sábado, 28 de diciembre de 2013

POR UNA DEMOCRACIA AUTÉNTICA Y POPULAR

Organizar un amplio movimiento de defensa de la democracia

POR UNA DEMOCRACIA AUTÉNTICA Y POPULAR

Popayán, 28 de diciembre de 2013  

En Colombia para construir Paz se requieren transformaciones estructurales en el ámbito político, económico y social. Esas transformaciones siempre han sido aplazadas o saboteadas. La violencia ha sido una forma que ha utilizado la oligarquía para evadir cualquier tipo de concesión pero también ha usado la falsa democracia para engañar al pueblo.

En la actual coyuntura política, cuyo elemento principal es la creciente inconformidad del pueblo, la oligarquía no tiene clara la fórmula para detener ese proceso – paulatino – de indignación nacional y popular.

La inconformidad no es sólo contra una “democracia” que no funciona. El pueblo tiene en la mira – desde hace rato – a la élite financiera que se lucra y enriquece descaradamente, año tras año, acaparando y monopolizando la riqueza nacional.

Pero también está harto de la entrega de nuestras riquezas naturales al capital extranjero. Ha identificado – igualmente – cómo se privatizan los servicios públicos para entregárselos a unas mafias empresariales que han construido verdaderos emporios económicos explotando a los usuarios de la energía eléctrica, el agua, el aseo y el gas, en numerosas ciudades.

Las masas populares odian también a las élites políticas que aprueban leyes contra el pueblo y a la vez, obtienen enormes sueldos y primas por actuar contra el interés colectivo además de ser intermediarios de grandes contratos amparados por la corrupción más aberrante.

El “incidente Petro” ha confirmado lo que muchos ya sabían. El alcalde de Bogotá tocó grandes intereses. No sólo lo castigan por haberse atrevido a tocar “su legalidad” (artículo 333 de la Constitución Política que garantiza la propiedad privada y la “libertad económica”) sino, lo más grave para la oligarquía, con su atrevimiento le ha mostrado al pueblo que ese camino es posible y viable. Por ello lo destituyen e inhabilitan por 15 años.

Las movilizaciones sociales que arrancaron desde 2008 y que a partir del 2011 han mantenido una dinámica ascendente hasta alcanzar su clímax en el paro nacional agrario de agosto de 2013, son la constatación de que el pueblo ha iniciado un despertar progresivo que ya está anunciando cambios trascendentales en la situación política colombiana.

Pero se requiere una fuerte voz que le muestre un camino claro al pueblo. Los partidos de izquierda vacilan entre organizar un gran movimiento en defensa de la escasa democracia existente o mantenerse en la dinámica del voto para llegar al congreso y a la presidencia de la república por la vía electoral. Oscilan entre el camino revolucionario que las masas ya exigen y el sendero reformista que sus limitadas pretensiones les imponen.

El pueblo se enfrenta a dos estrategias de las facciones en que está dividida la oligarquía. Uribe sabe que en Colombia la más mínima apertura democrática puede poner en peligro los intereses de su clase, y por ello, busca sabotear el proceso de Paz, provocar al pueblo sin que éste todavía tenga la consistencia para sostener un efectivo levantamiento y, cercenar por medio de la violencia cualquier tipo de avance revolucionario.

Santos, al contrario de Uribe, está intentando una solución de apariencia reformista. La burguesía transnacionalizada sabe que se acercan nubes negras en el terreno de la economía, la crisis agraria se va a profundizar y entienden que la mejor carta es compartir el poder con una "izquierda domesticada" que les ayude a "gestionar el post-conflicto".

Ser conscientes de esa diferencia no significa que apoyemos a Santos para derrotar a Uribe. Por el contrario, lo que necesitamos es unificar al movimiento popular y a la dirigencia revolucionaria para que impulse la más amplia movilización con base en una estrategia correcta, tanto para derrotar la provocación guerrerista como para desenmascarar la táctica de cooptación del movimiento popular.

El mayor peligro del momento consiste en que una buena parte de la izquierda está en la dinámica de apoyar en una eventual 2ª vuelta electoral a Santos y de participar en su gobierno para "gestionar la Paz". Muestran a todas luces una posición conciliadora, le temen a una verdadera rebelión popular y transitan por el camino de la institucionalidad burguesa. Dentro de esa estrategia también aparece la propuesta de convocar una Asamblea Nacional Constituyente. 

Por el contrario, desde nuestra perspectiva, la tarea central es dedicarnos con urgencia y todo el fervor revolucionario posible, a organizar las fuerzas proletarias y a unirlas con los campesinos pobres y medios, primero, para evitar cualquier intentona dictatorial y militarista que pueda planear Uribe y la cúpula militar, y segundo, para desenmascarar ante el pueblo la enorme debilidad de la burguesía "democrática" que encabeza Santos, que no es capaz de realizar los cambios estructurales que la Nación requiere.

Para poder aplicar una estrategia de ese tipo, los trabajadores y campesinos pobres debemos levantar un programa revolucionario, que enfrente a ambos sectores de la burguesía y también devele las vacilaciones de la democracia pequeño-burguesa. Por ello, a la vez que se reivindica la Paz y la defensa de la democracia, el movimiento popular debe poner al frente otros puntos como la nacionalización de los recursos naturales, la des-privatización de las empresas de servicios públicos, la renegociación de los TLCs., la industrialización de nuestras materias primas, la democratización de la propiedad de la tierra y la estatización total de los servicios de educación y salud.  

En relación al "incidente Petro" la estrategia de Santos desnuda su enorme debilidad. Usando al Fiscal General busca debilitar la posición del Procurador para llegar a una fórmula "conciliadora" que sería destituir a Petro pero – por ahora – no inhabilitarlo. Buscan así calmar el “tierrero” que se les ha formado para después por medio de la Contraloría y de la misma Fiscalía, condenarlo penalmente y dañarle su imagen política. Esa jugada tramposa debemos denunciarla y evitar que esa solución haga carrera entre los sectores más moderados de las filas de Petro.

La crisis es institucional, económica, política y social. El pueblo necesita una vanguardia revolucionaria que lo encabece y le señale la dirección correcta. La movilización y la lucha directa están a la orden del día. Al calor de la unidad y de la movilización debemos construir Comités Revolucionarios que sean el germen de un poder revolucionario que construya una autentica democracia popular, vía revolucionaria. Es hora de avanzar por ese camino.  

domingo, 22 de diciembre de 2013

LA ASTUCIA DE URIBE Y LA DEBILIDAD DE SANTOS

LA ASTUCIA DE URIBE Y LA DEBILIDAD DE SANTOS

Popayán, 23 de diciembre de 2013 

La estrategia del uribismo está en marcha. Tiene como eje minar al máximo la confianza de la población en el proceso de Paz, única carta fuerte que tiene el presidente Santos. Está dirigida a debilitar – hora a hora –, la credibilidad del gobierno.

Con cálculo político y mucha filigrana, el ex-presidente Uribe ha lanzado desde hace varios meses una ofensiva contra Santos. Él es su cabeza en el terreno político, en lo militar es el ministro de Defensa Pinzón y en el campo jurídico el procurador Ordoñez. Mientras tanto reservan al candidato presidencial Oscar Iván Zuluaga para evitar cualquier desgaste.

Primero fue responsabilizar al actual gobierno de la pérdida de territorio con Nicaragua. Después fue la denuncia de un plan de las FARC para atentar contra Uribe, el Fiscal General y “Pacho” Santos. Luego vino la destitución del alcalde de Bogotá Gustavo Petro. Ahora, acusan al gobierno de conformar un “cartel de la re-elección”. Ya deben estar planeando un auto-atentado para dinamitar los diálogos de Paz.

El gobierno cae fácilmente en la trampa. Es una administración débil y pusilánime. No tiene confianza en sí misma. Está infiltrada por el uribismo. Se ha desgastado en una suma de errores. Negocia el apoyo a sus iniciativas con toda clase de politiqueros y mantiene la “unidad nacional” pegada con “mermelada” burocrática. Además, tiene tras de sí el ojo inquisidor del Procurador y los militares. Su indecisión y temor surge a la vista.

Respecto al conflicto con Nicaragua, Santos amenazó con hacer públicas las actas de la comisión de Relaciones Exteriores pero después se echó para atrás. Cedió totalmente ante la presión de Uribe de no acatar el fallo de la Corte Penal Internacional, cuando en un principio su idea era aceptar la realidad y negociar con el gobierno nicaragüense.

Frente a la denuncia de los atentados que estaría preparando la Columna Móvil “Teófilo Forero” contra personalidades políticas, el gobierno le dio total validez y montó un show mediático. Poco después Santos planteó en forma tímida que se trataba de “viejos planes” ya conocidos por la inteligencia militar, pero no desmintió plenamente a su ministro.

En cuanto al “incidente Petro”, el Presidente se “lava las manos” diciendo que hay que acatar el fallo y respetar las instituciones. Sin embargo, por medio del Fiscal intenta debilitar la posición del Procurador porque sabe que si es obligado a destituir al Alcalde ello le acarreará un grave daño electoral.

En relación a la denuncia de tráfico de influencias y el otorgamiento de auxilios económicos a congresistas para amarrar el apoyo a su reelección, el mismo Fiscal General ha salido a defender al gobierno justificando los “cupos indicativos” o auxilios parlamentarios. Mientras, el ministro del Interior contra ataca sin mayor convicción.

Estos golpes del uribismo dirigidos a Santos sólo son parte del calentamiento. La cabeza de lista al Senado del Centro Democrático se enfrenta así al primer mandatario, como parte de su astuta estrategia para conseguir un importante triunfo en las elecciones legislativas del 9 de marzo. El gobierno va a la zaga, reacciona a la defensiva y muestra gran debilidad.

Mientras tanto la izquierda y la centro-izquierda no muestran un comportamiento coherente. El Polo Democrático Alternativo que se autodenomina como el único partido de oposición termina colgado del carro del uribismo, claro, sin quererlo. La Alianza Verde (incluyendo a la UP y otros grupos), al apostar todo al proceso de Paz acaba enganchada al desvencijado coche del santismo, también, sin proponérselo. Están en un emparedado.  

Las FARC tampoco saben qué hacer. Un día ceden en la mesa de negociaciones para mostrar avances en los acuerdos, luego realizan el brutal atentado de Inzá, al día siguiente declaran una tregua por 30 días, después se sorprenden de la destitución de Petro y finalmente, terminan quejándose de los zigzagueos de Santos. Son un cometa al viento.

Los primeros meses del año 2014 van a ser determinantes para el futuro de Colombia. El proyecto de guerra uribista amenaza con crecerse ante la debilidad manifiesta de Santos y la impotencia de la izquierda que no atina a definir una estrategia unificada que se convierta en verdadera alternativa de cambio.   

Santos cree que cediéndole terreno al uribismo va a poder reelegirse. Uribe sabe que de lograrse un acuerdo de Paz, su futuro y el de sus cómplices es incierto, ya que puede terminar en la cárcel como sucedió con Fujimori. El “incidente Petro” está en el centro del conflicto, es un pulso que se está jugando entre la democracia y el autoritarismo.

Sólo si se evita la destitución de Petro y se derrota la revocatoria de su mandato, la democracia puede tomar la iniciativa. De no conseguirse ese objetivo, el proyecto criminal de la mafia uribista va a estar a un paso de recuperar el poder. De ese tamaño es el reto.


El 10 de enero de 2014 es una fecha trascendental. El pueblo bogotano y las fuerzas democráticas de todo el país deben dar una demostración contundente de lucha por la defensa de la democracia y la conquista de la Paz. La presión popular debe mantenerse y fortalecerse. No hay caminos intermedios ni salidas conciliadoras.  

viernes, 20 de diciembre de 2013

LUCHAS POPULARES 2013: COMBATIVIDAD SIN UNIDAD

Paros y movilizaciones populares en el año 2013

LUCHAS POPULARES: COMBATIVIDAD SIN UNIDAD

Popayán, 19 de diciembre de 2013 

El 30 de agosto de 2013 pasará a la historia como el momento crítico en que el primer mandatario de Colombia, Juan Manuel Santos, recurrió al ejército para enfrentar una protesta civil protagonizada por decenas de miles de labriegos que se movilizaban por obtener la renegociación de los TLCs y por una política agraria centrada en la economía campesina.  

Temprano en la mañana de ese día el presidente Santos se dirigió en cadena nacional a todo el país para exigir el levantamiento de los bloqueos de las carreteras – especialmente de los departamentos de Boyacá, Cundinamarca y Nariño – que amenazaban con impedir totalmente el abastecimiento de alimentos de Bogotá, una ciudad con más de 8 millones de habitantes.

Fue el instante más crítico de todos los que enfrentó la administración Santos con ocasión de las numerosas y masivas protestas, movilizaciones y paros que se desarrollaron durante el año 2013, efectuadas por campesinos y productores agrícolas de todo el país, así como por indígenas, trabajadores de la salud, estudiantes, ambientalistas y población en general.

En febrero-marzo fue el paro nacional cafetero; a partir del 7 de junio – durante 57 días –, el beligerante paro campesino del Catatumbo; el 19 de agosto arranca el paro nacional agrario que paralizó al país durante dos semanas; en octubre se despliega la minga indígena y popular que movilizó a 40.000 indígenas; en octubre y noviembre, el sector salud y el movimiento estudiantil protestan intensamente contra la política estatal en materia sanitaria y educativa; y finalmente en diciembre se producen las masivas concentraciones en la plaza de Bolívar de Bogotá con ocasión de la destitución del alcalde Gustavo Petro.

Ha sido un año protagonizado por el movimiento popular. Las protestas agrarias estuvieron al frente, pero además, en múltiples regiones y localidades se presentaron diversas luchas y protestas relacionadas con la resistencia a la construcción de mega-proyectos energéticos y mineros (El Quimbo, Urrá II, Santurbán, La Colosa, entre otros), contra la privatización de servicios públicos domiciliarios (energía eléctrica, agua potable, aseo), así como las huelgas obreras del carbón y el níquel (El Paso-Cesar, El Cerrejón-Guajira y Montelíbano Córdoba).

El pueblo colombiano se levanta y organiza después de una larga noche de oscuridad guerrerista que ha sido la cobertura para consumar el despojo y el desplazamiento. Lo hace con persistencia y valentía. Inventa nuevas formas de organización y acción. Enfrenta desde el laberinto territorial y la diversidad cultural las imposiciones del modelo neoliberal. Hay más de espontaneidad que de organización, de desesperación que de conciencia política, pero es la forma instintiva en que el pueblo va construyendo la rebelión y crea condiciones para ir más allá.

Las masas movilizadas han recibido del gobierno represión, dilación y carameleo. Más de una decena de manifestantes muertos, cientos de heridos y detenidos son el resultado de un tratamiento de guerra otorgado por el Estado. Además, no han cesado las muertes selectivas y persecuciones a dirigentes sindicales y sociales, acentuándose los asesinatos de líderes y liderezas de la restitución de tierras.

En cuanto a resultados concretos lo más destacable fue la concertación del PIC (programa de protección al ingreso cafetero), una especie de subsidio que beneficia a más de 500.000 familias cafeteras, los acuerdos para sustitución de cultivos de uso ilícito para 400 familias campesinas en el Catatumbo, y los convenios sobre territorio y autonomía obtenidos por el movimiento indígena. De resto, la mayoría de reivindicaciones no han logrado solución y las que se han conquistado el gobierno hábilmente las va presentando como parte de su gestión.

Otro resultado importante es la sensibilización de amplias capas de la población urbana sobre las inconveniencias de los Tratados de Libre Comercio y sus efectos sobre la economía nacional, así como la toma de conciencia sobre la grave situación económica que sufren los habitantes del campo. Esa conciencia ciudadana se expresó en las manifestaciones de solidaridad durante el paro agrario que se constituyeron en un factor importante para presionar y obligar al gobierno a sentarse a negociar con las organizaciones agrarias. La población de las ciudades da señas de salir de su inmovilidad y conformismo.  

El balance de esas luchas populares es positivo pero complejo, contradictorio y preocupante. Después de tener contra la pared al gobierno, lo que forzó al presidente Santos a amenazar con la intervención castrense, la dirigencia social no fue capaz de enfrentar ese momento crucial. No se construyó la unidad sobre la marcha, ni se tuvo la capacidad de utilizar nuevas formas de lucha que le hubieran permitido al movimiento popular tomar la iniciativa y derrotar la política represiva y dilatoria del gobierno. Así, el gobierno desactivó con amenazas éste potente movimiento que le significó la caída temporal de su imagen positiva a menos del 30% de la población.

Es complejo porque se desencadenaron las fuerzas, se tensionaron al máximo las potencias acumuladas, pero los resultados concretos son limitados. Lo conquistado no compensa el esfuerzo. Así, lo único que garantiza la continuidad de la lucha es el agravamiento de las condiciones de vida y de trabajo fruto del impacto del modelo capitalista neoliberal en auge e implementación. Los mínimos acuerdos logrados y el incumplimiento del gobierno crean condiciones para que el 2014 sea un año de nuevas movilizaciones y protestas pero su fuerza y contundencia dependerá del estado de ánimo de las amplias masas, la situación en que hayan quedado las organizaciones, la capacidad de unirse y lo acertado de la conducción política. 

Es contradictorio porque la dimensión de la movilización y de las fuerzas sociales comprometidas fue enorme, diversa, multisectorial y muy rica en expresiones de lucha y combatividad. Sin embargo, esa profundidad y multiplicidad social no se refleja en la construcción de una articulación permanente del mismo movimiento popular, y menos, en la unidad de las fuerzas políticas de izquierda que actúan a su interior. Sin unidad popular no habrá triunfos a la vista.

Es preocupante por las amenazas que se ciernen. Los sectores más guerreristas y anti-populares están al acecho. Se esmeran por sabotear el proceso de Paz, recuperar las riendas del gobierno e impedir cualquier forma de democratización del país. Los grupos paramilitares siguen asesinando dirigentes populares y la derecha extrema conspira y actúa a la sombra contra el avance del movimiento democrático y popular. Pero también, desde la orilla santista, con la fórmula de la “nueva apertura democrática”, se intenta canalizar la lucha popular hacia la institucionalidad dominante mientras se profundiza el modelo neoliberal.

La destitución del alcalde de Bogotá es un golpe directo a los sectores populares. La des-privatización de los servicios públicos quedó prohibida por orden del Procurador, agente de los intereses plutocráticos de una oligarquía que se aferra a un modelo de desarrollo basado en la desposesión de lo público. La participación política para los sectores populares está en el limbo ante tamaña afrenta que viola los derechos fundamentales en el ámbito político-electoral. La reacción del conjunto del movimiento popular ha sido solidaria pero no contundente.

Si el año 2014 se inaugura con la confirmación de la destitución de Gustavo Petro, el efecto sobre las luchas populares puede ser negativo. El escepticismo tanto sobre la movilización directa como sobre la participación electoral que ya se nota en algunos sectores, puede profundizarse. El momento exige mucha reflexión, espíritu amplio y mucha grandeza.

Por ahora, la preocupación crece al observar que la izquierda entra en una feria electoral mientras gran parte del pueblo está escéptico. La amplia proliferación de listas al congreso de la república que integran a diversos representantes del sector popular, la falta de unidad y solidaridad (con la excepción de la unión entre verdes, progresistas y UP para Senado), son hechos que generan inquietud. No se puede ocultar que nos hace falta mayor debate y claridad. Cada organización y fuerza política se “enconcha” en su estructura y defiende intereses menores. Mientras las masas populares han dado grandes muestras de sacrificio y de lucha, la dirigencia popular se queda corta, aprisionada por lecturas parciales y actitudes mezquinas.

Después de un año agitado, de grandes jornadas de lucha popular, podemos afirmar que la cosecha política y organizativa no es la más óptima. Ojalá sea sólo una percepción equivocada y el año 2014 nos traiga verdaderos avances en la defensa de la democracia, la conquista de la Paz y la construcción de soberanía nacional y popular. ¡Feliz y combativo año!

lunes, 16 de diciembre de 2013

POTENCIAR LA UNIDAD Y AVANZAR CON VALENTÍA

POTENCIAR LA UNIDAD Y AVANZAR CON VALENTÍA

Popayán, 16 de diciembre de 2013

En anterior artículo planteamos que el “incidente Petro” reúne las contradicciones de clase acumuladas por la Nación en los últimos 65 años. El referente es el asesinato de Gaitán (1948). En ese transcurso de tiempo se han transformado las clases sociales con nuevas formas hegemónicas. Identificar el comportamiento de cada clase o grupo social es fundamental para diseñar y sustentar la estrategia.

Entramos en el desenlace de una crisis política e institucional que gira alrededor del proceso de Paz y la democratización del país. El “incidente Petro” es una manifestación más de esa confrontación de clases y grupos, que va a llevar necesariamente a una nueva disposición de las mismas. El bloque de conflicto ha acumulado las diferentes cargas que se contraponen, entrecruzan, superponen, se anulan o potencian. Cada clase o tiene escaso margen de maniobra.

Estamos frente a tres escenarios posibles: 1. Fracaso del proceso de Paz y regreso al autoritarismo guerrerista. 2. Concertación de una "paz a medias" con tímida apertura democrática. 3. Conquista de la Paz y democratización del país con amplia participación popular. Cada escenario corresponde al interés de los bloques sociales y políticos en disputa que forcejean para aprovechar las circunstancias creadas.

Los tres bloques sociales y políticos constituidos son: El primero, guerrerista autoritario liderado por los grandes terratenientes y sectores de la gran burguesía agraria heredera de tradiciones esclavistas y feudales. Aglutina a su alrededor a un sector del campesinado rico. Su expresión política es el uribismo aliado a un sector del partido conservador. Sus líderes visibles, el ex-presidente Uribe y el procurador Ordoñez.

El segundo bloque está formado por la burguesía transnacionalizada, o sea, la gran burguesía que aglutina los intereses de los 6 grandes grupos económicos convertidos en grandes corporaciones capitalistas a cuya cabeza está el capital financiero[1]. Recoge y subordina bajo su poder a las débiles burguesías industrial, burocrática y comercial, que son utilizadas para tender puentes hacia los sectores populares para canalizar y neutralizar sus intentos de generar procesos de organización autónomos e independientes. También logra recoger a los estratos altos de la clase media. Su expresión política se concreta en el presidente Santos y los partidos de la “unidad nacional”.

El tercer bloque está en formación. Está compuesto por las clases subordinadas y excluidas. Son los trabajadores y las clases medias empobrecidas, los campesinos (mestizos, indígenas, y afrodescendiente), la inmensa masa de trabajadores informales y los desempleados. Intenta jalonar a sectores de la burguesía nacional y clase media acomodada que aspiran a la Paz, la democracia y la soberanía nacional. Su expresión política es variopinta, diversa y todavía dispersa. No cuenta con un núcleo consolidado que le de consistencia y continuidad a su acción política. En la coyuntura actual, Gustavo Petro surge como su abanderado.

Desde el punto de vista económico los bloques latifundista y de la gran burguesía coinciden en impulsar la política neoliberal. La burguesía transnacionalizada es la más decidida en ese terreno y pretende impulsar – a la sombra del proceso de Paz – una segunda fase de neoliberalismo, mucho más depredador y despojador de los recursos naturales, el territorio y el trabajo, en alianza con sus socios imperialistas del mundo entero.

Los bloques de clase frente al “incidente Petro”
El bloque guerrerista desencadenó conscientemente el “incidente Petro” para desestabilizar el proceso de Paz, golpear el bloque democrático popular encabezado por la “Bogotá Humana”, colocar a la defensiva al bloque de la burguesía transnacionalizada y tomar la iniciativa política en la actual coyuntura, en la cual teme el desencadenamiento de una ola democratizadora que ponga en peligro sus intereses económicos, políticos y culturales. Le apunta al escenario 1 (Fracaso del proceso de Paz y regreso al autoritarismo guerrerista).

El bloque popular recogió el golpe y hasta el momento ha desplegado sus fuerzas para defenderse. Sabe que si no reacciona, que si permite la exclusión de Petro, lo avanzado con mucha dificultad en los últimos 22 años, no sólo va a ser neutralizado, sino, que se corre el riesgo de una regresión más profunda. Sus diferentes fuerzas se tensionan entre alcanzar el escenario 3 (Conquista de la Paz y democratización del país con amplia participación popular) o quedar subordinado a los intereses y estrategias de los otros dos bloques de poder.

El bloque de la “paz moderada”, que es el verdadero objetivo de ataque por parte de los guerreristas, sabe que la situación es muy inestable. Si permite que Petro sea “echado a patadas” del establecimiento, entiende que se pone en riesgo el proceso de Paz y que la campaña reeleccionista de Santos correría gran riesgo. Pero este bloque está atrapado por la institucionalidad y no la va a poner en peligro porque ello sería abrir la válvula para la gestación de un verdadero proceso de democratización del país. Su escenario es el 2 (Concertación de una "paz a medias" con tímida apertura democrática), así tenga que hacer concesiones a los otros dos bloques.

Las estrategias

El uribismo va a intentar llevar el “incidente Petro” a sus últimas consecuencias, que es el rompimiento de los diálogos y a la vez golpear a los dos bloques contendientes, que ellos identifican como uno solo. Saben que tienen que golpear a Santos en el tema de la Paz para poder regresar al gobierno y en ese empeño no van a ceder. Su estrategia está decidida. La destitución de Petro fue muy bien pensada, calculada y determinada. Van a fondo porque entienden que no tienen otra oportunidad. Están dispuestos a tensar la cuerda al máximo incluyendo un golpe de Estado. Están convencidos que Santos está entregando el país a la insurgencia porque temen que un verdadero proceso de democratización sea aprovechado por las fuerzas democráticas y de izquierda.

Santos – puesto contra la pared – ya intenta una solución “salomónica”. Por medio del Fiscal trata de debilitar la posición del Procurador para buscar la atenuación de la sanción (rebaja de los años de inhabilidad). Una cosa es la destitución de Petro y otra la sanción (15 años). El atropello a la democracia está en la destitución y la atenuación de la sanción no restituye la democracia. Por intermedio del partido liberal y un sector de los “verdes”, busca que Petro “acepte la institucionalidad” y recurra como carta de salvación a la Corte Interamericana de DD.HH. y la ONU. Frente a la guerrilla se comprometerá a revisar y recortar las funciones del Procurador, cediendo en algunos otros aspectos de forma. De esa manera busca navegar en aguas agitadas. Su objetivo: neutralizar a los guerreristas pero paralelamente debilitar y manipular las fuerzas de la democracia popular.  

El bloque democrático-popular depende de sí mismo y de la capacidad para unificarse sobre la marcha. El gran dilema es saber unir la lucha por la defensa de la democracia y la conquista de la Paz con las reivindicaciones políticas de soberanía y desarrollo económico (renegociación de los TLCs y política agraria, salud y educación gratuitas, industrialización de nuestras materias primas, etc.) La disciplina actual es lograr conectar las movilizaciones agrarias, estudiantiles, por la salud y el medio ambiente con la lucha por la democratización del país y la Paz. Esa unidad se concretaría en términos políticos en un Frente Amplio donde estén todas las fuerzas sociales y políticas de izquierda como el Polo Democrático Alternativo, Alianza Verde, UP, Marcha Patriótica, Congreso de los Pueblos, País Común, MAIS, ASI y otras fuerzas liberales e independientes.

Si la lucha se reduce a la defensa del gobierno de Petro y de la “Bogotá Humana”, la movilización popular no logrará la fuerza ni la continuidad que se requiere para enfrentar a los otros dos bloques con autonomía e independencia. Limitar la lucha actual al “incidente Petro” puede llevar a las fuerzas populares a quedar colgadas de la estrategia de la gran burguesía y del interés reeleccionista de Santos. Además, el desenlace inmediato del “incidente Petro”, o sea, la ejecución de la destitución del alcalde capitalino, dejaría al bloque democrático-popular en una situación de incertidumbre. La coyuntura es propicia para fortalecer el movimiento popular en la lucha por la democracia y la Paz.

Resumiendo: el bloque democrático-popular debe apuntarle con todas sus fuerzas al escenario 3 (Conquista de la Paz y democratización del país con amplia participación popular), para quedar bien posicionado frente al escenario más posible que es el 2 (Concertación de una "paz a medias" con tímida apertura democrática). Que todo el movimiento popular le notifique a los guerristas y a la gran burguesía que no sólo lucha por la democracia y la Paz sino que aspira a reformas estructurales en temas de soberanía nacional y desarrollo económico y social.

Como se ve, sólo la más amplia unidad de los sectores populares puede garantizar un avance sustancial a su favor en la correlación de fuerzas. Tal unidad debe concretarse en un gran evento nacional en Bogotá el próximo 9 de enero que protocolice la creación de un Gran Frente Amplio por la Democracia, la Paz y la Soberanía Nacional, que congregue a todo el pueblo en la gran movilización popular convocada por Gustavo Petro y la “Bogotá Humana”, para el 10 de enero de 2014.

[1] Los 6 grupos económicos transnacionalizados más grandes de Colombia son: Grupo Aval (Luis Carlos Sarmiento Angulo), Santodomingo, Ardila Lulle, Carvajal, Sindicato Antioqueño y Seguros Bolívar (Davivienda).  

sábado, 14 de diciembre de 2013

SE FRAGUA GOLPE DE ESTADO CONTRA SANTOS

El trasfondo del “incidente Petro”…

SE FRAGUA GOLPE DE ESTADO CONTRA SANTOS

Popayán, diciembre 14 de 2013

Gustavo Petro lanzó una prueba de fuego a Santos. En un contundente discurso ante más de 100 mil personas reunidas en la Plaza de Bolívar de Bogotá y en las calles aledañas, Petro demostró cómo el Procurador no tiene la potestad para destituirlo sino que además – al atribuirse esa función –, está desconociendo la autoridad del Presidente de la República, quien según la Constitución Política de Colombia, la Convención Interamericana de DD.HH. y la Ley Estatutaria de Bogotá, es el único que podría removerlo de su cargo siempre y cuando exista un fallo condenatorio de un juez penal.

Es más, el burgomaestre de Bogotá dejó claramente planteado que el presidente Santos ya debía haberse pronunciado sobre esa arbitrariedad. Es decir, que el presidente ha permitido el irrespeto de su investidura y por tanto, es cómplice de la violación de la Constitución. Además, Petro le notifica al presidente que así como los enemigos de la Paz lo quieren destituir a él, pronto irán por Santos. Es un fuerte y alarmante llamado de atención.

La democracia de calle y participativa que el alcalde Petro está construyendo con el pueblo bogotano y colombiano, ha puesto contra la pared a Juan Manuel Santos, quien representa la democracia agonizante que ha utilizado la oligarquía neo-granadina para eternizarse en el poder. Petro ha demostrado cómo la sentencia del Procurador que lo pretende destituir, es una jugada a tres bandas que han lanzado los enemigos del proceso de Paz para minar la precaria confianza que se está construyendo en La Habana y para provocar una situación que puede desencadenar un Golpe de Estado militar a nivel nacional. 

La secuencia de la situación es la siguiente: Si se concreta la destitución de Petro, ya sea porque el presidente Santos se haga el de la vista gorda o porque termine respaldando plenamente al Procurador, ello destrozaría el proceso de Paz. Significa de hecho borrar de un plumazo lo que el gobierno acaba de pactar con las FARC sobre garantías para su participación política. Si cae Petro, se van a pique las conversaciones de La Habana y la candidatura de Santos se va al piso. El uribismo estará al acecho.

Por el contrario, si Santos hace respetar la Constitución, llama al orden al Procurador Ordoñez, y respalda la continuidad de Petro en la alcaldía, ello sería un fuerte empujón al proceso de Paz, ya que fortalecería la confianza entre el gobierno y la guerrilla. Sin embargo, ese acto sería interpretado por el uribismo como una traición al establecimiento, como un desacato al órgano de control y sería presentado ante la opinión pública como una entrega del país a la insurgencia. En este caso, Uribe va a ejecutar el complot que ya tiene preparado. Realizarán atentados criminales de sabotaje para culpar a la guerrilla y presionarán a los altos mandos militares para dar un Golpe de Estado. ¡Tienen con qué!... el ministro Pinzón es su principal agente infiltrado y tiene en sus manos las fuerzas militares.

El círculo infernal se está cerrando en torno de Santos. Sus vacilaciones y debilidad ante los chantajes de Uribe no le han permitido jugarse a fondo por la Paz. La prueba de fuego que le ha lanzado Petro y la misma dinámica política del país, lo tienen arrinconado. O sale a defender la Constitución, a hacer valer su propia autoridad y respalda a Petro, o cede ante el chantaje y cae en la trampa tendida por Uribe-Ordoñez. No hay medias tintas.

Por ello es tan importante comprender el momento político. En el centro de la política están las dicotomías “democracia/autoritarismo” y “guerra/Paz”. Incluso el proceso electoral pasa a un segundo plano. Todo se está jugando alrededor de este incidente. El “incidente Petro” concentra en su resolución todas las contradicciones de clase que ha acumulado la sociedad colombiana en los últimos 60 años. La forma y contenido de esa resolución serán determinantes para el próximo futuro de la Nación.

Por ello es fundamental fortalecer la movilización ciudadana y popular. El país ha entrado en una fase de inestabilidad institucional que requiere con urgencia el protagonismo de las masas populares en la calle. Las fuerzas democráticas y de Izquierda deben poner en primer lugar la tarea de construir el “Movimiento por la defensa y ampliación de la democracia, y por la conquista de la Paz” y colocar sus intereses electorales en un segundo plano.

Para hacerlo debemos unificarnos seriamente. A los barrios y sectores populares no podemos llegar con banderas y camisetas de múltiples partidos y con candidatos de todos los colores, para plantearles que está en peligro lo poco que tenemos de democracia. Nos van a decir… ¿Y por qué no empiezan por bajarse de sus intereses políticos que tienen un fuerte olor a politiquería? Es la respuesta natural. 

El país está pendiendo de un hilo. Se necesita grandeza y generosidad. Si vamos a impulsar un verdadero movimiento popular y ciudadano para defender la continuidad de Petro y a la vez, derrotar las fuerzas autoritarias y guerreristas – fortaleciendo la democracia –, tenemos que ir mucho más allá de las estructuras organizativas sociales y políticas existentes. Hay que llegarle a todas las capas sociales, hay que desplegar un trabajo de nuevo tipo.

En cada localidad de Bogotá, en cada ciudad de Colombia, deben surgir Comités amplios, incluyentes, participativos, que se coloquen tareas de propaganda, reuniones en los barrios y sectores populares, que agiten consignas que vayan más allá de la defensa del gobierno de Petro, que relacionen el “incidente” con la defensa de la democracia y la conquista de la Paz, que alerten sobre los intereses y estrategias de los guerreristas y autoritarios.

La “nueva apertura democrática” ya no está en manos de la burguesía. Ahora la tenemos en nuestras manos. La torpeza del uribismo con sus cálculos golpistas, nos ha dado la oportunidad de desplegar las fuerzas populares para concretar viejos anhelos democráticos de nuestro pueblo. ¡No podemos ser inferiores al momento! ¡Es ahora o nunca!