sábado, 13 de noviembre de 2010

EL CAUCA ESTÁ MADURO PARA GRANDES TRANSFORMACIONES

EL CAUCA ESTÁ MADURO PARA GRANDES TRANSFORMACIONES

Popayán, 11 de noviembre de 2010

El pueblo y los demócratas caucanos tenemos todas las condiciones para derrotar políticamente a los partidos tradicionales en las elecciones regionales de 2011. Lo principal es tener plena conciencia de esa posibilidad.

Las razones que sustentan esa afirmación van más allá de los aspectos electorales. En el Cauca las clases dominantes – los grandes terratenientes herederos de los encomenderos españoles – siempre utilizaron los partidos políticos liberal y conservador para engañar y dominar a los pueblos y comunidades. Hoy, los Iragorri y otros socios menores se han alineado con el “uribismo” pero, en la práctica, son lo mismo.

En esta región esa clase social “hacendataria” nunca pudo construir una economía moderna. Ha sido siempre parasitaria. Atesoró riquezas representadas en tierras, dinero en bancos y control de mano de obra indígena, negra y mestiza en calidad de servidumbre. En los años 70 del siglo XX todavía existían terrajeros y apareceros. La visión empresarial nunca fue el fuerte de la oligarquía payanesa.

Cuando las comunidades indígenas recuperaron las tierras de carácter estratégico ubicadas en las planicies altas de la cordillera central como el Valle de las Papas, Coconuco, Paletará, Gabriel López-Malvazá, Guambía y Caldono, que son aptas para la ganadería y la agricultura de clima frío, la aristocracia payanesa se entregó totalmente a la oligarquía vallecaucana. Ya venía en ese proceso durante todo el siglo pasado.

Ese hecho se consolidó a finales de los años 80 y principios de los 90 con el pacto entre Aurelio Iragorri Hormaza, Fernando Londoño Capurro (Asocaña) y Humberto Peláez. Los dos primeros fueron presidentes del Senado en períodos sucesivos (1992-94) y al otro lo ubicaron en el Parlamento Latinoamericano. La entrega de nuestros recursos (Salvajina, energía, carbón, biodiversidad, aguas, bosques, etc.) y la aprobación de la Ley Páez al tamaño de las necesidades del gran capital vallecaucano, quedó allí finiquitada.

Hoy esa alianza ha sido ampliada a la participación de las grandes transnacionales – sobre todo mineras - hasta el punto que el actual gobernador se plantea, como si fuera un gran descubrimiento, que la tarea de su gobierno es “recuperar el potencial minero del departamento del Cauca”. Es una vergüenza. Ante su incapacidad y quiebra histórica no tienen otra carta que intentar regresarnos a épocas coloniales.

Nuevas fuerzas, nuevas realidades

Ante el debilitamiento económico de los grandes terratenientes en el Cauca se ha venido presentando una verdadera revolución democrática en el terreno de la economía. Al quebrarse la estructura de dominación de carácter colonial desde los años 80 – a excepción de las tierras planas del norte del departamento monopolizadas por los ingenios azucareros del Valle – ha venido avanzando en forma paulatina pero sostenida, un campesinado cafetero y panelero, que hoy es la principal fuerza económica del departamento.

82.000 familias caficultoras tienen hoy sembradas más de 100.000 hectáreas de café. El promedio de tierra por predio es un poco mayor a una hectárea. La producción ya es la tercera del país. Además de estar asociados en la Federación de Cafeteros miles de pequeños productores mestizos e indígenas se han organizado en empresas de carácter comunitario como Cosurca, Fondo Páez, Cencoic, Nuevo Futuro, y otras muchas formas de organización, para hacer valer la calidad de sus cafés especiales y la tecnología orgánica que se utiliza en la región.

Fue un esfuerzo titánico de décadas. Ellos mismos, en sus migraciones anuales al Eje cafetero como “cosecheros” fueron ahorrando capital y aprendiendo la tecnología. Trajeron el café caturra y lo defendieron durante mucho tiempo ante la presión de los técnicos de la Federación que siguiendo instrucciones nacionales los presionaban para cambiar hacia la “variedad Colombia”, los obligaban a tumbar el sombrío (árboles) y así, depender de los insumos agroquímicos. De esa manera los campesinos construyeron con sus manos, sudor y sabiduría la economía cafetera de la cual hoy se jactan quienes no les ayudaron por entonces y por el contrario estuvieron convenciéndolos de sembrar morera, higuerilla, cardamomo, frutales, y cuanto “producto tropical” se les ocurría. Menos mal el campesino caucano no les hizo caso.

Ese logro intenta ser canalizado en la actualidad por las viejas clases dominantes. Sobre ese esfuerzo escaló a la Gerencia General de Fedecafé un caucano, Genaro Muñoz – conservador hasta los tuétanos -.[1] Al lado de los caficultores y paneleros se mantienen campesinos paperos, horticultores, pequeños ganaderos, artesanos, comerciantes, mineros, todos sufriendo las consecuencias de las políticas neoliberales y la crisis del sector agropecuario, algunos canalizando de infinidad de maneras recursos de la economía del narcotráfico que irriga toda la economía regional, así el grueso de esos recursos se vaya para los EE.UU. y Europa. De esta forma, con mucho sacrificio y gran creatividad se mantiene aún el control del territorio en manos de miles de pequeños y medianos productores agropecuarios.

Muchas familias campesinas caucanas hoy combinan su permanencia en el campo con diversas actividades de rebusque en las ciudades, que se han ensanchado en forma desproporcionada. El crecimiento de la población, la crisis económica y el impacto de la violencia se han acumulado para hacer de este departamento una verdadera “bomba social”. Desde las ventas ambulantes hasta el moto-taxismo pasando por miles de pequeños negocios le sirven a la población para resistir el impacto de un modelo de desarrollo que juega en contra suya y a favor del gran capital. Pero, allí están, resistiendo y construyendo alternativas en un movimiento callado pero profundo que es la base de nuestra afirmación inicial. Las condiciones están dadas para un salto cualitativo.

La estrategia del terror, la división y el enfrentamiento

Los representantes desclasados de la antigua aristocracia caucana por su cuenta hicieron alianzas desde el siglo XX con sectores de la mafia. Ya se ha comprobado la alianza familiar entre Juan José Chaux Mosquera y la mafia de la Costa representada en los hermanos Zúñiga de Santa Marta. Pero no fue un fenómeno individual. En su caída económica y social la degeneración de esa clase fue total. La corrupción en el manejo del Estado se acrecentó, a principios del siglo XXI trajeron el Frente Calima de la AUC para aterrorizar a campesinos e indígenas, la masacre de El Naya fue una de sus primeras acciones, y así ocuparon toda la franja de la cordillera occidental desde Buenos Aires, Suárez y Santander de Quilichao en el norte hasta Balboa y Mercaderes pasando por Morales, Cajibío, parte de Popayán, El Tambo, Timbío y Patía, realizando diversas incursiones sobre el Macizo Colombiano.

Pero el campesinado caucano resistió. Las anteriores avanzadas migratorias hacia Cali y Popayán, y la gran movilidad de este sector social se convirtieron en una fortaleza para resistir. La gente salía, se desplazaba individualmente, pero siempre volvía a su finca. Además, el paramilitarismo en el Cauca – a excepción de lo que ocurrió en la zona de Ortega en el municipio de Cajibío que fue un caso especial – no fue autóctono. Era importado. Costeños y paisas eran sus combatientes mercenarios. Era costoso y no era sostenible. Hoy existen en forma de Rastrojos y otras bandas que se disputan con la guerrilla el control territorial del narcotráfico.

Por ello, la cúpula de los partidos tradicionales se trazó la estrategia de enfrentar a indios con mestizos y negros. Chaux Mosquera creó artificialmente en 2002 una organización campesina – Fedecampo - para que supuestamente los campesinos se defendieran de los atropellos y de la voracidad territorial de los indígenas. Desde la época de la Asamblea Constituyente se había lanzado una gran campaña contra las reivindicaciones de los pueblos originarios. El eje de dicha campaña fue el trabajo de diversas corporaciones financiadas por Cartón Colombia, la Fundación Carvajal, ASOCAÑA, con la asesoría del CIAT y otros entes gubernamentales, tomando como escenario principal los municipios de Piendamó, Caldono, Silvia, Totoró e Inzá.

Es evidente que ciertas posiciones estrechas dentro del movimiento indígena han ayudado a que esa estrategia les haya dado ciertos resultados entre los sectores más atrasados del campesinado. Pero diversas señales alientan a pensar que tanto campesinos mestizos e indígenas están encontrando fórmulas de acercamiento y entendimiento que se expresan sobre todo a nivel local. Hay que ayudar para que ese proceso avance y se consolide.

Unidad en la diversidad frente al problema de la producción

El mantenimiento y desarrollo de una economía campesina parcelaria (mestiza, indígena y afro) en una amplia región del Cauca que abarca una franja de 35 kms. de lado y lado de la carretera panamericana, que requiere cada vez más servicios públicos domiciliarios (agua potable y energía eléctrica) es un elemento de máxima importancia. Es urgente que desde el Estado se aprueben políticas públicas que contribuyan con el fortalecimiento de esa economía, pero además, es necesario construir una visión alternativa al modelo de desarrollo predominante en el país.

Esa es la importancia de la próxima coyuntura electoral. El Cauca, en cabeza de una alianza entre los sectores medios de las ciudades (clase media y trabajadores del Estado cada vez más golpeados) con el campesinado mestizo, indígena y afro, sumándole el proletariado cañero del norte del Cauca, puede hacer un aporte muy grande a la Nación colombiana. Ante la aplanadora neoliberal que se observa en el resto del país, lo que suceda en Suroccidente Colombiano va a ser determinante hacia el futuro.

El campesinado mestizo – cafetero en su mayoría – debe entender que la fórmula de convertir el Cauca en una gran mina a cielo abierto no es la solución para sus problemas sino parte de una estrategia de apropiación territorial por parte del gran capital, que va a llevarlo a su extinción. Así mismo, las comunidades indígenas deben comprender que necesitan diseñar un modelo de producción agropecuaria que combine el cuidado y la preservación de la naturaleza, el fortalecimiento de su cosmovisión ancestral, sus costumbres y lazos comunitarios con formas modernas de organización empresarial para aprovechar las potencialidades que ya han venido descubriendo y construyendo.

Ya en municipios como Caldono se observa esa alianza estratégica. Las bases campesinas afro y mestizas más libres de Pescador y Siberia – representadas en la alcaldesa Enelia Salinas – impulsan una alianza con el grueso del movimiento indígena en ese terreno de la producción y la economía, lo que está consolidando un frente político para mantener esa alcaldía en manos de fuerzas alternativas.

Es lo que hay que hacer en todo el departamento. Sólo que todos debemos convencernos de que es posible.


[1] Las circunstancias del mundo globalizado en forma paradójica han colocado a este heredero de los grandes terratenientes caucanos a la cabeza de los productores cafeteros frente a la voracidad de las grandes transnacionales tostadoras y comercializadoras del grano que en alianza con los grandes exportadores colombianos quieren acabar con la médula espinal de la Federación de Cafeteros de Colombia que es el Contrato de Administración del Fondo Nacional del Café.