¿Uribe será sacrificado por la casta dominante?
LA LUCHA POR LA VERDAD
Popayán, 1° de agosto de 2018
El ex-presidente y actual senador
Álvaro Uribe Vélez afronta en la actualidad un proceso judicial por
manipulación y soborno de testigos que está en manos de la Corte Suprema de
Justicia CSJ. Es consecuencia del fallo en su contra a la denuncia que instauró
en esa misma Corte contra el senador del Polo Democrático Iván Cepeda Castro. A
Uribe le salió el tiro por la culata.
La citación a indagatoria al
ex-presidente por parte de la CSJ es un hecho judicial y político de gran
trascendencia en Colombia. Esa circunstancia se presenta porque ese jaleo
jurídico está íntimamente ligado a los múltiples casos en que Uribe, su hermano
Santiago y muchos de sus amigos y colaboradores, aparecen relacionados con la
conformación y las acciones criminales de grupos paramilitares desde la década
de los años 90s del siglo pasado (XX).
Después de las elecciones es el
acontecimiento que marca la vida política del país porque el ex–presidente
notificó su renuncia al Senado “para afrontar con dignidad su defensa” cuando
la CSJ ratificó esa decisión. A partir de allí pululan en los medios de
comunicación y entre la gente del común las conjeturas sobre el futuro de Uribe,
del nuevo gobierno y del país.
Dependiendo de cómo se califique
ese hecho surgen diversas posiciones que se pueden agrupar así:
a) Para los sectores leales al
ex-presidente es un tropiezo jurídico superable. Dice Everth Bustamante,
ex-militante del M19 y ex-senador del CD: “Al presidente Uribe nadie lo puede
encarcelar”. Ellos llaman a cerrar filas para defender a ojo cerrado al
“presidente eterno”.
b) Para otros, es el inicio del fin del proyecto político
de Uribe, lo que podría derrumbar al gobierno de Duque al ser su principal
soporte. Ellos están tentados a empujar esa caída.
c) Para unos más, la institución
de la justicia puede asumir la responsabilidad del juzgamiento de Uribe e
independientemente del resultado (a favor o en contra), salir avante para
garantizar el fortalecimiento del Estado social de Derecho. Ellos llaman a la
calma y a la serenidad.
Intentaremos en este escrito prever
la evolución de este proceso jurídico-político y ayudar a definir la posición correcta
para derrotar a las fuerzas reaccionarias que –a pesar de su reciente triunfo
electoral– están a la defensiva pero expectantes y dispuestas a frenar a como
dé lugar el avance y la consolidación de lo logrado por las fuerzas
democráticas en las pasadas elecciones presidenciales.
Personajes como Uribe y su relación con la casta dominante
Observando la reciente rueda de
prensa ofrecida por Uribe en su finca de Rionegro, cerca de Medellín
(30.08.2018), y comparándola con una rueda de prensa ofrecida por Pablo Escobar
cuando siendo parlamentario empezó a ser acusado abiertamente de ser un
narcotraficante (1983), un amigo recordó esas similitudes. Hacer esa
comparación nos puede ofrecer buenas pistas.
Escobar fue un delincuente metido
a político; Uribe es un político avenido en delincuente. El primero, utilizó a
políticos y empresarios para fortalecer su empresa criminal; el segundo, usó a
delincuentes para construir su fuerza política. Escobar fue liquidado por la
casta dominante cuando se les convirtió en un problema; Uribe logró ascender y
aunque “viene de abajo” y a veces no coincide enteramente con los intereses
hegemónicos de la oligarquía financiera, no puede ser liquidado tan fácilmente
porque conoce secretos que comprometen a mucha gente en crímenes de lesa
humanidad, no solo cometidos por paramilitares sino por políticos, empresarios
y el mismo Estado. Escobar fue convertido en leyenda negativa; Uribe hasta
ahora es una falsa leyenda positiva.
¿Hasta dónde podrá tensar la
cuerda Uribe? Y, ¿hasta dónde aguantarán “los de arriba”? Noriega en Panamá y
Fujimori en Perú son buenos referentes para analizar y prever lo que puede
ocurrir.
En ese sentido es importante
entender que no hay que hacerse ilusiones con la llamada “separación de
poderes” y menos con la independencia de la CSJ. Los grandes poderes ocultos –como
ocurre en todo el mundo– son los que determinan “lo importante”. Pero bueno,
avancemos.
Uribe y la “paz imperfecta”
Los que mandan en Colombia, o
sea, la oligarquía transnacional, los Slim, Sarmiento Angulo, Gilinski, Ardilas
Lülles, Santodomingos y demás poderosos empresarios y aliados estadounidenses y
europeos, tienen trazada su hoja de ruta alrededor de consolidar la “paz
imperfecta” de Santos y no se van a echar para atrás por ningún motivo.
En medio del forcejeo que hace
Uribe por “modificar” los acuerdos firmados (incumplidos en gran parte por el
Estado) aparece este lío judicial que se puede convertir en el inicio del fin
para su proyecto político y en un motivo para que la clase dominante lo
abandone a su suerte. De acuerdo a todas las señales que ha enviado en los
últimos días, su situación es desesperada.
Que se apoye en testimonios de forajidos,
presos unos y libres otros, en una ex-fiscal que está en la cárcel, en un
abogado de los grandes mafiosos, y que recurra a nuevas mentiras e inventos
para desprestigiar a la CSJ, recusar a los magistrados que lo investigan y
atacar al presidente Santos, al vicepresidente Naranjo, al presidente de la
CSJ, al senador Cepeda y a las Farc de estar concertados y complotados para
perseguirlo, deja ver que se siente acorralado.
Lo que es evidente es que el daño
político está hecho y se puede agrandar. Uribe, quien con sus asesores
políticos y jurídicos conocen bien la normatividad colombiana, con recusaciones
e impugnaciones, alargamiento de tiempos y de plazos, y toda clase de trampas
jurídicas en la que son expertos sus abogados Lombana y Granados, va a ganar
tiempo y tratarán de utilizar a Duque para presionar y negociar con los
verdaderos poderes.
Este caso no va a poner a prueba
a las instituciones colombianas como creen muchos demócratas y hasta gentes de
izquierda. Lo que sí podrán observarse serán las fisuras del Poder y
dependiendo de la capacidad de las fuerzas del cambio, nuestro pueblo podrá
hacer un curso intensivo de análisis político para entender quienes realmente
ponen y quitan en nuestro país.
Es muy posible que este apretón
de la CSJ esté en la dirección de poner en su sitio a Uribe y obligar a Duque a
continuar por el camino de la paz neoliberal con tintes democráticos y limitadas
garantías para los guerrilleros desmovilizados, aunque con algunos ajustes para
tranquilizar a los terratenientes y empresarios que colaboraron con el
paramilitarismo. Le están “midiendo el aceite” y Uribe también los mide jugando
a la víctima para obtener apoyo popular y poder negociar en mejores
condiciones.
El proyecto de la “nueva derecha”
La casta dominante tiene claro
que si Álvaro Uribe Vélez se convierte en causa de una mayor desestabilización
de su Estado, se pueden crear las condiciones para que las fuerzas democráticas
consoliden un proyecto transformador que ponga en peligro su hegemonía.
Por ahora esos potentados
capitalistas transnacionales apoyaron “al candidato que dijo Uribe” para
atravesársele a Gustavo Petro, en quien no confían y todavía no controlan. Pero
si Uribe y Duque no saben manejar el triunfo precario que consiguieron en las
elecciones pasadas, ellos saben que tienen que negociar con la nueva clase
política en ascenso.
Un ejemplo reciente fue lo
sucedido con AMLO en México, pero ya ocurrió parcialmente con Chávez, Lula,
Kirchner, Mujica y Tabaré, Correa, Evo y hasta con Ortega, como lo muestran los
acontecimientos que se han destapado en Nicaragua. En todos esos países
tuvieron que compartir el gobierno con sectores “emergentes” para ganar tiempo,
desarmar ideológica y políticamente a los movimientos populares, y desgastar a los
proyectos progresistas ante la imposibilidad de cumplir con las expectativas y
promesas ofrecidas. Es la lucha en el terreno de “un subsistema del Estado”[1].
Es decir, para no poner en
peligro la “estabilidad” de su régimen en medio de la precariedad de un Estado
fallido, la oligarquía financiera que domina Colombia (transnacional) no va a
dudar un instante en sacrificar a Uribe, que fue lo que hizo parcial pero
torpemente Santos. Él, como ya lo hemos afirmado, por su naturaleza cortesana y
por su torpeza política, con su demagogia y triunfalismo (compartido con las
Farc y una buena parte de la izquierda) ayudó a que Uribe se fortaleciera en lo
político, usando el odio a las Farc y el miedo al modelo bolivariano de
Chávez-Maduro que hoy hace crisis en Venezuela. Es decir, Uribe es sacrificable
para el gran poder y si en medio de su odio o su temor no negocia, lo van a
sacrificar como pasó con Fujimori.
Pero lo más seguro es que
negociarán por arriba. Las clases dominantes tienen listo su nuevo proyecto político
como respuesta al “neo-populismo nacionalista” de Trump. Lo están diseñando
sobre la marcha en todo el mundo y pretende no ser “ni de derecha ni de
izquierda”. Ese nuevo proyecto lo podríamos definir como una especie de “post-neoliberalismo
de derecha”.
Duque ya representa a esa nueva
derecha. Su gabinete es eminentemente técnico-corporativo pero la “mermelada”
funciona entre telones; apoya la consulta anti-corrupción aunque no va a mover un
dedo; dice que no firmará nuevos TLCs porque va a proteger a los productores
nacionales pero tiene en su agenda las nuevas inversiones globales del
posconflicto; se presenta como abanderado de la educación, la ciencia y la
tecnología pero como parte de la colaboración “armónica” entre lo público y lo
privado; y aunque seguirá apoyando los proyectos extractivistas
minero-energéticos ya se presenta como el gran campeón de la defensa del medio
ambiente. La nueva derecha es así: dice una cosa y hace otra, como Santos, pero
ahora con más perfeccionamiento digital-mediático. La “posverdad” en pasta.
Esa nueva derecha está diseñada
para disputarle las clases medias a la izquierda. Es su objetivo.
¿Qué hacer?
Lo sucedido en Perú con Fujimori
envía un mensaje claro. Los demócratas no pueden fiarse de la oligarquía que
posa de reformista y demócrata. Se debe respaldar a los magistrados más
independientes de la CSJ pero con reservas y siempre alertando sobre los
verdaderos hilos del poder y los intereses ocultos. Ningún cheque en blanco
como el que muchos le firmaron al presidente saliente (Santos).
La tarea central es lograr que la
sociedad conozca la Verdad; no la justiciera y vengativa sino la que libera con
base en el reconocimiento y el perdón compartido entre los bandos enfrentados.
La “paz imperfecta” de Santos,
aunque logró la desmovilización y desarme de las Farc, y nos ha ahorrado miles
de muertos, tiene un tufillo legalista que se convierte en obstáculo para que todos los sectores degradados de la sociedad –no tanto por la guerra sino
por el narcotráfico– reconozcan su descomposición y sus crímenes como un
ejercicio liberador y sanador para construir las bases efectivas y duraderas de
una verdadera reconciliación.
No hay que caer en el
triunfalismo. Hay que fortalecer la independencia política y actuar pensando en
grande y en el mediano plazo. Sin una fuerza democrática y popular fuertemente
unificada y cohesionada, la caída de los criminales al servicio de la
oligarquía fácilmente sirve para engañar y reencauchar a falsos salvadores
supremos y a unas instituciones absolutamente descompuestas.
Ninguna ilusión justiciera, lo
único que libera es la Verdad.
[1] El imperio y las
oligarquías han logrado entender que a veces pueden compartir el gobierno con
sectores subalternos de la sociedad. El gobierno aquí es concebido como un “subsistema
del Estado”, tal como lo define Heinz Dieterich Steffan. Ver: https://bit.ly/2Kdngpt
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