miércoles, 29 de marzo de 2023

Gustavo Petro: Liberal del siglo XXI y “poscapitalista” del futuro

 

Gustavo Petro y el niño ambientalista colombiano Francisco Vera

Gustavo Petro: Liberal del siglo XXI y “poscapitalista” del futuro

Popayán, 29 de marzo de 2023

El presidente Gustavo Petro planteó que la gran mayoría de las migraciones africanas, asiáticas y latinoamericanas son consecuencia de la crisis ambiental, cambio climático o calentamiento global. Lo hizo en la Conferencia Iberoamericana el pasado 25 de marzo en República Dominicana.

Es cierto, pero la verdadera causa (o la más profunda) es la crisis del capitalismo que se expresa a todo nivel. Vivimos crisis económicas y financieras repetidas en poco tiempo, sufrimos un trance geopolítico con guerra y amenaza nuclear (Ucrania-Rusia), la crisis energética y alimentaria es evidente, los Estados nacionales han sido subordinados por fuerzas supranacionales (bancos, empresas Big Data, mafias) y proliferan las economías ilegales y criminales que imponen su dinámica.

Los teóricos de la globalización neoliberal con ocasión de la caída de la URSS y del “bloque socialista” (1989) habían generado la ilusión de un desarrollo pleno del capitalismo, el crecimiento ilimitado y la felicidad total que resolvería los problemas de pobreza y desigualdad. Empero, lo que existe entre la humanidad hoy, 30 años después, es una profunda desesperanza e incertidumbre.

Dicho sentimiento se expresa a nivel global. Protestas por todas partes incluyendo Europa, USA, China e India; pandemias, nuevas enfermedades y adicciones; renuncias masivas a empleos; migraciones descontroladas nunca vistas; suicidios a granel entre jóvenes; negación a procrear, y muchas otras formas de reacción negativa. Le llamo “desesperanza sistémica y existencial”.

La naturaleza de las migraciones lo reflejan todo. Los migrantes reflejan esa desesperanza a un nivel enorme y aterrador. En siglos anteriores la mayoría de los migrantes manifestaban un alto margen de ilusión y esperanza. Tenían en mente encontrar “un mundo mejor”, que algunos llamaban el Nuevo Mundo. Era “el sueño americano” que hoy no existe porque es una pesadilla.

En las migraciones de hoy existe un fuerte componente de negación y pesimismo, de desesperanza profunda, de muerte latente y presente. Al tener que superar colosales obstáculos en el camino y en las fronteras, se puede decir que son verdaderos “suicidios colectivos”. Es terrible y es real. Las mafias de la trata de personas los roban y los gobiernos los rechazan, discriminan y segregan.

Pero, eso en parte es positivo. Frente a un sistema capitalista que está en medio de una crisis multidimensional y sistémica, la desesperanza es un sentimiento que puede llevar a los humanos a buscar salidas radicales y efectivamente “antisistémicas” y “pos-capitalistas”. “A grandes problemas, grandes remedios” reza el dicho popular.

Por ello, pienso que la aparición de Gustavo Petro es resultado de todos estos fenómenos. Es el primer Presidente de un país que –por lo menos en el discurso– se plantea estos problemas y trata de iniciar un nuevo camino.  No niega los problemas y los expone con crudeza sorprendente. Pareciera ser es el resultado de “No hay mal que por bien no venga”.

Sabemos que ni el capitalismo ni el cambio climático van a ser superados en un solo país o región, y que tampoco será de un momento a otro. Es un problema global, grave y sistémico. Y por ello, Petro, a pesar de todos los problemas que tiene en Colombia, no descuida el frente latinoamericano e internacional para impulsar su visión de cambio. Todo en “defensa de la vida”.

Pero lo más interesante es que Petro hace propuestas concretas y factibles para enfrentar el problema. Entre ellas destacamos las que reiteradamente ha venido planteando ante los gobernantes del mundo y de la región, y ante organismos internacionales. Veamos:

1.    Exigir la paz en el mundo sin alinearse con ninguna potencia y construirla en Colombia;

2.    Integración latinoamericana alrededor de las energías limpias para uso propio y de los países productores y contaminantes de CO2 (USA y Canadá), mediante la interconexión eléctrica continental;

3.    Contribución global para salvar la selva amazónica y una nueva política anti-drogas coherente con ese objetivo;

4.    Colaboración entre Venezuela y Colombia para convertir la altillanura del Orinoco en una amplia y rica región productora de alimentos para nuestros países y el mundo.

Mucha gente en Colombia, incluso cercanos al Pacto Histórico, plantean que Petro debe concentrarse y “focalizarse” en los problemas internos de nuestro país. No lo creo. Por ejemplo, Petro ya está comprometido con organizar una conferencia internacional en Bogotá para ayudar a Venezuela a resolver sus problemas políticos y a superar el bloqueo estadounidense.

Es un problema difícil y hay muchos intereses encontrados. Pero, es posible y necesario. Si se consigue avanzar, ello contribuirá enormemente a Colombia y a la región. Si Venezuela logra reactivar su economía y se suspende el bloqueo “gringo”, ello será algo trascendental para los colombianos y venezolanos. Es la única manera de detener la diáspora de nuestros vecinos.

Tal parece que Petro, siendo que se autodefine como un “liberal del siglo XXI”, puede –en este contexto– no sólo ser superior a un “comunista del siglo XIX” y a un “socialista del siglo XX”, sino que puede avanzar, sin tanta retórica, hacia dinámicas “pos-capitalistas”, en donde el pragmatismo reformista contribuya para que las sociedades avancen por caminos revolucionarios.

Nota sobre los problemas actuales en Colombia

En cuanto a los problemas internos acumulados y agudos que se viven en este momento en Colombia, vale la pena precisar algo. Pareciera haber faltado estrategia. Petro no tenía por qué gastar tan pronto su capital político en las “reformas sociales” (salud, pensiones, laboral). Sabíamos que no se tenía la suficiente fuerza social, política y electoral para aprobarlas en el Congreso en forma integral y que ese ejercicio podría ser desgastador y algo inútil (mucho fetichismo legalista).

Además, sospechábamos que los “aliados de los partidos tradicionales” (en representación de la oligarquía financiera) no sólo podrían “peluquear” las reformas sino quitarles su “filo” transformador. Parece que se les permitió, por tanto, debilitar al gobierno progresista en ese ejercicio, obtener ventajas frente a las elecciones locales y regionales, y mostrarnos –sin necesidad– como políticos más dispuestos al acuerdo “por debajo de la mesa” que a la confrontación directa.

Todo lleva a enseñarnos que la tarea central, después de haber aprobado la reforma tributaria y el Plan Nacional de Desarrollo, tendría que haber sido ampliar la base social y política con base en realizaciones prácticas y concretas dirigidas a otros sectores que no apoyaron al Pacto Histórico. Ello, con el fin de crear condiciones para ganar alcaldías y gobernaciones en octubre de 2023. Luego, en 2024, impulsar las “reformas sociales” con una base de apoyo mucho más amplia y fortalecida.

Claro, todo ello no era fácil preverlo con detalle. Pero, allí está el problema vivo, hay que afrontarlo y resolverlo. Todavía se puede rectificar.

Caso aparte son las críticas de otros sectores que pretenden que Petro se enfrente con el gobierno de los EE.UU., que rechace los apoyos del FMI, que intente una reforma constitucional para “redefinir el papel del Banco de la República” o que impulse una asamblea constituyente para hacer la “reforma política”. Realmente no sabemos qué cálculos hacen esos críticos o donde están parados. 

miércoles, 22 de marzo de 2023

Lo que no pueden entender los poderosos en Colombia

 

Jaime Gilinski, L. C. Sarmiento Angulo, G. Petro y David Vélez

Lo que no pueden entender los poderosos en Colombia

Popayán, 22 de marzo de 2023

Es grande el dilema que viven los ricos y poderosos de Colombia. Con cada paso que Petro avanza hacia adelante, se desesperan y chillan. Quisieran “tumbarlo” al estilo de lo que intentó hacer el procurador Ordoñez en 2013 cuando era alcalde de Bogotá, pero saben que eso lo puede potenciar porque lo convierten en víctima. Y no pueden –por ahora– violentar su propia legalidad porque la “comunidad internacional” los vigila de cerca y Petro ha venido respetando “su institucionalidad”.

Es evidente que el “gobierno del cambio”, a pesar de la guerra jurídica y mediática, avanza con sus reformas. Ha logrado desactivar diferentes entuertos y ajusta su gobierno. Las mociones de censura contra ministros no han progresado. La “amplia coalición” a pesar de los gestos y desaires que han sido fruto de presiones de empresarios, gremios y “jefes” de partidos políticos, se mantiene porque el gobierno logró con la reforma tributaria un “músculo presupuestal” que le permite “pulsear”.

Lo más interesante de lo que ocurre en el momento es ver a esos ricos y poderosos cómo se falsean ellos mismos. Dicen que quieren la “paz” pero toda su vida han hecho la guerra. Aseveran que combaten la economía del narcotráfico pero con esos “dineros calientes” lograron aparecer en la lista de multimillonarios de Forbes. Guerra y narcotráfico han sido la constante desde hace 5 décadas sin que a ellos les haya inquietado en lo más mínimo.

Aseveran que luchan contra la minería ilegal, pero desde que sus ancestros españoles y europeos arribaron a estas tierras, lo que han hecho es depredar la naturaleza, robarse el oro y demás recursos naturales y, explotar a los pueblos originarios (indígenas), traídos (negros y yanaconas) y surgidos (mestizos de todos los colores). En ocasiones quisieron desplazar y desaparecer a mineros ancestrales y artesanales pero éstos se han resistido.

Hoy, que algunos representantes de esos pueblos explotados se han atrevido a colocar “su democracia” al servicio de unos cambios que, por ahora, son la cuota inicial de otras transformaciones estructurales, los ricos y poderosos de Colombia se rasgan las vestiduras y gritan a diario que el gobierno de Petro lleva al país al caos. “Libertad y orden” piden a través de algunos gobernadores que van de salida y juegan con la oposición.

Los más especializados analistas al servicio de esos ricos y poderosos plantean que para conseguir la “paz total” no se requiere dialogar con jefes narcos. Olvidan que su primer gobierno neoliberal (C. Gaviria, 1990) no sólo dialogó, sino que negoció con Pablo Escobar y con los Rodríguez Orejuela. Y, además, la Asamblea Constituyente de 1991 se vio obligada a prohibir la extradición de nacionales para “medio parar” la guerra. Y Uribe hizo lo mismo.

El eje de la estrategia que utiliza la oligarquía colombiana es impedir –por todos los medios– que Petro pueda mostrar realizaciones a favor de un pueblo que está expectante. No obstante, su dilema es que, de manera inexorable, en medio de tropiezos y obstáculos, el gobierno progresista avanza con sus propósitos de cambio. Tal vez no lo haga a la velocidad que se quisiera y con la totalidad e integralidad de las reformas, pero se avanza. Y eso les preocupa.

Dentro de pocos meses va a poder cumplirle a las mujeres cabeza de familia, a los adultos mayores sin posibilidad de pensión, a los jóvenes que no trabajan ni estudian. Ya les cumple a miles de familias campesinas. Una vez se apruebe el Plan Nacional de Desarrollo, el gobierno podrá acelerar el ritmo de sus ejecuciones y, entonces, las tareas centrales, o sea, la industrialización de nuevo tipo del aparato productivo y el cambio de la matriz energética contará con recursos financieros para impulsar proyectos estratégicos.

Es por todo lo anterior que desde el campo del progresismo y de las izquierdas no podemos caer en la trampa de la crispación de nervios. La tarea vital es preparar a los pequeños y medianos productores del campo y de la ciudad para impulsar esos cambios con asociatividad y alta tecnología. Y unirnos como Pacto Histórico para participar en las elecciones locales y regionales con grandeza, amplitud y sentido estratégico, a fin de que el gobierno de Petro y el movimiento democrático logren un triunfo total. ¡A paso de vencedores! 

jueves, 16 de marzo de 2023

Estrellas y estrellados

 

Estrellas y estrellados

Popayán, 16 de marzo de 2023

Con ocasión de la llegada al gobierno del presidente Petro y sus iniciativas de cambio, han surgido “nuevas estrellas” en el horizonte estelar de la oposición, principalmente en los medios de comunicación “prepagos” y al servicio de los poderosos conglomerados empresariales y financieros que se creen y se sienten los “dueños del país”[1]. Y, en gran medida lo son.

Frente al fenómeno de la división del uribismo entre quienes han decidido de alguna manera colaborar con el gobierno de Petro (José F. Lafaurie y Uribe) y quienes pregonan obsesivamente que Petro ganó las elecciones mediante un fraude y por efecto de un “paro armado” o estallido social dirigido por él (las Cabales, Palomas, etc.), la oposición al gobierno ha entrado en proceso de reconfiguración y “reciclaje”.

Así es como empiezan a aparecer “nuevas estrellas” de la oposición. Entre ellas se destacan el “nuevo” comentarista de radio, ex-vicepresidente Germán Vargas Lleras en Caracol Radio; el “nuevo inquisidor de oficio”, el senador “verde” J. P. Hernández; el “nuevo bufón” de la élite uribista, representante Miguel Polo Polo; y los “prospectos de jefes de la oposición”, el ex-congresista Jorge E. Robledo (Dignidad) y el senador de David Luna (Cambio Radical).

No les basta que todas las cadenas de radio y de televisión están copados de opositores de oficio del gobierno del Pacto Histórico, dedicados todos los días a entrevistar a los representantes de los partidos de la oposición y de los gremios empresariales, que, encabezados por el Fiscal Barbosa y la Procuradora Cabello, lanzan alertas y pregonan todo tipo catástrofes que por efecto de la acción del gobierno “atentan contra la democracia” y “desestabilizan la institucionalidad”.

Poco a poco perdieron “brillo” las luminarias que se apagaron durante la campaña electoral del año pasado (2022). Fueron derrotados plenamente por la realidad política de un país y un pueblo que apoyaron el cambio. Deben ser reemplazados o reciclados para continuar engañando con la misma efectividad. En ese proceso, muchos periodistas y “comentaristas”, como el caso de Alejandro Santos, anterior director de Semana, que fungía de “moderado” y hasta “progresista”, han tenido que convertirse en furiosos y obsesivos opositores de Petro para poder sostenerse en los “medios”.

En la actualidad todos esos medios de comunicación al servicio de la oposición reciben (copian) obedientemente la línea y la orientación editorial de la actual revista Semana, dirigida por la “estrella fulgurante” de la prensa prepaga, como es Vicky Dávila. Detrás de este medio, comprado por el grupo Gilinski y dedicado a construir toda clase escándalos y noticias falsas, se colocan las empresas periodísticas al servicio del gran capital que se jactan de su profesionalismo y objetividad.

El libreto está escrito desde hace un buen tiempo. Su diseño y orientación fue construido en Miami y Madrid. Ya lo hemos visto en los demás países de la región en donde las oligarquías latinoamericanas fueron derrotadas por gobiernos de izquierda o progresistas. Se lo aplicaron a Chávez, Evo, Correa, Kirchner, Mujica y Lula, y ahora lo hacen frente a AMLO, Boric y Petro. Su cinismo compite con su hipocresía y doble moral, pero insisten. Para eso les pagan.

Tienen sus fundaciones nacionales e internacionales dedicadas a “defender la libertad de prensa” (FLIP) para aprovechar cualquier reacción de parte de los gobiernos que atacan y acosan a diario. Se han especializado en crear ambientes de incertidumbre a todo nivel y, a veces logran –en verdad– generar pánico. Lo hemos vivido en estos días con ocasión de la reforma a la salud y la “paz total”. 

Seguirán apareciendo nuevas estrellas y lo más seguro, es que se seguirán estrellando.


[1] Los principales grupos económicos del país, Santo Domingo, Sarmiento Angulo y Ardila Lülle, son, en ese orden, con números muy cercanos, los líderes de la audiencia de los medios digitales en Colombia. Les sigue, en cuarto lugar, el grupo español Prisa, y en quinto, la familia Gilinski. (Fuente: Comscore). 

jueves, 9 de marzo de 2023

Ofensiva democrática frente al bloqueo jurídico y a la guerra mediática

 


Ofensiva democrática frente al bloqueo jurídico y a la guerra mediática

Popayán, 9 de marzo de 2023

Como afirmamos en anterior artículo, se desató la confrontación abierta entre el gobierno que encabeza Gustavo Petro y los sectores más parasitarios de la oligarquía financiera. Con ocasión de la presentación de la reforma al sistema de Salud, de los anuncios de las reformas pensional y laboral y la intervención directa del Presidente en la regulación de los servicios públicos, se desplegaron las fuerzas encontradas y el ambiente político está caldeado.

La “alianza interclasista” y la “amplia coalición de gobierno” –como era de esperarse– están siendo sacudidas desde adentro y desde afuera. Las diversas clases sociales, sus fracciones internas y sus representantes políticos, se alinean de un lado u otro. Crujen con diferentes sonidos y formas las débiles costuras de esas alianzas y la intensidad de la confrontación hace que el bloque de poder tradicional muestre su verdadero rostro y el de “sus instituciones”.

En esta semana han sucedido hechos de suma importancia. Muestran la forma como la casta dominante en su conjunto reacciona contra las reformas sociales que impulsa el gobierno. El Fiscal y la Procuradora que lideran la oposición en coordinación con los gremios empresariales son reforzados –ahora– por el Consejo de Estado y la Corte Constitucional que directamente intentan obstaculizar la acción del gobierno por medio de fallos judiciales. Intentan amarrar de pies y manos a Petro para que poco pueda hacer y desanimar a su gente.

Lo anterior ha sido adobado con el “affaire” de la familia presidencial que obligó a Petro a solicitar una investigación de la Fiscalía sobre el comportamiento de su hijo mayor y hermano, y la ocurrencia de la primera crisis ministerial. Todo ello y mucho más, es resultado de las tensiones reales y artificiales que se orquestan para debilitar al gobierno, mermarles fuerza a sus reformas, y hacer creer que el país vive su “peor momento” por efecto de la “inexperiencia de Petro”. Olvidan los opositores y sus medios de comunicación que hace 4 años le concedieron a Duque más de un año de aprendizaje.

Poco a poco en Colombia se acumulan condiciones para que ocurra algo similar al “Golpe de Pasto” contra el entonces presidente Alfonso López Pumarejo (1944). Por ahora son sólo gestos e insinuaciones como la propuesta del expresidente Pastrana de “hacerle un juicio político a Petro”, recordando el “proceso 8.000” que se utilizó en 1994 para deslegitimar y paralizar al gobierno de Samper. Así, tensionan la cuerda y tratan de provocar reacciones aventureras tanto dentro como fuera del gobierno. El atentado contra el director de la UNP, mano derecha del presidente, pareciera ser parte de una campaña de crispación de nervios.   

Vale la pena, entonces, observar, describir y analizar, así sea brevemente, el comportamiento de las clases sociales y de sus diversas fracciones durante estos primeros meses del gobierno del Pacto Histórico. Ello, a fin de identificar y comprender sus expresiones políticas y avizorar las principales tendencias en desarrollo. Sólo así podremos aproximarnos a la realidad nacional que es una verdadera olla a presión, en donde a lo largo de décadas se han acumulado conflictos que se expresan en el actual “estallido social” (parcial, disperso, “sordo”, latente), que se ha desencadenado en diferentes territorios y regiones de Colombia.

Las clases sociales, sus fracciones y el gobierno de Petro

En forma muy sintética presento algunas ideas al respecto. Se requiere más adelante un texto más amplio y profundo que detalle el movimiento real de la vida en Colombia y de sus manifestaciones políticas y culturales. Por ahora, veamos:

-       Los sectores populares y sus diversas clases y sectores sociales como son los trabajadores (formales e informales, precariados, urbanos y rurales), los campesinos mestizos, indígenas y afros, los pequeños y medianos productores, los colonos cocaleros y pequeños mineros ancestrales y artesanales, y todos aquellos sectores que de una u otra manera participaron en el estallido social de 2021, apoyan a Petro y están a la expectativa de sus realizaciones. Algunos de esos sectores, presionados por circunstancias como los desastres causados por el invierno o por el acumulado de problemas que estaban represados, aprovechan la presencia de un gobierno que “dialoga y no reprime” para conseguir soluciones inmediatas. Han protagonizado a lo largo de estos primeros siete (7) meses un verdadero “estallido social” como lo ocurrido con las comunidades de La Mojana, el Canal del Dique, los indígenas de Risaralda, Valle y norte del Cauca, las comunidades de El Guavio (Cundinamarca), los colonos de Puerto Gaitán, el sindicato de maestros del Cauca, los campesinos de Los Pozos (San Vicente del Caguán), los mineros del Bajo Cauca antioqueño y del sur de Córdoba y otros sectores de variadas regiones.

Frente a esta avalancha de estallidos populares localizados y dispersos en diversos territorios de Colombia, que en su mayoría son por causas legítimas pero que, en algunos casos, es estimulada por actores armados de diverso tipo o por autoridades locales y regionales que juegan a desestabilizar y debilitar al gobierno progresista, la respuesta de la administración nacional –en general– ha sido “reactiva”, y “tradicional”. A pesar de los pronunciamientos y de la buena voluntad del presidente Petro, el Estado es lento, burocrático e ineficiente. Se organizan comisiones, se firman acuerdos, se prometen soluciones y se aplazan decisiones.

El único cambio, que es importante pero no es suficiente, es que no se acude a la represión de las fuerzas armadas, aunque no dejan de presentarse enfrentamientos violentos que han dejado los primeros muertos en Los Pozos (un policía y 2 campesinos), y, además, los bloqueos sucesivos de las carreteras (única forma de presión) crean graves problemas para el conjunto de la población como el desabastecimiento y problemas de diverso tipo (inseguridad, violencia, etc.). La oposición se frota las manos y posiciona la idea de que tenemos un “gobierno débil” que es incapaz de mantener el orden y la estabilidad, y que con su actitud “permisiva” estimula el caos y el desorden a todo nivel.

Es importante resaltar que entre los sectores más marginados de nuestra sociedad se está pasando de la expectativa positiva al desencanto, la desilusión y el pesimismo. Algunos sectores de la juventud rebelde, especialmente la que se identifica con la “primera línea”, que no entienden lo de la “separación de poderes”, se empiezan a sentir traicionados. Amplios sectores de la población, golpeados por la inflación, la escasez y altos costos de los alimentos, el desempleo y demás crisis acumuladas, aunque saben que son fenómenos causados por la guerra y otras situaciones internacionales, tienden a culpar al gobierno de “no hacer nada” y empiezan a creer las versiones de la oposición que le achacan todos los problemas a Petro que “con sus reformas genera incertidumbre entre los inversionistas”.

Todo lo anterior influye de una u otra manera en la correlación de fuerzas, que lo decide todo. No es casual que sea después del 14 de febrero, cuando la respuesta popular no fue lo suficientemente robusta y fuerte ante el llamado del presidente Petro a movilizarse en apoyo a las reformas sociales, que se profundice la ofensiva de la “institucionalidad dominante” contra el gobierno, que aparezcan las denuncias y rumores contra el hijo y el hermano del presidente, y que las fisuras dentro del Pacto Histórico, la “coalición de gobierno” y el mismo gabinete presidencial se hagan visibles y empiecen a generar conflictos y fracturas. No es la hecatombe ni una crisis general, pero es una alerta.

-       Las “clases medias” y las burguesías emergentes tienen un comportamiento contradictorio frente al gobierno y a sus iniciales reformas sociales. También están a la expectativa, pero sus diversos componentes sociales tienen posiciones más definidas. La reforma laboral es la que más les preocupa por cuanto saben que el incremento en el costo de la fuerza de trabajo golpea sus ingresos y ganancias. Frente a la reforma al sistema de salud les inquieta que se puedan perder algunos de los logros obtenidos a lo largo del tiempo, que no son por obra de la gestión de las EPS sino por la presión sostenida de los “usuarios”, que han interpuesto millones de tutelas a lo largo de los 30 años de vigencia de la Ley 100. Apoyan la intervención frente a los monopolios que manejan las pensiones y los servicios públicos, dado que les interesa que la gente se pensione y que se rebaje el valor de las tarifas, especialmente de la energía eléctrica, pero aspiran a que dichos cambios no generen inestabilidad económica y que se realicen en forma tranquila y consensuada.

En su mayoría, desconfían que las reformas lleven a la “estatización” de la economía y temen que el Estado acapare la gestión y administración de los servicios públicos por cuanto la identifican con politiquería y corrupción, y, además, les preocupa que aparezcan fuertes sindicatos que terminan exigiendo exagerados privilegios para los trabajadores de esas empresas y entidades estatales. Frente a la “paz total”, a las políticas de industrialización y al cambio de la matriz energética, muestran en general una actitud positiva siempre y cuando se realicen en forma metódica, gradual y planificada. 

Las clases medias y burguesías emergentes (sean de origen legal o ilegal; de sectores agrarios, de servicios o industriales; urbanas o rurales), son en general conservadoras. La mayoría de estos sectores apoyaron a Rodolfo Hernández y no a Petro en importantes regiones que se caracterizan por su peso económico (Antioquia, Santander, Eje Cafetero, etc.) pero se puede afirmar, que sólo quienes fueron fuertemente afectados por las guerrillas y quienes tienen un origen vigorosamente tradicional (clericales, militares, etc.) están decididamente en contra del gobierno, identifican los cambios y reformas propuestas con el “castro-chavismo”, y, por tanto, apoyan todo lo que signifique derrotar a Petro. El resto –la gran mayoría– también están expectantes, y aunque no apoyan al gobierno no les interesa “tumbarlo”.

-       A nivel de lo que llamo las castas dominantes, o sea, la oligarquía financiera, los grandes terratenientes y la burguesía burocrática de alto nivel (grandes contratistas, políticos tradicionales, etc.), que es un grupo de familias totalmente minoritario dentro de la sociedad colombiana pero que son la que tienen –en verdad– el Poder económico y político, la posición frente al gobierno de Petro es más homogénea pero no es única y está en evolución. En la recta final de las elecciones de 2022, algunas de sus fracciones, especialmente las que se venían deslindando de Uribe con ocasión del “proceso de paz” liderados por Santos, prefirieron a Petro frente a un Rodolfo Hernández que les generaba mayores preocupaciones e inseguridades. Liberales, conservadores y el Partido de la U, parcialmente y con vacilaciones, decidieron sumarse obligados por sus bases y así defender desde adentro sus intereses y controlar (moderar, domesticar) al nuevo gobierno.

En cambio, los sectores más parasitarios de esa oligarquía (grandes banqueros y especuladores financieros) y los terratenientes más reaccionarios que se aliaron con paramilitares para despojar a campesinos de sus tierras, nunca consideraron esa opción. Petro es su enemigo y no lo consideran un demócrata. Se sumaron taimadamente a Hernández en la campaña electoral porque sabían que eran una carga, pero en la recta final, cuando Rodolfo viajó a Miami, mostró toda su esencia y ello sentenció su derrota. La fracción oligárquica y burguesa “pacifista o santista” se acabó de marear y aunque tampoco apoyó abiertamente a Petro, envío a sus mandaderos políticos a hacer la tarea, ya fuera dentro del Pacto Histórico o en el “frente amplio” (actual coalición de gobierno).

En el actual período, cuando Petro ha dicho que “el cambio no será retórico” y que efectivamente está decidido a tensar la cuerda “hasta donde el pueblo quiera”, esa fracción oligárquica continúa jugando a la “moderación”. Saben que tienen las mayorías en el Congreso, pero también son conscientes que la crisis económica y social que vive Colombia –así no lo reconozcan abiertamente– es profunda y monumental, y que ellos y sus gobiernos son responsables de esa situación. Ya vivieron la experiencia con Petro en la alcaldía de Bogotá de querer sacarlo del gobierno en las primeras de cambio y, no sólo no pudieron hacerlo, sino que lo convirtieron en víctima y lo potenciaron hacia la Presidencia de la República.

Por ello, se ven obligados a soportarlo, “jugar a la política”, desgastar al gobierno, quitarles el filo a sus reformas, desesperar a sus bases sociales y a sus seguidores, provocar reacciones inmaduras o infantiles dentro del gobierno o sus partidos políticos, y mediante la guerra jurídica (lawfare) y mediática, generar divisiones para provocar su desmotivación y llevarlos hacia la auto-derrota. Dicha estrategia empezó desde el mismo día en que se posesionó Petro, dado que saben que la ventaja obtenida en las elecciones es insuficiente para hacer cambios estructurales en nuestro país y aspiran a que Petro no consiga ampliar su base social y política.

Esa fracción “pacifista” de la oligarquía aprendió mucho durante el proceso de desmovilización y desarme de las Farc, y sabe que tampoco pueden frustrar en forma burda, inmediata y arbitraria los anhelos de democracia y de cambio de una gran parte del pueblo colombiano. Además, como lo comprueba el escrito sobre la reforma de la Salud del excandidato presidencial Germán Vargas Lleras, saben que efectivamente se requieren cambios tanto en el sector de la salud como en lo pensional, laboral, servicios públicos y otras áreas de la administración pública y del aparato productivo, y que oponerse tajantemente a dichas transformaciones puede llevar a este país a una desestabilización más profunda y de pronóstico reservado.

Y, además, después de haber impulsado un “proceso de paz” con bombos y platillos a nivel internacional, de posar como demócratas y “humanitarios” con el apoyo de la ONU, no pueden orquestar y ejecutar un golpe de Estado sin tener los motivos de fuerza mayor que exigirían que Petro –en verdad– se coloque por fuera de las instituciones “democrático-liberales”. Además, saben que para dar un “golpe suave” se necesitan condiciones especiales (graves delitos) para que el Congreso pueda “destituir por sentencia” al presidente de la República, dado que no existe la figura de la revocatoria o que un simple “juicio político” pueda terminar en destitución.

Conclusiones y propuestas

Es evidente que la estrategia desarrollada por las castas dominantes colombianas, especialmente, por la oligarquía financiera más parasitaria, que utilizan la guerra mediática y el “bloqueo jurídico” contra el gobierno de Petro, han afectado parcialmente su iniciativa política y podrían debilitar la gobernabilidad de su ejercicio y gestión transformadora. Hábil y ladinamente han logrado posicionar la idea de que el Presidente tiene un sesgo “anti-empresarial” y que solo le preocupa el futuro de “los más pobres”, colocando a la defensiva a amplios sectores de la sociedad.

Es posible que el acento y la priorización del ejercicio legislativo de las reformas sociales (salud, pensiones, laboral) sin contar con una base social y política más amplia y consolidada, y algunos errores de coordinación y comunicación entre el presidente Petro y demás miembros de su gobierno, además del escándalo orquestado alrededor de los supuestos delitos cometidos por integrantes de su familia, sumado a la explosión de “estallidos populares” localizados pero conflictivos, estén afectando la imagen del Presidente. Así lo indican las encuestas.

Pero también, las circunstancias internacionales que son la causa de la inflación y de la inestabilidad de la moneda (devaluación del peso) más los problemas propios y relacionados con la llamada “paz total” y otras iniciativas polémicas del gobierno (justicia restaurativa, pedagogía en las calles, etc.), no sólo sean una preciosa oportunidad para que los opositores fortalezcan sus campañas de mentiras y embustes, sino que efectivamente se esté enviando un mensaje de “tener mucho afán” y de “querer abarcar más de lo que se puede hacer”.

Si ello es así, se requiere repensar más la estrategia. El presidente Petro tiene muchas herramientas en sus manos para mostrar su voluntad de cambio, más allá de hacer aprobar unas reformas legales. Habría que modificar los “ritmos del cambio”, mostrar más realizaciones y ejecuciones concretas en áreas sensibles (producción de alimentos, apoyo a emprendimientos, etc.) y acumular más fuerza entre las clases medias y burguesías emergentes que les interesa la industrialización y la modernización de la infraestructura para generar empleo formal y fortalecer el mercado interno.

Y claro, comprometer a las bases sociales del Pacto Histórico a desplegar como prioridad una campaña sostenida de pedagogía en las calles, pero protagonizada por militantes y simpatizantes, dirigida no sólo a obtener el apoyo de la población a las reformas sociales planteadas sino a mostrar el enorme potencial de progreso, bienestar y justicia social que tenemos entre manos si logramos consolidar el proceso de cambio que va mucho más allá de la gestión de gobierno.

Ello implica rectificar algunos comportamientos puramente electorales y burocráticos, que pecan de “electorerismo”, que se alcanzan a observar en las dinámicas políticas de los grupos y partidos que hacen parte del Pacto Histórico en este momento que se avecinan las elecciones regionales y locales. ¡Todo está en nuestras manos!