Revivir sin temores ni complejos
la utopía transformadora
Popayán, 7 de
noviembre de 2016
Las revoluciones burguesas en
Europa se desarrollaron a lo largo de 4 siglos (si incluimos la Guerra de
Independencia de Flandes o Guerra de los 80 años que se inició en 1568).
Durante todo ese proceso la burguesía se fue constituyendo en un sujeto social
que se identificaba poco a poco e impulsaba sus intereses económicos, políticos
y culturales.
Las revoluciones proletarias
propiamente dichas se inician en 1871 con la Comuna de París. Recién llevamos
140 años de forcejeos, en donde el proletariado ha ido transformándose y en
donde sus luchas se han visto entorpecidas por los intereses
"nacionales" de sectores de la burguesía que han desviado las luchas
anti-capitalistas hacia procesos nacionalistas que terminan fracasando.
Basándose en esas derrotas,
muchos pensadores pro-capitalistas intentan elaborar ideas y teorías
derrotistas sobre la imposibilidad de acabar con el sistema de explotación
capitalista, igual que hacían los defensores del feudalismo, de las monarquías
y de las formas de dominación colonial que trataban de desalentar a los
dirigentes burgueses sobre la inutilidad de sus esfuerzos revolucionarios.
La verdad es que en el proceso de
transformación de un modo de producción a otro (del feudalismo al capitalismo,
y del capitalismo a una sociedad post-capitalista) no sólo "juega" la
revolución social y política. Influyen más o menos los siguientes procesos que
podemos definir así: 1. La relación del ser humano con la naturaleza; 2. Los
cambios tecnológicos; 3. La evolución de las relaciones sociales; 4. La
organización del proceso productivo y los cambios en el trabajo; 5. la
representación mental del mundo (cultura); 6. Las revoluciones políticas que
determinan la forma del Estado que regula a la sociedad para poder "vivir
juntos".
Hoy están confluyendo
paulatinamente esos procesos hacia la posibilidad real no sólo de superar el
sistema capitalista sino de liquidar la "economía crematística" que
apareció con la propiedad privada hace más de 2.500 años. Por ello se habla de
"salto civilizatorio". La naturaleza clama por el cambio; la
tecnología ofrece las posibilidades pero debe ser arrebatada al monopolio del
capital; aparecen por todas partes formas de relaciones sociales colaborativas;
los procesos productivos y el trabajo amplía cada vez más su carácter social y
las fuerzas productivas existentes garantizan el bienestar de la totalidad de
la población mundial; la humanidad se va reconociendo por encima de divisiones
nacionales, étnicas o culturales; y el deterioro creciente de la democracia
representativa (burguesa) genera enormes crisis políticas que obligan al gran
capital a impulsar formas de gobiernos autoritarios y autocráticos que son la
antesala de nuevas revoluciones políticas.
No será un proceso fácil. Los
fenómenos que estamos viviendo como la descomposición política de la elite
imperial de los EE.UU. y de Europa; los conflictos que se originan en la
decadencia del mundo occidental y la aparición de una realidad multipolar con
el surgimiento de nuevas potencias económicas y militares (China, Rusia,
India); las crisis económicas recurrentes y cada vez más profundas; la
criminalización de la economía y las guerras coloniales de nuevo tipo que son
la base de la nueva acumulación de capital por despojo y saqueo de recursos
naturales; y muchos otros fenómenos similares (migraciones incontroladas,
desequilibrio ambiental, crecimiento del fanatismo religioso y racial, etc.)
son sólo manifestaciones de un capitalismo moribundo que busca sobrevivir
reviviendo formas de explotación con formas de servidumbre y esclavismo
moderno.
Lo que está haciendo falta es
revivir sin temores ni complejos la utopía transformadora sobre la base de no
intentar "decretar" la muerte del capitalismo sino de avanzar en
paralelo, construir "lo nuevo" para que vaya reemplazando "lo viejo",
que "lo colaborativo" y asociativo vaya socavando al monopolio
privado, que lo verdaderamente democrático se vaya imponiendo sobre lo
autoritario y antidemocrático; que el orden y el control corporativo vaya
siendo desplazado por un nuevo orden basado en la libertad y la conciencia
social; que la salvaje competencia capitalista vaya siendo derrotada por una
emulación de nuevo tipo basada en la creatividad y el desarrollo de nuevas
moralidades eco-humanas.
Para hacerlo bien, la juventud
debe alimentarse de conocimientos y experiencias y revisar todo, evaluar con
rigor lo existente y crear sus propias visiones, sin fanatismos ni nuevas
religiones, sin ídolos ni caudillismos innecesarios, con nuevas formas de
organización que correspondan con las nuevas realidades que vivimos. Sin
fantasmas que asusten y sin ilusionismos que paralicen. Otra vez estamos frente
a un mundo por ganar.
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