Por qué votaré por la Colombia
Humana…
¡GUSTAVO PETRO LOS TIENE ASUSTADOS!
Popayán, 16 de mayo
de 2018
Vergüenza siente uno al leer los
argumentos de Antonio Caballero sobre por qué no votará por Petro. Son razones
de tan poco peso que causan pena en cuerpo ajeno. Le brotó su elitismo
bogotano, su racismo clasista y el miedo al pueblo. El señorito burgués mostró
el cobre.
Lo que ocultan esos intelectuales
es que la historia demuestra que los pueblos son los que hacen y moldean a sus
líderes. Y además, aquellas comunidades que han perdido hasta la esperanza son
las que construyen mesías o salvadores supremos en una especie de trance político-religioso
que se torna en una fuerza imparable. Ha sucedido en todo el mundo y en épocas
diversas.
En diversos grados fue lo que
hicieron los pueblos en América Latina cuando llevaron a la presidencia a un
Chávez, un Correa, un Evo o un Lula. Y en Colombia, en un proceso de signo
negativo eligieron a un gobernante con ciertas similitudes pero derechista:
Álvaro Uribe Vélez.
Ese fenómeno se había expresado
en América Latina en los años 40s del siglo pasado (XX) con Perón (Argentina),
Vargas (Brasil), Cárdenas (México), Pérez Jiménez (Venezuela) y otros. En
Colombia, con Gaitán y después de su asesinato, Rojas Pinilla quien recogió parte
de su legado.
En la actualidad, Gustavo Petro
es un líder con esas características. Todo indica que su sueño es emular y
superar a esos dirigentes históricos. Pero, si quiere permanecer en el gobierno
los 4 años de su período y construir un proyecto político de mediano plazo –de
ser elegido en 2018– tendrá que hacer todo lo contrario a lo que hicieron los
gobernantes progresistas de los países vecinos.
Lo alentador es que él parece
saberlo. Todas las señas que envía –en discursos, debates y entrevistas–
indican que es muy consciente de los
riesgos que enfrenta. Sufrió los rigores de una obtusa y fanática oposición que
estuvo a punto de sacarlo de la alcaldía de Bogotá y de inhabilitarlo
políticamente de por vida. Lo más seguro es que ha aprendido. Y el pueblo
también.
Pero, lo más interesante del
momento que vive Colombia es que por encima de cálculos políticos, de
trapisondas oligárquicas, de miedos inculcados, de amenazas siniestras y de
temores ciertos, nuestro pueblo está dispuesto a empujar en esa dirección
porque no hay otra salida.
Hay consenso en que Colombia
necesita de un proyecto político transformador de mediano y largo plazo para
superar la falsa democracia existente y aminorar la enorme desigualdad que es
la causa principal de todos los demás conflictos.
Lo paradójico es que las castas
dominantes tratan de asustar con que Petro generará un “trauma institucional” o
“un salto al vacío” cuando, precisamente, el entusiasmo que despierta es porque
las mayorías quieren una verdadera ruptura histórica, un cambio sustancial, que
haga posible la construcción de verdadera democracia.
Los otros candidatos han
demostrado que no son capaces de iniciar un verdadero proceso de cambio en
Colombia. Se necesita un talante especial para intentarlo. La gente se dio
cuenta de ello y no van a perder la oportunidad de concretar esa aspiración. Es
decir, ya no es un problema solo de Petro sino de millones de personas; es una
situación realmente nueva y estimulante.
Hasta hace pocos meses todo
indicaba que el miedo a las Farc impedía que como sociedad nos atreviéramos a
encargarle a un líder de izquierda la tarea de continuar el proceso de paz y de
iniciar la transformación de nuestro país derrotando a las castas políticas
ineptas y corruptas.
Varios factores han contribuido
para que los frenos que tenía gran parte del pueblo se hayan soltado en forma
inusitada. Está en marcha una oleada de indignación y, a la vez de optimismo,
que es el factor determinante en esta campaña electoral. Es un hecho, ¡la gente
está lanzada!
Por un lado, la debilidad de las
Farc ha quedado tan expuesta que hasta generan lástima. Hoy nadie cree que puedan
ser una amenaza cierta; sin necesidad alguna, el gobierno, el Fiscal y la DEA,
se concertaron y cebaron hasta llevar a sus dirigentes a la humillación
victimizante. Les quitaron la sábana blanca del fantasma y el velo de la
desinformación se hizo humo.
Igual, la incapacidad de los
candidatos tradicionales es tan grande que los coloca en evidencia. Corrupción
a granel que no pueden esconder, poses y simulaciones de una torpeza infinita, alianzas
oportunistas y desesperadas, todo eso y mucho más, los han desnudado ante la
sociedad como nunca antes había sucedido. Hasta ellos mismos son conscientes de
su precariedad.
Pero también, el otro candidato
“alternativo” que parecía liderar la indignación tranquila y moderada, el que
se suponía iba a ser capaz de reconciliar a los colombianos pero, a la vez,
enfrentar la corrupción, en el momento justo de hacerlo se dejó tentar por el camino fácil de atacar a Petro por supuestamente representar el miedo y la
venganza. No superó su tibieza y se desinfló.
Además, en los debates Petro ha
demostrado ser el más capaz. Maneja bien todos los temas, improvisa sin
perder el hilo, no se deja encerrar de los medios, hace pedagogía y se arriesga
a plantear propuestas que muchos de los otros candidatos terminan por copiar.
Aunque copian mal.
Pero lo de mayor trascendencia es
que Petro y los dirigentes de organizaciones sociales que vienen agrupándose en
su entorno cuentan con unas condiciones excepcionales para avanzar por nuevos
caminos muy diferentes a los de los gobiernos progresistas de América Latina.
No se trata de que la tengan fácil sino que la misma dificultad los obliga a
tener que acertar.
Primero, no llegan a administrar
una bonanza económica lo que los obliga a buscar nuevas alternativas
productivas. Es lo que plantea con claridad y determinación el candidato Petro
frente a la dependencia de las economías extractivistas. Esa circunstancia crea
enormes condiciones para construir una amplia base política y social entre los
pequeños y medianos productores (rurales y urbanos) que existen en Colombia y
que son un potencial enorme hacia el futuro.
Esa tarea exige y propicia una
alianza con el enorme número de “profesionales precariados” que necesitan de
una nueva economía, moderna, globalizada, industrializada y con alto nivel
tecnológico. Educación, salud e infraestructura tendrán una nueva ligazón y un
motor integrador no dependiente del Estado que fue lo que le faltó a los
procesos de cambio de los países vecinos.
Segundo, al no contar con una
mayoría parlamentaria en el congreso nacional tendrán que buscar –con pausa y
buen pulso– apoyo en la opinión pública, entre las organizaciones ciudadanas y
populares y en las regiones. Y la verdad, no va a ser tan difícil ante el
desprestigio que ha acumulado la clase política tradicional. Además, de esa
forma es como se puede construir el bloque político histórico que se requiere
para empujar hacia adelante.
Lo anterior puede ser un buen
antídoto para evitar que los dirigentes de la Colombia Humana se involucren
exclusivamente en la gestión burocrática del “Estado heredado” y dediquen sus principales
esfuerzos a fortalecer el movimiento social y nuevas formas de organización
ciudadana, entendiendo que ese es el verdadero soporte y puntal de los cambios
hacia el futuro.
Y tercero, Petro tiene que
gobernar apoyándose en la institucionalidad existente, en el ejército, en la
burocracia, en las fuerzas económicas y en una sociedad que quiere reconstruir
la nación en paz. No están las condiciones para aventuras de corto plazo y ello
los obligará a gobernar con mucho tacto y paciencia, con visión estratégica y
mirada de mediano plazo.
Se podría decir que de salir
elegido en primera o segunda vuelta, Petro gobernará con el contenido del
programa de la Colombia Humana pero con las formas moderadas de Fajardo. ¡Y eso
es muy bueno!
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