LA CRISIS DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y EL VACIAMIENTO DE LA DEMOCRACIA
Popayán, 29 de agosto
de 2017
En Colombia se está presentando
una avalancha de candidatos presidenciales que se van a inscribir por firmas,
sin el respaldo directo de un partido político. Entre ellos, están candidatos
no comprometidos con escándalos de corrupción como Gustavo Petro y Sergio
Fajardo, pero a su lado, se han colocado políticos muy cuestionados como el ex-vicepresidente
Germán Vargas Lleras y el ex-procurador Alejandro Ordóñez.
En Colombia se aprobó en la
Constitución Política de 1991, una modalidad para que cualquier persona que no
tuviera un partido organizado pudiera recoger un número determinado de firmas que
representara la voluntad de un “grupo significativo de ciudadanos” para competir
por un cargo de elección popular. Sin embargo, dicho mecanismo no ha sido bien
reglamentado y hoy está siendo usado de forma oportunista.
En total se han lanzado a
recolectar firmas 9 candidatos que tienen posibilidad de presentarse por uno o
varios partidos políticos[1],
y ya hay, además, 16 personas inscritas, algunas muy poco conocidas, que
quieren postularse de esa forma. Los políticos con experiencia y estructura
política han escogido este sistema por las siguientes razones:
- Se
presentan como candidatos “ciudadanos” tratando de quitarse la carga y mala
fama de los partidos políticos. Las organizaciones partidistas tienen un enorme
desprestigio entre la opinión pública.
- Pueden
iniciar a hacer campaña electoral desde ahora –con 6 meses de ventaja– a
diferencia de si se inscribieran por un partido político. Formalmente las
campañas arrancan 4 meses antes de la elección, es decir, en enero de 2018.
- Esquivan
las normas que regulan la financiación de las campañas electorales, realizando
importantes inversiones económicas en esta especie de pre-campaña, que no
cuenta con los controles establecidos por el Consejo Nacional Electoral.
- Pueden
obtener, después de su inscripción por firmas, el apoyo de partidos
organizados, burlando de esa manera la norma y realizando una combinación entre
ambos sistemas. Es una forma de evadir responsabilidades y de burlar las normas
relacionadas con el “transfuguismo”, que impiden que candidatos al poder
legislativo apoyen un candidato presidencial de otro partido.
Crisis de los partidos políticos
Estamos frente a un fenómeno real
de crisis de los partidos políticos, tanto de izquierda como de derecha. Es un
fenómeno mundial. Se corresponde y se explica por lo que algunos estudiosos
denominan el “vaciamiento de la democracia”[2].
Es evidente que los gobiernos y parlamentos cada vez están más supeditados y subordinados
al Poder Real de la Banca (burguesía financiera), como se comprobó en la crisis
de los Estados europeos (2008-9), Grecia, Islandia, Italia, España, y lo que ocurre
actualmente en EE.UU. Ante la pérdida de credibilidad de los partidos políticos
se eligieron candidatos carismáticos. Por ello, el auge de los personalismos y
mesianismos en la política actual. Hugo Chávez, Lula, Correa, los Kirchner y
Evo Morales surgieron de esa forma. Ahora, en el mundo desarrollado se han
impuesto los Trump y los Macron.
Sobre el tema existen algunos
desarrollos teóricos. Están los aportes de Chantal Mouffe y Ernesto Laclau,
sobre la Democracia Radical y el “nuevo populismo”, pero su implementación
práctica está lejos del ideal planteado por esos autores (Podemos, Syriza, los “progresismos
latinoamericanos”). Por otro lado, están los esfuerzos llamados “autonomistas”
(zapatistas de Chiapas y los kurdos de Rojava), que plantean construir formas
de autogobiernos surgidos “desde abajo” con una filosofía de servicio
comunitario (“mandar obedeciendo”) pero se aíslan total y voluntariamente del manejo
de los Estados existentes. Ese es uno de sus limitantes prácticos, por cuanto,
el gran capital mantiene todo su poder, e incluso, aísla y desgasta esas
experiencias e intentos alternativos, reduciendo su alcance e impacto político
a regiones limitadas.
Las nuevas ideas que van
surgiendo –con diversas variantes– es construir nuevas formas de organización política,
que combinen la formación “de abajo” con la lucha por direccionar el Estado “heredado”
pero tratando de que los mejores cuadros dirigentes no se involucren en la “administración”
del Estado colonial y capitalista. Se intenta mantener la fuerza política, el control
sobre la organización –ético, político e ideológico– en un escenario alejado
del establecimiento oficial. Se procura fortalecer movimientos y partidos que orienten
desde múltiples y entramadas redes sociales y comunicacionales a las organizaciones
de base, para impulsar y sostener todo un proceso de transformación cultural, económica,
social y política, que no se puede hacer de un día para otro y que debe hacerse
cuidándose de la “cooptación burocrática”.
El ideal es que esos movimientos
y partidos sean verdaderamente democráticos en su estructura y funcionamiento.
Boaventura De Souza Santos, de Portugal, es uno de los teóricos más avanzados
en esa dirección, al igual que Decio Machado, que tiene interesantes y sesudos
análisis a partir de las experiencias de América Latina, y particularmente de
Ecuador. También está Jesús Sánchez, que desde España hace sus aportes. No
obstante, tanto en lo teórico como en lo práctico falta mucho por avanzar.
Los partidos de la vieja
izquierda o izquierda tradicional (en todas sus variantes leninistas,
estalinistas, maoístas, trotskistas, etc.) son organizaciones muy centralizadas
y, ello, explica su debilidad y su tendencia a dejarse permear por el poder
burocrático. Lo importante es apoyarse en todas las experiencias y hacer
esfuerzos serios por superar lo que se puede llamar la “crisis de la política”,
tal cual como la conocemos. Hay que inventar y crear a partir de profundas y
sinceras evaluaciones críticas.
[1]
Esos candidatos son: Clara López (ex-Polo), Piedad Córdoba (ex–liberal), Juan Carlos
Pinzón (ex–La “U”), Germán Vargas Lleras (ex–Cambio Radical), Sergio Fajardo (ex-ASI
y ex-Verde), Gustavo Petro (ex–Polo, Progresistas), Carlos Caicedo (ex–liberal),
Alejandro Ordoñez (ex –conservador), y muy seguramente Humberto de La Calle, utilice
ese mecanismo.
[2]
Han trabajado el tema Franz Hinkelammert, Juan Carlos Monedero, Clemente Ferrer
Roselló y otros pensadores.
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