viernes, 30 de septiembre de 2011

“SURFEAR” EN LAS OLAS DEMOCRÁTICAS

Libertad, democracia y responsabilidad social

“SURFEAR” EN LAS OLAS DEMOCRÁTICAS

El tema de las vallas en los estadios en Colombia demuestra cómo la sola libertad genera de inmediato responsabilidad social.

La acción de la humanidad por combinar democracia y libertad está llegando a un momento culminante. Las movilizaciones árabes, de los “indignados” y múltiples manifestaciones en todo el mundo, muestran esa tendencia.

Ese devenir se está haciendo planetario. Está alimentado de juventud. Es ambientalista. Es fuertemente ético. Su fuerza es pacifista. La crisis capitalista lo alimenta y expande.

Ha llegado el momento de hacer cosas grandes, así inicialmente sean locales y personales. Lo principal es que tengan fuerza ética.

Cuando las cosas están aparentemente perdidas es cuando se encuentran más cercanas.

¿Qué es lo que buscamos todos?

Eternizarnos. Unos, transmiten sus genes; otros, hacen obras; unos más, crean ideas. Todos buscamos paz, tranquilidad y realización.

Pero como la sociedad no ha sido capaz de facilitarnos esa condición, el miedo está allí, la muerte nos acosa. Así, vivimos inseguros y ansiosos.

Si supiéramos que somos inmortales, viviríamos felices. ¿Qué nos motivaría?

El hombre en su evolución de animal a ser humano está – en este instante – en un período cercano a convertirse en dueño de su destino.

Ha comprendido muchos fenómenos de la vida física y del pensamiento. Las necesidades materiales de la humanidad pueden ser satisfechas por las fuerzas productivas que ha creado. Sólo nos falta “conquistar la sociedad”.

Pero todavía no hemos ideado un sistema de vida para mantener la disciplina de trabajo sin que exista una fuerza coercitiva que nos imponga un orden.

El hombre todavía le teme a la libertad. Nunca ha tenido autonomía. Está acostumbrado a la dependencia y a la dominación. Cientos de miles de años de control en la manada o de coerción grupal en la familia, le han impedido ser libre y autónomo.

Una “ola democrática y libertaria” recorre el mundo.

Esa ola se manifiesta – por ahora – en marchas, concentraciones, que parecen protestas. Pero en lo esencial ni siquiera son protestas. Son una señal muy alentadora de reto al establecimiento. No plantean nada inmediatista porque no quieren ser instrumentalizadas.

Estas marchas y concentraciones son exitosas cuando:

- Existe una causa libertaria claramente definida (un dictador, una medida que limita la vida de la gente, un cansancio generalizado con algo que oprime).

- Son convocadas por sectores sociales – especialmente jóvenes o comunidades marginadas – que el resto de la sociedad ve como inocentes y bien intencionados.

- No tienen el propósito inmediato de convertirse en poder político ya que todavía no está claro cómo se va a reformar el Estado ni que cambios requiere el sistema económico.

- Los resultados de las mismas no están mediatizados. Se rechaza el inmediatismo.

- Son eminentemente espirituales pero no religiosas. Son laicas, respetuosas, tranquilas pero firmes. Construyen “corriente de pensamiento y de acción ética”.

- Utilizan conscientemente métodos pacíficos. Sus herramientas son la resistencia y la desobediencia civil.

Ese movimiento ha identificado dos objetivos: el sector financiero especulativo y la política corrupta. Poco a poco descubrirá que detrás está la dictadura del capital.

En Colombia las olas “amarilla” y “verde”, hacían parte de ese proceso. Sus dirigentes quisieron convertirla en aparato de partido. La “mataron”. Le sustrajeron su energía vital.

“Surfear” en las olas democráticas

Los movimientos sociales nunca se pierden. Son como la energía y el agua. Siempre están allí. Sólo cambia su forma. Por donde van abriendo un boquete, por allí se deslizan.

Si la “ola” quiere ser encauzada o canalizada, rebasa y atropella a quien quiera controlarla.

De acuerdo a los expertos, lo que se debe hacer es surfear, “treparse” en la ola, sintonizarse espiritualmente con ella. Avanzar con cada oleada.

Cuando pasa la tormenta, hay que tener la suficiente capacidad para trabajar pacientemente, acumular experiencia y conocimiento, y estar preparado para aprovechar nuevas oleadas.

Hay quienes con impaciencia – porque ignoran las leyes del movimiento –, quieren conseguirlo todo, ir hasta el cielo en la primera oleada. Si no lo consiguen, le echan la culpa al océano, a la tabla, al clima. Se desaniman y auto-derrotan.

Hay otros que consiguen sentir las olas, “perderse” en ellas, conectarse casi mágicamente. Se alimentan durante los días de oleaje con la energía que el mar les ofrece. Saben que no hay una ola mejor que otra, que todas son peligrosas y que te pueden matar si te descuidas. Los buenos surfistas saben que el problema no es de fuerza sino de conexión.

Algunas olas son imperceptibles para los surfistas poco diestros. No las aprovechan. El surfista experto aprovecha todas: ha aprendido a manejar su propia energía.

Si tratamos las olas democráticas como surfistas “conectados” podremos alimentarnos de su fuerza, prolongarlas en el tiempo y avanzar con ellas.

En el siglo XXI no es posible construir democracia sin libertad; sólo con libertad la democracia será una herramienta para construir una sociedad con equidad y ética humana.

Los poderosos no tienen salida

Los capitalistas imperiales no saben qué hacer frente a un movimiento de ese tipo. Quieren retenerlo, liderarlo, morigerarlo, aplazarlo, cansarlo, y hasta convertirlo en su contrario.

Así, acuden a “causas humanitarias” para justificar la guerra. Proponen “exterminar al enemigo”. Pero se enfrentan con una paradoja. Han llegado a tener tanto poder económico y militar que su población ya no cree en falsos enemigos. No son creíbles, no asustan.

Y eso es gravísimo. Puede ser fuerte su poderío pero no controlan todo. Y cuando la población empieza a percibir esa debilidad, estamos en la antesala de una revolución.

Vivimos una situación en la que un movimiento de nuevo tipo – así sea pequeño pero éticamente fuerte – va a desnudar la debilidad del imperio capitalista.

La vida lo está demostrando. Movimientos en formación, sin mayor organización real – como los árabes e “indignados” –, le producen a los poderosos gran preocupación y estrés. Por ello salen a encabezarlos, para contenerlos. Ellos si son conscientes de su fragilidad.

El problema en este momento para los dirigentes de los “movimientos populares” con influencia de izquierda (que deberíamos ser radicalmente demócratas y libertarios) es que no tenemos clara la idea.

Hemos cargado y mantenido “herencias coloniales”. No hemos aprendido a combinar libertad con democracia. Al no estar seguros de nuestra condición, nos inhibimos. Es urgente “re-conectarnos”.

jueves, 29 de septiembre de 2011

PARA SALIR DEL BARRO

PARA SALIR DEL BARRO


Para salir del barro

Los humanos

Tenemos que proponer

Una misión tan grande…

Tan grande

Que todo el mundo

Hasta un virtuoso monje

Quiera participar


Para salir de la prisión

Los humanos

Tenemos que proponer

Una forma de proceder tan fácil…

Tan fácil

Que todos

Hasta un obcecado carcelero

Quiera liberarse


Para salir de la inseguridad

Los humanos

Tenemos que proponer

Una razón para actuar tan lógica…

Tan lógica

Que nadie

Hasta un sabio científico

La pueda controvertir


Para salir del aislamiento

Los humanos

Tenemos que proponer

Un lenguaje tan simple…

Tan simple

Que todos

Hasta un autista voluntario

Lo pueda entender


Si así lo hacemos

Todos los humanos

Seremos

Limpios y cristalinos

Libres y creativos

Seguros y pacíficos

Sabios y solidarios

Y así…

Construiremos en el barro

Nos libraremos del encierro

Nos inspirará la incertidumbre

Y amaremos en libertad


Y…

Seguro

Muy seguro

¡Seremos sencillos e increíbles!

lunes, 26 de septiembre de 2011

HASTA AYER... ¿TODO ESTABA BIEN?


Se calienta el debate en las filas anti-imperialistas…

HASTA AYER… ¿TODO ESTABA BIEN?

Popayán, septiembre 23 de 2011

Toda intervención imperialista debe ser rechazada. No existen motivos humanitarios en ellas. Lo que está en juego es si los pueblos y los trabajadores les dejamos las banderas de la libertad y la democracia a quienes invaden y asesinan a nombre de ellas.

Agradezco y felicito al escritor español Santiago Alba Rico por su valor. Ha puesto el “dedo en la llaga”. Ha dicho muchas verdades. Nos empuja a esbozar nuevos interrogantes. Su artículo “Libia, el caos y nosotros” y la entrevista publicada por Salvador López Arnal[1], son puntos de partida para quienes – desde el campo de los trabajadores – estamos a la expectativa de los aportes que puede y debe hacer en este instante la intelectualidad revolucionaria.

¿Cuáles son esas verdades? Identifico las siguientes: 1. Existe un fuerte movimiento social – que incluye al pueblo y a los trabajadores de Libia, Siria y muchos otros países – que están luchando por libertad y democracia. 2. Los revolucionarios en general – con algunas excepciones – no han comprendido la naturaleza de esos procesos. 3. Los reaccionarios – liderados por los gobiernos de la OTAN –, han identificado el peligro de que esas revoluciones políticas se transformen en revoluciones sociales. 4. El principal objetivo de la intervención imperialista en Libia es engañar a los pueblos, manipular la realidad e impedir el avance de la revolución.

Alba Rico plantea que los revolucionarios de izquierda de países diferentes a los árabes – al colocarnos del lado de Gadaffi (caso del presidente Chávez) –, les dejamos las banderas de la democracia y la libertad en manos de los gobiernos imperiales capitalistas. El autor plantea que la ignorancia sobre el mundo árabe es la razón de que se haya presentado esa situación. En ello discrepo. Es cierto que hace falta mayor conocimiento de las particularidades de esas sociedades pero creo, que la principal causa debemos buscarla en la concepción política predominante entre la dirigencia anti-imperialista, demócrata-nacionalista, socialista y comunista.[2]

Pero, el escritor español se equivoca en un tema fundamental. Una cosa es que una parte de la población libia y árabe, solicite y apoye la intervención de la ONU-OTAN ante la represión salvaje de los gobiernos autócratas de la región, y otra que los demócratas y revolucionarios tengamos que justificar y aprobar la injerencia imperial en los asuntos internos de países soberanos. En ese sentido Alba Rico se enreda con la “trampa de Libia”.[3]

Estudiar, analizar, debatir y aprender del desarrollo de los procesos de movilización popular que hoy ocurren en el mundo – entre los que se destacan las revoluciones árabes y las movilizaciones de los “indignados” –, es una tarea fundamental que sirve para tener una “mirada global” de los acontecimientos pero también para orientar nuestra acción política a nivel local, regional, nacional e internacional. Es decir, no es un ejercicio especulativo, es una tarea de primer orden.

Hoy que el mundo capitalista enfrenta una de sus más profundas crisis, cuando los pueblos y los trabajadores han empezado a unirse y a movilizarse a nivel planetario, se hace necesario e indispensable – para poder avanzar –, que nos dejemos sacudir de esa realidad, nos enfrentemos a los hechos que cuestionan nuestras ideas y teorías, y con modestia y cientificidad repensemos “nuestras verdades”.

¡Se nos mueve el piso!

Los hechos que se desencadenaron en Túnez en enero/2011 (que se venían acumulando y potenciando a lo largo de décadas), mantienen al mundo a la expectativa sobre el futuro de esas rebeliones. No se puede ocultar que han quedado en entredicho una serie de “verdades” que hasta ayer eran aceptadas por la mayoría de los pensadores de izquierda.

Hasta ayer, si el imperio decía “negro”, nosotros decíamos “blanco”. Y era suficiente, en apariencia. Hoy las respuestas condicionadas no sirven. El “monismo” bipolar se agotó.

Hasta ayer, los preceptos básicos de la guerra eran verdades aceptadas. “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”; “si no estás conmigo estás contra mí”. Hoy eso no sirve.

Hasta ayer Osama Bin Laden, supuesto “enemigo” del imperio occidental, era uno de los “nuestros”. Así hubiera sido financiado y armado por la CIA para enfrentar a los rusos en Afganistán, lo mirábamos con simpatía. Hoy… ¿qué?

Hasta ayer, el presidente iraní Ahmadineyad – así sea un anti-comunista en su país –, estaba de nuestro lado porque enfrentaba a los gringos y sionistas. ¿Hoy sigue siendo así?

Hasta ayer, Muamar el Gadaffi – así hubiera entregado a los capitalistas europeos gran parte del petróleo libio y negociado con Berlusconi uno de los acuerdos más oprobiosos del mundo contra los migrantes africanos –, como en el pasado se había declarado “socialista” y anti-imperialista, era también uno de los nuestros. Hoy está cuestionado.

Hasta ayer, los “socialistas” españoles (y europeos) en el gobierno eran mejores que los “derechistas”, porque provenían del partido de los trabajadores y habían defendido el “Estado de Bienestar”. Era preferible votar por ellos que dejar que “las derechas” llegaran al gobierno. Hoy el velo ha caído, sabemos quién es quién.

Hasta ayer, la idea de que mientras se resolvieran los problemas económicos y sociales del pueblo, mientras la riqueza social se pusiera al servicio de las mayorías, el asunto de los valores democráticos – derechos políticos, libertad, participación, libre información y expresión, etc. – eran temas o problemas secundarios. ¿Hoy esa formulación se sostiene?

Hasta ayer, la democracia era sólo una formalidad. A la “democracia burguesa” se le oponía la “democracia proletaria”, a la “democracia representativa” se le enfrentaba la “democracia participativa”, la “democracia directa” era lo contrario a la “democracia formal”. Y con eso bastaba. Pero… ¿Acaso las movilizaciones que tumbaron a los gobiernos “soviéticos” en 1989 o las que están derrocando a los dictadores árabes o los movimientos de los “indignados”, no son una de las formas más auténticas de participación popular?

Hasta ayer, cuando no eran suficientes las respuestas que les dábamos a los interrogantes planteados por la vida, echábamos mano a la teoría de la conspiración. El “gobierno capitalista mundial”, las logias masónicas, los sionistas, los “iluminatis”, el Club Bilderberg, los “estrategas del imperio”, etc., eran (¿o son?) omnipotentes. Según esa tesis, ellos orquestan y manejan absolutamente todo: las “revoluciones de colores”, las “de terciopelo”, la “primavera árabe”, los “auto-atentados” y demás. Tal era la forma de explicar los procesos sociales y políticos que nos sorprendían por el camino. Hoy esa respuesta no sirve. Los esquemas se han hecho añicos.

Hasta ayer, la violencia era la partera de la historia. La vía armada – por tanto – era la forma “más revolucionaria” de las luchas populares. Hoy, hasta Fidel Castro prioriza la “batalla de ideas” y muchos revolucionarios empiezan a valorar otras formas de lucha.

Hasta ayer, a quienes como a Chomsky o a Santiago Alba Rico no les satisfacen esas respuestas o teorías, se los calificaba de traidores, de pasarse al lado del enemigo, o por lo menos de ser inconsecuentes. Hoy tales calificativos sólo son insultos de quienes desde su pedestal de “verdades eternas” no quieren reconocer que se necesitan nuevas respuestas y nuevos enfoques.

Los cimientos fueron trastocados

Un solo punto desarrollaré en este escrito para hacer ver – o tratar de demostrar – que las verdades de ayer, construidas y petrificadas a lo largo del siglo XX, además de que sólo han servido para justificar increíbles errores y crímenes, se levantaron sobre fundamentos falsos.

Esos cimientos empezaron a ser “fundidos” en el siglo XIX. Siempre Marx alertó sobre el “doctrinarismo”. Lenin también remarcó e insistió sobre la necesidad del “análisis concreto de la situación concreta” y sobre asumir “la teoría como guía para la acción”.

Sin embargo, se impuso el pragmatismo político. El debate y el trabajo teórico fueron desechados. El practicismo inmediatista, el afán de resultados “concretos”, el “organizacionismo” sectario, fueron usados para impedir la discusión ideológica y política. Se impuso así, un solo punto de vista: el nacionalismo estrecho camuflado de “internacionalismo proletario”.

El “interés de la patria” se puso por encima de los intereses de la humanidad. El análisis de clases dio paso a la teoría de los “tres mundos”. Así se colaron las “teorías postmodernas”. El tratamiento de los intereses nacionales, étnicos, culturales, de género, etc., no contaron con el análisis crítico del comportamiento de las clases sociales. Lo urgente subordinó a lo importante.

De esa forma se construyeron y soportaron – desde los años 30 del siglo XX – las teorías de la “construcción del socialismo en un solo país”, el “Estado de todo el pueblo”, la “coexistencia pacífica y la emulación con el sistema capitalista”, y demás justificaciones para impedir el avance de la verdadera revolución anti-sistémica. Y por ello hoy, gobiernos como el de Brasil y el de China llaman a preservar la estabilidad económica. Que una vez más, los trabajadores y los pobres de la tierra se sacrifiquen para salvar de la crisis al mundo del capital. ¡Una vez más![4]

Democracia y revolución

De acuerdo a nuestro juicio, las revoluciones árabes hacen parte de la primera fase de una oleada de revoluciones democráticas que por estar insertas en un contexto de crisis profunda del capitalismo – que ha asumido la forma de “decadencia imperial y desestructuración de la economía estadounidense” –, van a transformarse en revoluciones sociales en un relativo corto período de tiempo.

La dinámica de esas revoluciones ya ha traspasado las fronteras del mundo árabe. El movimiento de los “indignados” en España, los nuevos movimientos urbanos que se han desarrollado en los EE.UU., Europa, Israel, India, Brasil, Irak, Irán y la misma China, así como la resistencia social y política que impulsan los pueblos y los trabajadores frente a las políticas de ajuste económico o desmonte final de los “Estados de Bienestar” en el mundo desarrollado, van a confluir hacia movimientos revolucionarios de alcance planetario.

Dichos movimientos poco a poco se van a coordinar Asumirán programas y reivindicaciones políticas y sociales de mayor alcance. Por ahora avanzan “torpemente”, pero van aprendiendo. Aparecen nuevas formas de lucha. Surgen novedosas modalidades de apropiación autónoma y colectiva de los medios de producción y del Estado en diversos ámbitos de la vida local y regional. A eso es a lo que le temen los capitalistas e imperialistas de todos los continentes. Por ello hacen grandes esfuerzos por separarnos y por colocarnos los “intereses nacionales” por encima de los intereses generales de una humanidad que está en grave riesgo de exterminio.

Esa oleada de revoluciones – que quiere empatarse con los procesos de cambio que ocurren en América –, han venido reafirmando un criterio que ya es exitoso en nuestro sub-continente del Sur de América, pero del que no somos completamente conscientes. Dicho criterio consiste en colocar los “valores democráticos, civilistas, pacíficos y de inclusión social” como la principal herramienta – política y metodológica – para derrotar a los imperios capitalistas.

Casi sin proponérnoslo le hemos dado una vuelta de hoja a nuestras luchas. Hemos puesto contra la pared, hemos derrotado políticamente al imperio y a las oligarquías lacayas, usando las banderas democráticas de las que tanto alardea el mismo gobierno estadounidense. Los tenemos en jaque con su propia medicina. Ese paso táctico-estratégico es un avance de inmensas proporciones y consecuencias que ya ha sido puesto a prueba (y comprobado) en Túnez, Egipto y España, en donde los movimientos populares no se han dejado provocar, han reivindicado la democracia, la libertad, la paz y la convivencia, y están avanzando en forma consistente.

¿Cuántos esfuerzos no hicieron los imperialistas por enfrentar a los pueblos y a los trabajadores árabes entre sí? ¿Cuántas estratagemas no utilizaron para provocar enfrentamientos entre musulmanes y cristianos coptos, entre moderados y fundamentalistas, entre laicos y creyentes? ¿Cuántos planes no tienen los dirigentes del ejército egipcio para utilizar el sentimiento anti-sionista del pueblo egipcio para impedir la profundización de esa revolución democrática?

¿Cuánto no se esfuerzan por enfrentar a los trabajadores hebreos, judíos e israelíes con los palestinos y árabes? ¿Cuántos intentos de enfrentar a colombianos con venezolanos? ¿No es raro que ahora defiendan a los indígenas amazónicos bolivianos e impulsen movimientos étnicos de pueblos originarios para socavar la unión de los pueblos y trabajadores de los países andinos?

Por ello – como lo afirma Santiago Alba Rico –, que el presidente Chávez, nuestro mayor símbolo de la revolución bolivariana, democrática y pacífica, se haya colocado al lado de Gadaffi para poder rechazar la intervención imperialista en Libia y en el mundo árabe, es un error político de dimensiones catastróficas que debe ser corregido en el corto plazo.

Pero además, es urgente revisar todo el andamiaje ideológico y político. Las verdades del siglo XX, los fundamentos del “nacionalismo anti-imperialista”, los conceptos de Estado y de democracia, todo el ideario que fracasó estrepitosamente en el Muro de Berlín, debe ser revaluado. Es urgente hacerlo. Los movimientos populares en marcha nos lo exigen.




[2] La ignorancia no es falta de información. La realidad está frente a nuestros ojos, “algo” nos enceguece.

[3] Ver: La trampa de Libia y el “defensismo revolucionario”: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=126909

[4] “Los países del Sur podrían definir criterios alternativos para otro desarrollo productivo del planeta. Y también podrían impulsar una perspectiva de alternativa sobre el tema del cambio climático y sobre la crisis financiera bursátil. Ver: Eduardo Anguita. “Entrevista a Eric Toussaint: La crisis puede desplomar a la gran banca europea”. ATTAC. http://www.cadtm.org/Entrevista-a-Eric-Toussaint-La

sábado, 10 de septiembre de 2011

EL ÚLTIMO IMPERIO SE DERRUMBA Y…

A una década del 9-11…

EL ÚLTIMO IMPERIO SE DERRUMBA Y…

Popayán, 10 de septiembre de 2011

Diez años después del atentado a las torres gemelas del WTC en New York, se hace más evidente la decadencia del poder imperial de los EE.UU. Se derrumba su hegemonía orbital. Así la cúpula plutocrática capitalista realice máximos esfuerzos por impedirlo, todos los indicadores – económicos, sociales, políticos o culturales –, refuerzan esa verdad.

La manera como se conmemora el 9-11, reafirma esa idea. La élite guerrerista de los EE.UU. utiliza el heroísmo demostrado por las víctimas y socorristas para tratar de “unir” a la población. Revivir la “amenaza islámica” es su objetivo. Pretenden ocultar la cruda realidad estimulando el miedo y la reacción instintiva de “auto-defensa”. Pero no lo consiguen plenamente. Los enemigos externos ya no con-mueven a la mayoría de los estadounidenses.

La pérdida de confianza en el dólar profundiza la recesión económica. Crece el desempleo. La sociedad estadounidense se tornó parasitaria: compra más de lo que vende, se endeuda más de lo que puede pagar, produce menos de lo que consume y se embriaga en el derroche sin conseguir la felicidad. El trabajo de otros ya no es controlable. La cuerda se rompió.

El declive imperial va más allá de lo económico. La “desestructuración” de la economía estadounidense convirtió el “sueño americano” en una pesadilla. El consumismo frenético y adictivo llegó a sus límites. La mayoría de la población está en la búsqueda – inconsciente y desesperada – de salidas espirituales a su trampa existencial. No es casual la proliferación de sectas religiosas, la creciente dependencia de las drogas y la alta incidencia de enfermedades mentales. El imperio se resquebraja por dentro, sus esencias están vencidas.

Sectores avanzados de esa sociedad – por ahora minoritarios – impulsan nuevos valores. Los abuelos “hippies” se re-encuentran con sus nietos. Éstos descubren el fraude mediático-informativo que les hizo creer a sus padres que la tecnología – por sí misma – era una alternativa viable. Una rebeldía de nuevo tipo está naciendo. Al calor del encuentro generacional surgen iniciativas locales. Se recuperan formas olvidadas de administrar los “bienes comunes”[1]. Aparecen formas económicas y fuerzas productivas con conciencia social y ambiental. En general, una nueva espiritualidad no fanática ni fundamentalista está encontrando sujetos sociales dispuestos a enfrentar la caótica y amenazante realidad.

Las recientes movilizaciones populares en el mundo árabe y español los están inspirando. La desilusión con Obama – en quien confiaron sus banderas pacifistas, sus reivindicaciones sociales (negros, inmigrantes, pobres, desempleados), su rechazo al poder omnipotente de las corporaciones financieras –, reforzará entre amplios sectores de la población la predisposición a expresar su indignación en forma directa, masiva, sin intermediación.

Ya se han presentado diversas manifestaciones encabezadas por trabajadores estatales en Wisconsin, Ohio, y otros Estados. Masivas protestas de inmigrantes se han hecho sentir. De la frustración individual se pasará a la acción colectiva. Por ello, entender las características de los nuevos movimientos que se vienen expresando a nivel mundial es fundamental para poder incidir en su dinámica, organización y metas a conseguir.[2]

Movimientos libertarios en ciernes…

Hemos visto cómo la mayoría de agrupaciones políticas de izquierda han sido incapaces de entender las “formas de ser” – la naturaleza – de quienes han estado a la cabeza de las revoluciones democráticas en Túnez y Egipto, y de los “indignados” de España.

Las formas de lucha y métodos usados – masivos, pacíficos, civilistas, plurales, no-partidistas, pacientes, tolerantes, no-provocadores, laicos pero respetuosos de la espiritualidad, simbólicos, creativos, no-impositivos, consensuados –, han mostrado ser los más efectivos. Deben ser “racionalizados”, asimilados, entendidos, para poder ser sistematizados y potenciados.

Sin embargo, no es sólo un problema de método. Hay allí – en ciernes – una actitud política de nuevo tipo. Va más allá de los valores construidos desde la revolución francesa (1789), que eran típicamente liberales (burgueses). Lo que se empieza a mostrar es un elemento más revolucionario, inconfundiblemente libertario, fuertemente “anti-estatista”, que se expresó durante las revoluciones europeas del siglo XIX (1830, 1845, 1871) e inicios del siglo XX (1917) por parte de las masas proletarias. Dicho proceso fue interpretado genialmente por Carlos Marx en sus análisis de la experiencia de la Comuna de Paris (1871).

Con la aparición del Estado ruso-soviético y la predominancia de la línea estatal-burocrática, ese espíritu revolucionario libertario se disipó y ocultó. Se utilizó el supuesto afán de vencer al enemigo imperialista externo para “fortalecer” a un Estado separado de la sociedad, que actuaba a su nombre y por encima de ella. Es la misma razón que hoy usa la elite estadounidense para controlar y manipular a su población.

Las actuales movilizaciones populares de Túnez, Egipto y España, y así también lo vienen haciendo los estudiantes de Chile, presionan al estamento político existente sin enredarse en dinámicas concretas de representación oficial. Se empiezan a visualizar nuevas formas de expresión de la voluntad popular. Se trata de construir representación política fácilmente removible y controlable por sus electores. La meta es acabar con la política como una actividad profesional especial que se separa e impone sobre la sociedad.

La tendencia es a “apropiarse en colectivo” de las funciones del Estado. Desde lo local se pueden y deben operar gran parte de los servicios públicos. Las redes sociales de información pueden ser medios viables, efectivos y baratos de tomar decisiones sobre asuntos vitales de la sociedad, a nivel nacional y mundial. Esas y otras propuestas están siendo pensadas y diseñadas por los protagonistas de las rebeliones sociales y deben ser apropiadas por los “procesos de cambio” que en verdad tengan la determinación de “subvertir lo existente”. El “mandar obedeciendo” de los Zapatistas mexicanos hace parte de esa corriente.

La manipulación mediática de sucesos como los atentados del 11 de septiembre de 2001 – diez años después –, encuentran su respuesta en la movilización masiva de amplios sectores de la sociedad. La democracia participativa muestra sus potencialidades. Se empieza a encontrar nuevamente la ruta. Toda crisis siempre será una oportunidad.



[1] Ver: Ostrom. Elinor. “El gobierno de los bienes comunes”. http://lanic.utexas.edu/project/etext/colson/24/24_10.pdf


[2] Ver: La “Generación Matrix” saca la cara. http://alainet.org/active/48954&lang=es

jueves, 1 de septiembre de 2011

EL MONSTRUO IMPERIAL AFILA SUS GARRAS



EL MONSTRUO IMPERIAL AFILA SUS GARRAS

Popayán, 1° de septiembre de 2011

“El monstruo sabe que está siendo acorralado; ahora es cuando se torna más peligroso”

Ocho meses de evolución de las rebeliones árabes y de sus repercusiones mundiales tienen que servir para orientarnos en éste mar de acontecimientos.

Hay quienes menosprecian los resultados de las masivas movilizaciones ocurridas en el mundo árabe, Norte de África, Medio Oriente y otros países, entre ellos España e Israel.

Pensaban que la caída de los tiranos traería cambios rápidos y sustanciales en esos países. Al no constatar el surgimiento de nuevos liderazgos políticos que – de inmediato – derrotaran y reemplazaran a los legatarios de los dictadores, imaginaron que nada pasaría.

Pero, una vibración imperceptible se extiende por el mundo. Se ha producido una fractura en lo recóndito de la sociedad. Su repercusión ondulatoria desencadenará terremotos y tsunamis sociales y políticos por todo el orbe. Diversos y particulares fenómenos saldrán a la superficie.[1] La crisis sistémica del capitalismo global es su combustible.

Los cambios no son tan visibles en los países árabes. Allí nunca existió una práctica política abierta y “libre”. Ha surgido una nueva actitud entre la población frente a la política y la religión. La fuerza arrolladora de la juventud, la incipiente y tímida emancipación de las mujeres, el nerviosismo y la indecisión de quienes siguen en el poder, son pruebas del sacudón que viven esos pueblos. Es un sentimiento que crece. Una válvula se ha abierto.

Veamos dos referencias: Una, la cúpula del ejército egipcio hubo de consentir el juicio de Mubarack y de sus hijos. Dos, pretenden revivir el nacionalismo anti-sionista para poder sobrevivir políticamente. Se han concertado con la Hermandad Musulmana que salió mal librada de la revolución de febrero. Las próximas elecciones serán un examen para las nuevas agrupaciones políticas. Lo significativo es la “ola subterránea” socio-política y cultural , que progresa y avanza. La “primavera árabe” va a producir sus primeras flores.

En España la rebelión social ha puesto a prueba al poder vigente. El movimiento ciudadano, popular, juvenil y trabajador (15-M, “indignados”, ¡Democracia Ya!), así no esté organizado como partido o movimiento político (que es su gran fortaleza ya que se mueve como “ola”), ha obtenido notables resultados. Lo inmediato: Zapatero no va más.

Pero hay algo más importante. Se obligó a la plutocracia financiera a mostrar su bicéfalo rostro partidista (PSOE-PP). La unión de la institucionalidad política española en la tarea de violar su propia legalidad jurídica – que pretende reformar la Constitución Política sin consultar al pueblo soberano –, desnuda los verdaderos intereses de Wall Street y Fráncfort. Quienes ejercen el poder detrás del trono y del parlamento han sacado la cara. La dictadura burguesa con fachada democrática quedó a la vista. Es un suceso de alcance histórico.

Ese movimiento subterráneo es seguido y monitoreado por los estrategas imperiales. Temen el contagio. Es su principal preocupación. No pueden atacarlo de frente dado que ellos se presentan como los adalides de la “democracia”. Por ello, les urge diseñar y aplicar un antídoto eficaz. Una fractura artificial, una guerra orbital, parece ser la única manera de contrarrestar un proceso que – de generalizarse –, será una real amenaza para su poder.[2]

La debilidad política exhibida por China y Rusia frente a la intervención en Libia, parece haberlos alentado a explorar alternativas de mayor riesgo. Vemos diversas señales en ese sentido: la cohesión de la derecha estadounidense y europea en torno de la OTAN; la dinámica de la política internacional de los EE.UU. que muestra sensibles cambios frente a diversos conflictos regionales[3]; el estímulo metódico e impulso de campañas racistas y anti-inmigrantes; el asesinato de Osama Bin Laden y la sistemática tarea de revivir la “amenaza islámica”; la preservación del presupuesto militar estadounidense; entre otras.

En contravía a la “ola democrática” que tuvo su origen en Túnez y Egipto, una “ola reaccionaria” que tiene antecedentes en Bosnia, Afganistán, Irak, Honduras y en Libia, alista nuevos escenarios de confrontación. La xenofobia y el odio contra los inmigrantes es su detonante. La lucha contra el “narco-terrorismo” es su mensaje doble-moralista. Pero la amenaza económica y militar de China y Rusia, va a ser – en poco tiempo – el argumento principal para convencer a la población de las potencias occidentales de apoyar sus planes guerreristas. Un gran escenario teatral está siendo montado.

Ellos saben que la default o crash económica es inevitable. La crisis estructural del poder norteamericano es un hecho.[4] El chantaje de una guerra mundial será usado para forzar la “lealtad patriótica” de la población. Ya lo han hecho antes. Intervenciones como la de Libia serán usadas para golpear enemigos incómodos como Siria, Irán, Cuba o Venezuela. De paso se apropian de sus recursos naturales y reservas financieras. El problema para los imperios es que en su inevitable caída , al querer ganar tiempo terminan como suicidas.

Es vital no caer en el escepticismo[5]. Hay que derrotar las posiciones apocalípticas que idealizan y extrapolan la invencibilidad de los imperios. La reacción de las potencias emergentes (BRICS) y de la población mundial será determinante. La “ola democrática” debe ajustar el ritmo y promover la coordinación de acciones de carácter continental en el mundo árabe, africano, europeo y americano. Ser conscientes de la inmensa potencialidad de las masivas rebeliones populares actuales – valorando sus logros – es fundamental para seguir acorralando al monstruo imperial.


[1] Estos fenómenos socio-políticos y culturales se expresan de diferentes formas. Lo de Inglaterra no es casual. Unos ayudan a desarrollar la “ola democrática”, otros son instrumentalizados por la “ola reaccionaria”. Las formas de lucha y métodos usados en Túnez, Egipto y España – masivos, pacíficos, civilistas, plurales, no-partidistas, pacientes, tolerantes, no-provocadores, laicos pero respetuosos de la espiritualidad, simbólicos, creativos, no-impositivos, consensuados –, han mostrado ser los más efectivos. (N. del Autor).

[2] Ver: Hugo Moldiz Mercado, “Tras la ocupación extranjera en Libia y los preparativos contra Siria… Avanza la amenaza a la paz mundial”. http://www.telesurtv.net/secciones/opinion/97113-NN/avanza-la-amenaza-a-la-paz-mundial/

[3] Hay un cambio de enfoque de parte del Departamento de Estado de los EE.UU. frente a conflictos como los de Paquistán-India, Israel-Palestina, Colombia-Unasur, Corea del Norte y a países como Turquía.

[4] Al respecto ver: Marcelo Gullo, “La crisis estructural del poder norteamericano y la conformación de un nuevo Sistema Internacional multi-céntrico”. http://www.lahaine.org/index.php?p=55806

[5] Emir Sader, “De escépticos a cínicos”. http://alainet.org/active/49037