a la guerrilla sus incoherencias oportunistas en el manejo de los diálogos y del proceso de Paz.
Pero el uribismo – aprovechando esos errores – obtuvo un importante respaldo que no se puede minimizar. Está allí, acechando, complotando y esperando su oportunidad.
También existió la expectativa de que el gobierno de Santos profundizara las políticas sociales que inició en su primer gobierno (reparación de víctimas, restitución de tierras a desplazados y otras) e impulsara algunos cambios en su política neoliberal.
El  problema consistió en que los partidos y dirigentes alternativos y de izquierda que ayudaron a elegir a Santos – por complejos moralistas – no exigieron ni forzaron la participación en el gobierno ni sustentaron los cambios correspondientes. Cazaron el tigre y se asustaron con el cuero.  
En el 2015 el “movimiento democrático” no sólo tendrá que seguir respaldando el proceso de Paz, elegir gobiernos locales y regionales que representen las nuevas fuerzas sociales y políticas que emergen desde lo profundo de la sociedad, sino perfilar un escenario nuevo y de transformación democrática hacia el 2018.
No se trata solo de detener al uribismo. La meta tiene que ser ganar la alcaldía de Bogotá con fuerzas claramente independientes, alternativas, liberales sociales, progresistas y de izquierda.
En donde esto no sea posible, en aquellos entes territoriales donde se corra el peligro de que el uribismo pueda ganar, se tendrán que concertar amplias alianzas con base en programas democráticos, sociales y contra la corrupción.
Ojalá los graves errores cometidos durante el 2014 no sean olvidados ni justificados. Deben servir de lección para que en el 2015, el “movimiento democrático” sea interpretado consistentemente por la dirigencia de los grupos y partidos, construyendo unidad y claridad.
Sin embargo, para forzar mayores desarrollos en el campo democrático se necesita ir visualizando el surgimiento de un Nuevo Proyecto Político.
Es necesario que aparezca sangre nueva que utilice métodos realmente democráticos e impulse prácticas incluyentes, ágiles y flexibles. No se trata de oponerse a alguien en particular pero si es urgente dinamizar y canalizar los procesos sociales y políticos que están apareciendo en las ciudades y que requieren nuevas alternativas y propuestas.
Los grupos y partidos alternativos y de izquierda que nacieron en los años 60s y 70s del siglo pasado (XX) sufren la “fatiga del metal”. La corrosión y el envejecimiento los ha debilitado. Son partidos con genes y herencias rurales que ya no dan más. Se precisa un fuerte sacudón y el relevo generacional. ¡El año 2015 es propicio para que la juventud se haga sentir!

sábado, 27 de diciembre de 2014

CRISIS FISCAL Y ECONÓMICA, MOVIMIENTO POPULAR Y NUEVO PROYECTO POLÍTICO

Popayán, 27 de diciembre de 2014 
Algunos analistas y dirigentes de izquierda se hacen ilusiones sobre la posibilidad de que el movimiento popular en Colombia retome su dinámica de lucha y reaccione frente a las medidas que tendrá que tomar el gobierno obligado por la caída de los precios internacionales del petróleo y la crisis evidente de su modelo de reprimarización de la economía basado en la locomotora minero-energética.
Mi tesis es que el movimiento popular ya tensionó sus fuerzas al máximo desde 2008 hasta 2013, pero las organizaciones que hacen parte del "movimiento democrático" no estuvieron en la capacidad de dirigir con acierto esa lucha, no consiguieron canalizarla ni potenciarla para obtener triunfos políticos contundentes. Por el contrario con su actitud economista, oportunista y grupista, ayudaron a derrotar al movimiento popular.
El MOIR, por su lado, entregó el movimiento a los intereses de la burguesía agraria, se quedó en las luchas por subsidios, y contribuyó a derrotar y desestimular a los pequeños y medianos productores; y la izquierda armada o cercana a la armada, por el otro, ayudó a derrotar y desestimular a los pequeños campesinos colonos y jornaleros cocaleros, entregando la lucha a los intereses de los campesinos ricos de las zonas de colonización (nueva burguesía agraria emergente).
Por ello, ante esa incapacidad manifiesta – que nos llevó en el campo electoral a escoger entre lo malo y lo peor (Santos y Zuluaga) – se hace necesario construir un Nuevo Proyecto Político, tomando como base estratégica a un sujeto social y político que ya se viene expresando con fuerza desde la "Ola Verde", los "cacerolazos" de solidaridad con el Paro Nacional Agrario y el apoyo a la Bogotá Humana, que está compuesto principalmente por jóvenes profesionales, tecnólogos y técnicos que el gran capital ha "proletarizado" (trabajadores del conocimiento y la cultura o "cognitariado precariado"), y que será – indudablemente – la base social más dinámica de la lucha por la democracia, la transparencia administrativa y la equidad social en los próximos años.
Ellos serán fundamentales para que el "movimiento democrático" sea gobierno en 2018, apoyándose en las figuras democráticas que ya existen (Gustavo Petro, Jorge Robledo, Sergio Fajardo, Claudia López, Feliciano Valencia, Iván Cepeda, Clara López, Aída Abella, Camilo Romero, Antonio Navarro y demás) pero imprimiéndole un espíritu verdaderamente democrático a nuestras luchas, derrotando el grupismo, el individualismo y el caudillismo, forzando la unidad y estimulando la participación política del pueblo, con métodos pacíficos, civilistas, con autonomía y sin presiones externas, con creatividad, flexibilidad e inteligencia.

Que el 2015 sea el año de avance por ese nuevo camino. ¡Eso esperamos!!! ¡Feliz año!

sábado, 20 de diciembre de 2014

QUE LA GENTE PARTICIPE Y DECIDA

Para los frustrados y escépticos con las prácticas del Polo, Verdes y Progresistas…
QUE PARTICIPE Y DECIDA LA GENTE
Popayán, 20 de diciembre de 2014
Colombia va entrando en una fase de relativo y tibio auge democrático. Varios síntomas así lo señalan. El  proceso de Paz abre expectativas a un ambiente de reconciliación que favorece la participación de la población en la acción política, aunque en sí mismo el proceso no es garantía de avance democrático. El cansancio con la politiquería y la corrupción es generalizado. Hay un rechazo cada vez más creciente a la situación privilegiada de congresistas, magistrados y altos funcionarios del Estado. La crisis del sistema de salud es otro motivo de protesta permanente y la necesidad de generar empleo formal y bien pagado es una demanda reiterada. 
Pero además, surge una coyuntura que parece inesperada pero que se veía venir. Han confluidos dos fenómenos económicos en el mundo que afectan la situación fiscal del gobierno  y la economía colombiana. El incremento de la producción de petróleo basada en el "fracking" por parte de EE.UU. y la caída del crecimiento de la economía china, además del mantenimiento de la recesión en Europa, han provocado el desplome de los precios internacionales del crudo lo que para el gobierno colombiano representa un faltante en el presupuesto nacional aproximado a 19 billones de pesos y disparará el monto de la Deuda Pública de forma exponencial (se calcula que ese costo será del 1% del PIB).
Ese hecho va a obligar de inmediato al gobierno a diseñar y aprobar una reforma tributaria con todas las consecuencias que trae para la población. También intentarán seguir privatizando y vendiendo a Ecopetrol. Van a tratar de presentar dicha situación como efecto exclusivo de factores internacionales tratando de ocultar su responsabilidad política. El aumento y extensión del IVA a nuevos productos, la re-estratificación de la población en las ciudades y otras medidas similares estarán en sus planes. Además los recursos destinados para la fase de “post-acuerdos” – que ya eran limitados – se verán fuertemente afectados. Esa situación golpea además el modelo de re-primarización de la economía que con la locomotora minero-energética la burguesía trans-nacionalizada pretendía obtener grandes ganancias en sociedad con grandes conglomerados capitalistas transnacionales.     
Sin embargo para aprovechar plenamente ese relativo auge democrático y la coyuntura de “crisis fiscal y económica”, se requiere un diseño estratégico de nuevo tipo. Los actuales partidos y movimientos independientes, alternativos, liberales, progresistas y de izquierda que hacen parte del "movimiento democrático" no han logrado interpretarlo plenamente, y por eso, no están en capacidad de liderar una propuesta que en verdad entusiasme a las mayorías ciudadanas. 
Uno de los problemas que tenemos es que los procesos políticos que se reclaman de avanzada y promotores del cambio, continúan reproduciendo las costumbres políticas de los partidos oligárquicos tradicionales. El caudillismo y el gamonalismo hacen carrera en todas las agrupaciones, no hay un serio trabajo de construcción de equipos y niveles de decisión colectivos, las principales determinaciones están monopolizadas por cúpulas burocráticas que cierran los espacios y, el seguidismo al líder o dirigente es la práctica permanente.
Por ello, a pesar de los aciertos en algunos aspectos de la política progresista y de izquierda que no se pueden negar, esas agrupaciones políticas no desarrollan un accionar verdaderamente democrático, no dan ejemplo a la sociedad y como herramienta de transformación dejan mucho que desear.
Por lo tanto – insistimos –, se requiere una iniciativa de nuevo tipo, que sirva de dinamizador, contrapeso, catalizador, “empujador”, desencadenador de nuevas dinámicas, impulsador de una nueva “ola democrática multicolor y poderosa”, que sirva para barrer definitivamente con el clientelismo y politiquería propia de una sociedad “colonial” que se niega a entrar en la modernidad.
Se necesitan dos características fundamentales para que ese nuevo esfuerzo sea exitoso:
1. Desarrollar una práctica efectivamente democrática hacia adentro y hacia afuera.
2. Levantar e impulsar un programa táctico que logre movilizar a las mayorías de la población.
Práctica democrática integral
Necesitamos un movimiento que practique, hacia su interior y en su relacionamiento con la sociedad, un verdadero espíritu y práctica democrática. No es posible construir democracia si no somos capaces de contar con una herramienta cualificada que sirva de modelo y motivación para el conjunto de la población. La democracia se construye con ejemplo.
En Colombia no tenemos una verdadera tradición democrática. Incluso, en las organizaciones sociales el espíritu burocrático y el individualismo se imponen en los procesos de organización y decisión. En algunos casos se promueve la “democracia asamblearia” como la gran solución, pero si no existen instancias organizativas insertadas en la población que “desde abajo” canalicen la participación de las bases sociales, las grandes asambleas son sólo pantomimas y apariencia de democracia.
Un movimiento cualitativamente superior a lo que hemos tenido debe impulsar y construir por lo menos las siguientes prácticas:
- Organizar niveles de decisión “internos” democráticos, basados en el debate fraterno y franco, el estudio y análisis concienzudo de la realidad y en la consulta permanente a la población a través de medios como las redes sociales y los medios de comunicación.
-  Impulsar procesos de organización de la población o interlocutar permanentemente con las existentes a fin de promover una actitud política que relacione lo sectorial (barrial, laboral, agrario, campesino, indígena, de género, etc.) con los problemas locales, regionales, nacionales e internacionales, a fin de combatir el espíritu estrecho que impide que las organizaciones sociales aporten de forma integral en la formulación de políticas públicas.
- Combinar creativa y flexiblemente el papel de los individuos y los equipos de trabajo colectivos con el fin de estimular la iniciativa, con base en lineamientos generales de política, con políticas gruesas que orienten a la militancia y simpatizantes en su accionar permanente con la población.
El programa coyuntural
Ese nuevo proyecto político debe levantar un programa político y de acción para que el “movimiento democrático” sea gobierno en 2018. Están dadas las condiciones para que esa meta sea conseguible. Sin embargo, si no se evalúa la experiencia de 2013 en donde la construcción de la “tercería” fue un fracaso de las prácticas que basaron su accionar – no en la construcción de un programa unificador – sino en los acuerdos entre cúpulas burocráticas de los dirigentes, llegaremos a 2018 divididos y dispersos como ocurrió en las elecciones pasadas. Y entonces, nos veremos obligados – para supuestamente derrotar al “uribismo” – a escoger entre lo malo y lo peor como acaba de ocurrir en 2014.
Se trata de elaborar un programa táctico para ganar la voluntad de las mayorías y derrotar a los políticos corruptos. El programa que empezamos a tener en mente debe contar – entre otras – con las siguientes características:
- Recoger aspectos de la vida de la población muy concretos y movilizadores.
- Temas como la corrupción y la ineficiencia, los privilegios de los políticos, congresistas, magistrados y altos funcionarios del Estado, la defensa de lo público y el medio ambiente, el empleo y la precariedad del trabajo, deben estar entre los principales.
Inicialmente no se debe pretender un programa para resolver totalmente problemas estructurales. Es un programa para acceder al gobierno central (nacional). Ya en el gobierno el “movimiento democrático” deberá impulsar un “proceso constituyente” – de acuerdo a la correlación de fuerzas – para avanzar en la solución de problemas estructurales con base en la combinación creativa entre transformación de la democracia representativa y la construcción y consolidación de democracia directa.
En lo que se debe insistir es en que no podemos pretender superar el capitalismo de un día para otro. Nuestras economías – dependientes, permeadas y dominadas casi totalmente por el gran capital financiero internacional –, sólo podrán ser verdaderamente autónomas en un proceso largo y dispendioso que debe pasar por el fortalecimiento de nuestra base productiva, la industrialización de nuestras materias primas, la apropiación de la comercialización internacional de nuestros productos por medio de grandes empresas “trans-latinoamericanas”, ojalá de tipo comunitario y cooperativo, para disputar la ganancia que se realiza en el mundo desarrollado, y en fin, se requiere un proceso paulatino de acumulación de poder material real, nuevas tecnologías de punta, construcción de seguridad y soberanía alimentaria, recuperación de los medios de información y comunicación, y un proceso de construcción de condiciones materiales, culturales y sociales para poder dar más adelante saltos cualitativos hacia modelos y relaciones de producción post-capitalistas viables y sostenibles.
Lo contrario es pensar con el deseo. Los socialistas deben ser parte del “movimiento democrático”, ser un sector paciente pero visionario, adecuado a la realidad del mundo globalizado, crítico del “socialismo estatista” del siglo XX que basó su accionar en el aparato estatal y no en la iniciativa de los trabajadores y de la población en general. Si así se comportan, podrán influir en el movimiento democrático, entendiéndose con otras corrientes de pensamiento liberal, socialdemócrata, humanista, y otros, sin afanes ni pretensiones hegemonistas que convertirían este experimento en un nuevo fracaso, quitándole su esencia plural y amplia para reducirlo a una nueva secta “esclarecida” pero aislada y sola.
Existen las condiciones para avanzar con ésta nueva experiencia. Cientos de dirigentes jóvenes que participaron del Polo, en la Ola Verde, que empiezan a cuestionarse los límites caudillistas y burocráticos del Progresismo, que están frustrados y escépticos, están a la expectativa y dispuestos a construir colectivamente esta nueva experiencia. ¡Intentémoslo!      

domingo, 7 de diciembre de 2014

PACIENCIA ESTRATÉGICA

Dar forma al “movimiento democrático”…
PACIENCIA ESTRATÉGICA
Popayán, 7 de diciembre de 2014  
En política – como en la vida – si no se hacen bien las cosas, en cualquier momento los errores revientan y se pagan. Si no se construye unidad con base en una fuerte y consistente identidad ideológica, necesariamente se terminará en indecisiones, desgastes, parálisis, y finalmente, la división y la dispersión. No hay posibilidad de hacer trampa. La forma debe estar completamente integrada al contenido. No se puede caminar por desechos para  llegar más rápido o hacer más fácil la tarea. No podemos auto-engañarnos. En cualquier momento salta la liebre. No por mucho madrugar amanece más temprano. 
Es lo que ha pasado con el Polo Democrático Alternativo y se repetirá – invariablemente – con la Alianza Verde. La división manifestada en las pasadas elecciones en ambos partidos es una ratificación de esas verdades de sentido común. Igual circunstancia está viviendo el partido liberal. Los pocos socialdemócratas que quedan en ese partido están migrando hacia nuevos escenarios para no quedar enterrados con sus rancios jefes neoliberales. La renuncia de Alpher Rojas Carvajal, ex-director Nacional del Instituto del Pensamiento Liberal a la militancia en ese partido (http://on.fb.me/1I1fnyc) es parte de ese proceso.
Lo interesante de estos intentos fallidos es que dejan importantes lecciones que estamos aprendiendo. En forma sintética presentamos algunas de ellas:
1.    No son suficientes los pactos o convenios programáticos. Siempre habrá interpretaciones, énfasis, manejos y aplicaciones diferentes de acuerdo a la formación ideológica de las fuerzas y personas que participan de la experiencia política.
2.    No son suficientes los reglamentos y estatutos. Si no existe una fuerte identidad ideológica, esas reglas no servirán para nada.
3.    Se requiere un diseño estratégico unificado. Es necesario construir conjuntamente unos objetivos, metas precisas, fases y procedimientos. Es indispensable un plan concertado. Es el verdadero combustible del proyecto.  
Éste último aspecto ha sido poco trabajado en Colombia. En el PDA se juntaron fuerzas que todavía creen en (o sueñan con) la insurrección civil popular. También se sumaron diversos sectores que – así no lo acepten públicamente –, no han renunciado a la lucha armada. Además, ya estaban en el PDI los que decididamente están por la vía electoral. Es más, al interior de cada uno de esos sectores existen diferencias que no se han aclarado. ¡He allí el detalle!
Por la importancia que este tema tiene para poder constituir en el inmediato futuro un nuevo proyecto político que le de forma al “movimiento democrático” o Partido del Pueblo, que ya existe en el corazón y en la conciencia popular (http://bit.ly/1vN8JGt), intentaremos formular una visión de lo que podría ser ese diseño estratégico, de acuerdo a las experiencias exitosas que están desarrollando los pueblos de América del Sur, y claro, con base en nuestras condiciones particulares.
Historia y diseño estratégico
Después de la caída del bloque socialista en la Europa Oriental, la geopolítica mundial cambió (1989). La lucha armada como herramienta de revolución social y política no tuvo – a partir de ese momento –, razón de ser. El imperio tenía todas las herramientas y fuerza para derrotar esos intentos por medio de la instrumentalización de los conflictos. Así, diseñaron la estrategia de los “conflictos de baja intensidad”, las guerras de 4ª generación y las “guerras sucias”. Así ocurrió en Colombia. Sólo ahora algunos caen en cuenta. Son los tozudos hechos que nos atropellan. La insurrección zapatista lo comprendió muy bien y se transformó oportunamente en un levantamiento simbólico, basado fundamentalmente en la fuerza organizativa de los pueblos indios. Y allí están, tirando del carro de la historia. 
Vienen entonces durante los años 90s del siglo XX y principios del XXI, los levantamientos populares civilistas que respondían a la profunda crisis económica que trajo la aplicación de las políticas neoliberales. El primero fue en 1989 en Venezuela (“El Caracazo”) pero en Colombia se vivía ya ese proceso que era canalizado de alguna manera por los movimientos insurgentes sin conseguir éxitos contundentes. El proceso constituyente impulsado y manipulado por la oligarquía en 1991 fue una respuesta táctica a dicho ascenso de las luchas populares en Colombia.
Es sobre esa oleada de luchas populares como se va diseñando la estrategia popular y democrática para derrotar políticamente a las oligarquías y al imperio utilizando las vías electorales. Chávez inicia ese proceso en Venezuela en 1999, que ha sido continuado por Lula y Dilma en Brasil, los Kirchner en Argentina, Evo en Bolivia, Correa en Ecuador, de alguna manera la Bachelet en Chile y el Frente Amplio (Vásquez-Mujica) en Uruguay.
A pesar de las diferencias que tienen estos procesos fruto de las particularidades de cada país y de los movimientos populares comprometidos – unos más avanzados que otros –, unos con bases rurales, indígenas y campesinas, otros con el apoyo de los trabajadores y sectores urbanos, lo cierto es que el diseño estratégico tiene enormes similitudes de las cuales es válido aprender.
Veamos el caso de Venezuela. Después de salir de la cárcel en 1994 Chávez se dedica a construir el núcleo del Movimiento V República, recogiendo de aquí y de allá, sin colocarse como meta la unificación formal de la izquierda. Ese núcleo diseña la estrategia que no se puso como  objetivo – en lo inmediato – la derrota del imperio y mucho menos una revolución socialista. El objetivo central era derrotar a los partidos tradicionales oligárquicos (Adecos y Copeyanos, AD y COPEI), castigarlos por su descomposición y corrupción. Sólo eso. Y para ello había que juntar a todas las fuerzas democráticas decentes que existían en Venezuela. Luis Miquelena – un liberal decente – era el principal aliado político de Chávez.
En cada país ha ocurrido un proceso similar. En algunos países en donde la correlación de fuerzas lo permitía y exigía, como Venezuela, Ecuador y Bolivia en donde las fuerzas del cambio ya se habían constituido en gobierno, se impulsa la convocatoria de Asambleas Constituyentes para consolidar y profundizar las transformaciones por la vía revolucionaria institucional, no sin ciertas dificultades creadas por las fuerzas contrarrevolucionarias que intentaron asaltar la voluntad popular con golpes de Estado. En los otros países los cambios son paulatinos y lentos, pero allí van, poco a poco, consolidando las fuerzas y los procesos.
Lo interesante es tener claro el objetivo. En Colombia se quiere derrotar los TLCs, hacer la reforma agraria democrática, impulsar un reordenamiento territorial descentralizado, derrotar las políticas neoliberales privatizadoras en educación, salud y servicios públicos y demás reivindicaciones populares, y todo ello se quiere hacer de una vez. Sin estrategia y sin plan. Quien no incluya uno de esos puntos es “un moderado” o peor, “un conciliador”. Y es por ello que no se pone como primer, principal y único objetivo la derrota política de los partidos que representan los intereses de la oligarquía. Ser gobierno debe ser la prioridad, con un programa muy amplio, que enamore a las grandes mayorías de nuestro país, que le apunte ante todo a la corrupción, a la ineficiencia y al clientelismo de los partidos tradicionales y de los “nuevos”, que hacen parte del establecimiento oligárquico.
Por ello hemos fracasado, porque queremos hacer todo de una vez, porque no hemos construido una visión estratégica. Hay que ir paso a paso, con “paciencia estratégica”. Apoyando a Mockus ya habríamos derrotado a los partidos tradicionales y estaríamos ahora  o saliendo de Mockus o haciéndolo avanzar hacia lo social. Pero no, plantear eso era una blasfemia. Chávez sólo enfrentó al imperio después del golpe de Estado de abril de 2002. Correa y Evo avanzaron en su estrategia después de haber derrotado los intentos golpistas de la vengativa oligarquía imperial.
Además, en el caso de Colombia, la oligarquía ha podido identificar a la izquierda con una insurgencia degradada que convirtió a los campesinos medios y ricos en su objetivo militar y económico. Ello les ha dado enormes ventajas hasta el punto de que un proyecto fascista y paramilitar estuvo a punto de apoderarse totalmente del aparato estatal a nombre de la seguridad de los colombianos y como punto de defensa “patriótico” ante la supuesta amenaza “castro-chavista”.
Es por ello que el “movimiento democrático” en Colombia debe sumar las fuerzas políticas y sociales que con toda claridad y transparencia estén decididamente por las vías electorales institucionales y que además su práctica real respalde esa decisión. Y para hacerlo más creíble debe concertar esa estrategia anti-oligárquica con algunas fuerzas del establecimiento burgués que les interese el proyecto. Empresarios cansados de la corrupción, liberales socialdemócratas cansados de neoliberalismo, profesionales de todas las áreas que sufren la precariedad de los empleos y el monopolio de los contratos, científicos e intelectuales inconformes con la mediocridad de nuestros gobernantes, mucha pero mucha gente puede subirse con tranquilidad a ese proyecto de Nación que podría emular la famosa frase de Gaitán: “¡Por la restauración moral de la República!”. Nada más, por ahora.
El año 2015 debe ser utilizado para construir las bases de ese “nuevo movimiento político”. Con 100 líderes y liderezas jóvenes de todo el país, asesorados por una retaguardia intelectual que debe dejarle el protagonismo a la juventud, se podría arrancar a principios de 2016. Ya los veteranos tuvieron su turno y no lo aprovecharon. Los unos, por no ser decididamente anti-neoliberales (Mockus). Los otros por no aceptar la realidad del mundo globalizado (Robledo). Unos más, por no deslindarse de una guerrilla degradada y desprestigiada (Piedad Córdoba, PC y demás). Y todos, por no enviar un mensaje de verdadero sentido democrático, por no leer la necesidad de construir serios movimientos políticos y no empresas electorales con dueño y patrocinador particular.
El programa casi que está a la vista: construir democracia para el ciudadano del común; golpear la corrupción donde es más visible (altos sueldos y primas de los congresistas y magistrados); recuperar lo público sin caer en el estatismo paternalista; defender el medio ambiente sin ninguna clase fundamentalismos ecologistas; impulsar la industrialización de nuestras materias primas y apropiarnos de la comercialización internacional de nuestros productos que está en manos de las grandes transnacionales; recuperar un mínimo de legislación laboral que proteja a millones de trabajadores precarizados en sus condiciones laborales; pero todo en el marco de un mundo capitalista que no vamos a cambiar de un momento para otro.
En el marco de las elecciones locales y regionales se puede construir este proceso. En esa dinámica hay que impulsar las más amplias coaliciones para derrotar a la casta política tradicional – incluyendo el uribismo –, y a la vez ir juntando esa dirigencia joven que está frustrada dentro de los actuales proyectos políticos. Desgraciadamente, lo que podríamos considerar como lo más avanzado del “movimiento democrático” – el “progresismo-petrista” que está al frente de la administración distrital de Bogotá –, también tiene graves falencias y vicios caudillistas, burocratismo, estrechez de miras, cerramiento grupista y sectario, y ausencia de una verdadera estrategia colectiva. Petro es el caudillo y sus áulicos cierran todos los espacios como lo están comprobando una serie de activistas sociales y culturales de Bogotá.

Combinar el conocimiento y la experiencia reflexiva de veteranos dirigentes e intelectuales con la creatividad y el entusiasmo juvenil, deberá ser la fórmula que durante el año 2015 nos permita y facilite la creación de un gran equipo de jóvenes políticos que dinamicen la vida política del país a partir de 2016. Si nos lo proponemos, lo lograremos.