ELN: UN GRUPO ARMADO
DESCONECTADO DEL MOVIMIENTO SOCIAL
Popayán, 21 de enero de 2019
Las expectativas del 17E
La juventud
colombiana se preparaba el pasado jueves 17 de enero para encabezar importantes
acciones ciudadanas. Una, consistía en hacer visible, denunciar y enfrentar al
grupo armado legal denominado ESMAD (escuadrones móviles antidisturbios), que
al final del año pasado (2018) había dejado una estela de violencia en los
estudiantes universitarios que reclaman mayor presupuesto para la educación
pública. En días anteriores habían realizado numerosas asambleas para definir
la continuidad o no del paro y tenían preparadas grandes marchas para ese día, que
abrirían el año 2019 con organización y movilización.
La otra actividad
era un nuevo plantón nacional para exigir la renuncia del Fiscal General,
Néstor Humberto Martínez Neira, por sus vínculos con empresarios corruptos del
Grupo Aval, comprometido con el sonado caso de Odebrecht y, rechazar sus actuaciones
indelicadas e ilegales al frente de la Fiscalía que pretenden ocultar el
entramado de corrupción que lo compromete con el “cartel de la toga”, su
saboteo al funcionamiento de la JEP y otras conductas reprochables. El plantón
del 11 de enero mostró la formidable potencialidad de esa acción y se auguraba
una participación masiva (https://goo.gl/ECHqUc).
Además,
venía acumulándose la rabia e impotencia de amplios sectores y organizaciones
sociales e instituciones de derechos humanos de todo el país y del exterior,
con los asesinatos de líderes sociales que en los primeros días del año ascendían
a 11 dirigentes ultimados; o sea, uno por día, sumándose a cientos de líderes
sacrificados el año pasado. Ante la presión de la opinión pública el Fiscal
General reconoció la “sistematicidad activa” de grupos armados ilegales (https://goo.gl/HMwgkR), dejando ver la
incapacidad del Estado (o ¿falta de voluntad política?) para detener ese
desangre del movimiento social colombiano.
Es decir,
había grandes expectativas y posibilidades de acción ciudadana y juvenil el
17E.
El ELN le hace un mandado a la oligarquía
A las 9:32
de la mañana de ese jueves, el ELN activó una carga explosiva en la Escuela de
cadetes de la policía Francisco de Paula Santander en el sur de Bogotá. Causó
la muerte de 20 estudiantes y dejó más de 80 heridos, entre ellos varios niños
menores de 5 años que asistían a un acto de graduación. Supuestamente el
conductor del vehículo murió en el acto.
Inmediatamente
ocurrido el atentado terrorista, en medio de la confusión informativa y de la
tensión generada por ese hecho criminal que parecía una “operación de falsa
bandera” o un montaje, los dirigentes estudiantiles suspendieron la marcha contra
el ESMAD y los activistas virtuales se pusieron de acuerdo y aplazaron el
plantón nacional contra el Fiscal General. Era lo más razonable frente a esa situación
imprevista.
No
obstante, hubo gran vacilación y mucha indecisión para tomar esa resolución. Ese
atentado tenía todas las características de un “falso positivo”. La profusa información
de la Fiscalía sobre el conductor del vehículo utilizado y otros detalles del
atentado, generaba más dudas que certezas y todo apuntaba a que podría haber
sido ejecutado por fuerzas oscuras de la derecha para beneficiar a un Fiscal
acorralado, a un ESMAD desacreditado, a un presidente Duque desprestigiado y a un
ex-presidente Uribe que todavía no había podido hacer trizas el llamado proceso
de paz con las FARC. Todo era posible e imaginable en ese momento y eso generó
mucha incertidumbre.
Era
insólito e inexplicable que se hubiera escogido ese día (17E) y que su objetivo
fueran jóvenes estudiantes inermes que se preparaban para ser policías
(posiblemente miembros del ESMAD). Era evidente que un hecho de esa naturaleza colocaría
al Fiscal, Duque y Uribe como protagonistas de primer orden, y que los enemigos
del proceso de paz iban a aprovechar algo tan brutal y criminal para estimular
el odio y la venganza entre el pueblo colombiano. Era claro que su objetivo era
destruir los logros de carácter humanitario y democrático que han sido resultado
de la desmovilización de las FARC, así el cumplimiento de los acuerdos sea a
cuenta gotas y en medio de grandes dificultades. Todo lo avanzado estaba en
grave riesgo.
Finalmente,
hoy lunes (21.01.2019) la comandancia del ELN reconoció su autoría, justificando
el atentado terrorista como una acción de guerra y una retaliación por los
ataques que el Estado y sus fuerzas armadas les hicieron durante la tregua
declarada por ellos en las semanas de navidad y fin de año (https://goo.gl/bHkVW3). Frente a las
evidencias se puede afirmar que el ELN es la “guerrilla” más obtusa y criminal
del mundo. Hacen exactamente lo que le conviene a la oligarquía criminal. Son
el mejor ayudante de esa casta dominante.
Lo sucedido
ratifica una verdad que muchos simpatizantes de la insurgencia no logran
asimilar: En Colombia la acción armada fue instrumentalizada desde hace varias
décadas por el imperio y la oligarquía. Ellos no se dan cuenta porque el
fanatismo cuasi-religioso los ha llevado a aislarse del pueblo, y terminaron
siendo instrumento de sus enemigos.
Una fiesta que no le salió bien a la casta
dominante
Al
conocerse los detalles del atentado y el número de víctimas, el gobierno y las
fuerzas uribistas se prepararon para organizar una orgía guerrerista contra la
paz. Uribe deliraba por twitter contra
los acuerdos firmados por Santos. El Fiscal General mostraba los resultados
inmediatos de su investigación en medio de un frenesí que hacía sospechosa toda
información proveniente de su oficina. Duque se mostró cauto al principio, pero
ante el furor de sus socios de gobierno y las reacciones de las familias de los
jóvenes cadetes, fue radicalizando su posición llamando al país a la “unidad”
alrededor de “la defensa de sus instituciones”.
Uribe quiso
revivir el febrero de 2008. En esa fecha se movilizaron millones de personas
con la consigna de “No más FARC”. Para ese momento se había acumulado entre
amplios sectores de la población un sentimiento de rechazo –casi unánime–
frente a las acciones criminales de esa guerrilla, especialmente, la masacre de
los 11 diputados del departamento del Valle del Cauca y la forma inhumana como
trataban a los secuestrados políticos o extorsivos.
Duque, en
medio de la embriaguez “patriótica” y presionado por su jefe, lanzó una especie
de ultimátum al gobierno de Cuba para que capturara a los negociadores del ELN
que estaban en La Habana y reforzó la convocatoria a marchar masivamente el
domingo 20 de enero. Pero la fiesta y la orgía guerrerista no tuvo la
asistencia masiva que preveía la cúpula en el poder. La más grande concentración
fue la de Bogotá y la de Medellín, pero no representaron ni el 5% de lo que
lograron movilizar en el pasado.
Algunos dirigentes
de oposición, los autodenominados “tibios”, concurrieron a la convocatoria
gubernamental presionados por el supuesto “interés y unidad nacional”. Gustavo
Petro, más conectado con el sentir popular, mostró su solidaridad con las
familias de los cadetes masacrados, con la policía y la sociedad colombiana, pero
al no asistir demostró que no se deja presionar por quienes en realidad
celebran la muerte y la convierten en motivo de odio, venganza y guerra.
Todo apunta
a pensar que la sociedad colombiana ha evolucionado en los últimos años. Se
rechaza la violencia y se solidariza con las víctimas, pero se empieza a
identificar a los guerreristas y corruptos de la cúpula dominante que se
aprovecha de las acciones de los grupos armados descompuestos para mostrarse como
defensores de la “patria”, el orden y la seguridad, cuando en realidad lo único
que les interesa es mantener su corrupto poder.
Lo
observado el 20 de enero es un aliciente hacia el futuro porque muestra, en
forma todavía parcial pero creciente, que las reservas democráticas han avanzado
y que existe un gran potencial acumulado, especialmente entre la juventud, que
debe ser convertido en organización y movilización política consciente y
activa.
Hoy, fruto
de la evolución política de esa ciudadanía más consciente, claramente se han
ido configurando dos bloques políticos irreconciliables: quienes usan la guerra
para mantener su poder antidemocrático, corrupto y criminal y, quienes impulsan
la paz para construir democracia y crear condiciones para derrotar a la casta oligárquica
dominante. No hay la más mínima posibilidad de unidad entre esos bloques y, en
esas circunstancias, no hay que tenerle miedo a la polarización. Por el
contrario, hay que promoverla y desarrollarla a todo nivel.
Colombia y la región
El gobierno
de Duque-Uribe estaba esperando un hecho de ese tipo. Su envalentonamiento guerrerista
desnuda las intenciones de la casta dominante colombiana de involucrar en el
conflicto armado interno a gobiernos de países vecinos, entre ellos, a Venezuela.
Ya empezaron torpemente con Cuba, presionando a su gobierno a desconocer los
protocolos firmados por el Estado colombiano bajo el gobierno Santos y capturar
a los delegados del ELN que están en La Habana a la espera de continuar con las
negociaciones de paz.
Dicha
actitud hace parte del compromiso que han asumido con los sectores más
reaccionarios del gobierno de los EE.UU. y de América Latina. En el fondo, esas
acciones injerencistas con la OEA y el Grupo de Lima, son un intento por
ocultar las debilidades y falencias de un Estado y de un gobierno que pretende
dar lecciones de democracia, mientras no puede controlar su propio territorio,
invadido por cultivos de coca, marihuana y amapola, y controlado por economías
criminales (narcotráfico y minería ilegal) que son el verdadero combustible de
todos los grupos armados ilegales, que imponen su poder sobre muchas comunidades
rurales y zonas periféricas.
Se ha hecho
visible, con ocasión de este incidente, que el gobierno colombiano bajo la orientación
de Uribe, tiene la intención de escalar el conflicto armado interno para
ponerlo al servicio de la intervención imperial en la región, empezando por Venezuela.
Van a utilizar la presencia del ELN en zonas fronterizas como las de Arauca y
el Catatumbo, para agudizar las tensiones con el gobierno de Maduro, acusándolo
de apoyar o refugiar a integrantes de esa guerrilla.
La miopía política
del ELN no les permite a sus dirigentes entender el alcance de ese acto
terrorista que más que posicionarlos frente a la sociedad o a una posible
negociación, los convierte de hecho en motivo para sabotear y bloquear la
acción ciudadana o para ambientar tensiones internacionales que responden a intereses
geopolíticos de los EE.UU. y Europa.
Sin
embargo, la debilidad de la convocatoria uribista del 20 de enero de 2019 demuestra
que no la van a tener fácil. Para impedir los planes guerreristas de Uribe, la
lucha por la paz debe empezar por presionar al ELN para que rectifique y
renuncie a su acción armada aislada del pueblo, pero, también, debe cerrar
filas por darle continuidad a los acuerdos con las FARC. Igualmente, se debe levantar con toda claridad
y decisión la lucha por la no injerencia del gobierno colombiano en los asuntos
internos de países vecinos y el respeto al derecho de autodeterminación de las
naciones.
Además, se hace
necesario mantener y fortalecer la lucha por desenmascarar al gobierno de
Duque, seguir exigiendo la renuncia del Fiscal General, colocar la prioridad
sobre los intereses populares promoviendo acuerdos amplios entre las
organizaciones sociales para construir una nueva agenda del movimiento social
que oxigene las luchas que están en desarrollo.
Conclusión
Un hecho
tan grave como el sucedido ha puesto en tensión a las fuerzas de la sociedad.
Han sido días de máxima tensión y de nuevos alineamientos. Los estertores de la
nueva lucha por la paz y la democracia, no la que diseñó y
ejecutó Santos y la burguesía transnacional sino la que hoy impulsan las ciudadanías
libres apoyándose en sus líderes y dirigentes más esclarecidos y decididos, han
logrado desenmascarar a Duque, sacarlo de la zona de confort que quiso
construir, y han mostrado que la oligarquía criminal no tiene todas las de
ganar.
Este round no
ha terminado, recién empieza, y por ello se requiere clarificar el camino y
tensionar las fuerzas. Ha llegado la hora de impulsar una verdadera
organización popular, en donde las raíces y lazos sociales sean la base para
avanzar y la acción electoral esté subordinada a una estrategia de lucha por
verdaderas transformaciones de nuestro país, la región y el mundo.
Cosas ciertas plantea wn su articulo enntorno a la desconexiondel ELN del.movimiento.social.. coerto puede ser que lenhizo un mandado a la.oñigarquia sin que ese fuera el movil (le falta agrgar) pero dwsconocer que en colombia hay una guerra y que gustenos o no (a mi no) esa es una acvion de guerra y desconocer qye el fascismo entronozado esta sacando adelante la guerra desde antes de la posesion de duque es de una ingenuidad politica en las fronteras del claudilopismo. Ahora pretwnder que ante la.movilizacion socoal despoñitizada em su mayoria. Movida por la natural.indignacion que henera un.gobierno.mafios, las hordas del.fascismo.criollo van a empacar y a "abrir la democracoa" ya no es ingwnuo. La.situacion.politica es muy compleja para analizarla con esos.esquemas del 7o (el suyo y el del ELN lo son, inclusonreencauchando esa vetusta discusion de si lo armado o lo politico). Un ejemplo ¿a favor o en contra de maduro y sunrevoñucion bolivariana? No importa.. cualquier democrata estaria en contra de la.intervencion norteamericana y elmgolpe patrocinadonpor ellos. Pero como los analostas todos quieren ser de buenas maneras y poloticamente correctos, nnadie se pone radical contra wl fascismo... pero.eñmgascisno.si.se pome radical.contra todos lo que.np sean ellos.. sin discutisi el ELN esto o.aquello. ¿lps guerrilleros que.muerennpor cientos bajonlas.bombas no son jovenes no valen nomtiene familias y amigos que los.lloran no tienen sueños? Hasta los "democratas" tan corectos justifican el aniquilamiento de esa gente "tan mala" izquierda radical ynobtusa :no como.nosotros verdirrojos" .. yndwspes dicen que colombia quiere la paz... piense los matices profesor.. es con.todo respeto
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