viernes, 30 de septiembre de 2011

“SURFEAR” EN LAS OLAS DEMOCRÁTICAS

Libertad, democracia y responsabilidad social

“SURFEAR” EN LAS OLAS DEMOCRÁTICAS

El tema de las vallas en los estadios en Colombia demuestra cómo la sola libertad genera de inmediato responsabilidad social.

La acción de la humanidad por combinar democracia y libertad está llegando a un momento culminante. Las movilizaciones árabes, de los “indignados” y múltiples manifestaciones en todo el mundo, muestran esa tendencia.

Ese devenir se está haciendo planetario. Está alimentado de juventud. Es ambientalista. Es fuertemente ético. Su fuerza es pacifista. La crisis capitalista lo alimenta y expande.

Ha llegado el momento de hacer cosas grandes, así inicialmente sean locales y personales. Lo principal es que tengan fuerza ética.

Cuando las cosas están aparentemente perdidas es cuando se encuentran más cercanas.

¿Qué es lo que buscamos todos?

Eternizarnos. Unos, transmiten sus genes; otros, hacen obras; unos más, crean ideas. Todos buscamos paz, tranquilidad y realización.

Pero como la sociedad no ha sido capaz de facilitarnos esa condición, el miedo está allí, la muerte nos acosa. Así, vivimos inseguros y ansiosos.

Si supiéramos que somos inmortales, viviríamos felices. ¿Qué nos motivaría?

El hombre en su evolución de animal a ser humano está – en este instante – en un período cercano a convertirse en dueño de su destino.

Ha comprendido muchos fenómenos de la vida física y del pensamiento. Las necesidades materiales de la humanidad pueden ser satisfechas por las fuerzas productivas que ha creado. Sólo nos falta “conquistar la sociedad”.

Pero todavía no hemos ideado un sistema de vida para mantener la disciplina de trabajo sin que exista una fuerza coercitiva que nos imponga un orden.

El hombre todavía le teme a la libertad. Nunca ha tenido autonomía. Está acostumbrado a la dependencia y a la dominación. Cientos de miles de años de control en la manada o de coerción grupal en la familia, le han impedido ser libre y autónomo.

Una “ola democrática y libertaria” recorre el mundo.

Esa ola se manifiesta – por ahora – en marchas, concentraciones, que parecen protestas. Pero en lo esencial ni siquiera son protestas. Son una señal muy alentadora de reto al establecimiento. No plantean nada inmediatista porque no quieren ser instrumentalizadas.

Estas marchas y concentraciones son exitosas cuando:

- Existe una causa libertaria claramente definida (un dictador, una medida que limita la vida de la gente, un cansancio generalizado con algo que oprime).

- Son convocadas por sectores sociales – especialmente jóvenes o comunidades marginadas – que el resto de la sociedad ve como inocentes y bien intencionados.

- No tienen el propósito inmediato de convertirse en poder político ya que todavía no está claro cómo se va a reformar el Estado ni que cambios requiere el sistema económico.

- Los resultados de las mismas no están mediatizados. Se rechaza el inmediatismo.

- Son eminentemente espirituales pero no religiosas. Son laicas, respetuosas, tranquilas pero firmes. Construyen “corriente de pensamiento y de acción ética”.

- Utilizan conscientemente métodos pacíficos. Sus herramientas son la resistencia y la desobediencia civil.

Ese movimiento ha identificado dos objetivos: el sector financiero especulativo y la política corrupta. Poco a poco descubrirá que detrás está la dictadura del capital.

En Colombia las olas “amarilla” y “verde”, hacían parte de ese proceso. Sus dirigentes quisieron convertirla en aparato de partido. La “mataron”. Le sustrajeron su energía vital.

“Surfear” en las olas democráticas

Los movimientos sociales nunca se pierden. Son como la energía y el agua. Siempre están allí. Sólo cambia su forma. Por donde van abriendo un boquete, por allí se deslizan.

Si la “ola” quiere ser encauzada o canalizada, rebasa y atropella a quien quiera controlarla.

De acuerdo a los expertos, lo que se debe hacer es surfear, “treparse” en la ola, sintonizarse espiritualmente con ella. Avanzar con cada oleada.

Cuando pasa la tormenta, hay que tener la suficiente capacidad para trabajar pacientemente, acumular experiencia y conocimiento, y estar preparado para aprovechar nuevas oleadas.

Hay quienes con impaciencia – porque ignoran las leyes del movimiento –, quieren conseguirlo todo, ir hasta el cielo en la primera oleada. Si no lo consiguen, le echan la culpa al océano, a la tabla, al clima. Se desaniman y auto-derrotan.

Hay otros que consiguen sentir las olas, “perderse” en ellas, conectarse casi mágicamente. Se alimentan durante los días de oleaje con la energía que el mar les ofrece. Saben que no hay una ola mejor que otra, que todas son peligrosas y que te pueden matar si te descuidas. Los buenos surfistas saben que el problema no es de fuerza sino de conexión.

Algunas olas son imperceptibles para los surfistas poco diestros. No las aprovechan. El surfista experto aprovecha todas: ha aprendido a manejar su propia energía.

Si tratamos las olas democráticas como surfistas “conectados” podremos alimentarnos de su fuerza, prolongarlas en el tiempo y avanzar con ellas.

En el siglo XXI no es posible construir democracia sin libertad; sólo con libertad la democracia será una herramienta para construir una sociedad con equidad y ética humana.

Los poderosos no tienen salida

Los capitalistas imperiales no saben qué hacer frente a un movimiento de ese tipo. Quieren retenerlo, liderarlo, morigerarlo, aplazarlo, cansarlo, y hasta convertirlo en su contrario.

Así, acuden a “causas humanitarias” para justificar la guerra. Proponen “exterminar al enemigo”. Pero se enfrentan con una paradoja. Han llegado a tener tanto poder económico y militar que su población ya no cree en falsos enemigos. No son creíbles, no asustan.

Y eso es gravísimo. Puede ser fuerte su poderío pero no controlan todo. Y cuando la población empieza a percibir esa debilidad, estamos en la antesala de una revolución.

Vivimos una situación en la que un movimiento de nuevo tipo – así sea pequeño pero éticamente fuerte – va a desnudar la debilidad del imperio capitalista.

La vida lo está demostrando. Movimientos en formación, sin mayor organización real – como los árabes e “indignados” –, le producen a los poderosos gran preocupación y estrés. Por ello salen a encabezarlos, para contenerlos. Ellos si son conscientes de su fragilidad.

El problema en este momento para los dirigentes de los “movimientos populares” con influencia de izquierda (que deberíamos ser radicalmente demócratas y libertarios) es que no tenemos clara la idea.

Hemos cargado y mantenido “herencias coloniales”. No hemos aprendido a combinar libertad con democracia. Al no estar seguros de nuestra condición, nos inhibimos. Es urgente “re-conectarnos”.

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