Sobre la imagen negativa del
gobierno Duque
DUQUE O LA GRAN
ESTAFA PRESIDENCIAL
Popayán, 20 de noviembre de 2018
Se me pregunta cómo explico la
caída vertical de la imagen del presidente Duque en la opinión pública
colombiana. A 100 días de posesionado en el cargo diversas encuestadoras han
medido el grado de aceptación de su gobierno y el resultado es bastante
negativo.
Debo responder que no hay caída. Las
encuestas dan entre el 27 y 33% de aprobación y Duque fue elegido con un 28,5%
del potencial electoral. Lo que habría que explicar es por qué en estos tres meses
de gobierno no ha logrado construir mayor credibilidad entre la población.
Ya en anteriores artículos hemos
planteado por qué el gobierno de Duque es y será “cínico e impotente” (https://bit.ly/2DMIwn1). La forma como se
hizo elegir es su mayor contrasentido: con el programa de la oposición
democrática y el apoyo total de las castas dominantes corruptas.
La tarea del presidente era
reconocer la precariedad de su triunfo e iniciar un proceso consistente de presentación
de su política para construir credibilidad. Pero no puede hacerlo; por ello,
intenta construir la ficción de querer gobernar sin corrupción rodeado por los
mismos corruptos.
En fin, no se le puede pedir
peras al olmo; los corruptos y clientelistas de siete suelas no pueden aprobar
ninguna reforma democrática en política-electoral, justicia o política social.
Y si lo hicieran, serían leyes aprobadas formalmente para desconocerlas desde
el poder real.
Duque llamó a un pacto nacional después
de haber nombrado a uribistas y tecnócratas gremiales en su gabinete
ministerial. Pero, ni el mismo se creía el cuento y, por ello, nadie le hizo
caso. Como era un llamado engañoso rápidamente olvidó y archivó su propuesta de
consenso nacional.
Fue un “cañazo” que
desgraciadamente ningún político de oposición tomó con seriedad. Si lo hubiera hecho,
el desgaste de Duque sería mayor. Claudia López lo hizo parcialmente sobre el
tema de la corrupción y, como era de esperarse, ni Duque ni los partidos que lo
apoyaron han cumplido la palabra empeñada. Es una de las causas del balance negativo
de su gestión.
Tal parece que el “pacto” iba
dirigido hacia su propio partido (CD) que antes de la posesión ya estaba dividido:
unos, la ultra-derecha que quiere guerra abierta con Venezuela para
justificar la destrucción de los acuerdos de paz y la aplicación del paquete
impuesto por la OCDE[1];
otros, los que quieren “mermelada”, y unos más, que juegan a ser la “nueva derecha” sin mayor decisión.
Cada grupo tiene sus
representantes: el pícaro de Invercolsa y el presidente del Congreso encabezan el
primero; los políticos clientelistas que se corrieron hacia el CD son los del 2º
grupo; y Duque y Carrasquilla lideran a los “nuevos” tecnócratas neoliberales que
improvisan en todo.
Por supuesto, ahora están más
divididos e inconformes que antes; piden en forma simultánea, beligerante y
desordenada “mano dura” contra los estudiantes y las protestas sociales, no apoyan
el IVA a la canasta básica por temor a un estallido popular, y exigen mayor
liderazgo a Duque.
Todos añoran el talante de su “jefe
natural” (Uribe); saben que éste logró –por ahora– negociar su impunidad, que
fue el principal motivo por el cual escogió a Duque, pero son conscientes (a
regañadientes) que solo con un joven “embaucador” y “moderado”, podrían
asegurar el triunfo.
Lo que se les ha venido encima a los
políticos del establecimiento corrupto no tiene nombre. Y no pueden hacer nada
para evitarlo. Ya en el gobierno no podían atacar a Santos porque gran parte de
sus apoyos provenían del mismo costal como lo comprueba el “affaire”
Pizano-Fiscal-Odebrecht. Están obligados a presentar al Congreso el paquete de
reformas tributarias para quedar bien con sus verdaderos patrocinadores de la
OCDE. Y así no logren mayores resultados se quedan con el desprestigio de querer
“clavar” con más impuestos al pueblo y a las clases medias y de intentar
bajarles tributos a los ricos. En fin, se quedan con el pecado y sin el género.
Duque y toda la clase política
tradicional es víctima de sus contradicciones. Darío Arismendi, prestigioso
periodista de Caracol Radio, recién premiado en España y aleccionado por sus jefes
del Grupo Prisa, se atreve a exigir la renuncia del Fiscal General y además, cuestiona
a Duque por su endeble personalidad y su falta de liderazgo. Todo “en defensa
de la institucionalidad” (https://bit.ly/2Kh18Mw).
Es un síntoma del desespero que se apodera de los círculos del poder.
En Colombia se profundiza la
quiebra moral y política de la casta dominante; hace rato los grandes empresarios
bajaron la guardia y aceptaron cínicamente su propia corrupción. La
degeneración de la oligarquía colombiana que se enriqueció con las economías
criminales es absoluta y no la pueden tapar. Además, con Uribe ya quemaron la “carta
Bolsonaro”.
Es la hora de los demócratas pero
para aprovechar el momento hay que aprender de los errores propios y de los cometidos
por progresistas e izquierdas latinoamericanas. Juego y balón están en nuestra
cancha y, por eso, hay que afinar estrategias y puntería.
[1]
La OCDE exige como mínimo una draconiana política tributaria para ajustar la
situación fiscal del Estado.
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