La prueba de fuego para el zapatismo chiapaneco
Popayán, 5 de enero de 2019
“Si
todavía no tienes la suficiente fuerza,
no te esfuerces en
aparentar tenerla.
Si tienes la fuerza,
guárdala y
concéntrala,
para los momentos
claves.
No te desgastes, no
disipes tu fuerza”.
Grandes paradojas nos trae el momento actual; todo está patas arriba. Pareciera ser que el “nuevo”
globalismo que encabeza AMLO en México o el “nuevo progresismo” con visos
nacional-indígenas (mexica-purépechas), con sus mega-proyectos que atraviesan los
territorios del sur-oriente del país (Tren Maya y otros), se va a convertir en
el nuevo reto para los “neo-zapatistas” y su proyecto autonomista con prácticas anti-capitalistas.
El momento
actual se caracteriza por la irrupción de una contradicción imprevista que
hasta ahora no ha sido entendida (asimilada teóricamente) por los pueblos
oprimidos y por los trabajadores. Es la confrontación entre una oligarquía
globalista neoliberal y algunos capitalistas “neo-nacionalistas” que pretenden
canalizar hacia posiciones conservadoras (neo-proto-fascistas) la inconformidad
de amplios sectores sociales frente a algunas consecuencias económico-sociales del
modelo neoliberal, el derrumbe gradual del sistema capitalista y la crisis de
la civilización crematística, patriarcal y teocrática.
El “nuevo
progresismo” de AMLO en México, realmente no se diferencia en gran medida de
los “progresismos desarrollistas” de Chávez, Lula, Correa, Evo y demás, pero
cuenta con una particularidad coyuntural que lo puede convertir en una
herramienta “globalista” más efectiva que la de sus pares sudamericanos. Esa
particularidad consiste en que cuenta con la suficiente fuerza política en el
ejecutivo y legislativo federal y, en muchos de los Estados regionales
(gobernaciones), para impulsar sus políticas sin mayor oposición.
Las
semejanzas son evidentes: 1. Su acción es eminentemente estatal (institucional
o “por arriba”); 2. Representa una alianza de clases en donde la base popular
está desorganizada y la fuerza capitalista-colonial está unificada; 3. Para
ganar tiempo y aliados se proponen mega-obras con gran inversión de capital
transnacional; 4. Se responde y gana a los “pobres” con subsidios para ampliar la
cobertura en servicios públicos (salud, educación, otros) sin tocar la estructura-lógica
del gran capital; 5. Se otorgan algunos incentivos a los pequeños productores
sin impulsar un proceso de apropiación social de toda la cadena
productiva.
En realidad,
son proyectos globalistas del gran capital, expansivos, colonizadores, desterritorializadores,
invasores, destructores de ecosistemas y de sociedades no totalmente
controladas. Son herramientas de captura, expropiadores de riqueza,
integradores de regiones periféricas a la dinámica central-capitalista a nombre
del progreso y el desarrollo. No importa que se postulen como gran objetivo del
“pueblo”, la “nación”, el “socialismo”; el resultado es el mismo. Como ocurre en
todo el mundo, en Brasil, Sudáfrica, Rusia, China o Indonesia.
El “nuevo
progresismo” de AMLO cuenta con el apoyo tanto de la oligarquía financiera
global como de los capitalistas “neo-nacionalistas”, que en México no tienen
mayor expresión política, mucho más cuando el presidente López Obrador
hábilmente ha logrado integrar a su proyecto a sectores de las iglesias
cristianas y a sectores reciclados de la “vieja política”. La débil oposición
está compuesta por cúpulas politiqueras de los viejos partidos (Pri-Prd-Pan)
que representan a la burguesía burocrática que vive del Estado y sus contratos.
Las
comunidades indígenas mexicanas que han sido –en gran medida– lideradas por los
zapatistas chiapanecos, ya se pronunciaron contra el gobierno de AMLO y su
proyecto del Tren Maya (goo.gl/CNZ2AS). No obstante, el reto que tienen por
delante es mucho mayor que el que han enfrentado hasta ahora. Gran parte de los
movimientos anti-sistémicos, ambientalistas, anti y post capitalistas, van a
estar pendientes de su respuesta política (táctica y estratégica) que los podrá
colocar –si aciertan– al frente de la verdadera lucha anti-sistémica y revolucionaria
de los pueblos y trabajadores del mundo entero, por preservar la naturaleza, contrarrestar
la arrasadora globalización neoliberal y enfrentar los “neo-nacionalismos”
conservadores, patriarcales, racistas y xenófobos, en un nuevo escenario
civilizatorio.
La ventaja
que tienen los indígenas y el pueblo mexicano es que existen numerosas “bolsas
de resistencia” a lo largo y ancho del país, que se apoyan en la tradición
municipalista y de resistencia “desde abajo”. Pero les falta mayor articulación
y coordinación que solo podrá desarrollarse si desvelan y desenmascaran la “trampa
progresista-desarrollista”, aprendiendo de lo ocurrido en los países de
Sudamérica sin aislarse de las mayorías que hoy están deslumbradas por el
carisma y el discurso de AMLO. Es la esencia del reto.
Es evidente
que los falsos “ambientalismos” y “multiculturalismos” construidos por la
oligarquía financiera global, que fueron asimilados e implementados acríticamente por los proyectos “progresistas-desarrollistas”
de Lula-Rousseff, Chávez, Correa, Evo-García Linera, siguiendo el camino no
de la NEP[1]
(leninista) como afirman algunos analistas, sino el “desarrollismo forzado” de
la pos-NEP (stalinista), le han preparado el camino arrasador y destructor a continuadores
como Bolsonaro, Maduro, Lenin Moreno, y los que seguramente heredarán a Evo. La
selva amazónica es su más grande botín, pero “van por todo”.
Lo grave en
el caso indígena chiapaneco es que los “neo-zapatistas” se aíslen del conjunto
de la población mexicana y global. A la oligarquía financiera global le
convendría una aislada y suicida respuesta armada que sería fácilmente
contrarrestada con la estrategia narco-paramilitar que han perfeccionado en
Colombia. Tampoco les conviene dejarse llevar a una “consulta” como la que AMLO
diseñó para el nuevo aeropuerto (NAICM), que fue improvisada, apurada, y
minoritaria, mientras los pueblos indígenas no tengan o hayan construido una
propuesta propia y en alianza con otros sectores sociales mexicanos.
Me atrevo a
plantear una salida en forma de pregunta: ¿Los pueblos indígenas y no indígenas
del sur-oriente de México pueden construir y ser elemento fundamental del Tren
Maya, diseñarlo y operarlo con su propia dinámica y concepción del mundo, en su
beneficio y mayor integración, sin que se convierta en instrumento de
desterritorialización y destrucción de las comunidades, los pueblos y de su
entorno ecológico? ¿AMLO estaría dispuesto a discutir una propuesta en donde
los pueblos del sur-oriente de México no sean solo espectadores y “usuarios”
(supuestos beneficiarios) del proyecto sino sus verdaderos dueños, gestores y
administradores?
La sola
pregunta puede ser una estrategia para ganar tiempo y conectarse con el
conjunto del pueblo mexicano, para identificar intereses y posibles aliados,
para tantear el panorama y descubrir auténticos enemigos y falsos amigos,
desentrañar la esencia de la política del “nuevo progresismo desarrollista” de
AMLO, poder trazarse una política de amplia cobertura sin dejar de construir
sus caracoles,
gobiernos autónomos y formas de vida verdaderamente alternativa.
Es solo una
posibilidad. Hay otras seguramente, pero hay que cuidarse del triunfalismo y el
aventurerismo. Es un gran reto y desafío que se veía venir y hay que estar atentos.
[1] NEP: Nueva Política Económica
diseñada por Lenin en Rusia (1921) para construir el socialismo en forma
gradual apoyándose en los campesinos productores pobres y medios y su
colectivización voluntaria, sin forzar la industrialización para consolidar la
unidad entre obreros y campesinos. Fue saboteada desde un principio y en 1927
fue reemplazada por la política de industrialización acelerada y la colectivización
forzada (planes quinquenales).
¿Qué dijo ese Sr. Guillén autodenominado Marcos o Galeano del robo al pueblo encabezado por Salinas, Fox Calderón y Peña? Esa capucha le queda cada vez más ridícula para ocultar sus mentiras. Sl2 Fernando.
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