Palabras del Presidente Gustavo Petro en
el Instituto de Estudios Políticos de París
París, 9 de noviembre
de 2022
Quiero agradecerles a todas y todos ustedes su presencia
aquí, como estudiantes de la universidad.
Siempre en la vida del ser humano regresar a una universidad
y hablar allí, pensar allí, reflexionar allí, es gratificante. Siempre. (Ver Video)
A nuestra Decana de la Escuela de Asuntos Internacionales de
Paris, Arancha González; al Vicedecano de la Escuela de Asuntos
Internacionales, Mark Maloney, y a nuestra Vicepresidenta de Sciences Po,
Vanessa (Scherrer) y a todos ustedes, un saludo desde Colombia.
Estoy en una fase que algunos seres humanos viven, difícil,
que es aplicar ideas desde un gobierno, en un mundo donde propiamente las
alternativas políticas, en cierta forma, han dejado de existir. Donde se ha
acostumbrado los gobiernos, el liderazgo político, a construir un discurso
homogéneo –un pensamiento único, le llaman– y donde las perspectivas de critica
han disminuido, y, por tanto, las posibilidades de construcción diferentes al
del poder dominante.
En cierta forma, quienes hemos integrado las izquierdas,
porque hay que ponerlas en plural, gobernamos lo que hemos criticado, el
capitalismo. Somos gobernantes del capitalismo y en una época profundamente
difícil.
Y eso genera una serie de paradojas, de tensiones políticas,
de contradicciones incluso, que ahora a mí me toca asumir, como navegar en un
río turbulento.
Acabo de venir de la COP 27; yo estuve aquí en la COP 15.
Cuando vine a la COP 15 esperaba ver un millón de personas
movilizadas, en París lo que había era un estado de sitio. Y para mí fue
paradójico, porque yo venía de luchar con las armas contra un estado de sitio
de 25 años en Colombia.
Y París para nosotros era el referente democrático,
progresista. Y entonces llegar supuestamente a la Cumbre del Clima, donde se
iban a tomar decisiones profundas sobre el cambio del sistema, pensamos
nosotros, y encontrar una ciudad bajo estado de sitio, pues fue en cierta forma
sintomático de lo estaba pasando y de lo que está pasando en este momento.
En Colombia introduje en la política colombiana, en el
debate público, desde hace unos diez años, el tema del cambio climático. Lo
hice eje de mi actividad como Alcalde de la capital, la ciudad de Bogotá, y lo
retomé ahora en esta campaña, en las dos campañas presidenciales, en la que
fracasé en el año 18, y ahora.
Y he asistido, y vengo de ahí, a la COP 27, ese número ha
variado tanto que se han realizado 22 COPs, reuniones de gobiernos en el
entretanto.
Y estamos en una situación peor. Si uno hace el balance
entre la 15 y la 27, la situación hoy es peor. Tan peor que ya ni el Presidente
de China, ni el Presidente de Estados Unidos, ni los presidentes que tienen países
que son los que más contaminan la atmosfera, en términos de emisiones de CO2, y
que tienen las posibilidades de desencadenar los mecanismos financieros para
adaptarnos o para mitigar a escala global, asisten. No fueron.
Se ha convertido más en un escenario técnico. Cuando los
técnicos reemplazan los políticos y las políticas, eso se llama tecnocracia. Es
decir, la COP ha pasado a ser una instancia tecnocrática y no política, y la
tecnocracia termina siendo siempre conservadora; las medidas que salen de allí
son conservadoras.
Incluso de una manera casi que aberrante, porque, escuchando
diversos presidentes y personas en los paneles en los que asistí en estos dos
días –los trabajos continúan–, casi que el discurso se ha vuelto automático. Es
un discurso automático en donde se repite la terminología que se ha
desarrollado con la crisis climática, sin salidas. Hay una retórica permanente
y un escape hacia las salidas concretas.
El Secretario de la Organización de Naciones Unidas –espero
que no haya problemas por hablar en español, para quienes no hablen el idioma–,
el Secretario General de las Naciones Unidas dijo a los países –la mayoría en
desarrollo–, allí presentes, que el mecanismo realmente expedito para construir
la adaptación a la crisis climática –como adaptación se entiende no la solución
de la crisis climática, sino la manera cómo nos organizamos para resistirla en
el tiempo–, que es un mecanismo de financiación que implica cambios en la
organización territorial de la sociedad, de sus infraestructuras, de su
producción, pues tenían como camino viable no tanto el aporte de los países más
desarrollados, que nunca ha existido en realidad –es mínimo, son limosnas–,
sino el camino del endeudamiento.
Y planteando un país en desarrollo hoy, cuando las tasas de
interés han crecido en todo el mundo, cuando el virus ha dejado economías
enclenques y sobre endeudadas, que el camino de la solución de la llamada
adaptación a la crisis climática es la deuda, pues es una burla.
Muchos de allí obviamente protestaron. Pero ese ya es el tono
de lo que estamos viviendo, porque la crisis climática no es un episodio
transitorio, digamos frágil, leve, para la historia de la humanidad.
Si la ciencia está en lo cierto –y no tenemos una razón más
que creerle a la ciencia –si es que aún somos racionales, si es que aún
queremos que el siglo XXI sea un siglo de la razón y no de la sinrazón–,
entonces la ciencia lo que nos está diciendo es que la crisis climática tiene
un potencial de extinción de la vida en el planeta, incluida la humana.
No estamos ante cualquier problema; estamos ante el peor
problema de la humanidad.
Esa crisis climática necesita análisis académico en
realidad. No solamente desde el punto de vista de las ciencias exactas, sino
desde el punto de vista de las ciencias humanas, recogiendo ese concepto que
tanto criticó (Michel) Foucault.
Es más, necesita un análisis desde la economía política. Lo
he intentado –la campaña electoral me lo impidió–, escribir un libro al
respecto, no lo encuentro en las librerías que he recorrido. No se ha escrito
al parecer mucho sobre el tema.
Ustedes pueden encontrar análisis de periodistas sobre la
crisis climática, pueden encontrar análisis pues, de biólogos, de climatólogos,
de geólogos, etcétera, que son los que le mostraron al mundo su existencia.
Pero desde el punto de vista de la economía, por ejemplo, no
la encuentran.
Y la crisis climática es un problema económico. Generado por
la economía y con efectos sobre la economía.
El generador de la crisis climática es la economía.
Y entonces es desde la teoría económica desde donde
deberíamos ver análisis y respuestas.
Y no.
Y no básicamente porque en el pensamiento dominante
económico, que se alejó del todo de la economía clásica, la crisis climática es
como una piedra que cae en un estanque.
Voy a tratar de no alargarme, pero tiendo a hablar bastante.
Porque el paradigma que está detrás de la teoría económica dominante del mundo,
la que impera en Francia y la que impera en Colombia y en los Estados Unidos y
en el Japón, es básicamente el eco, el recuerdo, la profundización, incluso
matemática, de un modelo económico que creó un señor llamado León Walras,
suizo, que se le llama la teoría del bienestar general y que, básicamente
consiste, demostrado matemáticamente, que, si se deja actuar el mercado
libremente, se maximiza la utilidad.
Para hacer la demostración matemática –y la economía siempre
recurre a la matemática como su legitimación científica, falsa–, entonces
tienes que hacer unas funciones continuas que puede expresar perfectamente, buscar
tangentes. La tangente, recuerden ustedes que, en el cálculo, nos permite la
maximización, si la derivada es igual a cero. Matemáticas, nadie duda de las
matemáticas. Entonces cuando se hace un modelo así, nadie duda de su
conclusión.
Si el mercado actúa libremente, se maximiza la utilidad.
La utilidad se transforma en bienestar. Y el bienestar
individual se transforma en bienestar general.
Entonces se puede decir, como se dice hoy –ese es el
neoliberalismo–, el bienestar general de las sociedades se maximiza si el
mercado actúa libremente.
Bajo eso llevamos décadas de práctica, pero el resultado
actual no es que se maximizó el bienestar de las sociedades, sino que estamos a
punto de extinguirnos.
Entonces el paradigma se derrumba.
La teoría de Walras hoy, ante la práctica misma de la
extinción, termina demostrando que era simplemente un planteamiento ideológico
y no una ciencia.
Sin embargo, la teoría económica que domina el mundo es esa.
Todo el arquetipo, todo el instrumental de medios económicos que usan los
gobiernos, está cimentado en este paradigma, que te dice que, si los mercados
actúan libremente, se maximiza la utilidad.
Y estamos es ante una crisis integral de la existencia
humana.
Luego desde esa economía no podían salir mayores respuestas.
Algún intento hizo un premio Nobel, (William) Nordhaus y otros, tratando de
mirar la crisis climática como una externalidad en el mercado, tratando de
introducirla entonces para que el mercado la corrigiera, y el resultado que les
da, teórico, es poner una tasa carbón, es decir, elevar los precios en la
medida en que el producto sea más contaminante en la atmósfera, a través de
emisiones CO2. Y pensar entonces que, bajo ese mecanismo, automáticamente el
mercado corregiría la asignación de recursos de tal manera que, dejaríamos de
emitir CO2.
Eso, escrito en un libro antes del covid-19, no tiene
aplicación práctica ni siquiera en el día de hoy, siendo una teoría neoliberal.
Desde la economía política, el asunto se vuelve más
complejo, porque si uno vuelve a leer la economía política del siglo XIX, pero
le pone matemáticas, sus autores fundamentales pues no conocieron, ni conocían;
aunque sí pudieron, si hubiera existido un diálogo entre economía política y
física, que no lo hubo en el siglo XIX, porque los físicos ya habían
descubierto el mecanismo, ya sabían que el CO2 calentaba el planeta y ya sabían
que se emitía cada vez más CO2.
Ese simple diálogo hubiera hecho un descubrimiento muy
prematuro en la humanidad, pero muy interesante. No ocurrió y, en la economía
política, si la miramos desde hoy, lo que encontraríamos es que, esas leyes que
descubrieron aquellos economistas, Ricardo, Smith y Marx, fundamentalmente,
aplicadas hoy, miradas hoy, explican la crisis climática. Porque ya ellos
habían encontrado un proceso de acumulación de capital permanente y ampliada.
Así le decían.
Ya habían descubierto a través de sus conceptos alrededor
del valor y no del precio y cómo podían ir surgiendo el plusvalor, que el mismo
capital desencadenaba un mecanismo de amplitud, un mecanismo ampliado de manera
permanente que, como un huracán, iba llegando a todos los rincones de la tierra
y la existencia humana, simplemente porque el capital busca ganancia.
Ellos no llegaron a la atmósfera. Pero nosotros ahora sí
podemos ligar el análisis con el análisis químico de la atmósfera, y encontrar
que la acumulación ampliada de CO2 en la atmósfera, es decir el cambio químico
de la atmósfera, no es más sino el reflejo de la acumulación del capital en la
economía.
Claro, de esa idea surge una acción bastante radical. Porque
no se podría superar la crisis climática sino superando la acumulación de
capital.
O, en otras palabras, no podríamos garantizar la vida en el
planeta, incluida la humana, sino superando la acumulación del capital. Es
decir, superando el capital.
Lo cual nos pone a pensar en términos de finales del siglo
XIX o como pensaba la gente al principio del siglo XX.
Claro, la historia no se repite. Las respuestas que entonces
se están dando desde el mundo de la política en el mundo, esto que se llaman
las COPs, que es donde se pueden resumir muchas de estas propuestas, tenemos
esa oportunidad de condensarlas en unos instantes del tiempo y en un lugar
geográfico, cada vez más alejado de la humanidad.
Porque el lugar de donde vengo es un conjunto de balnearios
sin pueblo, perdido en el desierto, allá en el mar Rojo, en frente de Arabia
Saudita, donde la humanidad no puede llegar si no es en avión.
Que es una demostración de cómo se están tomando las
decisiones. Son decisiones sin humanidad. Son decisiones tecnocráticas que no
consultan, por ejemplo, este hecho: si la crisis climática es el producto de
una acumulación del capital y está en lo intrínseco del capital el que se
produzca, pues las soluciones no pueden ser tecnocráticas. Las soluciones
tendrían que ser eminentemente políticas, en el sentido real y completo de la
palabra política.
Cuando estamos en estas instancias de la COP, entonces, se
percibe el mundo de tensión que existe. Es decir, el político hace como el
avestruz, no habla de esto; habla de la crisis climática sin conectarla con la
causa, trata de ocultar la causa. Las causas se van evaporando en las
conferencias internacionales, porque las causas tienen que ver con el mercado y
el capital.
Y los políticos lo que están es gobernando el mercado y el
capital, o intentando una gobernanza con el mercado y con el capital.
Yo diría que es al revés. Es el mercado y el capital es el
que está gobernando a los políticos.
Entonces ¿cómo podría haber decisiones allí que pudieran
ayudar a solucionar la crisis de existencia humana en este momento?
Yo la verdad no creo que se puedan producir allí.
Mientras tanto, aumentan las tensiones. Si la crisis
climática es ampliada, es un mecanismo ampliado, permanentemente ampliado, tal
como el capital en la economía, es su reflejo, pues la ciencia lo que nos dice
es que cada vez viviremos peor.
Y lo hemos sentido. Aquí hay un sobreviviente de la Covid
que lo conozco, casi mueres. Yo también fui sobreviviente de la Covid, y
cuántos no sobrevivieron, cuántas no sobrevivieron. Sociedades que salen
prácticamente y literalmente de la muerte.
Y no acaba de pasar esa crisis, llamémosla así; esa crisis
de salud, aún sin conocer más causas del virus, que también podrían estar
ligadas a la crisis climática. Porque la aparición de cada vez mayores virus
tiene que ver con cambios en los ciclos de la vida.
Y los efectos invisibles son peores que los visibles.
La sequía tiene efectos, la inundación tiene efectos, el
alza del mar tiene efectos, los huracanes cada vez más fuertes tienen efectos,
pero lo peor está en lo invisible.
Y es que el comportamiento y las rutas de partículas
infinitesimales para nosotros, cambia con el calor y pone en contacto cosas que
antes no se ponían en contacto produciendo ya no efectos benéficos y positivos,
sino mortales.
Si la extinción de humanidad se produce se produce es por el
efecto de los virus.
Y este mecanismo que se ha desencadenado va teniendo unos
efectos en la vida política que yo creo es lo importante aquí recoger.
El análisis científico de la crisis climática debe ir
aparejado a un análisis político de la crisis climática, igual que debería
tener igual un análisis económico de la crisis climática.
¿Qué se está produciendo en las sociedades en el mundo de
hoy?
Si hay sociedades que se van quedando sin agua, o que van
pasando a mayores niveles de enfermedad y por tanto de mortalidad; si hay
sociedades que empiezan a quedarse sin sus condiciones materiales de
existencia, porque se los va destruyendo la crisis climática, qué sucederá en
la política.
La idea de progreso que teníamos hace unas décadas era la idea
de la modernidad. Siempre vamos a progresar; la política, la sociedad y la
economía tienen que tener como objetivo progresar, el progreso; ser más ricos,
vivir mejor. Bajo diversas palabras expresó esto en los discursos políticos.
Incluso matemáticamente la función de producción era fundamental, porque todo
número elevado a una potencia positiva, pues te da infinito.
Las matemáticas nos muestran el infinito. Y si la economía
recoge esa matemática, la economía recoge el progreso infinito.
Hegel le llamaba a eso la mala infinitud. Porque,
obviamente, en el planeta no puede haber un progreso infinito si se mide en
cosas.
Si la idea del progreso es el producto interno bruto o la
acumulación de capital, que se expresa en acumulación de bienes y servicios, pues
esa acumulación vista infinitamente no es sostenible con la tierra.
Y esto, que era el fundamento de la idea de progreso, hoy ha
muerto. Hoy sabemos que cada vez vivimos peor.
Cualquiera que viva en cualquier sociedad, en el mundo de
estos días, sabe que su futuro, si le ha puesto cuidado a lo que significa la
crisis climática, no es el que va a vivir mejor; es que va a vivir peor.
Y si lo extendemos a nuestros hijos, la siguiente generación
o a la siguiente, se entiende porque muchos jóvenes del hoy no quieren tener
hijos. Es que la idea de progreso revirtió en su contrario.
Los tiempos, que no podría llamar modernos, bueno, estos son
temas de palabras, los tiempos contemporáneos ya no se basan en una idea de
progreso como hace unas décadas.
Como la izquierda defendía o como la derecha defendía,
antes.
Hoy la realidad es que tenemos es una idea de decadencia y
degradación hacia adelante si no somos capaces de superar la crisis climática.
Y si no somos entonces capaces entonces de superar sus causas. Y superar sus
causas tiene que ver con esta idea de progreso infinito.
Es decir, nuestra idea de riqueza tendría que cambiar
fundamentalmente.
No una riqueza concebida en acumular y en tener, sino una
riqueza concebida en el existir.
Y esto, pues nos demanda una nueva sociedad, una nueva
economía, una nueva política, otro estilo de poder, o de sin poder; otro tipo
de racionamiento que no se está haciendo en el mundo actual.
En la COP 27 dije, ahí delante pues de los presidentes con
los que me tocó hablar, que vamos con los ojos abiertos al suicidio. Vamos con
los ojos abiertos al suicidio.
Si uno lo mira, digamos, con alguna simpleza, la solución es
dejar de consumir petróleo, carbón y gas. Digámosle esto a Colombia a ver qué
nos dice; digámosle a Venezuela a ver qué nos dice; digámoselo a los países
árabes a ver qué nos dice por el lado de la producción; digámoselo a los
Estados Unidos que consumen 60 y nosotros 3 veces más, generan más emisiones de
CO2 que expresa la desigualdad social del mundo.
La desigualdad social del mundo la podemos medir a través
del coeficiente Gini en dólares. Pero también la podemos medir en CO2.
Una nueva contabilidad sería muy interesante implementar de
manera generalizada, que ya no es el dólar o el euro, sino el equivalente a CO2
por gramos o por toneladas. Porque la desigualdad social es una desigualada en
emisiones de CO2.
Son más ricos, emiten más CO2. Somos más pobres, emitimos
menos CO2. Todos somos la consecuencia.
Entonces, una solución tendría que ver con que allá los
ricos, emitan menos CO2.
Estaríamos hablando de igualdad, una palabra muy querida por
Francia, pero que habría que practicar porque la igualdad en términos de
reducir en emisiones de CO2, pues no somos nosotros los que tenemos que reducir
–nosotros hablo de quienes habitamos en países que llaman en desarrollo–, sino
que son las capas más ricas de la humanidad las que tendrían que dejar de
emitir.
Y entonces esto pone el tema en términos políticos. Es
decir, que tendríamos que ser más iguales.
Un tecnócrata dirá; No, Petro. Estás equivocado, porque si
esas riquezas que producen sin emitir CO2, es decir, cambiamos la tecnología se
pueden mantener los estándares de vida tal cual los conocemos hoy. Simplemente
que cambiamos el chip tecnológico y, en vez de consumir petróleo, carbón y gas,
entonces vamos a usar energía nuclear, agua, viento y sol; y, si no queremos la
nuclear, agua, viento y sol.
O, como decía un economista muy importante, (Nicholas) Georgescu-Roegen,
que nunca se ganó un premio Nobel –los premios Nobel se los ganan siempre los
neoliberales en economía–, Georgescu era un disidente soviético, en Rumania.
Era rumano, se escapó de allá, fue a parar a Nueva York y allá también se
convirtió en disidente.
Pero hizo unos libros precursores de esto, él intentó
vincular la física, las leyes de la termodinámica en la economía y encontró
pues –siempre que se vincula la física con la economía o la filosofía con la
economía estallan los paradigmas–, encontró el que simplemente la economía es
un acelerador de la segunda ley de la termodinámica.
Es decir, que vamos hacia el frío, hacia el frío universal.
Pero esto, cambiar el chip tecnológico por energías limpias,
que es en lo que estamos andando muy marginalmente, olvida una tesis
fundamental de la economía política del siglo XIX, que –vuelvo a insistir–, hay
que volver a leer.
Allí, el cambio tecnológico se concibió como un cambio
también de relaciones de producción. O antes o después, pero había una
interrelación entre tecnología y relaciones sociales de producción.
Relaciones sociales de producción era un concepto clásico
olvidado por la izquierda completamente que lo que expresa es cómo se organizan
los seres humanos para producir.
Cómo se relacionan los seres humanos para producir.
Y el capitalismo entonces se definía como una relación entre
seres humanos entre cosas, sino entre seres humanos, uno de los cuales compraba
de otros su fuerza de trabajo al cambio de un trabajo.
Ese es el capitalismo.
Hoy podemos ver capitalismo por todos lados, porque la
relación es una gente que es asalariada y alquila su fuerza de trabajo cada vez
menos muscular, cada vez más cerebral, y otros que la compran.
Y ese es el mundo de hoy; no ha cambiado. Es decir, esas
relaciones sociales siguen vigentes.
Pero ¿qué pasa con la tecnología de las energías limpias y
de la economía descarbonizadas si quisiéramos dar ese paso y salvarnos del
problema fundamental de la humanidad hoy que es la catástrofe climática y, por
tanto, de la existencia?
Esas nuevas tecnologías, el capital quiere ponerlas a sus
servicios como si no pasará nada. Pero el capital no cambia las tecnologías si
no aumenta la rentabilidad.
Si la tecnología disminuye la rentabilidad no la mete. Y si
las tecnologías limpias –llamémoslas así– descarbonizadas, no incrementan la
rentabilidad en términos del alemán, de la economía política, no aumentan la
explotación, no se usan.
Y entonces, ustedes van viendo la reticencia –porque estos
cálculos se hacen individualmente–, van viendo la reticencia a usar tecnologías
limpias.
Lo que pasa es que no aumenta la rentabilidad. Están a la
espera de que sí, pero nada.
Europea occidental depende del gas porque las energías
limpias no son más rentables que el gas.
El hidrógeno verde famoso es muchísimo más caro que el gas
y, por tanto, Europa Occidental prefirió depender del gas. Es un criterio de
rentabilidad, no un error técnico ni político. Y al meterse allí a depender del
gas está pasando lo que está pasando, están en las guerras de la economía
fósil.
La guerra de Ucrania, la invasión a Ucrania o como se quiera
llamar, dependiendo de las posiciones políticas que hay al respecto, es una
guerra más de la economía fósil, que es el gas.
Los que hoy hablan alrededor de este tema, no hablaron
cuando la invasión de Irak, cuando la invasión de Siria o cuando la invasión de
Libia, y también eran guerras de la economía fósil.
Todo el siglo XXI ha estado plagado de guerras producidas
por la economía fósil.
Pues es la reticencia a pasar a energías limpias,
simplemente porque no son más rentables.
Y entonces el capital empieza a chocar con la humanidad,
porque la humanidad obviamente quiere salvarse. La humanidad no está pensando
en términos de rentabilidad sino en términos de la descarbonización, lo más
rápidamente, posible de la economía. Pero, el capital no descarboniza porque no
es más rentable.
La tensión política indudablemente se dispara.
El mundo que vamos a vivir es un mundo de tensiones
políticas.
Lo que vamos a observar en Europa es que millones de
personas del África, cada vez van a llegar más y más y más. Y que millones de
Suramérica y Centroamérica van a ir hacia el norte más y más y más.
Cualquiera que vea el tapón del Darién sabrá de lo que le
estoy hablando.
Y en el norte las ideas de autodefensa, de xenofobia, van a
crecer más y más y más, al punto que estimularán, a través del voto, el que se
pongan los muros, se disparen las ametralladoras y se construyan los campos de
concentración.
Desde un punto de vista negativo, nos acercamos a un 1933,
pero a escala global.
Desde un punto de vista positivo –y terminó aquí porque
vamos a abrir las preguntas–, la incapacidad del liderazgo político mundial de
dirigir la transición y superar el problema, que es hoy plenamente demostrado,
obliga a que aparezca un nuevo sujeto político en esta historia de estos días,
que no puede ser otro que la humanidad misma.
La capacidad de articulación de la humanidad misma para
suplir la incapacidad del liderazgo político tradicional e imponer una
transición que va contra el capital y su rentabilidad.
Dejo ahí y abrimos las preguntas.
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