jueves, 24 de noviembre de 2022

La necesidad de una “teoría económica” para impedir el apocalipsis climático

 

La necesidad de una “teoría económica” para impedir el apocalipsis climático

Popayán, 24 de noviembre de 2022

Frente a la realidad evidente y palpable de que hay que abandonar la economía capitalista basada en la “química del carbono o del petróleo” y en el “crecimiento ilimitado” que promueve la explotación irracional de los recursos naturales y del trabajo humano, se han ido formando a nivel global una serie de bloques de potencias, países, gobiernos, grupos de presión, pueblos y personas.

Presento a continuación una primera mirada de ese proceso de alineamiento que es parcial y temporal (o sea, en movimiento real):

Frente a la crisis ambiental están los “negacionistas” y los “afirmacionistas”. Los unos, rechazan los informes científicos; plantean que el cambio climático es un fenómeno natural y no por los gases de efecto invernadero. Para ellos, todo es una campaña de los “globalistas” (Soros y cía.) para debilitar a los países productores o consumidores de petróleo, gas y carbón, y “apoderarse del mundo”. Los otros, son conscientes del problema y llaman a impulsar una transición hacia energías limpias, y entre ellos, algunos consideran que estamos frente a una crisis de carácter civilizatorio.

Frente a la necesidad de impulsar la transición energética están los “radicales” y los “gradualistas”. Los primeros plantean que hay que reducir drásticamente la producción y consumo de combustibles fósiles dado que estamos entrando en la fase del “no retorno” y que está en riesgo la supervivencia de la vida humana en la tierra. Los segundos creen que hay que ir paso a paso generando nuevas energías renovables y limpias para en forma progresiva reemplazar los combustibles fósiles. En ello, surgen diferencias en cuanto a que la “transición” se pueda hacer en el marco del capitalismo y quienes creen que se requiere o que surgirá un proceso de transformación estructural.     

Frente a los intereses de la Humanidad existen los que denomino como “humanistas-globales” y los “nacional-chovinistas”. Los unos, llaman a subordinar los intereses nacionales y sectoriales (etnias, culturas, géneros, etc.) frente a los intereses de la Humanidad en su conjunto, para evitar la hecatombe ambiental; los otros, utilizan los intereses nacionales para rechazar cualquier cambio que afecte sus economías y su poder político. Los “nacional-chovinistas” se caracterizan por ser “negacionistas” o, si acaso reconocen el problema, inventan todo tipo de excusas para no hacer nada.  

Los “humanistas globales” no son lo mismo que los “globalistas”. Los “globalistas” son aquellos capitalistas –como Soros– que promueven la globalización neoliberal en favor de intereses “occidentales” (USA, UE). Los “globalistas” se declaran “progresistas” y hasta “socialistas”, “multiculturalistas” y “ambientalistas”, pero promueven todo tipo de conflictos para debilitar a otras potencias imperiales y, no les importa, que guerras como la de “Rusia- Ucrania” generen toda clase de efectos negativos que agravan la crisis ambiental, alimentaria y energética en el mundo.

Los “nacional-chovinistas” son aquellos quienes utilizan el “nacionalismo de gran potencia” para mantener su poder. Esas fuerzas actúan al interior de todas las potencias imperiales (EE.UU., UE, Rusia, China, India, Irán, etc.), y están representados por los Trump, Orbán, Putin, Xi, Modi, Raisi, etc. Cuando los pueblos y los trabajadores impulsan procesos de lucha que ponen en riesgo sus intereses, no dudan en llegar a acuerdos con los “globalistas” como ha ocurrido recientemente en los casos de Libia, Siria, Irak, Afganistán o con la pandemia Covid.

Frente al futuro, a lo que va a ocurrir en las siguientes décadas de tiempo, se pueden apreciar a los “apocalípticos”, que plantean que “no hay nada qué hacer” y a los “optimistas”, que no renuncian a la lucha. Esa lucha consiste en obligar a los grandes poderes económicos y políticos a reducir la emisión de gases de efecto invernadero y, proponen a la Humanidad en su conjunto, la necesidad de diseñar una “nueva economía” que inicie un proceso de “decrecimiento” y de racionalización de la producción y del consumo. Entre los “apocalípticos” están los multimillonarios que impulsan una “colonización espacial” para instalar bases humanas en la Luna o en Marte.

Frente a las posibles soluciones al problema planteado están los “elitistas-maltusianos” y los “humanistas-decrecionistas”. Los primeros plantean que hay que reducir la población, ya sea con guerras, pandemias, hambrunas, etc., porque “el progreso no se puede detener”; mientras que los segundos, están convencidos de reducir el crecimiento económico, derrotar el consumismo y cuidar la vida, lo cual requiere de una “revolución cultural y espiritual”.

No se pueden identificar cada una de esas posiciones políticas (e ideológicas) con una potencia imperial o un país. Existe una lucha interna sobre ese tema dentro de cada nación y país, y también, dentro de los pueblos y de los trabajadores, e incluso, al interior de los partidos políticos, de las empresas y de los gobiernos. Por ello se requiere analizar las causas materiales (“¿objetivas?”) de esa confrontación que parece ideológica pero que se sustenta en intereses concretos, de clases y sectores sociales, de grupos de poder y del gran capital.

Profundizar en ese análisis es indispensable para poder entender esos “alineamientos ideológicos”. Sólo la comprensión de ese entramado de intereses de clases y sectores sociales puede darnos “luces” sobre por qué las “nuevas derechas” (neo y proto-fascistas) han logrado incidir en amplios sectores sociales en diversos países, especialmente, entre los antiguos trabajadores industriales que fueron arrasados y pauperizados por la globalización neoliberal. Es algo real y vigente.  

Una nueva teoría crítica (que está en formación) puede ayudar a dilucidar y explicar las paradojas que surgen al calor de las luchas políticas y sociales. Es una tarea indispensable para orientar nuestras luchas con claridad y autonomía y no ser utilizados por los “globalistas” que se pintan de “humanistas”, de “pluriculturales”, o de “ambientalistas”, y promueven “nuevas escuelas de pensamiento” que se especializan en atacar las ideas de Marx, y desechan como por arte de magia las contradicciones entre el capital y el trabajo, y entre la relación capital-trabajo y naturaleza.

Y así mismo, no caer en las trampas de la “geopolítica” y de los falsos “nacionalismos”, que también, se insertan dentro de las luchas de los trabajadores, asumiendo formas “anti-imperialistas” que nos colocan al servicio de los emergentes imperios económicos y militares (China, Rusia, India, Irán) dirigidos por gobernantes autócratas y reaccionarios, que merecen ser denunciados y enfrentados porque oprimen y explotan a sus propios pueblos y trabajadores, igual que lo hace la potencia imperial decadente de occidente (USA). (ver artículo de Rolando Astarita).

Es la “nueva teoría económica” que propuso construir el presidente Gustavo Petro en el Instituto de Estudios Políticos de Paris (ver artículos de Jorge Senior sobre el tema).   

Referencias bibliográficas (vínculos)

ONU (2019). Esto es lo que dicen los científicos: el cambio climático llega antes y más fuerte de lo previsto. https://news.un.org/es/story/2019/09/1462482

Astarita, R. (2022). Bregman-PTS sobre derecha y libertades democráticas. https://rolandoastarita.blog/2022/11/20/bregman-pts-sobre-derecha-y-libertades-democraticas/

Senior, J. (2022). Desde París, Petro propone una revolución planetaria. https://www.elunicornio.co/desde-paris-petro-propone-una-revolucion-planetaria/

Senior, J. (2022). Crítica constructiva al discurso de Petro en París. https://www.elunicornio.co/critica-constructiva-al-discurso-de-petro-en-paris/

miércoles, 16 de noviembre de 2022

Cien (100) días que potencian la utopía del Cambio

 

Cien (100) días que potencian la utopía del Cambio

Popayán, 16 de noviembre de 2022

Se cumplieron los primeros cien (100) días del gobierno que lidera Gustavo Petro. Los balances van y vienen. Algunos sesgados, unos objetivos y otros interesados. De parte y parte. Las exageradas expectativas, las urgencias y emergencias (hambre, desempleo, desastres) que no dan espera, los intereses explícitos u oscuros, y las aspiraciones burocráticas o político-ideológicas, ayudan a sesgar el análisis, a mermar la objetividad o a sobredimensionar los aciertos o los errores.

En muchos balances se afirma que la política no ha cambiado, que las componendas siguen allí y que los logros legislativos obtenidos (reforma tributaria, ley de paz total, acuerdo de Escazú y otras) están manchados de politiquería. Lo que no se dice es que la correlación de fuerzas obligaba a “gobernar con otros”, y que, aunque en la “forma” parezca lo mismo, Petro no ha renunciado ni transado lo esencial de su política, aunque ha tenido que aplazar reformas importantes.

Se cuestiona la llamada descoordinación que se manifiesta en mensajes contradictorios entre algunos ministros y el presidente. Tales hechos no se pueden negar, pero es evidente que los medios de comunicación y la oposición oligárquica exageran sus alcances para generar incertidumbre y pánico económico. Se intenta desconocer que existe una amplia composición política y tecnocrática dentro del gobierno, que poco a poco mejora, se coordina y actúa mejor. Pero, si la única voz fuera la del presidente Petro, de inmediato se lo tacharía de dictador (“el que dicta todo”).

Se insiste también en que se nota un sesgo “anti-empresarial” en el gobierno. Es claro que la reforma tributaria tensó las relaciones con el sector más burocrático de la oligarquía financiera, que vive de administrar las inversiones petroleras, los fondos privados de pensiones, las EPS, los bancos y demás sectores de la economía especulativa y parasitaria. Sin embargo, amplios sectores empresariales apoyan al gobierno en su tarea de restablecer las relaciones con Venezuela y en la defensa de la producción nacional. Hay una fractura en la cúpula empresarial.

En el tema de la “paz total” es donde el balance es más difícil. Se va a continuar con el proceso de paz anterior (“de Santos”) y se busca la participación activa de las comunidades de los territorios afectados. Y claro, los contactos con los grupos armados ilegales son relativamente secretos, se vive un tire y afloje, y no será un asunto de fácil solución. Lo que se observa es que mientras avanza ese proceso, dichos grupos se fortalecen mientras las economías ilegales les dan aire y “fuego”. 

El tema más cuestionado es la posición de Petro frente a la economía dependiente de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas). El anuncio de que se mantendrán los contratos de explotación y exploración existentes pero que no se firmarán nuevos, es el mayor motivo de confrontación y disputa. No obstante, Petro tiene que ser coherente para impulsar un movimiento a nivel global en esa materia, algo muy similar a la lucha contra las drogas, y tendrá que buscar un equilibrio entre lo que se logra en el frente externo y lo que se requiere en el interno.

Petro en cien (100) días tiene importantes logros concretos. Tiene que lidiar con una realidad contradictoria y compleja. Mientras construye y estimula una dinámica democrática internacional para enfrentar la crisis del capitalismo (crisis económica, ambiental, energética, alimentaria, moral, etc.) debe resolver problemas locales y regionales que tienen que ver con nuestro pasado colonial y “semi-feudal”. Y para hacerlo, se apoya en “lo que existe” sin renunciar a lo que llama “búsqueda” (“construcción del faro”) para lo cual desarrolla variados papeles y líneas de acción.

Los papeles y líneas de acción para el momento

Gustavo Petro está aprendiendo a ser –a la vez y sobre la marcha– Jefe de Estado, Cabeza de Gobierno, Dirigente de un movimiento político (Colombia Humana), Activista de una corriente de pensamiento global (“cuidador de la vida”), orientador de una Coalición de Gobierno, y claro, a combinarlas con sus papeles cotidianos (pareja, padre, compañero, amigo, etc.).

No es una tarea fácil. Sus enemigos y detractores quieren “encuadrarlo”, “limitarlo”, “desnaturalizarlo”, “petrificarlo” y confundir a la gente. La verdad, hay que saber hacerlo. No existe un manual o receta a seguir y, de seguro, todos los días aprende. Y cada vez lo hace mejor.

Veamos:

Al ser Jefe de Estado no puede entrometerse en asuntos de otros Estados y naciones. No obstante, lo hace con sutileza, como en el caso de sugerir al presidente Maduro que regrese al Sistema Interamericano de DD.HH. En el tema del Imperio USA, que es un Estado y una nación, debe ser hábil, táctico, respetuoso e inteligente. Por ello, “desideologizó” las relaciones internacionales de Colombia para impulsar la integración latinoamericana y actuar con flexibilidad en ese frente.

Al actuar como Cabeza de Gobierno, debe tener presente los intereses de todos los colombianos, lo cual no es fácil porque vivimos en una sociedad dividida en clases y sectores sociales. Pero, también, no puede olvidar que fue elegido por una mayoría que apoyó su Programa Político, y a la vez, debe conquistar nuevos sectores y mucho más apoyo entre quienes no votaron por él. Y, en medio de todo, tener en cuenta que sus enemigos y contradictores intentan confundir, crear conflictos y, generar incertidumbre y pesimismo.

Al ser Dirigente de Colombia Humana, debe hacer entender a su gente que la realidad de las luchas políticas y sociales llevaron a concertar varios niveles de gobernabilidad (Pacto Histórico, coalición de gobierno, alianza interclasista), y que debe gobernar para todos y todas. En ese terreno le aparecen incomprensiones y problemas, hay gente que no sabe medir sus propias fuerzas y menos las de los aliados o las de los enemigos y contradictores, y, se generan muchos “ruidos”. Empero, todos están aprendiendo y van por buen camino, en términos generales.

Al ser Activista de una corriente de pensamiento Global, sabe que tiene que “generar pensamiento”, “desarrollar ideas”, “impulsar acciones”, y en ese terreno es donde se siente a sus anchas. Para eso se ha preparado toda la vida. En este “espacio” puede combinar todas sus responsabilidades y desplegar sus capacidades políticas y de pensador estratégico. No obstante, sus enemigos y detractores tratan de confundir a la gente identificando las propuestas que son para toda la Humanidad con decisiones particulares para el pueblo colombiano, y por ello, tiene que estar aclarando o, a veces, corrigiendo sobre la marcha. No obstante, avanza en forma continua.

Al ser Orientador de la Coalición de Gobierno, siendo él uno de los principales, debe ser flexible y comprensivo, darle protagonismo a ministros y funcionarios, a congresistas y a muchas personas, lo cual es positivo porque se van destacando dirigentes que pueden ser los continuadores de su proceso y gobierno. Este es otro de los aspectos que genera “ruido” y, a veces, “fuego amigo”, pero –indudablemente– Petro ha avanzado en ese terreno. Ha superado ciertas actitudes de tipo caudillista y mesiánico que antes lo limitaban en su actuar y desempeño.

Petro aprende, avanza, enseña y se la juega a diario. Otros presidentes latinoamericanos (Chávez, Correa, Evo, etc.) nunca aprendieron a diferenciar esos “papeles” y funciones, y seguramente, ello se explica, porque no tuvieron las experiencias de las cuales aprender y la voluntad para hacerlo. Petro con todo su bagaje de dirigente popular, parlamentario, alcalde de Bogotá y demás, va abriendo caminos y explorando nuevas posibilidades.

Rompiendo esquemas 

Gustavo Petro –sin querer– se está convirtiendo en un personaje (o una idea) que rompe con todos los esquemas. Por ello, incomoda a casi todos los que tienen ideas fijas y viven atados al pasado o proyectados a un futuro idealizado.

Incomoda a la “izquierda tradicional” que nunca desarrolló a Marx y considera como una herejía las nuevas lecturas de Marx, sobre todo las que tienen que ver con la naturaleza. Incomoda a los “progresismos” porque creían que con ser sólo “socialdemócratas” podrían reformar el capitalismo y “hacerlo más humano”.

Incomoda a los “liberales” porque se va con todo contra el sistema capitalista que utilizó la democracia para enriquecer a unos pocos en detrimento de las mayorías. Incomoda a los “decoloniales” porque acude a la Humanidad como sujeto social para el momento actual. Y aunque reconoce “identidades sectoriales” (etnias, géneros, culturas, naciones, etc.), solicita subordinar esos intereses a la causa mayor y urgente de evitar la extinción de la especie humana.

Incomoda a los “anti-imperialistas” porque coloca por encima de los intereses nacionales a los intereses de toda la Humanidad y de la vida. Incomoda a los “autonomistas” porque coloca al Estado en el eje de la lucha de una forma nueva. La urgencia de nuestras tareas implica confrontar con contundencia y ahora (¡no mañana!), a los “poderes de arriba” para obligarlos –con la fuerza pacífica de la Humanidad movilizada– a actuar contra los intereses oligopólicos de los capitalistas. En parte, es un llamado a que los “autogobiernos” no sigan mirándose su “ombligo ancestral” y –sin renunciar a su autonomía– actúen con visión global.   

Y claro, incomoda a todas las derechas que no lograron derrotarlo en Colombia y que observan con preocupación que no se deja ubicar en uno u otro “campo”. No es aliado de Rusia ni de China; no ataca a los EE.UU. pero si cuestiona su esencia depredadora; no quiere destruir la democracia, sino que quiere hacerla más participativa y real; y no se declara “anti-capitalista” pero si impulsa un cambio en las relaciones sociales de producción.

Petro incomoda, pero avanza. Hay que ayudarlo “desde abajo” y “por arriba”; desde lo local, regional, nacional, continental y global; desde la práctica y la teoría; desde lo individual y lo colectivo; desde lo racional, emocional y espiritual. Es una urgencia hacerlo.

Salvar la vida en la tierra

Petro en su intervención en el Instituto de Estudios Políticos de Paris planteó en forma de pregunta o sugerencia que para salvar la vida en la tierra se necesita una “Nueva Ciencia Económica”. La “ciencia” creada por “los depredadores” no nos sirve. Relacionar el mundo del capital-trabajo con la naturaleza es una tarea urgente en términos teóricos y prácticos. Mencionó a Nicholas Georgescu-Roegen como uno de los precursores de esa urgente tarea.

Pero Petro también pide ayuda en otros terrenos. Con los diálogos regionales vinculantes intenta lograr una mayor participación popular y ciudadana, pero a cada rato da a entender que hay que ir más allá, que dichos ejercicios pueden quedarse en la formalidad y limitarse a recoger las “reivindicaciones sectoriales” de las comunidades sin profundizar en los cambios sustanciales que implican una acción transformadora y permanente “desde abajo”.

Afortunadamente, en Colombia existe un potencial inmenso. Tenemos una gran cantidad de experiencias en diversos campos de la vida. Hay comunidades, grupos y personas construyendo (muchas veces con las uñas) una serie de dinámicas verdaderamente alternativas en economía campesina y agraria, economía popular, educación para la vida, salud preventiva y alternativa, agroecología ambiental, y otra gran cantidad de actividades relacionadas.

Hay que diseñar una estrategia de articulación de dichas experiencias prácticas para incidir de una nueva manera tanto en la formulación de la política pública como en el fortalecimiento y generalización masiva de esas nuevas visiones del “progreso” y de la vida. Para hacerlo, una de las tareas más importantes es lograr que la gente entienda que los gobiernos no pueden hacer milagros y que nos toca a todos empujar para el mismo lado.

El principal esfuerzo en esta materia no puede partir del mismo gobierno porque se va a entender como una excusa y, los enemigos y contradictores van a utilizar tal llamado para generar inconformidad. Tiene que ser un movimiento que “desde abajo”, sin perder la autonomía, logre desarrollar una participación permanente y cualificada, que transforme las prácticas burocráticas de las mismas organizaciones sociales, de los entes territoriales (alcaldías, gobernaciones, ETIs, Consejos Comunitarios, Juntas de Acción Comunal, etc.) y del mismo Estado central (nacional).

Juntar y potenciar esas experiencias locales y convertirlas en un torrente de acción transformadora, es una de las principales tareas para apoyar al Gobierno del Cambio. Tiene que apoyarse en una serie de personas y pequeños grupos que desde años atrás han venido construyendo nuevas relaciones sociales colaborativas, nuevas miradas que valoran la diversidad en toda su dimensión creadora, nuevas economías cuidadoras de la vida y nuevas culturas integradoras.

Es la utopía convertida en acción cotidiana. Es parte de la “búsqueda” que nos propone Petro. Es luchar en nuevos terrenos desechando “sueños insurreccionales” y “revoluciones por decreto”. Es creer en la potencialidad de lo pequeño y del ahora. Y es parte de esa nueva relación entre la economía y la naturaleza, incluyendo a la naturaleza humana. Es el reto.

Referencias bibliográficas (vínculos)

Presidencia de la República (16.11.2022). 100 días de cambio. 20 hitos. https://petro.presidencia.gov.co/100diasdecambio/index.html

Caracol Radio (11.11.2022). ¿Cómo cambió la política exterior colombiana en 100 días del Gobierno Petro? https://onx.la/8498f

Arañando el cielo y arando la tierra (14.11.2022). Palabras del Presidente Gustavo Petro en el Instituto de Estudios Políticos de París. https://onx.la/267a3

Georgescu-Roegen, Nicholas (1996). La Ley de la Entropía y el proceso económico. Fundación Argentaria, Colección Economía y Naturaleza. https://onx.la/6f255

Wilches-Chaux, Gustavo (7 de agosto de 2022). Colombia tiene con qué. Razón Pública. https://razonpublica.com/colombia-tiene-con-que/  

Wilches-Chaux, Gustavo (1993). El sentido de la participación. Memorias del Tercer Seminario Internacional HABINET sobre Participación Comunitaria, Centro de Estudios del Hábitat Popular (CEHAP). https://www.desenredando.org/public/libros/1994/ver/html/3cap6.htm

lunes, 14 de noviembre de 2022

Palabras del Presidente Gustavo Petro en el Instituto de Estudios Políticos de París

 

Palabras del Presidente Gustavo Petro en el Instituto de Estudios Políticos de París

París, 9 de noviembre de 2022

Quiero agradecerles a todas y todos ustedes su presencia aquí, como estudiantes de la universidad.

Siempre en la vida del ser humano regresar a una universidad y hablar allí, pensar allí, reflexionar allí, es gratificante. Siempre. (Ver Video)

A nuestra Decana de la Escuela de Asuntos Internacionales de Paris, Arancha González; al Vicedecano de la Escuela de Asuntos Internacionales, Mark Maloney, y a nuestra Vicepresidenta de Sciences Po, Vanessa (Scherrer) y a todos ustedes, un saludo desde Colombia.

Estoy en una fase que algunos seres humanos viven, difícil, que es aplicar ideas desde un gobierno, en un mundo donde propiamente las alternativas políticas, en cierta forma, han dejado de existir. Donde se ha acostumbrado los gobiernos, el liderazgo político, a construir un discurso homogéneo –un pensamiento único, le llaman– y donde las perspectivas de critica han disminuido, y, por tanto, las posibilidades de construcción diferentes al del poder dominante.

En cierta forma, quienes hemos integrado las izquierdas, porque hay que ponerlas en plural, gobernamos lo que hemos criticado, el capitalismo. Somos gobernantes del capitalismo y en una época profundamente difícil.

Y eso genera una serie de paradojas, de tensiones políticas, de contradicciones incluso, que ahora a mí me toca asumir, como navegar en un río turbulento.

Acabo de venir de la COP 27; yo estuve aquí en la COP 15.

Cuando vine a la COP 15 esperaba ver un millón de personas movilizadas, en París lo que había era un estado de sitio. Y para mí fue paradójico, porque yo venía de luchar con las armas contra un estado de sitio de 25 años en Colombia.

Y París para nosotros era el referente democrático, progresista. Y entonces llegar supuestamente a la Cumbre del Clima, donde se iban a tomar decisiones profundas sobre el cambio del sistema, pensamos nosotros, y encontrar una ciudad bajo estado de sitio, pues fue en cierta forma sintomático de lo estaba pasando y de lo que está pasando en este momento.

En Colombia introduje en la política colombiana, en el debate público, desde hace unos diez años, el tema del cambio climático. Lo hice eje de mi actividad como Alcalde de la capital, la ciudad de Bogotá, y lo retomé ahora en esta campaña, en las dos campañas presidenciales, en la que fracasé en el año 18, y ahora.

Y he asistido, y vengo de ahí, a la COP 27, ese número ha variado tanto que se han realizado 22 COPs, reuniones de gobiernos en el entretanto.

Y estamos en una situación peor. Si uno hace el balance entre la 15 y la 27, la situación hoy es peor. Tan peor que ya ni el Presidente de China, ni el Presidente de Estados Unidos, ni los presidentes que tienen países que son los que más contaminan la atmosfera, en términos de emisiones de CO2, y que tienen las posibilidades de desencadenar los mecanismos financieros para adaptarnos o para mitigar a escala global, asisten. No fueron.

Se ha convertido más en un escenario técnico. Cuando los técnicos reemplazan los políticos y las políticas, eso se llama tecnocracia. Es decir, la COP ha pasado a ser una instancia tecnocrática y no política, y la tecnocracia termina siendo siempre conservadora; las medidas que salen de allí son conservadoras.

Incluso de una manera casi que aberrante, porque, escuchando diversos presidentes y personas en los paneles en los que asistí en estos dos días –los trabajos continúan–, casi que el discurso se ha vuelto automático. Es un discurso automático en donde se repite la terminología que se ha desarrollado con la crisis climática, sin salidas. Hay una retórica permanente y un escape hacia las salidas concretas.

El Secretario de la Organización de Naciones Unidas –espero que no haya problemas por hablar en español, para quienes no hablen el idioma–, el Secretario General de las Naciones Unidas dijo a los países –la mayoría en desarrollo–, allí presentes, que el mecanismo realmente expedito para construir la adaptación a la crisis climática –como adaptación se entiende no la solución de la crisis climática, sino la manera cómo nos organizamos para resistirla en el tiempo–, que es un mecanismo de financiación que implica cambios en la organización territorial de la sociedad, de sus infraestructuras, de su producción, pues tenían como camino viable no tanto el aporte de los países más desarrollados, que nunca ha existido en realidad –es mínimo, son limosnas–, sino el camino del endeudamiento.

Y planteando un país en desarrollo hoy, cuando las tasas de interés han crecido en todo el mundo, cuando el virus ha dejado economías enclenques y sobre endeudadas, que el camino de la solución de la llamada adaptación a la crisis climática es la deuda, pues es una burla.

Muchos de allí obviamente protestaron. Pero ese ya es el tono de lo que estamos viviendo, porque la crisis climática no es un episodio transitorio, digamos frágil, leve, para la historia de la humanidad.

Si la ciencia está en lo cierto –y no tenemos una razón más que creerle a la ciencia –si es que aún somos racionales, si es que aún queremos que el siglo XXI sea un siglo de la razón y no de la sinrazón–, entonces la ciencia lo que nos está diciendo es que la crisis climática tiene un potencial de extinción de la vida en el planeta, incluida la humana.

No estamos ante cualquier problema; estamos ante el peor problema de la humanidad.

Esa crisis climática necesita análisis académico en realidad. No solamente desde el punto de vista de las ciencias exactas, sino desde el punto de vista de las ciencias humanas, recogiendo ese concepto que tanto criticó (Michel) Foucault.

Es más, necesita un análisis desde la economía política. Lo he intentado –la campaña electoral me lo impidió–, escribir un libro al respecto, no lo encuentro en las librerías que he recorrido. No se ha escrito al parecer mucho sobre el tema.

Ustedes pueden encontrar análisis de periodistas sobre la crisis climática, pueden encontrar análisis pues, de biólogos, de climatólogos, de geólogos, etcétera, que son los que le mostraron al mundo su existencia.

Pero desde el punto de vista de la economía, por ejemplo, no la encuentran.

Y la crisis climática es un problema económico. Generado por la economía y con efectos sobre la economía.

El generador de la crisis climática es la economía.

Y entonces es desde la teoría económica desde donde deberíamos ver análisis y respuestas.

Y no.

Y no básicamente porque en el pensamiento dominante económico, que se alejó del todo de la economía clásica, la crisis climática es como una piedra que cae en un estanque.

Voy a tratar de no alargarme, pero tiendo a hablar bastante. Porque el paradigma que está detrás de la teoría económica dominante del mundo, la que impera en Francia y la que impera en Colombia y en los Estados Unidos y en el Japón, es básicamente el eco, el recuerdo, la profundización, incluso matemática, de un modelo económico que creó un señor llamado León Walras, suizo, que se le llama la teoría del bienestar general y que, básicamente consiste, demostrado matemáticamente, que, si se deja actuar el mercado libremente, se maximiza la utilidad.

Para hacer la demostración matemática –y la economía siempre recurre a la matemática como su legitimación científica, falsa–, entonces tienes que hacer unas funciones continuas que puede expresar perfectamente, buscar tangentes. La tangente, recuerden ustedes que, en el cálculo, nos permite la maximización, si la derivada es igual a cero. Matemáticas, nadie duda de las matemáticas. Entonces cuando se hace un modelo así, nadie duda de su conclusión.

Si el mercado actúa libremente, se maximiza la utilidad.

La utilidad se transforma en bienestar. Y el bienestar individual se transforma en bienestar general.

Entonces se puede decir, como se dice hoy –ese es el neoliberalismo–, el bienestar general de las sociedades se maximiza si el mercado actúa libremente.

Bajo eso llevamos décadas de práctica, pero el resultado actual no es que se maximizó el bienestar de las sociedades, sino que estamos a punto de extinguirnos.

Entonces el paradigma se derrumba.

La teoría de Walras hoy, ante la práctica misma de la extinción, termina demostrando que era simplemente un planteamiento ideológico y no una ciencia.

Sin embargo, la teoría económica que domina el mundo es esa. Todo el arquetipo, todo el instrumental de medios económicos que usan los gobiernos, está cimentado en este paradigma, que te dice que, si los mercados actúan libremente, se maximiza la utilidad.

Y estamos es ante una crisis integral de la existencia humana.

Luego desde esa economía no podían salir mayores respuestas. Algún intento hizo un premio Nobel, (William) Nordhaus y otros, tratando de mirar la crisis climática como una externalidad en el mercado, tratando de introducirla entonces para que el mercado la corrigiera, y el resultado que les da, teórico, es poner una tasa carbón, es decir, elevar los precios en la medida en que el producto sea más contaminante en la atmósfera, a través de emisiones CO2. Y pensar entonces que, bajo ese mecanismo, automáticamente el mercado corregiría la asignación de recursos de tal manera que, dejaríamos de emitir CO2.

Eso, escrito en un libro antes del covid-19, no tiene aplicación práctica ni siquiera en el día de hoy, siendo una teoría neoliberal.

Desde la economía política, el asunto se vuelve más complejo, porque si uno vuelve a leer la economía política del siglo XIX, pero le pone matemáticas, sus autores fundamentales pues no conocieron, ni conocían; aunque sí pudieron, si hubiera existido un diálogo entre economía política y física, que no lo hubo en el siglo XIX, porque los físicos ya habían descubierto el mecanismo, ya sabían que el CO2 calentaba el planeta y ya sabían que se emitía cada vez más CO2.

Ese simple diálogo hubiera hecho un descubrimiento muy prematuro en la humanidad, pero muy interesante. No ocurrió y, en la economía política, si la miramos desde hoy, lo que encontraríamos es que, esas leyes que descubrieron aquellos economistas, Ricardo, Smith y Marx, fundamentalmente, aplicadas hoy, miradas hoy, explican la crisis climática. Porque ya ellos habían encontrado un proceso de acumulación de capital permanente y ampliada. Así le decían.

Ya habían descubierto a través de sus conceptos alrededor del valor y no del precio y cómo podían ir surgiendo el plusvalor, que el mismo capital desencadenaba un mecanismo de amplitud, un mecanismo ampliado de manera permanente que, como un huracán, iba llegando a todos los rincones de la tierra y la existencia humana, simplemente porque el capital busca ganancia.

Ellos no llegaron a la atmósfera. Pero nosotros ahora sí podemos ligar el análisis con el análisis químico de la atmósfera, y encontrar que la acumulación ampliada de CO2 en la atmósfera, es decir el cambio químico de la atmósfera, no es más sino el reflejo de la acumulación del capital en la economía.

Claro, de esa idea surge una acción bastante radical. Porque no se podría superar la crisis climática sino superando la acumulación de capital.

O, en otras palabras, no podríamos garantizar la vida en el planeta, incluida la humana, sino superando la acumulación del capital. Es decir, superando el capital.

Lo cual nos pone a pensar en términos de finales del siglo XIX o como pensaba la gente al principio del siglo XX.

Claro, la historia no se repite. Las respuestas que entonces se están dando desde el mundo de la política en el mundo, esto que se llaman las COPs, que es donde se pueden resumir muchas de estas propuestas, tenemos esa oportunidad de condensarlas en unos instantes del tiempo y en un lugar geográfico, cada vez más alejado de la humanidad.

Porque el lugar de donde vengo es un conjunto de balnearios sin pueblo, perdido en el desierto, allá en el mar Rojo, en frente de Arabia Saudita, donde la humanidad no puede llegar si no es en avión.

Que es una demostración de cómo se están tomando las decisiones. Son decisiones sin humanidad. Son decisiones tecnocráticas que no consultan, por ejemplo, este hecho: si la crisis climática es el producto de una acumulación del capital y está en lo intrínseco del capital el que se produzca, pues las soluciones no pueden ser tecnocráticas. Las soluciones tendrían que ser eminentemente políticas, en el sentido real y completo de la palabra política.

Cuando estamos en estas instancias de la COP, entonces, se percibe el mundo de tensión que existe. Es decir, el político hace como el avestruz, no habla de esto; habla de la crisis climática sin conectarla con la causa, trata de ocultar la causa. Las causas se van evaporando en las conferencias internacionales, porque las causas tienen que ver con el mercado y el capital.

Y los políticos lo que están es gobernando el mercado y el capital, o intentando una gobernanza con el mercado y con el capital.

Yo diría que es al revés. Es el mercado y el capital es el que está gobernando a los políticos.

Entonces ¿cómo podría haber decisiones allí que pudieran ayudar a solucionar la crisis de existencia humana en este momento?

Yo la verdad no creo que se puedan producir allí.

Mientras tanto, aumentan las tensiones. Si la crisis climática es ampliada, es un mecanismo ampliado, permanentemente ampliado, tal como el capital en la economía, es su reflejo, pues la ciencia lo que nos dice es que cada vez viviremos peor.

Y lo hemos sentido. Aquí hay un sobreviviente de la Covid que lo conozco, casi mueres. Yo también fui sobreviviente de la Covid, y cuántos no sobrevivieron, cuántas no sobrevivieron. Sociedades que salen prácticamente y literalmente de la muerte.

Y no acaba de pasar esa crisis, llamémosla así; esa crisis de salud, aún sin conocer más causas del virus, que también podrían estar ligadas a la crisis climática. Porque la aparición de cada vez mayores virus tiene que ver con cambios en los ciclos de la vida.

Y los efectos invisibles son peores que los visibles.

La sequía tiene efectos, la inundación tiene efectos, el alza del mar tiene efectos, los huracanes cada vez más fuertes tienen efectos, pero lo peor está en lo invisible.

Y es que el comportamiento y las rutas de partículas infinitesimales para nosotros, cambia con el calor y pone en contacto cosas que antes no se ponían en contacto produciendo ya no efectos benéficos y positivos, sino mortales.

Si la extinción de humanidad se produce se produce es por el efecto de los virus.

Y este mecanismo que se ha desencadenado va teniendo unos efectos en la vida política que yo creo es lo importante aquí recoger.

El análisis científico de la crisis climática debe ir aparejado a un análisis político de la crisis climática, igual que debería tener igual un análisis económico de la crisis climática.

¿Qué se está produciendo en las sociedades en el mundo de hoy?

Si hay sociedades que se van quedando sin agua, o que van pasando a mayores niveles de enfermedad y por tanto de mortalidad; si hay sociedades que empiezan a quedarse sin sus condiciones materiales de existencia, porque se los va destruyendo la crisis climática, qué sucederá en la política.

La idea de progreso que teníamos hace unas décadas era la idea de la modernidad. Siempre vamos a progresar; la política, la sociedad y la economía tienen que tener como objetivo progresar, el progreso; ser más ricos, vivir mejor. Bajo diversas palabras expresó esto en los discursos políticos. Incluso matemáticamente la función de producción era fundamental, porque todo número elevado a una potencia positiva, pues te da infinito.

Las matemáticas nos muestran el infinito. Y si la economía recoge esa matemática, la economía recoge el progreso infinito.

Hegel le llamaba a eso la mala infinitud. Porque, obviamente, en el planeta no puede haber un progreso infinito si se mide en cosas.

Si la idea del progreso es el producto interno bruto o la acumulación de capital, que se expresa en acumulación de bienes y servicios, pues esa acumulación vista infinitamente no es sostenible con la tierra.

Y esto, que era el fundamento de la idea de progreso, hoy ha muerto. Hoy sabemos que cada vez vivimos peor.

Cualquiera que viva en cualquier sociedad, en el mundo de estos días, sabe que su futuro, si le ha puesto cuidado a lo que significa la crisis climática, no es el que va a vivir mejor; es que va a vivir peor.

Y si lo extendemos a nuestros hijos, la siguiente generación o a la siguiente, se entiende porque muchos jóvenes del hoy no quieren tener hijos. Es que la idea de progreso revirtió en su contrario.

Los tiempos, que no podría llamar modernos, bueno, estos son temas de palabras, los tiempos contemporáneos ya no se basan en una idea de progreso como hace unas décadas.

Como la izquierda defendía o como la derecha defendía, antes.

Hoy la realidad es que tenemos es una idea de decadencia y degradación hacia adelante si no somos capaces de superar la crisis climática. Y si no somos entonces capaces entonces de superar sus causas. Y superar sus causas tiene que ver con esta idea de progreso infinito.

Es decir, nuestra idea de riqueza tendría que cambiar fundamentalmente.

No una riqueza concebida en acumular y en tener, sino una riqueza concebida en el existir.

Y esto, pues nos demanda una nueva sociedad, una nueva economía, una nueva política, otro estilo de poder, o de sin poder; otro tipo de racionamiento que no se está haciendo en el mundo actual.

En la COP 27 dije, ahí delante pues de los presidentes con los que me tocó hablar, que vamos con los ojos abiertos al suicidio. Vamos con los ojos abiertos al suicidio.

Si uno lo mira, digamos, con alguna simpleza, la solución es dejar de consumir petróleo, carbón y gas. Digámosle esto a Colombia a ver qué nos dice; digámosle a Venezuela a ver qué nos dice; digámoselo a los países árabes a ver qué nos dice por el lado de la producción; digámoselo a los Estados Unidos que consumen 60 y nosotros 3 veces más, generan más emisiones de CO2 que expresa la desigualdad social del mundo.

La desigualdad social del mundo la podemos medir a través del coeficiente Gini en dólares. Pero también la podemos medir en CO2.

Una nueva contabilidad sería muy interesante implementar de manera generalizada, que ya no es el dólar o el euro, sino el equivalente a CO2 por gramos o por toneladas. Porque la desigualdad social es una desigualada en emisiones de CO2.

Son más ricos, emiten más CO2. Somos más pobres, emitimos menos CO2. Todos somos la consecuencia.

Entonces, una solución tendría que ver con que allá los ricos, emitan menos CO2.

Estaríamos hablando de igualdad, una palabra muy querida por Francia, pero que habría que practicar porque la igualdad en términos de reducir en emisiones de CO2, pues no somos nosotros los que tenemos que reducir –nosotros hablo de quienes habitamos en países que llaman en desarrollo–, sino que son las capas más ricas de la humanidad las que tendrían que dejar de emitir.

Y entonces esto pone el tema en términos políticos. Es decir, que tendríamos que ser más iguales.

Un tecnócrata dirá; No, Petro. Estás equivocado, porque si esas riquezas que producen sin emitir CO2, es decir, cambiamos la tecnología se pueden mantener los estándares de vida tal cual los conocemos hoy. Simplemente que cambiamos el chip tecnológico y, en vez de consumir petróleo, carbón y gas, entonces vamos a usar energía nuclear, agua, viento y sol; y, si no queremos la nuclear, agua, viento y sol.

O, como decía un economista muy importante, (Nicholas) Georgescu-Roegen, que nunca se ganó un premio Nobel –los premios Nobel se los ganan siempre los neoliberales en economía–, Georgescu era un disidente soviético, en Rumania. Era rumano, se escapó de allá, fue a parar a Nueva York y allá también se convirtió en disidente.

Pero hizo unos libros precursores de esto, él intentó vincular la física, las leyes de la termodinámica en la economía y encontró pues –siempre que se vincula la física con la economía o la filosofía con la economía estallan los paradigmas–, encontró el que simplemente la economía es un acelerador de la segunda ley de la termodinámica.

 

Es decir, que vamos hacia el frío, hacia el frío universal.

 

Pero esto, cambiar el chip tecnológico por energías limpias, que es en lo que estamos andando muy marginalmente, olvida una tesis fundamental de la economía política del siglo XIX, que –vuelvo a insistir–, hay que volver a leer.

 

Allí, el cambio tecnológico se concibió como un cambio también de relaciones de producción. O antes o después, pero había una interrelación entre tecnología y relaciones sociales de producción.

 

Relaciones sociales de producción era un concepto clásico olvidado por la izquierda completamente que lo que expresa es cómo se organizan los seres humanos para producir.

 

Cómo se relacionan los seres humanos para producir.

 

Y el capitalismo entonces se definía como una relación entre seres humanos entre cosas, sino entre seres humanos, uno de los cuales compraba de otros su fuerza de trabajo al cambio de un trabajo.

Ese es el capitalismo.

Hoy podemos ver capitalismo por todos lados, porque la relación es una gente que es asalariada y alquila su fuerza de trabajo cada vez menos muscular, cada vez más cerebral, y otros que la compran.

Y ese es el mundo de hoy; no ha cambiado. Es decir, esas relaciones sociales siguen vigentes.

Pero ¿qué pasa con la tecnología de las energías limpias y de la economía descarbonizadas si quisiéramos dar ese paso y salvarnos del problema fundamental de la humanidad hoy que es la catástrofe climática y, por tanto, de la existencia?

Esas nuevas tecnologías, el capital quiere ponerlas a sus servicios como si no pasará nada. Pero el capital no cambia las tecnologías si no aumenta la rentabilidad.

Si la tecnología disminuye la rentabilidad no la mete. Y si las tecnologías limpias –llamémoslas así– descarbonizadas, no incrementan la rentabilidad en términos del alemán, de la economía política, no aumentan la explotación, no se usan.

Y entonces, ustedes van viendo la reticencia –porque estos cálculos se hacen individualmente–, van viendo la reticencia a usar tecnologías limpias.

Lo que pasa es que no aumenta la rentabilidad. Están a la espera de que sí, pero nada.

Europea occidental depende del gas porque las energías limpias no son más rentables que el gas.

El hidrógeno verde famoso es muchísimo más caro que el gas y, por tanto, Europa Occidental prefirió depender del gas. Es un criterio de rentabilidad, no un error técnico ni político. Y al meterse allí a depender del gas está pasando lo que está pasando, están en las guerras de la economía fósil.

La guerra de Ucrania, la invasión a Ucrania o como se quiera llamar, dependiendo de las posiciones políticas que hay al respecto, es una guerra más de la economía fósil, que es el gas.

Los que hoy hablan alrededor de este tema, no hablaron cuando la invasión de Irak, cuando la invasión de Siria o cuando la invasión de Libia, y también eran guerras de la economía fósil.

Todo el siglo XXI ha estado plagado de guerras producidas por la economía fósil.

Pues es la reticencia a pasar a energías limpias, simplemente porque no son más rentables.

Y entonces el capital empieza a chocar con la humanidad, porque la humanidad obviamente quiere salvarse. La humanidad no está pensando en términos de rentabilidad sino en términos de la descarbonización, lo más rápidamente, posible de la economía. Pero, el capital no descarboniza porque no es más rentable.

La tensión política indudablemente se dispara.

El mundo que vamos a vivir es un mundo de tensiones políticas.

Lo que vamos a observar en Europa es que millones de personas del África, cada vez van a llegar más y más y más. Y que millones de Suramérica y Centroamérica van a ir hacia el norte más y más y más.

Cualquiera que vea el tapón del Darién sabrá de lo que le estoy hablando.

Y en el norte las ideas de autodefensa, de xenofobia, van a crecer más y más y más, al punto que estimularán, a través del voto, el que se pongan los muros, se disparen las ametralladoras y se construyan los campos de concentración.

Desde un punto de vista negativo, nos acercamos a un 1933, pero a escala global.

Desde un punto de vista positivo –y terminó aquí porque vamos a abrir las preguntas–, la incapacidad del liderazgo político mundial de dirigir la transición y superar el problema, que es hoy plenamente demostrado, obliga a que aparezca un nuevo sujeto político en esta historia de estos días, que no puede ser otro que la humanidad misma.

La capacidad de articulación de la humanidad misma para suplir la incapacidad del liderazgo político tradicional e imponer una transición que va contra el capital y su rentabilidad.

Dejo ahí y abrimos las preguntas.

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Petro rompe con todos los moldes

 

Petro rompe con todos los moldes

Popayán, 9 de noviembre de 2022

Gustavo Petro, presidente de Colombia, ha ratificado varias de sus ideas que rompen con lo tradicional (izquierda y derecha). En la visita que realizó al presidente Maduro en Caracas –al final de su intervención– “desidealizó” a Simón Bolívar y al mismo presidente Chávez. Afirmó que los próceres de la independencia de España ganaron la guerra siguiendo el “siglo de las luces” de Europa con sus ideas de igualdad, libertad y solidaridad, pero no las llevaron a la práctica. Y que la integración de América Latina hay que hacerla “vinculándose al pueblo” pero con una visión amplia, más allá de ideologismos partidarios.

Insiste así en su idea de la “búsqueda”. “No hay nada qué seguir”, “ni ideas para copiar”, plantea ante la cara de sorpresa del presidente venezolano. “Nos toca levantar la antorcha”, “ser desde Latinoamérica un faro para el mundo”, afirmó con convicción. Dice que “sólo tenemos nuestro pensamiento y la experiencia de la humanidad” para enfrentar la extinción de la vida humana en la tierra. Es la misma actitud asumida en la COP27 que se celebra en Sharm El Sheikh (Egipto), en donde esbozó su “Decálogo para enfrentar la crisis climática”.

Petro asume con total seriedad y compromiso los llamados de los científicos en relación a la urgencia de reducir en forma radical las emisiones de CO² para evitar la hecatombe climática y la crisis ambiental. El presidente colombiano plantea con total contundencia que “es hora de la humanidad y no de los mercados” y que los “gobiernos deben poner la política al mando para generar un plan global de desconexión de los hidrocarburos de manera inmediata”. Una cosa es que lo diga Greta Thunberg, otra que lo afirme el primer mandatario de un país.

En Colombia la reacción frente a la política de transición energética que Petro propuso durante la campaña electoral ha sido virulenta. El gobierno planteó que va a mantener los contratos de exploración y explotación de petróleo pero que no firmará ningún otro. La oligarquía financiera y sectores de la burguesía burocrática (que vive de las comisiones que les pagan las empresas petroleras transnacionales) trataron de crear el pánico económico, por un lado, para frenar la reforma tributaria que “por primera vez grava a los ricos”, y por el otro, para debilitar al gobierno usando la devaluación de la moneda (fenómeno global) presentándola como reacción de los mercados frente a la política energética del gobierno.

No obstante, no lo han logrado. Se aprobó la reforma tributaria y Petro se reafirma en su posición frente al petróleo y al carbón. Incluso en la COP27 se ha radicalizado aún más. Lo más interesante que planteó Petro en la COP27 fue que para poder impedir la extinción de la humanidad, tendrán que surgir “nuevas relaciones sociales” y una nueva actitud frente a la vida. Petro está planteando una verdadera revolución, pero sabe que una tarea de ese tamaño no puede hacerse sólo “desde arriba”. Incluso, llamó a pasar por encima de los gobiernos.

Para avanzar en la dirección que propone Petro se requiere una economía diferente. Para salvar la vida en la tierra se necesita un nuevo paradigma. La “ciencia” económica creada por “los depredadores” no nos sirve. Es evidente que nuevos fundamentos económicos están apareciendo fruto de la necesidad y del desarrollo contradictorio de las fuerzas productivas. El “decrecimiento” planeado y consensuado, por un lado, y las “economías colaborativas”, por el otro, empiezan a avizorarse como bases de un nuevo pensamiento para enfrentar los nuevos retos que la humanidad tiene al frente. El “Estado emprendedor” entra en juego.

El Estado –como se ha visto durante la (pos) pandemia– ha tenido que intervenir abiertamente en la economía (jugando como soporte de las empresas farmacéuticas y de estimulador del consumo para evitar la catástrofe), pero hacia el futuro, con la intervención de nuevas fuerzas políticas y sociales puede promover la acción de los “prosumidores colaborativos”, altamente competitivos social y ambientalmente, y contribuir con el debilitamiento de los monopolios capitalistas depredadores de la vida. Seguramente la humanidad vivirá un largo período de convivencia y competencia entre un capitalismo senil y decadente y un “poscapitalismo” emergente que diseñará y operará economías de equivalencias y de cuidado de la vida.

La guerra actual por el gas (Rusia-Ucrania-Otan), la recesión económica que está encima, la agudización de la crisis climática, energética y alimentaria, y el auge de toda clase de “fascismos”, obliga a los pueblos y a lo más avanzado de la humanidad a “seguir en esa búsqueda” que ha planteado valientemente Gustavo Petro. Nuevas utopías alentarán a los pueblos a luchar por hacer posible lo imposible. No hay otro camino.

Referencias bibliográficas (vínculos)

Video. Visita e intervención presidencial de Gustavo Petro en Caracas (01.11.2022). https://drive.google.com/file/d/17Xdzol6WAmgCJWuiyaxyO4ZYcViNb9MM/view

Intervención de Petro en COP27: Decálogo para enfrentar el cambio climático (07.11.2022). https://www.youtube.com/watch?v=JcYOP0RNOZ4

Costa, Pedro (28.10.2021). Manual crítico de cultura ambiental. Editorial Trotta. https://es.scribd.com/book/534985856/Manual-critico-de-cultura-ambiental

Rifkin, Jeremy (2014). La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo. Editorial Paidós. Barcelona, España. https://www.popularlibros.com/archivos/9788449330513.pdf

Mazucato, Mariana (04.11.2022). El Estado emprendedor debe liderar el cambio climático. Project Syndicate. https://www.project-syndicate.org/commentary/entrepreneurial-state-only-solution-to-climate-change-by-mariana-mazzucato-2022-11