LAS FARC REINSERTADAS ENTRE “LOS NUEVOS TRABAJADORES” Y LA BURGUESÍA MEDIA
EMERGENTE DE ORIGEN INDO-AFRO-MESTIZO
Bogotá, 6 de octubre
de 2015
Definitivamente las FARC han dado
el paso decisivo hacia la terminación del conflicto armado. Su proceso de
reinserción a la sociedad civil no va a ser fácil. Se encontrarán –sobre todo en
las ciudades– con una nueva realidad.
En lo inmediato, seguramente seguirán
atados a la problemática agraria, campesina y rural. Fue la que les dio vida.
Allí tienen sus bases organizadas y con ellas tratarán de concretar algunos de
los puntos negociados en La Habana.
Sin embargo, la dinámica de la
lucha política, si efectivamente quieren convertir su potencia simbólica en
fuerza transformadora (en parte “derrotada”, en parte “expectante”, pero latentemente
real), deberá llevarlos en forma inmediata a enfrentar la realidad de las ciudades.
En esos grandes centros urbanos,
que aglutinan a la mayoría de la población colombiana (75%), ya no encontrarán
la situación que se vivía en el siglo pasado (XX). Allí las fuerzas sociales que
pueden apoyar las transformaciones por las que luchaban las FARC con las armas
en la mano, ya no son las mismas.
Los trabajadores han cambiado. El
proletariado industrial ha sido reducido a un mínimo y ya no es la principal fuerza
revolucionaria. Son ahora muy pocos. Por un lado, debido al proceso de
desindustrialización del país. Por otro, por el impacto de los avances
tecnológicos aplicados durante la fase de post-fordismo. Además, están más o
menos cómodos, son los trabajadores mejor pagados, con algo de estabilidad
laboral y condiciones de “trabajo decente” y formalizado.
La inmensa mayoría de los
trabajadores pertenecen al sector de los servicios y el comercio. Algunos de
ellos están al servicio del Estado y son también, relativamente privilegiados.
El resto de trabajadores, sobreviven en medio de la más absoluta precariedad laboral,
con contratos temporales, de prestación de servicios, contratados por medio de
cooperativas de trabajo asociado, o tienen pequeños emprendimientos que están subordinados
al gran capital que de infinidad de formas se le apropian de sus esfuerzos y
ganancias.
A su lado sobreviven millones de personas
en la más terrible informalidad. Es el desempleo disfrazado de “informal”, de “subempleo”
y de “economía popular”. Multiplicidad de actividades se presentan como formas
de empleo en las estadísticas oficiales para inflar las cifras que
artificialmente nos indican que el índice de desempleo está por debajo del 10%.
Pero en la práctica, son sólo formas de sobrevivencia que desnudan la pobreza y
miseria en que viven millones de personas, entre las cuales sobresalen los desplazados
de la violencia.
Sin embargo, al lado de esta realidad,
en medio de ella, han aparecido dos clases sociales que están por ser
estudiadas con mayor detenimiento pero que se observan a simple vista. Una, la “Nueva
Clase Trabajadora” o “profesionales precariados”. La otra, la “Burguesía Media
Emergente de origen indo-afro-mestizo”[1].
Estas dos clases sociales son las
que se muestran más dinámicas en todo sentido. Los profesionales precariados,
la mayoría asalariados, son el sector más preparado intelectualmente de los
trabajadores. Muchos de ellos tienen también emprendimientos y se pueden
confundir con la “burguesía emergente” pero la diferencia es que su principal “activo”
es el trabajo intelectual (cognitivo). No cuentan con capital y la gran mayoría
de ellos combinan muchas formas de trabajo asalariado para sobrevivir como “empresarios”.
Muchos, los más jóvenes y viejos, sufren el desempleo. Quieren incursionar en
la política, lo intentaron con la “ola verde” pero, todavía no construyen su propio
programa y estrategia.
La burguesía emergente de origen
indo-afro-mestizo no es homogénea. Ha surgido en varias oleadas, canalizando
recursos de economías legales e ilegales, y de diversas bonanzas (coquera,
marimbera, cafetera, minera, etc.). Muchos también son desplazados por la
violencia. Recursos monetarios provenientes del narcotráfico y de la minería
ilegal, como los que canalizaban las “pirámides parafinancieras” (DMG y DRFE),
son parte de la base económica de sus negocios. Incursiona en todo tipo de actividades.
Se ha imbricado incluso en el sector financiero pero su nicho principal es el
comercio y los servicios.
Esa burguesía emergente compite
por la ganancia con la gran burguesía transnacionalizada pero no es revolucionaria
ni nacionalista. Se acomoda, se camufla, participa y pelea por burocracia y
contratación estatal, se alía con mafias y paramilitares reinsertados que han
dinamizado las economías de barrios populares en donde aparecen las famosas “placitas
campesinas”, cadenas de restaurantes, bares y cantidad de nuevos negocios.
Claro, a su lado, la economía criminal, la extorsión, el “gota a gota”, el
micro-tráfico de drogas ilícitas, la prostitución, hacen su agosto. Políticamente
está más cercana al “uribismo” pero su origen, sus intereses y su corta vida, la
hacen esencialmente oportunista y acomodaticia.
Estas nuevas realidades sociales
son las que encontrarán las FARC. Un amigo dice: “Las FARC después de tanta
muerte han sido ganadas para la vida y la alegría. Eso de por si significa –sin
calcularlo a primera vista–, una gran revolución por la igualdad. Porque las
armas profundizaron la inequidad y contribuyeron al imperio de la injusticia”[2].
Y remata haciendo un particular “análisis
DOFA” aplicado a las FARC que sirve para toda la sociedad colombiana: “La debilidad más grande frente al
humanismo es la guerra; la fortaleza
será la paz; la amenaza será la
venganza; y la oportunidad será el
amor”[3].
Las FARC tienen una oportunidad
de oro al pasar a la vida política legal, civilista y pacífica. Deberán
revolucionar también a las fuerzas democráticas y a la izquierda, sacudirlas de
una forma suave y elegante para involucrarse conjunta y colectivamente en una
revolución ética y tranquila, que rescate y recree –de una forma nueva–, el
famoso llamado de Jorge Eliécer Gaitán: “¡Por la restauración moral de la República!”.
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