martes, 8 de agosto de 2017

¿QUÉ HACER FRENTE A UN ESTADO FALLIDO?

¿QUÉ HACER FRENTE A UN ESTADO FALLIDO?

Popayán, 8 de agosto de 2017

Como se había previsto, la cúpula burocrático-militar que gobierna en Venezuela logró superar temporalmente la ofensiva desatada por la oposición liderada por la MUD. Usó para lograrlo, un “globo” llamado “asamblea nacional constituyente”, que no se comporta como asamblea, no es nacional y no constituye nada, como lo afirmó su Presidenta. El gobierno estaba desgastado y había que desviar el foco. Además, les urgía sacar a la Fiscal y mermar a la AN pero mantenerla en “salmuera”. En esa faena montaron una dictadura sui generis, “sin dictador individual”. La cúpula gobierna desde las sombras, colocando al frente a la ANC, al TSJ y la imagen de Maduro. ¡Es un verdadero circo!

Las consecuencias de este hecho se pueden sintetizar así:

-    El poder de la cúpula burocrático-militar se mostró abiertamente. La deriva autoritaria, que siempre estuvo presente en el proyecto bolivariano, “en germen”, “en hibernación”, brotó de una forma sui generis.

-   El gobierno no gobierna. El aparato burocrático actúa por inercia, está a la defensiva. Los dirigentes “chavistas” no tienen horizonte de ejecución gubernamental entre el pueblo; se agruparon en la ANC como refugiados en un “cuerpo extraño impersonal”. ¡Por 2 años!

-   La reacción de la burguesía financiera global a través de gobiernos “democráticos” –tan autoritarios y más antidemocráticos que el “bolivariano”– arman alharaca para engañar a sus pueblos pero, con su actitud, refuerzan a la cúpula burocrática-militar en el poder.

-  La crisis teórica en la izquierda global se ahonda. Las diferencias que surgieron con ocasión de lo ocurrido en Libia, Egipto y Siria, se profundizan. Quienes veían en el “socialismo democrático” de Chávez la concreción de sus teorías, se ven obligados a revisar sus ideas, idealizaciones y proyecciones, y a confrontarlas con la realidad. 

El destape de la cúpula y del autoritarismo

La mayor parte del pueblo venezolano sabía que existía un gobierno en la sombra que llaman el “sexteto”. No es un secreto, es vox populi. Es más, muchas de sus decisiones –aún antes de ser consensuadas al interior del gobierno– son anunciadas en programas de televisión o son publicadas por twitter. Al estilo de los regaños “en directo” que Chávez profería a sus ministros o de las órdenes de expropiación que anunciaba en su programa “Aló Presidente”, ahora se presionó y chantajeó a funcionarios y beneficiarios de los programas sociales para obligarlos a votar por la ANC. Y también, para ordenar juicios, detenciones y destituciones. El verdadero poder detrás del trono, la cúpula burocrático-militar, mostró su rostro dictatorial. Solo que prefieren que actúen y se muestren rostros más frescos.

El gobierno no gobierna

La crisis actual hizo visible que el gobierno perdió el rumbo. Ya no hay iniciativa, no existen planes y programas hacia el futuro, el gobierno está a la defensiva. Los recursos económicos apenas alcanzan para lo rutinario. Tanto, frente a la crisis energética reciente como a la situación económica (desabastecimiento, escasez, carestía) o a la violencia desatada por la oposición, el gobierno declara el asueto general o recorta la jornada laboral de los funcionarios, y no pasa nada. El aparato estatal funciona a media marcha y por inercia, nadie cree en anuncios de políticas que ofrecen soluciones con “motores” que nunca arrancaron. La cúpula burocrático-militar está dedicada a sostenerse en el poder; la ANC es su ancla. El pueblo sobrevive a su manera, la diáspora venezolana se disparó, la incertidumbre y la represión son la constante. El desgobierno es total.   

El ataque externo: tabla de salvación

La reacción de los gobiernos que representan a un sector de la burguesía financiera global (“occidental”), USA, Europa y gobiernos oligárquicos de América Latina, por medio de la OEA y otros organismos, denuncian en forma hipócrita la “dictadura de Maduro”, amenazan con sanciones y se rasgan las vestiduras, pero su acción está dirigida a engañar a sus propios pueblos y a tapar la corrupción que los corroe por dentro. Además, al interior de esos países existen grupos extremistas que no esconden su interés de desestabilizar la región e impulsar una guerra de intervención abierta. Los Rubios y Uribes, no esconden sus intenciones. No obstante, las transnacionales capitalistas aprovechan la debilidad del gobierno para negociar en mejores condiciones nuevos contratos y empréstitos. Es una piñata en la que cada quien va por su premio.

Esos ataques le sirven a la cúpula burocrático-militar para engañar a sus bases “chavistas”, tanto internas como externas. El aura anti-imperialista, independentista y nacionalista que dejó el presidente Chávez es tan grande, generó tanta esperanza, ilusionó a millones de personas con el ideal “socialista”, que es muy difícil para quien no conoce al detalle la evolución del proyecto “bolivariano”, que pueda –de un momento a otro– despertar a la realidad. La “trama” burocrática y corrupta que con prácticas asistencialistas y paternalistas logró vender la imagen de “salvador supremo del pueblo”, se mantiene en el imaginario de mucha gente y es reforzado con la política injerencista del imperio y gobiernos vasallos. Es una retro-alimentación mutua. Entre más ataquen a Maduro desde afuera, más gente se aferra a lo que cree es “su gobierno”.   

La crisis teórica de la izquierda global

Son diversos los temas teóricos que la crisis política del gobierno venezolano ha puesto sobre la mesa de las izquierdas. Nunca como ahora los revolucionarios del mundo entero ven derrumbarse un proyecto popular en América Latina que había generado tantas expectativas libertarias. Hasta hace poco el debate era sobre el “fin del ciclo” o el “declive” de los gobiernos progresistas. Sin embargo, lo ocurrido con el Partido de los Trabajadores del Brasil, la derrota electoral en Argentina, la pérdida del referendo en Bolivia, la grotesca y temprana discordia entre el ex–presidente Correa y su “heredero” Lenin Moreno en Ecuador, y la deriva autoritaria del gobierno en Venezuela, están mostrando que existe un problema de fondo en los “procesos de cambio” de América Latina.

Asumir la actitud del avestruz, echándole la culpa a la política intervencionista del imperio, a la guerra económica del gran capital, a los complots geopolíticos de las potencias imperiales, o plantear que el “declive” es resultado de errores puntuales o de fallas individuales, no es la mejor actitud. Una cosa es rechazar la injerencia de poderes interesados en derrocar al gobierno “bolivariano” y, otra, es cerrar los ojos y no cuestionar el comportamiento de una cúpula burocrática y corrupta que le ha hecho un daño inmenso a la causa emancipadora de los trabajadores y de los pueblos del mundo. Pero además, existen problemas estructurales en toda nuestra lucha: el diseño estratégico, la narrativa ideológica y la práctica político-organizativa, están en discusión. Como dijo recientemente el filósofo comunista Alain Badiou: “Hay que revisar todo”.

¿Qué hacer?

No la tienen fácil los demócratas y los revolucionarios en Venezuela. El pueblo está a expensas del poder burocrático y militar. Quienes tienen cómo viajar a Miami o a Panamá, lo hacen de inmediato. Los jóvenes técnicos, tecnólogos y profesionales emigran a otros países en búsqueda de trabajo. Aquellas personas acostumbradas a la aventura, vendedores ambulantes, rebuscadores y jornaleros del campo y de la ciudad, sobreviven realizando oficios varios, o pasan las fronteras y regresan cuando pueden. Van y vienen. Los trabajadores del Estado y quienes dependen totalmente de los subsidios estatales lo único que pueden hacer es esperar. Las clases medias que no están dispuestas a irse, se ayudan unos a otros y se acomodan mientras pueden. Los vividores de las crisis, pequeños y medianos “bachaqueros” y los grandes comerciantes que tienen mentalidad de mafia, aprovechan las oportunidades que crea el desorden para esas economías ilegales. El pueblo acostumbrado a sufrir se siente un poco acompañado en la desgracia. La tarea de sobrevivir, hacer colas, resolver situaciones de emergencia, se ha convertido en la rutina diaria de cientos de miles de venezolanos.  

¿Qué le puede decir la política a la gente? La oposición quedó en sus restos. La disidencia “chavista” no es opción, por ahora. Muchos izquierdistas vacilan todavía frente a la posibilidad de recuperar lo que creen que era el proyecto revolucionario. A muchos también les da miedo. La idea de un supuesto “socialismo” todavía pesa en la cabeza de quienes hoy son críticos pero no encuentran la confianza y fuerza suficiente para actuar en política. Además, la misma acción política está bastante desprestigiada. Sólo quienes tienen el poder y pueden manejar una “clientela” desde un cargo estatal o “partidista”, tienen posibilidades reales de llegarle a la gente necesitada. De resto, se percibe un ambiente hostil, el activismo social es visto como un camino “trepador”.

¿Qué hacer? Desde la distancia y con respeto por lo que en el hermano país sucede, me atrevo a sugerir algunas ideas con base en lo que actualmente intentamos hacer en Colombia, igualmente polarizada entre Uribe y Santos, entre la guerra y la paz.  El primer paso es desmarcarse tanto de la MUD como del PSUV. Intentar construir sobre la marcha un “movimiento ciudadano de Salvación Nacional” conformado por todos los demócratas, sin  ningún distingo. Buscar personas con capacidad de liderazgo que no dependan del Estado o tengan autonomía para actuar, y plantearles la necesidad de organizarse en forma independiente para incidir en la vida pública frente al peligro de que Venezuela sea conducida a una confrontación mayor y a una intervención imperial.  

Hay que demostrarle a la gente que seguir con la polarización manipulada por minorías es el camino perfecto hacia una hecatombe nacional, mucho más grave y dramática que la que ya sufren. La lucha contra la corrupción es una de las tareas prioritarias, lucha que implica organizar a la población. Esa lucha debe integrarse a la de la sobrevivencia, llamando y organizando a sectores de clases medias verdaderamente demócratas y organizar campañas de solidaridad con los más pobres y necesitados, como una estrategia para romper barreras. Un movimiento de ese tipo, ciudadano, cívico, no polarizado, liderado por gente nueva, deslindada de la MUD y del gobierno, puede romper “talanqueras” y desencadenar cosas que uno no puede imaginar. Hay que aislar a los extremistas de ambos bandos, reivindicar el amor a Venezuela, la Unidad del Pueblo, la necesidad de verdadera Justicia, y recuperar para la gente la inmensa riqueza que se están robando.

Seguir en la dinámica de los partidos existentes, con retóricas divisionistas, “democráticas” o “socialistas”, que no le dicen nada a la gente, aspirando a administrar un “Estado fallido” que no tiene futuro, sin construir nuevas prácticas y referentes creíbles, puede ser algo muy desgastante. Es urgente y se requiere, principalmente, constituir un movimiento ético y moralizante que garantice por lo menos decencia, eficiencia, honradez y transparencia en el manejo de “lo público”, y que con nuevos liderazgos o apoyándose en personas que no tengan tacha ni “rabo de paja”, puede ir posicionando una narrativa de esperanza y –sobre todo– prepararse para responder ante la próxima crisis de gobernabilidad que inevitablemente se va a presentar en un tiempo que es imposible de calcular, pero que de todos modos llegará.

Postdata: La cúpula patriarcal “maduro-cabellista” está tan desgastada que tuvo que utilizar a una mujer (Delcy Rodríguez) para sacar a la Fiscal General (Luisa Ortega Díaz). Esas dos damas quedan posicionadas para protagonizar la próxima disputa por el gobierno. El gobierno tratará de alinearla con la MUD y, ella, seguramente, intentará construir una alternativa nueva y “no polarizada”. Para lograrlo, requiere mucha ayuda y una nueva mirada.      


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

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