miércoles, 25 de agosto de 2021

Colombia y Afganistán: verdades y mentiras “globalizadas”

 

Fotografía tomada de El Nacional

Colombia y Afganistán: verdades y mentiras “globalizadas”

Popayán, 25 de agosto de 2021

“Frente a las ‘verdades de la guerra’ de Creonte y a lo que éstas lógicamente implican, Antígona no puede permanecer callada”. George Steiner

“Las crisis mundiales han sido siempre resultado de la concentración real de la riqueza y del ajuste forzoso de las contradicciones de la economía burguesa”. David Harvey

La pandemia Covid-19 ha mostrado el alto nivel de interdependencia que existe entre las economías de los países, regiones y corporaciones capitalistas del planeta. No solo en términos de producción y de comercio sino principalmente en lo financiero. Una muestra de ese fenómeno se presentó durante los primeros meses de confinamiento de la población china: el impacto negativo para la economía mundial fue tan evidente y fuerte que la supuesta “guerra comercial y tecnológica” que Trump anunciaba contra China quedó “suspendida”, perdió piso y se quedó en el aire.  

No obstante, la economía especulativa basada en la confianza inversionista y estabilidad financiera que los capitalistas y sus gobiernos sostienen de diversas formas (deuda pública, emisión de dinero, reformas tributarias, etc.) les ha funcionado a las mil maravillas en plena pandemia. Es un sector muy beneficiado al igual que la industria farmacéutica y las tecnologías de la información y comunicación (TICs) que han vivido una verdadera bonanza económica durante la pandemia.

La oligarquía financiera global comprobó lo que sus asesores les repetían desde 2007-8. Ahora son más conscientes de la extraordinaria vulnerabilidad de su “sistema” (así sean estadounidenses, europeos, rusos, chinos, iraníes, etc.), y en medio de la crisis (que es real, “real” y Real[1]), se han apoyado entre ellos como nunca[2]. La vida ha demostrado que las “guerras” actuales son limitadas, parciales y medidas, que solo son “formas de amenaza” y de “mostrarse los dientes” mientras a espaldas de los pueblos (ciudadanos, consumidores, clientes, etc.) negocian en la Bolsa y Bancos.   

Ello tiene grandes implicaciones para los pueblos y los trabajadores. La mirada de Lenin es un referente en esta materia. Él sabía que los conflictos intra-capitalistas e inter-imperialistas que generaron las “guerras mundiales” del siglo XX, tenían sus límites. Y, por tanto, llamaba a aprovechar esas extraordinarias circunstancias, dado que en la medida en que los pueblos y los trabajadores nos uniéramos de verdad, ellos tendrían que colocar sus intereses sectoriales y “nacionales” en un segundo plano, mostrando sus intereses de clase. Ese hecho sería -en sí mismo- un material invaluable para impulsar la lucha emancipatoria de los sectores oprimidos.

Afganistán y el triunfo de los globalistas

Los globalistas de todo el mundo triunfaron con la salida de las tropas de los EE.UU. de Afganistán. Ellos ahora no conciben el “territorio” y las “riquezas naturales” como lo hacían los viejos imperialismos coloniales. Pienso, también, que la nueva fase de acumulación por desposesión planteada por David Harvey está empezando a ser replanteada. Los dueños de las grandes corporaciones que controlan la estructura financiera, energética e informática del planeta están actuando de una manera nueva. Sus guerras son más virtuales que “físicas”: son verdaderos libretos para nuevas series de Netflix.

Podemos afirmar que hoy los enfrentamientos entre las élites de USA, UE, China, Rusia, India, Irán, etc., tienen como principal objetivo el de engañar a sus propios pueblos. El manejo de la pandemia Covid-19 ha demostrado que las contradicción entre los capitalistas que -a veces- se muestran como rivales en torno a intereses de sus antiguas naciones de origen, no es la contradicción fundamental de la sociedad capitalista (nunca lo ha sido, a veces, en determinadas coyunturas podía ser calificada como la contradicción principal para ser utilizada en favor por los trabajadores y pueblos oprimidos)[3].

Los globalistas de todo el mundo han triunfado (Trump solo fue un “accidente”). Su principal preocupación va a ser preservar la vida humana sobre la tierra manteniendo y fortaleciendo la Dictadura del Capital, mientras desarrollan las ciencias y las tecnologías para explotar materias primas de otros planetas. Los dirigentes más sagaces con sus “tanques de pensamiento estratégico” ya están diseñando su propia política para “mitigar” el cambio climático. Era de esperarse.

Y paralelamente, intentan perfeccionar el control volitivo de los humanos, que como lo ha demostrado el manejo de la pandemia Covid-19, se fundamenta en estimular toda clase de tensiones y enfermedades mentales, logrando que el miedo y la ansiedad sirvan para que las gentes no vean más allá de sus pantallas de teléfonos móviles y televisores de última generación, programando o canalizando los “estallidos sociales” para desfogar y controlar la conflictividad acumulada.

Todo va bien para los capitalistas globalistas del mundo entero. Los Soros, Clinton, Gates, Obama, Xi, Wu, etc. están felices mientras el resto de la humanidad sufre la incertidumbre del “no saber”.

Algunas mentiras y verdades sobre lo ocurrido en Afganistán y en Colombia

- Que el gobierno de los EE.UU. es enemigo de Al Qaeda y de los “talibanes”. La realidad es que ellos han sido su instrumento político y herramienta de desestabilización regional (algo muy similar ocurrió en su momento con las guerrillas colombianas);

- Que los EE.UU. invadieron Afganistán en 2001 para perseguir a Osama Bin Laden. La verdad es que él era un espía de la CIA, un  agente árabe-estadounidense y siempre actuó bajo el mando de ellos (en Colombia no han necesitado “invadir”, han tenido bases militares y han intervenido en este país desde principios del siglo XX);

- Que los EE.UU. salieron de Afganistán porque los talibanes los derrotaron. La realidad fue que se acordó su salida, Trump negoció con los “rebeldes” y desconoció a sus “aliados” afganos desde hace más de un  año. Biden solo cumplió ese acuerdo (en Colombia el gobierno de USA estuvo detrás de Santos en el llamado “proceso de paz” y pactó con las Farc en La Habana sin tocar para nada la estructura económico-política que es la base real de la economía del narcotráfico);

- Que el gobierno colombiano les va a dar “refugio temporal” a los afganos colaboradores de las tropas estadounidenses que huyen de Kabul, y que lo hace por solidaridad y en defensa de los DD.HH. En verdad, esa acción es obligada y responde a una orden de Biden, que la cumplirán gobiernos de países tan débiles y entregados como Kosovo, Albania, Colombia y otros.

Son muchas más las mentiras y verdades sobre Afganistán. Es igual que en Colombia, en donde una insurrección campesina terminó convertida (transformada, instrumentalizada) en una supuesta “guerra contra el narcotráfico”. En realidad, se utilizó a una guerrilla degradada para convertir a Colombia en el principal productor de cocaína del mundo como se utilizó el “conflicto” con los talibanes para convertir a Afganistán en el principal productor de heroína.

En próximo artículo abordaremos el tema de cómo la narrativa “globalista” es el principal obstáculo que impide que el pueblo colombiano logre descubrir la “verdad verdadera”, que debe ser el principal instrumento para desenmascarar los intereses de una oligarquía colonial, capitalista, globalizada, pro-imperial, mafiosa y criminal, que ha pretendido construir una “paz” a la medida de sus intereses.



[1] La crisis es real porque importantes áreas y sectores de la producción, los servicios y el consumo se han paralizado o se han afectado de muchas formas generando desempleo, hambre y desesperación entre amplios sectores de la población; es “real” porque ha sido manipulada para generar desinformación y miedo y, sobre todo, para legitimar formas de control mental e ideológico entre las gentes; y es Real porque la pandemia ha puesto de manifiesto para el conjunto de la humanidad una realidad que va más allá de la coyuntura (así sea interpretada de mil maneras desde lo económico, político, ambiental, cultural, religioso, étnico, civilizatorio, etc.). (Nota del Autor).

[2] El escenario más visible de ese apoyo y concertación entre las oligarquías financieras globales ha sido la Organización Mundial de Salud (OMS). Los grandes negocios de la pandemia han tenido la bendición de los supuestos “gurúes” de la ciencia, la medicina y la salud pública. La historia no los absolverá. (Nota del Autor).  

[3] Lenin en 1916 lo tenía claro en su texto sobre el imperialismo, y también frente al Tratado de Brest-Litovsk, pero los “marxistas-nacionalistas gran-rusos” distorsionaron sus ideas y se olvidaron de que la contradicción fundamental es entre el capital y el trabajo. Hoy las “guerras inter-imperialistas” son totalmente secundarias frente a la nueva situación que vivimos (solo sirven para mantener los viejos nacionalismos de gran potencia), cuando las grandes corporaciones capitalistas transnacionales están entrelazadas y sostienen en forma imbricada una estructura financiera global, de la que dependen todos ellos (Ej., los principales acreedores de los EE.UU. son China y Japón). Incluso, frente al agotamiento de las fuentes de energía de origen fósil están entrando en el terreno de los acuerdos globales, como lo comprueba la situación de Venezuela, Irak, Afganistán, etc. “Se reparten el mundo” decía Lenin, a veces forcejean entre ellos pero son gajes del oficio. Lo de Afganistán fue un acuerdo, que seguramente tendrá su contraparte china y rusa en otras partes del mundo o allí mismo. (Nota del Autor).


Sobre la autocracia de Daniel Ortega en Nicaragua


El debate en la izquierda internacional

San Sebastián, agosto de 2021

A las izquierdas del Foro de Sao Paulo

Valiente y significativa denuncia sobre lo que ocurre en Nicaragua con la autocracia de Daniel Ortega y su esposa. 

Por Iosu Perales

Al poco de saber la marcha al exilio de Mónica Baltodano y su familia, me he sentado ante el ordenador y me he puesto a escribir, sin un guión previsto, sin un plan organizado para elaborar un documento. De manera bastante improvisada y con el pensamiento puesto en la reacción crítica que debiera tener la izquierda y que no lo tendrá, salvo honrosas excepciones. 

Seré claro desde el principio. Creo y siento que una parte no pequeña de la izquierda latinoamericana está desactivada intelectualmente, al igual que su proyecto político. Donde debiera prevalecer un pensamiento crítico, de combate, prevalece una posición conservadora que no se corresponde con pasados heroicos.

Dolorosa separación

Nicaragua y más exactamente el comportamiento político y ético de Daniel Ortega y Rosario Murillo, pone a prueba a las izquierdas de América Latina. O despliegan una crítica que restituya la razón de ser de su misma existencia, el ejercicio de la verdad como fuente revolucionaria y solvencia moral, o persisten en una idea preconcebida que todo lo explica culpando de nuestros males a factores externos que siempre son y serán una amenaza (el imperialismo), pero que no pueden utilizarse como cortina de humo para tapar nuestros errores. 

¿Qué hizo que un tipo como yo, vinculado a la revolución sandinista desde hace más de treinta y cinco años, cambiara su posición sobre Daniel Ortega y lo que representa? ¿Cómo pudo ser que una revolución admirada terminará siendo denunciada por brillantes intelectuales? Lo hizo el ya fallecido Eduardo Galeano que había sido amigo íntimo de Tomás Borge. Y el Sub comandante Marcos y el zapatismo; y José Pepe Mújica; y Noam Chomsky; y Boaventura do Santos; y el colombiano Gustavo Petro; y el teólogo Leonardo Boff; y recuerdo especialmente a Marta Harnecker que meses antes de morir quiso traducir al inglés uno de mis artículos críticos sobre Nicaragua para distribuirlo. Y lo hizo. A nadie de izquierda, en su sano juicio, se le ocurriría relacionar a alguno de estos nombres con intereses foráneos.

Podría citar una gran cantidad de personas de izquierda que, como yo, han suscrito artículos y declaraciones pidiendo a Ortega que libere a los presos políticos, se lleve a la justicia a los responsables de los tiroteos contra gente indefensa en abril de 2018 y que el gobierno dialogue y negocie una salida democrática con otras fuerzas sociales y políticas del país. Recuerdo ahora la primera declaración que firmé en 2006. La compartí con personas tan honorables como Miguel Núñez, octogenario condecorado por la revolución sandinista, siempre leal al principio de decir la verdad. Ya entonces denunciamos lo que tenía todo el aspecto de ser un gobierno autócrata, tal y como el paso del tiempo ha puesto de relieve.

Lo cierto es que principales aliados del gobierno de Ortega, durante los últimos 11 años, y hasta el estallido social de abril de 2018, eran los banqueros, los principales empresarios del país y las dirigencias del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP). Juntos venían dándole rango constitucional a su “modelo de alianzas”. Ortega al frente del Estado garantizaba estabilidad social y oportunidades para hacer negocios y enriquecerse como nunca, tanto él como sus socios del gran capital (familia Pellas, por ejemplo). Ortega, como caudillo, armonizaba su proceder neoliberal con paliativos sociales de corte clientelar y asistencial para el sostenimiento de su base electoral. Algunos intelectuales de derecha llegaron a calificar esos manejos como “populismo responsable”.

Tratados de libre comercio y buena nota del FMI.

Lo cierto es que, hasta el 18 de abril de 2018, las relaciones de Ortega con Estados Unidos eran notablemente buenas. No podía ser de otra manera, pues privilegió todas las políticas de libre mercado: los tratados de libre comercio, las facilidades para las maquilas y las concesiones sin condiciones al capital extranjero. Además, aplicó con mano dura las políticas migratorias gringas, y por la frontera sur de Nicaragua no se colaba nadie que pudiera tener planes de emigrar a Estados Unidos. Ortega convirtió los límites nicaragüenses en el deseado muro de Trump. Igualmente, el orteguismo autorizó la presencia militar estadounidense y la acción de la DEA en Nicaragua con el pretexto del combate a la narcoactividad. Por todo ello llevó a Nicaragua a obtener las mejores notas del FMI, del Banco Mundial y del BID. Las relaciones de los últimos 11 años con Estados Unidos fueron de las más cordiales, basadas en el principio de que lo que importaba era lo que el gobierno nicaragüense verdaderamente hacía, no lo que aparentaba hacer, y menos lo que ocasionalmente decía.

Llegó lo de abril de 2018 y la fachada del régimen comenzó a fracturarse. 

Protestas de la gente, desde abajo.

Las protestas contra la disminución de las pensiones en un 5%, y contra el aumento de las cotizaciones de los trabajadores y empresarios al INSS, debiera haber conducido a la apertura de un diálogo con las partes sociales interesadas. También debieron ser debatidas como exigen las leyes de Nicaragua en la Asamblea Nacional, pero se pretendieron imponer por decreto presidencial. Es verdad que el Gobierno reculó ante la oleada de protestas, pero los manifestantes en lugar de guardar las pancartas las sacaron de nuevo a las calles y plazas, extendiendo sus reivindicaciones al cuestionamiento de Daniel Ortega y Rosario Murillo. 

Una parte muy importante del pueblo sintió que era la hora de exigir cambios radicales en las políticas de Daniel y la Chayo, así como la liberación de los presos. Y es que en el orden social nada estaba cambiando en el país, si no es a peor, en una economía que funciona bajo la obediencia al Fondo Monetario Internacional, y por consiguiente aumenta las desigualdades sociales. La estrategia del asistencialismo siempre otorga ventajas a un gobierno, pero es poco recomendable cuando se trata de transformar la sociedad.

No, no estamos en ninguna segunda etapa de la Revolución, no se están realizando transformaciones que consoliden en Nicaragua un sistema de justicia social. Todo lo contrario: se ha fortalecido, como nunca antes, un régimen económico-social corrupto en el que los pobres están condenados a rebuscarse la vida en trabajos informales, precarios, por cuenta propia o a trabajar por salarios miserables y en largas jornadas, condenados a emigrar a otros países en busca de trabajo, condenados a pensiones de jubilación precarias. Se trata de un régimen de inequidad social con un creciente proceso de concentración de la riqueza en grupos minoritarios. Algunos portavoces de grupos que apoyan incondicionalmente a la pareja gobernante Ortega-Murillo aluden a una supuesta mejoría de la realidad económica y social de la población. No es verdad. Han mejorado los leales al régimen, y muy poco.  Sin embargo, ni siquiera unos posibles avances sociales justifican la violación sistemática de los DDHH y la represión continuada y arbitraria que practica el Gobierno. 

En segundo lugar, se ha profundizado la subordinación del país a la lógica global del capital. Nicaragua, se ha ido entregando a las grandes transnacionales y a los capitales extranjeros, que llegan a explotar riquezas naturales o a aprovecharse de la mano de obra barata, como sucede en las zonas francas. El caso más patético de esta lógica entreguista del país y de sus recursos es la concesión a un empresario chino de la construcción del Canal Interoceánico. Pero ha habido previamente muchas otras concesiones mineras, forestales, pesqueras, en la generación de energía, que han ido ocupando todo el país.

En tercer lugar, el actual sistema económico-social imperante en Nicaragua trata de reducir a la mínima expresión las resistencias sociales. Por otro lado, se ha desarrollado un desmedido proceso de concentración de poder en la pareja Ortega-Murillo y su círculo más cercano. Es un poder que amenaza con destruir todo vestigio de institucionalidad democrática. Ahora mismo Nicaragua funciona como se hubiera un partido único, con algún partido “zancudo” dando cobertura al régimen. El régimen funciona con círculos concéntricos: el más pequeño formado por Ortega-Murillo y algunos familiares y amigos de siempre; el segundo círculo el de algunos veteranos leales en el ejército y la policía; el tercero por los secretarios del partido en los territorios; el cuarto el de grupos milicianos a las órdenes de Rosario Murillo.

El golpe que nunca existió

Pero ¿qué pasó realmente aquel ABRIL de 2018? Leí la declaración de La Habana del Foro de Sao Paulo y me tuve que frotar los ojos. En ella se avalaba la versión de Ortega-Murillo, completamente insostenible desde el uso de la razón. Puedo entender que se tratara de echar una mano al verdadero poder de Nicaragua y sus prácticas represivas, pero no al precio de negar el sentido común. 

Ortega-Murillo, la pareja gobernante afirmó que se trataba de una tentativa de golpe de Estado. El caso es que un hubo un golpe parlamentario y de los jueces en Brasil para eliminar a Dilma Rousseff; hubo golpes parlamentarios en Honduras y Paraguay, para quitar de presidentes a Zelaya y Lugo. Pero, en Nicaragua toda la fuerza está concentrada en el Gobierno. El ejército, la policía y el propio parlamento son fieles a Ortega-Murillo (71 parlamentario de 92). ¿Son los golpistas lo estudiantes? ¿Dónde están y quiénes son? ¿Son las madres que se manifestaron en Managua desafiando a los francotiradores? ¿Dónde están las armas de los golpistas? Qué más quisiera Daniel Ortega que presentar golpistas y armamento en los medios de comunicación. Pero no los hay. Otra cosa es que la inteligencia de EEUU trate de aprovechar la ola de la protesta popular para infiltrar su propaganda, pero esto es siempre esperable y no modifica la idea de que el famoso golpe es un invento para dar cobertura a lo que está pasando durante los últimos tres años: la persecución y detención de cientos de jóvenes bajo la acusación de terroristas. Recuerdo que en la URSS el régimen utilizaba el lenguaje del marxismo para justificar un capitalismo de Estado. Pasa igual en Nicaragua con el lenguaje antiimperialista de Ortega para justificar la concentración de poder. 

Lo cierto es que da la risa calificar de golpe de Estado a los acontecimientos de abril de 2018. Nadie con sentido común podemos avalar semejante tesis. Insisto, ¿es alguien capaz de identificar a los golpistas? ¿de mostrar sus armas?

Me parece tan ridículo afirmar lo de golpe como decir que la acusación de Zoilamérica de abusos sexuales fue un montaje de la CIA. Nadie va a ser más radical que yo mismo en lo que tiene que ver con la condena de las políticas de EEUU, pero decir que todo aquello que hacemos mal es como consecuencia de la obra del imperialismo, es una cortina de humo que nos impide acceder a un diagnóstico de lo que realmente está sucediendo.    

Mújica, Galeano, Saramago.

En contraste con la reunión de aquel Foro de Sao Paulo en La Habana, en esos mismos días, José Mújica, ex presidente de Uruguay afirmó: "En Nicaragua gobierna una autocracia". Como se sabe es el régimen político en el que una sola persona gobierna sin someterse a ningún tipo de limitación. Es sinónimo de dictadura. Sus palabras fueron: "Un sueño se desvía, hay una autocracia. Perdieron el sentido de la vida quienes ayer fueron revolucionarios", afirmó en relación a Ortega, y luego pidió que dejara la presidencia de su país. Mucho antes, en agosto de 2008, el escritor Eduardo Galeano, también uruguayo, a propósito del juicio promovido por el gobierno de Daniel Ortega contra el monje y poeta Ernesto Cardenal, escribió: "Toda mi solidaridad para Ernesto Cardenal, gran poeta, espléndida persona, hermano mío del alma, contra esta infame condena de un juez infame al servicio de un infame gobierno". En esos mismos días, José Saramago gran escritor y comunista, calificó a Ortega de indigno de su propio pasado. Al menos en la izquierda también hay voces luminosas, pensé cuando escuché estas reacciones. 

La grandeza de la izquierda reside en la capacidad de verdad que sepa soportar. Pero con frecuencia la verdad, o no se reconoce o se silencia.

Las jornadas de abril 2018 fueron terribles. Según datos cruzados de diferentes organismos de DDHH fueron entre 325-350 las personas asesinadas. De ellas un 85% por el régimen y un 15% por grupos violentos contra policías y paramilitares. El caso es que el Gobierno de Daniel Ortega tenía y tiene la responsabilidad de velar por la vida de todas las víctimas,  incluso si hubiera señales –que no las hay- de que las protestas obedecieran a directrices violentas. No se puede quitar la vida con la única finalidad de sembrar el terror. 

La izquierda, como portadora de valores humanistas no tiene nada que ganar con quienes desprecian la vida de otros. 

Algunos nombres objeto de la represión.

Con el corazón en la mano. Conocemos a la mayoría de  personas perseguidas y muchas ya detenidas en régimen de aislamiento, la izquierda del Foro de Sao Paulo sabe quiénes son Víctor Hugo Tinoco, el exgeneral Hugo Torres, Dora María Téllez, Ana Margarita Vijil, Mónica Baltodano, Sergio Ramírez, Julio López, Irving Dávila, Tamara Dávila, Suyen Barahona, Gioconda Belli, Henry Ruiz, Edgar Tijerino, los hermanos Mejía Godoy, Norma Helena Gadea, René Vivas, Víctor Tirado, los hermanos Carrión (Luis ya exilado), los hermanos Cardenal ya fallecidos, todos ellos auténticos sandinistas, como el comandante Henry Ruiz. ¿Podemos creer que son traidores a la patria, como proclama Daniel Ortega? ¿Qué están al servicio de Estados Unidos?

Contra ellos y lo que representan va la represión, así como contra una larga lista de opositores liberales, conservadores, sandinistas disidentes, todos los cuales están en su derecho de organizarse y presentar candidaturas para las elecciones de noviembre. También empresarios son perseguidos y detenidos. Con una excepción:  las grandes fortunas nacionales son tratadas con guante blanco.

A muchas de las personas detenidas y encarceladas de se les imputa arbitrariamente delitos de traición a la patria, una figura jurídica, creada ad hoc, que permite a Ortega y Murillo ordenar nuevas detenciones cada día, y convertir en delito la libertad de expresión.  Ortega trata de deshumanizar a la oposición afirmando “no son oposición, son criminales”. Terrible. Muchas de las detenciones se producen bajo la presunción de culpabilidad. No hay aplicación de la ley, hay venganza y ajustes de cuentas. Una mayoría abrumadora de dirigentes sandinistas de los años setenta y ochenta han abandonado el partido FSLN, sin dejar de ser sandinistas, críticos con la concentración de poder de la pareja gobernante. Una pareja en la que Ortega pone la venganza y Murillo el esoterismo.

Repito: La izquierda no tiene nada que ganar con Daniel Ortega. Y lo que es peor, la defensa de su política de asalto y violación a los derechos humanos mancha también la historia colectiva de las izquierdas. 

La verdad es siempre revolucionaria.

Reconozco que durante años he sido participe de un comportamiento de la izquierda que consiste en callar, silenciar y dar la espalda a realidades que no nos gustan criticar porque entendemos, erróneamente, que al hacerlo perjudicamos a nuestra causa. La declaración que firmamos en 2006 un grupo de personas vinculadas a la historia de la solidaridad con Nicaragua no me exime de responsabilidad. Debería haber sido partícipe de ese principio ético de que la verdad es siempre revolucionaria. Realmente, lo que nos hace daño es tapar y justificar actuaciones de la izquierda que deben ser criticadas por otras izquierdas. Desde una posición sana, deberíamos interesarnos en esclarecer la verdad, para fortalecernos política y moralmente.

El caso es que nos encontramos en un escenario político surrealista.  La pareja gobernante parece querer instaurar una dinastía en el poder, al punto de que sus propios hijos ocupan de manera irregular responsabilidades de Estado por mandato autocrático, sustituyendo en viajes oficiales a ministros e incluso al canciller. Lo cierto es que todo el poder está concentrado en la familia Ortega-Murillo y en un pequeño grupo de incondicionales que alimentan la existencia de un caudillaje que les proporciona seguridad para ejercer de cargos públicos con derecho a mejorar su patrimonio. Como afirma el histórico guerrillero Henry Ruiz, «ya no hay ideología, no hay mística, no hay normas, no hay debate, no hay nada». Pero este vacío no impide que con el lenguaje del antiimperialismo Ortega siga manteniendo un ascendente significativo sobre una amplia parte de la sociedad. En parte por apoyos que vienen de tiempos de la revolución, en parte por una práctica de clientelismo que se alimenta de un asistencialismo en forma de pequeños lotes agrarios, de láminas de zinc, de bicicletas, y otras donaciones cubiertas hasta ahora con dinero procedente de la generosidad petrolera venezolana. Además, favores personales, premios y castigos, que se completan con una vigilancia diaria a través del cinturón de hierro tejido por la vicepresidenta Rosario Murillo, que ha sabido crear una fuerza social que presta servicios al Gobierno bajo la fórmula de participación ciudadana.

El mítico comandante Henry Ruiz, el más veterano de la guerrilla en la montaña, lo denuncia: «Al principio nos pareció que su programa apuntaba a una economía de desarrollo nacional. Fue un espejismo. Se fue rapidito al INCAE para asegurar a los grandes empresarios nacionales que respetaría sus negocios e impulsaría privatizaciones. Ustedes hagan la economía y yo haré la política, les dijo».

¿Por qué seguir callando?

¿Por qué falta valor en la izquierda para reconocer el mensaje abrumador de los hechos? ¿por qué seguir callando?

La autocrítica nos hace fuertes, la autocomplacencia nos da fachada sin cimientos; pronto se derrumba por su propio peso.

En la izquierda hay mucho conservador. Ser de izquierda no es sinónimo de ser revolucionario, ni siquiera en América Latina. En cambio, ser revolucionario es siempre ser de izquierdas. 

La gran reserva estratégica de la izquierda reside en no fallar al pueblo, en la credibilidad, en decir la verdad, en ser una fuerza  valiente, transparente. Por eso la autocrítica es tan necesaria. Y lo es porque la sociedad que perseguimos sólo se podrá lograr si nuestros actos, nuestras acciones, nuestras palabras, van en consonancia con lo que decimos. Las falsas retóricas nos alejan de nuestra función educadora de la sociedad.

No podemos aceptar que se nos asocie con un proyecto represivo que violenta los DDHH, la libertad de expresión, y los derechos civiles y políticos de sectores de la población nicaragüense. La represión sobre el pueblo es lo contrario de lo que predicamos y por lo que luchamos. Tapar comportamientos erráticos de la izquierda nos intoxica y nos resta toda credibilidad.

La izquierda, las izquierdas, defendemos la libertad y como dijo Rosa Luxemburgo en “Reforma o revolución” la libertad lo es especialmente para quienes piensan distinto. 

Tras las experiencias negativas de países del Este, las y los revolucionarios no podemos ser asociados con esas realidades. Precisamente, los Derechos Humanos son hoy una agenda aliada de la izquierda y de los revolucionarios. En el mundo derechista que vivimos, bajo el poder de mafias financieras, los DDHH son una oportunidad, un programa para la izquierda. Pues bien, los DDHH no se respetan en Nicaragua. Las izquierdas debemos levantar la bandera de los DDHH que debe ser innegociable.

Cronológicamente no sé cuándo empezó este deterioro de la pareja Ortega-Murillo. Pero el pacto con Arnoldo Alemán fue una decisión que ha marcado para siempre a Daniel Ortega. Negoció su acceso al poder con un corrupto condenado en los tribunales, así como con el sector más conservador de la Iglesia Católica, a cambio de votar en contra de una ley de aborto terapéutico. La conversión de Daniel, sus repentinas apariciones dominicales televisadas en la catedral, incluso con Lenin Cerna, me parecieron patética. Nada creíble, puro oportunismo. ¿Es normal que un partido que se auto considera de izquierda proclame que el país es oficialmente cristiano? “Nicaragua cristiana, solidaria y socialista”, es la divisa del Gobierno. Semejante confesionalismo en pleno siglo XXI, es inaceptable, pues es mera manipulación de las emociones populares. Ciertamente, mueve a la vergüenza este sesgo seudo religioso. Rosario Murillo, la vicepresidenta, ha creado una especie de evangelio propio, invoca a Dios y la Virgen y reviste de misticismo a su compañero, Daniel Ortega: "Dios" y "Daniel". Este "evangelio" choca con la cultura democrática, incluso con los valores de la izquierda. El providencialismo y el caudillaje es un mal que ha hecho mucho daño en América Latina. 

Izquierda y conservadurismo.

Termino. Desde algunas voces de la izquierda se defiende al régimen de Daniel Ortega aludiendo a que con la derecha sería peor o que la lucha contra el neoliberalismo justifica la utilización de cualquier medio, a tal punto que la crítica a lo nuestro se interpreta como un regalo al enemigo. Con frecuencia la izquierda latinoamericana ha caído en un pragmatismo funcional para defender causas indefendibles sin explorar en explicaciones sin trampas que permitan alcanzar el conocimiento objetivo de la realidad Por esa razón, ha tolerado la supresión de la libertad en nombre de la libertad. Y ha tolerado la corrupción y despotismo de algunos de sus líderes, por ejemplo de Ortega, en nombre de la necesidad urgente de acceder o mantenerse en el poder. Pero una moralidad que corrija el mundo que vivimos no se puede construir a partir del despotismo y la corrupción.

El espíritu conservador en la izquierda se manifiesta habitualmente en la incapacidad de cultivar un sentido de la crisis, una atención crítica continuada a lo que sucede en la vida real. Se prefiere obviar los hechos, enmarcarlos en todo caso en un cuadro explicativo unilateral y acrítico, con tal de salvar unas categorías ideológicas y políticas ya obsoletas. Este espíritu conservador no está preparado para revisar legados ideológicos y producir ideas e imágenes más ricas y adecuadas a nuevas situaciones. Convierte lo revolucionario en una pieza arqueológica en lugar de hacer de ello una palanca para, si hace falta, recomenzar de nuevo. Es verdad que la idea de criticar lo propio no tiene una historia muy extensa y la del pensamiento crítico menos todavía, pero las gentes de izquierda necesitamos recorrer un camino que nos libere de camisas de fuerza intelectuales que nosotros mismos hemos construido, mediatizados por nuestros propios temores. 

La Nicaragua que fue y la de hoy

Muchas voces de izquierda tienen una opinión anticuada sobre la realidad de Nicaragua. Anticuada porque pertenece a lo que fue, no a lo que es en la actualidad. Es una construcción ideológica la que expresan esas voces, no parten de los datos, más bien los obvia porque sólo así la ideología intervenida por ideas preconcebidas puede prevalecer. Me da pena, pues la nueva sociedad deseable necesita más que nunca construirse desde los datos de una realidad viva, sea la que sea. Yo, con humildad, aconsejaría a los defensores de Ortega que vayan estos días a Nicaragua. Que hablen si quieren con las autoridades, pero que hablen también con la gente, que vayan a las universidades y barrios, que dialoguen con los pobladores y escuchen sus testimonios que denuncian el despliegue de fuerzas paramilitares y las redadas contra opositores por el hecho de serlo. Vayan, vayan a Nicaragua, y sean consecuentes con la idea de que la verdad es siempre revolucionaria.

¡Viva Sandino!

miércoles, 11 de agosto de 2021

Las elecciones de 2022 en Colombia serán un reflejo del estallido social

 


Las elecciones de 2022 en Colombia serán un reflejo del estallido social

Popayán, 12 de agosto de 2021

En la caracterización del estallido social que “explotó” en Colombia desde noviembre de 2019 hasta junio de 2021 (interrumpido por la pandemia) hemos alertado sobre la tendencia a idealizar los estallidos al confundirlos con “levantamientos” y/o revoluciones.

Numerosos estallidos sociales se han presentado últimamente en el mundo. Muchos de ellos fueron canalizados por los imperios, las oligarquías y las fuerzas conservadoras (Egipto, Libia, Siria, etc.). En Colombia, los estallidos sociales -desde siempre- han sido derrotados a punta de “plomo” por las castas dominantes y, luego, han sido “volteados” y puestos a su servicio para eternizar su poder.

Por ello, hemos insistido hasta la saciedad en algunos de estos aspectos:

Que fue un “estallido”, y por tanto, no fue programado ni controlado por nadie. Que a lo largo de los días, semanas y meses, la naturaleza del estallido fue cambiando de acuerdo a la dinámica y evolución de los sectores sociales en juego (y de la respuesta del gobierno).

Que detrás de ese fenómeno había un acumulado de causas justas y conflictos de diversa naturaleza. Fue una importante expresión de la diversidad y multiplicidad de fuerzas, movimientos y organizaciones sociales y políticas. Pero, para que ese potencial se convierta en algo transformador se hace necesaria una efectiva dirección política (formal y/o no formal).

Hemos planteado que la falta de dirección política no es un problema solo de tipo “organizativo” sino, fundamentalmente, de no contar con un objetivo claro y unificado. Es evidente que cuando las fuerzas del cambio portan algún grado de madurez pueden -sobre la marcha- dotar al movimiento de objetivos claros y conducirlo hacia triunfos que sirvan para acumular fuerzas.

Tal situación no se presentó en Colombia. Unos, querían tumbar a Duque; otros, derrocar al Régimen; unos más, negociar pliegos sectoriales; otros más, obtener réditos electorales; y algunos más, empoderarse en territorios para controlar y ampliar sus negocios mafiosos y oscuros.

Se ha demostrado que estaba más preparado el gobierno y la oligarquía (y el Imperio) que las fuerzas populares. El gobierno (“uribismo”) infiltró las marchas y protestas para generar violencia; desacreditar y desgastar la protesta social; aislar y golpear a los sectores más “radicales”; asesinar jóvenes y crear terror con sus fuerzas policiales y paramilitares.

Y luego, finalmente, culpar a los sectores políticos de izquierda de todo lo ocurrido. En esa tarea están logrando relativos éxitos. Y, además, no podemos negar que algunos “grupos” que vienen de atrás (“ayer”) con sus concepciones y “sueños insurreccionales” (dado que no han evaluado en su fracasado trasegar guerrillerista) han influido en algunos sectores de la juventud y le han hecho el juego a las derechas y al gobierno con acciones aventureras y hasta suicidas.

Hoy que estamos en la fase de “aprovechamiento político” del estallido social es necesario reflexionar. No quiero desanimar a nadie pero, es indudable que algunos errores que se vienen cometiendo le están facilitando el trabajo sucio y criminal a la oligarquía, que va consiguiendo la deslegitimación y el desprestigio de las luchas populares. A pesar nuestro.

Poco a poco las castas dominantes van unificando sus posiciones de derecha y de supuestos “centros”, para derrotar una vez más en las urnas los anhelos de transformación que se expresaron masiva y creativamente en los primeros momentos del estallido social.

Un aporte “algo diferente” a la reflexión

Al interior de los sectores que se han agrupado alrededor del Pacto Histórico se presenta en la actualidad un fuerte debate sobre la decisión (ya tomada) de organizar una lista “cerrada” para el Senado (“cámara alta” del Parlamento). En mi opinión el verdadero problema es clarificar qué imaginario estamos construyendo para “enamorar” a las mayorías de la sociedad y cómo nos va “leyendo” la gente del común.

No obstante, asumo el análisis de lo que está ocurriendo; tanto de la evaluación del Paro Nacional (estallido ) como de los escenarios de participación en las elecciones legislativas y presidenciales del año entrante (2022), aplicando -breve y sintéticamente- el enfoque planteado por George Steiner con ocasión de su estudio de la “Antígona” de Sófocles.

En su obra el escritor inglés plantea lo que considera son los cinco (5) conflictos (relaciones) que determinan -desde siempre- la condición humana: entre individuo y sociedad; mujeres y hombres; adultos y jóvenes; vivos y muertos; y humanos y dioses.

Durante el estallido social se expresaron de muchas formas esos conflictos y relaciones. En sus inicios se movilizó la multitud como un “todo”, las mayorías colombianas, más allá de clases y sectores, géneros, etnias, culturas y/o religiones, se expresaron y arrumaron a Duque.

Poco a poco, la relación individuo/colectivo se fue expresando en su diversidad y particularidad. No existía la fuerza cohesionadora del “colectivo-social” y allí, los intereses individuales-sectoriales fueron debilitando la enorme fuerza inicial.

Es normal que ello ocurra en una sociedad como la nuestra, que desde antes de la invasión europea y de la colonización ibérica-castellana, ya era muy diversa y compleja. Pero además, se fue haciendo más diversa y compleja a lo largo de estos siglos, lo cual es positivo si lo valoramos en su potencialidad pero, a la vez, si contrarrestamos a la oligarquía que azuza y utiliza las diferencias para generar enfrentamiento y división.

A manera de brochazos rápidos veamos cómo se expresaron las otras cuatro “relaciones-conflictos” durante el estallido social y cómo juegan en la conformación de las listas del Pacto Histórico para las elecciones de 2022.

Las mujeres irrumpieron como nunca durante las protestas de estos casi dos años de movilización social. Fueron grandes protagonistas en marchas, en los “performances artísticos” en las calles, en las ollas comunitarias, y en general en todas las acciones de protesta.

Es posible que a la hora de transformar esa fuerza real de las mujeres en representación política suceda lo que ocurrió en Chile en donde ellas fueron mayoritarias a los hombres. Todo depende de las “formas” que se asuman en la conformación de las listas y de la decisión de ellas mismas.

Lo mismo ocurrió y puede suceder con los jóvenes. No obstante, se ha presentado una especie de idealización de algunos sectores de la juventud agrupada en la “primera línea”. El “síndrome de Adán” se ha querido estimular para intentar desechar las experiencias de luchas pasadas. El mismo gobierno juega a agudizar la contradicción entre jóvenes y viejos, e intenta “gremializar” a los jóvenes, como dice un amigo, con falsas propuestas de participación y empleo.  

El conflicto-relación entre vivos y muertos se manifestó, entre otros fenómenos, con la desmontada (y en algunos casos) destrucción de estatuas y monumentos durante marchas y protestas. Otro compañero ha realizado un muy interesante debate y trabajo sobre dichos eventos y actitudes.

Y lo mismo, afloró y sigue aflorando la contradicción-relación entre humanos y dioses. La “tensión callejera” y muchos rituales de diverso tipo muestran como las gentes van derrocando ídolos e íconos pero en medio de la pandemia y de la indignación, se presentan manifestaciones de nuevas espiritualidades que se expresan ahora como “vitalismos” y “animismos” de nuevo tipo.

Por ello, por todo lo anterior y por muchos otros fenómenos y sucesos que se quedan en el tintero, afirmo que “las elecciones de 2022 serán un reflejo del estallido social”.

Habrá de todo: alineados con la izquierda, desalineados, progresistas, organizaciones y movimientos sociales, “outsiders”, “centros” y “descentros”, liberales y conservadores residuales de todo tipo trepados y “colgados” de proyectos de diferente color y sabor.

También surgirán independientes de todas clases, “primeras y segundas líneas”, y de seguro, “votos en blanco” y abstencionistas radicales y tradicionales. Tal vez, como ocurrió en Chile, muchos de esos “independientes” sean los que salven la “papeleta” de las tendencias progresistas y democráticas que están en la mente de mucha gente.

Es lo normal, y así y todo, el pueblo y la sociedad colombiana van a avanzar. No como lo quisiéramos pero se avanzará. Hay que ayudar como ciudadanos de a pie. Hay muchas formas de colaborar. Sin  tanto fanatismo ni sectarismo. Con tranquilidad y creatividad, como si estuviéramos “marchando”. Ojalá superando tanto vicio y espíritu “grupista”.

Las derechas están en problemas, tendrán que unirse y mostrarán todo el cobre y su podredumbre. Por algo su “sub-presidente” está preocupado y patalea como un tonto. Es bueno que patalee, no hay que tomarlo tan en serio.

Algunos escenarios posibles en la Colombia de 2022

1. Se genera el “efecto Chile”: la derecha se debilita, la izquierda se fortalece pero el “centro independiente” logra mayorías “moderadas”.

2. Se presenta el “fenómeno Ecuador”: la derecha se debilita pero gana por causa de la división de la izquierda.

3. Se da el “proceso de Bolivia”: la derecha y el “centro” se debilitan y la izquierda gana con estrategias y posiciones “moderadas”. 

4. Se presenta el “fenómeno Perú”: en 1ª vuelta hay gran dispersión y en la 2ª se enfrentan los “extremos” con candidatos minoritarios; gana la izquierda por estrechísimo margen.

5. Se repite la “Colombia de 2018”: La derecha se debilita, la izquierda crece pero el “centro” ayuda a que la derecha gane usando su disfraz (como pasó hace 4 años).

En esta última versión pueden darse dos (2) variantes:

a) Que gane un candidato similar a Duque (el que diga Uribe); o

b) Que gane un “antiuribista” parecido a Santos.

En Bolivia y Ecuador el “centro” es muy débil; en Chile, el “centro” se muestra más independiente; en Perú, el “centro” es disperso, indefinido y corrupto; y en Colombia, el “centro” es relativamente fuerte por miedo a las Farc. En Perú la derrota de Sendero Luminoso fue hace 30 años.       

Notas:

El Espectador (10.08.2021). “El petrismo y Gustavo Bolívar “financian a los vándalos”: Claudia López”. https://www.elespectador.com/bogota/el-petrismo-y-gustavo-bolivar-financian-a-los-vandalos-claudia-lopez/

El Espectador (05.08.2021). “Pacto Histórico se la juega por lista cerrada al Senado y en cremallera”. https://www.elespectador.com/politica/pacto-historico-se-la-juega-por-lista-cerrada-al-senado-y-en-cremallera/

Steiner, G. (1987). Antígonas. Editorial Gedisa. http://juliobeltran.wdfiles.com/local--files/cursos:ebooks/Steiner_Ant%C3%ADgona

BBC (19.05.2021). “Elecciones en Chile: ‘El problema de la subrepresentación de las mujeres no era cultural, sino un tapón de los partidos políticos que bloqueaban su ingreso’”. Fernanda Paúl

BBC News Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-57170732

El Unicornio (21.06.2021). “La Conquista: ni leyenda rosa ni leyenda negra”. Jorge Senior. https://www.elunicornio.co/la-conquista-ni-leyenda-rosa-ni-leyenda-negra/