sábado, 28 de diciembre de 2013

POR UNA DEMOCRACIA AUTÉNTICA Y POPULAR

Organizar un amplio movimiento de defensa de la democracia

POR UNA DEMOCRACIA AUTÉNTICA Y POPULAR

Popayán, 28 de diciembre de 2013  

En Colombia para construir Paz se requieren transformaciones estructurales en el ámbito político, económico y social. Esas transformaciones siempre han sido aplazadas o saboteadas. La violencia ha sido una forma que ha utilizado la oligarquía para evadir cualquier tipo de concesión pero también ha usado la falsa democracia para engañar al pueblo.

En la actual coyuntura política, cuyo elemento principal es la creciente inconformidad del pueblo, la oligarquía no tiene clara la fórmula para detener ese proceso – paulatino – de indignación nacional y popular.

La inconformidad no es sólo contra una “democracia” que no funciona. El pueblo tiene en la mira – desde hace rato – a la élite financiera que se lucra y enriquece descaradamente, año tras año, acaparando y monopolizando la riqueza nacional.

Pero también está harto de la entrega de nuestras riquezas naturales al capital extranjero. Ha identificado – igualmente – cómo se privatizan los servicios públicos para entregárselos a unas mafias empresariales que han construido verdaderos emporios económicos explotando a los usuarios de la energía eléctrica, el agua, el aseo y el gas, en numerosas ciudades.

Las masas populares odian también a las élites políticas que aprueban leyes contra el pueblo y a la vez, obtienen enormes sueldos y primas por actuar contra el interés colectivo además de ser intermediarios de grandes contratos amparados por la corrupción más aberrante.

El “incidente Petro” ha confirmado lo que muchos ya sabían. El alcalde de Bogotá tocó grandes intereses. No sólo lo castigan por haberse atrevido a tocar “su legalidad” (artículo 333 de la Constitución Política que garantiza la propiedad privada y la “libertad económica”) sino, lo más grave para la oligarquía, con su atrevimiento le ha mostrado al pueblo que ese camino es posible y viable. Por ello lo destituyen e inhabilitan por 15 años.

Las movilizaciones sociales que arrancaron desde 2008 y que a partir del 2011 han mantenido una dinámica ascendente hasta alcanzar su clímax en el paro nacional agrario de agosto de 2013, son la constatación de que el pueblo ha iniciado un despertar progresivo que ya está anunciando cambios trascendentales en la situación política colombiana.

Pero se requiere una fuerte voz que le muestre un camino claro al pueblo. Los partidos de izquierda vacilan entre organizar un gran movimiento en defensa de la escasa democracia existente o mantenerse en la dinámica del voto para llegar al congreso y a la presidencia de la república por la vía electoral. Oscilan entre el camino revolucionario que las masas ya exigen y el sendero reformista que sus limitadas pretensiones les imponen.

El pueblo se enfrenta a dos estrategias de las facciones en que está dividida la oligarquía. Uribe sabe que en Colombia la más mínima apertura democrática puede poner en peligro los intereses de su clase, y por ello, busca sabotear el proceso de Paz, provocar al pueblo sin que éste todavía tenga la consistencia para sostener un efectivo levantamiento y, cercenar por medio de la violencia cualquier tipo de avance revolucionario.

Santos, al contrario de Uribe, está intentando una solución de apariencia reformista. La burguesía transnacionalizada sabe que se acercan nubes negras en el terreno de la economía, la crisis agraria se va a profundizar y entienden que la mejor carta es compartir el poder con una "izquierda domesticada" que les ayude a "gestionar el post-conflicto".

Ser conscientes de esa diferencia no significa que apoyemos a Santos para derrotar a Uribe. Por el contrario, lo que necesitamos es unificar al movimiento popular y a la dirigencia revolucionaria para que impulse la más amplia movilización con base en una estrategia correcta, tanto para derrotar la provocación guerrerista como para desenmascarar la táctica de cooptación del movimiento popular.

El mayor peligro del momento consiste en que una buena parte de la izquierda está en la dinámica de apoyar en una eventual 2ª vuelta electoral a Santos y de participar en su gobierno para "gestionar la Paz". Muestran a todas luces una posición conciliadora, le temen a una verdadera rebelión popular y transitan por el camino de la institucionalidad burguesa. Dentro de esa estrategia también aparece la propuesta de convocar una Asamblea Nacional Constituyente. 

Por el contrario, desde nuestra perspectiva, la tarea central es dedicarnos con urgencia y todo el fervor revolucionario posible, a organizar las fuerzas proletarias y a unirlas con los campesinos pobres y medios, primero, para evitar cualquier intentona dictatorial y militarista que pueda planear Uribe y la cúpula militar, y segundo, para desenmascarar ante el pueblo la enorme debilidad de la burguesía "democrática" que encabeza Santos, que no es capaz de realizar los cambios estructurales que la Nación requiere.

Para poder aplicar una estrategia de ese tipo, los trabajadores y campesinos pobres debemos levantar un programa revolucionario, que enfrente a ambos sectores de la burguesía y también devele las vacilaciones de la democracia pequeño-burguesa. Por ello, a la vez que se reivindica la Paz y la defensa de la democracia, el movimiento popular debe poner al frente otros puntos como la nacionalización de los recursos naturales, la des-privatización de las empresas de servicios públicos, la renegociación de los TLCs., la industrialización de nuestras materias primas, la democratización de la propiedad de la tierra y la estatización total de los servicios de educación y salud.  

En relación al "incidente Petro" la estrategia de Santos desnuda su enorme debilidad. Usando al Fiscal General busca debilitar la posición del Procurador para llegar a una fórmula "conciliadora" que sería destituir a Petro pero – por ahora – no inhabilitarlo. Buscan así calmar el “tierrero” que se les ha formado para después por medio de la Contraloría y de la misma Fiscalía, condenarlo penalmente y dañarle su imagen política. Esa jugada tramposa debemos denunciarla y evitar que esa solución haga carrera entre los sectores más moderados de las filas de Petro.

La crisis es institucional, económica, política y social. El pueblo necesita una vanguardia revolucionaria que lo encabece y le señale la dirección correcta. La movilización y la lucha directa están a la orden del día. Al calor de la unidad y de la movilización debemos construir Comités Revolucionarios que sean el germen de un poder revolucionario que construya una autentica democracia popular, vía revolucionaria. Es hora de avanzar por ese camino.  

domingo, 22 de diciembre de 2013

LA ASTUCIA DE URIBE Y LA DEBILIDAD DE SANTOS

LA ASTUCIA DE URIBE Y LA DEBILIDAD DE SANTOS

Popayán, 23 de diciembre de 2013 

La estrategia del uribismo está en marcha. Tiene como eje minar al máximo la confianza de la población en el proceso de Paz, única carta fuerte que tiene el presidente Santos. Está dirigida a debilitar – hora a hora –, la credibilidad del gobierno.

Con cálculo político y mucha filigrana, el ex-presidente Uribe ha lanzado desde hace varios meses una ofensiva contra Santos. Él es su cabeza en el terreno político, en lo militar es el ministro de Defensa Pinzón y en el campo jurídico el procurador Ordoñez. Mientras tanto reservan al candidato presidencial Oscar Iván Zuluaga para evitar cualquier desgaste.

Primero fue responsabilizar al actual gobierno de la pérdida de territorio con Nicaragua. Después fue la denuncia de un plan de las FARC para atentar contra Uribe, el Fiscal General y “Pacho” Santos. Luego vino la destitución del alcalde de Bogotá Gustavo Petro. Ahora, acusan al gobierno de conformar un “cartel de la re-elección”. Ya deben estar planeando un auto-atentado para dinamitar los diálogos de Paz.

El gobierno cae fácilmente en la trampa. Es una administración débil y pusilánime. No tiene confianza en sí misma. Está infiltrada por el uribismo. Se ha desgastado en una suma de errores. Negocia el apoyo a sus iniciativas con toda clase de politiqueros y mantiene la “unidad nacional” pegada con “mermelada” burocrática. Además, tiene tras de sí el ojo inquisidor del Procurador y los militares. Su indecisión y temor surge a la vista.

Respecto al conflicto con Nicaragua, Santos amenazó con hacer públicas las actas de la comisión de Relaciones Exteriores pero después se echó para atrás. Cedió totalmente ante la presión de Uribe de no acatar el fallo de la Corte Penal Internacional, cuando en un principio su idea era aceptar la realidad y negociar con el gobierno nicaragüense.

Frente a la denuncia de los atentados que estaría preparando la Columna Móvil “Teófilo Forero” contra personalidades políticas, el gobierno le dio total validez y montó un show mediático. Poco después Santos planteó en forma tímida que se trataba de “viejos planes” ya conocidos por la inteligencia militar, pero no desmintió plenamente a su ministro.

En cuanto al “incidente Petro”, el Presidente se “lava las manos” diciendo que hay que acatar el fallo y respetar las instituciones. Sin embargo, por medio del Fiscal intenta debilitar la posición del Procurador porque sabe que si es obligado a destituir al Alcalde ello le acarreará un grave daño electoral.

En relación a la denuncia de tráfico de influencias y el otorgamiento de auxilios económicos a congresistas para amarrar el apoyo a su reelección, el mismo Fiscal General ha salido a defender al gobierno justificando los “cupos indicativos” o auxilios parlamentarios. Mientras, el ministro del Interior contra ataca sin mayor convicción.

Estos golpes del uribismo dirigidos a Santos sólo son parte del calentamiento. La cabeza de lista al Senado del Centro Democrático se enfrenta así al primer mandatario, como parte de su astuta estrategia para conseguir un importante triunfo en las elecciones legislativas del 9 de marzo. El gobierno va a la zaga, reacciona a la defensiva y muestra gran debilidad.

Mientras tanto la izquierda y la centro-izquierda no muestran un comportamiento coherente. El Polo Democrático Alternativo que se autodenomina como el único partido de oposición termina colgado del carro del uribismo, claro, sin quererlo. La Alianza Verde (incluyendo a la UP y otros grupos), al apostar todo al proceso de Paz acaba enganchada al desvencijado coche del santismo, también, sin proponérselo. Están en un emparedado.  

Las FARC tampoco saben qué hacer. Un día ceden en la mesa de negociaciones para mostrar avances en los acuerdos, luego realizan el brutal atentado de Inzá, al día siguiente declaran una tregua por 30 días, después se sorprenden de la destitución de Petro y finalmente, terminan quejándose de los zigzagueos de Santos. Son un cometa al viento.

Los primeros meses del año 2014 van a ser determinantes para el futuro de Colombia. El proyecto de guerra uribista amenaza con crecerse ante la debilidad manifiesta de Santos y la impotencia de la izquierda que no atina a definir una estrategia unificada que se convierta en verdadera alternativa de cambio.   

Santos cree que cediéndole terreno al uribismo va a poder reelegirse. Uribe sabe que de lograrse un acuerdo de Paz, su futuro y el de sus cómplices es incierto, ya que puede terminar en la cárcel como sucedió con Fujimori. El “incidente Petro” está en el centro del conflicto, es un pulso que se está jugando entre la democracia y el autoritarismo.

Sólo si se evita la destitución de Petro y se derrota la revocatoria de su mandato, la democracia puede tomar la iniciativa. De no conseguirse ese objetivo, el proyecto criminal de la mafia uribista va a estar a un paso de recuperar el poder. De ese tamaño es el reto.


El 10 de enero de 2014 es una fecha trascendental. El pueblo bogotano y las fuerzas democráticas de todo el país deben dar una demostración contundente de lucha por la defensa de la democracia y la conquista de la Paz. La presión popular debe mantenerse y fortalecerse. No hay caminos intermedios ni salidas conciliadoras.  

viernes, 20 de diciembre de 2013

LUCHAS POPULARES 2013: COMBATIVIDAD SIN UNIDAD

Paros y movilizaciones populares en el año 2013

LUCHAS POPULARES: COMBATIVIDAD SIN UNIDAD

Popayán, 19 de diciembre de 2013 

El 30 de agosto de 2013 pasará a la historia como el momento crítico en que el primer mandatario de Colombia, Juan Manuel Santos, recurrió al ejército para enfrentar una protesta civil protagonizada por decenas de miles de labriegos que se movilizaban por obtener la renegociación de los TLCs y por una política agraria centrada en la economía campesina.  

Temprano en la mañana de ese día el presidente Santos se dirigió en cadena nacional a todo el país para exigir el levantamiento de los bloqueos de las carreteras – especialmente de los departamentos de Boyacá, Cundinamarca y Nariño – que amenazaban con impedir totalmente el abastecimiento de alimentos de Bogotá, una ciudad con más de 8 millones de habitantes.

Fue el instante más crítico de todos los que enfrentó la administración Santos con ocasión de las numerosas y masivas protestas, movilizaciones y paros que se desarrollaron durante el año 2013, efectuadas por campesinos y productores agrícolas de todo el país, así como por indígenas, trabajadores de la salud, estudiantes, ambientalistas y población en general.

En febrero-marzo fue el paro nacional cafetero; a partir del 7 de junio – durante 57 días –, el beligerante paro campesino del Catatumbo; el 19 de agosto arranca el paro nacional agrario que paralizó al país durante dos semanas; en octubre se despliega la minga indígena y popular que movilizó a 40.000 indígenas; en octubre y noviembre, el sector salud y el movimiento estudiantil protestan intensamente contra la política estatal en materia sanitaria y educativa; y finalmente en diciembre se producen las masivas concentraciones en la plaza de Bolívar de Bogotá con ocasión de la destitución del alcalde Gustavo Petro.

Ha sido un año protagonizado por el movimiento popular. Las protestas agrarias estuvieron al frente, pero además, en múltiples regiones y localidades se presentaron diversas luchas y protestas relacionadas con la resistencia a la construcción de mega-proyectos energéticos y mineros (El Quimbo, Urrá II, Santurbán, La Colosa, entre otros), contra la privatización de servicios públicos domiciliarios (energía eléctrica, agua potable, aseo), así como las huelgas obreras del carbón y el níquel (El Paso-Cesar, El Cerrejón-Guajira y Montelíbano Córdoba).

El pueblo colombiano se levanta y organiza después de una larga noche de oscuridad guerrerista que ha sido la cobertura para consumar el despojo y el desplazamiento. Lo hace con persistencia y valentía. Inventa nuevas formas de organización y acción. Enfrenta desde el laberinto territorial y la diversidad cultural las imposiciones del modelo neoliberal. Hay más de espontaneidad que de organización, de desesperación que de conciencia política, pero es la forma instintiva en que el pueblo va construyendo la rebelión y crea condiciones para ir más allá.

Las masas movilizadas han recibido del gobierno represión, dilación y carameleo. Más de una decena de manifestantes muertos, cientos de heridos y detenidos son el resultado de un tratamiento de guerra otorgado por el Estado. Además, no han cesado las muertes selectivas y persecuciones a dirigentes sindicales y sociales, acentuándose los asesinatos de líderes y liderezas de la restitución de tierras.

En cuanto a resultados concretos lo más destacable fue la concertación del PIC (programa de protección al ingreso cafetero), una especie de subsidio que beneficia a más de 500.000 familias cafeteras, los acuerdos para sustitución de cultivos de uso ilícito para 400 familias campesinas en el Catatumbo, y los convenios sobre territorio y autonomía obtenidos por el movimiento indígena. De resto, la mayoría de reivindicaciones no han logrado solución y las que se han conquistado el gobierno hábilmente las va presentando como parte de su gestión.

Otro resultado importante es la sensibilización de amplias capas de la población urbana sobre las inconveniencias de los Tratados de Libre Comercio y sus efectos sobre la economía nacional, así como la toma de conciencia sobre la grave situación económica que sufren los habitantes del campo. Esa conciencia ciudadana se expresó en las manifestaciones de solidaridad durante el paro agrario que se constituyeron en un factor importante para presionar y obligar al gobierno a sentarse a negociar con las organizaciones agrarias. La población de las ciudades da señas de salir de su inmovilidad y conformismo.  

El balance de esas luchas populares es positivo pero complejo, contradictorio y preocupante. Después de tener contra la pared al gobierno, lo que forzó al presidente Santos a amenazar con la intervención castrense, la dirigencia social no fue capaz de enfrentar ese momento crucial. No se construyó la unidad sobre la marcha, ni se tuvo la capacidad de utilizar nuevas formas de lucha que le hubieran permitido al movimiento popular tomar la iniciativa y derrotar la política represiva y dilatoria del gobierno. Así, el gobierno desactivó con amenazas éste potente movimiento que le significó la caída temporal de su imagen positiva a menos del 30% de la población.

Es complejo porque se desencadenaron las fuerzas, se tensionaron al máximo las potencias acumuladas, pero los resultados concretos son limitados. Lo conquistado no compensa el esfuerzo. Así, lo único que garantiza la continuidad de la lucha es el agravamiento de las condiciones de vida y de trabajo fruto del impacto del modelo capitalista neoliberal en auge e implementación. Los mínimos acuerdos logrados y el incumplimiento del gobierno crean condiciones para que el 2014 sea un año de nuevas movilizaciones y protestas pero su fuerza y contundencia dependerá del estado de ánimo de las amplias masas, la situación en que hayan quedado las organizaciones, la capacidad de unirse y lo acertado de la conducción política. 

Es contradictorio porque la dimensión de la movilización y de las fuerzas sociales comprometidas fue enorme, diversa, multisectorial y muy rica en expresiones de lucha y combatividad. Sin embargo, esa profundidad y multiplicidad social no se refleja en la construcción de una articulación permanente del mismo movimiento popular, y menos, en la unidad de las fuerzas políticas de izquierda que actúan a su interior. Sin unidad popular no habrá triunfos a la vista.

Es preocupante por las amenazas que se ciernen. Los sectores más guerreristas y anti-populares están al acecho. Se esmeran por sabotear el proceso de Paz, recuperar las riendas del gobierno e impedir cualquier forma de democratización del país. Los grupos paramilitares siguen asesinando dirigentes populares y la derecha extrema conspira y actúa a la sombra contra el avance del movimiento democrático y popular. Pero también, desde la orilla santista, con la fórmula de la “nueva apertura democrática”, se intenta canalizar la lucha popular hacia la institucionalidad dominante mientras se profundiza el modelo neoliberal.

La destitución del alcalde de Bogotá es un golpe directo a los sectores populares. La des-privatización de los servicios públicos quedó prohibida por orden del Procurador, agente de los intereses plutocráticos de una oligarquía que se aferra a un modelo de desarrollo basado en la desposesión de lo público. La participación política para los sectores populares está en el limbo ante tamaña afrenta que viola los derechos fundamentales en el ámbito político-electoral. La reacción del conjunto del movimiento popular ha sido solidaria pero no contundente.

Si el año 2014 se inaugura con la confirmación de la destitución de Gustavo Petro, el efecto sobre las luchas populares puede ser negativo. El escepticismo tanto sobre la movilización directa como sobre la participación electoral que ya se nota en algunos sectores, puede profundizarse. El momento exige mucha reflexión, espíritu amplio y mucha grandeza.

Por ahora, la preocupación crece al observar que la izquierda entra en una feria electoral mientras gran parte del pueblo está escéptico. La amplia proliferación de listas al congreso de la república que integran a diversos representantes del sector popular, la falta de unidad y solidaridad (con la excepción de la unión entre verdes, progresistas y UP para Senado), son hechos que generan inquietud. No se puede ocultar que nos hace falta mayor debate y claridad. Cada organización y fuerza política se “enconcha” en su estructura y defiende intereses menores. Mientras las masas populares han dado grandes muestras de sacrificio y de lucha, la dirigencia popular se queda corta, aprisionada por lecturas parciales y actitudes mezquinas.

Después de un año agitado, de grandes jornadas de lucha popular, podemos afirmar que la cosecha política y organizativa no es la más óptima. Ojalá sea sólo una percepción equivocada y el año 2014 nos traiga verdaderos avances en la defensa de la democracia, la conquista de la Paz y la construcción de soberanía nacional y popular. ¡Feliz y combativo año!

lunes, 16 de diciembre de 2013

POTENCIAR LA UNIDAD Y AVANZAR CON VALENTÍA

POTENCIAR LA UNIDAD Y AVANZAR CON VALENTÍA

Popayán, 16 de diciembre de 2013

En anterior artículo planteamos que el “incidente Petro” reúne las contradicciones de clase acumuladas por la Nación en los últimos 65 años. El referente es el asesinato de Gaitán (1948). En ese transcurso de tiempo se han transformado las clases sociales con nuevas formas hegemónicas. Identificar el comportamiento de cada clase o grupo social es fundamental para diseñar y sustentar la estrategia.

Entramos en el desenlace de una crisis política e institucional que gira alrededor del proceso de Paz y la democratización del país. El “incidente Petro” es una manifestación más de esa confrontación de clases y grupos, que va a llevar necesariamente a una nueva disposición de las mismas. El bloque de conflicto ha acumulado las diferentes cargas que se contraponen, entrecruzan, superponen, se anulan o potencian. Cada clase o tiene escaso margen de maniobra.

Estamos frente a tres escenarios posibles: 1. Fracaso del proceso de Paz y regreso al autoritarismo guerrerista. 2. Concertación de una "paz a medias" con tímida apertura democrática. 3. Conquista de la Paz y democratización del país con amplia participación popular. Cada escenario corresponde al interés de los bloques sociales y políticos en disputa que forcejean para aprovechar las circunstancias creadas.

Los tres bloques sociales y políticos constituidos son: El primero, guerrerista autoritario liderado por los grandes terratenientes y sectores de la gran burguesía agraria heredera de tradiciones esclavistas y feudales. Aglutina a su alrededor a un sector del campesinado rico. Su expresión política es el uribismo aliado a un sector del partido conservador. Sus líderes visibles, el ex-presidente Uribe y el procurador Ordoñez.

El segundo bloque está formado por la burguesía transnacionalizada, o sea, la gran burguesía que aglutina los intereses de los 6 grandes grupos económicos convertidos en grandes corporaciones capitalistas a cuya cabeza está el capital financiero[1]. Recoge y subordina bajo su poder a las débiles burguesías industrial, burocrática y comercial, que son utilizadas para tender puentes hacia los sectores populares para canalizar y neutralizar sus intentos de generar procesos de organización autónomos e independientes. También logra recoger a los estratos altos de la clase media. Su expresión política se concreta en el presidente Santos y los partidos de la “unidad nacional”.

El tercer bloque está en formación. Está compuesto por las clases subordinadas y excluidas. Son los trabajadores y las clases medias empobrecidas, los campesinos (mestizos, indígenas, y afrodescendiente), la inmensa masa de trabajadores informales y los desempleados. Intenta jalonar a sectores de la burguesía nacional y clase media acomodada que aspiran a la Paz, la democracia y la soberanía nacional. Su expresión política es variopinta, diversa y todavía dispersa. No cuenta con un núcleo consolidado que le de consistencia y continuidad a su acción política. En la coyuntura actual, Gustavo Petro surge como su abanderado.

Desde el punto de vista económico los bloques latifundista y de la gran burguesía coinciden en impulsar la política neoliberal. La burguesía transnacionalizada es la más decidida en ese terreno y pretende impulsar – a la sombra del proceso de Paz – una segunda fase de neoliberalismo, mucho más depredador y despojador de los recursos naturales, el territorio y el trabajo, en alianza con sus socios imperialistas del mundo entero.

Los bloques de clase frente al “incidente Petro”
El bloque guerrerista desencadenó conscientemente el “incidente Petro” para desestabilizar el proceso de Paz, golpear el bloque democrático popular encabezado por la “Bogotá Humana”, colocar a la defensiva al bloque de la burguesía transnacionalizada y tomar la iniciativa política en la actual coyuntura, en la cual teme el desencadenamiento de una ola democratizadora que ponga en peligro sus intereses económicos, políticos y culturales. Le apunta al escenario 1 (Fracaso del proceso de Paz y regreso al autoritarismo guerrerista).

El bloque popular recogió el golpe y hasta el momento ha desplegado sus fuerzas para defenderse. Sabe que si no reacciona, que si permite la exclusión de Petro, lo avanzado con mucha dificultad en los últimos 22 años, no sólo va a ser neutralizado, sino, que se corre el riesgo de una regresión más profunda. Sus diferentes fuerzas se tensionan entre alcanzar el escenario 3 (Conquista de la Paz y democratización del país con amplia participación popular) o quedar subordinado a los intereses y estrategias de los otros dos bloques de poder.

El bloque de la “paz moderada”, que es el verdadero objetivo de ataque por parte de los guerreristas, sabe que la situación es muy inestable. Si permite que Petro sea “echado a patadas” del establecimiento, entiende que se pone en riesgo el proceso de Paz y que la campaña reeleccionista de Santos correría gran riesgo. Pero este bloque está atrapado por la institucionalidad y no la va a poner en peligro porque ello sería abrir la válvula para la gestación de un verdadero proceso de democratización del país. Su escenario es el 2 (Concertación de una "paz a medias" con tímida apertura democrática), así tenga que hacer concesiones a los otros dos bloques.

Las estrategias

El uribismo va a intentar llevar el “incidente Petro” a sus últimas consecuencias, que es el rompimiento de los diálogos y a la vez golpear a los dos bloques contendientes, que ellos identifican como uno solo. Saben que tienen que golpear a Santos en el tema de la Paz para poder regresar al gobierno y en ese empeño no van a ceder. Su estrategia está decidida. La destitución de Petro fue muy bien pensada, calculada y determinada. Van a fondo porque entienden que no tienen otra oportunidad. Están dispuestos a tensar la cuerda al máximo incluyendo un golpe de Estado. Están convencidos que Santos está entregando el país a la insurgencia porque temen que un verdadero proceso de democratización sea aprovechado por las fuerzas democráticas y de izquierda.

Santos – puesto contra la pared – ya intenta una solución “salomónica”. Por medio del Fiscal trata de debilitar la posición del Procurador para buscar la atenuación de la sanción (rebaja de los años de inhabilidad). Una cosa es la destitución de Petro y otra la sanción (15 años). El atropello a la democracia está en la destitución y la atenuación de la sanción no restituye la democracia. Por intermedio del partido liberal y un sector de los “verdes”, busca que Petro “acepte la institucionalidad” y recurra como carta de salvación a la Corte Interamericana de DD.HH. y la ONU. Frente a la guerrilla se comprometerá a revisar y recortar las funciones del Procurador, cediendo en algunos otros aspectos de forma. De esa manera busca navegar en aguas agitadas. Su objetivo: neutralizar a los guerreristas pero paralelamente debilitar y manipular las fuerzas de la democracia popular.  

El bloque democrático-popular depende de sí mismo y de la capacidad para unificarse sobre la marcha. El gran dilema es saber unir la lucha por la defensa de la democracia y la conquista de la Paz con las reivindicaciones políticas de soberanía y desarrollo económico (renegociación de los TLCs y política agraria, salud y educación gratuitas, industrialización de nuestras materias primas, etc.) La disciplina actual es lograr conectar las movilizaciones agrarias, estudiantiles, por la salud y el medio ambiente con la lucha por la democratización del país y la Paz. Esa unidad se concretaría en términos políticos en un Frente Amplio donde estén todas las fuerzas sociales y políticas de izquierda como el Polo Democrático Alternativo, Alianza Verde, UP, Marcha Patriótica, Congreso de los Pueblos, País Común, MAIS, ASI y otras fuerzas liberales e independientes.

Si la lucha se reduce a la defensa del gobierno de Petro y de la “Bogotá Humana”, la movilización popular no logrará la fuerza ni la continuidad que se requiere para enfrentar a los otros dos bloques con autonomía e independencia. Limitar la lucha actual al “incidente Petro” puede llevar a las fuerzas populares a quedar colgadas de la estrategia de la gran burguesía y del interés reeleccionista de Santos. Además, el desenlace inmediato del “incidente Petro”, o sea, la ejecución de la destitución del alcalde capitalino, dejaría al bloque democrático-popular en una situación de incertidumbre. La coyuntura es propicia para fortalecer el movimiento popular en la lucha por la democracia y la Paz.

Resumiendo: el bloque democrático-popular debe apuntarle con todas sus fuerzas al escenario 3 (Conquista de la Paz y democratización del país con amplia participación popular), para quedar bien posicionado frente al escenario más posible que es el 2 (Concertación de una "paz a medias" con tímida apertura democrática). Que todo el movimiento popular le notifique a los guerristas y a la gran burguesía que no sólo lucha por la democracia y la Paz sino que aspira a reformas estructurales en temas de soberanía nacional y desarrollo económico y social.

Como se ve, sólo la más amplia unidad de los sectores populares puede garantizar un avance sustancial a su favor en la correlación de fuerzas. Tal unidad debe concretarse en un gran evento nacional en Bogotá el próximo 9 de enero que protocolice la creación de un Gran Frente Amplio por la Democracia, la Paz y la Soberanía Nacional, que congregue a todo el pueblo en la gran movilización popular convocada por Gustavo Petro y la “Bogotá Humana”, para el 10 de enero de 2014.

[1] Los 6 grupos económicos transnacionalizados más grandes de Colombia son: Grupo Aval (Luis Carlos Sarmiento Angulo), Santodomingo, Ardila Lulle, Carvajal, Sindicato Antioqueño y Seguros Bolívar (Davivienda).  

sábado, 14 de diciembre de 2013

SE FRAGUA GOLPE DE ESTADO CONTRA SANTOS

El trasfondo del “incidente Petro”…

SE FRAGUA GOLPE DE ESTADO CONTRA SANTOS

Popayán, diciembre 14 de 2013

Gustavo Petro lanzó una prueba de fuego a Santos. En un contundente discurso ante más de 100 mil personas reunidas en la Plaza de Bolívar de Bogotá y en las calles aledañas, Petro demostró cómo el Procurador no tiene la potestad para destituirlo sino que además – al atribuirse esa función –, está desconociendo la autoridad del Presidente de la República, quien según la Constitución Política de Colombia, la Convención Interamericana de DD.HH. y la Ley Estatutaria de Bogotá, es el único que podría removerlo de su cargo siempre y cuando exista un fallo condenatorio de un juez penal.

Es más, el burgomaestre de Bogotá dejó claramente planteado que el presidente Santos ya debía haberse pronunciado sobre esa arbitrariedad. Es decir, que el presidente ha permitido el irrespeto de su investidura y por tanto, es cómplice de la violación de la Constitución. Además, Petro le notifica al presidente que así como los enemigos de la Paz lo quieren destituir a él, pronto irán por Santos. Es un fuerte y alarmante llamado de atención.

La democracia de calle y participativa que el alcalde Petro está construyendo con el pueblo bogotano y colombiano, ha puesto contra la pared a Juan Manuel Santos, quien representa la democracia agonizante que ha utilizado la oligarquía neo-granadina para eternizarse en el poder. Petro ha demostrado cómo la sentencia del Procurador que lo pretende destituir, es una jugada a tres bandas que han lanzado los enemigos del proceso de Paz para minar la precaria confianza que se está construyendo en La Habana y para provocar una situación que puede desencadenar un Golpe de Estado militar a nivel nacional. 

La secuencia de la situación es la siguiente: Si se concreta la destitución de Petro, ya sea porque el presidente Santos se haga el de la vista gorda o porque termine respaldando plenamente al Procurador, ello destrozaría el proceso de Paz. Significa de hecho borrar de un plumazo lo que el gobierno acaba de pactar con las FARC sobre garantías para su participación política. Si cae Petro, se van a pique las conversaciones de La Habana y la candidatura de Santos se va al piso. El uribismo estará al acecho.

Por el contrario, si Santos hace respetar la Constitución, llama al orden al Procurador Ordoñez, y respalda la continuidad de Petro en la alcaldía, ello sería un fuerte empujón al proceso de Paz, ya que fortalecería la confianza entre el gobierno y la guerrilla. Sin embargo, ese acto sería interpretado por el uribismo como una traición al establecimiento, como un desacato al órgano de control y sería presentado ante la opinión pública como una entrega del país a la insurgencia. En este caso, Uribe va a ejecutar el complot que ya tiene preparado. Realizarán atentados criminales de sabotaje para culpar a la guerrilla y presionarán a los altos mandos militares para dar un Golpe de Estado. ¡Tienen con qué!... el ministro Pinzón es su principal agente infiltrado y tiene en sus manos las fuerzas militares.

El círculo infernal se está cerrando en torno de Santos. Sus vacilaciones y debilidad ante los chantajes de Uribe no le han permitido jugarse a fondo por la Paz. La prueba de fuego que le ha lanzado Petro y la misma dinámica política del país, lo tienen arrinconado. O sale a defender la Constitución, a hacer valer su propia autoridad y respalda a Petro, o cede ante el chantaje y cae en la trampa tendida por Uribe-Ordoñez. No hay medias tintas.

Por ello es tan importante comprender el momento político. En el centro de la política están las dicotomías “democracia/autoritarismo” y “guerra/Paz”. Incluso el proceso electoral pasa a un segundo plano. Todo se está jugando alrededor de este incidente. El “incidente Petro” concentra en su resolución todas las contradicciones de clase que ha acumulado la sociedad colombiana en los últimos 60 años. La forma y contenido de esa resolución serán determinantes para el próximo futuro de la Nación.

Por ello es fundamental fortalecer la movilización ciudadana y popular. El país ha entrado en una fase de inestabilidad institucional que requiere con urgencia el protagonismo de las masas populares en la calle. Las fuerzas democráticas y de Izquierda deben poner en primer lugar la tarea de construir el “Movimiento por la defensa y ampliación de la democracia, y por la conquista de la Paz” y colocar sus intereses electorales en un segundo plano.

Para hacerlo debemos unificarnos seriamente. A los barrios y sectores populares no podemos llegar con banderas y camisetas de múltiples partidos y con candidatos de todos los colores, para plantearles que está en peligro lo poco que tenemos de democracia. Nos van a decir… ¿Y por qué no empiezan por bajarse de sus intereses políticos que tienen un fuerte olor a politiquería? Es la respuesta natural. 

El país está pendiendo de un hilo. Se necesita grandeza y generosidad. Si vamos a impulsar un verdadero movimiento popular y ciudadano para defender la continuidad de Petro y a la vez, derrotar las fuerzas autoritarias y guerreristas – fortaleciendo la democracia –, tenemos que ir mucho más allá de las estructuras organizativas sociales y políticas existentes. Hay que llegarle a todas las capas sociales, hay que desplegar un trabajo de nuevo tipo.

En cada localidad de Bogotá, en cada ciudad de Colombia, deben surgir Comités amplios, incluyentes, participativos, que se coloquen tareas de propaganda, reuniones en los barrios y sectores populares, que agiten consignas que vayan más allá de la defensa del gobierno de Petro, que relacionen el “incidente” con la defensa de la democracia y la conquista de la Paz, que alerten sobre los intereses y estrategias de los guerreristas y autoritarios.

La “nueva apertura democrática” ya no está en manos de la burguesía. Ahora la tenemos en nuestras manos. La torpeza del uribismo con sus cálculos golpistas, nos ha dado la oportunidad de desplegar las fuerzas populares para concretar viejos anhelos democráticos de nuestro pueblo. ¡No podemos ser inferiores al momento! ¡Es ahora o nunca!     

viernes, 29 de noviembre de 2013

ELECCIONES 2014 Y LA IZQUIERDA MANIATADA

ELECCIONES 2014 Y LA IZQUIERDA MANIATADA

Popayán, 29 de noviembre de 2013 

"No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias." Albert Einstein
El arte de la estrategia es diseñar la táctica correcta. La estrategia requiere mirada de largo plazo pero, simultáneamente, exige respuesta a la coyuntura. Si la táctica no se corresponde con la mirada estratégica, nos extraviamos en el presente. Si la estrategia no tiene una concreción en el hoy, nos perdemos en la utopía. Una táctica correcta obliga a que la visión estratégica convierta pasado y futuro en presente vivo y actuante.

La trampa de la “nueva apertura democrática”

Hemos venido afirmando que la burguesía transnacionalizada tiene definida su estrategia: utilizar el proceso de Paz para a su sombra impulsar una “nueva apertura democrática” con el fin de cooptar (canalizar, integrar, domesticar) la inconformidad popular y, paralelamente crear condiciones propicias para desarrollar la segunda fase de neoliberalismo, con énfasis en el despojo territorial y el incremento de inversiones capitalistas en la explotación de recursos naturales, agro-negocios, biodiversidad y turismo.

Es evidente que las causas de la violencia estructural que existe en Colombia (y que crece en el mundo y en países como México, Brasil, Venezuela, Centroamérica, etc.), no van a ser enfrentadas. “El modelo económico no está en cuestionamiento” es la frase más escuchada en la mesa de negociaciones de La Habana. Por ello, la “Paz” que nos espera es una paz limitada, a medias, calculada, medida.[1]

Una parte sustancial de esa estrategia contempla la llamada fase de “post-conflicto” o “transición”[2]. En dicha etapa la burguesía está dispuesta a compartir con sectores “progresistas” diversos espacios institucionales en los órganos legislativos y gobiernos locales y regionales, y a impulsar programas puntuales para la población de “regiones azotadas por la violencia” y zonas marginales de colonización. Claro, todo bajo su “orden” capitalista y la presencia de grupos paramilitares (“bacrim”) que la burguesía dice “no controlar”.

Los sectores más reaccionarios de la oligarquía colombiana no comparten esa estrategia. No entienden que la burguesía – ante el avance del movimiento popular – se ha visto obligada a diseñar esa política como una forma de defender sus intereses estratégicos capitalistas y “gestionar” sus programas neoliberales al abrigo de gobiernos “progresistas” y “nacionalistas”. Dicha estrategia se implementa con gran acierto en países como Brasil, Argentina y Uruguay, y gana fuerza en Venezuela, Ecuador y Bolivia. La ultraderecha colombiana teme verse afectada con la aplicación de esa política, especialmente en tener que pagar los graves crímenes cometidos en las décadas pasadas.

Claro que en Colombia la burguesía – por ahora – no está dispuesta a compartir el gobierno central (nacional). Su modelo se asemeja más al de México en donde con la gestión de la burguesía burocrática se intenta neutralizar a los trabajadores del Estado, a las clases medias y se diseñan programas asistencialistas con fachada “estatista” para mitigar los intentos de rebelión de los sectores rurales (campesinos mestizos, indígenas y afrodescendientes) y de los pobladores pobres de las ciudades.

Las expectativas de Paz y de una “verdadera democracia” generan inmensas ilusiones entre los sectores populares, muy similares a las que se crearon con la aprobación de la Constitución de 1991. Ello se entiende porque la política “de Paz y apertura democrática” no es gratuita. Es una conquista de las luchas populares que se han desarrollado en Colombia desde los albores de la República y que pueden ser aprovechadas por el pueblo para avanzar en su proyecto independentista, nacionalista y anti-capitalista, siempre y cuando se cuente con la herramienta político-organizativa que impulse la estrategia correcta.

En los partidos políticos de izquierda predominan dos posiciones: una, que se ilusiona con los “sectores progresistas” de la burguesía, cree en su buena fe y se prepara para hacer parte del “gobierno de la Paz”. La otra posición no profundiza en el análisis del problema, no identifica el “viraje democrático”, no acepta diferencias al interior de la oligarquía y por tanto, no tiene una estrategia para enfrentar la situación. Ambas posiciones se manifestaron con igual nitidez en 1991, facilitando a la oligarquía el mantenimiento de su dominación.  

La coyuntura electoral

En las elecciones de mayo-junio de 2014 se enfrentan cuatro competidores principales que representan diferentes sectores de la sociedad: el uribismo, representa los intereses de los grandes latifundistas, narco-mafias y burgueses de extrema derecha; el santismo, es la manifestación política de la burguesía transnacionalizada y se expresa como centro-derecha; la izquierda[3] legal (Polo, Alianza Verde, Unión Patriótica, otros) representa los intereses de la burguesía “nacional”, la pequeña burguesía urbana y rural, los trabajadores del Estado y otros sectores populares; y la izquierda ilegal, FARC y ELN, aglutina los intereses campesinos en zonas de colonización. Los trabajadores y proletarios no tienen una representación auténtica.

La dinámica política indica que el tema de la Paz va a ser el que determine las estrategias políticas frente a las elecciones presidenciales de 2014. Tanto el uribismo como el santismo y las FARC, ya están jugados frente a ese tema. La izquierda, que pudo haber posicionado otros temas sociales y económicos, no lo supo hacer. O mejor, no fue capaz.

Sectores de la izquierda legal están en una posición incómoda. Tienen ante sí una agenda impuesta, tanto por las circunstancias como por sus contradictores, incluidas las FARC, pero no tienen plena consciencia de esa situación. Aceptar esa condición aclararía el panorama, y se podría diseñar una estrategia acorde a las circunstancias.  

El uribismo es el sector político que tiene ante sí el ejercicio más simple: hacer oposición radical y total al proceso de Paz. No obstante, depende de cómo jueguen sus competidores. Por más que se esfuerce, no puede manejar algunas variables que sus contradictores tienen a mano. Por ello, sólo puede reaccionar. Su campo de acción es limitado pero puede crecer exponencialmente aprovechando los errores que cometan el gobierno y las FARC.

El santismo tiene más alternativas. Ya está jugado por la Paz negociada y tiene el manejo del Estado, pero depende en gran medida del comportamiento de las FARC. La izquierda legal no le preocupa, sabe que si ésta se acerca al “centro” – buscando alejarse de las FARC – termina coincidiendo con el santismo pero sin contar con poder real. Además, está seguro que la izquierda legal jamás apoyará al uribismo. El dilema de Santos es hasta donde ceder ante la guerrilla sin mostrar debilidad ante el conjunto de la sociedad.

Las FARC tienen todo por ganar. Parten de lo mínimo en términos políticos. Saben que el uribismo es su enemigo acérrimo, que el santismo es un aliado táctico y que un sector de la izquierda legal es un ayudante vergonzante que será su competidor en el futuro. Sólo su propio cálculo será lo que defina si firma la Paz antes de las elecciones. Su dilema está en dimensionar su relación con la sociedad. Si confunden la simpatía mostrada por las mayorías con la Paz negociada y creen que ello significa un apoyo a su propuesta, pueden forzar una negociación que debilite al gobierno y hacer crecer al uribismo. Su competencia es contra ellos mismos y va más allá de las elecciones de 2014.

La izquierda legal es el actor más complejo y el que la tiene más difícil. Quiere la Paz pero no tiene en sus manos la decisión política. No es culpable de la degradación de la guerra pero una parte de la población le cobra injustamente la sospecha de connivencia o complicidad con los errores cometidos por la guerrilla. Se enfrenta a la extrema derecha y al centro-derecha, conociendo que son expresiones políticas de una misma oligarquía que se une cuando ve sus intereses afectados. Empieza a ser consciente que el gobierno impulsa la segunda fase del proyecto neoliberal a la sombra del proceso de Paz. Su margen de acción es reducido pero hacia el futuro – si se firma la Paz –, puede explotar los graves problemas socio-económicos que se han acumulado bajo el espectro de la guerra.

En teoría de juegos, se puede decir que la situación se asemeja a un “equilibrio de Nash”, en la que cada jugador individual no gana nada modificando su estrategia mientras que los otros mantengan las suyas. De esa manera, sólo un grave error haría que el gobierno santista, que está de primero en el partidor y tiene todo a disposición – incluyendo el aparato burocrático del Estado –, pueda ser derrotado en dichas elecciones.

Las variables en juego

La principal variable es si se rubrica o no el acuerdo de Paz y las condiciones en que se haga. Si no se firma el acuerdo antes de las elecciones de mayo de 2014, las oportunidades del uribismo se potencian. Si se logra el acuerdo pero el gobierno cede en algunos aspectos esenciales como la participación directa de miembros de las FARC en el Congreso o en no aplicar algún tipo de sanción judicial a quienes hayan cometido delitos de lesa humanidad, las posibilidades de que el uribismo regrese al gobierno aumentan. 

La segunda variable tiene que ver con las condiciones en que se desarrollen los diálogos y las elecciones. Si la guerrilla mantiene o acrecienta el ataque a la infraestructura (redes eléctricas, oleoductos, puentes y carreteras) afectando a la población civil o interfiere con actos de violencia en la campaña electoral, impidiendo el proselitismo de cualquier actor político, especialmente del uribismo, debilita la posición del gobierno y vigoriza a la extrema derecha.

Por el contrario, si las FARC declaran un cese unilateral de fuegos va a fortalecer la posición del gobierno y del santismo, y crea condiciones favorables para que la población apoye el proceso de Paz. Concertar una tregua o cese bilateral de fuegos es imposible para el gobierno ya que se asemeja a un despeje del territorio. Sería una condición explotable por el uribismo que sabe aprovechar políticamente ese tipo de situaciones.

No se observa en el horizonte una variable económica o social que pueda afectar el proceso electoral. El movimiento popular ya desenvolvió al máximo sus fuerzas y ahora el escenario está puesto en el terreno político electoral. La dispersión de las fuerzas populares, su falta de centralización alrededor de un programa contundente, le permitió al gobierno atenuar los efectos de las movilizaciones y protestas. La división y la falta de claridad de la izquierda es una de las causas de que la lucha popular haya sido – temporalmente – neutralizada por el establecimiento oligárquico. Sin embargo, la izquierda puede canalizar política y electoralmente parte de esa energía desarrollada por el movimiento popular.      

El quehacer de la izquierda legal

La consideración serena y realista de que una tercería que aglutine a sectores de izquierda y democráticos no tiene posibilidades ciertas de convertirse en una alternativa triunfante en las elecciones presidenciales de 2014, le puede facilitar a las diversas fuerzas de izquierda el diseño de su estrategia. Parece cruel decirlo pero es la realidad.

Existen personas que sacan la conclusión fácil y rápida de que como no es posible ganar, entonces es mejor aliarse desde ya con Santos para impedir el triunfo uribista. Incluso proponen nombres para la Vicepresidencia oficialista. Dicha posición es disfrazada con el argumento de que “por la Paz, vale todo”, sin entender que una decisión de ese tipo es un cheque en blanco para que la burguesía manipule plenamente al pueblo, como lo ha hecho con el desempeño de esquirol del actual vicepresidente Angelino Garzón.

La decisión de participar en forma autónoma e independiente como Izquierda debe estar amarrada a la convicción de que la Paz que ofrece el gobierno santista es una “paz limitada”, “a medias”, instrumentalizada para a su sombra implementar la segunda fase de su proyecto neoliberal. La izquierda debe denunciar que la “justicia social” que Santos ya proclama, sólo es una frase demagógica para engañar al electorado.

Pero además, la Izquierda unificada alrededor de un programa que recoja los principales problemas que ha agitado recientemente el movimiento popular, puede posicionar en la mente del pueblo un programa anti-neoliberal que es la única forma de avanzar hacia una verdadera Paz. Por ello su participación debe ser totalmente independiente.

Un acuerdo programático en construcción entre las fuerzas de izquierda y unas reglas de juego para actuar hasta las elecciones parlamentarias, podría ser una fórmula aceptable para desarrollar una campaña electoral creativa, pedagógica, que ayude a organizar las fuerzas locales y regionales de los diferentes partidos, sobre la base que después de marzo/2014 van a actuar unidas porque son muchas más las cosas que los unen que los que las separan.

La gran decisión después de la primera vuelta

Ya hemos dicho que un análisis desapasionado señala que las fuerzas de izquierda – así se presenten unidas – obtendrán un respaldo importante pero no suficiente para ganar. El santismo y el uribismo, ocuparán el primer y segundo lugar, en un orden que va a depender totalmente de si a esa fecha se ha firmado el convenio de Paz. La polarización en torno al proceso de Paz, así lo indica.

No obstante, la votación de la izquierda va a ser determinante para inclinar la balanza en la segunda vuelta. Nuevamente los partidos de izquierda tendrán que enfrentarse ante el dilema de apoyar a Santos y al proceso de Paz o dejar en libertad a sus votantes para hacerlo. El escenario que dividió al Polo frente al recién posesionado gobierno de Santos (foto con Petro), volverá a repetirse con mayor relevancia.

No faltarán las fuerzas que al interior de la izquierda propongan un acuerdo con la burguesía que se traduzca en participación burocrática en el nuevo gobierno con “el fin de implementar las fases de la transición”. Ellos se preguntarán… ¿porqué no ser parte del gobierno de la Paz? La re-edición de la participación de Antonio Navarro en el gobierno neoliberal de César Gaviria (1990) es el mayor sueño de quienes han luchado por la Paz pero también han vivido de ella (toda clase de ONGs de carácter socialdemócrata).

La posición de la izquierda tendrá que ser la de mantener su independencia, dejar en libertad a sus votantes pero declararse de antemano opositor al nuevo gobierno, cualquiera que sea. Santos II será igual a Santos I, por más que tenga que implementar algunas políticas de apariencia reformista para enfrentar el llamado post-conflicto o transición. Lo contrario sería traicionar los intereses populares y ayudarle a la burguesía a condimentar su “nueva apertura democrática”.

Preguntas concluyentes a la luz de la historia

Como se puede observar, los espíritus del pasado reviven para seguir atormentando a los vivos. “La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”[4]. La izquierda ya vivió una situación similar en los años 30s del siglo pasado (XX) con la “revolución en marcha” que encabezó Alfonso López Pumarejo. La repitió en 1991 con ocasión de la Asamblea Nacional Constituyente y ahora, se acerca una reedición al tener que escoger entre los supuestos “sectores progresistas” y los “sectores retrógrados” de la oligarquía.

¿Será que la izquierda del siglo XXI está preparada para enfrentar de una forma creativa lo que la historia vuelve a presentarle? ¿Se dividirá nuevamente la izquierda entre aquellos que – al lado de la burguesía burocrática – se ilusionan con la “nueva apertura democrática” y quienes se declaran opositores?
La oligarquía colombiana ha sido maestra en “fraccionarse”, para dividir y engañar al pueblo. La fórmula hasta ahora le ha servido para mantener su dictadura con fachada democrática. ¿Podremos  desde los sectores populares enfrentar con éxito este nuevo reto?

Debemos hacer esfuerzos por salirnos de las fórmulas habituales. En 1930 la mayoría de la novel izquierda corrió detrás del liberalismo. En 1991 una parte de la izquierda se integró al establecimiento y la otra parte – legal y armada – se mantuvo en la oposición, pero tampoco se convirtió en alternativa real. ¿En 2014 la izquierda será capaz de preparar las condiciones para hacer realidad la segunda independencia en 2019?

No se visualiza en el panorama una alternativa nítida de los trabajadores y campesinos pobres que le plantee al pueblo con toda claridad la lucha por la Paz y la democracia como parte de la lucha por el socialismo, y que levante con toda contundencia un programa revolucionario que desenmascare la trampa aparentemente democrática que ha diseñado el imperio y los capitalistas para engañar una vez más al pueblo.

Esa alternativa revolucionaria debe ser construida en medio de la lucha popular y del debate ideológico-político que al interior y exterior de la izquierda debe ser desarrollado. La “nueva apertura democrática” rápidamente va a mostrar su carácter dictatorial y neoliberal, y el pueblo tendrá que enfrentar la crisis capitalista que tiene diversas manifestaciones en nuestro país. La lucha continúa y deberemos avanzar. ¡De eso que no quepa duda!



[1] Ver: Guerra degradada y paz “perrata”: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=176957

[2] Sandoval, Luis Ignacio. “Tercería política en la transición”. Revista Foro N° 81, noviembre de 2013.

[3] La izquierda – a pesar de su heterogeneidad – se puede identificar en esta fase del desarrollo histórico colombiano con los sectores políticos que se oponen al neoliberalismo.

[4] Marx, Carlos. “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte”. 1852

viernes, 15 de noviembre de 2013

GUERRA DEGRADADA Y PAZ PERRATA

 GUERRA DEGRADADA Y PAZ “PERRATA” (1)

Popayán, 15 de noviembre de 2013

En Colombia finalmente se va a sellar un acuerdo de Paz entre las FARC y un gobierno que representa fielmente a la burguesía transnacionalizada (“nacional” y global). No será la “paz” que muchos idealizan. Será una “paz perrata”, “a medias”, calculada y al servicio del gran capital que necesita un “buen ambiente para la inversión”.

Todos quisiéramos que las cosas no fueran de esa manera pero las minorías que tienen el poder, así lo imponen. Sus intereses son los que – por ahora – determinan nuestro futuro. Será una “paz” relativa, amañada, a cuenta gotas. Igual que la guerra que hemos vivido.

En Colombia idealizamos la guerra para sacar fruto de ella. También sublimamos la paz para manipularla. Ahora, los capitalistas transnacionales que utilizaron el conflicto armado, quieren ganar más con la paz y la van a hacer a su medida. El país – como el resto del mundo – seguirá en guerra, una “comible” como la de México o Brasil (más delincuencial que "política"), pero ni la Nación ni el pueblo saldrán beneficiados inmediatamente en nada. Para el movimiento popular – a mediano plazo – puede ser un paso adelante, pero depende cómo afrontemos el mal llamado “post-conflicto”.

¿Idealizamos el conflicto? ¡Sí! Nuestra guerra nunca fue resultado de una gran insurrección popular. Fue la reacción armada y obligada a la persecución y acoso criminal desatado contra campesinos rebeldes. En realidad nunca ha puesto en peligro la dominación oligárquica e imperial. Ha sido una guerra prolongada pero sin norte. La guerrilla no supo (¿o no pudo?) crear fuertes bases de apoyo transformadoras y por eso terminó siendo una guerrilla ambulante (andante). Contra lo que se propuso, se convirtió en algo similar a las fuerzas armadas oficiales en las zonas – marginadas y marginales – de colonización. Ha sido un ejército de ocupación con retórica revolucionaria pero práctica conservadora.

Nuestra guerra no ha sido creativa y creadora como lo fueron muchas guerras liberadoras. Ha sido una guerra sin espíritu o mejor, con un espíritu acorralado, vengativo y resentido. De parte y parte. Ha sido un conflicto manipulado, degradado, en gran medida programado por el gran capital y el imperio. Fue instrumentalizado para ponerlo al servicio del despojo territorial y la expulsión del campo de millones de colombianos. Sólo en la primera etapa del M-19 fue una “guerra politizante”, de resto – sin desconocer el heroísmo y los buenos propósitos – ha sido una guerra de resistencia, sin ambición de poder.

Al igual que esa guerra, la “paz” que avizoramos será igualmente degradante. Y no puede ser de otra manera. Las guerrillas están en una encrucijada histórica: saben que la única manera que tienen de despejar el camino a la lucha del pueblo y los trabajadores es con su desmovilización y desarme. Lo que ocurre es que no quieren reconocer su derrota política creyendo que es a la vez una derrota popular. No se han dado cuenta que en gran medida es una auto-derrota. No pudieron superar ética y moralmente – no a sus enemigos – sino a su propia naturaleza contestataria. Renunciar a esa forma de lucha, no por la guerra en sí misma sino por la forma que adquirió, es un gran paso adelante. Será una especie de expiación liberadora.

La “paz” que nos espera estará atravesada con la acción provocadora y asesina de los actuales grupos paramilitares que – así sean más delincuencia común que contrainsurgencia organizada –, podrán ser contratados por empresas transnacionales y políticos corruptos para liquidar y desaparecer a los dirigentes populares que les estorben. Ya lo hacen. Y paralelamente, la oligarquía aprobará hermosas y rimbombantes leyes y normas “democráticas” para garantizar “la participación ciudadana y comunitaria”. Será “una nueva apertura democrática” al servicio de la segunda fase de neoliberalismo. Nada más contradictorio.

Le corresponde al pueblo y a los trabajadores diseñar la forma de salir de ésta trampa histórica. Si seguimos reaccionando mecánicamente a los estímulos de nuestros opresores, no saldremos de la encrucijada en la que estamos. Si nos da temor desnudar nuestro interior, si no nos atrevemos a mirar de frente nuestros errores y no somos capaces de replantearnos radicalmente nuestra práctica, le estaremos facilitando las cosas a las clases dominantes. Sabemos que no partimos de cero pero debemos asumir críticamente lo vivido.

Estamos ad-portas de la “Paz” pero seguimos terriblemente divididos y confundidos. Sufrimos la mayor quiebra moral que cualquier nación y pueblo pueda soportar y sin embargo, todavía creemos en los representantes de la “burguesía burocrática” (Samper, Serpa y compañía) que posan de defensores de los “derechos humanos”. Estamos frente a la quiebra económica de cientos de miles de productores agropecuarios y no obstante seguimos aspirando a que la “burguesía nacional” se sume a la lucha por soberanía nacional. Es ridículo.

Sólo si somos capaces de asumir la verdad podremos avanzar por caminos de dignidad y libertad. No es la oligarquía y el imperio los que nos han vencido, somos nosotros mismos los que hemos fallado. Sólo con humildad podremos ganar el corazón del pueblo. Sólo con apertura mental nos uniremos en medio de nuestras diferencias. Sólo con sensibilidad identificaremos con claridad nuestras metas. Sólo con conciencia plena de las realidades externas, nos superaremos a nosotros mismos y le daremos grandeza a nuestras luchas.

Volver a los principios es la tarea del momento. Sabemos que nuestro pueblo va a dar la batalla contra esa nueva fase del neoliberalismo depredador y despojador. Siempre lo ha hecho y lo está demostrando. Pero ya no se trata sólo de luchar, se trata ganar. La lucha popular no puede seguir “negociando” su liberación: hay que ejercer la libertad. La lucha popular no debe seguir exigiendo “autonomía” a sus opresores: hay que vivir la emancipación. La lucha popular no tiene por qué separar soberanía nacional de soberanía popular: la una es inexistente e inseparable de la otra. Son elementos del debate actual.

Estamos a un paso de librarnos de una guerra que sólo ha producido sufrimiento y víctimas al pueblo y a la Nación. Sin embargo, la “paz” que se aproxima sólo será una nueva forma de la guerra que la oligarquía siempre ha librado contra el pueblo. Si nos ilusionamos ingenuamente con la “paz” y con la “nueva apertura democrática”, sólo estaremos ayudando a las clases dominantes a eternizar su poder.

Es la hora de los replanteamientos de fondo. Una nueva filosofía del cambio y de la acción política debe emerger de esta crisis de valores. No es casual que hayamos llegado a esta encrucijada. Somos nosotros mismos quienes labramos nuestro futuro. No tenemos excusas.

No se trata de escoger entre movimiento social y político. Tampoco si la vía es electoral o insurreccional. Menos si primero es la teoría y luego la acción. La decisión es si continuamos separando lo social de lo político, si seguimos siendo electoralistas que nos amoldamos a las reglas de la democracia formal y cuando el pueblo se insurrecta nos da temor ponernos a su cabeza.  La exigencia es valorar la teoría para derrotar el practicismo y el pragmatismo.

Para que la “paz perrata” que ya tenemos encima no nos ahogue entre la amenaza de volver a “enmontarnos”, la de dejarnos domesticar por la falsa democracia o permitir que nos exterminen en una nueva versión de lo ocurrido con la UP, es necesario que las fuerzas democráticas y revolucionarias nos demos un fuerte empellón, nos sacudamos a fondo y estemos dispuestos a romper con una serie de paradigmas que hemos aceptado como verdad.

Entre esos paradigmas el principal es creer que puede existir “verdadera democracia” bajo un régimen capitalista. Hoy estamos constatando que el capitalismo es la negación de la democracia. Incluso en los países más desarrollados lo que existe es la dictadura del capital financiero bajo una fachada democrática que los pueblos y los trabajadores descubren y desenmascaran a diario. Lo estamos comprobando en Europa y los EE.UU.

La crisis que vive el capitalismo nos llama a un replanteamiento profundo, el pueblo en lucha nos lo exige, las nuevas generaciones lo anhelan. Lo vivido está allí esperando que lo superemos. No podemos ser inferiores al momento.  

[1] “Perrata”: Término utilizado en la Costa Caribe colombiana para significar que algo no tiene calidad.