EL REGRESO DE LOS FANTASMAS
Popayán, 3 de abril
de 2016
“Los hombres
hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias
elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se
encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La
tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el
cerebro de los vivos.”
Carlos Marx, “El
dieciocho brumario de Luis Bonaparte”
Esta historia parece alucinante. Cualquiera creerá que es
ficción. Pero así es la vida. Los hechos de estas dos últimas semanas me
empujaron a escribirla. Todo el mundo la conoce pero el asunto y el dilema es
cómo interpretarla. Colombia definitivamente para quien no la vive y sufre, es
muy difícil de entender. Y para los mismos colombianos, a veces, también.
Breves
antecedentes inmediatos
Para el 17 de marzo se anunció un paro nacional. No lo hubo.
Todo estuvo tranquilo. El gobierno salió a felicitar a los organizadores. Ese
día también se conoció el fallo de la CIJ de La Haya contra Colombia. No
trascendió mucho porque todos los partidos políticos respaldaron la decisión de
retirarse de esa Corte. Hasta el Centro Democrático se adhirió dado que Uribe
también está comprometido con ese fracaso.
Después llegó el 23, la fecha anunciada para la firma de los
acuerdos de La Habana. Ya el gobierno había informado días antes su
imposibilidad. Ese incumplimiento fue minimizado por el respaldo del gobierno estadounidense
que fue protocolizado en la reunión del Secretario de Estado John Kerry con la
delegación de las FARC en Cuba. Sin embargo, los negociadores de ambos bandos reconocieron
que había “diferencias de fondo” sobre temas cruciales como las zonas de
concentración y los procedimientos para la desmovilización y dejación de armas.
Poco después, se anunció el inicio de las negociaciones con
el ELN. Fue un respiro para el gobierno colombiano. El panorama de la paz
marcha hacia adelante con los problemas propios de un proceso complejo. Las denuncias
de asesinatos y amenazas de dirigentes sociales y defensores de DD.HH.
enturbiaron el ambiente. El gobierno se comprometió a realizar las investigaciones
exhaustivas.
Pocos daban un peso por las marchas de Uribe del 2 de abril.
Lo que nadie imaginó es que una banda criminal que se creía debilitada pudiera,
desde el 29 de marzo, impactar a la población de más de 36 municipios de 8
departamentos con un “paro armado” que paralizó carreteras y comercios durante
tres días y dejó un saldo de 5 policías y un militar asesinados, así como numerosos
heridos y vehículos incendiados. Eso no estaba en las cuentas de nadie.
Finalmente, las marchas uribistas no fueron tan masivas pero tampoco un
fracaso. Vuelve y juega un “nuevo pulso”. Hay desconcierto y miedo.
Preguntas lógicas
A pesar de todo lo que hemos vivido en Colombia... ¿por qué
una parte de nuestro pueblo le cree y sigue a Uribe? ¿Sólo es manipulación?
¿Todos ellos son ignorantes? ¿Son todos comprados? ¿Son tan pocos que no nos
deben preocupar? ¿Los 7 millones que votaron por su candidato en 2014 ya no
existen?
Si no entendemos la naturaleza del contradictor o
adversario, si cerramos los ojos, si negamos la realidad, si no hacemos un
serio esfuerzo de análisis, estaremos preparando nuestra propia derrota. Insultar
a esa parte del pueblo no los va a hacer reflexionar ni desaparecer.
¿La alianza con Santos en torno a la paz –como se viene
haciendo–, es la línea correcta? ¿Ha fortalecido a los demócratas y a la
izquierda? ¿Hemos crecido y avanzado? Si el paramilitarismo redivivo logró
paralizar una importante región del país en las narices de un gobierno
comprometido con la paz... ¿no será que algo está mal? ¿No se nos estará
pasando algún detalle? ¿Cómo avizoramos el futuro? ¿Qué se debe corregir de
nuestro accionar?
El desconcierto y
lo inconcebible
Lo que noto en general es un total desconcierto entre los
demócratas y la izquierda. Las “autodefensas gaitanistas”, “urabeños” o “Clan
Úsuga” se mueven en zonas donde las AUC tuvieron el control en el pasado. Parece
que nunca desmontaron su poder. Lo más seguro es que tienen una red política de
respaldo como la de “Kiko” Gómez en La Guajira. No hay que olvidar que, por
ejemplo, “Otoniel” fue militante del EPL, de allí pasó a las FARC, después a
las AUC, y luego formó su propia banda.
El fenómeno de las Bacrim (paramilitares en hibernación
durante varios años que hoy hacen su reaparición para reforzar la posición de
Uribe) muestra la precariedad de un Estado débil, que ha seguido en manos de
mafias regionales que se alimentan de todo tipo de economías legales e ilegales
(una burguesía emergente en plena formación y fortalecimiento). Es el escenario
ideal para la presencia de las poderosas transnacionales que hacen su agosto en
nuestro país, tanto en “paz” como en guerra.
Eso lo sabíamos. Pero, la izquierda ha sido contemporizadora
con el gobierno en cuanto a permitir que el “uribismo” siga dentro del
gobierno, ejército, administración pública nacional, regional y local (Cambio
Radical apoyó a la candidata de Kiko Gómez en La Guajira y en otros
departamentos y municipios), y que presione desde adentro y desde afuera. La izquierda,
a la cola de Santos le deja el campo de la oposición a Uribe. ¡Es inconcebible!
Entonces terminamos pidiéndole al gobierno que nos garantice
la seguridad y nos proteja. ¿Cómo lo va a hacer? Ahora, cuando el “proceso de
paz” entra –de hecho– en una fase de inercia, por un lado, para empatar con las
negociaciones del ELN (que supuestamente va a realizar la “constituyente de
hecho”, la “convención” dentro de la negociación con base en una participación
comunitaria); y, por otro, para esperar a que el gobierno dizque desmantele el “nuevo”
paramilitarismo.
Con lo ocurrido Uribe intenta posicionarse para negociar su
impunidad y ahora sí subirse –por la puerta grande– al “proceso de paz”. Él lo
venía intentando cuando estuvo en su momento de mayor “fortaleza” (cuando la
muerte de los soldados en Suárez-Cauca), incluso hubo acercamientos con el
gobierno pero Santos creyó que estaba más débil de lo que se creía. Santos –y
creo que todos– pensábamos que el respaldo gringo era suficiente y que Uribe
iba a negociar con un perfil bajo. Creo que nos equivocamos.
Sus palabras para justificar lo del Clan Úsuga lo dicen
todo: “El paro armado se veía venir por la política de impunidad que el
gobierno les ha ofrecido a las FARC” (http://bit.ly/1UNTWsW).
Es indudable que el “chico” se alargó. Las FARC quieren tres
tipos de zonas: “campamentos” donde ellos mantienen sus armas en depósito (bajo
supervisión internacional); zonas de transición donde ellos puedan empezar a
hacer política con sus bases sociales con una seguridad privada o miliciana, y
los “Terrepaz” en formación, que serían áreas mucho más amplias con seguridad
del Estado.
(Ver entrevista: http://bit.ly/1UWaTj3).
Ayer la "paz" con los “paras” sin las guerrillas,
no sirvió realmente para mucho. Hoy la “paz” con las guerrillas sin Uribe y sin
las "Bacrim-paras", no irá a ningún lado.
Aspectos
estructurales a tener en cuenta
Existen en Colombia unas ventajas comparativas que en forma
paradójica nos convierten en un país problema. Somos un país en desarrollo, la
3a economía de América Latina, pero con un Estado fallido.
Tenemos todas las condiciones para que existan conflictos
bélicos endémicos paralelos y diversos:
1. Ubicación estratégica: 2 océanos, mar caribe, próxima al
canal de Panamá, en el centro de América Latina, al lado de la más grande
reserva mundial de petróleo (Venezuela).
2. Geografía diversa y complicada: montañosa, quebrada,
boscosa, selvática, 3 cordilleras, Orinoquía y Amazonía como territorios de
gran riqueza natural y enorme biodiversidad.
3. Intereses estratégicos transnacionales de marca mayor.
4. Inmensos recursos naturales: páramos y fuentes de agua,
petróleo, oro, carbón, coltán, tierras laborables, biodiversidad.
5. Fuerza de trabajo laboriosa y barata (profesional,
técnica, operativa).
6. Un mercado comercial y turístico en desarrollo.
7. Economías ilegales en crecimiento: narcotráfico,
contrabando, minería ilegal, tráfico de armas y de personas, y otras.
8. Escaso control territorial del Estado, aparato de
justicia en crisis, alta corrupción política-administrativa.
9. Permanentes conflictos étnicos y territoriales.
10. Cultura delincuencial y presencia de grupos armados
ilegales.
11. Nuevas fuerzas económicas y sociales emergentes.
12. Enorme desigualdad social y económica, pobreza,
desempleo.
13. Crisis de representación política y débil organización
social.
El deseo mimético,
la paradoja y el “mal”
Empiezo por el “mal”. En los análisis literarios del “mal”
no se parte de conceptos morales. Personas bien intencionadas, “normales”, se
ven enfrascadas en “situaciones maléficas”, no porque ellos lo quieran sino
porque la vida los va llevando de una forma fatal. Esas son las verdaderas tragedias
que nos cuentan los mejores escritores desde que existe la literatura. Y no surgen
de su imaginación sino de la realidad. Es el “sumun” del drama humano descrito
por verdaderos genios.
Así estamos en Colombia. Los actores principales de nuestra
tragedia hacen lo que tienen hacer. Uribe, explota los miedos de la gente; las
FARC, posan de triunfalistas con los diálogos de paz; Santos, cede en lo que
tiene que ceder –que tampoco es mucho–, pero que debe presentar como “lo máximo”
para obtener apoyo y, la izquierda-progresista casada con la bandera de la paz va
a la cola de ellos. Pero no se respira un clima de paz. Por el contrario, los
espíritus se crispan, la polarización se agudiza, y la paz se diluye.
Ahora entra en juego la paradoja. Todos quieren la paz pero
ninguno puede ceder en sus posiciones. Uribe sabe que Santos lo traicionó como persona,
no como clase social. Perdió el poder del gobierno porque se lo cedió a Santos.
Él sabe que políticamente las FARC no son su enemigo principal pero entiende
que tiene que hacer crecer artificialmente el “poder” de la insurgencia para
atemorizar a la gente con la “amenaza castro-chavista”. Así debilita al “santismo”
que aspira a gestionar el post-conflicto.
En ese juego Uribe utiliza el escepticismo, la incredulidad
y los miedos que generó y acumuló la guerrilla en la fase de la guerra en donde
se dejó degradar por su verdadero enemigo: la oligarquía imperial, que va más
allá de Uribe. Los ataques indiscriminados a los pueblos, el secuestro, el
tratamiento inhumano a los retenidos, las pescas milagrosas, la extorsión, el “cinismo
revolucionario”, el desplazamiento forzado, el pragmatismo frente a las
economías ilegales (narcotráfico, minería ilegal, los acuerdos temporales con
terratenientes dóciles, alianzas no declaradas con grupos delincuenciales), la
destrucción terrorista de la infraestructura (carreteras, torres de energía,
etc.), todo eso es cobrado ahora.
La paradoja es que la insurgencia no puede salirse de la
trampa simbólica de Uribe. No pueden reconocer su auto-derrota ética que no fue
total pero sí circunstancial y parcial. No pueden negar que muchos delincuentes
se infiltraron en sus filas. No pueden ocultar que por el afán de crecer y
ensanchar sus áreas de operación, las economías ilegales lograron descomponer una
parte de sus filas. Tampoco pueden reconocer su parcial derrota política,
porque creen que eso los debilitaría ante su gente. Y entonces, sólo les queda lo
militar que es su fuerte pero es el que más atemoriza.
La paradoja consiste en que entre más fuertes se presenten
las FARC, entre más triunfalistas se muestren ante el pueblo, entre más “poder”
logren en las negociaciones, así no sea real, sus enemigos convierten esa “fuerza”
en demostraciones de soberbia, prepotencia, cinismo y amenaza. La paradoja es
que entre más poderosos se muestren frente a quienes quieren salvar de la
injusticia social y de la anti-democracia de la oligarquía y del sometimiento
imperial, más miedo y resistencia generan. Y claro, los medios de comunicación engrandecen
mediáticamente ese temor.
Y esa paradoja surge del “deseo mimético”[1].
La naturaleza de las FARC que en sus inicios era de “resistencia” campesina e
indígena que se inspiraba en el espíritu suntzuniano[2]
de Marulanda, mutó a partir de 1982-83 en el alma clausewiana[3]
de Jacobo Arenas, para quien la conquista del poder político con base en la
destrucción de las fuerzas militares y económicas del enemigo, era lo
sustancial. De una guerra sostenida principalmente por las bases sociales de las
FARC se pasa a una guerra de movimientos que es financiada con recursos externos.
La lucha por el “poder” en manos de la oligarquía convierte
a una guerrilla campesina en una máquina de guerra que en muchas regiones
termina por ser un “ejército de ocupación”. El deseo mimético de lo que posee
el “otro”, nos convierte en lo que combatimos. La auto-derrota ética que estaba
en larva, se hace real; la mística revolucionaria se convierte en brío
militarista y destructivo. El triunfo militar estaba a la mano pero el camino
hacia la derrota política lo iban pavimentando los mismos guerrilleros. Una supuesta
“ética” en favor de los “pobres” sirve de justificación para el uso de “cualquier”
medio. La falsa combinación de las formas de lucha (que hoy reviven en manos de
Uribe) se convierte en la base ideológica de la degradación de la lucha
insurgente. Es parte de la tragedia, es la causa de la paradoja y la esencia
del drama que vivimos los colombianos.
La salida
Sólo un actor social y político no comprometido con las
pasiones y resentimientos heredados puede impulsar una dinámica que rompa con
el “fatalismo”. En la Colombia de hoy, sólo un Movimiento Ciudadano, no
alineado ni preso de la dicotomía izquierda-derecha, que pueda deslindarse
tanto de Santos, Uribe y de la “izquierda tradicional” (armada y desarmada),
puede romper con el “maleficio”, derrotar a las fuerzas que viven de la guerra
e iniciar un camino hacia una paz duradera y estable.
Ese camino ya lo viene pidiendo y mostrando la juventud pero
requiere del esfuerzo, la ayuda, la colaboración y la capacidad de riesgo de
quienes son o representan las reservas democráticas de esta nación: los
ciudadanos del común capaces de dilucidar la trampa de los ideologismos
heredados y de no dejarse asustar por fantasmas.
[1]
Deseo mimético: concepto elaborado por René Girard. crítico literario,
historiador y filósofo francés notable por su teoría de la mímesis que utilizó
para analizar obras literarias en las que se muestra relaciones interpersonales
miméticas. Posteriormente fue aplicada al análisis de la violencia en las
sociedades primitivas que se fundamentan en lo sagrado, y por extensión, a la
violencia en las sociedades contemporáneas.
[2]
Sun Tzu, teórico militar chino para quien el máximo arte militar era “triunfar sin
combatir”, derrotar al enemigo causando los más mínimos daños.
[3]
Carl von Clausewitz, teórico militar alemán, influyente historiador y teórico
de la ciencia militar moderna.
Es natural que el tema de la paz y la guerra se robe la atención de los medios masivos de comunicación. Con un aditivo de delincuencia común, la gente queda llena. Pero como no estamos frente a una guerra civil, valdría la pena ocuparse de problemas que atañen al 70% de la población en condiciones precarias de informalidad y desempleo disfrazado de empleo.
ResponderEliminarCierto Swan Swan. Hacemos lo que podemos. Le comparto esto: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=184877 Saludos
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