¿Duque será el continuador de Santos bajo la tutela de
Uribe?
EL VERDADERO LEGADO DE SANTOS
Popayán, 18 de julio
de 2018
Se veía venir desde la campaña
electoral. Después del 11 de marzo, cuando Uribe logró posicionar a Duque como
el único candidato de las derechas, se dedicó a ganar parte del electorado de
Fajardo y a estigmatizar a Petro con la amenaza “populista” y
“castro-chavista”.
Duque se arrogó la lucha contra
la corrupción[1] y no habló más de hacer
trizas los acuerdos de paz sino de modificar puntos específicos. Hasta algunas propuestas
de Petro relacionadas con el cambio climático y la educación fueron asumidas
por Duque sin ningún rubor ni recato.
Ni Fajardo ni Petro acertaron con
la respuesta. El primero cayó en la trampa, se sumó a los ataques a Petro, creció
a sus expensas pero no le alcanzó para pasar a 2ª vuelta. Petro reaccionó un
poco forzado después de la primera vuelta pero ya era tarde. Las derechas
habían posicionado el miedo a “que Colombia se convirtiera en Venezuela” y habían
asegurado su triunfo electoral.
Ahora Duque se prepara para ser
el “continuador-corrector” de Santos. Derrotaron a las llamadas “fuerzas de la
paz”, pero todo apunta a que van a recoger y a “mejorar” lo logrado por Santos.
Se cierra el círculo Uribe-Santos-Uribe sin verdadera paz (https://goo.gl/71qUjb) pero con viejas y nuevas
violencias alimentadas por la economía del narcotráfico y la lucha por el
control del territorio[2].
Y aunque Uribe califique ese legado
como un retroceso (https://goo.gl/VpVWYo),
y Santos diga que “No siento que Duque
pueda poner en peligro mi legado” (https://goo.gl/sTCDu7)
lo evidente es que el desarme de las Farc es un hecho positivo e innegable. Es –para
ellos– la “paz imperfecta” hecha casi a la perfección. Con bajos costos
económicos y políticos.
En forma paralela, los dirigentes
de la Farc no superan la falsa dicotomía (Uribe-Santos) que no logran entender
o desentrañar. Para unos, el proceso de paz es un éxito que debe ser conocido
por todo el mundo, mientras que para otros, es una traición del Estado y el
establecimiento oficial. Y la oposición que pretende encabezar Petro también
pareciera estar atrapada en esa misma lógica.
¿Lo que vendrá?
Podemos afirmar que la oligarquía
financiera que le apostó a Santos para desactivar la guerra con las Farc está
satisfecha con la tarea realizada, mucho más cuando Colombia ha sido aceptada
en la OCDE y en la OTAN como “observadora”. Su balance es positivo y bien
valorado, con Nobel de Paz incluido como trofeo y premio de parte de la “comunidad
internacional”.
Tampoco les incomoda que un
político de la cuerda “uribista” pero de la entraña oligárquica llegue a
administrar el aparato de Estado. Aunque joven y sin experiencia
administrativa, es un “cuadro” bien preparado por la casta dominante y contará
con el apoyo de todos sus estamentos.
Esa oligarquía financiera desde
su posición hegemónica entiende que Uribe, al no ser parte de los acuerdos y
del diseño institucional del “posconflicto”, desconfiaba con respecto a su
seguridad jurídica y la de empresarios, militares, políticos y terratenientes comprometidos
con crímenes de lesa humanidad cometidos durante la guerra contra-insurgente.
Y ahora, se puede decir que han
autorizado a Uribe para que con Presidente y Fiscal a bordo, arregle ese “chicharrón”
que lo compromete a él y a sus cómplices. Mientras tanto, ellos se preocupan
por lo esencial, que son sus inversiones y los problemas que amenazan su
estabilidad económica y financiera ante la crisis de la globalización
neoliberal.
Ellos están al tanto de las
guerras económicas agudizadas por Trump ante la desindustrialización de los potencias
de “occidente”, les preocupa también el agotamiento del modelo de desarrollo
basado en los combustibles fósiles y, saben de la resistencia de los pueblos y
los trabajadores que se expresa por ahora en movimientos y gobiernos “progresistas”
pero que pueden ir más allá ante el fracaso de muchos de esos experimentos
político-sociales.
Saben que Colombia sin la
economía del narcotráfico entraría en crisis en forma inmediata. Tienen que
aparentar la “lucha contra las drogas” que hipócritamente les exige el gobierno
de los EE.UU., pero son conscientes que si no fuera por los recursos que sobre
la economía formal irriga esa dinámica ilegal, se desencadenaría una revolución
en este precario e inestable país.
Por tanto, el principal objetivo del
gobierno de Duque será ganarse con engaños y apariencias a las clases medias (pequeños
y medianos emprendedores, y profesionales precariados) para la política de
derechas e impedir que las izquierdas puedan fortalecer un proyecto político
que ponga en peligro la hegemonía de la oligarquía financiera.
Así como utilizaron la causa de
la paz para “polarizar” el país, van a posar de “anti-corruptos”, propondrán “nuevas
economías”, se inventarán guerras con Venezuela u otros países, inventarán
nuevos enemigos de la democracia y la “paz”, utilizarán el tema de la paz para
distraer a la opinión pública y continuarán utilizando el miedo a los proyectos
políticos “populistas” para impedir cualquier tipo de cambio en el panorama
político.
Una “nueva derecha” entrará en el
escenario político colombiano de la mano de la vieja clase política corrupta y
clientelista, lo cual será toda una novedad. Ya los alfiles de Cambio Radical y
el Partido de la “U” se preparan con nuevas alianzas para enfrentar ese “fenómeno”.
No la tendrán fácil. Esas clases
medias son el único sector sobre el que pueden hacer recaer nuevos impuestos
pero, a la vez, en su seno surge la nueva generación de trabajadores del siglo
XXI (el “cognitariado” y el “precariado”[3])
que en muchas regiones del mundo ya son el sujeto social más dinámico e
impulsor de nuevos proyectos políticos alternativos.
El reto de Duque es el mismo que
tenemos los demócratas colombianos en el inmediato futuro. Será decisivo en próximas
contiendas electorales y todos lo sabemos. ¿Cómo abordarlo?
[1] En el Congreso de la República, el 18 de abril de
2018, la senadora Paloma Valencia en
nombre del Centro Democrático se comprometió con la bancada de Alianza Verde a
respaldar la Consulta Anti-corrupción (https://goo.gl/fFe8mp),
y Duque, ya electo, ha dicho que respaldará esa consulta desde el gobierno. La “lucha
contra la corrupción” fue también la bandera principal de la candidata a vice-presidente
Martha Lucía Ramírez. Intentarán ahora desde el gobierno y con Fiscal a bordo, apropiarse
de esa bandera política que en sus manos se convertirá en algo inocuo, un
engaño o una herramienta para atacar a la oposición política, como ya lo ha hecho
desde hace varios meses la Fiscalía General.
[2] Los poderes mafiosos en las regiones continúan la
guerra infame contra cualquier tipo de resistencia popular a la minería legal e
ilegal, al despojo de tierras y a mega-proyectos energéticos, extractivos o
productivos (cultivos de agro-exportación, proyectos turísticos, etc.) que es simple
acumulación por desposesión. Los asesinatos y persecución de líderes sociales
hacen parte de esa estrategia. El desarme y la desmovilización de las
guerrillas produce un remanente de gente experimentada en la guerra que
alimenta también a los Grupos Armados Organizados, como llaman ahora a las
antiguas “Bacrim” o grupos paramilitares. Los gobiernos aceptan esa realidad,
no los combaten a fondo, los usan para el trabajo sucio y de vez en cuando “dan
de baja” un cabecilla o proponen fórmulas de “sometimiento” pero por cada
delincuente que apresan o dan muerte, surgen cientos de jóvenes dispuestos a
reemplazarlos. Son parte de las economías criminales funcionales al sistema capitalista
que pululan en el mundo.
[3] Cognitariado: son los
nuevos trabajadores del conocimiento y de la informática que crecen en todo el mundo
y surgen en todas las áreas de la producción. Precariado: conjunto de los
trabajadores que no cuentan con condiciones laborales estables y seguras. Hoy
son la mayoría.
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