ENTRE LA COMPONENDA Y LA INMOLACIÓN
Popayán, 2 de mayo de
2016
En Venezuela las diferentes
fracciones de la burguesía emergente en lucha y a la vez en coordinación con la
burguesía parasitaria de vieja data, luchan por el control del aparato estatal.
Su finalidad no es la de continuar con el legado independentista de Chávez ni
tampoco borrarlo totalmente de un tajo, sino acomodarse mejor frente al
inevitable colapso del Estado y posicionarse como interlocutor válido frente a
la plena restauración del poder imperial.
La cúpula burocrática del
desvencijado proyecto bolivariano se debate entre tres caminos: uno, llegar a
acuerdos con la oposición; dos, mantener el poder mediante un golpe bonapartista;
o tres, pactar directamente con el imperio. Acudir al pueblo para movilizarlo
en defensa de los avances sociales logrados en los anteriores 17 años no les cabe
en la cabeza, primero, porque no saben cómo hacerlo y, segundo, porque el
grueso del pueblo ya no les cree. Es su dilema, tragedia y drama que a veces
asume forma de comedia.
Ante esas tres alternativas se
mueven las diversas fuerzas que mantienen cierto poder burocrático dentro del
gobierno y el ejército. Los sectores leales a la memoria de Chávez que rodean a
Maduro están dispuestos a inmolarse pero no tienen siquiera la fuerza mayoritaria
dentro del ejército. Los sectores más burocratizados se mueven entre las otras
dos alternativas pero al no tener unidad de mando sólo actuarán cuando sea
demasiado tarde. Quienes tienen crímenes contra el pueblo que no puedan ocultar
se pueden deslizar hacia la salida de fuerza o estarán preparando su salida del
país. No tienen de otra.
Negociar con el imperio directamente
implicaría llegar a acuerdos primero con alguna fracción importante de la burguesía,
pero no se observa en las fuerzas “chavistas” la capacidad para maniobrar y
aislar al sector radicalmente pro-estadounidense que quiere y prepara el
escenario de la intervención directa del imperio después de bañar en sangre a
Venezuela. La división y la desconfianza interna les impiden unificar una
estrategia, lo cual explica su relativa parálisis e inercia.
Las fracciones de la burguesía
emergente que lideran a la oposición tienen claro que para avanzar en su
propósito de controlar el aparato del Estado y participar de la renta petrolera
deben hacer hasta lo imposible por mantenerse dentro de la institucionalidad
existente y tensionar las fuerzas hasta el límite. El tiempo de un pacto con la
burocracia chavista parece haberse ya superado, tienen la certeza de que pueden
ganar con amplitud el referendo revocatorio pero no saben cómo forzar la
situación para realizarlo antes de enero de 2017.
Su plan, y en ello han ido
logrando unidad con los golpistas afanados, es poner en evidencia ante el
pueblo venezolano y la comunidad internacional las maniobras legales o ilegales
que realice el “chavismo” para alargar los tiempos e impedir la realización del
referendo revocatorio durante el año 2016, e ir midiendo el pulso de una
posible explosión social. Van a tratar de no dejarse provocar “antes de tiempo”
mientras van preparando los escenarios nacionales e internacionales para lograr
sus objetivos. Tienen –en gran parte– las manos sueltas. El gobierno ha alertado
y asustado tantas veces al pueblo con el golpe de Estado del imperio que ahora
que es algo in crescendo, ya no causa
el mismo efecto.
El grave peligro para el pueblo
es que los sectores que son capaces de inmolarse coincidan con los golpistas
imperiales y la violencia se desencadene. En esa situación el imperio
estadounidense estaría presto a intervenir recurriendo a su consabida y ya
probada fórmula “humanitaria”, para lo cual la caída de la presidenta Dilma Rousseff
en Brasil es absolutamente indispensable al igual que la firma del tratado de
paz en Colombia.
El momento es crítico y no se
avizoran fuerzas que se deslinden de ambos bloques para conformar una tercera
fuerza que impida un desenlace trágico y doloroso para nuestro hermano pueblo
venezolano. Retomar en lo inmediato el proceso de cambio independentista con
fuerza, no es posible. No se construyó la vanguardia revolucionaria para
hacerlo y el caudillo ya no está con nosotros.
La lucha es entre fracciones de
la burguesía emergente que ha logrado incrustarse en el Estado y ha surgido a
la vida económica aprovechándose de las gabelas otorgadas por el mismo gobierno
bolivariano. La burguesía parasitaria tradicional juega, adentro y afuera del
gobierno, pero no tiene una clara expresión política. Las clases medias son
veletas que se mueven al vaivén del Poder y los trabajadores están
desorganizados, divididos y confusos.
Existen pequeños núcleos de
revolucionarios que realizan análisis y proponen profundizar el supuesto “socialismo”
de Chávez (“Golpe de Timón”) pero, no tienen la fuerza suficiente porque no
fueron capaces de consolidar un poder popular real al lado del Comandante.
Éste, realmente, nunca lo permitió. Y existen otros núcleos socialistas que se aislaron
del movimiento independentista y son todavía menos influyentes que los
anteriores.
Es triste constatar este panorama
pero es lo que observamos desde la distancia. Evitar la salida violenta sería
la actitud más sensata, resguardar las fuerzas populares y preparar la
resistencia sería lo que en forma solidaria se podría recomendar con el respeto
que se merece el bravo pueblo patriota.
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