ACCIÓN
CIUDADANA FRENTE A LA MEDIOCRIDAD DE LA POLÍTICA
Popayán,
25 de abril de 2016
Con la inclusión de Néstor
Humberto Martínez Neira en la terna para Fiscal General y su muy segura
elección, y después de la presión de la marcha de Uribe y el paro armado
neo-paramilitar, se empieza a destorcer el enredo entre Santos y Uribe. La
impunidad para todos se cubrirá de “garantías legales”. Tal salida le generó al
presidente una pequeña crisis interna que sólo es un pulso burocrático de tono
menor con los liberales. El absoluto ganador: Vargas Lleras.
A la sombra de la paz, la extrema
derecha se va alineando para “gestionar” el post-conflicto a favor de la gran
burguesía financiera transnacional. El verdadero pulso se tendrá que dar frente
a una ciudadanía cada vez más activa frente la gran minería depredadora y en
defensa del medio ambiente.
En medio del tire y afloje politiquero
al interior del gobierno la “izquierda-santista” no sabe para dónde coger.
Cuando menos piensen, Santos los tratará como arrimados al “pacto por la paz” y
los desechará, como lo acaba de hacer con los dirigentes de las centrales
obreras a quien les pagó su lealtad legalizando la tercerización laboral. Era lo previsto…! (http://bit.ly/1T7Mumh).
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Es el resultado de la crisis de
la política en Colombia. Es una actividad de capa caída. Es triste el
espectáculo que ofrece la clase política. Las presiones cortesanas en el palacio
de Nariño por nombramientos, ministerios, elección de fiscal, contratos y “cuadres”
de diversa naturaleza ya ni siquiera se hacen tras las cortinas. Perdieron la vergüenza.
Renuncias y salidas del gobierno causan crisis ministeriales no previstas.
Unas, protocolarias; otras, camufladas de conveniencia personal; unas más,
complementadas con un portazo; todas dejan ver la impotencia de un gobierno y
de un presidente sin base social y que se mantiene a punta de “mermelada”. No
existe una visión estadista y brillan por doquier acciones de corrupción y conflictos
de intereses. La venta de ISAGEN a espaldas de la ciudadanía en plena crisis
energética; la corrupción y los escándalos en Reficar, Saludcoop, Cafesalud,
Defensoría, Policía, etc.; las rivalidades, confrontaciones y disputas de tipo
burocrático de menor calado; las movidas, coacciones y confrontaciones de bajo
vuelo entre miembros del gobierno; todo ello y mucho más, deja ver la debilidad
e incapacidad de un presidente que dice querer construir la paz y la reconciliación
en medio de una opaca y subterránea pelea de víboras y alacranes camuflados de
políticos y funcionarios “pacifistas”.
Es evidente que en el campo de
las clases dominantes la actividad política lleva décadas de degeneración y
descomposición. Los dineros del narcotráfico y la contaminación paramilitar de
una gran parte de la clase política; la influencia del gran capital
trans-nacionalizado que institucionalizó la puerta giratoria en donde los
ministros al otro día de salir del gobierno se convierten en consultores del
Banco Mundial, el BID o el FMI, en gerentes de una gran empresa privada o
estatal o en miembros de juntas directivas de poderosas entidades; la acción
corruptora de los medios de comunicación y la actitud inmoral e impúdica de los
mismos políticos que convirtieron la función del “servidor público” en una
eterna competencia por estar en la “ola” de la opinión pública como cualquier
vedette de moda; todo ello y mucho más, ha hecho de la actividad política una
farsa y un show mediático sin sustancia y sin responsabilidad ética y
profesional de ninguna naturaleza.
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Podemos afirmar que en Colombia
el último político decente que merece ese título ni siquiera era político. Era
un gran jurista, exmagistrado y profesor universitario con los suficientes años
y experiencia para no dejarse provocar de las pequeñas trampas de la
política-show que impera en este país. Antes de él, un excéntrico profesor
universitario había intentado reivindicar la ética en la política como un valor
ciudadano pero dada su naturaleza irreverente y su falta de cancha en esa
materia, cayó sin mucho pudor en las redes de la politiquería tradicional. De
resto, políticos surgidos de todas las tendencias políticas, cívicos, de
izquierda, regionales, llegan a Bogotá y se convierten –poco a poco–, en
rehenes de las encuestas, los micrófonos, las luces y las cámaras. Hoy causa
más escándalo si un político tiene una amante, no tiene un título académico, no
sabe vestir o tiene alguna debilidad sexual, que su capacidad para enfrentar
los problemas y asumir las decisiones que debe tomar. Es la política del flash,
el “meme” y el “tuit” viral.
Frente al momento que vive
Colombia en términos de mediocridad, futilidad y ligereza política, hay que
buscar que el protagonista sea la ciudadanía anónima pero consciente de sus
derechos. Ante la precariedad de la política se requiere acción ciudadana
masiva y contundente. Ante la mediocridad de los dirigentes políticos se
precisa la acción ciudadana anónima. Ante la futilidad de personas “brillantes”
dedicadas a cosas menores para no perder su “brillo”, hay que impulsar la acción
ciudadana generosa y valiente. Ante una institucionalidad envuelta en
cursilerías, consejas, lisonjas, chanchullos, negociados por debajo de la mesa
y corrupción, se necesita la acción ciudadana con alto valor ético.
Es urgente la acción ciudadana
consciente para cambiar este país.
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