EL PELIGRO DE LA GUERRA Y EL PROCESO CONSTITUYENTE
Popayán, 6 de octubre
de 2016
El triunfo del NO en el
plebiscito trajo un momento especial a Colombia. Paradójicamente antes del
Plebiscito el movimiento social estaba “acomodado”, desganado, sin convicción.
El peligro de que la guerra continúe o que las cúpulas dominantes se coaliguen
contra el pueblo, ha puesto en alerta a mucha gente. Las expresiones juveniles
y estudiantiles de esta semana, son parte de ese fenómeno. La movilización
social es la única herramienta que queda para darle continuidad al “proceso de
paz” y reconducirlo por caminos realmente “constituyentes” de hegemonía
popular.
1.
Realismo
mágico y “nuevo” Frente Nacional
El 2 de octubre apareció en
Colombia –una vez más– el rostro del realismo mágico Lo inconcebible se hizo
realidad. Los acuerdos para el fin del conflicto armado firmados con bombos y
platillos en Cartagena el pasado 26 de septiembre entre el gobierno y las FARC,
no consiguieron la aprobación mayoritaria en el plebiscito refrendatario. Un NO
precario y minoritario (18,7%) se impuso sobre el SI por escasos 54 mil votos.
La abstención fue del 63%. La desinformación, el miedo y la indiferencia, ahogaron
el anhelo de paz. El triunfalismo le cobró factura al gobierno y a las FARC. Un
Gabo triste sonrió socarronamente desde el más allá.
Nadie –ni siquiera el adivino más
osado– hubiera previsto ese resultado. El asombro en el país y el mundo fue
general. Los mismos promotores del NO fueron los más sorprendidos. El gobierno
y sus aliados no lo podían creer. Las FARC, como un náufrago, se aferraron a
los acuerdos como a un flotador. Enfrentan un limbo político y jurídico. Su
sometimiento a la institucionalidad y su paso a la legalidad, aprobada en la X
Conferencia de esa organización, sólo aguantó 6 días. Los acuerdos y
procedimientos para implementarlos quedaron sin piso jurídico (http://bit.ly/2cT96Oz).
El gobierno no se cae porque a
nadie le conviene. No existe una fuerza política que pueda y quiera forzarlo,
aunque su debilidad es enorme. Además, los buenos modales se imponen en el
ambiente cortesano de la clase política colombiana. De inmediato, el gobierno
de los EE.UU. envió a Bernard Aronson a Cuba para tranquilizar a los dirigentes
farianos y reforzar el apoyo al gobierno de la comunidad internacional. Uribe, asumió
de inmediato la imprevista responsabilidad que le otorgó la nueva situación y
pasó a la ofensiva diplomática con mucha decencia pero pensando en 2018. El
presidente Santos reconoció su derrota y abrió el diálogo directo con su
antecesor y opositores.
Todo el mundo propuso crear un
Gran Pacto Nacional para salvar el proceso de paz. Era lógico. La oposición
uribista había ajustado su mensaje en la campaña plebiscitaria promoviendo la
“paz sin impunidad” y su convicción de “corregir” el proceso. Esa misma noche planteó
su disposición al diálogo. El gobierno, que sabe lo difícil que es negociar con
las FARC (llevan más de 4,5 años) y que tiene el mandato del capital
internacional y de la mayoría de empresarios nacionales para terminar la guerra,
no se iba a echar para atrás. Saben que la paz neoliberal está “de un cacho” y que
esa oportunidad no se podía desaprovechar. El premio Nobel llegó de Estocolmo
como “mandado a hacer” para contrarrestar el pesimismo y “¡quedar
divinamente!”.
Así, intentan construir en forma
taimada –"songosorongo" como dicen los indígenas caucanos– un nuevo
“frente nacional”. El leitmotiv del anterior fue la dictadura del general
Rojas, el de ahora, el fin de la guerra que el anterior frente nacional
incubó hace 60 años. ¡Pero no lo lograrán!
2.
Las
reacciones políticas y jurídicas
Las reacciones de los sectores
políticos y sociales, a pesar del consenso sobre la necesidad del gran pacto
nacional, tienen sus peculiaridades. La totalidad de sectores dicen colocar el
interés general por encima de intereses particulares pero –en la intimidad– todos
están pensando en la campaña electoral de 2018. Esa causa estuvo incrustada en
la agenda de la campaña del plebiscito pero no era reconocida por ninguno. Nadie
lo acepta pero todos lo saben. Gajes de la policía colombiana. Sin embargo, es
importante reconocer que existen variadas posiciones porque detrás de ellas se
pueden identificar las diferentes concepciones políticas y las diversas miradas
sobre la situación.
Las FARC, las organizaciones
políticas y sociales de su entorno, y los sectores políticos que se
entusiasmaron con la posibilidad de lograr en forma inmediata una “paz pura y
simple”, se aferran a los acuerdos firmados. Acusan al “uribismo” de manipular
fraudulentamente a los electores, lo cual fue reconocido por Juan Carlos Vélez,
jefe de la campaña del NO (http://bit.ly/2dfRybt).
En la práctica, no reconocen los resultados del plebiscito y aspiran a mantener
las cosas como están. Lo mismo ocurre con políticos del círculo gubernamental y
otros sectores que proponen repetir el plebiscito, aprobar los acuerdos
mediante cabildos abiertos, “tutelatones” o demandas jurídicas.
Otras fracciones políticas
proponen al gobierno reabrir las negociaciones con las FARC e integrar a la
delegación gubernamental a delegados de los promotores del NO. Argumentan que
el “uribismo” debe asumir su responsabilidad, enfrentar la negociación con la
insurgencia y “sufrir el desgaste”. Sin embargo, dicha posición no tiene en
cuenta que las pretensiones del ex–presidente Uribe y la mayoría de los
promotores del NO van mucho más allá de unas simples “correcciones”. Por el
contrario, cuestionan la médula del proceso como es la justicia transicional,
el bloque de constitucionalidad y el tribunal especial para la paz. Su agenda
es doble y de saboteo.
Existen otras posiciones pero no
se expresan con claridad o no tienen fuerza. La propuesta de convocar una
Asamblea Nacional Constituyente está en la mente de unos y otros. Siempre
aparece como la fórmula salvadora. Si las cúpulas de la casta dominante se
ponen de acuerdo, nada tiene de extraño que vuelvan a usarla para aprobar otra
“histórica” Constitución para que todo siga igual o peor. Por ahora, la
correlación de fuerzas los favorece totalmente.
3.
La
desconexión entre el proceso de paz y el movimiento social
José Antonio Gutiérrez en su
artículo “El NO se impuso, ¿qué sigue?” publicado en Rebelion.org, plantea: “El
triunfo del NO vuelve a demostrar que el proceso fue visto como un asunto
distante para la mayoría de la población, como algo ajeno”. Sin embargo, no
explica las causas de ese hecho.
No hay que olvidar que paralelo a la realización de los diálogos entre el gobierno y las FARC, el movimiento social colombiano –con el impulso que dejaron las jornadas de 2008 como la Minga social, el Paro de los corteros y la huelga judicial– desarrolló en los últimos 5 años importantes luchas contra las políticas neoliberales. El paro universitario estudiantil de 2011, el paro agrario, campesino y minero de 2013, las protestas contra los megaproyectos minero-energéticos en numerosas regiones del país, las mingas indígenas, la huelga magisterial de 2015, y muchas otras expresiones populares de resistencia, son pruebas fehacientes de lucha social permanente.
El problema es la desconexión existente
entre la dinámica impuesta por el gobierno neoliberal de Santos en la mesa de
negociaciones de La Habana y las necesidades y aspiraciones del movimiento
social. El Estado aprovechó la debilidad política de la insurgencia y su
necesidad de terminar el conflicto para imponer unos límites precisos que
plantean que el modelo económico y la estructura del Estado no están en
discusión ni son parte de la negociación. Pero además, la criminalización de la
lucha social con el argumento represivo de la infiltración guerrillera de las
organizaciones sociales y las diversas concepciones existentes en la izquierda
sobre la lucha armada, impedían que el “proceso de paz” pudiera compenetrarse
con el movimiento social y viceversa.
Tal situación se fue agudizando
porque de una u otra forma la izquierda y gran parte del movimiento social se
fue dejando permear de la política del gobierno sobre el llamado
post-conflicto. Casi todas las organizaciones dejaron de pensar en las grandes
transformaciones estructurales y entraron en la dinámica del diseño
institucional neoliberal que el Estado empezó a diseñar en sus documentos
CONPES, el Fondo de la Paz y demás entidades que ya vienen imponiendo la
cultura de los proyectos que ya habían dejado trazadas las numerosas ONGs que
se incrustaron en el movimiento social y que están a la expectativa de los
supuestos “ríos de leche y miel” de dólares y euros que traerá el
post-conflicto a Colombia.
4.
El
peligro del acuerdo entre cúpulas dominantes
Hasta el 2 de octubre el conjunto
del movimiento social en Colombia no había percibido la importancia de terminar
en forma negociada el conflicto armado. La ofensiva guerrerista de Uribe y la
actitud complaciente (y hasta cómplice) de amplios sectores de los partidos
tradicionales que hacen parte de la Unidad Nacional, puso en alerta a muchos
sectores, militantes y activistas sociales que pensaban que la “lucha por la
paz” era una tarea sencilla, limitada a organizar un evento o máximo una
marcha, sin comprometerse a ir de casa en casa, de barrio en barrio,
convenciendo a la gente para que votara por el SI. Todo se lo dejamos a la
propaganda del gobierno.
Y sucede que la propaganda del
gobierno y la actitud de la insurgencia no eran de lo mejor. En la última
semana el “uribismo” aprovechó el triunfalismo de Santos y las FARC, que
estaban festejando el triunfo antes de ganar el Plebiscito. En los Llanos del
Yarí y en Cartagena la gente del SI celebraba mientras los promotores del NO
penetraban las redes sociales, las emisoras populares y las sedes de las
iglesias católicas y evangélicas de mensajes de odio, resentimiento, miedo y
mentiras, basadas en algunos hechos reales pero presentados como si
estuviéramos al borde del apocalipsis. Y les dio resultado. Ganó el NO, así
hubiera sido un triunfo pírrico.
Ver el martes pasado a Uribe,
Pastrana, el ex-procurador Ordóñez, Martha Lucia Ramírez y demás promotores del
NO reunidos varias horas y, “a manteles”, con el presidente Santos, quienes
eran supuestos enemigos a muerte, provocó en muchos dirigentes de izquierda y
del movimiento social una gran sorpresa. Entendieron –y la gente sólo aprende
por experiencia propia– que cuando la institucionalidad oligárquica está en
peligro o en crisis, ellos se reúnen y fácilmente se ponen de acuerdo. Lo que
muchos dirigentes habían alertado sobre la identidad de intereses entre Santos
y Uribe quedó a la vista. La diferencia es de forma, o sea, el método para
derrotar a la insurgencia: el uno, con decencia, ofreciendo espacios de
gobernabilidad y algunos planes de inversión en zonas de colonización, y el
otro, queriéndolos exterminar físicamente. Sólo son dos maneras diferentes para
el mismo objetivo. Cómo sería el nerviosismo que había que, la prórroga parcial
del cese de fuegos hasta el 31 de octubre, fue interpretada como un ultimátum.
Pero… no, ¡era falsa alarma!
Pero no es falsa alarma. La
oligarquía colombiana ya ha jugado muchas veces al Frente Nacional. Para
desmontar el peligro popular que se estaba alimentando en medio y al calor de
la “dictadura” de Rojas Pinilla se montó el plebiscito de 1957 que le dio vida
al Frente Nacional, con el comodín del MRL. Pero esa figura ya había sido
utilizada a principios de siglo XX. En los últimos 25 años ya hemos vivido con un
frente nacional “no-reconocido”, desde 1991. Se turnaron el gobierno entre
neoliberales puros y neoliberales vergonzantes (Gaviria-Samper). Siguió la transición
de Pastrana en 1998 que le abrió el espacio para la alternación Uribe-Santos,
todo ello con el comodín de la izquierda legal. Ahora preparan el
"nuevo" con el comodín de las FARC reinsertadas.
5.
Asamblea
Nacional Constituyente o Proceso Constituyente
La crisis del Estado colombiano
es profunda, sistémica, estructural. La gran burguesía y el imperio lo saben.
Las finanzas públicas están en quiebra y la olla está raspada. Uribe también lo
sabe pero necesita tensar la cuerda al máximo para negociar su propia
impunidad. Es una lucha de vida o muerte, de sobrevivencia, y por eso la toma
en serio. Si no logra negociar “por arriba”, su apuesta es recuperar el
gobierno y no le importa regresar a la guerra. Su lucha tiene que presentarla
como un “sacrificio por la patria” para que algunos militares despistados,
muchos mafiosos que se apropiaron ilegalmente de tierras campesinas, uno que
otro terrateniente y empresario realmente asustado por la “amenaza
castro-chavista”, lo apoyen para engañar a millones de colombianos que tienen
una fuerte tradición conservadora y clerical o que fueron –en verdad–
fuertemente agredidos por la guerrilla en su época de “fiebre insurreccional”
en medio de la guerra degradada.
Sin embargo, hoy no existe la
fuerza social o política organizada que represente nítidamente los intereses
populares que sea capaz de aprovechar la polarización entre dos sectores de las
clases dominantes para derrotarlas políticamente y acceder al poder. Pero,
igualmente, la lucha por la terminación del conflicto apoyándose en el sector “progresista”
de la gran burguesía para derrotar al sector “guerrerista”, ha empezado a
perder base teórica, política y social. La militancia social más consecuente
está empezando a buscar una salida y pretende encontrarla en la convocatoria de
una Asamblea Nacional Constituyente. Por ello el llamado a la movilización
social.
Y en verdad, sólo podemos confiar en nuestras propias fuerzas. Pero
no podemos caer en ilusiones. Una Constituyente convocada de inmediato bajo las
reglas de la democracia representativa sólo les serviría a las clases
dominantes para legitimar su “nuevo” Frente Nacional. La correlación de fuerzas
no nos da. Lo comprobó el Plebiscito. Hay que diseñar otra estrategia. Tensionar
al movimiento social para “salvar” el proceso de paz es la tarea urgente y del
momento. Iniciar un Proceso Constituyente de nuevo tipo, impulsando la
creación de Cabildos Ciudadanos permanentes en todos los municipios, acumular
fuerza unitaria para ganar el gobierno en 2018 apoyándonos en la “burguesía
emergente decente”, y acumular fuerza para construir la República Social, es la
tarea pensada a mediano plazo pero empezando YA.
Así podremos derrotar la
polarización entre los dos sectores de las clases dominantes (Santos-Uribe) que
se ha venido expresando como confrontación pero que fácilmente se puede
convertir en acuerdo (frente nacional). Ha llegado el momento de la Unidad
Popular. ¡Hay que construirla!
Excelente análisis y conclusiones. Es necesario difundirlo ampliamente y obtener opiniones y comentarios. Estoy totalmente de acuerdo; antes de ayer había expresado la opinión que copio a continuación: Ha llegado el momento de la unidad de toda la izquierda y de todos los verdaderos demócratas en un sólido y gran movimiento político que tenga como punto de unión la defensa de la integridad del Acuerdo de Paz y que tenga como plataforma de acción política el contenido de ese Acuerdo. La juventud en todos los lugares del territorio nacional debería organizar la vinculación a ese movimiento y realizar los trámites necesarios para obtener la personería jurídica y participar en los procesos electorales del 2018 con el fin de obtener la mayoría de las curules del Congreso de la República y desde allí promover la convocatoria de la Asamblea Constituyente, con la cual se pueda crear una nueva Constitución Política verdaderamente democrática. Atento saludo y felicitaciones.
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