viernes, 30 de noviembre de 2018

¿PAZ O PACIFICACIÓN? NO IMPORTA, EL PUEBLO AVANZA


¿PAZ O PACIFICACIÓN? NO IMPORTA, EL PUEBLO AVANZA

Popayán, 29 de noviembre de 2018

Se cumplen dos (2) años de la firma final de los acuerdos entre los dirigentes de las Farc y el gobierno de Juan Manuel Santos. Se elaboran y publican diversos balances del “proceso” en cuanto a cumplimiento y avance de los diferentes compromisos adquiridos por las partes firmantes y se reflexiona sobre el impacto de ese hecho para la sociedad colombiana.

Para algunos es algo histórico mientras para otros es una farsa. Para unos fue una decisión soberana del gobierno colombiano y para otros fue una imposición del gran capital global. Calificar ese suceso es tan difícil que hasta los mismos dirigentes de la guerrilla están divididos frente a la interpretación de los hechos anteriores y subsiguientes a la firma.

“Cada quien califica la fiesta según como le haya ido” reza el dicho popular. Lo que queda en nuestro imaginario es que se desmovilizó y desarmó a una parte de la “guerrillerada” fariana pero las causas de la existencia de grupos armados ilegales siguen vivas y vigentes. El narcotráfico está allí y muy poca gente realmente está interesada en acabarlo.

Se vaticinaba que al desaparecer las Farc como actor político armado se iba a terminar la estigmatización y persecución de los dirigentes sociales acusados de ser colaboradores de la guerrilla. No ocurrió así. Lo real es que, empezando por Petro, candidato presidencial y hoy senador, el acoso, cacería y asesinato de líderes de oposición continúa con saña y rencor.

Al contrario, la muerte física y virtual acecha a los dirigentes de la oposición democrática, mucho más ahora que las fuerzas políticas del establecimiento oligárquico se encuentran a la defensiva ante las aparición de múltiples pruebas que los comprometen a todos con la corrupción sistémica y los muestran como lo que realmente son: mandaderos y sirvientes de los grandes potentados capitalistas.

Duque y Uribe en el gobierno lograron entender que la concertación de la “paz” con las Farc era una de las condiciones para que la llamada “comunidad internacional”, entre ella la OCDE, admitiera a Colombia en ese “foro económico” que es una especie de “para-Estado global”. Así, la decisión del gobierno colombiano no era totalmente soberana y autónoma.

Ahora, en las evaluaciones y reflexiones que nos interesa hacer pensando en el futuro se puede apreciar que la dirigencia de las Farc era consciente de esa realidad global y nacional y, por ello, aceptaron la imposición de las llamadas “líneas rojas”, o sea, la condición de que la negociación y los acuerdos no afectarían la esencia del sistema económico ni la estructura del régimen político vigente.

Aceptaron esas condiciones creyendo que el proceso de paz desencadenaría un movimiento social capaz de romper las limitaciones impuestas por el gobierno. Pero, los comandantes farianos calcularon mal. No se generó ese gran movimiento y la casta dominante logró su objetivo con un costo mínimo. Es la misma ilusión que tiene el Eln sin que exista razón alguna para pensar que su proceso vaya a ser diferente al de las Farc. 

Es evidente que el conjunto de la población aspira a la paz pero muy poca gente estaba dispuesta a movilizarse al lado de las Farc para obtener las metas que esa organización pretendía lograr. Es más, la mayoría de sus “conquistas formales” (acuerdos firmados) no están –como lo ha demostrado la vida– apoyadas por un gran movimiento social y político.

La oligarquía global jugó a tres bandas y jugó bien. Santos convencía a las Farc con expertos negociadores, algunos conscientes de su papel de comodines y otros convencidos que el Estado cumpliría. Uribe jugaba desde el campo contrario para servir de contrapeso. Y la “comunidad internacional” presionaba desde afuera –como lo sigue haciendo– para posar de pacifistas y democráticos cuando en realidad solo les interesan las condiciones de inversión que requieren sus empresas. Todos ellos sabían cuál era el objetivo y el negocio.   

Pero el topo sigue cavando y avanzando. Es indudable que ha sido muy positivo para nuestro pueblo que el fantasma de una guerrilla comunista triunfante haya desaparecido del imaginario colectivo. Por tanto, la evaluación no debe girar alrededor de la falsa creencia de que las armas eran la herramienta ideal para obligar al gobierno a cumplir los acuerdos firmados. No, por allí no es el asunto. La lucha armada guerrillera había sido instrumentalizada por el gran capital y dentro de esa lógica no había ninguna salida.

El terreno para el protagonismo de la sociedad está despejado. Las fuerzas sociales que requieren el verdadero cambio vienen reaccionando. Colombia por fin se encamina hacia una verdadera democratización, no como resultado de la negociación con las clases dominantes sino por efecto del avance consciente de amplios sectores populares que van entendiendo que solo la fuerza de su organización y movilización es la única garantía para construir una verdadera y efectiva justicia social.

Hay que aprender de lo ocurrido en los países de Sudamérica con los gobiernos progresistas. Ya no se trata solo de elegir un gobierno o presidente para administrar el Estado de la burguesía financiera. Sin renunciar a dicha tarea (ojalá corrigiendo muchas cosas) tenemos que apropiarnos de la calle y, paralelamente, construir “desde abajo” formas creativas de auto-gobiernos y de organizaciones sociales que implementen con absoluta autonomía nuevas formas de gestión económica y cultural de los recursos que tenemos en nuestras manos y que por falta de claridad cedemos de manera insulsa al capital financiero.

El “proceso de paz” debe ser evaluado desde “afuera” sin encerrarnos en su dinámica burocrática y aislada. Debemos estar atentos a lo que ocurre en la sociedad en su conjunto teniendo en cuenta que sin proponérselo la oligarquía ayudó a despejar el horizonte y los resultados están a la vista: el pueblo avanza y las castas dominantes retroceden. Eso es lo importante.  

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

lunes, 19 de noviembre de 2018

DUQUE O LA GRAN ESTAFA PRESIDENCIAL


Sobre la imagen negativa del gobierno Duque

DUQUE O LA GRAN ESTAFA PRESIDENCIAL

Popayán, 20 de noviembre de 2018

Se me pregunta cómo explico la caída vertical de la imagen del presidente Duque en la opinión pública colombiana. A 100 días de posesionado en el cargo diversas encuestadoras han medido el grado de aceptación de su gobierno y el resultado es bastante negativo.

Debo responder que no hay caída. Las encuestas dan entre el 27 y 33% de aprobación y Duque fue elegido con un 28,5% del potencial electoral. Lo que habría que explicar es por qué en estos tres meses de gobierno no ha logrado construir mayor credibilidad entre la población.  

Ya en anteriores artículos hemos planteado por qué el gobierno de Duque es y será “cínico e impotente” (https://bit.ly/2DMIwn1). La forma como se hizo elegir es su mayor contrasentido: con el programa de la oposición democrática y el apoyo total de las castas dominantes corruptas.

La tarea del presidente era reconocer la precariedad de su triunfo e iniciar un proceso consistente de presentación de su política para construir credibilidad. Pero no puede hacerlo; por ello, intenta construir la ficción de querer gobernar sin corrupción rodeado por los mismos corruptos.

En fin, no se le puede pedir peras al olmo; los corruptos y clientelistas de siete suelas no pueden aprobar ninguna reforma democrática en política-electoral, justicia o política social. Y si lo hicieran, serían leyes aprobadas formalmente para desconocerlas desde el poder real.  

Duque llamó a un pacto nacional después de haber nombrado a uribistas y tecnócratas gremiales en su gabinete ministerial. Pero, ni el mismo se creía el cuento y, por ello, nadie le hizo caso. Como era un llamado engañoso rápidamente olvidó y archivó su propuesta de consenso nacional.  

Fue un “cañazo” que desgraciadamente ningún político de oposición tomó con seriedad. Si lo hubiera hecho, el desgaste de Duque sería mayor. Claudia López lo hizo parcialmente sobre el tema de la corrupción y, como era de esperarse, ni Duque ni los partidos que lo apoyaron han cumplido la palabra empeñada. Es una de las causas del balance negativo de su gestión.

Tal parece que el “pacto” iba dirigido hacia su propio partido (CD) que antes de la posesión ya estaba dividido: unos, la ultra-derecha que quiere guerra abierta con Venezuela para justificar la destrucción de los acuerdos de paz y la aplicación del paquete impuesto por la OCDE[1]; otros, los que quieren “mermelada”, y unos más,  que juegan a ser la “nueva derecha” sin mayor decisión.

Cada grupo tiene sus representantes: el pícaro de Invercolsa y el presidente del Congreso encabezan el primero; los políticos clientelistas que se corrieron hacia el CD son los del 2º grupo; y Duque y Carrasquilla lideran a los “nuevos” tecnócratas neoliberales que improvisan en todo.

Por supuesto, ahora están más divididos e inconformes que antes; piden en forma simultánea, beligerante y desordenada “mano dura” contra los estudiantes y las protestas sociales, no apoyan el IVA a la canasta básica por temor a un estallido popular, y exigen mayor liderazgo a Duque.

Todos añoran el talante de su “jefe natural” (Uribe); saben que éste logró –por ahora– negociar su impunidad, que fue el principal motivo por el cual escogió a Duque, pero son conscientes (a regañadientes) que solo con un joven “embaucador” y “moderado”, podrían asegurar el triunfo.

Lo que se les ha venido encima a los políticos del establecimiento corrupto no tiene nombre. Y no pueden hacer nada para evitarlo. Ya en el gobierno no podían atacar a Santos porque gran parte de sus apoyos provenían del mismo costal como lo comprueba el “affaire” Pizano-Fiscal-Odebrecht. Están obligados a presentar al Congreso el paquete de reformas tributarias para quedar bien con sus verdaderos patrocinadores de la OCDE. Y así no logren mayores resultados se quedan con el desprestigio de querer “clavar” con más impuestos al pueblo y a las clases medias y de intentar bajarles tributos a los ricos. En fin, se quedan con el pecado y sin el género.

Duque y toda la clase política tradicional es víctima de sus contradicciones. Darío Arismendi, prestigioso periodista de Caracol Radio, recién premiado en España y aleccionado por sus jefes del Grupo Prisa, se atreve a exigir la renuncia del Fiscal General y además, cuestiona a Duque por su endeble personalidad y su falta de liderazgo. Todo “en defensa de la institucionalidad” (https://bit.ly/2Kh18Mw). Es un síntoma del desespero que se apodera de los círculos del poder.

En Colombia se profundiza la quiebra moral y política de la casta dominante; hace rato los grandes empresarios bajaron la guardia y aceptaron cínicamente su propia corrupción. La degeneración de la oligarquía colombiana que se enriqueció con las economías criminales es absoluta y no la pueden tapar. Además, con Uribe ya quemaron la “carta Bolsonaro”.

Es la hora de los demócratas pero para aprovechar el momento hay que aprender de los errores propios y de los cometidos por progresistas e izquierdas latinoamericanas. Juego y balón están en nuestra cancha y, por eso, hay que afinar estrategias y puntería.  

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado



[1] La OCDE exige como mínimo una draconiana política tributaria para ajustar la situación fiscal del Estado.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

LOS "BOLSONAROS" EN COLOMBIA ESTÁN A LA DEFENSIVA



LOS "BOLSONAROS" EN COLOMBIA ESTÁN A LA DEFENSIVA
Popayán, 14 de noviembre de 2018

Lo que acontece en Colombia es de una dimensión y una complejidad asombrosa que para ser comprendida hay que acudir al espíritu del realismo mágico y al estudio de lo no-evidente, a fin de desentrañar la oscura cadena de hechos, intereses y actores, identificar conexiones y desconexiones, heterogeneidades y multiplicidades, significados y significantes, y poder así captar el movimiento real que fluye en los límites e intersticios de nuestra sociedad.   

El último suceso tiene que ver con el entramado de corrupción de Odebrecht que compromete al Fiscal General. El ingrediente explosivo es la desaparición súbita e inesperada del testigo clave de la investigación, el envenenamiento de uno de sus hijos, el extraño accidente en Chile de la fiscal del caso que la tiene al borde de la muerte, y la difusión en medios de comunicación de pruebas póstumas que confirman las denuncias de periodistas y políticos de oposición.   

Hechos puntuales sobre el “caso Odebrecht” y el Fiscal General

-  El caso de corrupción de Odebrecht compromete en Colombia a los ex-presidentes Uribe y Santos, al actual presidente Duque, a varios candidatos presidenciales de períodos precedentes (Santos, Zuluaga, Duque), al poderoso potentado empresarial Luis Carlos Sarmiento Angulo (Grupo Aval y Corficolombiana), y a muchos funcionarios, intermediarios y políticos corruptos.

-  Néstor Humberto Martínez Neira fue elegido Fiscal General de la Nación hace 2 años. Además de haber sido ministro del interior y de justicia de gobiernos anteriores fue ministro de la presidencia en el último período de Santos, y asesor jurídico de empresarios colombianos y extranjeros, entre ellos el Grupo Aval, que está comprometido en el caso Odebrecht.

-  Fue un nombramiento hecho a dedo. Esa decisión política es camuflada en Colombia con la elección en la Corte Suprema de Justicia de una terna presentada por el presidente de la República. Martínez Neira que contó con el apoyo de todos los partidos políticos del establecimiento oligárquico y de los gremios empresariales.

-  Jorge Robledo y Claudia López, senadores del Polo Democrático y Alianza Verde, cuestionaron esa designación. A la cabeza de sus partidos y de amplios sectores de opinión denunciaron por conflicto de intereses al Fiscal General y solicitaron con vehemencia su marginación de la investigación por corrupción de Odebrecht y el nombramiento por parte de la Corte Suprema de Justicia de un Fiscal Ad-hoc independiente de la Fiscalía para garantizar imparcialidad y transparencia en esa acción judicial. En su momento, no lograron mayor resultado.

-  Hasta la fecha esa investigación ha comprometido a funcionarios y políticos de segundo nivel o rango, y a diferencia de lo ocurrido en otros países de América Latina en donde presidentes, altos funcionarios del Estado y grandes empresarios han terminado en la cárcel, en Colombia esa investigación no avanza y se ha visto entorpecida por los mismos funcionarios judiciales.

-  Jorge Enrique Pizano (qepd), auditor del consorcio creado por Corficolombiana y Odebrecht en Colombia identificó desde 2013 actuaciones sospechosas que violaban la normatividad y la ética profesional; en 2015 presentó indicios y pruebas a Néstor Humberto Martínez, por entonces asesor jurídico del Grupo Aval, para que la empresa iniciara una investigación interna. Pocos días después Martínez Neira fue elegido Fiscal General de la Nación y, en vez de profundizar la investigación, acorraló al denunciante y obstaculizó el avance de la misma.    

-  Las declaraciones concedidas por Jorge Enrique Pizano y los audios de entrevistas con Néstor Humberto Martínez entregados al Canal 1 de TV, y a otros periodistas, que fueron difundidas parcialmente en forma póstuma el pasado 12 de noviembre por voluntad del denunciante, sacaron a relucir un entramado criminal de altos quilates donde el Fiscal General es protagonista pero hay otros comprometidos con mayor y gran poder. De acuerdo a lo conocido, Pizano creía que su vida estaba en peligro y autorizó a los comunicadores a hacer público su contenido si algo ocurría contra su integridad. Para agravar los hechos, su hijo Alejandro murió envenenado tres días después del deceso de su progenitor cuando consumió un líquido que estaba en el escritorio de su padre. Todo apunta a que Pizano no murió de un ataque cardiaco como inicialmente se dijo sino que fue asesinado. Las aguas turbias se agitan pero ocultan la verdad.

1ª conclusión: El actual Fiscal General fue nombrado por Santos, Uribe, Sarmiento Angulo y todas las mafias que nos gobiernan para proteger sus negocios y encubrir grandes crímenes.

La evolución de la política colombiana y los intereses en juego

Colombia es el único país de Latinoamérica donde las fuerzas democráticas desarrollaron una amplia lucha contra la corrupción político-administrativa, involucrando a la ciudadanía en actividades de denuncia, recolección de firmas, consulta popular, iniciativas legislativas contra la actividad corruptora y vigilancia activa de hechos punibles que comprometen a funcionarios del poder ejecutivo, legislativo, judicial y contratistas privados. En los demás países la lucha contra la corrupción se usó por las clases dominantes para contrarrestar a las fuerzas del cambio como ocurrió con los procesos contra Lula (Brasil), Cristina Kirchner (Argentina) y Correa (Ecuador), aprovechando debilidades ideológicas y graves errores cometidos en su gestión de gobierno.  

Tales acciones anti-corrupción incidieron positivamente en la pasada campaña electoral y consiguieron que hasta los partidos políticos tradicionales, incluyendo a su candidato Iván Duque, hoy presidente en ejercicio, se comprometieran a impulsar en el Congreso los 7 puntos de la consulta anti-corrupción respaldada por 12 millones de personas. Además, ese espíritu de ética pública ha obligado al gobierno a desechar –así sea en apariencia– el uso de canonjías (“mermelada”) para obtener el apoyo político de los congresistas para sus iniciativas legislativas.

No obstante, la casta dominante colombiana ha intentado arrebatar la iniciativa de la lucha contra la corrupción a la oposición. Para eso nombraron al Fiscal Martínez y al Procurador Carrillo. Santos en medio de las afujías del “proceso de paz” logró ese consenso en el seno del establecimiento oficial. Esos altos funcionarios tienen la función de legitimar la institucionalidad en crisis. Para tal fin el Fiscal lanzó una especie de “justicia mediática” usando una serie de casos judiciales (cartel de la “Toga”, supuestos testaferros de las Farc, etc.) para tapar asuntos gruesos que comprometen a sus multimillonarios patrones. Igual, intentan debilitar la jurisdicción especial de paz (JEP) en favor de intereses de políticos, empresarios y militares que quieren enterrar la verdad que está en el trasfondo del conflicto armado.

Para entender la situación actual hay que retrotraerse a lo ocurrido en la campaña electoral. Todo estaba a favor de que un candidato de los partidos democráticos “anti-corruptos” (Polo-Verde-Compromiso Ciudadano-Colombia Humana) fuera electo. Sin embargo, algunas incoherencias y desaciertos de sus candidatos facilitaron a las derechas corruptas el triunfo electoral de su aspirante (Duque) que posó de “anti-corrupto” y se comprometió a “no hacer trizas” los acuerdos con las FARC. Es en ese contexto que Uribe diseñó su estrategia para negociar desde el gobierno su impunidad frente a las investigaciones que le respiraban en la nuca. Una vez posesionado Duque, el ex–presidente forcejeó con la Corte Suprema de Justicia y consiguió que su caso de manipulación de testigos pasara a manos de una magistrada formada en las filas del ejército. Es un hecho a tener en cuenta.

2ª conclusión: Uribe usa a Duque porque era la única carta para lograr el gobierno y garantizar su impunidad y la de sus cómplices. No obstante, la coalición de gobierno es débil e incoherente.  

El gobierno Duque y su impotente demagogia

Iván Duque heredó del gobierno Santos la aceptación de Colombia en la OCDE que acaba de ser sancionada por el Congreso colombiano como si fuera una decisión soberana y autónoma. Esa coalición económica de poderosos Estados que representan a la oligarquía financiera global está interesada en invertir grandes capitales en nuestro país e impone condiciones básicas y mínimas para asegurar sus objetivos. Entre ellas está la continuidad del proceso de paz y la adecuación de la normatividad tributaria, fiscal y salarial a fin de garantizar la obtención de pingües ganancias de los negocios proyectados. Es un compromiso que Uribe y Duque conocían de antemano.

Solo teniendo en cuenta esa circunstancia se pueden entender los actos de este gobierno. Ellos son conscientes que si no hubiera sido por la aureola de miedo que generaban las FARC, Petro los habría derrotado en las elecciones como lo hizo AMLO en México. Pero no tienen claro el panorama ni la estrategia a seguir. Están obligados a mantener el proceso de paz pero lo que realmente les preocupa es cómo aplicar el paquete neoliberal impuesto por la oligarquía financiera global sin generar un estallido popular. Saben que si no fuera por los recursos que irriga la industria del narcotráfico en la economía legal, la conflictividad social pondría en jaque su institucionalidad, y por ello tienen que jugar con mucho tacto y demagogia para engañar.

Por ello juegan al reformismo en el Congreso para distraer a la opinión pública. Miden el aceite con la llamada “ley de financiamiento” para subir impuestos a las clases medias y bajar tributos a los ricos como lo ordenó la OCDE, pero son conscientes del limitado margen de maniobra que tienen. Además, Duque no tiene el talante para lidiar con los graves problemas represados y heredados de administraciones anteriores, y ellos lo saben. Él es un pobre reflejo de la forma como ganó las elecciones, usando el miedo y las mentiras para llegar sin tener claro cómo van a sobreaguar una situación económica y fiscal que los obligará a recortar el gasto social porque son incapaces de afectar a los poderes financieros y mafias de todo tipo, que son sus patrocinadores.

El fenómeno que se avizora en el próximo futuro es la quiebra interna del uribismo (como ya se observa) y la desbandada general de políticos corruptos que buscarán camuflarse de demócratas y hasta de “izquierdistas” para tratar de mantener su control en los gobiernos locales y regionales. La movilización social iniciada por el paro nacional universitario y el rechazo popular a las intenciones de gravar con IVA la canasta familiar (comida), son solo antecedentes de las movilizaciones que vendrán: contra el alza de los precios de los combustibles, la persecución de la economía informal (Sanandresitos y ventas ambulantes), y los incrementos en impuestos prediales y recortes de los subsidios a los servicios públicos que inevitablemente el gobierno aplicará para balancear sus gastos. Además de los incumplimientos a cocaleros y a otros sectores sociales involucrados en el posconflicto o que tienen acuerdos incumplidos.

Las fuerzas democráticas y los movimientos sociales tendrán que unificar fuerzas y enfoques para ponerse a la cabeza de la movilización social de cara a las elecciones regionales y locales. La lucha contra la corrupción debe profundizarse y algunos aspectos programáticos que se convirtieron en ejes de la pasada campaña electoral tendrán que aterrizarse frente a la realidad de municipios y departamentos. Se trata de impulsar un salto cualitativo de las fuerzas políticas del cambio, la defensa de la vida y la esperanza de un mundo mejor. En Colombia como en México las fuerzas democráticas pueden pasar a la ofensiva pero deberán tener cuidado frente a temas difíciles que pueden ser explotados por las derechas ultra-conservadoras si no se manejan con criterio democrático e incluyente (diferencias étnicas, de género, religiosos, inmigrantes, etc.).

3ª conclusiónLos Bolsonaros en Colombia están a la defensiva, solo les interesa su impunidad. Hay que confiar y apoyarse en la gente. La movilización social está a la orden del día.

E-.mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

viernes, 9 de noviembre de 2018

CRISIS DEL ACOMODAMIENTO INSTITUCIONAL (LECCIONES DE LAS DERROTAS)


Lecciones de las derrotas político-electorales de las izquierdas y progresismos en América Latina

CRISIS DEL ACOMODAMIENTO INSTITUCIONAL

Popayán, 9 de noviembre de 2018

Negar las derrotas es torpe e inútil. Hay que reconocerlas, afrontarlas, evaluar y avanzar. Los trabajadores; los pequeños y medianos productores; los campesinos, indígenas y afros; las mujeres y LGTBI; los ambientalistas y ecologistas; los desempleados e “informales”; los estudiantes y jóvenes creadores de cultura popular; los habitantes de barrios marginados; los cíber-subversivos y creadores del software colaborativo; los periodistas y activistas libres y rebeldes de la Web; etc., seguirán luchando porque no pueden hacer más que sobrevivir y resistir.

En esa dinámica aspiramos a que esas luchas no se limiten a negociar pequeñas conquistas, lo que no niega la necesidad de concretar logros y avances parciales. Para hacerlo, las resistencias necesitan construir referentes de mediano y largo plazo: un sueño, una utopía, un camino. Sin una narrativa trascendente se tiende a legitimar el régimen de injusticia e inequidad (dictadura del capital y sociedad patriarcal) y aceptar el sistema imperante como algo eterno e insuperable.

Hay que elaborar propuestas a partir de sopesar los errores conceptuales y prácticos que llevaron a la derrota. Ello contribuye a superar los estados de ánimo negativos que llevan al escepticismo y al pesimismo y/o conducen a esencialismos sectarios y aislacionistas. Hay que avizorar caminos de transformación de nuestra praxis alimentándonos con apertura mental de las experiencias fallidas. En este texto se recogen sugerentes aportes de analistas que han publicado escritos sobre el momento que viven las izquierdas y los progresismos de América Latina.

1. La renuncia a la lucha por la transformación estructural de la sociedad
A partir de la década de los años 80s del siglo XX se impuso el pragmatismo y el electoralismo. Eso no se puede negar y tiene sus razones. El agotamiento en la mayoría de países de la vía insurreccional armada impulsó a las izquierdas y a los incipientes progresismos (armados y desarmados) al ejercicio electoral e institucional sin debatir a fondo ese viraje. La dinámica de las ONGs se apoderó de la mayoría de las organizaciones sociales y se entró en la órbita de los proyectos y de la “focalización de necesidades”. Esa situación influyó en los partidos políticos de izquierda y progresistas que frente a la ola de privatizaciones neoliberales redujeron sus expectativas a la “resistencia” y, ante el fracaso estratégico de los “socialismos estatistas del siglo XX”, colocaron en primer lugar las “conquistas concretas” (en lo material, legal, económico) frente a los cambios estructurales que fueron calificados como “ilusiones ortodoxas”[1].

La ofensiva neoliberal y la reestructuración “post-fordista” trajo la desindustrialización de los países latinoamericanos y el movimiento obrero fue debilitado al máximo. La lucha por servicios públicos, salud, educación y vivienda (gratuitas o subsidiadas) se colocó al frente pero sin proponer un nuevo modelo de desarrollo y/o una estrategia viable para construir autonomía económica. Además, esas iniciativas, propias del Estado de Bienestar diseñado por las burguesías europeas para enfrentar los desafíos que representó en su momento el “socialismo estatista” de la URSS –como lo demostró la vida– no eran viables y sostenibles a mediano plazo ya que solo se pueden financiar en épocas de bonanza económica o en países que tienen un alto estándar de vida porque explotan a los trabajadores de las colonias y expolian las riquezas de países dependientes. En el ejercicio de sus gobiernos las izquierdas y progresismos lo comprobaron en carne propia[2].

El pragmatismo que empezó a predominar rechazaba la teoría y el debate ideo-filosófico. Por ello, tampoco fuimos capaces de diferenciarnos del “socialismo del siglo XX” que con su deriva autoritaria construyó sociedades cerradas y sin futuro mientras sus esfuerzos desarrollistas no lograron romper con la hegemonía capitalista y, por tanto, se convirtieron en formas sui generis de acumulación de capital. Ese capitalismo de Estado (“socialismo”) al ser desmantelado dio origen a una burguesía emergente de origen burocrático, tan salvaje y agresiva como la de los países capitalistas tradicionales. Esa incapacidad teórica llevó a la mayor parte de las izquierdas a renunciar a las banderas de lucha estructural (“anticapitalista” o “postcapitalista”) creyendo –ingenuamente– que nuestros contradictores nos iban a “perdonar” el pasado comunista o no nos atacarían como “comunistas disfrazados”. Y hoy, todavía no tenemos claro ese “nuevo camino”.

En anterior artículo afirmamos que el progresismo y las izquierdas latinoamericanas no se dieron cuenta en qué momento y de qué manera se “institucionalizaron” o fueron domesticadas por el sistema colonial-capitalista dominante. Es un hecho que debe ser reconocido si queremos corregir y avanzar. Claro, hay quienes explican los fracasos recientes solo como errores de tipo coyuntural o por la acción perversa y tramposa del enemigo. Si no se quiere ver, no se ve… ¡el golpe avisa!     

2. Transformación estructural de las izquierdas en América Latina

En concordancia con el punto anterior, o sea, con la creciente influencia de las ONGs en las organizaciones sociales, la dinámica electoral pragmatista (y oportunista) que se impuso a partir de los años 80s y 90s, y el debilitamiento (casi desaparición) del movimiento obrero, las izquierdas y progresismos latinoamericanos fueron copados y monopolizados por dirigentes provenientes de las clases medias y, posteriormente, por representantes de las burguesías emergentes surgidas en escenarios urbanos y rurales, legales e ilegales, “estatales” (burocráticos) y privados. La izquierda obrera fue reducida a pequeñas sectas. Es un factor real y constatable.

La práctica y disciplina de los grupos de estudio y de las “células” u “organismos” como centro vital de la vida organizativa de los partidos de izquierda desapareció en poco tiempo. Además, el trabajo teórico no era una actividad fuerte debido al dogmatismo heredado del centralismo y el verticalismo de las izquierdas “estalinistas” y “maoístas”. En ese ambiente, el espíritu pragmático y “combatiente” que ya tenía el terreno avanzado en muchas de las prácticas de la lucha armada, terminaron por “delegarle” el trabajo teórico a reducidos espacios de intelectuales que no lograron tampoco romper su caparazón academicista y teoricista.

Así, los partidos de izquierdas y progresismos fueron convirtiéndose en especies de ONGs y agencias electorales. Supuestamente se preparaban para gobernar para las mayorías pero, a pesar de las buenas intenciones, en la práctica se vieron obligados a servir al capital y a las minorías plutocráticas. Y aunque fue un proceso no voluntario (inconsciente) muchos dirigentes fueron cooptados por el establecimiento dominante y lo hicieron en el momento en que las luchas anti-neoliberales desbordaban el régimen oligárquico e imperial. De esa forma, las izquierdas y progresismos frenados por la mala imagen que dejó el “socialismo estatista” no enfrentaron sus “demonios”. Hoy esos demonios reviven con signo contrario y nos azotan sin freno ni pudor.

3. Instrumentalización de las luchas sociales

A pesar del control que quisieron imponer las ONGs financiadas por organismos imperiales de Europa y EE.UU., los movimientos y organizaciones sociales de los sectores explotados y marginados afectados por las políticas de globalización neoliberal, lograron romper esa influencia y durante esas mismas décadas (años 80 y 90) desencadenaron amplias luchas en torno a la defensa y apropiación del territorio, el rechazo a mega-proyectos minero-energéticos, a los TLCs y a la privatización de servicios y empresas públicas. En algunos casos que son relativamente incipientes o no tan influyentes por el ambiente de pragmatismo predominante, se diseñó una estrategia de mediano plazo para construir autonomía social, política, económica y cultural, que tiene diversos grados de desarrollo en México (zapatistas y otros); en Brasil (MST); en Colombia (sectores indígenas y campesinos); en Chile (pueblos mapuches); y en otros sectores populares de Argentina, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Centroamérica, etc.[3] Allí están y son referentes.

Las izquierdas y progresismos que consiguieron acceder a espacios de gobiernos locales, regionales o nacionales en América Latina, lo hicieron aprovechando el auge y la fuerza de los movimientos sociales. Eso lo reconocen la mayoría de sus dirigentes. Sin embargo, eran movimientos sectoriales que no lograron imponer una relación de retroalimentación con los partidos políticos y gobiernos de izquierda o progresistas, y además, esos partidos tampoco tenían la madurez política para impedir que todo ese proceso terminara en la instrumentalización de las luchas sociales. Hoy, después de años de cooptación institucional de dirigentes sociales o de enfrentamiento abierto de algunos gobiernos con organizaciones sociales, tanto los partidos políticos como el movimiento social de esos países se han debilitado. Este es un aspecto importante en el balance negativo de las experiencias de gobierno progresista y/o de izquierdas[4].

4. La comodidad institucional y las realidades globales del capitalismo actual

Las izquierdas y los progresismos latinoamericanos se dedicaron a “gobernar”. En realidad, por más que no lo quisieran, la inercia los llevó a simplemente “gestionar” el Estado heredado. Sin movimientos sociales autónomos y críticos, los gobernantes se institucionalizaron y hasta han reprimido las reacciones justas y valientes de sectores sociales que trataban de mostrarles que iban por mal camino. El rechazo al “gasolinazo” en Bolivia, la rebelión indígena en Ecuador, las movilizaciones juveniles por transporte gratuito y contra el Mundial de Fútbol en Brasil, y otras manifestaciones populares contra gobiernos de izquierda o progresistas, deberían haber alertado al conjunto de las fuerzas que se plantean cambios sustanciales en la sociedad. Pero ello no ocurrió; la comodidad y el triunfalismo se convirtieron en autismo, ceguera y soberbia.
Mientras tanto se iban acumulando cambios importantes en la sociedad global capitalista. La revolución tecnológica en el campo de la producción (cibernética, computacional, automatismo, bio-tecnología, inteligencia artificial, etc.), la energía (límites ecológicos de los combustibles fósiles y la necesidad de fuentes de energía “limpias”) y las comunicaciones (internet, teléfonos móviles, etc.) operada a finales del siglo XX, ha traído transformaciones en la estructura de la sociedad que deben ser tenidas en cuenta por los movimientos anti-sistémicos.

Así mismo, nuevos temas deben ser abordados para entender las nuevas realidades: la aparición de una oligarquía financiera global que influye en la economía y la política de todos los países trastocando la geopolítica de los bloques imperiales; la financiarización de la economía y el regreso a formas de acumulación por despojo y desposesión como síntomas de la crisis estructural del capitalismo (fuerte tendencia decreciente de la tasa de ganancia del capital); el cambio climático y la crisis ambiental (agotamiento del modelo consumista y extractivista de materias primas); las transformaciones en la estructura y naturaleza de las clases sociales (aparición del precariado y cognitariado); el debilitamiento de la democracia representativa y el fortalecimiento del modelo de acumulación denominado “capitalismo asiático” (“libre mercado” + gobiernos autocráticos); la aparición de economías colaborativas y el “prosumidor”; las luchas anti-patriarcales encabezadas por las mujeres; las masivas e incontrolables migraciones de poblaciones de países de la periferia hacia el centro capitalista; el caótico crecimiento de economías criminales (crisis de valores morales); y muchos otros fenómenos que impactan de una u otra forma sobre la vida de las personas y pueblos, deben ser estudiados por quienes aspiran a que la acción política supere los estrechos límites de la conformidad abyecta.

Soñar sin idealizar

Para la juventud que viene abriendo brecha es muy importante “volver a soñar” pero sin caer en idealizaciones vanas y absurdas que nos vuelven a enredar con estrategias y métodos de lucha que nos aíslan del conjunto de la población y le facilitan las cosas a los estrategas del gran capital. En otros escritos seguramente iremos avanzando sobre las propuestas en desarrollo pero si es fundamental cuidarnos de caer en esencialismos sectarios y aislacionistas.

Lo que hay que reiterar es que la civilización de la economía crematística, de la cual el sistema capitalista es una de sus fases más acabadas y problemáticas, nos ha colocado al borde de la extinción como especie humana, sea por efecto de cataclismos ambientales o por el impacto de una guerra nuclear. Quienes nieguen esa verdad científica no podrán actuar en consecuencia y no estarán a la altura de las tareas fundamentales y cruciales de esta época histórica.

Para promover el debate solo me limitaré a plantear unas preguntas que son a la vez dilemas a resolver:

¿Cómo combinar las miradas de largo aliento con las urgencias del tiempo corto?

¿Cómo ser pragmáticos en la coyuntura sin dejar de luchar por cambios estructurales?

¿Cómo aprovechar los espacios institucionales sin dejarnos cooptar por el sistema imperante?

¿Cómo participar en la lucha electoral sin caer en electoralismos?

¿Cómo combinar la acción “desde abajo” con la acción “desde arriba” sin caer en la instrumentalización de las luchas sociales?  

¿Cómo recuperar las cosmovisiones integrales de pueblos ancestrales sin desechar los enormes avances de las ciencias del siglo XXI?

¿Cómo arañamos el cielo y, a la vez, aramos la tierra? ¿Cómo soñar sin idealizar?

Colofón en elaboración

Para poder actuar nos toca pensar y repensar para construir nuevos paradigmas; estudiar e investigar para conocer la realidad; preparar vanguardias no vanguardistas para coordinar y hacer eficaces las luchas; construir caudillos no caudillistas para crear nuevas formas de democracia y auto-gobiernos; organizar redes organizativas transversales pero orgánicas y funcionales para enfrentar con efectividad los poderes existentes; reorganizar núcleos con intelectuales que se formen y actúen estrechamente con los movimientos sociales; retomar las luchas locales con visión y práctica global. Son infinidad de tareas las que tenemos por delante pero estamos seguros que si desenredamos la pita, habrá miles y miles de activistas dispuestos a empujar y concretar los avances. Lo importante es proponérselo con autonomía y libertad.

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado


[1] Una serie de teorías sobre el Estado y la acción política estuvieron detrás  de ese pragmatismo. El posmodernismo estructuralista y el construccionismo social fueron las principales (Nota del Autor).

[2] El Estado de Bienestar también ha sido parcialmente desmantelado en Europa y países nórdicos, y en la medida en que la crisis de la globalización neoliberal se agudice, y que más países y pueblos dependientes logren construir autonomía e independencia política y económica, ese modelo se hará insostenible. (Nota del Autor).

[3] En estas importantes experiencias múltiples y diversas de construcción de nuevos caminos de “auto-organización”, otras formas de democracia y desarrollo alternativo al capitalismo existe una enorme riqueza conceptual y práctica que en las actuales circunstancias hacen parte de los referentes políticos a tener en cuenta (Nota del Autor).    

[4] Son numerosas las experiencias de instrumentalización y cooptación institucional de los movimientos y organizaciones sociales en toda América Latina. Es un tema no resuelto (Nota del Autor).


sábado, 3 de noviembre de 2018

¿QUÉ HARÁ LA OLIGARQUÍA FINANCIERA GLOBAL CON BOLSONARO?


La necesidad de una estrategia global de los trabajadores y los pueblos en resistencia…

¿QUÉ HARÁ LA OLIGARQUÍA FINANCIERA GLOBAL CON BOLSONARO?

Popayán, 3 de noviembre de 2018

Lo ocurrido en el campo electoral en Brasil y lo que vendrá a continuación, tiene una enorme importancia para los trabajadores y pueblos en resistencia de todo el mundo, pues confirmará las tendencias económicas y políticas que se han avizorado desde hace varias décadas, como es la conformación de una oligarquía financiera global que influye y forcejea de muchas formas en la política local, regional, nacional, sub-continental y mundial en defensa de sus intereses.

Si observamos con cierto detalle, en todos los países del orbe existen expresiones políticas que representan los intereses de esa oligarquía globalizada, que nunca toma abiertamente la bandera de tal o cual agrupación sino que en forma flexible y estratégica interviene antes y después de que ocurran los hechos. Si la derecha extrema logra el poder gubernamental, juega con ella sin ningún pudor; si es la derecha moderada, donde incluimos a la antigua socialdemocracia alineada con el neoliberalismo, también acompaña y apoya; si es el “centro” o los progresistas, presiona desde dentro y fuera para impedir que sus políticas se “extralimiten”; y si es una izquierda reformista o revolucionaria, recurre a presiones directas e indirectas para lograr sus propósitos a través del FMI, BM, centros financieros y consorcios transnacionales y demás poderes globales.        

Desde esa perspectiva creemos que Bolsonaro es un problema para esa burguesía financiera global. Su discurso y acciones pueden despertar reacciones populares efectivamente “radicales” que pueden poner en peligro la “estabilidad” que exige la globalización neoliberal. Por ello, tratarán de moderar al militar golpista brasileño (como ya lo hacen), repitiendo la fórmula aplicada a los gobiernos progresistas y de izquierda para implementar sus políticas en dosis aceptables. Es lo que hicieron en Colombia con Uribe por medio de Santos y Duque, y seguramente, van a tratar de implementar con AMLO en México.

Ya la aplican con Trump en todos los terrenos aunque él, con gestos, tuits y rabietas, intenta mantener la imagen de “niño terrible” de la oligarquía capitalista. Mientras lanza “fuegos artificiales” de supuestas y reales guerras contra China, Rusia e Irán, por debajo de la mesa firma pactos con sus “enemigos” internos y externos para no alterar las reglas mínimas de estabilidad del sistema capitalista global, que es la prioridad y su límite[1]. Todo ese “circo” le conviene a Putín, Xi, Kim, Rohani, Maduro, Ortega, etc., al igual que al mismo Trump para confundir y engatusar a sus propios pueblos.  

Frente a esa política de “acomodamiento” de nada vale que el gobernante progresista o de izquierda se “radicalice” e intente realizar cambios sustanciales (estructurales) que afecten la lógica de reproducción del capital. Incluso, sí existiera un clima insurreccional, si ese proceso se desencadena en un solo país como ocurrió en Rusia o Cuba, tampoco servirá de mucho en el mediano plazo. La experiencia así lo demuestra y confirma. La lección obtenida es que si se derroca a los representantes de la oligarquía y no se cuenta con una economía relativamente independiente y un movimiento social mayoritario dispuesto a aceptar un bloqueo económico por un largo período, ese esfuerzo podría ser ineficaz frente al poder del capital financiero y al grado de dependencia de nuestras economías respecto de los monopolios capitalistas globalizados.

En ese sentido los trabajadores y pueblos en resistencia del mundo entero deberíamos desarrollar una estrategia similar. Así como los capitalistas tienen sus organismos legales e ilegales, económicos, políticos, militares y culturales (religiosos) con carácter “universal”, los sectores oprimidos y explotados deberíamos contar con verdaderas redes globales de coordinación y acción. De alguna manera la red de internet ha facilitado que vaya apareciendo ese “movimiento planetario” y algunas prácticas revolucionarias globales pero –indudablemente– hace falta tener conciencia de esa necesidad y crear todo tipo de redes de apoyo y de presión constante (sobre todos los gobiernos, incluyendo los “nuestros”). Para hacerlo con eficacia se requiere concertar unos mínimos criterios sobre los objetivos a lograr en el corto, mediano y largo plazo.     

Pienso que Evo Morales y García Linera intentan aplicar una “nueva” estrategia, que en gran medida fue la que formuló Lenin con la NEP[2] y sus “correcciones” mientras estuvo vivo, diseñando una forma de convivir con el capitalismo pero trazándose una estrategia de mediano y largo plazo, apoyándose en los trabajadores y en los pequeños y medianos productores, y neutralizar con elasticidad a las burguesías viejas y emergentes, para aprovechar las fisuras que existen y se crean en el sistema capitalista en la actual fase de agotamiento y crisis crónica. Hasta ahora la boliviana es la única experiencia relativamente exitosa en la región y en este período.

No obstante, en Bolivia los gobernantes parecieran tener los mismos problemas que sufrieron los bolcheviques rusos al no lograr un buen grado de comprensión y coordinación con los dirigentes de los movimientos sociales (indígenas, mineros, campesinos, trabajadores estatales, etc.) para que hagan suya esa estrategia y así evitar (o atenuar) los diversos conflictos que llevan a situaciones dañinas: la cooptación y burocratización del movimiento social y/o el distanciamiento y enfrentamiento del gobierno con amplios sectores de las organizaciones populares.   

Para poder impulsar con eficacia y efectividad este tipo de estrategia tenemos que “de-construir” una serie de valores y actitudes que han hecho carrera desde el siglo XIX entre los revolucionarios (liberales, progresistas, anarquistas, socialistas y comunistas), que nos han impedido entender que, una cosa es la revolución política (necesaria y hasta imposible de evitar) y, otra, es el proceso de mutación-evolución de la sociedad en el mediano y largo plazo (paulatino y complejo), que consiste en el paso de un modo de producción a otro (que sería la verdadera transformación social, económica y cultural).

Seguramente se requerirán muchos alzamientos, rebeliones y revoluciones sociales, políticas y culturales para conseguir cambios estructurales en la sociedad pero no podemos olvidar que la generación de nuevas relaciones de producción requiere de transformaciones “materiales” en las formas de producir, que no dependen únicamente de la voluntad o conciencia de las personas sino de la evolución de esas formas de producción que vayan creando las condiciones para pasar de la economía crematística a la colaborativa-recíproca en términos de equivalencia.

Hoy, de acuerdo a lo que observamos en el mundo ya existen manifestaciones de esas “formas de producción postcapitalistas y colaborativas” (Rifkin, Mason) que pueden ser gérmenes incipientes, viables y efectivos de lo que podría ser el primer modo de producción que facilite o esté en la dirección de superar la economía crematística que se basa en el afán de enriquecimiento individual o de grupo[3]. Si es así, hay que empujar con sabiduría en esa dirección.

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado


[1] En el momento en que Trump sobrepase ese límite, la oligarquía financiera global lo saca del gobierno, legal o ilegalmente. Y así lo hacen con cualquier gobernante del mundo, incluidos los que en apariencia no están dentro del bloque imperial de “occidente”. (Nota del Autor).

[2] NEP: Nueva Política Económica trazada y desarrollada por Lenin en 1921, inicialmente como una corrección al “comunismo de guerra” aplicado desde 1918, y después como una política de largo plazo que garantizaba la unidad entre los obreros, los campesinos pobres y medios, y otros sectores sociales no-monopólicos. Después de la muerte de Lenin, dicha política fue saboteada y se implementó una política de industrialización forzada y acelerada que destruyó la unidad entre los sectores populares y priorizó los intereses de la “gran nación rusa”. (Nota del Autor).   

[3] “Crematística”, para Tales de Mileto es el arte de hacerse rico. Según Aristóteles, la acumulación de dinero en sí es una actividad contra natura que deshumaniza a quienes se dedican a ello. (Nota del Autor).