lunes, 1 de mayo de 2017

EL CAUCA (COLOMBIA): SOCIEDAD ABIGARRADA, PUEBLOS REBELDES, FUTUROS POSIBLES

El Cauca (COLOMBIA): sociedad abigarrada, pueblos rebeldes, futuros posibles
Bogotá, 1° de mayo de 2017
Reseña elaborada por Edwin Cruz Rodríguez al libro “El Cauca en su momento de cambio” escrito por el activista social Fernando Dorado.  
En este conjunto de trabajos, Fernando Dorado nos brinda una imagen compleja, abigarrada, del Cauca. Cada una de sus líneas nos revela diversas tonalidades de la realidad departamental, que a simple vista corren el riesgo de pasar desapercibidas pues únicamente se presentan ante el observador paciente y su trabajo prolongado. El saber privilegiado de quien ha dedicado toda una vida a caminar al lado de los pueblos de esta región se nos ofrece generosamente, con la esperanza de contribuir a las luchas del presente y del futuro.
La primera parte articula distintos niveles de análisis –las relaciones entre las escalas local, nacional y global, la enmarañada dialéctica entre las estructuras sociales, económicas y políticas, las herencias culturales, los antagonismos, las relaciones interétnicas e interculturales y la acción de los distintos sujetos que habitan la región– con el fin de explicar su desenvolvimiento histórico y su situación contemporánea. Una de sus hipótesis, demostrada con abundantes datos, es que desde hace aproximadamente tres décadas la estructura social experimentó un cambio radical: un derrumbe del sistema social establecido desde la colonia, soportado en los mecanismos clientelares desplegados por la aristocracia payanesa para dividir a los sectores populares mestizos, afrodescendientes e indígenas.
Determinantes en el deterioro de esa estructura de dominación, fueron las luchas indígenas por la tierra desde fines de los años sesenta del siglo pasado. Pero, de fondo, debido a su mentalidad feudal, que privilegió la acumulación y la ostentación, esa aristocracia no consiguió adaptarse a los procesos de modernización y a la vinculación de la región con el planeta por la vía del mercado. Por ejemplo, la importación de trigo, gracias a la “revolución verde” en EE.UU., llevó a la quiebra de esa industria.
Sin embargo, existen distintos ritmos en este proceso de transición estructural, puesto que el declive de la sociedad señorial no coincide de manera inmediata con el ascenso político de los subalternos, manteniéndose así una articulación entre la aristocracia en declive con sus mediadores políticos mestizos de origen yanacona, gracias a la sobrevivencia del “espíritu cortesano”, y con la burguesía vallecaucana, o bien apoyándose en el paramilitarismo y las mafias narcotraficantes para mantener los restos de su dominación política.
Este contexto posibilita la entrada con fuerza del capitalismo de despojo, que se manifiesta no sólo en la concentración de la propiedad territorial sino también en el ingreso de grandes empresas transnacionales mineras y de agrocombustibles, en particular con cultivos de caña de azúcar destinados también a la producción de etanol que monopolizan más del 95% del fértil valle geográfico del río Cauca, y que producen una gran presión sobre las poblaciones y el medio ambiente natural, especialmente sobre las fuentes de agua, dado que el departamento es la principal reserva fluvial del país.
Así pues, las articulaciones entre los distintos sectores populares, la diversidad de pueblos indígenas, mestizos y afrodescendientes, en defensa del territorio y del agua han tenido que enfrentar la criminalización y la represión oficial y para-oficial, que se expresa mediante la persecución, los asesinatos, las masacres y los desplazamientos forzados, además de las tensiones internas, interétnicas e interculturales, a menudo manipuladas por los grupos hegemónicos en su propio provecho. Los subalternos han conseguido defender sus propias concepciones del desarrollo frente al modelo dominante, concepciones que empiezan por respetar las formas de vida local y las relaciones que durante siglos las distintas comunidades han establecido con el entorno natural pero, como dice Dorado, a este sancocho todavía le falta un último hervor: si fuese posible conciliar la unidad en la diversidad, privilegiar los intereses comunes sobre los particulares sin negar éstos últimos, sus luchas darían un salto cualitativo transcendental.
La segunda parte reúne un conjunto de narraciones que exploran registros distintos al analítico, no obstante destinados a aprehender la misma realidad. Los distintos relatos, articulados en torno a la experiencia y presentados en una prosa muy vital, descubren una cantidad de matices que en el análisis habría que presentar de manera fragmentada pero que aquí cobran sentido en función de cada historia. La narrativa permite integrar todo el panorama con la coherencia y las contradicciones propias de la vida en un contexto socio-histórico concreto. Es también un homenaje, algunas veces con nombre propio, a personas de abajo que valerosamente han resistido de diversas formas. En cada relato la realidad es tomada como una metáfora, como un símbolo que a partir de un caso particular ilumina el mundo de la vida de la gente de abajo cuyo trabajo, como bien dice Dorado, es el motor de la realidad social.
En fin, la contribución de Fernando Dorado está basada en un conocimiento situado que brota de la experiencia y se proyecta para abarcar la realidad del departamento desde distintas perspectivas y registros, consigue dar cuenta de su realidad compleja y multidimensional en un estilo sintético y fluido, de fácil comprensión, y que privilegia siempre el trabajo y la mirada de los de abajo.

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