jueves, 5 de julio de 2018

COLOMBIA FRENTE A LA MODERNIDAD “PREMODERNA”


La “paz” de Colombia en el nuevo escenario global

COLOMBIA FRENTE A LA MODERNIDAD “PREMODERNA”

Popayán, 4 de julio de 2018

“La verdadera felicidad es comprender”.

Colombia se debate después de las elecciones entre el mandato de las “ciudadanías libres” de superar la falsa polarización entre guerra y paz para enfrentar los problemas estructurales de la Nación o continuar con la espiral de odio y venganza que amenaza con llevarnos a nuevos ciclos de violencia política. Abordaremos ese dilema en este corto artículo.

Pensar que Santos quería construir la paz en Colombia ha sido una grave equivocación. Los demócratas colombianos no entendieron que su único objetivo era desmantelar a las Farc, o sea, terminar ese conflicto armado sin comprometerse con cambios que garantizaran la construcción de una paz sostenible. La clase social que él representa (burguesía transnacional) y el gobierno estadounidense nunca se propusieron crear condiciones para democratizar el país. No hay una sola señal de que esa fuera su intención. Ni una sola.

En las últimas décadas sus poderosas empresas han prosperado en Colombia y obtenido grandes ganancias. Su estrategia ha convertido a esta “nación” en la tercera economía en crecimiento de América Latina, después de Brasil y México. Por algo la aceptaron en la OCDE y la OTAN. Por ello, necesitaban desmantelar un poder armado que no controlaban. No podían permitir la existencia de una organización armada ilegal de carácter nacional, con dirección centralizada y un poder de fuego real y creciente, que era un estorbo para las nuevas inversiones proyectadas en territorios que requieren de “cierta” tranquilidad para obtener resultados tangibles.

No obstante, sus políticos y estrategas son conscientes que mientras exista el narcotráfico van a concurrir pequeñas bandas mercenarias que se disputan el control del territorio y hasta se matan entre ellas por ser la “policía rural” al servicio de los narcotraficantes de turno. Igual sucede con la minería “ilegal” y otras economías criminales (tráfico de armas, de personas, prostitución, pornografía, apuestas, extorsión, microcrédito ilegal, etc.) que los imperios capitalistas promueven ante la crisis sistémica de un modelo de desarrollo que ahora “prospera” en medio del caos sistémico. Por más campañas que anuncien “guerras contra las drogas” y combates al narcotráfico, su doble moral les permite alimentar a sus entidades financieras con capitales generados en esos ámbitos ilegales, delictuosos y sangrientos.   

La nueva política de la burguesía financiera global que impulsa Trump, Putín, Xi y otros gobernantes, es reconstruir y fortalecer las economías de las “grandes naciones” (USA, UE, Rusia, Japón, China) mientras promueven la inestabilidad en otras regiones del mundo. Una especie de colonialismo más depredador y destructivo impacta el planeta e impone un nuevo reordenamiento global. Les interesan territorios estratégicos con abundantes materias primas y mercados cautivos, y con algunas zonas idílicas de turismo “ecológico y cultural”. Poco a poco van estableciendo nuevos guetos humanos y zonas de confort exclusivas y construyen muros para detener las migraciones desbordadas y desatadas por ellos mismos en los países saqueados y conducidos a la permanente inestabilidad política y económica.

Esa política agudiza los conflictos geopolíticos entre las “naciones-potencia” pero son resueltas a alto nivel entre ellos. Guerras económicas, informáticas, virtuales y digitales se ponen a la orden del día. Por eso, hoy no necesitan organismos internacionales como la ONU o la Corte Penal Internacional. Nuevas guerras más degradadas sumen a nuestros pueblos y naciones en una inseguridad y un caos controlado desde las metrópolis financieras (Siria, Libia, Irak, Afganistán, et al). Poco a poco la humanidad es empujada por una minoría plutocrática a revivir regímenes políticos y sociales “pre-modernos”, con nuevos tipos de esclavitud y de servidumbre capitalista. Las democracias hoy solo son cascarones vacíos y gobiernos autocráticos surgidos de regímenes nacionalistas o socialistas (comunistas) ocupan en muchos países y regiones el papel de nuevos gestores y administradores del gran capital.  

En Colombia el conflicto armado se puso al servicio de esa política y las relaciones pre-modernas supervivientes del siglo XIX se han combinado e imbricado con esa “modernidad premoderna” del siglo XXI. Nuestro país puede seguir en la dinámica de las violencias inducidas e impuestas por intereses externos o intentar liberarse de ese círculo vicioso que puede incluso ser utilizado para desestabilizar el norte de Sudamérica y todo el Caribe, incluyendo a Venezuela y Cuba. Podemos ser instrumentos de esa ajena tensión geopolítica o sobreponernos a nuestros conflictos internos y diseñar nuestro propio camino. 

Frente a esa situación las fuerzas políticas que lograron representar a las “ciudadanías libres” en las pasadas elecciones tendrán que escoger entre diluir sus acumulados políticos en medio de las polarizaciones heredadas de la larga guerra degradada que hemos sufrido, convirtiendo las instituciones como la Justicia Especial para la Paz (JEP) en instrumentos de retaliación y de venganza mutua, eternizando la espiral de odios y desquites, o buscar nuevos caminos de reconciliación que unifiquen a la Nación y la potencien hacia un replanteamiento general de sus políticas en la búsqueda de nuevos horizontes para las nuevas generaciones que no quieren más de lo mismo.

Si no comprendemos las nuevas realidades globales seguiremos idealizando nuestras pequeñas y miserables rencillas creyéndonos el ombligo del mundo cuando no somos más que habitantes de territorios marginales y marginados del desarrollo integral y del anhelado bienestar humano.

E-mail: ferdorado@gmail.com

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