domingo, 31 de mayo de 2015

SOBRE EL CESE DE FUEGOS BILATERAL EN COLOMBIA

SOBRE EL CESE DE FUEGOS BILATERAL EN COLOMBIA

Bogotá, 31 de mayo de 2015

Los países garantes del proceso de paz piden cese al fuego bilateral y definitivo. Les preocupa - con toda razón - que el escalamiento de la guerra ponga en peligro la continuación de los diálogos en La Habana.

Algunas organizaciones políticas, sociales y personalidades políticas respaldan esa petición y se pronuncian de diferentes formas (comunicados, plantones, marchas) para presionar esa decisión.

Sin embargo el problema no es tan simple. Existen antecedentes que complican el asunto. Veamos:

Existe el temor de que como ocurrió en El Caguán, la guerrilla utilice la tregua para fortalecerse militarmente. Y esa opinión no sólo la tienen los llamados "enemigos de la paz" sino que es una opinión bastante generalizada.

Para evitarlo, quienes así piensan, proponen la concentración de las fuerzas guerrilleras en sitios específicos, los cuales tendrían que tener vigilancia de un actor neutral (ONU) y verificación internacional.

Para la guerrilla eso sería como oficializar su derrota ya que detrás de la vigilancia y verificación internacional estarían las fuerzas del ejército para, en caso de romperse la tregua, arremeter contra ellos. Además, con toda la tecnología que existe y la capacidad de infiltración de las fuerzas oficiales, ello significaría un riesgo muy grande. 

Si se tiene en cuenta que la guerrilla tiene como ventaja comparativa su enorme dispersión en el territorio y su capacidad de camuflarse entre las comunidades, además de que su mantenimiento depende de ese contacto, es casi ilusorio que vayan a admitir grandes concentraciones en unos pocos sitios.

Si realmente hubiera capacidad organizativa - como la que muestran los indígenas del Cauca - se podrían organizar "barreras humanitarias por la Paz" - que rodearan grandes zonas para garantizar un cese de fuegos. Sin embargo eso no parece viable, el gobierno argumentaría que es "gente presionada" por la guerrilla y que no es garantía de que la guerrilla no continúe fortaleciéndose militar y hasta políticamente.

La única salida es desescalar voluntariamente la confrontación y acelerar los diálogos de paz. Los acercamientos y coincidencias entre Santos y Uribe (que ya acepta las negociaciones y forcejea para conseguir su impunidad), que el comandante Timoleón Jiménez (Timochenko) considera equivocadamente como un "debilitamiento del gobierno de Santos" (http://bit.ly/1Fj1NkT), pueden al contrario convertirse en un factor positivo para que el panorama se aclare y las negociaciones se aceleren.

Es bueno anotar finalmente que, a regañadientes, Uribe ha empezado a alinearse al lado de la "paz neoliberal" que ofrece Santos, porque recibió desde Panamá la orden del imperio de apoyar ese proceso. La experiencia de procesos de paz como los de Centroamérica indican que un gobierno débil no es capaz de sacar adelante un proceso de ese tipo, y los gringos, duchos en eso, están presionando para que el "bloque de poder hegemónico dominante" se unifique para lograr su objetivo: "paz neoliberal" con pequeñas concesiones "democráticas".


Por otro lado, las fuerzas democráticas y civilistas necesitamos la terminación del conflicto armado para avanzar. Es mejor una "paz neoliberal" que una "guerra instrumentalizada por el gran capital". Al menos en “paz” podremos organizarnos, expresarnos masivamente y avanzar por el camino de transformaciones que nos señalan la mayoría de pueblos sudamericanos.    

miércoles, 27 de mayo de 2015

DERECHA Y “ULTRA-DERECHA”… CADA VEZ MÁS CERCA

DERECHA Y “ULTRA-DERECHA”… CADA VEZ MÁS CERCA

Bogotá, 29 de mayo de 2015

Los últimos acontecimientos ocurridos en Colombia nos obligan a hacer un resumen de nuestros últimos artículos y a fundamentar con mayor precisión una serie de conceptos que son esenciales para entender la dinámica de la lucha social, política e ideológica que está en pleno desarrollo en el país.

Esperamos contribuir con el debate que existe al interior del movimiento democrático. Que este aporte ojalá sirva para ayudar a desenredar el ovillo teórico-político que nos impide tomar la iniciativa frente a un régimen que sólo puede ofrecer una “paz neoliberal” pero que intenta – demagógicamente – adornarla con “reformas democráticas”.

El deslindamiento entre Santos y Uribe representó en su momento la diferencia entre diversos intereses de clase o sectores de clase. Uribe, representa al gran latifundismo y a la gran burguesía agraria, y Santos a la burguesía trans-nacional. La clave del asunto es entender por qué se diferenciaron entonces (hace ya 4 años) y por qué se vuelven a unificar ahora.

Parte de las dificultades de la izquierda consisten, por un lado, en no percibir las diferencias y no saberlas aprovechar, y por el otro, en creer que las diferencias son antagónicas y crearse falsas ilusiones en supuestos sectores progresistas de la burguesía. Ese será uno de los temas a tratar.   

Introducción a partir de la coyuntura

Juan Manuel Santos no sabe cómo volver a diferenciarse de Uribe. Ataca a diario – con desespero y pose mediática – lo que él llama “ultraderecha”. Su imagen de “reformista” y “progresista” ha sido diezmada por los últimos acontecimientos. Él sabe que la diferenciación con Uribe le servía para engañar a algunos sectores de la sociedad. Claro, no quiere quedar en evidencia de una forma tan cruda, torpe y rotunda.

La careta finalmente cayó y su acercamiento e identificación con el “uribismo” es cada vez más visible. No sólo en el terreno de la política económica y social sino también en su apuesta por la paz. Esa política hoy tiene más de pacificación que de cualquier otra cosa. Y esa situación tiene importantes consecuencias políticas.  

Las FARC también han dicho que “Santos se dejó presionar por la ultraderecha enemiga de la paz.”[1] ¿Será que ellos también creían que Santos podía avanzar más? ¿Que sería capaz de concertar “una paz con justicia social”?  Si así lo creían, es una grave equivocación estratégica y conceptual. Significa que no han entendido a qué juega la burguesía transnacional y el imperio.

Es importante reconocer que Santos trazó en su momento una línea diferente a la de Uribe. El desprestigio alcanzado a nivel internacional por el gobierno uribista por los crímenes cometidos y por la cooptación del Estado a manos de diversas mafias, obligó a la burguesía a realizar una serie de cambios. Por ello Santos se atrevió a dar un viraje en las relaciones internacionales e iniciar los diálogos de paz. Impulsó aparentes reformas en restitución de tierras y reparación de víctimas. Se deslindó temporal y parcialmente de su antecesor. Pero no podía ir más allá. Su “paz” siempre ha sido neoliberal y su cordón umbilical con Uribe lo frenaba.  

Aunque las fuerzas democráticas lo empujáramos a “ir más allá”, tendríamos que haber sabido que él no podría “sacrificar totalmente a Uribe”. Deberíamos tener claro que en algún momento limarían sus diferencias. El uno (Uribe) presionado por la justicia, y el otro (Santos),  por su anterior complicidad con Uribe. No podían tensionar la cuerda más allá de cierto límite. Sus intereses estratégicos (oligárquicos) estaban en juego. El imperio finalmente les ha llamado la atención y les ha impuesto orden y disciplina.

La orientación imperial parte de aprovechar al máximo los graves errores cometidos por la insurgencia. Lograr una “paz neoliberal” con limitadas concesiones “democráticas” es su meta. Saben que el ataque en Buenos Aires (Cauca), en abril pasado, que violó el cese de fuegos declarado unilateralmente por las FARC, forzó un punto de quiebre que obligó a Santos a reversar decisiones tan importantes como la de suspender los bombardeos aéreos. Ello le permitió a Uribe “treparse en el carro de la paz” (Ver: http://bit.ly/1Lpyceb) y hoy ser “su principal copiloto” (Ver: http://bit.ly/1SBf6XV).  

La nueva política diseñada por Washington en el marco de su obligada “distensión” con América Latina (Cuba y Venezuela, al frente), le ofrecerá a Uribe ciertos niveles de perdón e impunidad para él, sus cómplices y los militares comprometidos en crímenes, a cambio de flexibilizar sus posiciones frente a las concesiones que la burguesía transnacional está dispuesta a hacerle a la guerrilla con tal de conseguir condiciones óptimas para garantizar una fluida y permanente inversión capitalista que el régimen necesita con urgencia. 

Uribe y Santos van a seguir aparentando diferencias pero en lo fundamental se van  a poner de acuerdo (Ver: http://bit.ly/1Ax5Gab). La crisis fiscal y económica latente e incubándose, y los avances del movimiento democrático y de izquierda, los obliga a anteponer intereses sectoriales y a trazar una acción que combine lo “mejor” de los métodos uribistas (presión y acoso militar, mañas mediáticas, infiltración y provocación ilegal, etc.) y lo más cualificado de los procedimientos santistas (apariencias reformistas, engaños diplomáticos, “buenas maneras”, respeto formal a la legalidad, etc.).           

De nuestro lado, del campo democrático y  popular, nos faltó ser más finos y sagaces para aprovechar las fisuras al interior del bloque dominante. Además de empujar a Santos hacia la Paz y hacia un rompimiento definitivo con Uribe, deberíamos estar preparados para mostrar las razones que impedían a Santos ir más allá. Estar atentos para desenmascararlo con claridad, firmeza y oportunidad ante el conjunto de la población y la comunidad internacional. Sus fisuras y contradicciones – que no son antagónicas – pudieron ser mucho más aprovechadas. Esa es parte de nuestras deficiencias políticas, no saber explotar hasta las más mínimas diferencias existentes entre nuestros contradictores. Es la esencia de la política. 

Incluso en este momento un sector de la izquierda no reconoce o no entiende la importancia de las diferencias que en su momento separaron a Santos de Uribe. E igualmente, el otro sector de esa izquierda, todavía no acepta la nueva fase de acercamiento entre el principal representante del latifundismo reaccionario y el primer mandatario. Por un lado, los esquemas “estrategistas” y la incapacidad para responder tácticamente a la coyuntura, impidieron apreciar la importancia de esas contradicciones y, por el otro, las ilusiones puestas en Santos no le permiten a estos otros sectores políticos reaccionar con eficacia ante la evidencia de los hechos que están en desarrollo.

Por ello es importante y necesario reiterar una serie de conceptos que se olvidan o que no se quieren aceptar. Y hay que hacerlo para poder salir de un conflicto que no le genera beneficios a la sociedad colombiana y que impide el desarrollo del movimiento democrático y el fortalecimiento de las luchas sociales y populares.

Desarrollaremos a continuación – un poco en extenso – algunos de esos planteamientos y afirmaciones, que básicamente son:

1.    El conflicto armado fue instrumentalizado por el imperio y la oligarquía colombiana.

2.    La causa principal de esa instrumentalización fueron las concepciones militaristas predominantes al interior de la insurgencia (compartidas por un sector de la izquierda).

3.    La “paz neoliberal” es un hecho irreversible pero a pesar de todo es aprovechable por el movimiento democrático.

1.    La instrumentalización del conflicto armado por el gran capital

El conflicto armado fue instrumentalizado por el imperio y por las clases dominantes colombianas. Fue puesto al servicio de una estrategia de intervención territorial, de despoblamiento del campo, de despojo de las tierras campesinas, de apropiación de los recursos naturales – principalmente petroleros, mineros y los mismos territorios –, y de una política de destrucción, debilitamiento y/o exterminio de las organizaciones populares.

Y ello se puede comprobar haciéndole seguimiento a la forma como se ha desarrollado la guerra en Colombia. Los ejes y énfasis que la oligarquía le ha puesto a la guerra han estado ligados a necesidades estratégicas del gran capital. Ya tienen un formato estandarizado: al principio dejan que la economía del narcotráfico o de la minería ilegal, hagan su trabajo de descomposición social, de destrucción de economías locales y de debilitamiento del tejido social. Saben que es un caldo de cultivo y centro de atracción para grupos armados ilegales: guerrilla y paramilitares.

Después viene la guerra en toda su crudeza y horror con la intervención de ejército y policía. Es lo que hoy sucede en el Cauca y Nariño. No les interesa tanto destruir o aniquilar a las fuerzas insurgentes. Su objetivo es desplazar a la población. “Limpiar” o despejar el campo. Importantes recursos naturales estratégicos están en la mira, ya sean tierras, biodiversidad, minas de oro o carbón, y sobre todo, petróleo. Y de esa forma han ido desplazando de un lado para otro a la guerrilla. Jugando al gato y al ratón. Usándola para su estrategia de expansión territorial y de expulsión de la población nativa, campesina mestiza, indígena y afrodescendiente.  

Así, primero fue el Magdalena Medio, después Urabá. Allí destruyeron la organización de los trabajadores agrícolas más importante que ha existido en Colombia: Sintrainagro. Más adelante pasaron al Caquetá, Putumayo, Guaviare, Meta, la Orinoquía. Luego el Norte del Valle del Cauca y Chocó se pusieron en la mira. Hoy son el Cauca y Nariño (Costa Pacífica). Así desplazaron entre 4,5 y 5,9 millones de personas convirtiendo a Colombia en el país con más desplazados del mundo (Ver: http://bit.ly/1zml4EX) y se despojaron cerca de 6,6 millones de hectáreas (Ver: http://bit.ly/1HLf0XT) entre 1980 y 2010. 

En el Cauca se cumplen dos objetivos: uno, desplazar a miles de familias afrodescendientes que en la Costa Pacífica y en municipios como Suárez y Buenos Aires son un obstáculo para que las grandes transnacionales mineras entren a operar con técnicas de explotación a “cielo abierto”. Y en el Norte del Cauca se busca quebrantar la resistencia indígena nasa, que es una amenaza real para los grandes empresarios de los ingenios productores de azúcar y etanol.       

Este proceso de instrumentalización de la lucha armada insurgente en Colombia no fue fruto de una decisión única ni resultado de un momento de inspiración táctica. Se fue dando en el camino. Fue consecuencia de un proceso en el que la guerrilla colombiana se fue convirtiendo – claro, inconscientemente – en un “conejillo de indias”. Fue parte de un aprendizaje para los estrategas imperiales que les ha servido para desarrollar y perfeccionar  sus “guerras de 4ª generación”.

¿Por qué y cómo se dio ese proceso de instrumentalización del conflicto armado?  

2.    El factor decisivo: la concepción militarista de la lucha insurgente

La guerrilla comunista colombiana (FARC, ELN, EPL) surgió – con diferentes variantes – de la resistencia campesina liberal que se fue acumulando desde los años 30s del siglo XX y que tuvo su mayor desarrollo después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Su fundamento principal fue la lucha “por la tierra para el que la trabaja” pero tenía implícita la democratización del país.

Eso es un hecho que no se puede desconocer. Por ello quienes rechazan ahistóricamente la lucha armada como instrumento para hacer política en Colombia no pueden olvidar que efectivamente la oligarquía liberal-conservadora, después de lo ocurrido con Gaitán, cerró violentamente los mínimos espacios democráticos que existían y diseñó una estrategia para liquidar cualquier tipo de movimiento gaitanista y revolucionario que tuviera vínculos serios con el pueblo. Obligarlos a “enmontarse” y aislarlos del conjunto de la población fue el método utilizado.

Sin embargo las guerrillas comunistas no progresaron después de la desmovilización de los guerrilleros liberales. Se ubicaron en focos de resistencia en zonas marginales y no consiguieron conectarse políticamente con la lucha por la tierra que los campesinos encabezados por la ANUC desarrollaron  entre 1966 y 1974. Como ya existía una decisión de insurrección armada contra el Estado, la lucha “legal” se convirtió únicamente en una herramienta para reclutar dirigentes y activistas para vincularlos a la lucha guerrillera. La política quedó en un segundo nivel.

Esa situación fue superada – relativamente – por la dinámica encabezada y desarrollada por el M19. Dicha guerrilla generó un movimiento político que entendió que la tarea central era luchar por Paz y Democracia. Sin embargo, a pesar de los aciertos del M19, el conjunto de las guerrillas existentes entran en la lógica diseñada por el imperio de “ensuciar” las guerras de liberación nacional y se ven arrastradas hacia una dinámica que las desnaturalizó y las aisló del conjunto de la sociedad. Lastimosamente perdieron su norte ideológico en medio de la confrontación armada.

La economía del narcotráfico; la organización de grupos paramilitares financiados por la mafia, por grandes terratenientes y campesinos ricos, y por empresarios nacionales y extranjeros; la provocación; el asesinato selectivo; la contra-información y la infiltración de las guerrillas; fueron las herramientas utilizadas para degradar la guerra y DEGRADAR a las fuerzas revolucionarias que estaban comprometidas con la lucha armada. Poco a poco las diferentes guerrillas se fueron involucrando en prácticas degradantes y contrarias al espíritu de cambio y transformación que el momento exigía.

Graves errores se cometieron como la toma del Palacio de Justicia (1985). Los capos del narcotráfico jugaron de distractores de la lucha social y revolucionaria, el dinero fácil también tocó y corrompió a muchos cuadros revolucionarios, y finalmente, pasamos de protagonizar una confrontación de amplias dimensiones políticas a la dinámica de un enfrentamiento estrecho, aislado y desgastante entre grupos armados por el control de territorios y economías ilegales.

En 1990, el M19, Quintín Lame, PRT y una parte del EPL se desmovilizaron, pero las FARC y el ELN se mantuvieron en la lucha armada. Ya desde finales de la década de los años 80s las FARC habían acelerado su proceso de crecimiento militar y de expansión territorial apoyándose en la inyección de importantes recursos provenientes de los impuestos con que gravaban la economía del narcotráfico.

Las FARC trataron de aprovechar el ambiente de auge democrático popular creado por el M19 en esa década pero no revisaron ni revaluaron sus concepciones militaristas que tenían – y aún tienen – elementos ideológicos autoritarios y anti-democráticos. Jaime Bateman había desarrollado nuevas ideas políticas que Jacobo Arenas nunca compartió y no pudo asimilar.       

Por tanto, el salto de ser una guerrilla de autodefensa (hasta 1980) para convertirse en un “ejército del pueblo” (a partir de 1983) se hace colocando el accionar armado sobre el político. El auge nacionalista y democrático abierto por el M19 es interpretado por las FARC de una forma mecanicista y el crecimiento de allí en adelante se hace sobre la base de la logística, las finanzas, y el fortalecimiento militar, aprobándose métodos como el secuestro y la extorsión, justificados como “decretos revolucionarios al servicio de la guerra de liberación”.

La participación electoral de la Unión Patriótica fue un instrumento subordinado al accionar militar. Así fue como se sacrificaron conscientemente – sin que ello sirva para exculpar la criminalidad oligárquica – miles de militantes comunistas por cuanto la mirada y el objetivo se tenían puesto en la toma del poder por una guerrilla triunfante que, acompañada por un pueblo insurrecto, derrocaría a la oligarquía reaccionaria.

La línea militarista dentro de la guerrilla se afirmó mucho más después del asesinato de Jaime Pardo Leal (1987). No había más salida que el triunfo militar. Y es así como se entra en la dinámica impuesta por el imperio. La guerra se agudiza entre grupos armados. Más adelante se aprueba el Plan Colombia, la guerra contra las drogas se convierte abiertamente en una guerra contra-insurgente, y la instrumentalización del conflicto armado en Colombia se había logrado perfeccionar. Los años siguientes son una demostración de esa estrategia del gran capital.

Es indudable que una visión militarista de la lucha política revolucionaria, provocada y alimentada por la estrategia del imperio y de la oligarquía, se convirtió en el factor decisivo para que la guerrilla – poco a poco – fuera perdiendo, a los ojos del pueblo, su carácter revolucionario, idealista, político, transformador y acaso, espiritual. De ser una guerrilla alimentada por la resistencia campesina se pasó a ser un simple “grupo armado ilegal”.

De allí a ser calificado de “terrorista”  y “narco-terrorista” sólo fue un paso. Y lo más grave fue que la sociedad empezó a verlos como tales. Eso ocurrió porque la misma guerrilla contribuyó con esa percepción cuando decidieron – en una especie de delirio guerrerista y revolucionario “bien intencionado” –, realizar ataques indiscriminados contra pueblos enteros, utilizar atentados con explosivos y carros bombas en las ciudades, implementar las llamadas  “pescas milagrosas”, acudir a la extorsión y el secuestro generalizado contra campesinos ricos y medios, comerciantes y empresarios medianos, e incluso contra negociantes menores en sus áreas de influencia.

De ser una guerrilla política con objetivos liberadores, especialmente las FARC, se fue convirtiendo en un instrumento de sus enemigos. La instrumentalización del conflicto armado había sido lograda y esa experiencia fue convertida en “doctrina” por el imperio. Dicha estrategia ha sido aplicada en todo el mundo con mucho éxito.    

3. La situación actual: el principal objetivo del “proceso de Paz”

Hoy ese proceso ya está en lo fundamental terminado. Los estrategas imperiales saben que existen zonas donde la guerrilla tiene unas “bases de apoyo” que históricamente construyeron en áreas de colonización, en donde los campesinos todavía los respetan como una especie de “Estado paralelo o alterno”. Sin embargo, ellos no los ven como expresiones de un poder revolucionario que ponga en peligro su institucionalidad burguesa y capitalista. Por el contrario, dichas fuerzas podrían convertirse en instrumentos de orden y disciplina, en zonas donde el Estado no tiene herramientas reales para ejercer su control. Eso es lo que no entienden los “uribistas” que amplifican artificialmente el poder de la guerrilla y los pintan como un poder subversivo de amplio espectro y potencia.

Lo que el establecimiento burgués conoce es que en esas regiones han surgido gérmenes de una nueva burguesía agraria que acumuló capitales provenientes de la economía del narcotráfico. Esa burguesía emergente requiere de vías de penetración y ayuda del Estado para vincular sus procesos productivos (principalmente ganadería y minería) al mercado nacional. Y a eso le jala el gran capital: hay que formalizar esos capitales como hicieron con los inmensos capitales que temporalmente fueron canalizados por las “pirámides para-financieras”, como lo fueron DRFE y DMG. Esos campesinos ricos – que son los que proveen de jornaleros del campo (raspachines) a las marchas y movilizaciones “agrarias” – impulsan las zonas de reserva campesina como una forma de impedir que el gran capital transnacional o los grandes latifundistas se apoderen en el futuro de sus tierras. Y tienen razón. Además, es posible hacerlo en esas áreas.

Hasta allí está dispuesta la burguesía trans-nacionalizada y el imperio a transigir con la insurgencia. Es lo que ya está concertado en los dos primeros puntos de los acuerdos, con algunas salvedades y precisiones por acordar. En esas zonas la insurgencia o sus dirigentes podrán hacerse elegir para corporaciones públicas o para cargos ejecutivos. Poco a poco la gran burguesía transnacionalizada ha ido convenciendo a los latifundistas y a los sectores más reaccionarios de la burguesía agraria que esas concesiones son viables y posibles. Son necesarias para poder pacificar al país y poder impulsar la segunda generación de neoliberalismo en amplias regiones del territorio nacional. Para esas regiones los grandes inversionistas nacionales y extranjeros preparan sus chequeras para participar de la construcción de grandes obras de infraestructura e importantes proyectos agroindustriales y minero-energéticos.

Ese es el centro nodal de los acuerdos. Debe ser complementado por el tratamiento de las víctimas y las garantías que exigen los insurgentes para insertarse en la vida civil. Estamos actualmente en ese forcejeo. No está en cuestionamiento el modelo económico ni la estructura burgués-capitalista del Estado. Eso está claro. El problema central de la pugna consiste en que cada cual desea obtener el máximo nivel de beneficios políticos a la hora de la firma e implementación de la terminación del conflicto armado. El establecimiento no podía darse el lujo de entregar la cabeza de Uribe o de los militares comprometidos en crímenes y la insurgencia tampoco está dispuesta a aceptar cárcel para sus dirigentes y comandantes, lo que significaría una verdadera derrota moral. En esos tires y aflojes juegan los ceses unilaterales de fuegos, el desescalamiento de la confrontación, los gestos humanitarios y también, los combates bélicos en medio de la negociación. Pero todos saben que es cuestión de tiempo, de formas y maneras y que no hay marcha a atrás.   

Las ilusiones insurgentes y… ¿“vuelve la mula al trigo”?

El problema principal consiste en que los comandantes guerrilleros no son conscientes del grado a que llegó la instrumentalización del conflicto por parte del imperio y la oligarquía, o si lo son, no lo pueden aceptar porque ello sería reconocer sus graves errores políticos de tipo estratégico. Tratan de justificar – limitadamente – el proceso de degradación de sus fuerzas, pero le achacan toda la responsabilidad al Estado y a sus enemigos. Falta espíritu auto-crítico.

Y esa situación, desgraciadamente, les impide entender que la principal tarea del momento es salir lo más pronto posible del conflicto armado para dejarle el protagonismo a las fuerzas políticas y sociales que en civilidad han venido luchando por democracia y por derrotar las políticas neoliberales impuestas por el gran capital.

Por ello, en sus expresiones retóricas, comunicados, artículos publicados en diferentes medios y en sus actuaciones dejan ver que todavía continúan haciendo lecturas políticas similares a las que tenían en 1983 en Casa Verde o en 1998 en el Caguán. Y ello, le permite a la oligarquía y al imperio, seguir instrumentalizando el conflicto y mantener la iniciativa frente a la paz.

Pareciera que la ilusión insurreccional está allí latente. La lectura que hacían de las movilizaciones agrarias de 2013, así lo indican. Están a la espera de un gran levantamiento popular – ahora alimentado supuestamente por la crisis fiscal y económica – que sirva de cobertura para conseguir lo que denominan “Paz con justicia social”.

Sueñan con comandar el “movimiento democrático” y con ponerse a la cabeza de un levantamiento social que les pudiera significar una salida por la “puerta grande” del conflicto armado. Eso explica su planteamiento de convocar una Asamblea Nacional Constituyente.

Pero la verdad es que el “bloque de poder hegemónico dominante ” tiene por ahora el control. La gran mayoría de la población colombiana rechaza a las FARC por todo lo que ha sucedido. Eso hay que decirlo con crudeza, no para descalificar a las guerrillas ni para ocultar los crímenes de Estado y de los paramilitares, sino porque es necesario y urgente ser realistas, estar conectados con la realidad y así poder actuar con coherencia. Es necesario recordar que Uribe construyó su fuerza política con base en esa resistencia – y aún odio – que se acumuló entre gran parte de la población colombiana contra la guerrilla. Y eso es un hecho, es verificable.

Si se avanza en la comprensión de la historia vivida, si se ubican los errores, si se entiende la complejidad del momento actual, la insurgencia podría dar un salto cualitativo, salirse de las dinámicas conocidas y previstas por sus enemigos, y harían una contribución enorme para que los movimientos sociales y los partidos políticos democráticos y de izquierda puedan desarrollar en paz todo su potencial acumulado en el pasado. Sería una contribución enorme e histórica.  

Las consecuencias del acercamiento y unificación entre Santos y Uribe

Hay que entender que, a pesar de las apariencias, es Uribe el que termina cediendo en lo fundamental. La burguesía transnacionalizada y el imperio han impuesto su política de “paz”. Uribe patalea pero ya acepta la necesidad del diálogo, las negociaciones y la salida política. Negociar su impunidad va allí de por medio, es parte del forcejeo que genera sombras y bulla, pero es lo normal en un proceso tan complejo.

Lo que podemos prever es un mayor apretón en el terreno militar. Y en el terreno político Santos ha renunciado a ganarse “por las buenas” a los 3 millones de votantes del “movimiento democrático”. Tratará de mantener sus propias fuerzas clientelistas y se reconciliará con las fuerzas de uribistas. Ya lo hace. Es la única forma que tiene de lograr “gobernabilidad”.

Ello significa un viraje fundamental en su política frente a las fuerzas democráticas y de izquierda. Aunque haga esfuerzos de última hora por ganarse a Gustavo Petro con los anuncios demagógicos sobre la financiación del Metro de Bogotá, que no pasan de ser un saludo a la bandera, promesas de endeudarse a futuro, papeles y más papeles (cheque simbólico) para engañar a la tribuna, la verdad es que Santos ya se casó con la “ultraderecha”. Por algo compulsiva y nerviosamente la ataca como a un fantasma cuando en la práctica ya duerme con ella.  

Pero – en medio del nuevo escalamiento y agudización de la guerra –, no van a demorar mucho tiempo en tratar de relacionar, ligar e identificar a la izquierda legal con las guerrillas. Será una nueva fase de “uribismo moderado”, garrote y zanahoria en nuevas dosis y combinaciones. Ya lo veremos en la campaña para la Alcaldía de Bogotá. Hay que estar alerta y preparados para ese tratamiento, que ya fue utilizado por Santos contra el senador Robledo en el paro agrario.  

Así, el eje de la dinámica democrática y  popular – sin abandonar la presión para que avancen los acuerdos en La Habana – debe centrarse en la lucha por conquistar la democracia, derrotar a los corruptos, y enfrentar las políticas neoliberales en el terreno concreto de las conquistas sociales y económicas. El reto por conseguir empleo digno, la defensa del medio ambiente, la lucha por soberanía nacional frente a la arremetida de las transnacionales, la consigna de impulsar la industrialización de nuestras materias primas, la renegociación de la deuda pública, y demás tareas democráticas, deben ponerse a la orden del día en medio de la unificación de las fuerzas democráticas y de izquierda que ya se está produciendo tanto en el campo social como en el político.

Así, la táctica de aliarse con “santistas” para derrotar al “uribismo” es cosa del pasado. Si algunos sectores políticos mantienen esa práctica sólo será futo de las malas costumbres adquiridas en tiempos pasados que consiste en tragarse unos “sapos” para poder comer “mermelada”.  


[1] Declaraciones de Ricardo Téllez, “alias” Rodrigo Granda, 22-04-2015. 

lunes, 25 de mayo de 2015

KARAMAKATE Y EL RETO DE LA SUPERVIVENCIA HUMANA

Con ocasión de la película “El abrazo de la serpiente”
KARAKAMATE Y EL RETO DE LA SUPERVIVENCIA HUMANA
Bogotá, 25 de mayo de 2015
Karamakate – el último chamán de un pueblo amazónico – es buscado por Manduka, un indio escapado de la esclavitud. Él estaba a manos de los caucheros y un aventurero alemán lo liberó. El germano de nombre Theodor Van Martius, sufre una extraña enfermedad adquirida durante su aventura exploratoria por el Amazonas. Acuden ante el poderoso y – aún joven - médico tradicional indígena en busca de curación.
El chamán comprende de inmediato que es la selva la que ha enfermado al extranjero. La causa no es otra que la incapacidad del explorador de entender a la naturaleza salvaje. Su concepción depredadora, agresiva, de explotación y aprovechamiento irracional de los recursos naturales, genera automáticamente la reacción defensiva de la selva. 
Karamakate descubre en el cuello un collar de su tribu e interroga al enfermo. Éste le cuenta que tuvo contacto con ellos y que siguen vivos. El chamán les dice a Manduka y a Van Martius que la única forma de curarlo es buscando una planta sagrada de nombre “Yakruna” y que deben buscarla en el sitio donde su pueblo habita.
Así se inicia la aventura relatada en la película de Ciro Guerra con título “El abrazo de la serpiente”. Es una extraordinaria historia que se desarrolla principalmente en los ríos amazónicos, atravesando increíbles paisajes y lugares de enorme belleza. El film es presentado en blanco y negro en su mayor parte, y así, resalta de una forma impresionante la integración del ser humano con la naturaleza, los ritmos y movimientos del agua, la lluvia, la exuberancia de la selva, y todo el entorno natural que se muestra en medio de un viaje épico en canoa por briosos caudales y hermosos parajes.
Pero la historia se complementa con una narración paralela, simultánea, continua y discontinua, con elementos y figuras que asemejamos a lo que describe la “complejidad no lineal”. 40 años después de ese primer encuentro entre el chamán, el explorador Theodor y su guía-amigo Manduka, otro investigador de las plantas, el etnobotánico americano Evans, apoyándose y guiado por los libros publicados en Alemania después de la muerte de Van Martius, va en búsqueda de Karamakate y de la yakruna.
Él cree, de acuerdo a las conclusiones que dejó escritas el aventurero alemán, que esa planta sagrada tiene la cualidad de purificar el caucho y convertirlo en un material, que por sus características físicas, podría ser fundamental para ganar la guerra. El momento es la primera guerra mundial y el caucho era un elemento fundamental en el conflicto bélico.
Es en ese marco que se narra la historia personal de Karamakate. Se muestra en su contacto y confrontación con los dos científicos “blancos”, la visión “en vivo y directo” de un representante de los indios, su cosmovisión, sus propios conflictos internos y su evolución mental. No se idealiza a nadie, ni al indio ni al blanco ni a la selva. Se retrata al chamán en su relación y dinámica con su extinto pueblo y el sufrimiento por haberse convertido en un “chullachaqui”, que es una especie de “alma análoga”, un cascarón vacío de ser humano, privado de emociones y recuerdos, un ser alienado.
De igual manera se muestran en la película los estragos causados por la “colonización cauchera”, las violaciones y distorsiones criminales causadas por los “hermanos” capuchinos, “los curas”, que en su labor de evangelización cristiana prohíben a los “naturales” hablar en su propia lengua y pensar como indígenas. Las miserias de las religiones punitivas, desconocidas por los indígenas amazónicos, son mostradas con una crudeza sorprendente. 
La clave de la historia consiste en que Karamakate, en la tarea de buscar la planta sagrada (yakruna) va descubriendo lo que Manduka ya había entendido de tiempo atrás. Que la salvación de la selva, o sea, de toda la naturaleza y el mundo, incluyendo el ser humano mismo, no podía realizarse sin lograr que el “hombre blanco” comprendiera la integración absoluta que existe entre la naturaleza y el hombre.
Así va llegando a la conclusión que la resistencia india podía adquirir nuevas formas en las que ya el “hombre blanco” no sería su enemigo – como él identificó a Van Martius antes de su muerte (la boa depredadora) –, sino que el objetivo se podría conseguir “haciendo soñar” al “blanco”, que así se convertiría en agente de salvación de la humanidad entera.
Ese aprendizaje de Karamakate pasa por el momento en que el chamán se niega a entregarle la yakruna a Van Martius. Quema la planta frente a los ojos del explorador y lo deja morir. Pero 40 años después, frente al botánico Evans, a pesar de la codicia y espíritu utilitarista occidental mostrado por el norteamericano, decide preparar un brebaje con la planta sagrada para “hacer soñar” al extranjero blanco, no sin antes tener una confrontación mortal con él.
De esa forma se va llegando al emocionante desenlace de la historia Karamakate. Él derrota su propio “chullachaqui”. Recuerda su pasado lleno de sabiduría ancestral indígena y realiza un gesto de inmensa humanidad. Logra que Evans “sueñe”, que se identifique con el jaguar americano, reciba el “abrazo de la serpiente”, vea con sus ojos salvajes la inmensidad de la selva y del universo, y logre comprender la inmensa responsabilidad que tenemos los humanos frente a la naturaleza, que es parte de la salvación de nosotros mismos.
En esa parte final también se muestra cómo Van Martius, aún sin consumir la bebida de yakruna, en el filo o umbral de la muerte, logra también soñar, breve y levemente, con el jaguar. Allí, en ese sueño conjunto y unificador de Theodor y Evans, sale a relucir la visión integradora de la tierra, el cosmos, el universo. Se muestra la conexión entre la forma como los indígenas americanos veían el cielo, las estrellas,  las constelaciones, las galaxias. Las figuras y los colores vivos de las culturas amerindias se muestran en su nitidez y similitud con las fotografías más avanzadas del universo cósmico realzadas por la NASA.
En esta película, que es toda una obra de arte, se puede apreciar vívidamente, la confrontación y a la vez, el encuentro, por un lado, entre el pensamiento mágico de los pueblos ancestrales americanos, mostrado y estudiado entre otros por Carlos Castaneda (“Las enseñanzas de Don Juan”), y por el otro, el pensamiento lógico-racional del mundo occidental heredero de los griegos, pero desviado hacia el determinismo por la racionalidad judeo-cristiana.
Algunos comentaristas reducen el contenido de la película a una denuncia – hecha con voz propia por los indios – de las violaciones, vejaciones, arrasamiento y exterminio sufrido por los pueblos amazónicos a manos de los diferentes tipos de colonizadores. Eso es cierto. Pero es mucho más. Es la reivindicación de la sabiduría ancestral indígena, la vigencia de su visión ecológica que era fruto de su interrelación natural con la selva. Pero además, es un mensaje directo a la sociedad humana en el sentido de aprovechar ese conocimiento mágico, holístico, cósmico e integral, para diseñar un pensamiento avanzado que nos permita enfrentar el reto de garantizar la sobrevivencia humana frente al enorme y criminal deterioro ambiental causado por el sistema capitalista, depredador y despiadado.

Al final del film ocurre algo maravilloso. Evans le comparte casualmente al chamán la música de "La Creación" de Haydin y entonces Karamakate entiende perfectamente que los "blancos" también son capaces de "soñar", y por ello cambia su actitud. Ciro Guerra, el director de la obra explica esa escena diciendo: "subraya que el arte es un camino y aunque en nuestra sociedad lo veamos como un entretenimiento, es algo mucho más profundo. los indígenas lo reconocen muy bien y el arte occidental les genera mucho respeto, porque sienten que allí, también, hay una voz". 
Las ciencias de la complejidad avanzan hoy en día en esa dirección. Por ello diría que esta es una película hecha con una visión “cuántica”. Es el primer film realizado por un colombiano que alcanza una dimensión universal y de gran proyección hacia el futuro.    

sábado, 23 de mayo de 2015

URIBE YA ES EL CO-PILOTO DEL "PROCESO DE PAZ"

URIBE YA ES EL CO-PILOTO DEL "PROCESO DE PAZ"
Bogotá, 23 de mayo de 2015
Es un hecho. El llamado “proceso de paz” adquiere nuevamente la dinámica “uribista”. Se convierte en un proceso de pacificación. La unificación estratégica entre Santos y Uribe – ordenada por el gobierno de los EE.UU. (http://bit.ly/1Lpyceb) – se materializa en hechos políticos y en eventos militares.
El "enroque" realizado por el presidente Santos al designar a Luis Carlos Villegas (exembajador en EE.UU.) como ministro de Defensa y el nombramiento de Juan Carlos Pinzón (exministro de defensa) como cabeza diplomática en Washington, es la ratificación de los cambios que están en plena marcha por orden de la cúpula estadounidense.
El “hombre fuerte” de Uribe dentro del gobierno es premiado con ese alto cargo político ante el gobierno “gringo” y un hombre del empresariado nacional es colocado al frente de la guerra. Es una jugada muy bien calculada para recuperar la confianza de militares y empresarios. A la vez, es un mensaje directo de que se acata la política del garrote y la zanahoria. Claro, con el énfasis táctico en la ofensiva militar contra la guerrilla.
Es en ese marco como se planificó y ejecutó – con precisión estratégica y con objetivos políticos precisos – el operativo en Guapi (Cauca) que produjo la muerte de 26 guerrilleros de las FARC. El recado es evidente. Es la última acción de Pinzón y la herencia para Villegas: “Ojo por ojo, diente por diente”. La guerrilla dio de baja a 11 militares; el gobierno cobra más del doble. Santos sube la ceja y Uribe sonríe. El “dúo dinámico” de la guerra se torna efectivo y las encuestas repuntarán en favor de la venganza y la retaliación.
Es por ello que las FARC han decidido suspender el cese de fuegos unilateral que habían declarado desde hace 6 meses. Se ven “obligados” a hacerlo, y “contra nuestra voluntad tenemos que proseguir el diálogo en medio de la confrontación” han dicho en su comunicado (http://bit.ly/1FKCjn0).
Ahora viene la etapa de ablandamiento en el terreno militar que siempre ha sido una exigencia de Uribe y de los militares. Es una nueva fase de la guerra. Pero no está dirigida a suspender o sabotear los diálogos con la insurgencia. Su objetivo es, por un lado, generar un ambiente para acabar de arreglar los entuertos entre Santos y Uribe (militares), y por el otro, debilitar aún más a la guerrilla tanto en lo político como en lo militar.
Ellos saben que tienen la excusa perfecta. Las FARC según el establecimiento “quebrantó la confianza al violar su cese de fuegos” con el ataque de Buenos Aires (Cauca) del pasado mes de abril. Y lo principal, están seguros que si los comandantes insurgentes se levantan de la mesa de diálogos, su derrota política será todavía más profunda.
En el escenario de la guerra tal parece que el gobierno ha aprovechado el tiempo para continuar con la infiltración de la guerrilla, mejorar su capacidad tecnológica y de inteligencia para realizar operaciones – casi quirúrgicas – como las que realizaron contra Raúl Reyes, el “Mono Jojoy”, Alfonso Cano y, ahora, la de Guapi.   
Por ello es un error plantear que el régimen “santista” sufre una “profunda crisis”. Por el contrario, a pesar de que tienen al frente una crisis fiscal y económica en incubación, han unificado posiciones al interior del establecimiento oligárquico, devolvieron el golpe en el terreno bélico, tienen el respaldo pleno del gobierno de Washington, y se preparan para derrotar al movimiento democrático y a la izquierda en las elecciones locales y regionales de octubre de 2015.
Las FARC fueron empujadas a romper el cese de unilateral de fuegos. El conflicto armado sufrirá una nueva escalada. La crisis económica y fiscal requiere distractores y justificaciones. Un verdadero clima de paz pareciera alentar a los movimientos sociales a desencadenar sus fuerzas y el gobierno no puede reprimir tan abiertamente con la justificación de que son protestas infiltradas por la insurgencia.
Por ello la tarea del movimiento democrático y de la izquierda es continuar presionando para que los diálogos de La Habana continúen y lleguen lo más pronto posible a acuerdos definitivos. Y paralelamente, unificar sus fuerzas para presentar candidatos nítidamente alternativos a los partidos tradicionales, neoliberales y corruptos.
Uribe ya es el co-piloto del proceso de pacificación del país que hasta hace poco se mostraba como proceso de paz. Las alianzas de los partidos democráticos y de izquierda con sectores “santistas” contra Uribe, ya no tienen ninguna justificación.
Los movimientos y partidos alternativos, democráticos y de izquierda deben mostrar abiertamente su identidad transformadora, civilista, pacífica y revolucionaria. Deben presentar candidatos y programas de gobierno que con toda claridad enfrenten la política neoliberal y antipopular del actual régimen. Sin dudas ni ambigüedades.


lunes, 18 de mayo de 2015

ANTE TODO DEMOCRACIA Y LIBERTAD

ANTE TODO DEMOCRACIA Y LIBERTAD

Bogotá, mayo 18 de 2015

Lo nuestro es ir construyendo un Nuevo Proyecto Político. Creemos que en lo que existe actualmente hay gente muy importante, valiosa, entregada, heroica, persistente, inteligente, experimentada, todo lo que se quiera, pero – lastimosamente – la mayoría se basa en matrices y paradigmas del siglo XIX y XX, o sea, son deterministas de diferente tipo.

La primera matriz, la que ha hecho más daño porque es el gran limitante para construir verdaderos y profundos procesos democráticos consiste en que se alimenta y predomina un espíritu de redentor, mesiánico, liberador y salvador.  

Ello fruto de la herencia religiosa que se camufla de acción política. Por ello esas personas desarrollan acciones y constituyen movimientos basados en minorías vanguardistas. La teoría y hasta la “ciencia” es convertida de esa manera en DOCTRINA. Las minorías iluminadas que se convierten en élites necesitan de una “verdad” para poder dominar, dirigir, conducir y finalmente imponer disciplina. ¡Sobre todo disciplina y orden![1]

Por ello pongámosle cuidado a los movimientos y organizaciones que - así sea respetuosamente – ante todo le solicitan a sus simpatizantes y colaboradores “de manera encarecida acogerse a nuestras políticas”. Allí se muestra un temor grande, un querer “imponer” desde un principio, un terror inmenso a la libertad y a la creatividad. Allí ya se coloca el “freno de mano”. Es decir, hay un pequeño grupo que elabora las políticas y los demás deben hacer caso.  

Por el contrario, para construir una verdadera fuerza democrática que logre recoger al 99% de la población que necesita el CAMBIO, la DEMOCRACIA, la LIBERTAD, la CREATIVIDAD y la CONSTRUCCIÓN COLECTIVA, se requiere “soltar la idea central” y dejar que esa idea sea apropiada por miles y hasta millones de personas. Que la gente apoye y empuje desde su perspectiva e intereses, que se desarrolle el movimiento con dinamismo y fuerza social. Seguramente se presentarán muchos errores y deficiencias que sólo se corregirán sobre la marcha con participación amplia y diversa, debate y democracia.

Ese limitante ha impedido – no sólo en Colombia sino en América Latina y el mundo –, desarrollar verdaderos movimientos democráticos que crean en la gente, que estimulen la verdadera participación, que sean efectivamente libertarios y transformadores. Y es por ello, por esa matriz, que las cúpulas de los partidos van degenerando los procesos revolucionarios. Primero, se impone el burocratismo. Después, cuando el “poder” ya no se puede repartir entre “todos”, los burócratas se convierten en dictadores y autócratas. Y claro, todo se hace en nombre de los ideales, de la doctrina, de los intereses superiores, de la democracia y la justicia. ¡Ay… de quienes se atrevan a cuestionar el dogma y al jefe!

Hay que identificar los paradigmas ideológicos que están detrás de esa matriz. El “partido”, que lo sabe todo, lo planifica todo, lo prevé todo, y claro, termina castigando todo. El “líder" y/o “caudillo” que no se equivoca, que debe ser endiosado, que es “perfecto”, al que hay que “seguir” porque es una especie de “iluminado”. Y claro, inmediatamente aparecen los áulicos que se encargan de rodear y manipular al “gran dirigente”.   

Así, en esa dinámica se olvidan estos amigos de cualquier sentido de modestia, humildad, verdadero espíritu crítico y autocrítico, y mucho menos se estimula la democracia, la participación, la apertura mental, la experimentación, y la creatividad. El control y la disciplina son sus palabras preferidas.

Por ello en Colombia, país religioso hasta el fanatismo, la izquierda – armada y desarmada – heredó ese tipo de fundamentalismo mesiánico que llevó al extremo de las vanguardias que se disputaban, a mano armada, quienes eran los escogidos para “liberar al pueblo”. Esa es la razón de que nuestra izquierda sea profundamente conservadora y en gran medida “temida” por un sector importante de la sociedad.

Se olvidaron del principal llamado que hacía la Primera Internacional: “La emancipación de los trabajadores es obra de los trabajadores mismos”. Y también hicieron a un lado el contenido de los versos de su himno que decían: “No más salvadores supremos/ni césar, ni burgués, ni dios/pues nosotros mismos haremos/nuestra propia redención!”

Esa matriz está siendo superada por los nuevos movimientos que han empezado a surgir en el Siglo XXI. No por los que se autodenominan “Socialismo del Siglo XXI” en América Latina que tienen la misma matriz, sino por aquellos procesos que están naciendo de las nuevas revoluciones que se han vivido a partir del levantamiento y rebelión árabe de 2011, los “indignados españoles” y Ocupa Wall Street (“Somos el 99%”). De alguna manera los neo-zapatistas han avanzado en esa dirección, bajo su propia herencia y tradición indígena.

En ellos se promueve la Democracia Directa, la democracia ciudadana y el poder popular. Y aunque no se desconoce la “democracia representativa”, porque se es consciente que hay que aceptar el sentido de la verdadera representación, se proponen modificarla, hacerla efectivamente representativa, quitársela al poder del capital. Por ello se lucha por acceder a la institucionalidad existente o sea, el Estado Heredado, no para perfeccionarlo ni destruirlo abruptamente, sino para subordinarlo, limitarlo en sus aspectos negativos, y ponerlo, así sea parcialmente, al servicio de los intereses de las mayorías, siempre con la presión “desde abajo”.

Seguramente será todo un aprendizaje, un nuevo camino, un hacer colectivo, que nos va a permitir superar esas falsas democracias que hoy están al servicio del capital financiero, pero también, nos van a evitar caer en las dinámicas autoritarias en que degeneró la supuesta “democracia socialista” que – en verdad –, nunca tuvo una verdadera concreción porque el “Partido” (o mejor, la burocracia del partido, la “nomenklatura”) rápidamente se apoderó y anuló los incipientes organismos que estimulaban y construían democracia directa.

Entonces, la idea es tener un pie en la institucionalidad existente con visión y práctica de “nuevo gobierno”, y el otro pie, en la Democracia Ciudadana, con visión de “Verdadero Poder”. Seguramente esa dualidad se mantendrá por un buen tiempo – tal vez mucho – pero serán otros factores, que son de más largo aliento, los que definitivamente harán a un lado la misma “democracia” y surgirán nuevas formas de auto-gobierno.

El Pro-común Colaborativo que hoy surge alrededor del “Internet de las Cosas”[2] y los “gobiernos de los bienes comunes” que existen en muchas partes del mundo, nos irán dando la pauta de cómo resolver el gran dilema histórico, que es hacer coincidir el interés individual con el colectivo.  


[1] Se puede profundizar en esta idea abordando el estudio del texto “Elogio de la dificultad” de Estanislao Zuleta, destacado pensador colombiano. http://bit.ly/1BdpL5n
[2] Rifkin, Jeremy. “La sociedad de coste marginal cero – El internet de las cosas, el pro-común colaborativo y el eclipse del capitalismo”.  Editorial Paidós, Barcelona, septiembre de 2014.

domingo, 17 de mayo de 2015

LA TERCERÍA EN EL CAUCA Y LA NECESIDAD DE CAMBIAR EL PARADIGMA PRODUCTIVO

LA TERCERÍA EN EL CAUCA Y LA NECESIDAD DE CAMBIAR EL PARADIGMA PRODUCTIVO

Bogotá, 17 de mayo de 2015

La propuesta de la TERCERÍA en el departamento del Cauca es necesaria y viable frente a la crisis de liderazgo de los partidos tradicionales. Sin embargo se necesita de un gobernante con un perfil completamente nuevo, diferente a los políticos existentes en la actualidad.

Ese perfil debe corresponder a las características de la población caucana que en su gran mayoría son pequeños y medianos  productores del campo y de la ciudad. Es decir, debe ser un empresario exitoso, ojalá del sector agropecuario, de naturaleza comunitaria o asociativa, con una mirada globalizada de la economía, con capacidad empresarial y productiva y, claro, logros qué mostrar.

Y en el Cauca los hay, pero les da miedo enfrentarse a las mafias politiqueras y de otro tipo que merodean por la administración pública. Si la TERCERÍA consigue un candidato con ese perfil las cosas serán mucho mejores y seguras.   

Es muy importante que seamos conscientes de la enorme posibilidad de que los medianos y pequeños productores agrarios y urbanos lleguen a SER GOBIERNO DEPARTAMENTAL en cabeza de un candidato con ese perfil.

Así, el pueblo caucano podría impulsar políticas centradas en resolver problemas estructurales que no sólo tiene el Cauca, Colombia y gran parte de América Latina, sino, incluso, hacer una contribución mundial a la construcción de una nueva forma de enfrentar a los grandes monopolios transnacionales y construir – de verdad – Autonomía Económica y Soberanía Alimentaria.

Parece una locura decirlo, pero es así. En el Cauca existen todas las condiciones para impulsar políticas dirigidas a promover la organización y asociación de los pequeños y medianos productores agrarios – especialmente cafeteros, paneleros, y en menor medida cacaoteros, pequeños ganaderos, yuqueros, piscicultores, lecheros y otros, para industrializar y procesar las materias primas que ya producimos.

No para seguir exportando una mayor cantidad esas materias primas sino para acceder a los mercados internacionales para vender directamente nuestros propios productos procesados, utilizando la más alta tecnología de punta (cafés, licores con base en la caña panelera y otras materias primas como el chachafruto, carne y leche procesada, chocolates, trucha y tilapia, almidón industrial, etc.), y con esos recursos obtenidos en la metrópoli capitalista, construir una infraestructura productiva para recuperar nuestra Soberanía Alimentaria.   

Es bueno recordar que actualmente consumimos maíz, trigo, plátano, frutas, otra gran cantidad de productos, y hasta café, importados especialmente de EE.UU, pero también de Chile, Ecuador y otros países. Así... ¿Cómo podremos progresar?

Eso sólo lo podemos hacer si llegamos al Gobierno Departamental con decisión y confianza en el pueblo. Si tuviéramos ese candidato con ese perfil, habría organizado equipos de profesionales que elaboren los perfiles de los proyectos, establezcan los contactos con las organizaciones y los principales líderes de los productores, traer asesores nacionales e internacionales y proponerle de frente un verdadero cambio a los caucanos.  ¡Pero no es tarde!! 

Es evidente que con los candidatos que están sobre la palestra eso es muy difícil de hacer. Principalmente porque no saben de producción, no tienen experiencia en organización comunitaria en el terreno de la producción, su formación (casi todos son abogados) no les permite tener nuevas visiones y además, ya lo han demostrado siendo gobernantes o siendo parte de algunos gobiernos, por cuanto no han mostrado ninguna posición de ruptura y ni siquiera distanciamiento con lo tradicional.

¿Por qué un plan de industrialización apoyado y protagonizado por los pequeños y medianos productores es una contribución importante? Porque en ninguna parte se ha intentado. En Venezuela con todo el dinero que tuvieron fracasaron porque no tenían claridad. El problema no es seguir produciendo más materias primas, el problema es disputarle los mercados internacionales al gran capital financiero, especialmente allá en el mismo terreno de los países súper-desarrollados. Y eso se puede hacer.

Si es necesario aliarnos con capitalistas para tener mayor seguridad y aprender, pues hay que hacerlo. Ya mismo, si queremos y tenemos voluntad política podemos procesar y producir nuestro propio alcohol, con el que se produce el aguardiente caucano, que es totalmente importado de Ecuador, y lo podemos hacer con base en la producción de melaza,  que la pueden producir los 14.000 paneleros que tenemos, lo cual sirve además para regular el precio de la panela.

Esos capitalistas aliados (temporales mientras aprendemos y consolidamos los negocios) pueden ser de cualquier parte del mundo (China, Rusia, Brasil o los mismos EE.UU. o Europa) pero es indudable que un plan de esa naturaleza debe contar con el apoyo de los gobiernos, tanto nacional, departamental como de los municipales.

Y ello lo podemos luchar, como gobierno departamental y como organizaciones agrarias. Unidos en el mismo objetivo. Si el gobierno subsidia a los grandes empresarios, como a los cañeros y palmeros... ¿Por qué no vamos a luchar por esos subsidios para que por lo menos en las primeras etapas del proceso de industrialización y de posicionamiento internacional, los campesinos organizados puedan competir en esos mercados globales?

Y en las demás áreas de la administración pública y del desarrollo social, económico y ambiental, un Candidato Empresario apoyado en el movimiento social puede hacer bellezas en la construcción de vías, acueductos, proyectos de electrificación, la prestación de los servicios de salud y la defensa de nuestro medio ambiente. El pueblo caucano tiene innumerables ejemplos de cómo han construido acueductos, ejecutado proyectos de vivienda y procesos productivos, en donde han reducido la corrupción a cero y se han logrado los objetivos con eficiencia y ahorro.

Lo más importante del momento es encontrar ese candidato y rodearlo con optimismo para hacerle ver que la tarea es posible y que existen todas las condiciones para tener éxito.

Una nota final. La renuncia de Genaro Muñoz de la gerencia de la Federación Nacional de Cafeteros parece que tiene como razón la de presentarse como candidato a la gobernación. ¡Eso sería muy bueno! Así, nuestro candidato de la TERCERÍA podría enfrentarse a un representante genuino de la burocracia cafetera que siempre – además de vivir como reyes con enormes sueldos y primas –, han estado al servicio de los grandes productores, de los exportadores monopólicos y de las transnacionales que procesan y se enriquecen con nuestro café.   


Así por lo menos la confrontación política sería más clara y meritoria. La visión del empresario de los pequeños y medianos productores enfrentada a la de los grandes burgueses que han entregado todas nuestras riquezas al capital transnacional. ¡Sería para alquilar balcón!

miércoles, 13 de mayo de 2015

TODO A FAVOR DEL TRIUNFO DE UNA TERCERÍA EN EL CAUCA

TODO A FAVOR DEL TRIUNFO DE UNA TERCERÍA EN EL CAUCA
Bogotá, 13 de mayo de 2015
Qué buena noticia que un grupo de ciudadanos haya propuesto la necesidad de construir una “tercería” frente a los dos candidatos a la gobernación del Cauca que están en contienda. ¡Ya era hora que alguien sacara la cabeza por los caucanos!
Existen importantes factores que hacen que una tercería tenga todas las posibilidades de triunfo en ese departamento. Sobre todo, si es una “tercería” que enfrente a la politiquería tradicional, al clientelismo, el gamonalismo, la ineficiencia y la corrupción. Además, que sea construida con la participación del pueblo.
Esos factores están relacionados con nuestro inmediato pasado. En las elecciones de marzo de 2014 el pueblo caucano derrotó a las principales figuras de la “casta” política tradicional del Cauca. Los Aurelios (viejo, el nuevo no se le ha medido a una elección), los José Daríos, los Jesús Ignacios, las Esmeraldas, todos fueron derrotados en justa lid.
Ello llevó a que el senador Luis Fernando Velasco Chávez, quien posaba de ser renovador de la política liberal, se aliara con el representante John Jairo Cárdenas Morán, quien llegó a la política “de carambola” debido a la muerte intempestiva de Felipe Fabián Orozco y, de la mano de Roy Barreras, uno de los políticos “travestis” más hábiles y cínicos de los últimos tiempos en Colombia.
Ellos – Velasco Chávez y Cárdenas Morán – se pusieron al frente de una “convergencia parlamentaria” de la que hicieron parte los representantes Crisanto Pizo Mazabuel, Carlos Julio Bonilla y Oscar Ospina Quintero. ¿Qué prometían? Acabar de enterrar políticamente a esos cadáveres de gamonales que el pueblo derrotó en las elecciones parlamentarias.
Ellos, los 3 congresistas liberales, uno de la U y el otro Verde, coaligados en “convergencia”, también pretendían recoger el espíritu de Paz y “anti-uribista”, demostrado por la absoluta mayoría del pueblo caucano, que en las elecciones presidenciales de la segunda vuelta dieron un contundente mandato por la Paz y contra la violencia.
Pero sólo bastó un gesto del “mariscal” Temístocles Ortega, actual gobernador del departamento, para que la tal “convergencia” se diluyera. Velasco Chávez y los liberales se dejaron comprar con ofrecimientos pueriles. La Alcadía de Popayán para la hermana de “Chuspas”, la de El Tambo para Crisanto y la de Santander de Quilichao para Bonilla.
John Jairo Cárdenas quedó en el aire, se arrimó a un candidato a la gobernación desconocido pero “con plata y emisora”, y después volvió a hacer las paces con su “archienemigo” Aurelio Iragorri para tratar de enfrentar la coalición “titista” y disputarse el control de las regalías, que es lo que los trasnocha a todos.
El representante verde Oscar Ospina quedó a la deriva. No sabe a dónde arrimarse pero la “tercería” podría ser una buena oportunidad para hacerle ver a su electorado que tiene algo de principios y de ética política.
Y en el caso del actual gobernador, elegido por las “organizaciones sociales” con el aval de la ASI, con el apoyo de Iragorri, y por debajo de cuerda por Jesús Ignacio García, no pasa nada. Es pura retórica, ningún cambio, juega con la consigna de la Paz y le amaga a todo el mundo. Sólo trabaja para él. Sólo él.    
La “tercería” tiene todo a su favor porque:
-       Los candidatos actuales no saben ni hablar. El uno es un típico “mandadero” y el otro cree que puede mandar porque tiene “plata”.
-       El pueblo caucano ya identificó a toda la “manguala” politiquera. Los “jóvenes” renovadores no fueron capaces de enterrar a los viejos gamonales, prefirieron enterrarse con ellos.
-       La gente exige candidatos que respondan a las necesidades de las amplias mayorías, que enfrenten los graves problemas que sufre el pueblo, la amenaza de la mega-minería, los conflictos inter-étnicos y culturales, el atraso histórico, el desempleo rural y urbano, la crisis del sector agropecuario, la incapacidad para industrializar y procesar nuestras materias primas, la corrupción y la ineficiencia en el manejo de la administración pública.
Si los ciudadanos y ciudadanas que se han puesto al frente de construir esa “tercería” actúan con sabiduría y prudencia, si se apoyan en las gentes de los municipios y en la gran cantidad de jóvenes profesionales y trabajadores de Popayán, y por sobre todo, confían en la capacidad del pueblo, en las enormes energías que están contenidas en las fibras subterráneas de nuestra sociedad caucana, seguro que van a escoger una persona idónea, limpia, transparente y por sobre todo, valiente, que se ponga al frente del pueblo para derrotar plenamente a la vieja y a la nueva “casta política caucana”.
Que no forcejeen por avales, los partidos democráticos y de izquierda harán cola por darle ese aval al candidato escogido. Que no se afanen por presentar muy rápido ese candidato, ojalá lo escojan democráticamente faltando pocos días para el término de la inscripción (25 de julio), para que el “movimiento por la tercería” se desarrolle plenamente. Ojalá lo escojan de frente a la gente, en una asamblea representativa de los municipios y de las organizaciones sociales y políticas que apoyen ese esfuerzo.
Así, mostrarán otro estilo, otra dinámica, otro espíritu. No será escogido a dedo ni en reducidos conciliábulos.  Y lo principal, que durante ese tiempo (mes y medio), elaboren un programa de gobierno que recoja los anhelos de nuestro sufrido pueblo caucano.
El terreno está desbrozado. Nos lo prepararon ellos, los politiqueros caucanos. Ahora hay que sembrar sangre nueva. Adelante con esa “tercería” que promete ser otro verdadero “florazo” que le da el pueblo caucano a sus incapaces elites políticas.