EL
FORTALECIMIENTO DEL SEUDO-FASCISMO TROPICAL DE URIBE
Popayán,
29 de abril de 2016
Hoy la paradoja nacional
consiste en que mientras todo el establecimiento dominante se alinea con la
terminación negociada del conflicto armado, amplios sectores populares se muestran
escépticos frente a ese proceso y el gobierno sufre un fuerte desgaste político.
Tal situación se
presenta porque mientras el gobierno firma la paz en La Habana, realiza una
guerra económica y social contra el pueblo. La gente del común no asimila esa actitud
contradictoria. Mientras tanto Uribe capitaliza ese hecho y la izquierda no
sabe qué hacer.
Mientras Santos urdía el
nombramiento de la jefe de la izquierda legal como Ministra de Trabajo,
aprobaba a espaldas de los trabajadores el decreto 583 que legaliza la
tercerización laboral en Colombia. Mientras quita derechos entrega burocracia pero
aumenta el desempleo.
Mientras Santos nombra como
Ministro del Ambiente a un ingeniero originario del Chocó, aprueba proyectos
que agreden a la naturaleza como la explotación petrolera en la serranía de La
Macarena (que por afectar a Caño Cristales le tocó revocar de afán) y permite
la desviación de ríos y arroyos en La Guajira en beneficio de la gran industria
carbonífera.
Mientras Santos firma acuerdos
para aplicar la justicia transicional a quienes cometieron delitos durante el
conflicto armado, le asegura el cargo de Fiscal General al principal negociante
del Derecho, socio y subalterno del más grande multimillonario del país, quien será
el encargado de garantizarle la impunidad a Uribe y a todos sus cómplices.
Mientras Santos firma
la paz con las guerrillas, entrega ISAGEN al gran capital canadiense en un
proceso ilegal y arbitrario; se descubre la enorme corrupción en Reficar; se
premian los robos de Saludcoop con el cambiazo de Cafesalud; y se revelan los
negociados de verdaderas mafias que se enriquecen con los dineros destinados a
la nutrición infantil.
Mientras Santos firma
acuerdos con la insurgencia armada para garantizar un desarrollo rural que
favorezca a los campesinos, aprueba la Ley ZIDRES que otorga enormes ventajas
al gran capital para invertir en agro-negocios que arrasarán con los
ecosistemas de la Orinoquía y el Chocó Bio-geográfico aplicando un modelo de supuesta
“asociación” entre pequeños productores y poderosos empresarios que es una “pelea
de tigre con burro amarrado”.
Mientras Santos llama
al pueblo a ahorrar energía para evitar el racionamiento eléctrico por los
efectos del fenómeno del niño, oculta la falta de planificación en el
desarrollo energético, el fracaso de un modelo diseñado por los grandes
monopolios y prepara la entrega del río Magdalena al capital chino para
construir entre 14 y 17 nuevas centrales hidroeléctricas.
Mientras Santos promete
ríos de leche y miel para el “post-conflicto”, prepara una reforma tributaria
que –dada la situación económica del país y fiscal del gobierno–, no puede más
que gravar con nuevos impuestos a los trabajadores y clases medias y, ofrecerle
nuevas ventajas y exenciones impositivas al gran capital para poder atraer la
inversión extranjera.
Mientras Santos promete
paz y seguridad para todo el país, más de 40 municipios de 8 departamentos del
norte del país son paralizados por un “paro armado” realizado por grupos que se
autodenominan “Autodefensas Gaitanistas”, que el gobierno define como “bandas
criminales” pero que son en verdad “paramilitares reciclados”.
Mientras Santos anuncia
reformas políticas para garantizar la reconciliación entre los colombianos y el
fortalecimiento de la democracia, violenta en forma grosera la dignidad de partidos
políticos que no hacen parte de la “Unidad Nacional”, al socavar en forma
irrespetuosa a importantes dirigentes de esas colectividades con ofrecimientos
burocráticos.
Todo este conjunto de
incoherencias le pasa factura negativa al gobierno Santos. Todos sus actos
contradicen lo que afirma. Es por eso que su credibilidad está en el suelo.
Mientras habla de transparencia actúa en forma oscura. La componenda, la trampa,
la coima, el cálculo politiquero, las cartas jugadas por debajo de la mesa, las
presiones y chantajes, aparecen a la luz todos los días. Ya ni siquiera lo
ocultan, el cinismo es total.
El problema para los
demócratas y la izquierda que apoya al gobierno en el tema de la paz es que
tiene que soportar esas incongruencias y compartir su deterioro político. Pero
además, los graves errores que del otro lado cometen las guerrillas, como ocurrió
ayer con el cambiazo de secuestrado por el ELN que acaba de hacer en el Chocó,
es achacado de alguna manera a quienes apoyan el proceso. Y por partida doble
si es de izquierda.
Pero además, mientras
la izquierda apoya el proceso de paz se ve sometida a un verdadero ataque. Su
unidad es demolida por el mismo gobierno. No se practica la lealtad ética con
el opositor democrático. Las mínimas normas de comportamiento decente son
violentadas por el afán de sostener una gobernabilidad que va en caída. Es
síntoma de una crisis estructural.
Y esa crisis
estructural que no es sólo de este gobierno sino de todo el régimen se presenta
en un instante trascendental para el país: la firma de la terminación de un
conflicto armado de más de 50 años. Frente a ello… ¿Qué garantías de cumplimiento
ofrece un gobierno que representa a un régimen en crisis? ¿Qué certeza puede
haber de paz cuando grupos armados ilegales hacen y deshacen en las narices de
un Estado impotente? ¿Qué credibilidad ofrece un gobierno apoyado en una coalición
endeble y pegada con “mermelada”?
El escepticismo y la
incredulidad que se respira entre amplios sectores de la población tienen
soportes reales. Y por ello, las ventajas que acumula el “uribismo” son
enormes. Todos trabajan en su favor. Así los grandes empresarios del campo
(cañeros, palmicultores, grandes ganaderos) se le hayan retirado a Uribe y sumado
al proceso de paz, éste ahora se apoya en otros sectores sociales, en fracciones
de la burguesía emergente, clases medias, pequeños y medianos productores
agrarios, desplazados por la violencia y sobre todo, sectores marginados de las
ciudades, lumpen y mafias que están dispuestas a apoyar aventuras.
Es indudable que el seudo-fascismo
tropical que encarna Uribe está nuevamente por sus fueros. El “populismo de
derecha” que él encarna, así se firme la paz, está acopiando fuerzas entre
amplios sectores populares ante el vacío dejado por los demócratas y la
izquierda, que paralizados por el tema de la paz no apuntan a actuar unificada
y contundentemente. El fortalecimiento del “populismo de derecha” que encabeza
la hija de Fujimori que disputa la presidencia de la república en el Perú, debe
alertarnos y servirnos de ejemplo.
Una cosa es la unificada
y disciplinada bancada del Centro Democrático actuando adentro y afuera del
Congreso, con el activismo del Procurador, la acción mediática permanente del
expresidente, usando todas las formas de lucha, presionando desde las alturas
del poder económico, y otra cosa muy diferente es una izquierda totalmente
dispersa, sin coordinación, sin disciplina, con problemas internos, dividida y
enfrentada por intereses grupistas, con liderazgos desgastados por los
recientes resultados electorales, mirando hacia atrás, tambaleando, sin norte.
Una izquierda que por
apoyar la supuesta “paz” ha entregado su alma al diablo oligárquico, le permite
a quien hoy representa la oposición de derecha, crecer y consolidarse como la
más fuerte alternativa de poder para el año 2018. Por ese camino “santista” está
empedrado el camino “uribista”. Qué falta de visión política participar en un
gobierno neoliberal y pésimo como el de Santos que solo tiene un porcentaje de
aprobación del 13 % por parte de los colombianos y que con seguridad cuando
apruebe la reforma tributaria seguirá bajando.
Sólo la construcción de
un “movimiento ciudadano” que le proponga al país una alternativa totalmente
alejada del “santismo” y el “uribismo”, deslindada en forma absoluta de las
guerrillas, puede disputarle durante los años venideros el espacio al seudo-fascismo
de Uribe.
Se requiere un
movimiento que ponga en primer lugar la lucha contra el clientelismo, la
politiquería y la corrupción pero que a su lado coloque la defensa beligerante
y activa de la naturaleza frente a la ofensiva del gran capital que con proyectos
mineros, petroleros y de agro-negocios agresivos y depredadores del ambiente,
se está convirtiendo en el mayor factor de violencia, descomposición social, corrupción
y anti-democracia en Colombia.
“El apoyo a la salida
negociada del conflicto no implica un apoyo al gobierno de Santos”, lo dicen
muchos izquierdistas y demócratas. Pero no se unen para oponerse con fuerza a
sus políticas ni le disputan ese espacio a Uribe. Su blandenguería es lo que ha
permitido los “affaires” burocráticos recientes. De seguir así, el precio a
pagar será invaluable.
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