jueves, 18 de noviembre de 2021

Petro, el Pacto Histórico y el “sueño democrático”

 

Petro, el Pacto Histórico y el “sueño democrático”

Popayán, 18 de noviembre de 2021

¿En qué momento se gana la iniciativa? ¡Cuando eres enemigo de todos!

Hace algo más de 30 años (1990-91) un grupo de jóvenes al frente de la sociedad colombiana lograron avizorar el “sueño democrático” que cuatro (4) décadas atrás le había costado la vida a otros dos (2) dirigentes que lucharon por hacerlo realidad. Hoy ese sueño pareciera estar más cerca que nunca, encarnado en el proceso social y político llamado “Pacto Histórico”.

Situaciones vividas por la sociedad colombiana a lo largo de 80 años, que son parte de la historia trágica de este país, aparecen de nuevo frente a problemas aplazados, a estructuras económicas y políticas inamovibles y a actores sociales y políticos que intentan emular y superar a sus antepasados. Unos, para impedir los cambios; otros, para materializarlos.

Los jóvenes de pueblo de esos años (1990) eran simpatizantes del M19 (guerrilla “liberal-democrática”) y los de clase media habían seguido a Luis Carlos Galán (dirigente del “nuevo liberalismo”). Ambos sectores se ilusionaron e hicieron alianzas con dirigentes de las castas dominantes que estaban dispuestos a cambiar sólo la letra de la Constitución. Nada más.

Cuarenta años atrás, dos dirigentes populares lucharon por el “sueño democrático”. Gabriel Turbay, quien tenía formación comunista, se alió con la oligarquía liberal para derrotar a Gaitán en 1946, a quien veía como una amenaza. La división liberal le facilitó el triunfo a los conservadores (liderado por “fascistas”) y él murió meses después de pena moral en París.

Y Gaitán, cuando avanzaba hacia el triunfo electoral a la cabeza de un movimiento anti-oligárquico y transformador, fue asesinado en Bogotá en 1948. Él no se alió con ninguno de los representantes de la casta dominante pero creía que iban a respetar la “institucionalidad democrática”. Por ello, no creó una verdadera organización popular y, lo más grave, bajó la guardia frente al enemigo. De alguna manera se inmoló por el “sueño democrático”.

El “sueño democrático” siempre giró en Colombia alrededor de la tarea de democratizar la propiedad de la tierra y de desarrollar una industria moderna, capaz de generar una dinámica productiva para construir autonomía nacional. Paralelamente, abrirle canales de participación política a quienes siempre han estado excluidos: pueblos indígenas, comunidades negras, campesinos mestizos, y a millones de trabajadores que han construido esta nación.

Hasta ahora no se concreta el sueño. No obstante, hoy está a la vista. Han pasado ocho (8) décadas y nuestro pueblo ha aprendido a separar la espiga de la cizaña, a no ilusionarse con falsos aliados, y a no apresurarse con soluciones fáciles. Son 80 años de guerra y de falsa democracia las que nos han enseñado a “soñar con los pies en la tierra”. Paso a paso.

El Pacto Histórico logra la iniciativa política

A dos años del inicio de las movilizaciones ciudadanas que han ocurrido en los dos (2) últimos años en Colombia -a partir del 21 de noviembre de 2019-, los demócratas colombianos encabezados por Gustavo Petro y quienes lo acompañan en el denominado Pacto Histórico, han cohesionado sus fuerzas y avanzan con consistencia  de cara a las elecciones de 2022.

A pesar de los intentos del gobierno de Duque y de Uribe por destruir lo poco que queda de democracia en este país, no lo han logrado. Fracasaron en sus intentos de  provocar reacciones aventureras entre los sectores democráticos que han desarrollado movilizaciones, denuncias a nivel nacional e internacional, trabajo legislativo, acción cultural, etc., con “paciencia estratégica”. Su saboteo al “proceso de paz”; la represión violenta a la protesta social; y los intentos por convertir el conflicto con Venezuela en un problema interno, no les ha servido a las “derechas” para impedir el avance de las fuerzas democráticas.   

Por el contrario, la estrategia propuesta e impulsada por Petro y una serie de agrupaciones políticas progresistas, izquierdas de diferentes procedencias, fuerzas políticas de origen liberal y “verde”, y una gran variedad de organizaciones sociales, ha logrado imponer una nueva dinámica política. Se ha ganado la iniciativa política en todos los terrenos.  

En lo programático, sus iniciativas giran alrededor de la tarea histórica de construir y lograr la industrialización del aparato productivo y la transformación de la matriz energética, reemplazando gradual pero, drástica y urgentemente, las fuentes de energía de origen fósil por fuentes de energía renovables (eólica, solar, hidrógeno, geotérmica, undimotriz, etc.)”.

Es preciso anotar que la combinación del proceso de industrialización con la transformación de la actual “matriz energética” para enfrentar el cambio climático (y demás aspectos implicados), obliga a pensar en nuevas formas de industria y nuevos tipos de empresa. Lo interesante es que en Colombia se cuenta con una base social productiva (pequeños/medianos productores agrarios y profesionales precariados) para hacer realidad esa pretensión.

En esas materias, tanto el gobierno como los sectores políticos tradicionales (incluyendo a los del “centro político”), intentan copiar y plagiar las banderas del Pacto Histórico. No obstante, no pueden hacerlo porque fueron ellos los que durante las últimas cuatro (4) décadas acabaron con casi toda la industria, y profundizaron la dependencia de las exportaciones de materias primas, de la extracción de petróleo y carbón y de la economía del narcotráfico.

Lo interesante del momento tiene que ver con la estrategia dirigida a desenmascarar a las derechas recalcitrantes (“uribismo”) y, a la vez, hacer visible la inconsecuencia de una serie de actores políticos que -a partir de 1991- posan de demócratas y pacifistas pero que en la práctica nunca han enfrentado al establecimiento oligárquico porque son parte de él.

Gustavo Petro llamó a conformar una gran coalición con todos los demócratas dispuestos a defender la democracia y la paz, y a transformar las bases económicas y productivas de Colombia, de frente a los retos que tiene la humanidad para evitar la hecatombe ambiental, social, económica y moral que amenaza con destruir la civilización existente en el planeta.

Dicho llamado tiene en cuenta que todos los grupos económicos colombianos de importancia  hacen parte de la oligarquía financiera global, son transnacionalizados, y no tienen intereses “nacionales”. Esa convocatoria parte de la convicción de que en Colombia, son los pequeños y medianos productores en alianza con el Precariado (profesionales y técnicos), los que podrán construir una base económica industrializada y moderna.

Y consciente de que es imposible gobernar con cierta holgura y tranquilidad si se llega a la presidencia de la república sin contar con el apoyo de una robusta bancada parlamentaria y un fuerte movimiento social (como ha ocurrido en todas las experiencias de América Latina), llamó a presentar listas unificadas al Congreso (Senado y Cámara) y a fortalecer a las organizaciones sociales. Y en dicha tarea se está avanzando con premura y solidez.

Así, el Pacto Histórico ha obligado a que se conformen coaliciones de derechas y de “centro”, y que éstas intenten organizar listas unificadas para las elecciones al Congreso, lo que hace que los “partidos” que se desmembraron de los conservadores y liberales (CR, la “U”, CD, otros), y los que intentaron ser “alternativos” durante estos 40 años (Verdes, ASI, Dignidad), muestren ante toda la nación lo que ha sido su verdadera naturaleza política.

La dinámica electoral actual: “Todos contra Petro”

Hace algunos meses habíamos previsto la conformación de 3 bloques o coaliciones. Hasta el momento ese pronóstico se está cumpliendo con algunas variantes. Lo visible es que todos los candidatos de las “derechas” y del llamado “centro” se sienten débiles frente al candidato del Pacto Histórico que ha venido sumando fuerzas más allá de progresistas y de izquierdas.

Es evidente que el “estallido social”, la desastrosa gestión del gobierno de Duque, la crisis económica profundizada por la pandemia, y los avances democráticos ocurridos en la región (Chile, Perú), han contribuido con el debilitamiento de las fuerzas políticas tradicionales. Además, quienes posaban de “alternativos”, especialmente los “verdes”, han mostrado su rostro antipopular y neoliberal al frente de la alcaldía de Bogotá en cabeza de Claudia López.

Así mismo, el principal candidato del llamado “centro”, Sergio Fajardo, ha sido golpeado por dos hechos relacionados con el proyecto de Hidroituango. Por un lado, le formularon cargos por parte de la Contraloría General por malos manejos cuando fue Gobernador, y por el otro, quedaron en evidencia sus estrechos vínculos con el Grupo Empresarial Antioqueño y sus contratistas, quienes son los responsables del desastre operativo y financiero del proyecto.

Es así como las fuerzas políticas del “centro” han tenido que deslizarse hacia la “derecha” para competir en mejores condiciones en las consultas de marzo y obtener buenos resultados en el Congreso, especialmente, para Senado. Esos devaneos y deslices con candidatos del establecimiento clientelista y corrupto (caso de Alejandro Gaviria), en vez de fortalecerlos, los debilitan y empujan a los sectores más consecuentes a las filas del Pacto Histórico.

En el caso del uribismo y de las “derechas” claramente neoliberales la situación es similar. En las fuerzas de Uribe (Centro Democrático) se presenta una especie de polarización entre la candidata Cabal, ultraderechista “trumpista”, y Oscar Iván Zuluaga, quien se muestra más “moderado” y proclive a participar en un bloque de exalcaldes, exgobernadores y exministros, para escoger un solo candidato que represente al “continuismo uribista-santista”.

Todo apunta a que el “sueño democrático” cuenta con las condiciones favorables para concretarlo. Está a la vista la elección presidencial (¡por primera vez!) de un candidato proveniente de las entrañas populares, que se la ha jugado al lado del pueblo por hacer realidad las transformaciones estructurales que están represadas hace mucho tiempo.

En ese sentido me atrevo a plantear seis aspectos (6) que pueden determinar el triunfo del Pacto Histórico durante los siguientes meses hacia el 2022:

1. Que Gustavo Petro siga desarrollando su línea política y su estrategia en la dirección de un avanzar hacia un “cambio tranquilizador” (sin caer en “mesianismos”, “adanismos”, “promeserismos”, etc., valorando lo que YA es Colombia por obra no de gobiernos sino del esfuerzo de los productores y los trabajadores colombianos);

2. Que se realice con total seriedad, respeto, en igualdad de condiciones, y en forma auténtica y creativa, la campaña para escoger candidato (a) presidencial y vicepresidencial del Pacto Histórico (sabemos que Gustavo Petro tiene grandes ventajas pero ese ejercicio debe visualizar ante el país a los demás candidatos (as) de cara al futuro inmediato. Recién se empieza a construir este proceso y la pedagogía política debe estar al frente de los debates).

3. Que los candidatos a Senado y Cámara del Pacto Histórico en las regiones comprendan la política de Petro y demás candidatos (as) y actúen en consecuencia (realicen campañas electorales de “nuevo tipo”, pensando en grande y con generosidad);

4. Que continúen adhiriéndose nuevos sectores y personalidades sociales y políticas provenientes de las diferentes corrientes partidistas (aun de las que se retiren del “uribismo”);

5. Que surja un movimiento fuerte contra el FRAUDE, y se logre una misión internacional “con dientes” para supervisar las elecciones de 2022 (tanto las regionales como las presidenciales);

6. Que el Pacto Histórico consiga movilizar por lo menos al 30% de los abstencionistas estructurales, es decir, “los que nunca votan” (solo así se podrá derrotar de verdad el FRAUDE).

Existen otros aspectos como no dejarse provocar, ser más propositivos, atraer a las bases de todos los partidos y sobre todo a los que no tienen partido, ser más amables y serenos.

El “sueño democrático” está en construcción y debe alimentarse de las luchas populares. 

martes, 9 de noviembre de 2021

Aportes al Programa Político de Colombia Humana y Pacto Histórico – Cauca

La diversidad geográfica y humana del Cauca

 Aportes al Programa Político de Colombia Humana y Pacto Histórico – Cauca

Apreciados (as) amigos (as) y compañeros (as):

Les envío las siguientes reflexiones y propuestas como aportes iniciales al trabajo que vienen haciendo en la construcción del Programa Político de vuestra organización y movimiento político, y de la coalición o convergencia que están impulsando.

Antes de avanzar sobre el tema, aclaro que en todo el documento me refiero a “las ideas de Gustavo Petro”, por cuanto aunque él es el principal referente del proceso político en desarrollo, he observado que la mayoría de candidatos (as) tanto de Colombia Humana (CH) como del Pacto Histórico (PH), no desarrollan ni aterrizan en lo nacional, regional o local, las ideas básicas y esenciales que ha elaborado y viene impulsando dicho dirigente.

Es claro que para hacerlo se debe desarrollar tanto el estudio del pensamiento de Petro como el análisis de nuestra realidad particular, en este caso del Cauca, sus regiones y comunidades, para plantear ideas, propuestas e iniciativas que recojan la experiencia y trabajo de las gentes de la región, a fin de hacer coincidir el pensamiento con la acción transformadora.

Por ello, antes de referirme a las propuestas para el Cauca, presento un breve y sintético resumen de lo que considero son los dos (2) puntos estratégicos que ha planteado Gustavo Petro para el momento actual del país (y del mundo), y las cuatro (4) democratizaciones necesarias para lograr avanzar en la resolución de dichos aspectos estructurales de nuestro país.

Síntesis de la propuesta estratégica y programática de Gustavo Petro

Petro ha planteado dos grandes tareas estratégicas que deben concebirse y desarrollarse en forma combinada, imbricada, interrelacionada y creativa, adaptándolas a las realidades locales, regionales, nacionales, subcontinentales y globales.

Dichas tareas son, para el caso colombiano, la industrialización del aparato productivo y la transformación de la matriz energética, reemplazando gradual pero, drástica y urgentemente, las fuentes de energía de origen fósil por fuentes de energía renovables (eólica, solar, hidrógeno, geotérmica, undimotriz, etc.).

La combinación de esas dos tareas en forma creativa lleva a que la industrialización sea de “nuevo tipo” y a que el cambio de la matriz energética sea realmente “viable” y “sostenible” en el mediano y largo plazo.

Para poder plantear y ejecutar esas tareas estratégicas, Petro ha propuesto cuatro (4) grandes transformaciones democráticas que corresponden a la realidad colombiana. Ellas son:

1.    La democratización de la propiedad y del uso de la tierra.

2.    La democratización del capital y del crédito.

3.    La democratización del conocimiento y del saber.

4.    La democratización de las tecnologías digitales (internet y producción de software).

Cada una de esas transformaciones democráticas requieren, indudablemente, la democratización de la sociedad en todas sus áreas y expresiones (relaciones sociales, poder político, medios de comunicación, etc.), pero no necesariamente deben concebirse como condiciones (mirada tradicional) sino que ese proceso de democratización será un proceso complejo, resultado de una lucha permanente, especialmente en el ámbito de lo cultural-ideológico, y en los demás terrenos de la vida en sociedad.

A continuación se presenta un ejercicio puntual y sintético de cada uno de los puntos estratégicos y de los procesos de democratización aplicados al Cauca.

La “industrialización” en el Cauca

Hablamos de industrialización como la realización de una serie de acciones dentro del proceso productivo para agregarle “valor” a las materias primas que producimos, o a otras que podemos adquirir en el mercado local, regional, nacional o global, y transformar, procesar, transportar y comercializar para lograr al máximo la valorización de nuestro trabajo. Los economistas burgueses le denominan “apropiarse de toda la cadena productiva”.

Un solo ejemplo sirve para ilustrar este problema: En la actualidad, Nestlé o Starbucks obtienen importantes ganancias cuando venden una taza de café en Londres, París, Nueva York, etc. De esas ganancias solo comparten entre el 4-6% con el productor. Es decir, si ganan $100 en cada taza, compartirían con el caficultor caucano (o colombiano) solo entre 4 y 6 pesos (cifras reconocidas por Fedecafé). Ellos adquieren nuestra materia prima, la tuestan y empacan (procesan) y venden (comercializan) a nivel internacional.

Y son los grandes productores y sobre todo, los grandes exportadores de café colombianos, los que desde siempre han mantenido esa relación de dependencia y de explotación, porque participan de esa dinámica expoliadora. Para superar esa situación no solo se requiere cambiar la política cafetera desde la Federación Nacional de Cafeteros, sino que debemos (y podemos) organizar grandes asociaciones de pequeños y medianos productores para apropiarnos de ese negocio, incrementar nuestros ingresos y, en medio de esa dinámica, proyectar nuestras economías para no depender de ese producto (droga, cafeína) y construir procesos productivos de otro tipo. No obstante, mientras avanzamos, es un producto estratégico.   

En el momento actual, la economía del Cauca se basa fundamentalmente en la producción de materias primas. Las pocas industrias están ubicadas en el Norte del Cauca; allí funcionan como un enclave (“zona franca”) a partir de la aplicación de la llamada Ley Paez de 1995, en donde los capitalistas se libran de pagar algunos impuestos sin que en verdad hagan un aporte sustancial a la economía de la región. La población caucana vive principalmente de exportar café, cocaína, oro, algunas frutas (aguacate, fresa, tomate) y algunos otros productos en cantidad menor (trucha, papa, panela, almidón de yuca, carne y leche). La cocaína y el oro por lo general no pagan impuestos aunque “irrigan” mucho dinero.

Es importante anotar que cuando se habla de combinar el proceso de “industrialización” con la transformación de la actual “matriz energética” para enfrentar el cambio climático (y demás aspectos implicados), se tiene que pensar en nuevas formas de industrialización que están en desarrollo en el mundo. No estamos hablando de construir grandes factorías o fábricas, y menos en el Cauca en donde existe una base de pequeños y medianos productores agrarios que han aprendido y desarrollado una economía “sui géneris” a lo largo de los últimos 40 años, que es una ventaja y un potencial para avanzar por nuevos caminos.  

Es evidente que para poder impulsar la industrialización en el Cauca se requiere de un proceso fuerte y sostenido de organización y asociación de los pequeños productores de la región, con Huila, Nariño y demás departamentos del suroccidente colombiano (y hasta Ecuador), de un trabajo de apoyo técnico-científico de las universidades de la región, y de un apoyo decidido del Estado y del gobierno, que impulse las democratizaciones que propone Petro para poder avanzar en forma consistente y gradual.

También tendremos que desprendernos de la visión colonial, premoderna, feudal y atrasada que hemos heredado de los grandes terratenientes de origen esclavista, para entender que la propiedad y el uso de la tierra -en la época del capitalismo senil y súper-salvaje- solo podrá ser defendida por las comunidades campesinas (indígenas, afro y mestizas) en la medida en que podamos generar sistemas productivos que nos permitan enfrentar las “guerras de despojo de territorios” que impulsan los imperios y conglomerados transnacionales para apropiarse de los recursos naturales, entre ellos el agua y los minerales del subsuelo.   

En ese sentido se plantea que la economía industrializada -de “nuevo tipo”- que requiere no solo el Cauca sino Colombia y el mundo, debe ser descentralizada (no concentrada en grandes centros urbanos), basada en pequeñas unidades productivas; amable y armoniosa con la naturaleza; agro-ecológica y regenerativa; que vaya construyendo una verdadera y efectiva seguridad y soberanía alimentaria; con tecnologías “de punta” pero adaptadas a nuestras realidades, necesidades y cultura; y otras características de ese tipo. Ya existe y está en desarrollo el conocimiento, la tecnología y la experticia para poder hacerlo.

En cuanto a propuestas e iniciativas concretas se pueden adelantar las siguientes:

-       El fortalecimiento cualitativo y cuantitativo de la producción de nuestras materias primas de origen agropecuario y la apropiación (colectiva, asociativa) de esas cadenas productivas para disputarle la ganancia a los grandes monopolios capitalistas.

-       Procesar nuestros propios alcoholes (de caña panelera, de jugo de fique, otros productos) para no depender del Ecuador u otros departamentos, generando trabajo y desarrollo tecnológico. Una alianza entre la Industria Licorera del Cauca y los pequeños y medianos productores de panela, es viable y competitiva. Si el Estado subsidia la producción de Etanol de los grandes ingenios cañeros, bien puede apoyar al pequeño productor.

-       Cada sector productivo puede desarrollar dichos procesos en coordinación con las universidades, los gobiernos locales y regionales, y con la empresa privada. Se requiere creatividad y conocimiento técnico, así como capital de inversión.    

El cambio de la matriz energética en el Cauca

El Cauca hoy no es productor de energía eléctrica. Dependemos de otras regiones tanto en el abastecimiento de combustibles de origen fósil (petróleo y gas) como de la energía hidráulica, a pesar de que tenemos la central de La Salvajina y 6 pequeñas micro-centrales.

No obstante, para desarrollar un proceso de industrialización de nuevo tipo se necesita producir energía eléctrica de fuentes de energía renovable. La energía generada en hidroeléctrica no es totalmente “limpia”, dado que en los embalses se produce gas metano que es más contaminante y generador de efecto invernadero que el mismo dióxido de carbono (CO2).

Sin embargo en la región se puede producir energía eléctrica con base en paneles y fotoceldas solares, eólica (los cañones de los ríos que bajan de la cordillera central son potencialmente utilizables), y otras energías limpias y renovables (geotérmica, undimotriz o de olas de mar, etc.).  

Este punto no lo desarrollo sino que lo planteo en forma general. No soy especialista en el tema pero en la región existen las personas y empresas que están trabajando la materia.

Democratización de la tierra en el Cauca

Es un proceso que lleva varias décadas en el departamento del Cauca, realizado directamente por las comunidades indígenas, campesinas y negras por medio de la recuperación de tierras y territorio, o implementada por el mismo gobierno por la fuerza de la presión social. Se ha hecho a través de las instituciones creadas para la reforma agraria o por adquisición de predios para adjudicárselo a las comunidades organizadas o a campesinos en forma individual (Incora, Incoder, programas de resituación de tierra, reparación a víctimas de desplazamiento forzado, e instituciones creadas por el proceso de paz, etc.).

No obstante, dicho proceso, a pesar de la fuerza del movimiento indígena y campesino, ha sido resistido por los grandes terratenientes que se apoderaron de las tierras fértiles del Norte del Cauca (tierras planas del Valle geográfico del río Cauca) y de otras regiones, y también, por terratenientes y empresarios aliados a la empresa Smurfit Kappa (“Cartón de Colombia”).

Dicho proceso de “recuperación de territorio” es percibido por muchos sectores caucanos (incluyendo a comunidades campesinas y negras) como “invasiones”, tanto por la propaganda oficial, las campañas de desprestigio de los antiguos terratenientes, y por los conflictos interétnicos y sociales que se presentan a menudo debido a erradas orientaciones dentro de las comunidades. Todo ello requiere de la mediación de la sociedad y el gobierno.

Además, dado que ese proceso de apropiación de la tierra por indígenas y campesinos no ha sido complementado con programas de crédito, transferencia de tecnología, desarrollo productivo, organización comunitaria para la producción, etc. (por varios motivos, entre ellos las desacertadas interpretaciones de la “cosmovisión y autonomía indígena”), no es visto con buenos ojos y en algunos casos se lo rechaza calificando a las comunidades indígenas como “nuevos terratenientes” o como sectores “improductivos y haraganes”, que viven del Estado (dado que no pagan impuestos).

La problemática de la democratización de la propiedad de la tierra deberá ser tema a discutir igualmente dentro de los pueblos y comunidades indígenas, dado que existen problemas de distribución desigual e injusta de las tierras recuperadas, y aunque, por ahora es un tema “tabú”, en algún momento tendrá que abordarse dicha problemática.

De igual manera, se puede afirmar que desde finales de los años 70s del siglo XX, los campesinos caucanos -principalmente los que habitan a lo largo de la zona de influencia de la carretera panamericana (más o menos 30 kilómetros a cada lado), han venido apropiándose del territorio y defendiendo sus tierras frente al mercado voraz, por medio de la cimentación de una economía de pequeños y medianos productores, inicialmente cafetera y panelera, pero que poco a poco, se ha constituido en una producción de almidón de yuca, cacao, frutas de diversa clase como aguacate, tomate, fresa, etc., papa, plátano, trucha y otros peces, pequeña ganadería de doble propósito (carne y leche), y otros productos.

Dicho proceso ha constituido una barrera u obstáculo para la monopolización de la propiedad de la tierra mediante su expulsión por parte de posibles compradores de la tierra (como ocurrió en el Norte del Cauca entre 1950 y 1975), y ha traído aparejado el apropiamiento colectivo de diversos servicios públicos, especialmente la construcción de acueductos comunitarios de impacto regional e interveredal, así como la organización de las gentes para hacerle mantenimiento a vías carreteables o para presionar al Estado para lograrlo. Igualmente, la expansión de la electrificación y construcción de escuelas y colegios públicos a lo largo y ancho de ese territorio, es otro fenómeno que es visible en la región.

Sin embargo, en relación a la problemática de la tierra han empezado a manifestarse nuevos fenómenos relacionados con el impacto de las economías criminales (narcotráfico y minería ilegal) en las diversas regiones del Cauca, que deberá ser materia de investigación y estudio, dado que la irrigación de los recursos originados en dichas economías están impactando el valor de la propiedad de la tierra, tanto en las áreas de cultivo de coca y marihuana, como en los alrededores de las ciudades y centros urbanos.

En Popayán se mantiene una especie de monopolio de las mejores tierras urbanizables y dicho problema también requiere una democratización de la propiedad del suelo, usando las herramientas e instrumentos institucionales y legales que existen en la legislación y en el Estado colombiano como la revisión del POT y la creación del Banco de Tierras.

Como se podrá observar, el tema de la democratización de la tierra impacta a un conjunto de necesidades como los servicios públicos, la vivienda, el empleo, la producción, la educación y hasta la salud, dado que de usarse la tierra en producción de alimentos -base de la buena nutrición- las condiciones para tener una vida sana mejorarían para una buena parte de la población.

Es importante anotar y hacerle claridad a todos los sectores productivos del Cauca que Gustavo Petro no ha planteado realizar una reforma agraria con base en la expropiación de grandes latifundios. Su propuesta frente a la existencia de grandes extensiones de tierra fértil pero improductiva (dedicadas principalmente a la ganadería extensiva), es aprobar impuestos a las tierras improductivas para obligar a sus propietarios a hacerlas productivas o a venderlas al Estado para ser entregada a campesinos sin tierra.    

Democratización del capital y del crédito

Este problema ha sido poco estudiado en el Cauca y deberá motivarse a la comunidad universitaria (facultades de economía, ciencias contables y administración de empresas) para que trabaje con los pequeños y medianos productores en su conocimiento y análisis. No obstante se pueden plantear algunas ideas sintéticas:

-       El pequeño y mediano productor agrario del Cauca ha financiado su economía productiva con base en el apoyo de los servicios de Fedecafé, cooperativa y asociaciones de cafeteros y otras. También, ha canalizado recursos provenientes e irrigados de la economía del narcotráfico. Además, por medio de su autoorganización productiva, ya sea empleándose como trabajador o jornalero en las ciudades, mototaxista, comerciante, etc., ha podido ahorrar algunos recursos e invertir en su finca. Además, en la última época se apoya en remesas enviadas por sus hijos que han migrado a otras regiones o países.

-       Eventualmente el pequeño y mediano productor caucano acude a programas de crédito de bancos como el Banco Agrario, Banco de la Mujer u otras entidades privadas, pero el grueso de esos productores obtienen crédito en almacenes de productos agropecuarios, tiendas o prestamistas ilegales (“gota a gota”, etc.).

-       La cooperación internacional y la intermediación de organizaciones no gubernamentales y asociaciones ligadas a programas de “comercio justo” u otras, también han servido para que el pequeño y mediano productor caucano acceda a capital de trabajo para mejorar sus economías productivas.

-       La falta de títulos de propiedad de las fincas y los rigurosos y costosos requisitos que tienen las instituciones de crédito, son un obstáculo para el acceso a crédito para miles de pequeños y medianos productores agrarios (y urbanos) del Cauca.

En este terreno la propuesta de Gustavo Petro plantea diversas alternativas como la de un Banco Estatal que potencie diversas formas de crédito para apoyar a los productores con programas de crédito barato, oportuno, subsidiado, etc. Plantea fortalecer y asociar a los tenderos para que sean agentes de crédito (ya lo son cuando “fían” alimentos a los vecinos).

Es evidente que la democratización del capital y del crédito tiene implicaciones sobre un conjunto de necesidades de la población relacionadas con el desarrollo productivo, la generación de empleo, el mejoramiento de los ingresos económicos, y demás necesidades que dependen de ese aspecto esencial de la vida.  

Democratización del conocimiento y del saber

Es indudable que lograr el acceso universal y gratuito de la población a los diversos niveles de la educación formal (primaria, secundaria, tecnológica, superior, etc.) es una tarea urgente y necesaria.

Sin embargo, el aspecto principal de ese proceso de democratización consiste en que los métodos y los contenidos de la formación y capacitación de las gentes -en general- estén relacionados con la realidad que viven las mayorías, con las verdaderas necesidades de la población (miradas como potencia y no solo como carencia[1]), lo que lleva a que la “calidad” de la educación sea llevada a un nuevo nivel.

La democratización del conocimiento y del saber implica, no solo la trasmisión de conocimientos “científicos” y “técnicos”, y el adiestramiento de los estudiantes como “agentes del progreso y del crecimiento”, sino su formación integral para ser capaces de enfrentar la realidad de un mundo conflictivo y complejo, en donde hasta ahora son los grandes monopolios capitalistas los que imponen la lógica y la orientación de la educación.

Llevar a cabo lo anterior, implica necesariamente valorar y recuperar los conocimientos ancestrales de los pueblos indígenas y negros, los conocimientos y sabiduría práctica de nuestros campesinos y del “pueblo”, que ha enfrentado condiciones muy difíciles de sobrevivencia y que, de una u otra manera, “casi que por milagro”, ha logrado sobreponerse a muchas circunstancias arduas y fatigosas que por lo general no son tenidas en cuenta.

La democratización del conocimiento y del saber debe darse en todas las áreas de la vida, y por tanto, abarcan casi todas las necesidades de la población. También exige una nueva mirada sobre esas necesidades, en donde la educación, la salud, el trabajo, la diversión, la cultura, etc., no pueden estar separadas del conjunto de la vida y deben ser tratadas de una forma integral, “no tradicional”, “sistémica y compleja” u “holística”, dicen algunos.

La democratización del acceso a las tecnologías digitales (internet y producción de software)

Este aspecto del programa de Petro obliga a la intervención del Estado en esta materia, para ofrecer un acceso gratuito y universal a la población marginada o de bajos ingresos, y elaborar una serie de políticas para regular y controlar el monopolio de la propiedad y el manejo de las redes sociales y, en general, desarrollar la industria de las comunicaciones y tecnologías digitales en concordancia con los otros procesos de democratización de la vida del país.

Conclusión

Es evidente que tanto el proceso de industrialización de “nuevo tipo” como el cambio de la matriz energética en el departamento del Cauca, y las cuatro (4) democratizaciones planteadas en el programa de Petro, requieren de un trabajo local, regional y sectorial (diversos sectores sociales) con las comunidades y sus dirigentes más avanzados y dispuestos a transformar sus prácticas tradicionales.

Desarrollar un trabajo en este sentido implica generar procesos de acercamiento entre diversos dirigentes y organizaciones, relacionado con la campaña electoral pero no necesariamente condicionado a esa dinámica, con muchas gentes que están trabajando desde diferentes miradas cada uno de esos temas, y con una amplitud de miras y mucho sentido práctico.

Además, es importante y urgente diseñar una estrategia para llegarle con propuestas realizables y viables a importantes sectores de los productores y empresarios, a los pequeños y medianos productores agrarios y citadinos, a los jóvenes profesionales que tienen que irse para otras regiones y países porque no logran desarrollar sus capacidades en un departamento que no ha logrado salir del atraso y que mantiene cierta “racionalidad” mendicante y dependiente de otras regiones y del Estado.

Nota: En estos temas económicos y de desarrollo territorial es necesario salirle al paso a las propuestas demagógicas sobre la “carretera al mar” y la “doble calzada” con las que han venido engañando los politicastros de la región. Es importante y pertinente entender que en el sistema capitalista, en el cual estamos inmersos y a corto plazo no vamos superar, las vías de comunicación se construyen con base en cálculos de rentabilidad económica y productiva. Además, en la Costa Pacífica Caucana no existe ningún lugar apto para construir un puerto de gran calado (por algo el puerto de Guapi está en el río del mismo nombre). Tomás Cipriano de Mosquera, ya en la segunda mitad del siglo XIX tenía claro el asunto y, por ello, siendo presidente (y empresario) impulsó la construcción del ferrocarril y el puerto de Buenaventura, y desechó cualquier posibilidad de carretera o ferrocarril por la costa caucana.

Deseándoles éxitos en sus labores políticas y organizativas, me suscribo de ustedes;

Fraternalmente,

Fernando Dorado - Activista social

ANEXO

Luchas y reivindicaciones sociales (las necesidades como carencia y como potencia)

Dentro de las luchas sociales que se iniciaron en noviembre de 2019 y las que estallaron con mayor fuerza en mayo de 2021, se pueden diferenciar dos (2) tipos de reivindicaciones planteadas por los diversos movimientos sociales que participaron en las diferentes expresiones de lucha, tanto locales y regionales como nacionales.

Unas, son las reivindicaciones planteadas en numerosos y múltiples pliegos de peticiones (exigencias) por las organizaciones sociales tradicionales como sindicatos, organizaciones campesinas, indígenas y afros, pequeños y medianos productores agrarios, grupos de  ambientalistas, mujeres y jóvenes, y otras organizaciones no-gubernamentales.

Dichas reivindicaciones recogen -por lo general- gran cantidad de necesidades que tienen las comunidades en el campo de la producción, crédito, tierras, vivienda, servicios públicos, educación, salud, justicia, autonomía y participación política, derechos humanos, conflicto armado, sustitución de cultivos de uso ilícito, defensa de páramos, bosques y agua, luchas contra megaproyectos minero energéticos, y otras reivindicaciones que, por concebirse desde el enfoque de las “carencias”, en su resolución terminan dependiendo de la voluntad política del gobernante y de la asignación de recursos económicos, financieros y humanos (formulación de proyectos, diseño de leyes, etc.).

La presentación que las organizaciones sociales le dan a dichas reivindicaciones -por lo general- se reduce a elaborar los llamados pliegos de peticiones o exigencias, que son llevados a las mesas de negociaciones con los diversos gobiernos (locales, regionales y nacionales), que sirven de base para la firma de acuerdos que casi nunca son cumplidos plenamente, porque los gobiernos se las arreglan para “cuadrar” las partidas presupuestales asignadas a cada “rubro presupuestal” existente, y por esa vía, encuentran la forma de salir del paso resolviendo pequeñas “necesidades”, que muchas veces sirven para empoderar a los dirigentes de esas organizaciones en sus aparatos burocráticos, sin que -en verdad- se logren avances sustanciales en políticas públicas que afecten las causas de los problemas planteados, y tampoco las comunidades pasan a la tarea de construir soluciones propias, basándose en sus propios esfuerzos y experiencia práctica.  

Otras son las reivindicaciones que plantearon los jóvenes y otros sectores citadinos de grandes centros urbanos (Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga y otras ciudades) en noviembre de 2019. Dichas reivindicaciones fueron sintetizadas en forma creativa mediante consignas llamativas dentro de las grandes movilizaciones lideradas por artistas y recogían en lo fundamental problemáticas sentidas por el grueso de la población colombiana como la pobreza, desigualdad e inequidad que se expresaba claramente en el apoyo a las comunidades campesinas e indígenas (“por vida digna”), la defensa del proceso de paz y la denuncia del asesinato de líderes sociales, la preocupación por el calentamiento global y el deterioro del medio ambiente (“cuidar la vida”), y la insatisfacción con el conjunto de políticas institucionales propias de un “sistema” que no ofrece ninguna solución estructural a dichas realidades (“No queremos cambiar un gobierno, queremos transformar la sociedad”).

Entre esas formas de presentar las reivindicaciones y necesidades de la gente hay una diferencia importante que se debe resaltar. En el primer caso, la necesidad se plantea como “carencia”, como algo que “hace falta”, como un “vacío” que se puede “llenar” de cualquier manera. Esa forma de presentación es “mendicante”, “dependiente” y “victimizante”. La respuesta desde el Estado y desde la sociedad fácilmente conduce al asistencialismo, a que cualquier persona, grupo, gobierno, etc., utilice esa forma de presentación, que siempre será “fuera de contexto”, para hacer demagogia y “seguidismo a la gente”.

En América Latina los gobiernos “progresistas” y algunos otros, también, han utilizado esa actitud para aprobar políticas basadas en subsidios que no generan autonomía popular sino dependencia del Estado, y por ello, luego, cuando dichos gobiernos no han contado con los recursos para mantener dichas políticas (al acabarse la bonanza de los precios de los commodities), los mínimos avances políticos logrados “desde arriba”, o sea, desde el gobierno, fueron revertidos y los “progresismos” fueron derrotados. 

En el segundo caso, las necesidades han sido trabajadas, agrupadas y elaboradas de frente a la realidad social, económica, política y cultural de nuestro país y el mundo. Así, la necesidad es concebida como “potencia”, como “motor”, que empuja a la sociedad a organizarse y a actuar para buscar y construir soluciones. Cuando las necesidades se plantean de esta manera, aparece el debate y el trabajo sobre las soluciones, las estrategias, las políticas públicas, los planes y programas, los proyectos y los recursos para llevarlos a cabo, y las nuevas formas de organización que se requieren para avanzar con autonomía “desde abajo”.

En ese sentido, la propuesta estratégica y programática que está construyendo y planteando Gustavo Petro en la actualidad, identifica unas serie de necesidades importantes, las trabaja tanto como carencia pero principalmente como potencia, y traza una estrategia y unos elementos programáticos que deben mirarse como un “todo”, y por ello, antes de avanzar sobre la realidad del Cauca, es importante detenerse a hacer una síntesis de esa estrategia y programa, para intentar avanzar en su aplicación en esta región caucana.

 [1] Ver Anexo sobre este tema en la parte final (Nota del Autor)