¿EL URIBISMO PLANEA UN “AUTO-GOLPE DE ESTADO”?
Popayán, 1 de octubre
de 2010
En Colombia todo apunta a que el
gobierno de Duque y el uribismo no tienen otro camino que crear un caos
artificial para intentar dar un golpe de Estado desde el mismo gobierno. Ya el senador
Iván Cepeda denunció que el gobierno “se
estaría planteando la posibilidad de recurrir a la figura de estado de
excepción para afectar la independencia judicial, limitar la protesta social e
intentar amordazar la oposición política”. Y tiene toda la razón, hay que
alertar.
¿Por qué el gobierno y el
uribismo se ven obligados a dar un “auto-golpe de Estado”?
Venimos planteando que Uribe
necesitaba apoderarse del gobierno para desde ese nivel del Estado destruir el
proceso de paz, desmantelar la JEP, y tratar de apoderarse de las Cortes
Judiciales, ya fuera mediante la cooptación de los magistrados o creando una “Corte
Única” bajo su control. Todo para garantizar
su impunidad e impedir un juicio justo y transparente.
En realidad Uribe impuso a Duque
pero sus planes desestabilizadores no se han concretado. No ha logrado destruir
totalmente el proceso de paz aunque lo ha puesto en grave riesgo con la colaboración
de algunos comandantes farianos que de forma irresponsable le hacen el juego al
regresarse al monte después de haber dado “papaya” en la legalidad (cayeron en trampas
montadas por la CIA y por la Fiscalía en las que algunos jefes guerrilleros mostraron
graves falencias).
Tampoco ha podido destruir la JEP.
Al contrario, la dinámica de ese organismo en la búsqueda de la verdad se ha
fortalecido. Se ha presentado una importante rectificación
de los dirigentes de las Farc (encabezados por Timochenko), que han
empezado a reconocer los “errores” cometidos durante el conflicto y aceptar que
se presentaron verdaderos crímenes de lesa humanidad que fueron uno de los factores
que contribuyeron a descomponer sus filas, deslegitimar la acción armada y
desprestigiar su lucha política ante el grueso de la población colombiana.
Y tampoco ha podido impulsar la “Constituyente”
para reformar la justicia, dado que la Corte Suprema no cayó en la trampa de
abrogarse ese juicio después de que Uribe renunció a su curul en el Senado. Esa
institución judicial procedió a trasladar a la justicia ordinaria (Fiscalía) la
mayor parte de las investigaciones y casos jurídicos que comprometen a Uribe
con el paramilitarismo, dejando al uribismo sin argumentos para atacar de
frente y deslegitimar el poder judicial.
No obstante, Uribe sabe que el
caudal y la contundencia de las pruebas que tiene la justicia en su contra es
muy grande y que le quedará muy difícil a los jueces hacerse los de la vista
gorda. Pero lo que más les preocupa es la posibilidad de perder las elecciones
en 2022, dado que de todas formas el poder ejecutivo es en Colombia una
herramienta muy poderosa para garantizarse la impunidad y contar con aliados cómplices
como las agencias de inteligencia de los EE.UU.
Los uribistas son conscientes que
este gobierno no puede presentarle resultados positivos al pueblo colombiano, y
que, por el contrario, el acumulado de errores, falencias, alevosías,
atropellos, abusos y verdaderos crímenes que se han cometido durante este período
de gobierno, le han generado un enorme desprestigio. Además, que la protesta
social –contenida por la pandemia y el confinamiento– no solo va a crecer sino
que pondrá en grave riesgo la continuidad de su gestión. Saben que entramos en un “momento límite y crítico”.
Es por esa razón que el gobierno
se ha trazado una estrategia maquiavélica y artera para manipular la protesta
social, infiltrarla con cuerpos policiales especializados en la provocación (como
ya lo hizo en el pasado durante el Paro Nacional de noviembre de 2019), y generar
violencia de todo tipo (o apariencia de violencia) para crear rechazo entre el
grueso de la población (vandalismo, asonadas, destrucción de bienes públicos,
saqueos indiscriminados, muerte y terror, real o ficticia).
Uribe y Duque desean fervientemente
que en Colombia la oposición y los movimientos sociales levanten la consigna de
la renuncia de Duque. Quieren que las izquierdas y los demócratas se lancen en
forma aventurera a fragmentar la débil democracia que existe en este país. Saben
de antemano que la protesta callejera se puede infiltrar y manipular y desean que
los demócratas nos desesperemos al nivel de romper con la institucionalidad
vigente.
Los uribistas saben que en las
próximas elecciones serán derrotados por una gran coalición de “centro-izquierda”
alejada de extremismos insulsos que ya se viene configurando en la mente de
amplios sectores políticos. Por ello, se requiere de un consciente refrenamiento y un
control democrático estricto y disciplinado, que rechace la aventura
golpista que impulsan ciertos sectores afanados que le hacen el juego a la
derecha golpista de Duque-Uribe.
El cuadro se completa cuando Iván Márquez
y Jesús Santrich piden la renuncia de Duque armados hasta los dientes. Petro
llama a la desobediencia civil y la Minga Social y Comunitaria asume esa
consigna para la protesta que se va a lanzar desde el próximo 10 de octubre.
Tenemos sectores dentro del movimiento social que quieren hacer un juicio a
Duque para luego exigirle su renuncia.
Esa actitud parece lógica ante un
gobierno inepto, débil, corrupto y criminal, pero en realidad no existen las
fuerzas unidas y organizadas para llevarlo a un fin constructivo y creativo.
Las fuerzas de la muerte serían las beneficiarias de esa orgía de violencia.
Paralelamente, el Ministro de Defensa
desde hace unos días ha perfeccionado su discurso en donde plantea que todas
esas protestas son dirigidas o manipuladas por el ELN y las disidencias de las
FARC, y que todo ello es un plan desestabilizador que tiene cómplices y agentes
dentro de la Corte Suprema de Justicia y que cuenta con la dirección de políticos
“incendiarios” que quieren provocar el caos.
Están armando el entramado golpista; tienen cuerpos de policía
especializados en generar el caos y hacer saqueos y asonadas. El uribismo sabe
que poco a poco se ha ido aislando y sólo espera dar el zarpazo. No olvidemos, que
lo ocurrido el 9 de septiembre fue un complot septembrino provocado por la
misma policía tanto desde las filas de los manifestantes como desde los cuerpos
de la fuerza pública. Manipulan todo, desde el infantil afán de figurar de
supuestos comandantes del ELN hasta la senil demencia de los viejos comandantes
de las Farc.
No podemos hacerles el juego. Debemos
llamar y apoyar la protesta masiva y pacífica, pero dirigida y conducida con
paciencia estratégica y con grandeza democrática. Hay que rechazar totalmente
el Desespero Cortoplacista e idear
una verdadera Desobediencia Civil de largo aliento, colocando la reconciliación
y la paz como principal objetivo de nuestro sufrido pueblo.
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